Drabbles Mystrade

Deslumbrante. Era todo lo que podía pensar Mycroft mientras observaba a Greg atravesando aquel largo pasillo que tan cruelmente les separaba. Aquel hombre, el hombre al que amaba, a pesar de su dolorosa separación conseguía hacer que sus dedos temblaran con nerviosismo y que su garganta se viera incapaz de tragar. Todo en él era perfecto, desde su cuerpo que, en un generoso gesto, marcaba el elegante traje de dos piezas blanco que llevaba, hasta su cara, iluminada por una brillante sonrisa que era capaz de derretirle el corazón. Mientras Lestrade continuaba su avance, Mycroft se dio cuenta de que llevaba al menos un minuto sin respirar, embobado como había quedado por la visión frente a él. Con disimulo, consiguió hinchar sus pulmones y recuperar parte del aire. Mi ángel. Eso era exactamente Greg para él, el ángel que le había hecho entender, comprender de manera indiscutible, lo que era ese "amor" que tanto había evitado a lo largo de su vida. Por fin, su pareja llegó hasta él y, con un inesperado movimiento, alzó una de sus manos para acariciarle la mejilla. —Te amo —le dijo, retirándole una lágrima que no había sido percibida hasta el momento por Mycroft. —Yo también te amo, pececillo dorado —tartamudeó Mycroft, con la voz rota por la emoción. Aquel era el día que, sin renunciar a su vestuario habitual de traje de tres piezas, se había vestido de blanco y se encontraba junto al amor de su vida para darle el sí eterno. Su boda.