Tener la razón
12 de septiembre de 2025, 20:43
Las luces lo estaban matando. Aquellas malditas luces con su brillante y cegadora luz blanca de verdad le estaban destrozando la visión. Era insoportable lidiar con aquello además de con lo que ya tenía y lo que sabía a ciencia cierta que se le venía encima.
—¡Dios Greg!
Lestrade se estremeció. Ahí venía lo que más temía en el mundo: Mycroft Holmes en estado de pánico.
No pasaron ni cinco segundos antes de que éste apareciera ante los pies de su cama, con la lengua fuera por el esfuerzo que había hecho al correr y los ojos nublados por al angustia. Contempló a su novio, que se encontraba tendido sobre aquella camilla de hospital, con el brazo derecho escayolado y el gesto torcido en una incómoda sonrisa.
—Estoy bien, Mycroft —trató de tranquilizarle el inspector.
Mycroft temblaba con los músculos entumecidos por el cansancio y la tensión, pero consiguió dar algunos pasos para situarse junto a su cabeza. Una vez allí, se inclinó para darle un beso en la frente.
—Estaba tan preocupado —dijo, apoyando la mejilla sobre la frente de Greg, al tiempo que trataba de recuperar el aún faltante aliento.
Lestrade disfrutó de su calor, del amor que impregnaban sus palabras.
—Puedes decirlo —habló, pasados algunos segundos.
Mycroft se separó de él para mirarle a los ojos.
—¿Decir el qué? —preguntó, alzando una ceja.
—Que tenías razón —respondió Greg, con una media sonrisa y, mirando al suelo, añadió—. Tú me intentaste convencer de que no fuera a realizar aquella misión de infiltrado..., me avisaste de que era una trampa y yo no te quise hacer caso.
Mycroft alzó una mano y la apoyó sobre la mejilla de Lestrade.
—Oye, siempre voy a buscar que tu estés bien antes que tener razón —aseguró, acariciándole la piel.
Greg levantó a su vez la mano y tomó la de Mycroft para llevarla hasta sus labios y besarla.
—Te amo —dijo, con una amplia sonrisa.
—Yo también te amo, Greg. Ahora y siempre.
Lestrade sonrió, acariciando la mano de Mycroft contra su mejilla.
—Oye, voy a por agua a la máquina expendedora, ¿quieres algo? —le propuso Mycroft.
—Que vuelvas pronto —fue la respuesta de Greg.
Mycroft sonrió ante la ocurrencia de su pareja y se inclinó para darle un nuevo beso en la frente antes de separarse y dirigirse a la salida. Antes de cruzar la puerta se detuvo y, con un pequeño giro de su cabeza, miró por encima del hombro a Lestrade.
—Pero sí, Greg —dijo, con un tono pícaro—. Yo siempre tengo razón.
El inspector sonrió mientras veía desaparecer a su pareja tras la puerta.