BOOTCAMP

La lluvia se sentía fría y pesada sobre su cuerpo. Pasaban de las cuatro de la mañana, y el sol aún no se asomaba.La oscuridad del cielo contrastaba con las luces de los faros encendidos que iluminaban el área donde estaban formados. Se escuchaban gritos, voces que buscaban quebrar su espíritu y el de sus compañeros. —¿¡Cuál es tu nombre, cadete!? —rugió una voz ruda y potente. —¡Mi nombre es Marshall Byce, señor! —gritó tan fuerte como su garganta se lo permitió. —¿¡Acaso eres una mujer!? —El aliento del sargento golpeaba su rostro. Estaba tan cerca que invadía su espacio personal con violencia. —¡No, señor! No se atrevía a mirarlo a los ojos. Sabía que, si lo hacía, sería castigado con lagartijas y mas gritos. —¡Entonces vaya a cortarse ese cabello de niña! —¡Sí, señor! —respondió, haciendo un ademán de mano que fue correspondido como señal para retirarse. No le quedó más que trotar hasta la puerta que lo conduciría a la barbería. Al llegar, encontró una larga fila de cadetes esperando lo mismo que él: Un corte de cabello acorde al reglamento. Cuando por fin fue su turno, no tuvo oportunidad de decidir nada. Apenas se sentó, sintió la máquina rasurando su cabeza con la precisión de alguien que lo había hecho mil veces. Al mirarse al espejo, vio su reflejo. Su cabello, que alguna vez fue blanco, había desaparecido.Su piel pálida contrastaba con el uniforme de camuflaje (OCP) que llevaba puesto. Marshall, tal como se conocía, ya no estaba en ese reflejo.