ID de la obra: 951

Orange Days

Het
G
Finalizada
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167 páginas, 77.050 palabras, 22 capítulos
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1. La Madonna que perdió su voz I

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Tres jóvenes amigos iban por las calles de Tokio hacia el campus universitario en el que estudiaban su último año. Se llamaban Shaoran Li, Eriol Hiraguizawa y Takashi Yamazaki. Se podría decir que eran tres chicos del montón. Shaoran no era un chico ni muy alto pero tampoco bajo. Era de complexión delgada, con pelo castaño oscuro y ojos marrones. Eriol era bastante alto y también delgado. A diferencia de Shaoran, tenía el pelo azabache y un atractivo singular que atraía a las chicas potenciado por unas gafas que le hacían lucir interesante y misterioso. Por último, Yamazaki tenía el pelo muy corto y negro y tenía una apariencia risueña. Al pasar por la puerta de una casa protegida por una valla, vieron que sobresalía un naranjo. Yamazaaki se subió a la baranda hasta que consiguió coger una de las naranjas. –La tengo. –dijo Yamazaki apreciando la naranja que había arrancado. –Es muy grande. De repente, el propietario de la casa se asomó por la baranda gritándoles. –¡Eh!¡Vosotros! ¡¿Qué estáis haciendo?! –Tenemos problemas. –dijo Yamazaki. –¡Corred! Los tres amigos salieron corriendo, pero en realidad les hacía gracia la situación y no podían evitar reír mientras corrían. Sería uno de esos recuerdos de juventud que atesorarían en su corazón. Entonces, los tres amigos todavía ignoraban lo que una simple naranja significaría para ellos.

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POV Shaoran: En ese momento pensé que tenía mucho valor. Incluso me tomaba mi tiempo para ver el atardecer. Tenía 22 años y no tenía trabajo. Vivíamos bajo el cielo tokiota y mis amigos y yo solíamos mirar la puesta de sol, con los colores parecidos a una naranja caída del naranjo. Por supuesto, en ese momento no agradecía esos momentos. También ocurrieron muchas cosas importantes. Mis amigos, vidas anteriores, el amor… Probablemente pienso en demasiadas cosas. Por ejemplo, en buscar trabajo… Era primavera. Época en la que empezaban las clases y las búsquedas de empleo de los estudiantes de último año de universidad. Shaoran, vestido con su mejor y quizás, único traje y corbata estaba presente en una entrevista de trabajo intentando poner la mayor de sus sonrisas mientras contestaba a las preguntas de sus posibles futuros jefes. –Así que, licenciatura en asistencia social ¿verdad? –preguntó uno de los entrevistadores mientras Shaoran asentía con la cabeza. –¿En qué consiste? –Estudio cómo ayudar a los demás. Personas enfermas, con algún tipo de discapacidad, con problemas emocionales o que requieren algún tipo de cuidado. –respondió Shaoran. –Pero, ¿no sería mejor buscar un trabajo en un hospital o algo parecido? –preguntó el otro entrevistador. –Aquí fabricamos relojes. ¿Por qué está interesado en trabajar aquí? –Creo que los asistentes sociales pueden trabajar en cualquier parte. Si mi intención es fomentar la ayuda mutua, realmente no importa el lugar en el que trabaje. Lo importante es cuidar los unos a los otros ¿no? –contestó Shaoran como parte de un discurso aprendido. Pero en realidad era todo una mentira. Un hospital, un centro de traducción…En aquel entonces, cualquier sitio habría servido. Tenía que conseguir trabajo donde fuera. Así funciona la vida. Tras la entrevista, Shaoran se disponía a esperar el metro para volver al campus universitario. A su derecha había un hombre trajeado hablando por su móvil pidiendo disculpas a alguien por llegar tarde, mientras que por su izquierda llegaban tres chicos que estarían en secundaria comentando que hacía tiempo que no iban a un goukon con un tal Seiji que era el mejor del mundo. Aquí estoy. Esta imagen representa perfectamente mi lugar. Atrapado entre una vida de estudiante universitario y la de un miembro productivo de la sociedad. Ya en el campus, Yamazaki lo sorprendió por detrás. Llegaba con su moto de poca cilindrada con una cesta en la parte delantera donde llevaba una naranja. Eriol, Shaoran y Yamazaki se conocieron durante el primer año de universidad al compartir algunas asignaturas de sus respectivas carreras. Desde entonces, se convirtieron en grandes amigos. –Oye, no vengas a la universidad llevando ese traje. ¿No ves que todo el mundo te mira? –dijo Yamazaki en tono de burla mientras aparcaba la moto y se quitaba el casco. –Vengo de una entrevista de trabajo. Hoy he tenido un montón. –dijo Shaoran mientras su amigo le quitaba la naranja que llevaba en la cesta de la moto. –A pesar de las tediosas entrevistas, la universidad es la mejor época. Los días de oro. –dijo Yamazaki. –Lo sé. Esta naranja está dulce, ¿verdad? –preguntó Shaoran mientras la olía y haciendo caso omiso a lo que dijo el moreno. –Quizás. –respondió Yamazaki. Shaoran le devolvió la naranja mientras separaban sus caminos, pero antes de eso, Yamazaki preguntó. –Espera, ¿tomamos un café? –Tengo que seguir con la búsqueda de trabajo –respondió Shaoran. –Adiós. –¡Hey, te regalo la naranja. Queda muy bien con tu traje! –y se la lanzó. –¡Nos vemos! –Este Yamazaki siempre tan relajado. –dijo Shaoran para sí mientras seguía su camino por el campus mientras jugaba con la naranja lanzándola y cogiéndola. Se notaba mucho más relajado que en la entrevista. Mientras recorría el campus, era común ver grupos de alumnos tocando instrumentos. Tras pasar a unos estudiantes tocando “Copa Cavana” con sus saxofones, se dio cuenta de que tenía los cordones de un zapato sueltos y se agachó para atarlos. Entonces escuchó la melodía de un violín. Se dio cuenta que lo tocaba una bonita chica de pelo castaño claro no demasiado largo. Le llamó la atención lo bien que tocaba, por lo que se dirigió andando hacia ella como marinero atraído por los cantos de sirena. La chica seguía concentrada en lo que estaba tocando, la “Partita para violín”, específicamente el solo número 3 en Mi mayor de J.S Bach. De repente, se dio cuenta de que había alguien plantado cerca de ella y dejó de tocar. Y así, en mi último año como estudiante, la conocí. Sujetando la naranja con los dedos de una sola mano, Shaoran empezó a aplaudir. De repente, la chica estiró la mano. Fue entonces que el chico se fijó que tenía unos bonitos ojos verdes. –¿Qué? ¿Quieres dinero? –preguntó Shaoran extrañado. Normalmente los que solían tocar por dinero se iban a los parques, pero aquello era Tokio y por la universidad pasa mucha gente. Seguramente vio oportunidad de negocio. –Vale, espera un minuto. –Shaoran empezó a buscar en su portafolio. –Lo siento, he gastado lo que tenía en el metro. Espera, toma esto. –y le entregó la naranja como forma de pago. La chica la cogió también extrañada por lo que utilizó como recompensa. De repente llegó un chico. –Siento llegar tarde. –le dijo a la chica. –¿Necesitas algo? –preguntó el chico a Shaoran al verlo ahí plantado. –No. Nada. –respondió Shaoran. Al ver que hacía mal tercio, se giró y se fue, mientras la chica guardaba su violín en el estuche. –¿Vamos? –preguntó el chico. La chica sólo asintió con la cabeza y fue tras él, sin olvidar la naranja.

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En clase, el profesor Fujitaka Amamiya se dirigía a sus alumnos, entre los cuales estaba Shaoran y Yamazaki. –Por tanto, lo aprendido en clase lo podéis aplicar en el mundo real. Estoy aquí para ayudaros en lo que necesitéis. Aprenderéis a entender estos principios. Acudid a mí si tenéis cualquier duda, preocupación o necesidad especial. Éstos son los términos y condiciones de la clase. –dijo señalando a la pizarra escrita. Entonces, la campana sonó, dando por concluida la sesión. –Eso es todo por hoy, chicos. Cuando salieron, fuera de clase se encontraron a Eriol. El de gafas, que poseía un gran imán para las chicas, miraba un móvil mientras una chica se dirigía a él llorando. –¿Por qué no me lo has dicho hasta hace un minuto? –preguntó la chica entre enfadada y disgustada, pero Eriol sólo la ignoraba. –¿Es tu novia? –le dijeron unos chicos que pasaban por ahí en tono de broma. –Dejadme en paz. –les contestó Eriol. –¿No te importo? –le preguntó la chica llorando. Entonces llegaron Yamazaki y Shaoran, que habían escuchado los lamentos de la chica. –Hay más chicos por ahí. –intentó consolarla Yamazaki. –¿Qué tal yo? –¿Y qué pasa conmigo? –insistió la chica llorando sin hacer caso al de pelo corto. –Yo soy muy, pero que muy simpático y amable. –insistió Yamazaki dirigiéndose a ella. –Para ya, Yamazaki. –le pidió Shaoran. –Llego tarde a la siguiente clase. Tengo que irme –dijo Eriol apurado. Y se fue haciendo caso omiso de la chica. –¡Eriol! –gritó la chica persiguiéndole. –Esa chica también fue tras él ayer, ¿verdad? –preguntó Shaoran a Yamazaki mientras los veía desaparecer. –Sí, es una acosadora. –dijo él asintiendo. –Utiliza un método de acoso perfecto. El sistema 24 horas.

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Sakura Kinomoto se encontraba en una sala a la que acudían los estudiantes de la universidad a relajarse un poco. Allí había algunas mesas, algunos sillones y máquinas expendedoras con bebidas y algo de comida y dulces. Se dirigió allí con un chico con el que había quedado porque estar en medio del campus no era apropiado para realizar una operación como la que estaban a punto de llevar a cabo. El chico le dejó un fajo de billetes, pero Sakura negó con la cabeza. El chico buscó en su cartera y añadió un par de billetes más. Sakura ladeó la cabeza. –Está bien, está bien. ¿Qué te parecen 100.000 yenes? –dijo esto mientras enseñaba las palmas de las manos. Sakura le sonrió, pero de repente negó con la cabeza. La verdad es que para Sakura, su violín no tenía precio.

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Meiling era una estudiante de posgrado y, por tanto, ya tenía mucha experiencia en el mundo universitario. De hecho, en aquel momento hacía sus horas de voluntariado con el club de lengua de signos. Eso le permitía obtener créditos para su postgrado. Era una chica delgada de pelo negro y largo. Meiling enseñaba lengua de signos a tres estudiantes que querían aprender. Debían aprovechar el buen día que hacía, por eso estaba dando clase fuera a tres jóvenes. Meiling empezó a hablar en lengua de signos. –Muy bien, ¿qué acabo de decir? –preguntó a sus alumnas. –“Con mis ojos, me enamoré de tu figura. Con mis oídos me enamoré de tu voz”. Oye, eso es de Shakespeare. –tradujo una de las chicas dándose cuenta de la cita del autor. –Felicidades. Muy bien, ahora probemos con esto. Las chicas siguieron practicando. Ajenas a todo, por el fondo, pasó Sakura con su bicicleta roja llevando el estuche de su violín a la espalda. Unos segundos después, Meiling se percató de algo por el lado contrario por el que había pasado Sakura. –Esperad, chicas. Enseguida vuelvo. –pidió Meiling. –El castaño es su novio. –dijo una de las chicas, mientras lo hacía también en lengua de signos y dirigía la mirada hacia el castaño. Meiling se encontró con Shaoran, que caminaba junto a Yamazaki. –Shaoran, ¿has encontrado trabajo? –Todavía no. –¿La entrevista no era hoy? –volvió a preguntar Meiling. –Sí, hoy ha tenido una entrevista y no para de llorar por ello. El entrevistado dijo “¿a que eres tonto?” –contestó Yamazaki. –No dijo eso. –dijo Shaoran mientras lo golpeaba en el brazo. –Bueno, sigue intentándolo. –animó Meiling. –Sí. –dijo Shaoran. –Ya ha fallado en más entrevistas. –siguió Yamazaki chinchando a Shaoran. –Ánimo. Perdonad. Estoy a mitad de mi clase de lengua de signos. Adiós. –se despidió Meiling con la mano. –Adiós. –le dijo Shaoran con una sonrisa bobalicona. –Siempre está muy animada y es muy optimista, ¿verdad? –comentó su amigo. –¿Os va bien? –Claro. –se limitó a contestar Shaoran.

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Tras un largo día más, Shaoran por fin llegó a su diminuto apartamento y comenzó a prepararse la cena mientras interiormente pensaba en lo fracasado que se sentía. Estaba desesperado por encontrar trabajo y aunque no hubiera pasado mucho tiempo desde que realizó las entrevistas, comenzaba a impacientarse. Además, sabía que su madre también estaba preocupada porque pudiera labrarse un futuro y, conociéndola, seguro que no pegaba ojo por las noches, lo que, inconscientemente, servía para añadirse más presión a sí mismo. Entonces, el sonido de su móvil lo sacó de sus negativos pensamientos. –Moshi moshi. –contestó Shaoran. –Soy Jintaro, de Relojes Alpha. Lo hiciste bien pero hubo una cosa que nos preocupó. Se trata de su aspecto. –¿Qué? ¿Mi aspecto? –preguntó Shaoran extrañado. –Sería mejor si llevara gafas. No es que no estuviera fantástico. Pero ese lenguaje corporal… Shaoran empezó a sospechar de que en realidad no le llamaban de Relojes Alpha. ¿Qué empresa eludiría unos argumentos tan pelegrinos? Además, la voz le sonaba muy familiar. –Esto suena raro. En efecto, las sospechas de Shaoran eran ciertas, porque Eriol y Yamazaki le estaban gastando una broma. Eriol le quitó el teléfono a Yamazaki. –Estuvimos llamándote pero no contestabas. –dijo el de gafas descubriéndose. –Idiotas. –dijo Shaoran, colgando molesto. Bastante se castigaba él interiormente como para que los idiotas de sus amigos hicieran leña del árbol caído. –Está enfadado. –dedujo Eriol. –Por eso te dije que no era buena idea. –dijo Yamazaki. Entonces, el teléfono de Shaoran volvió a sonar. –Qué cabezotas. –se quejó Shaoran mientras miraba el número. Pero esta vez no se trataba de los imbéciles de sus amigos. Era Meiling. –Hola, ¿qué pasa? –respondió Shaoran. –¿Puedes bajar? Unos minutos después, Shaoran y Meiling se encontraron abajo. Comenzaba a hacer frío, pero a Shaoran le merecía la pena ver la cara de Meiling. Cuando Shaoran se acercó, se sentaron en un banco que había cerca. Entonces, Meiling sacó un sobre que tenía una flor de cerezo y se lo dio a Shaoran. –Toma. Olvidé dártelo esta tarde. –¿Es un amuleto de la suerte? –preguntó Shaoran al abrir el sobre. –Sí. Los venden en el templo que hay de camino al campus, así que paré y compré uno. Es para que te dé suerte en la búsqueda de trabajo. –Gracias. –dijo metiéndolo en el bolsillo de su chaqueta. Entonces, Meiling se levantó como para reunir el valor de lo que le tenía que decir. –Shaoran. Eres genial y muy guapo. Pero siento que soy como una hermana mayor. –¿Pero qué dices? –preguntó Shaoran levantándose para ponerse a su altura. –Me quedaré en esta pequeña universidad durante tres años, donde no hay tantos estudiantes. Pensar en irme lejos da algo de…miedo. –continuó Meiling. Shaoran la atrajo hacia él y se quedaron mirando al horizonte, haciéndole saber a Meiling que él se encontraba a su lado a pesar de sus miedos por el futuro.

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Al día siguiente, como se había convertido en una costumbre, Shaoran se encontraba en el campus mirando ofertas de trabajo en un panel de anuncios. Esta vez iba vestido como cualquier joven. Mientras apuntaba en una libreta lo que le interesaba, notó como si alguien le mirara fijamente. Al girar la cabeza, vio a la chica del violín. Al ver que no decía nada, Shaoran siguió apuntando sin hacerle caso. Entonces, Sakura se acercó a Shaoran, viendo qué apuntaba. Se dio la vuelta para ir a los paneles de anuncios que estaban al otro lado. Shaoran no comprendía por qué la chica cotilleó en lo que apuntaba, así que, fue Shaoran el que se giró preguntándose qué estaba haciendo y fue tras ella. –¿En qué año estás? –preguntó Shaoran intentando romper el hielo. Al no obtener respuesta, volvió a hacer otra pregunta. –¿Qué tipo de trabajo buscas? Sin más, Sakura se giró y se fue a los paneles que estaban a continuación. –¿Pero qué diablos? –se preguntó Shaoran. –Al menos podría responder. –Al ver la actitud de la chica, Shaoran dio media vuelta y se fue a seguir con su búsqueda junto a otro panel de anuncios. Unos minutos después, Shaoran escuchó cómo le llamaban. Era Meiling, que le llamaba desde el edificio, asomada por una de las ventanas. –¡Eriol y Yamazaki te están buscando. Van a la charla sobre empleo! –Vale, gracias. –y se despidieron con la mano. Mientras Shaoran recogía sus cosas, no se percató de que se le cayó el amuleto que le había regalado Meiling la noche anterior. –¿Vienes a la charla? –le preguntó a Sakura, que seguía mirándole. Al ver que no contestaba, se fue. ¿Para qué iba a perder el tiempo? A continuación, Sakura recogió el amuleto. Cuando fue tras él para devolvérselo ya era demasiado tarde. De repente, una chica tocó a Sakura por la espalda. Era Tomoyo Daidouji, la mejor amiga de Sakura. Una chica de piel blanca y pelo negro azabache. Al igual que Sakura, también era bastante bonita. –Hola Sakura, ¿estás bien? –le dijo a Sakura en lengua de signos, aunque también lo dijo hablando. Sakura simplemente le hizo saber que sí, también en lengua de signos.

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Shaoran se reunió con sus amigos en la charla sobre empleo. Mientras el profesor hablaba ofreciendo pautas para la búsqueda de trabajo, Yamazaki le pedía algo desesperado a Eriol –Por favor, te lo ruego. –¿Cuántas veces me has pedido un favor como este? –preguntó Eriol. –Venga, será la última vez. –Esa chica también estaba en el goukon del otro día. –explicó Eriol a Shaoran, haciendo referencia a la fiesta en la que estuvo unos días antes. –¿Es guapa? –preguntó Shaoran a Yamazaki ya que él no pudo asistir. Además, tenía novia, con lo cual, su presencia allí no era necesaria. Éste sólo asintió con la cabeza. –Me pregunto si son alumnas transferidas. Eran todas tan guapas. –dijo Yamazaki mientras el timbre daba por concluida la clase. –No puede ser que nadie las haya notado todavía. Ayúdame, Eriol. –consciente del éxito que éste tenía con las chicas. –Tengo hambre. –dijo Shaoran cambiando de tema. –¿Qué comemos hoy? Si Eriol hubiera sabido que se iba a encontrar con su acosadora particular no habría salido del aula tras acabar la charla, secuestrando como rehenes a sus amigos. Pero esta vez no tenía escapatoria y pensó que era mejor cortar las cosas de raíz, así que no tuvo más remedio que ir con ella para hablar en un restaurante cerca del campus, aunque Yamazaki y Shaoran lo acompañaron para no dejar sólo a su amigo con el temor de que “corriera la sangre”. –Oye, tienes que dejar de perseguirme por todas partes. –le pidió Eriol a la chica. –¿Ah sí? ¿Por qué? –preguntó la chica esperando un buen argumento. Pero al ver que Eriol no parecía muy dispuesto a darle explicaciones, dirigió su mirada a Shaoran para que le respondiera. –No conozco los detalles de lo que pasa, pero Eriol es homosexual. –mintió Shaoran. –¿Es una relación seria? –preguntó mirando a Yamazaki esta vez, que estaba junto a Eriol y dando por hecho que eran novios. –Sí, de hecho apenas me deja dormir. –respondió Yamazaki siguiendo el juego mientras Eriol se encendía un cigarro como si fuera ajeno a todo y Shaoran se aguantaba la risa. La chica, enfadada, cogió un vaso de agua, se lo tiró a la "pareja" y se fue corriendo no sin insultarlos previamente. –¡Maricones! –gritó la chica. Eriol por fin se sintió aliviado de haberse deshecho de su acosadora. –Gracias por ayudarme. –agradeció a sus amigos. –Yo todavía tengo un favor que pedirte. –le recordó Yamazaki a Eriol. –Supongo que después de este favor tendré que ayudarte. –dijo Eriol resignado. –Oye, se ha ido llorando. –comentó Shaoran. –Este tipo de cosas son las que más hieren el orgullo de una chica. Descubrir que el chico que le gusta es repugnante para ellas. –dijo Eriol. –No pasa nada. –Deberías salir en serio con las chicas. –le reprochó Shaoran. –¿Qué quieres decir con eso? –preguntó Eriol. –Calma, chicos. –intentó poner paz Yamazaki. –¿Queréis probar mis korokke? –Me refiero a asentar cabeza. Por ejemplo, no te veo muy preocupado por buscar trabajo. Si no consigues trabajo, ¿qué planeas hacer? –preguntó Shaoran. –Aunque no lo creas, yo también me lo pregunto. –dijo Eriol aburrido. –En primer lugar, no me gusta llevar corbata y en segundo lugar, no quiero convertirme en uno de esos hombres que viven sólo para servir a los demás. Dime, ¿te divierten las entrevistas? –No. De hecho son aburridas. –dijo Shaoran. –Pero quiero un futuro. ¿Qué vas a hacer en el futuro? –No quiero convertirme en un salaryman. Tendría suerte si lo consiguiera pero, ¿llevar traje, jugar al golf y ponerse gordo? Qué aburrido. –Pensarás que soy arrogante, –dijo Shaoran. –pero si lo haces bien, los esfuerzos se verán recompensados. ¿No está eso bien? –Entiendo lo que quieres decir. –se incorporó Yamazaki a la conversación. –Da la impresión que esos oficinistas brillan por sí mismos y han elegido su carrera. Al menos, esa es la imagen que dan. En mi caso, cuando me gradúe, no puedo decidir dónde estaré ni en qué me convertiré. –No me quiero convertir en esa clase de persona. –dijo Eriol. –¿Entonces qué quieres para ti? –preguntó Shaoran. –¿Qué clase de persona quieres ser? ¿Hay algo especial en ti? –Eso es irrelevante. Déjame en paz. –sentenció Eriol harto del tema. Se levantó y se fue. –¿Es asistente de fotografía en su trabajo a tiempo parcial, verdad? –preguntó Shaoran una vez que Eriol se fue. –Sí. –asintió Yamazaki. –Haciendo eso ¿espera convertirse en fotógrafo profesional? –No lo sé. No sé en qué acabará todo. Lo único seguro es que vivimos en un mundo difícil. –Por eso tenemos que buscar trabajo. –dijo Shaoran. –No podemos continuar como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.

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Si había algo que le gustaba a Eriol era la fotografía. Por eso, para poder vivir, trabajaba como asistente de fotografía a tiempo parcial. Tras la discusión con Shaoran, decidió coger su cámara de fotos y hacer lo que más le gustaba para relajarse. Fue entonces cuando yendo por el campus, vio a Sakura sentada en un tronco cortado mientras leía un libro. Era la misma chica a la que se refería Yamazaki y que habían visto en el goukon. Pensó en que esa desconocida era bastante fotogénica y natural y que no debía desperdiciar esa oportunidad que se le había presentado, así que, empezó a tomarle fotografías sin que se diera cuenta. Después, ya sin ningún disimulo, se acercó a ella, colocándose al lado y apuntando con la cámara. Cuando Sakura percibió movimiento cerca de ella, levantó la cabeza para encontrarse al chico tomándole una foto. Eriol sonrió. –Perdóname. Te he estado sacando fotos pero ni te has dado cuenta. ¿No has oído el sonido? –dijo Eriol. Sakura cerró el libro, lo dejo en su mochila, se levantó y extendió su mano. Eriol le dejó su cámara pensando que quería ver las fotos. Entonces, la castaña se dispuso a lanzarla. –¡Ehh! –Eriol consiguió arrebatarle la cámara al ver las intenciones de la chica. –Uf. Estuvo cerca. Mirándote nadie pensaría que fueras una persona tan violenta. –¡Hey! –Tomoyo Daidouji, que había quedado con Sakura, se acercó hacia donde estaban el desconocido y su amiga. –¿Qué ha pasado? ¿Qué estás haciendo? ¿Quién eres tú? –preguntó Tomoyo al chico. Sakura empezó a explicarle la situación a su amiga en lengua de signos ante la mirada atónita de Eriool, que no esperaba que la chica fuera sorda. Entonces comprendió por qué no había notado que le había estado tomando fotos. –No deberías ir sacando fotos a la gente a sus espaldas. –le recriminó Tomoyo al fotógrafo. –Lo siento. –se disculpó el moreno. –Si no te importa, me gustaría tratar algo con ella. ¿Me ayudas a traducir?

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Eriol y Yamazaki caminaban por el campus. –¿Lo dices en serio? –preguntó Yamazaki. –Sí. Mañana a la una frente a la entrada del parque de atracciones. –confirmó el de gafas, que le había consiguido la ansiada cita a su amigo. –Come lo que quieras. –dijo Yamazaki en forma de agradecimiento mientras entraban a la cafetería del campus. –¿Me traes a la cafetería de la facultad? Qué soso eres. –se quejó Eriol esperando algo más de despliegue en el agradecimiento. Eriol se sentó mientras Yamazaki fue a por lo que tomaría Eriol. Cuando Yamazaki llegaba a su sitio se encontró con Shaoran, que llevaba una bandeja con su comida. –Hola Shaoran. –saludó Yamazaki. Shaoran se quedó parado y Eriol se giró para verle. Se notaba cierta tensión entre ellos tras la discusión del día anterior, pero al ver que Shaoran fue a sentarse solo Yamazaki le pidió que se sentara con ellos. Este no hizo caso, pero estaba lo suficientemente cerca como para poder hablar con ellos. –Si vas a preguntarme si he recibido alguna llamada la respuesta es no. –dijo Shaoran mirando su móvil antes de ponerse a comer. –Y se acabaron las bromitas telefónicas. –De acuerdo. Lo sentimos. –Se disculpó Yamazaki. –Oye, ¿sabes qué? Eriol me ha conseguido una cita con la chica guapa del goukon. –comentó Yamazaki para cambiar de tema y rebajar la tensión. –¿Has dormido bien? –volvió a preguntar Yamazaki al ver la cara de cansancio de Shaoran. –No. –respondió Shaoran mientras comía. –¿Hasta qué hora estuviste esperando a que te llamaran? –preguntó Yamazaki. Pero después de la mirada de pocos amigos que le dio Shaoran, se disculpó por preguntar. –¡Número 35!–dijeron los de cafetería. –¡Sí, yo! –dijo Yamazaki. Se levantó a por su pedido, dejando a Eriol y Shaoran a solas. –Perdona por la discusión de ayer. –se disculpó Eriol. –Yo también lo siento. Fui yo el que dio un sermón. –dijo Shaoran asumiendo su parte de culpa. –¿Es dura, verdad? –añadió Eriol. –¿Qué? –preguntó Shaoran. –La carne que sirven aquí. –aclaró Eriol. –Sí. Es carne normal. Nada especial. –dijo Shaoran mientras comía. –No estoy hablando de la carne. –dijo Eriol. –Lo sé. –dijo Shaoran sonriendo. Ambos sabían que hablaban de la vida. –Sé que tengo que hacer algo, pero algo diferente. Algo que salga de mi interior. –se expresó Eriol. –Creo que sé cómo te sientes. En cierto modo he dejado eso de lado y me he conformado. De un tiempo a esta parte sólo busco un trabajo. Aceptaré cualquier trabajo que consiga. No dejo de pensar “si no lo hago, ¿qué va a ser de mí”? –dijo Shaoran. –He estado pensando en ello desde ayer. –admitió Eriol. –¿En qué? –Ayer fue la primera vez que alguien me dijo algo así. Nunca había pensado seriamente en ello. Pero fuiste muy bruto. –dijo Eriol sonriendo. Shaoran también sonrió. Con eso, supieron que todo estaba bien entre ellos. Continuará…
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