Drabbles Mystrade

Un grito desgarrador rompió el silencio de la noche, precediendo la salida de su cama. Estaba empapado en sudor y su mente se encontraba sumida en el terror más abosluto. —¿Mycroft? Aquella dulce voz que sobresalía del otro lado de la cama hizo que expulsara con cuidado el aire contenido dentro de sus pulmones. Volvió a la cama y se sentó en el borde de la misma, dando la espalda al hombre que amaba y que se había levantado ligeramente, rascándose un ojo con la pereza impresa en la cara. —¿Mycroft? —esta vez la pregunta sonó más preocupada y precedió al sonido de Lestrade arrastrándose por las sábanas para llegar hasta su pareja—. ¿Estás bien? —Soñé que te ibas —sollozó Mycroft. Aquella confesión, que ponía en palabras las imágenes que había vivido dentro de su cabeza, le hizo derrumbarse y las lágrimas comenzaron a llenar su mirada—. Te ibas..., me odiabas. Greg al fin llegó hasta donde se encontraba Mycroft y se colocó justo detrás de él. Sin previo aviso, le rodeó con sus brazos. —Me haces feliz, Mycroft Holmes —le susurró al oído, al tiempo que una de sus manos se deslizaba para secar un poco las mejillas empapadas de tristeza—. Yo jamás te abandonaría, eres el amor de mi vida... —le aseguró—. Las pesadillas son terribles, pero tan sólo son eso, pesadillas. Yo estoy aquí contigo, Mycroft —dijo, apretándole con más fuerza—, y me quedaré por siempre porque te amo. —Y-yo también... —tartamudeó Mycroft, con la garganta llena de nudos—, yo también te amo, Greg.