ID de la obra: 950

El títere

Het
NC-17
Finalizada
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
109 páginas, 49.404 palabras, 26 capítulos
Descripción:
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2. La invitación

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Aunque nunca había cuestionado nada, porque así se lo habían enseñado, Harry comenzaba a impacientarse porque la investigación sobre Voldemort había sido cerrada y Dumbledore no iba a hacer nada al respecto. Y además, le ocultaban algo. Al salir del despacho, decidió que debía investigar por su cuenta qué era ese proyecto que lleva su nombre. Quizá averiguara algo. Pero le mataba el no hacer nada. Una vez que Harry dejó el cuartel de la Orden, se fue a casa. Ya allí, decidió prepararse algo de comer, pero la nevera estaba tan vacía como él. Así que decidió ir al supermercado a comprar algo o moriría de inanición. Esto le serviría para despejarse. Una vez en el supermercado, echó varias cosas básicas en una cesta. Harry se fue a la sección de dulces para coger algo de chocolate. Remus Lupin, uno de sus profesores favoritos le dijo un día que el chocolate siempre ayuda a sentirte mejor. Y era verdad, Lupin siempre le daba algo de chocolate al finalizar sus lecciones de defensa. Además, fue un gran amigo de sus padres y siempre le contaba cosas, como por ejemplo que es clavado a su padre, pero con los ojos de su madre, o que su madre fue la persona más comprensiva y amorosa sobre la faz de la tierra. Cuando Lupin le decía esas cosas, Harry siempre pensaba que alguna vez fue humano. Por eso quería vengarse de Voldemort, ya que por su culpa, perdió la oportunidad de haber tenido una infancia feliz y, por extensión, una vida. Mientras decidía si cogía chocolate puro o con leche, empezó a escuchar algo de alboroto al fondo del pasillo. –¿Podéis dejarme en paz, por favor? –espetó la voz de una chica con melena castaña. –Vamos, nena. Vente con nosotros. Cogeremos unas cervezas y te llevaremos a un sitio precioso. Nos divertiremos. –¡Ya he dicho que no. No insistáis! –volvió a decir la chica. –Venga, zorrita. Está claro que necesitas alegría en el cuerpo y nosotros te la vamos a dar. –Jamás me iría con unos ceporros como vosotros. ¡No me toquéis! –chilló la chica al notar que la tocaban de manera degenerada. Hermione le rompió un bote de cristal con mermelada de melocotón de la estantería en la cabeza de uno de los asaltantes, dejándolo algo atontado. –Vaya, es una zorrita valiente. –dijo el líder al ver noqueado a su compañero. Entonces, la sujetaron entre varios. La chica, cuyo nombre era Hermione, trataba de zafarse como podía, pero eran seis contra una. Entonces, de repente, uno de los asaltantes cayó al suelo violentamente. Al girarse, vieron a un chico de ojos verdes muy tranquilo. –¿Qué chocolates me recomendáis, el puro o con leche? –preguntó el chico. Los asaltantes y Hermione se quedaron sorprendidos al notar a un chico de ojos verdes con una barba de tres días que debía de tener la misma edad que la asaltada. ¿Cómo se atrevía ese flacucho a entrometerse en sus asuntos? –Vaya, vaya. Pero mira lo que tenemos aquí. ¿Es tu novio? –dijo el que parecía ser el líder de la banda. –¿Podéis dejarla en paz, idiotas? –preguntó Harry. –¿Qué has dicho? –preguntó el líder. –Que la dejéis en paz. –dijo Harry. –Idiotas. –añadió Hermione. –Voy a tener que enseñarte buenos modales. –y se abalanzó sobre Harry. Éste lo esquivó y le agarró dos dedos de las manos, retorciéndoselos e inmovilizando a su atacante mientras se arrodillaba del dolor. –Es necesario tener buenos modales para poderlos enseñar. –dijo Harry. Con un movimiento, le volvió a retorcer el brazo, dando el atacante una voltereta y dejándolo en el suelo. –¡Acabad con él! ¡Mostradle que ha cometido el mayor error de su vida al entrometerse! Entre todos intentaron atacar a Harry, pero con unos movimientos felinos que no supusieron mucho esfuerzo para él, esquivo a todos y con golpes secos en la garganta los tumbó medio ahogándose. El líder comenzó a asustarse. Nunca había visto nada igual. Pero aun así, mientras el resto del grupo trataba de recuperar el aliento, sacó una navaja y le atacó. Harry lo detuvo con las dos manos y, echando una pierna por detrás, le dio una patada en la cara, lo inmovilizó y lo tumbó boca abajo, le quitó la navaja e hizo unos movimientos ágiles con la navaja, que clavó en las tabletas de chocolate que habían caído justo al lado de la cara del líder, consciente de que la navaja podría haberla clavado en su mano, en lugar de en el chocolate. –Para utilizar una navaja antes hay que aprender a usarla. No juegues con navajas, das mal ejemplo –dijo Harry. –No quiero volver a veros en mi vida o la próxima vez, me aseguraré que la única compañía que tengáis sean los gusanos. El líder, asustado, empezó a asentir con la cabeza. El resto consiguió levantarse y se fueron todavía medio ahogados. A Harry le vino bien esa pelea con esos indeseables. Le sirvió para descargar frustraciones. –¿Se encuentra bien? –preguntó Harry. –Sí, sí, sólo un poco nerviosa por el susto. Muchas gracias por salvarme de esos zoquetes. Ha sido impresionante. ¿Dónde aprendió a luchar así? –No estaba luchando. –dijo Harry. –¿Entonces que hacía? –preguntó Hermione con duda. –Zurrarles. –dijo Harry. Al ver su cara, Harry añadió. –Es una larga historia. Me alegro de que esté bien. Tome –dijo extendiéndoles una de las tabletas de chocolate que no había sufrido la ira de Harry –Coma un poco de chocolate. Se sentirá mejor. Adiós. Harry se dio media vuelta para continuar con su compra pero Hermione se sentía demasiado intrigada con ese joven que no sabía si volvería a ver, así que lo detuvo. –¡Espere! Me gustaría agradecerle lo que ha hecho por mí invitándole a tomar un café o algo. Me siento en deuda con usted. Harry se descolocó un poco. Nunca nadie le había dado las gracias por nada. Tenía asumido que hacer justicia era parte de su trabajo y que no requería de ningún agradecimiento. –No es necesario, de verdad. Cualquiera habría hecho lo mismo. –Se equivoca. Toda la gente que había en el pasillo ha huido, excepto usted. Y además, hay cámaras de vigilancia en este lugar y ni siquiera el guardia de seguridad se ha acercado todavía al ver la estampida de esas bestias. –No debería mezclarse con alguien como yo. Sólo le traería problemas. –¿Problemas? A cualquiera le gustaría tener un guardaespaldas como usted. Más que problemas, yo creo que lo que tendría es más seguridad. Por favor, acepte mi propuesta de agradecimiento. Harry, al ver la insistencia de la chica decidió aceptar. De alguna manera intuía que esa muchacha era una cabezota y no pararía de insistir hasta que aceptara, así que, tomaría algo con ella y no la volvería a ver más. –Está bien. Usted gana. Entonces, el teléfono de Harry empezó a sonar. Era del cuartel. Cuando colgó, le dijo a la chica. –Deberá ser en otro momento. Tengo trabajo. –Está bien. ¿Qué le parece si le invito a cenar mañana por la noche? Nos vemos mañana a las 19:00 en la estatua que hay en el parque del centro ¿le parece bien? –De acuerdo.

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Dumbledore y Snape se encontraban en el despacho del primero hablando sobre Harry. –¿No cree que deberíamos obligar a Harry a volver a vivir en el cuartel? –preguntó Snape. –Como usted mismo dijo, no tuvimos en cuenta la humanidad de Potter y, por tanto, considero que el proyecto no debería acabar mientras el chico esté en activo. No tiene sentido crear un autómata si la cagamos al final dejándole hacer lo que le dé la gana. –Tienes razón. Pensé que el cuartel le consume tanto tiempo que lo teníamos todo controlado. Por eso no vi ningún inconveniente en darle ese espacio para él. Además, era lo mínimo que podíamos a hacer después de condenarle a este destino. Nunca tuvo la posibilidad de elegir. Pero viendo su actitud del otro día, me parece que convencerle de que vuelva aquí va a ser un problema. –Pues tendremos que obligarle como sea. ¿Y si utilizamos el nombre de Voldemort? Dumbledore lo miró fijamente y sonrió. Cuando Harry llegó al cuartel al día siguiente, fue al despacho de Dumbledore, donde se encontró con Dumbledore y Snape. –Hola Harry. Ponte cómodo. –dijo Dumbledore –Te hemos llamado porque necesitamos decirte algo. Harry miró a los dos pensando en qué le podían decir. –Verás, sabemos que te has acostumbrado a vivir en tu propio apartamento, lo cual está bien, porque has aprendido a cuidar de ti mismo, pero necesitamos pedirte que vuelvas a vivir aquí en el cuartel. Harry se quedó muy extrañado por tal petición. No pudo evitar pensar que le ocultaban algo al acordarse de la carpeta que llevaba su nombre. Así que preguntó: –¿Por qué? Entonces Snape le reprendió tajantemente, pero sin alzar la voz. –Porque te lo ordena un superior. –Señor, sigue sin responderme a la pregunta. –¿Desde cuándo pregunta los motivos de las cosas, Potter? Si no cuestiona el disparar un gatillo, esto, que es una orden nimia y que no requiere matar a nadie, no le debería suponer ningún problema. Harry sabía que nunca le había caído bien a Snape, pero Lupin ya le dijo que con su padre pasaba lo mismo, así que lo tenía más que asumido. –Me gusta mi apartamento. Me permite salir de aquí de vez en cuando. –¿Está cuestionando una orden de un superior? No le hemos preguntado por sus preferencias, Potter. –Severus, déjalo. –interrumpió Dumbledore –Harry merece saber el verdadero motivo de esta petición. Verás, he pensado lo que dijiste sobre la investigación sobre Voldemort. Todavía no sé cómo lo abordaremos, porque carecemos de pistas, pero he decidido ayudarte de manera extraoficial con el tema. Por eso necesito tenerte aquí. Harry no pudo evitar pensar en el motivo que le llevó a Dumbledore cambiar de opinión. –¿Bromea?¿Qué ocurrirá con los fondos para la Orden? ¿Se va a jugar su puesto? Si el ministro se entera lo despedirá, aunque consigamos atrapar a Voldemort. –Bueno, tenías razón, dejarnos sin fondos no va a tener consecuencias a nivel electoral, así que no lo harán. Y sobre si me echa de mi puesto, ya estoy mayor y me gustaría disfrutar de una buena jubilación. Harry no sabía que pensar. Todavía intuía que le ocultaban algo, pero el viejo le iba ayudar con lo que ha sido el propósito de toda su vida. Además, estando en el cuartel, sería más fácil para él investigar sobre el “Proyecto Potter: el niño que sobrevivió”. –Está bien. ¿Cuándo debo trasladarme? –Lo antes posible. Como es algo precipitado, hoy puedes pasar la noche en tu apartamento. –De acuerdo. Continuará…
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