Bellas vistas
12 de septiembre de 2025, 20:43
Era la séptima reunión del día y Mycroft estaba completamente agotado.
Había pasado la tarde atendiendo a todo aquel que se presentaba en su despacho, cada uno con un problema nuevo para destrozarle los nervios.
La última persona hacía diez minutos que se había marchado, permitiéndole hundir la cara entre las manos y recuperar el aire. Entreabrió los dedos y miró la hora: Las siete de la tarde. Si no se presentaban más personas fácilmente podría llegar para cenar con Greg.
El recuerdo de su novio le trajo algo de paz en el corazón, además de una leve sonrisa.
De pronto, un leve tintineo le indicó que estaba recibiendo una llamada. Sin muchas ganas, alcanzó el teléfono solo para ver que el sonido se debía a una videollamada de su pareja. Pulsó el botón de descolgar con algo más de entusiasmo y un hermoso cielo naranja apareció en su pantalla.
—¿Greg? —preguntó extrañado.
—Mira, Mycroft —la voz de su novio sonó detrás de la imagen—. ¿Has visto lo bonito que está el paisaje? Quería dedicarte las vistas.
Mycroft sonrió conmovido por el gesto de su pareja.
—No veo nada —mintió.
Sus palabras trajeron consigo lo que verdaderamente deseaba: Greg, con aparente molestia, volteó el teléfono y enfocó su rostro.
—¿Qué le pasa a este trasto? —dijo, golpeando la pantalla.
—No le pasa nada a tu teléfono Greg, simplemente quería tener mejores vistas.
La cara de Lestrade cambió de color hacia un rojo intenso, fruto del más puro sonrojo.
—Eres malvado —titubeó, visiblemente avergonzado.
—Lo lamento —se disculpó Mycroft, aún divertido, admirando la belleza del otro—. Eres hermoso.
—Tu eres lo más bello que existe... —respondió con ternura Greg—. ¿Vendrás a cenar?
—Aunque tenga que incendiar Londres —aseguró Mycroft.
