ID de la obra: 911

Marizza & Pablo - Tercera temporada (Pablizza)

Het
NC-17
Finalizada
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
505 páginas, 191.839 palabras, 31 capítulos
Descripción:
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Capítulo 1

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La luz de la mañana entró a través de la ventana de la habitación del Elite Way School. Pablo se removió para evitar que los rayos del sol le dieran en la cara. A pesar de que era muy temprano y hacia unas horas que se habían ido a dormir por la fiesta de fin de curso, el rubio no podía conciliar el sueño. Mientras que algunos de sus compañeros ya estaban descansando en sus propias casas, con sus familias, él todavía no tenía una casa a la que acudir. Pero eso iba a cambiar pronto, porque su mamá estaba volviendo a Buenos Aires. Ya debería haber llegado, pero Marizza le informó que su mamá le había vuelto a escribir diciéndole que el vuelo se había retrasado algunas horas. Su retraso solo hacía que estuviera más ansioso por verla. Estaba tan contento de que al fin pudiera abrazar y estar con su mamá que apenas había podido dormir. La había extrañado tantísimo que no podía creer que fuera real. Y todo gracias a Marizza, aunque seguía sin ser consciente de que ella hubiera hecho eso por él. Días atrás se había prometido a sí mismo de que no volvería con ella por mucho que la amará, su desconfianza le había lastimado mucho. Le había costado mucho tomar la decisión de no volver con ella y estaba decidido a cumplir con su propia promesa. Pero el día anterior había vuelto a sucumbir a los besos y las palabras de Marizza. Y es que, al verla delante suyo, con sus ojos castaños adorándole de esa forma y diciéndole que le quería, que su promesa se fue al cuerno. Era tan fuerte lo que sentía por ella que no podía evitarlo. A pesar de que se habían reconciliado, Pablo era consciente que la desconfianza de Marizza hacia él seguía estando ahí, y que por mucho que se amaran, eso era lo que les fallaba como pareja. Pero él estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta para que su pareja funcionara de nuevo. Sabía que en algún momento debían hablar sobre ello. Pero no ese día, ni durante las vacaciones. Por ahora solo iba a disfrutar de su reconciliación con Marizza, de su mamá y de las vacaciones. Ese año iba ser las mejores vacaciones de toda su vida. Para empezar su papá no estaba para molestarle, su mamá estaba de vuelta, y, además, estaría acompañado de su novia. ¿Qué más podía pedir? Sonia les había invitado a pasar las vacaciones con ellos y él estaba más que encantado. Poder viajar con su novia y pasar los días en la playa con ella. Y entonces, un destello de deseo se apoderó de su cuerpo, cuando se imaginó a su novia en traje de baño. No sería la primera vez que iba a verla en traje de baño. Aún recordaba a Marizza en la piscina de Bariloche y como su imagen se convirtió en los recuerdos recurrentes durante las semanas siguientes. Para que engañarse, desde prácticamente que la conoció, solo pensaba en ella cuando se tocaba. Pablo se acomodó en la cama, mientras escuchaba la respiración profunda de sus amigos, quienes tampoco se habían ido a sus casas y que al igual que él, lo harían durante el día. Aprovechó que estaban dormidos, para meter la mano por debajo de las sábanas para acariciarse por encima del bóxer, mientras seguía pensando en Marizza. De verdad que ella le volvía loco. Le encantaba su novia. Cerró los ojos y la recordó. Rememoró los besos del día anterior, como su cuerpo se apretaba fuertemente a él, y entonces sintió como el deseo se apoderaba de él. Se acarició de nuevo, tratando de no hacer ruido, mientras su miembro empezaba a estar duro, recordando el sabor de sus labios y su cuerpo debajo de él. El timbre del celular sonó de golpe, haciendo que la excitación desapareciera, mientras que Tomas y Guido empezaban a quejarse. Pablo alargó la mano hacia la mesa para agarrar su celular. - Pero ¿quién llama a estas horas? – Se quejó Guido poniendo la almohada en la cabeza. -Es Marizza – Contestó Pablo al ver el nombre de su novia en el celular. La sonrisa apareció en su rostro. - ¡Dile que deje de joder! - Shh, - le mandó callar Pablo, sentándose en la cama. – Decime Marizza. -Mi amor, vení al hall. – Contestó ella al otro lado del teléfono. – Acaba de llegar tu mamá. De un salto, Pablo se levantó, buscando cualquier cosa para ponérselo encima. -Voy, voy... Pablo se vistió en tiempo récord y no le importó si los cabellos estaban más desordenados. - ¿¡Qué te pasa!? Es re temprano, Pablo – Preguntó Tomas sin abrir los ojos ni despegar la cabeza de la almohada. -Mi mamá acaba de llegar – Pasó la cabeza por el hueco de una camisa azul y su voz quedó amortiguada por la tela de la ramera. - ¿Tu mamá? – Sorprendidos, sus amigos hablaron a la vez. El día anterior habían sucedido tantas cosas que no les había dado tiempo a explicarles nada a sus amigos. - Sí, Marizza le llamó. Se va a quedar conmigo. Después os cuento. – Y sin mediar palabra, Pablo desapareció por la puerta. Guido y Tomas se miraron entre si medio adormilados. -Parece que Marizza hizo una bien. - Me alegro por él. – Dijo Guido dejando caer la cabeza en la almohada de nuevo para seguir durmiendo. ***** Mora estaba emocionada de volver a ver a su hijo. Ahora sin su ex marido rondando por la vida de Pablo, podía volver a verle. Se había sorprendido de recibir la llamada de Marizza, pero se había sentido tan agradecida de que lo hubiera hecho porque nadie le había avisado de lo que estaba ocurriendo con su hijo. Y no dudo en volver a casa para estar con él. Pablo salió corriendo por los pasillos vacíos hasta el hall, desde el inicio de las escaleras vio a ambas mujeres que estaban conversando. Se quedó un segundo quieto mientras su sonrisa se inundó de su cara, a la misma vez que sintió la alegría apoderarse de él. A pesar de que llevaba desde la noche anterior sabiendo que iba a verla, hasta que no la vio allí, más hermosa y linda de lo que recordaba, no se dio cuenta de que era verdad. Su mamá había vuelto. Pablo empezó a bajar las escaleras sin dejar de observarlas, quienes seguían sumidas en una conversación. Marizza pareció reírse por algo que Mora dijo mientras que Pablo prácticamente ya no pudo retener sus emociones. -Mamá. – dijo Pablo con su estrangulada de la emoción. Bajó los últimos peldaños de las escaleras con rapidez. Ambas mujeres se giraron, para ver a Pablo acercarse a ellas abriendo sus brazos. Mora avanzó hacia su hijo con una sonrisa en los labios. -Pablo. El rubio no dudo en correr hacia sus brazos, estrechándola entre los suyos. Cerró los ojos mientras sentía que las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas. -Lo siento tantísimo, mamá. –Susurró pablo, escondiendo su rostro en el cuello de su madre. – Papá me engaño... No era el momento de hablar de ello, pero Pablo necesitaba pedirle disculpas por algo de que lo que durante tantos meses se había sentido tan culpable. -Shh... -Le dijo Mora, separándose para mirar a los ojos a su hijo, enmarcó su rostro y sonrió. –No me tienes que pedir perdón, está todo bien. - Pero... -No importa, cielo. De verdad. –Volvió a cortar las palabras de su hijo y simplemente le volvió a abrazar. Marizza los observaba a unos metros de distancia. Ver a su novio llorar de alegría hizo que estuviera tan conmovida, que no pudo evitar emocionarse, dejando caer una lagrima furtiva, aunque se la limpio rápido para no parecerse a Sonia Rey. -Te he extrañado tantísimo. No me puedo creer que estés acá. –le dijo Pablo. -En cuanto Marizza me llamó supe que tendría que volver para estar con vos. Nunca quise dejarte acá solo con tu padre, pero no tuve alternativa. - ¿Querés que vayamos a tomar algo? – Sugirió Pablo. -Claro, ¿Te venís? – Le preguntó a Marizza. -Les dejo solos para que se pongan al día. – Respondió la adolescente mirando a ambos. Pablo supo que ella también estaba emocionada en cuanto vio sus ojos, su pecho se hinchó de amor por ella. -Gracias de nuevo por avisarme, Marizza. – Mora se acercó a la adolescente para darle un abrazo cariñoso. - Lo hice encantada. Sé que Pablo te extrañaba muchísimo y merecías saber todo lo que él hizo y como se jugó. – En esta ocasión Marizza miró a su novio. Las miradas entre los dos adolescentes coincidieron, Pablo levantó su mano y acarició su mejilla, antes de inclinarse para besar sus labios. -Gracias. – Susurró contra sus labios-. Nos vemos después. -Sí, - Asintió Marizza sonriendo. Cuando se giraron pudieron ver como Mora les miraba sonriendo. -Veo que no me equivoqué con ustedes dos. –Comentó con cariño. – Siempre supe acabarían juntos. La pareja compartió una mirada y Marizza sonrió mientras bajaba la mirada. Aunque Mora había intuido lo que sucedía entre ambos, ver a Pablo sonreír de esa manera, totalmente enamorado y radiante por Marizza, le hizo sentir tan feliz por él. —Nos vemos, Marizza. La adolescente los observó marcharse mientras Pablo abrazaba a su madre por los hombros y sonrió. ****** En la cafetería casi vacía, Mora y Pablo estuvieron hablando durante horas sobre lo sucedido con Sergio, el cómo este le había convencido para denunciarle y como al final se había atrevido a ir en su contra. -Estoy tan orgulloso de vos. Hiciste lo que yo no pude. -No me digas eso, mamá, sé que él te consumía. Nos consumía a todos. -No sabes lo que me arrepiento de haberte dejado solo acá con él, pero te aseguro que no tuve opción. Sino lo hacía, yo... -No te preocupes, mamá, sé cómo era papá. Aunque me lastimó mucho cuando te fuiste, pero ahora sé de lo que fue capaz de hacer. -Pero ahora estoy acá y no me voy a separar de vos. Voy a arreglar todos los papeles para tener tu tenencia y no tener que rendir cuentas a tu papá. Aunque tendré que viajar a menudo a Europa para ver a tus hermanos y tus sobrinos, pero no te dejaré solo. Tu papá ya no nos molestará más. Pablo estaba pletórico de poder escuchar esto. Todo lo que había sucedido con su papá le había hecho estar tan mal anímicamente, pero tener a su mamá de vuelta le hacía sentirse arropado de nuevo. -Pero no hablemos más de tu papá, -Dijo Mora, sonriendo. - Cuéntame, ¿estás de novio con Marizza? Pablo sonrió, bajó mirada hacia abajo hacia sus propias manos. -Sí. No hace mucho tiempo, pero sí. Nos costó mucho jugarnos por lo nuestro, pero finalmente lo hicimos. Ella me ha ayudado mucho. Mora asintió, viéndole a los ojos. Estaba realmente enamorado de ella, lo podía ver en ellos como éstos brillaban. -La querés mucho, ¿eh? –Pablo asintió. – Desde que se jugó por vos yendo a buscarte a Rosario cuando estabas con Paula, supe que entre vosotros había algo muy especial. Se notaba que Marizza te quería mucho y veo que no ha cambiado. Pablo entrecerró sus ojos ante aquella información, que le dejo sorprendido, ¿Marizza sentía algo por él mientras estaba con Paula? ¿Por qué nunca se dio cuenta de eso? -Me alegro mucho por vos, te veo muy feliz y me alegro tanto. Pablo asintió ante sus palabras. -Bueno, mi amor, he de arreglar algunos papeleos de asuntos legales de tu papá y además quiero empezar a buscar un apartamento para nosotros. Esta noche dormiremos en casa de Sonia, nos han ofrecido quedarnos allá hasta encontrar un lugar. Supongo que no te importará. - Dijo con una sonrisa Mora intuyendo que su hijo estaría más que encantado con la decisión de poder pasar una noche bajó el mismo techo que su novia. ***** Cuando Pablo entró en la habitación, Guido y Tomas estaban haciendo la valija para volver a sus casas. -Che, boludo, al fin apareces. ¿Dónde te metiste? En media hora tenemos que irnos ya. – Anunció Tomás acabando de poner las últimas prendas dentro de su maleta roja. Guido, por su parte, no parecía tener la misma prisa que su amigo, ya que tenía toda la ropa esparcida por su cama y la de Roko. -Estaba con mi mamá. – Anunció Pablo, sentándose en la esquina de su cama. Tomas dejó la valija para centrarse en la conversación con Pablo. -¿Entonces tu mamá volvió de verdad?—Preguntó Tomás. Pablo sonrió abiertamente. -Marizza le llamó, le contó todo lo que mi papá había hecho y decidió venir para quedarse conmigo. – Tomás le dio una palmada en su hombro. -Me alegro hermano. –Soltó Guido. - ¿Y con Marizza qué onda? ¿Volvieron? Ayer les vi muy muy juntitos. – Volvió a hablar Tomas. -Y sí... - ¿Pero no decías que no ibas a volver con ella? –Cuestionó Guido. -Bueno, ¿y que querés? Si yo la amo. Se declaró y que sé yo... Es mi debilidad. Por mucho que lo intente yo... No puedo... La puerta de la habitación de los chicos se abrió de golpe. Pablo, Guido y Tomas se giraron expectantes. - Opa, mina no podés entrar así- Empezó a decir Guido cuando vio a Marizza entrando sin importarle como estuvieran ellos. -Cállate- Le dijo Marizza, señalando a Guido. – ¿Cómo ha ido con tu mamá? – Pregunto a Pablo. -Ei, estaba hablando con nosotros. – Se quejó Tomás -Che, pueden parar, – Dije Pablo dejando la conversación con sus amigos a medias. –Vení, que te cuento. -Ei, cabezón... -Que pollerudo. Salieron de la habitación donde Pablo le contó todo lo que habían estado hablando. -¡Como me alegro por vos, Pablo! –Marizza se abrazó a él dándole un beso en la mejilla, él le correspondió encantado. Me alegro que haya decidido quedarse acá. Por cierto, terminá de hacer la valija y nos vamos a mi casa, Mora me ha dicho que estará todo el día con papeleos. Pablo se inclinó y beso los labios de su novia. ********** -No me puedo creer que Sergio haya hecho esto a mi Pablito. Mandarle a la cárcel... Se lamentaba Mora mientras se llevaba una copa de vino a la boca. Tras pasar todo el día en los juzgados, hablando con abogados, Mora había podido solucionar algunos asuntos, pero aún le quedaban. Llegó tarde a casa de los Colucci-Rey, donde toda la familia al completo estaba esperándola para cenar, a excepción de Lujan que estaba pasando unos días con Marcos. Además, Manuel también se estaba hospedando en la casa. Marizza mencionó que esto empezaba a parecerse a un hotel, pero estaba encantada de poder tenerlos a todos allí. Sonia mandó a preparar una gran cena, pues también estaba contenta de tener su casa llena de gente. Y tras cenar, los adolescentes decidieron salir al jardín para jugar al póker. Mientras los adultos comentaban a Mora todo lo que Sergio había hecho en su ausencia. Pablo le había contado algunas cosas, pero la gran mayoría no. Mora miró a través del ventanal a su hijo quien se reía por alguna cara divertida que había puesto su compañero en el póker. Aunque Marizza no parecía muy contenta de que estar perdiendo, ya que, según ella, Mia no sabía jugar y quería cambiar a su compañera. Mora se sentía impotente por no haber podido acompañar a Pablo durante todo este tiempo. -Pablito lo ha pasado muy mal, -anuncio Sonia, -pero suerte que es un chico fuerte y ha sabido llevar la situación, fue él quien llevó a Sergio a la cárcel. -Y sí. Hizo lo que tenía que hacer. –Habló Franco en esta ocasión. -Ha crecido mucho en este tiempo. – Intervino Hilda. -Me da la sensación que su relación con Marizza es lo que le ha hecho madurar, ¿no? –preguntó Mora, justo cuando vio como los dos adolescentes se levantaban separándose de sus amigos, y su hijo se inclinaba sobre Marizza para besarle, antes de que ambos se rieran y se fueran hacia uno de los árboles para seguir besándose. -Han sufrido muchos altibajos, pero sí, Pablo cambio mucho y se ha jugado por mi Marizzita. –Dijo Sonia, mientras miraba a su hija quien en ese momento sus besos subieron de intensidad. Mia y Manuel estaban hablando íntimamente, pero sin llegar a besarse, parecían más comedidos. -Se les ve muy felices. –Anunció Mora aun admirándoles. -Mientras no están peleados, sí, que suele ser a menudo. –Dijo Sonia con una media sonrisa. -Sino no serían ellos, - soltó Hilda y ambas mujeres le sonrieron. -Creo que voy a disolver a estos antes de que vaya a más... -Y es que a Pablo y Marizza parecía que les daba igual que sus madres estuvieran a unos metros de ellos. Seguían besándose como si no hubiera un mañana. - Bueno, bueno, bueno... -Dijo Sonia saliendo al jardín. – Ya es hora de irse a dormir. -Ay, mamá es verano, déjate de joder. – Dijo sin separarse de su novio. –Ya sabemos que os hacéis mayores y no podéis aguantar más allá de las 8 de la noche despiertos. -Marizza, por dios. Además, mañana hay que empezar a preparar las valijas y todo lo del viaje. *********** Al día siguiente, Pablo y Mora ya estaban en un pequeño apartamento con dos habitaciones. Pablo estaba feliz de volver a estar con su mamá, y estaban disfrutando de algunos días juntos. Su mama debía arreglar algún papeleo con respeto al divorcio de su papa y también al tema económico. Por suerte, su papa les había dejado algún dinero que les permitía poder estar económicamente bien. De mientras su mama arreglaba todo el asunto de la tenencia de Pablo y papeleo, el adolescente aprovechaba para preparar la valija para irse de vacaciones con los Colucci-Rey. Aunque habían invitado a Mora, esta declino la invitación. Le aseguro a su hijo que ella iba a estar bien y que disfrutará de las vacaciones con su novia. Pablo estaba haciendo la maleta, mientras Guido y Tomas estaban sentados en la cama de su nueva habitación observándole mientras se ponían al día de cómo iban a ser las vacaciones de los tres. - ¡Así que vos te iras con Dunoff a la playa! Menudo espectáculo será eso... - Se rio Guido de Tomas. –Encima que te bancas a Dunoff todo el año, ahora te lo tenés que bancar en las vacaciones. Pablo se rio mientras metía un par de camisas en la maleta. - ¿Y vos qué, Guido? Al menos podre estar con mi novia. Y te aseguro que voy a curtir muchísimo, porque si iré con Dunnoff, pero curtiré de lo lindo. -El que también se va hinchar a curtir, es este... - dijo señalando a Pablo. – En la playita. Le dijo Guido, con diversión. -Sí, claro, Guido, va con toda la familia a ver cómo van a encontrar un momento... - Se rio tomas. – lo vas a pasar jodido Pablito, creo que te tiraras todo el tiempo con la mano. -Paren ya chicos. – Incomodo, Pablo trato de cambiar de tema, mientras metió calzoncillos en la valija. Sus dos amigos, fruncieron el ceño, algo extraño pasaba. -Pablo, pablo... vos y mariza han curtido ya, ¿no? –pregunto Guido. -Bueno... la verdad es que no. -No me jodas... ¿En serio? – se quejó Guido. -Qué sé yo, entre el colegio, la gira, Manuel, lo de mi viejo y los quilombos que hemos tenido, apenas hemos podido estar solos. En casa de los Colucci siempre hay alguien. Así que... imposible. -Vamos que debes estar que te subes por las paredes, verdad, hermano. -Aunque tampoco quiero zarparme mucho. Yo creo que Mariza no... -¡Venga ya! – soltó Tomas. – Con lo zarpada que es esa mina, no me lo creo. - Es verdad, hermano. ¡No me jodas! Mariza estuvo con Simón, con Diego, me niego a pensar que ella solo jugo a los besitos con ellos. Simón que ya tenía un hijo... ¿Me estás cargando? Pablo miró a sus amigos y aunque tenían razón, él intuía que Marizza no había tenido relaciones aún. Además, por muy zarpada que fuera, ella nunca había dado un paso más allá. -Bueno, da igual... yo no pienso apurarla. Será cuando ella quiera. - ¿Y de mientras? – Preguntó Guido sorprendido. - De mientras nada, café, que voy a hacer. Esperar y punto. - ¡Búscate otra minita! -Cállate, Café, ni loco pienso estar otra mina. No quiero quilombos con Marizza. Bastante nos costó jugarnos para que yo ahora lo joda todo. Mira todo lo que pasó con Manuel y Sabrina. -Hermano, estás muy metido con ella si estás dispuesto a esperar tanto por una minita. - ¿Ahora te das cuenta, café? – Le hincho Tomas. -Y obvio, si yo la quiero. – Dijo Pablo. Guido se levantó de la cama y se acercó a la mesita de noche, empezando a abrir todos los cajones buscando algo. -¿Qué haces? ¿Qué buscas? –Preguntó Pablo sin saber que estaba haciendo su amigo. Miró a Tomas quien tampoco sabía lo que estaba haciendo. Hasta que finalmente pareció encontrar lo que buscaba. Guido agarró la caja de preservativos que Pablo siempre guardaba por si acaso, y que no había vuelto a utilizar desde que estuvo con Consuelo. Con una caja de preservativos en la mano, Guido se acercó a él y lo dejó encima de toda la ropa. - Bueno, yo de vos, me llevaría un par de estos. Pablo miró a Tomas y negó con la cabeza. Su amigo, le sonrió. -Che, ¿Qué vamos a hacer hoy? - Preguntó Guido. Pero Pablo estaba inmerso en su dilema interno sobre los preservativos. Se moría de ganas pero si Marizza o Sonia o Franco los encontraba estaba podrido. Dudó durante unos segundos, hasta que finalmente decidió quitarlos de la valija. -Pablo, ¿podemos pedir una pizza? - Escucho decir desde el comedor de su nueva casa. Iba a salir de su habitación cuando de repente, cuando volvió a la cama, agarró los preservativos y los escondió entre la ropa. -Por si acaso -dijo para si mismo, antes de cerrarla.
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