La Exposición del Caso
12 de septiembre de 2025, 20:42
—¿Qué es lo que atormenta tu maravillosa mente, Sherly?
La voz de Moriarty resonó contra las paredes de su cráneo, cantarina y burlona. El detective levantó los ojos del suelo para enfrentar la mirada del hombre sentado frente a él.
—Lo sabes perfectamente, Jim —contestó con rapidez Sherlock—. Sé que estás involucrado en el caso de asesinato de Aemilia Clark.
—El matrimonio Clark… —sospechó Jim—, una pareja encantadora, ¿no lo crees? —agregó con una media sonrisa.
—Quizás en su día.
—No has respondido a mi pregunta, Sherlock. ¿Qué es lo que quieres de mí?
—Quiero que seas tú el que responde preguntas, por eso te he dicho que vengas.
Moriarty repasó con una mirada el apartamento de Baker Street en el que residía en soledad su pareja hacía algunos meses, desde que su mascota, el Doctor Watson, la había abandonado para dedicarse al cuidado de la familia recién creada.
—Cuéntame el caso —pidió, con una sonrisa aún más amplia.
—Sabes perfectamente cuál es el caso, Jim —respondió con impaciencia el detective.
—Me gustan los cuentos —repuso el criminal, invitándole con ello a relatar los hechos.
Sherlock tomó aire de manera exagerada, demostrando con ello el desacuerdo que le suponía la pérdida de tiempo, pero poco después esbozó una sonrisa forzada que precedió al inicio de la explicación:
—Aemilia y Henry Clark…
—El matrimonio Clark —le interrumpió Jim.
El detective puso los ojos en blanco con desesperación.
—El matrimonio Clark —corrigió, arrugando la nariz—. Casados hace tan sólo tres años y con fuertes problemas matrimoniales desde hace algunos meses, que desencadenan en la infidelidad de la mujer, Emilia, con Arthur, un antiguo compañero y buen amigo de Henry desde la infancia.
—Ahora viene mi parte favorita —intervino Jim, acomodándose en el respaldo del sofá.
Sin hacer caso de aquel comentario, Sherlock continuó con la explicación:
—Lestrade me llamó para cubrir el caso, al parecer Arthur y Aemilia habían conseguido comprar un almacén abandonado de Deptford Creek, situado en el barrio de Deptford del distrito de Greenwich y habían construido allí una pequeña habitación para sus encuentros. De algún modo inexplicable, Henry, quien ya sospechaba dicha aventura, encontró aquel lugar y acudió allí, sorprendiéndoles en pleno acto.
—Una escena digna de ver —dijo Moriarty con una sonrisa cargada de ironía.
—Henry —continuó Sherlock—, furioso como es lógico, se abalanza sobre ellos, cuchillo en mano, y asesta un golpe mortal en el estómago que acaba de manera agónica con la vida de la que fue su mujer. El amante, horrorizado ante el acto que acaba de presenciar, huye de la escena y veinte minutos después consigue dar con la comisaría más cercana, ante la que se presenta completamente desnudo para dar su declaración.
》Cuando la policía acude a la escena del crimen encuentra el cuerpo de Emilia, ya muerta, sobre la cama deshecha y restos de semen en el suelo y dentro de la vagina. Lestrade me informó de que se realizaron pruebas de ADN con la firme convicción de que desvelarían que la carga genética correspondería a la de Arthur…—hizo una breve pausa para mirar a los ojos a Jim—, sin embargo, los estudios revelaron que se trataron del ADN de Henry. Por lo mismo, la teoría desembocó en pensar que el marido, celoso y roto por dentro, en un acto de locura absoluta, abusó del cuerpo de la fallecida antes de huir.
—Lo cuentas como si no te convenciera —comentó con tono divertido Moriarty.
—Si me convenciera no estaríamos tratando este tema y no te estaría acusando de estar implicado.
—Y ¿por qué estás tan seguro de ello, Sherly?
—Porque la víctima tenía tatuadas bajo ambos párpados tus iniciales —resalto con cierta ferocidad Sherlock—. No eres especialmente discreto cuando quieres dejar claro que quieres llamar mi atención, Jim.
El criminal esbozó una sonrisa felina al tiempo que se levantaba del sillón para dirigirse directamente al otro asiento, en el que se encontraba alojado el detective, justo frente a él. Al llegar allí, se inclina con delicadeza hacia adelante, apoyando sus manos en los brazos del sofá y permitiendo que sus caras queden unos pocos centímetros.
—Y todavía dirás que te molesta —dijo, rozándole suavemente la mejilla con los labios.
—Quiero respuestas, Jim.
—¿Estás pidiéndome ayuda? —le preguntó a su pareja con una pequeña sonrisa.
—Algo así —respondió Sherlock, mirándole con un brillo extraño en los ojos.
—Tendré que pasarte mis honorarios —se burló Moriarty, lamiéndose los labios.
—Se me ocurre algo mejor.