ID de la obra: 837

31 Maneras De Decir Te Amo

Slash
G
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 93 páginas, 29.833 palabras, 31 capítulos
Descripción:
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Mascota

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El sol ardía implacable sobre los rascacielos de Nueva York, tiñendo el asfalto de un resplandor casi líquido. El aire se espesaba con el calor, ondulando sobre las avenidas mientras los automóviles avanzaban lentamente, como si también sintieran el peso de la temperatura.   T’Challa entró a su departamento luchando con las bolsas de comida, que se le resbalaban por el sudor en las palmas. Apenas había cruzado el umbral cuando una bola de pelo blanco saltó sobre su cabeza. Una segunda, de pelaje café, se detuvo a centímetros de su rostro. Por un segundo eterno, gato y hombre, hombre y gato, se miraron fijamente, midiéndose mutuamente. T’Challa inclinó la cabeza levemente hacia la izquierda. El gato lo imitó. La movió hacia la derecha y el animal repitió el gesto. El hombre entrecerró los ojos.   - ¿Quién er…? — empezó a preguntar, cuando una sombra negra saltó de la nada, asustando a todos — ¡Panther!   La gata blanca salió disparada hacia la ventana abierta, seguida por los otros dos que pasaron sobre él como alma que llevaba el diablo, dejando un par de zarpazos involuntarios en su piel, a pesar de su intento por cubrirse.   Unos días antes de aquel caos, la rutina era simple dos pisos más abajo. Bucky solía ir por las mañanas a hacer estiramientos en el penthouse, diciendo que la luz allí le gustaba más. Alphine, su gata blanca, lo acompañaba sin falta. Se colocaba a su lado, se estiraba con él, giraba sobre sí misma y se quedaba inmóvil en una pose que parecía sacada de una clase de yoga para gatos.   - Eres más disciplinada que yo — murmuraba él mientras exhalaba profundo.   ______________   Sam terminaba de enviar las últimas modificaciones a la turbina para el nuevo avión de pasajeros en el que su compañía trabajaba, mientras hablaba por teléfono con su hermana Sarah. Llevaba más de seis meses sin visitarla en Grand Isle, y aunque le prometía que iría “el próximo fin de semana”, ambos sabían que su trabajo lo absorbía.   - Diles a los chicos que los extraño — dijo mientras revisaba los planos por tercera vez —. Y que la próxima vez les llevaré galletas. Las que hago yo. No las de Nat. — Sarah soltó una carcajada. - Mejor tráeles una foto tuya y ya. Ellos creen que vives con los Vengadores, no en un penthouse con gatos – dijo ella y Sam suspiró con una sonrisa, justo cuando escuchó un maullido gutural proveniente de la cocina. - ¿Figaro? ¿Otra vez en la alacena? — gritó, dejando los planos sobre la mesa —. ¡No toques los waffles!   ______________   Alphine llevaba varios días vomitando por las mañanas. Al principio, Bucky pensó que era algo que había comido, pero después notó un patrón extraño: tras vomitar, la gata exigía waffles. Solo waffles. No croquetas, no atún, no jamón de pavo. Waffles.   - ¿Estás embarazada o qué? — le preguntó en voz baja mientras la miraba devorar uno como si fuera lo único que la mantenía viva.   La gata lo miró con ojos entrecerrados, como si entendiera y no pensara explicarse. Semanas despues,l, cuando Bucky decidió ir a ver a Sam por la noche, y de paso llevarle una caja de herramientas que había prestado semanas atrás, que todo se reveló. Llegó al penthouse sin anunciarse, y lo que encontró al abrir la puerta fue un caos absoluto: Panther, Figaro y Alphine en una cama improvisada sobre el sofá, rodeando una camada de cinco diminutos gatitos de colores imposibles. T’Challa estaba de pie junto al sofá, con una bolsa de hielo en el brazo y la mirada perdida. Sam, a su lado, reía en silencio, con los ojos brillando de incredulidad.   - Llegas tarde — dijo Sam, girando hacia él.   Bucky parpadeó.   - ¿Qué demonios pasó? - Nuestros gatos hicieron lo que nosotros aun no — murmuró T’Challa y Bucky alzó una ceja. - ¿Qué cosa? - Tomaron una decisión. Compartirlo todo.   Sam soltó una risa baja y se acercó. Sin decir nada, se quedó junto a Bucky, hombro con hombro. El exsoldado miró a los tres gatos — uno blanco, uno café, uno negro — acurrucados como una sola familia, y luego a los gatitos dormidos. Se pasó una mano por la nuca.   - Con razon Alphine andaba rara. Y tambien eso explica su fijación çon los wafles – dijo Bucky en voz baja - Figaro me los robaba por las mañanas – dijo Sam - Y Panther a mi por las mañanas – dijo el otro moreno - No sé si esto es un desastre… o el principio de algo raro. - Quizá es ambas cosas — respondió T’Challa, mirándolos a los dos —. Pero lo raro no siempre es malo.   Panther maulló. Alphine alzó una pata y tocó la cara de Figaro, como si intentara consolarlo después de su caída poco digna. T’Challa soltó una risa suave, y al girarse, encontró a Sam y Bucky observando desde el umbral con sonrisas contenidas. Ninguno de los tres lo planeó, pero fue a raíz del nacimiento de los cachorros que sus rutinas empezaron a mezclarse. Primero, fueron visitas ocasionales para ayudar con las crías. Luego, turnos compartidos para alimentarlos, limpiar desastres y vigilar que no se metieran en peligro. Poco a poco, los almuerzos se volvieron cenas, las noches largas, y los amaneceres menos solitarios. Y sin que se dieran cuenta, sus departamentos empezaron a ser compartidos y sentirse como hogar.   Sam fue el primero en pasar una noche entera sin irse. Bucky, el último en aceptar que no necesitaba excusas para quedarse. T’Challa, en silencio, preparó una habitación para cada uno, aunque ninguna permanecía vacía por mucho tiempo.   - Creo que los gatos nos están ganando en ternura — murmuró T’Challa, cruzando los brazos con fingido fastidio mientras Figaro lamía la oreja de Alphine. - No lo permitiré — dijo Sam, y con paso lento se acercó hasta quedar al lado de Bucky.   En la alfombra, Alphine estiró el lomo con elegancia, como si estuviera empezando su sesión diaria de yoga junto a Bucky.   - Te copió las posturas — comentó Sam en voz baja, sonriendo. - Es mi alumna más aplicada — susurró Bucky, sin apartar la vista de T’Challa.   Él no se movió, solo permitió que sus cuerpos rozaran apenas, sintiendo el calor que poco a poco ya no le resultaba ajeno. El roce de dedos en la mano, el silencio cómodo, las miradas largas sin necesidad de palabras… eran cosas nuevas, pero no incómodas. Las mascotas se acurrucaron juntas en el centro de la alfombra. Ellos, sin planearlo, hicieron lo mismo sobre el sofá, compartiendo espacio, calor y algo más que todavía no se atrevían a nombrar, pero que crecía con cada día bajo el mismo techo. Sam fue el primero en inclinarse. Su nariz rozó la mandíbula de Bucky en un gesto tan delicado como inesperado, y al ver que él no se apartaba, que incluso cerraba los ojos, T’Challa se permitió acercarse también. Su mano descansó sobre la rodilla de Bucky, apenas un roce, y de ahí subió lentamente hasta enredarse con la de Sam, entrelazándolos a los tres en un gesto callado, pero definitivo. No dijeron nada. Solo se quedaron así, pegados, respirando el mismo aire, compartiendo el mismo ritmo. El calor de sus cuerpos, el tacto suave de la piel al descubierto, la familiaridad creciente de saber exactamente dónde posar los dedos sin provocar incomodidad. Fue Sam quien giró para dejar un beso casto en la mejilla de T’Challa. Fue Bucky quien lo miró después, con esa expresión quebrada que usaba cuando no sabía cómo agradecer algo sin palabras. El sofá crujió bajo su peso, las mascotas dormían ya profundamente, y ellos tres, por primera vez, no sintieron que les faltara nada. Era apenas un inicio, torpe y cálido, pero por fin compartido.
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