Robando en casa
12 de septiembre de 2025, 20:43
Mycroft abrió con el máximo sigilo la puerta de aquel armario mientras el temor a ser descubierto le llenaba la espalda de sudor y escalofríos.
Rebuscó entre todas las bolsas de patatas fritas, bombones y dulces variados hasta alcanzar lo que buscaba: aquella deliciosa chocolatina de chocolate con leche de la marca
Cadbury Dairy Milk
que le hacía relamerse. La sostuvo entre sus manos, triunfal y decidido a terminársela allí mismo, en la cocina de su hogar, y sin importar que fueran las tres de la madrugada.
—¿Estás robando en tu propia casa?
La voz sarcástica de Lestrade sonó desde la puerta de la cocina, sobresaltando a Mycroft, que apenas si pudo sostener la chocolatina entre sus manos.
—Y-yo..., s-si..., digo..., ¿no? —balbuceó nervioso Holmes.
—Myc... —suspiró el inspector, cerrando los ojos y cruzando los brazos sobre el pecho.
Mycroft le miraba, completamente avergonzado por haber sido descubierto en un acto tan reprochable.
—L-lo siento Greg...
Lestrade abrió los ojos y separó los brazos de su cuerpo justo antes de comenzar a caminar en dirección de su pareja, que lo miraba horrorizado; temía que lo regañara por incumplir su dieta. Cuando el inspector consiguió llegar frente a él, le quitó con suavidad la chocolatina de las manos y, con voz suave, susurró:
—No, Myc, yo lo siento —sus manos se pasearon por los pliegues del envoltorio hasta que dieron con el punto exacto que permitía la apertura del mismo—. Lo siento por no darte la seguridad que necesitas, no deberías sentir que no eres libre.
—Greg... —intentó decir Mycroft, mientras observaba confundido como las manos de Lestrade extraían la deliciosa pieza de chocolate.
—Por favor —le interrumpió el inspector, tendiéndole la chocolatina—. No vuelvas a sentir la necesidad de "robar" en tu propia casa. Eres libre de hacer y comer lo que quieras Myc.
—Yo... —tartamudeó Mycroft, tomando con dedos temblorosos el chocolate.
—Sé que es por tu hermano —le interrumpió de nuevo Lestrade—. Pero no debes hacerle caso, eres el hombre más bello del mundo y yo... —suspiró con pesar—. Yo te amo, Myc.
El silencio congeló el tiempo por unos instantes hasta que la voz de Greg volvió a retumbar.
—Por favor, cómetela, y cuando termines ven a la cama —dijo, dándole un suave beso en la frente antes de darse la vuelta en dirección a la salida.
—Yo también te amo Greg —habló Mycroft, justo antes de que su pareja atravesara la puerta—. Gracias...
—No las des —fue lo último que dijo Lestrade antes de atravesar la puerta y desaparecer en la oscuridad.