ID de la obra: 950

El títere

Het
NC-17
Finalizada
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
109 páginas, 49.404 palabras, 26 capítulos
Descripción:
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1. Por el bien mayor.

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Desde las alturas, Harry Potter perseguía corriendo a un pobre desgraciado que trabajaba para una de tantas organizaciones criminales existentes en el mundo. No le costó mucho llegar hasta él, derribándolo de una sola patada. –¡Por favor, apiádate de mí!¡Te diré todo lo que sé sobre mis jefes! –espetó asustado el sujeto. El hombre veía en la mirada de Harry unos fríos ojos verdes esmeralda que no tenían ni un resquicio de vida. Llevaba una barba de varios días que todavía lo hacía ver más duro y peligroso. Harry sabía que estaba mintiendo. Ese hombre era uno de tantos que estaban podridos por dentro y que se vendían por un puñado de billetes, o ni siquiera por eso. A este tipo de don nadie les bastaba con prometerles unos cuantos gramos de heroína o de cualquier otra droga. Harry sólo tenía que ver su aspecto para saber que ese capullo tenía síndrome de abstinencia: ojos dilatados, sudores fríos, taquicardia y temblores. Es la mejor forma de controlar a la gente, enganchándolos a la droga y moverlos como marionetas. Los criminales saben que los toxicómanos son capaces de hacer cualquier cosa por una pequeña dosis, incluido matar, por lo que son perfectos para conseguir lo que quieren. Sin dudarlo, Harry apuntó con su arma en la sien del hombre. Sólo el eco del disparo se escuchó en el silencio de la noche. No es que tuviera nada contra ese tipo, pero sabía por experiencia que esa clase de hombre sólo era un despojo de la sociedad que estaría mejor muerto que vivo. Además, había sido entrenado para hacer justicia, y si para ello era necesario acabar con alguien, nada ni nadie se interpondría. Tras realizar el encargo, Harry volvió al cuartel general de la Orden del Fénix, una organización de élite secreta de la policía dependiente del gobierno. Harry sentía un vacío cada vez que mataba, pero estaba acostumbrado. Las primeras veces fueron muy duras, pero después se acostumbró, como el que va cada mañana a una fábrica a poner botones. Al fin y al cabo, los diplomáticos eran otros. Era la Orden del Fénix la encargada de mancharse las manos de sangre y hacer el trabajo sucio del gobierno. En la base le esperaba un hombre de cierta edad, con una poblada barba blanca y gafas de media luna que tenía un aspecto de un abuelito entrañable; y un hombre de aspecto serio y una media melena negra como el luto. Aunque no era mayor, en la cara ya se le empezaba a notar los signos de la edad. –El objetivo ha sido eliminado –dijo Harry. –Buen trabajo, Harry. De nuevo has hecho un trabajo limpio –dijo Dumbledore. Sin más, Harry salió para dirigirse a su pequeño piso. –No es un chico muy hablador, ¿verdad Severus? –Lo que a ti te complace, Albus. Lo has modelado como has querido para que no cuestione ni una sola de tus órdenes. Lo que me sorprende es que accedieras a que se instalara en un apartamento él solo. –¿Me estás riñendo? Te recuerdo que es un proyecto en el que ambos hemos participado y que ha sido concluido con éxito. Además, sabes que todo lo que hacemos, lo hacemos por el bien mayor. –Claro, el bien mayor –repitió Severus Snape de manera casi inaudible. –Ya no hay ningún inconveniente en que Harry viva en su propio apartamento.

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Harry se levantó temprano después de otra interminable noche de insomnio. Era algo bastante común en él. Tenía pesadillas recurrentes en las que veía la silueta de un hombre con un tatuaje de una calavera en el brazo de la que le salía una serpiente por la boca. También escuchaba la voz desesperada de una mujer que no paraba de gritar: –¡A Harry no, por favor! Después de levantarse y desayunar algo, se fue a la sala de entrenamiento del cuartel. Siempre que no tenía alguna misión, era su rutina diaria: entrenar durante todo el día. Se ejercitaba en diferentes ámbitos: desde el uso de todo tipo de armas a las artes marciales, resistencia, fuerza, agilidad, puntería o incluso estrategia. Como le dijo uno de sus mentores, el experimentado Alastor Moody, conocido como Ojoloco, para poder atrapar a los criminales, había que pensar como ellos. Harry había sido entrenado desde antes de tener uso de razón en ese lugar. La profesora MacGonagall, una mujer recta pero justa le había enseñado durante las mañanas todo lo que cualquier otro niño aprendía en la escuela y en el instituto. Durante las tardes, Harry recibía entrenamientos extenuantes para cualquier criatura de su edad. De esa forma, creció sin haber conocido otra cosa salvo los entrenamientos y las armas, pero no sabía lo que era divertirse ni relacionarse con gente de su edad. Harry Potter tan sólo tenía un objetivo en la vida: aniquilar a Lord Voldemort. Según le contó Dumbledore, Voldemort es el jefe de un grupo terrorista neo-nazi que mató a sus padres. Sus padres trabajaban para la Orden del Fénix. Lily Potter era una agente especialista en crímenes cibernéticos, mientras que su padre, James Potter, fue un agente bastante temerario con un especial talento para los problemas. Ambos empezaban a incomodar a Lord Voldemort en su ascenso al poder. Gracias a ellos, probablemente se evitó lo que se empezaba a llamar el Régimen de los Mortífagos y que comenzaba a amenazar seriamente la paz y el equilibrio del país, ya que cada vez tenía más adeptos: los llamados Mortífagos. La noche de la muerte de los Potter, Voldemort desapareció, pero la estructura del grupo terrorista ya estaba muy tocada al haber encerrado la Orden del Fénix a algunos de los seguidores más importantes para Voldemort. Así que, la sociedad simplemente se olvidó de él. Dumbledore le transmitió la idea de que al final, sus padres se sacrificaron por el bien mayor, y que ese sacrificio casi le incluye a él, dejándole la imborrable marca de una cicatriz en forma de rayo que le recordaba que tiene un oscuro pasado cada vez que la veía. Después del entrenamiento, Harry se dio una ducha, se vistió, fue al despacho de Dumbledore y tocó la puerta. –Adelante –dijo Dumbledore. –Ah, hola Harry, siéntate, por favor. Pensé que eras Severus. ¿Qué se te ofrece? Mientras decía esto, Harry vio cómo Albus escondía unos documentos apresuradamente bajo unos libros. Harry nunca había visto a Dumbledore tan nervioso y se preguntó qué escondía con tanto ímpetu y que él no quería que viera. De repente, el teléfono de Dumbledore sonó. –Perdona, Harry, debo contestar. Lo siento, tengo que salir un segundo. Espera aquí. Enseguida vuelvo. Coge un caramelo de limón si quieres, aunque te advierto de que pican. –dijo Dumbledore tras colgar. Cuando salió, Harry, intrigado por la actitud de Dumbledore, aprovechó la oportunidad para ver qué había escondido con tanto ímpetu y que estaba claro que no quería que viera. Se sorprendió mucho cuando levantó los libros y vio una carpeta que ponía “Proyecto Potter: el niño que sobrevivió”. Harry nunca había oído hablar de ningún proyecto que llevara su nombre. Algo le ocultaban. Dumbledore estaría a punto de llegar, así que decidió volver a sentarse. –Perdona que te haya hecho esperar Harry, pero tenía que atender un asunto que requería mi atención. Nada grave. Bueno, ¿qué querías hablar conmigo? –Quería que me informara sobre el estado de la investigación sobre Voldemort, señor. –Me temo que tengo malas noticias. Sólo puedo decirte que está igual que la última vez que me lo preguntaste. Pero la falta de noticas ha hecho que el gobierno decida dar por concluida la investigación, así que no podemos investigar más al respecto. –¿Qué? Pero señor, usted sabe tan bien como yo que ese hijo de puta sigue suelto y quiere conseguir el poder. –Lo sé, Harry. Pero no conocemos la verdadera identidad de Voldemort, así que sería como coger el humo con las manos. –Pero debe haber algún indicio, algún ataque de los mortífagos liberados o algo que nos dé alguna pista. –insistió Harry. –Si lo hay, lo esconden muy bien. Normalmente, Harry habría desistido ya, pero no podía evitar pensar en que le ocultaban algo al ver la carpeta con su apellido, y algo en su interior iba despertando en él. –Déjeme infiltrarme. Todos conocemos la ideología de ese cabrón. Si me infiltro entre sus seguidores, quizá saquemos algo en claro. –Lo siento, Harry, pero no puedo autorizarte eso. Eres demasiado valioso como para hacer algo así. Si te descubren estarías perdido. Harry estaba cada vez más harto y sin darse cuenta empezó a elevar la voz. –¿De qué me sirve tanto entrenamiento, entonces, si no lo puedo usar para hacer la justicia que tanto pregona? –Lo siento, pero es mi última palabra. –¡Pero Voldemort mató a mis padres! –Lo sé, Harry. Pero a veces, es mejor dejar las cosas como están. –¿Quién le ha metido esa idea en la cabeza, el ministro? Pensaba que lo que pensaba el gobierno le traía sin cuidado. ¿Acaso va en las listas electorales? –No, no voy en las listas. Pero sabes que no podemos hacer ruido. Debemos ir con cuidado. Si nos oponemos a esto, nos podrían recortar los fondos y esta sección de la policía desaparecería. –No lo creo, señor. Para la sociedad nosotros no existimos. ¿Quién le iba a hacer el trabajo sucio a la policía, entonces? –Como te he dicho antes, Harry, es mi última palabra. Dumbledore y Harry aguantaron una mirada tensa que jamás se había dado entre ellos. Entonces, el joven se fue del despacho dando un portazo. Dumbledore cogió el teléfono. –¿Puedes venir, Severus? Cuando Snape entró en el despacho, vio a Dumbledore muy preocupado. –¿Le ha sentado mal la comida? Le veo muy mala cara –preguntó Snape. –No estoy para bromas, Severus. Harry me preocupa. –¿Por qué dice eso? –cuestionó Snape. –Ha venido a informarse del estado de la investigación sobre Voldemort y al enterarse de que la investigación se ha cerrado, ha pedido infiltrarse entre los Mortífagos. –Se habrá negado, supongo. –Por supuesto, pero no se lo ha tomado muy bien. –¿Me está diciendo que por primera vez, Potter ha cuestionado una orden de un superior? –Sí. –afirmó Dumbledore con rotundidad. –Lo he visto inquieto e irritable, como nunca antes lo había visto. Siempre se ha mostrado impasible y lo aceptaba todo sin chistar. –Pensaba que el proyecto había funcionado a la perfección. Que habíamos conseguido crear un autómata, el soldado perfecto. –Eso pensaba yo también, pero no hemos tenido en cuenta una cosa. –¿El qué? –Que Harry es humano. Continuará…
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