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–¿Es eso cierto? –preguntó Haruhiko a Natsuko cuando la mujer le informó que su hijo se casaría con otra mujer, así como los motivos de la boda. –No, no se preocupe. Es sólo que no me ha dicho nada. –dijo el hombre. –Gracias por venir hasta aquí a decírmelo. Cuando Natsuko emprendió el camino a su casa, Haruhiko empezó a preocuparse, ya que lo que le dijo Natsuko significaba que su hija iba a sufrir. Un rato después, Haruhiko se sentó en la salita sin poder creer todavía en lo que dijo Natsuko, cuando escuchó cómo su hija llegaba. –Oh, ya estás aquí. –dijo el hombre. –¿No dijiste que tenías turno de noche? –Sí, es verdad. Hay un niño que no está bien pero me han mandado a descansar porque tendré que pasar allí unos dos o tres días. –dijo Sora. No es que le hicieran hacer esos turnos tan largos en el hospital, pero prefería hacerlo para no estar pensando continuamente en la ruptura con Yamato. –Debes de tener hambre. –dijo Haruhiko. –Te prepararé algo. Mientras su padre iba a la cocina, Sora vio un paquete envuelto en regalo en la mesa. –Vaya, Daisuke parece que se ha comido todo. Ese niñato… –decía su padre mirando en el frigorífico. –¿Ha venido alguien? –preguntó Sora. –Oh, sí. Ha venido la madre de Yamato. –contestó Haruhiko. Mimí bajaba por la escalera pero se paró al escuchar la conversación. –Parecía bastante confusa. Dijo que Yamato iba a casarse con otra mujer, así que no sabía si creérmelo o no. –Era la prometida que tenía antes. –dijo Sora. –Ha vuelto con él. –¿Y qué ha dicho Yamato? –Que se casará con ella. –dijo Sora. –¡¿Cómo puede hacer algo así?! –gritó enfadado y cerrando el frigorífico de un portazo.00000000
Yamato recogió el angelito hecho pedazos. Era un reflejo de lo roto que estaba su corazón. Mientras tanto, Sora salió al balcón, mirando el ángel que le regaló Yamato.00000000
Yamato y Maki caminaban por las calles del barrio de Ginza, el más caro y exclusivo de la ciudad de Tokio. –Aquí es. –dijo Maki entrando a una tienda de vestidos de novia. –¡Mira, este es precioso! –dijo Maki viendo uno que estaba colocado en un maniquí. Entonces a Yamato le sonó el móvil. –¿Diga? –Soy Mimí. Siento llamarte así de repente, pero hay algo que tengo que hablar contigo. –dijo Mimí, que estaba con Taichi. –Este vestido de novia está de moda. –comentaba Maki con entusiasmo y ajena a la conversación entre Yamato y Mimí. Obviamente, el comentario fue tan entusiasta que hasta Mimí lo escuchó de fondo. Entonces, Yamato le propuso quedar. –¿Qué te ha dicho? –preguntó Taichi una vez que Mimí colgó. –He quedado con Yamato. –¿Por qué? –preguntó Taichi, que todavía no sabía muy bien por qué su amiga había llamado a Yamato. –Se casa con otra. –¿Qué? –preguntó Taichi, que todavía no tenía ni idea de la noticia.00000000
Después de terminar en la tienda de novias, Yamato acompañó a Maki a un taxi. –Gracias. –dijo ésta con la puerta abierta. –Maki. –dijo Yamato. –No digas nada. –dijo ella, que había notado la falta de entusiasmo de su novio. –Déjame a mí todos los preparativos. Luego te llamo. Terminó de montarse en el taxi y se marchó, ante la mirada inexpresiva de Yamato.00000000
Mimí y Taichi esperaban a Yamato en el lugar en el que habían quedado. Ambos miraban el paisaje del inmenso río hasta que vieron llegar a Yamato. Por el fondo, un barco mercante salía del puerto. –Explícate. –exigió Taichi fríamente. –Si es un error, acláraselo muy bien a Sora. –dijo Mimí. –Está muy preocupada por ti. Es un malentendido, ¿verdad? Porque lo que dijo me parece increíble. –Voy a casarme con otra persona. –dijo Yamato. –Ya me despedí de ella. –¡Deja de hacer el idiota! –gritó Taichi abalanzándose sobre Yamato y cogiéndolo de la pechera. Yamato ni se molestó en defenderse, ya que en el fondo sabía que todo lo que le pudiera hacer sería poco con lo que se merecía. –¡Taichi! –gritó Mimí intentando parar a su amigo. –¡Sora ha intentado dejar incluso su trabajo sólo por ti! –gritó Taichi mientras sacudía al rubio. –¡Convenció a su padre por ti! ¡¿Por qué no piensas más en sus sentimientos?! ¡¿Tan débiles son tus sentimientos?! ¡¿Estabas aprovechándote de ella?! –entonces llevó un brazo atrás para golpearle en la cara. –¡Taichi, para! –gritó Mimí cogiéndole del puño que tenía en alto. –¡Cállate! –dijo zafándose de ella. –¡¿Por qué no dices nada?! –Entonces volvió a preparar el puño para golpearle, pero se detuvo al ver los ojos vacíos de Yamato. –Golpéame, por favor. –dijo Yamato, pero Taichi se dio la vuelta y se marchó. –¡Taichi! –dijo Mimí viendo como se alejaba su amigo. Después volvió a girarse hacia Yamato. –Puedo comprender que al igual que otros hombres, se van con otra mujer, lo que no puedo aceptar es que Sora probablemente te perdone por lo que intentas hacer. Sora realmente piensa en ti como… Yamato se giró para marcharse. No quería escuchar el final de esa frase, porque lo único que conseguiría era mortificarse todavía más por lo que estaba haciendo.00000000
–Gabu dijo que quería ir a casa de sus abuelos. –explicó la madre de Gabu a Jou, Sora y Shin. El niño permanecía en la Unidad de Cuidados Intensivos. –Hemos pensado en que pase sus últimos días en familia, con sus amigos en la montaña. –añadió el padre. –Nos gustaría que estuviera lo mejor posible para enviarlo. –dijo Jou. Después de la conversación con los padres de Gabu, Sora permanecía en guardia en el box de Gabu atenta a cualquier cambio en su condición. Desde fuera, Meiko la llamó y Sora salió al pasillo, ya que el niño permanecía en aislamiento. La niña le entregó un regalo para Gabu de su parte. Una vez que Gabu se espabiló un poco, Sora le entregó el regalo. –Esto es de parte de Meiko. –dijo Sora, dándole al niño un par de mangas. –Sora. –empezó a decir Gabu. –¿Te gusta Yamato? –¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta? –¿Puedes guardarme un secreto? –preguntó Gabu. –Claro. –Me gusta Meiko. –dijo Gabu sonriendo. –¿En serio? –preguntó Sora sonriendo. –Sí. Será mejor que me guardes el secreto. –dijo el niño mientras Sora asentía con la cabeza. –¿Vas a decirle lo que sientes? –preguntó Sora. –Por supuesto que no. No puedo. –¿Por qué no? –Porque… –el niño se interrumpió así mismo. De alguna manera sabía que iba a morir y que sería inútil decírselo, así que decidió cambiar de tema poniendo el foco en Sora. –Pero, ¿te gusta Yamato? –Mucho. –dijo Sora.00000000
–Parece que Ishida no ha venido mucho por aquí últimamente. –comentó Jou a Sora en un pasillo. –Sí, parece que hay planes de boda con la persona con la que ya estuvo comprometido. –dijo Sora. La noticia sorprendió a Jou, que todavía no sabía nada. –Lo siento mucho. Actué por impulsos, y le he causado problemas.00000000
Yamato se reunió con Ken Ichijouji y Daigo Nishijima en uno de los platós de la empresa para la que solía trabajar Yamato. Fue a comprobar si habían llegado los álbumes de las fotos que había sacado en el hospital. –Maki me lo ha contado. –dijo Ken. –Creo que es una idea genial. Sé que la palabra “jubilación” no suena bien, pero ese sufrimiento no te conviene y ya has dejado un montón de obras maestras. –Sí, es una suerte increíble que te puedas casar con una mujer tan guapa y relajarte el resto de tu vida. –dijo Daigo. –Gracias. –dijo Yamato sin querer entrar en un debate, ya que si no fuera por su enfermedad, seguiría con Sora. ¿Para qué iba a discutir por algo que ya no tenía remedio? –Nos vemos. –dijo Daigo, que siguió a Ken, ya que ellos debían seguir trabajando. Cuando Yamato se dispuso a irse, vio que había un paquete a su nombre encima de la mesa. Lo abrió y encontró un montón de álbumes.00000000
En casa de los Takenouchi todos cenaban en un silencio incómodo. Tras la ruptura de Sora y Yamato los ánimos no estaban demasiado alegres. –Hoy me he reunido con Yamato. –dijo Taichi a Sora, rompiendo el silencio que estaba reinando en la cena. –Puede que no sea asunto mío, pero es lo peor. –¿Ha pasado algo con Yamato? –preguntó Daisuke. –Tendrías que haberte olvidado de un tipo así desde el principio. –dijo Taichi. Haruhiko seguía cenando como si no pasara nada. –Yo también lo creo. –dijo Mimí. –No tendrías que haber tenido nada con él. –Es un tipo que no te llega ni a la suela de los zapatos. –dijo Taichi. –Que vaya y se case con quien quiera. –Un momento. –dijo Daisuke, que todavía no sabía nada. –¿Va a casarse? Sora sólo asintió con la cabeza. –Qué mezquino. –dijo Daisuke. –¡¿Por qué?! –Cállate. –hablo Haruhiko por primera vez. –Come y calla. ¿Eres así de débil? –¿Qué? –preguntó Sora sin saber a qué se refería su padre. –¿Tus sentimientos son débiles sólo porque ha decidido casarse con otra? –¿De qué hablas? No tiene sentido. –dijo Daisuke. –¿Le estás insinuando que se líe con otro? –¿Está usted del lado de Yamato? –preguntó Taichi. –No se trata de estar de ningún lado. Simplemente creí en ese chico. Cuando crees en alguien, no hay fecha de caducidad. Cuando crees en alguien, ¿no debes creer hasta el final, pase lo que pase? ¿Acaso no es eso creer en alguien? Después de cenar, Sora se subió al balcón y se puso a reflexionar en lo que dijo su padre con el ángel en la mano, como había hecho en otras ocasiones.00000000
–Ya estoy en casa. –dijo Yamato entrando en su apartamento. –Hola. –saludó Natsuko, que parecía escribir algo. –¿Escribes una carta? –preguntó Yamato. –Es para Sora. –dijo Natsuko. –Pero, no sé qué decirle. Entonces el teléfono de Yamato empezó a sonar. Vio que era Sora y decidió contestar después de haberla evitado. –¿Diga? –contestó Yamato. –Soy Sora. ¿Te pillo en mal momento? –No. –Tengo un favor que pedirte. –dijo Sora. –¿Podríamos vernos para hablar una vez más? Es lo último que te pediré. –¿Dónde? –Gracias. A las diez. El lugar… Yamato colgó una vez que le dijo el dónde se encontrarían una última vez. –Ahora vuelvo. –dijo Yamato a su madre. –Pero si la ves otra vez… –empezó a decir Natsuko, que no le hacía falta que su hijo le dijera quién había llamado. Lo sabía con sólo verle la cara. –Voy a verla por última vez. –dijo Yamato. –Está bien. No he sido capaz de escribirle la carta. –dijo Natsuko levantándose y llevándose la taza de la que había estado tomando té. –Ya se lo diré yo. ¿Qué quieres decirle? –No importa. –dijo su madre entrando en la cocina. Yamato se asomó a ver si había escrito algo en el folio. He pensado en ti como si fueras mi propia hija.00000000
Sora salía de su casa para encontrarse con Yamato. Antes de salir, su padre estaba en su mesa de llevar la contabilidad. –Voy a salir un momento. –dijo Sora a su padre. –Espera un momento. Toma, llévate esto. –dijo su padre levantándose y entregándole un amuleto. –¿Qué es esto? –Es el amuleto de la suerte que llevaba yo cuando me declaré a tu madre. –dijo Haruhiko. Parecía que al igual que Natsuko, Haruhiko también sabía de alguna manera que su hija iba a encontrarse con Yamato. –Nunca sabes si va a dar suerte, así que llévatelo. –Vale. –dijo Sora cogiendo el amuleto. –Adiós. –Suerte. –dijo Haruhiko una vez que Sora se marchó.00000000
Cuando Yamato salía de su apartamento hacia el lugar donde había quedado con Sora, un coche blanco se paró delante de él. Del coche se bajó Maki cargada con bolsas. –¿Te vas? –preguntó Maki.00000000
Sora llegó al lugar donde habían quedado. Se trataba del mismo lugar en el que Sora escuchó el mensaje telefónico de Takeru. La torre de Tokio permanecía iluminada al fondo con su característico color rojo.00000000
Maki llevó en coche a Yamato cerca del parque donde había quedado con Sora y puso las luces de emergencia. –¿Nagasaki? –Valoro tus sentimientos, pero… –Lo sabía. –dijo Maki. –Sabía que ya no sentías nada por mí. –Lo siento. –dijo Yamato. –¿Piensas volver con Sora? –preguntó Maki. –No. –¡Mientes! –dijo Maki alzando la voz. –¡¿La amas, verdad?! ¡Contesta! –No puedo enamorarme de ella.00000000
Sora seguía esperando sentada en un banco. Ya eran las once menos veinte y Yamato todavía no había aparecido. Cogió el móvil para llamarle, pero tras buscar su número, se arrepintió. En su lugar, cogió el amuleto que le dio su padre antes de salir.00000000
Yamato bajó del coche. Maki le miró con enfado y se marchó. Se miró el reloj y vio que eran las once y diez. No sabía si llegaría a tiempo.00000000
Sora seguía esperando. Entonces, la torre de Tokio se apagó. Sora volvió a coger el teléfono y esta vez sí que llamó a Yamato. Mientras tanto, el chico iba corriendo, cuando su teléfono empezó a sonar. Yamato, que estaba llegando vio que era Sora. Vio a la pelirroja sentada en un banco mientras le llamaba. Cuando iba a acercarse a ella, recordó las mismas palabras que minutos antes le había dicho a Maki. No puedo enamorarme de ella. Sora seguía con el teléfono en la oreja. –Por favor, deje su mensaje después de la señal.–decía la operadora del buzón de voz. –Soy Sora. –dijo tras escuchar la señal. Yamato vio entonces que Sora colgó, se levantó y se fue. Yamato la veía alejarse. Tenía unas ganas enormes de ir tras ella, pero no quería arruinar la vida de la chica por su enfermedad. Entonces consultó su buzón de voz mientras la veía alejarse. –Soy Sora. Este es un mensaje de los niños. Dicen que tienen algo que enseñarte. Si tienes tiempo, ¿podrías pasarte por el hospital el lunes? Eso es todo. Avísame. Tras escuchar el mensaje, Yamato fue hacia donde había estado la pelirroja. Se percató que en el banco había dejado el ángel que le regaló en Nagasaki. Lo cogió y después de mirarlo, empezó a correr buscando a Sora, pero ya había desaparecido.00000000
El lunes, tal y como le pidió Sora, Yamato acudió al hospital y entró a la sala pediátrica. –Hola. –dijo Sora sonriendo al ver que por lo menos, el rubio iba a cumplir con los niños. Yamato no entendía como le seguía dedicando una sonrisa con lo rastrero que había estado siendo con ella. –Gracias por venir. –Sobre la última vez… –empezó a decir Yamato para disculparse, pero Sora no hizo caso y se volvió hacia los niños. –¡Chicos, Yamato ha venido! –dijo Sora, ya que los niños estaban tan centrados en sus cosas que ni se habían percatado de la presencia del fotógrafo. –¿No es genial? –dijo uno de los niños yendo hacia él. –¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? –preguntó Agu yendo también hacia él. –Lo siento. –se disculpó Yamato. –Espera aquí. –pidió Meiko. –¿Qué? Entonces Sora los fue guiando hasta la sala donde estaba el piano, dejando solos a Jou y a él. Yamato se percató de que la cama de Gabu estaba hecha. –¿Dónde está Gabu? –preguntó Yamato. –Está aislado en la Unidad de Cuidados Intensivos. –contesto Jou. Entonces Jou acompañó a Yamato –Pronto volverá a su ciudad. –¿Eso significa…? –a Yamato ni siquiera le salía la palabra, pero a Jou tampoco le hizo falta y asintió con la cabeza. –Gabu quería verte antes de irse. Los niños ya saben lo de tu enfermedad. –dijo Jou. Cuando dijo esto, Yamato miró al médico con sorpresa. –Gabu dijo que quería animarte. En realidad todos los niños quieren animarte. Este es el mensaje que tienen para ti. Jou se paró frente a la puerta de la sala donde estaba el piano y la abrió. Cuando la abrió, detrás estaba decorado con mensajes de ánimo para él. A la izquierda se encontraba Sora al piano y junto a ella, alineados estaban Agu, Meiko, Biyo sentada en un taburete, Pata, Tento y Koro. Junto a Koro había un taburete vacío. Era el lugar que debía ocupar Gabu, que debido a su condición no podía estar presente. El piano empezó con la introducción de la canción.Los cerezos están ya en flor
Los cerezos están ya en flor
Sabiendo que su destino es dispersarse fugazmente
Adiós, amigo mío, es hora dejarte ir
Con sentimientos imperecederos.
Yamato no pudo evitar una sonrisa. Mientras cantaban, también se acordaba de los momentos que pasó con Gabu.Esperaremos al día en el que volvamos a vernos
En las calles llenas de pétalos de cerezo
Te saludaremos y te llamaremos
Sufras lo que sufras o pierdas lo que pierdas.
Gracias a tu sonrisa, no flaqueamos.
También recordó los momentos vividos con Biyo, cuando quiso dejar de bailar.Podemos escuchar las canciones de las nubes
Los cerezos están ya en flor
Los cerezos están ya en flor
Después recordó sus momentos con Tento y sus acertijos y a Agu, cuando lo consoló en la azotea del hospital.Sabiendo que su destino es dispersarse fugazmente
Adiós, amigo mío, es hora dejarte ir
Con sentimientos imperecederos.
A Yamato le costaba no emocionarse. No se esperaba aquello de los niños.Esperaremos al día en el que volvamos a vernos
En las calles llenas de pétalos de cerezo
Te saludaremos y te llamaremos
Sufras lo que sufras o pierdas lo que pierdas.
Gracias a tu sonrisa, no flaqueamos.
–¡Muchas gracias, Yamato! –dijeron los niños a la vez una vez que acabaron el último verso de la canción. –Gracias. –dijo Yamato con una voz casi inaudible y sonriéndole a los niños. Después de la actuación, los niños fueron llevados a la habitación. Yamato se quedó en la sala mirando por el ventanal. Cuando Sora dejó a los niños en el cuarto, volvió a la sala y se acercó a Yamato por detrás. –Han ensayado mucho. –dijo Sora. –Gabu también ensayó con ellos hasta hace muy poco. Me dijo que quería que volvieras a estar tan animado como antes. Ve a visitarlo, por favor. Una vez que dijo eso, Sora se volvió para irse. –Siento no haber ido el otro día. –dijo Yamato, refiriéndose a la noche que quedaron en el parque. –Estoy bien. –dijo Sora sin girarse. –Todavía te amo. Nada ha cambiado mis sentimientos. Pero estoy bien. Seguiré amándote y espero que seas feliz. Me alegro muchísimo de haberte conocido. Sora siguió andando. –¡Sora! –dijo él. Yamato estaba deseando decirle que la amaba, pero algo se lo impedía. No podía condenarla de por vida. –Cuídate. Sora se giró y le dedicó una sonrisa. –Tú también. –dijo la pelirroja.00000000
En casa de los Takenouchi, los habituales excepto Daisuke estaban comiendo. –Vuelvo al trabajo. –dijo Haruhiko después de terminar la pausa de la comida. –¿Tan pronto? –preguntó Sora. –Sí. Tengo un cliente con un pedido urgente de última hora. –¿Qué vas a hacer con lo de tu trabajo? –preguntó Mimí una vez que Haruhiko se marchó. –Supongo que hablaré con el doctor Kido y extenderé mi residencia en pediatría. –explicó Sora. –Bueno, por lo menos la ruptura ha tenido lugar antes de que fuera demasiado tarde. –dijo Taichi. –Te has rendido ya con él, ¿no? –preguntó Mimí. –Por supuesto. –Genial. –dijo Mimí. –Así puedes empezar una relación con otra persona. –¿Quieres que te presente a alguien? –preguntó Taichi. –Cuando encuentras a alguien por ti misma nunca es lo suficientemente decente. –El amor es algo que te encuentra a ti. –opinó Mimí, mientras Daisuke hacía acto de aparición desde su cuarto. –Bueno, Mimí ya ha encontrado el suyo. –dijo Daisuke poniéndose detrás de Taichi y apoyándose en sus hombros. –¿Verdad? ¡Me voy! Y se fue corriendo antes de que Taichi se girara a darle una colleja. –¿Qué? –preguntó Sora mirando a Taichi y Mimí alternativamente. Todos, incluida Pal sonreían. Parece que sus amigos le debían una explicación.00000000
Yamato y Natsuko permanecían en el apartamento del chico preparando el equipaje para volver a Nagasaki. El chico tenía el billete de avión en las manos. Tras mirarlo, lo guardó con pesar en un bolsillo de la mochila que se llevaría a su ciudad. Entonces, el timbre de la puerta sonó. Cuando Yamato abrió, se encontró con Haruhiko. En realidad, había mentido a su familia. El “encargo urgente” no era ni más ni menos que ir a ver a Yamato. El chico lo dejó entrar. Mientras Haruhiko se sentó en el sofá, Yamato lo hizo frente a él en una silla. La casa estaba llena de cajas de cartón. –¿Qué significa todo esto? –preguntó Haruhiko. –Me voy a Nagasaki por un tiempo. –dijo Yamato. –¿Dónde está la mujer con la que vas a casarte? –preguntó Haruhiko. –Vendrá luego. –mintió Yamato. Era mejor que pensaran que iba a casarse antes de decirles que no quería condenar a Sora con su enfermedad. –Ya veo. –Natsuko llegó de la cocina ofreciéndole un té. –Gracias. –Mamá, ¿puedes ir a ver si me he olvidado algo en el equipaje? –pidió Yamato. La mujer asintió, viendo que su hijo quería hablar a solas con su ex suegro, que permanecía cabizbajo. –Señor Takenouchi… –¡No he venido aquí a oír excusas! –alzó la voz Haruhiko, interrumpiendo a Yamato. –Lo que has hecho es irreparable. Has jugado con los sentimientos de mi hija. –Sí. –admitió Yamato. –Quiero que me asegures que no le dirás a Sora que he venido a verte. Como lo que voy a decirte ahora. –dijo Haruhiko. De repente, el hombre se puso de rodillas en el suelo como si estuviera desesperado. –¡¿No hay alguna manera de que funcione?! ¡Sora está enamorada de ti! ¡¿No hay manera de que cambies de opinión?! ¡¿Acaso Sora no es suficiente para ti?! ¡¿De verdad tienes que casarte con esa niña rica?! Yamato no podía creer que Haruhiko llegara al punto de rogarle de rodillas que volviera con su hija. Aquello le demostraba que Haruhiko quería a Sora con toda su alma, al tragarse su orgullo para rogarle de esa manera. –Señor Takenouchi, por favor. –dijo Yamato arrodillándose e intentando que Haruhiko se pusiera en pie agarrándolo de los brazos. –¡Mira esto, mira esto! –decía el hombre desesperado sacando una cartilla del banco de su bolsillo y mostrándosela. –He estado ahorrando durante muchos años para cuando Sora se case. Sé que quizás no es suficiente, pero por favor. ¡¿No hay manera de que aceptes, por favor?! ¡No te preocupes por el dinero! ¡Haré lo que sea para ahorrar más! ¡Dejaré de beber y trabajaré duro! –Haruhiko le cogió de las manos y se las llevó a su frente mientras él bajaba la cabeza. –Te lo ruego. Vuelve con ella. Natsuko, en el resquicio de la puerta, presenció la desesperación del hombre. A ella también le dolía el hecho de que su hijo renunciara a su felicidad con Sora para no condenarla, así como el dolor que Haruhiko, como padre, estaba sintiendo. Al no ver reacción ninguna de Yamato, Haruhiko pensó que rebajarse a ese nivel había sido inútil. –Entiendo. –dijo el hombre levantándose. –Me avergüenzo de haber actuado de esta manera. Olvídalo, por favor.00000000
Yamato y Natsuko caminaban con el equipaje para coger un taxi. El camión de la mudanza ya se había llevado sus cosas. Entonces sonó el teléfono del joven, que se apartó un poco para contestar. –¿Diga? –contestó Yamato. –Soy el doctor Kido, del hospital. –Ah, hola. –saludó Yamato sin saber con qué motivo le llamaría el médico. –Voy a dejarle hablar con Gabu ahora mismo. –informó el médico, ya que Gabu había experimentado una ligera mejoría, a pesar de seguir en la Unidad de Cuidados Intensivos. –Yamato quiere hablar contigo. –dijo el médico a Gabu. Entonces le pasó el teléfono al niño. –Hola Yamato, ¿cómo estás? –dijo el niño. –Hola Gabu. –dijo Yamato. –Siento no haber podido cantar con los demás. –se disculpó el niño. –No digas tonterías. Fue idea tuya, ¿a que sí? Muchas gracias Gabu. –Sora me dijo que le gustas. ¿A ti también te gusta Sora? –preguntó el niño. –Sí, mucho. –dijo Yamato. A él no podía mentirle. –¿De verdad? –dijo el niño con ilusión. –¡Eso es genial! ¡Os gustáis el uno al otro! –Supongo que sí. –admitió Yamato sonriendo. –Qué suerte. Meiko no me corresponde. –dijo el niño. –¿Te gusta Meiko? ¿Le has dicho lo que sientes por ella?–preguntó al niño. –No. No podré decírselo nunca. –dijo Gabu. –¿Por qué? –Porque si le digo que me gusta, cuando me vaya se pondrá más triste. –explicó Gabu. –Así que no se lo puedo decir. –Entiendo. –dijo Yamato afectado por la respuesta. –¿Entiendes lo que quiero decir? –Sí. La amas pero no puedes decírselo. –dijo Yamato, ya sin saber si hablaba de Gabu o de sí mismo. –La amas, y por eso le tienes que decir adiós. –Exacto. –dijo el niño. Una vez que se despidieron, Yamato volvió hacia donde le esperaba su madre. –Vamos. –dijo Yamato. Natsuko miraba a su hijo mientras éste levantaba el brazo para pedir un taxi. Sabía que de alguna manera esa llamada le había afectado mucho.00000000
Ya estaba oscureciendo mientras Sora estaba trabajando. La pelirroja se dirigió al control de enfermería, donde encontró un paquete cuyo remitente era Yamato Ishida. Sora abrió el paquete y vio varios ejemplares de los álbumes de fotos, de color rosado como las flores de cerezo. De hecho, el fotógrafo había titulado ese trabajo “Prímula”. Sora abrió el primer ejemplar y vio que todas eran en blanco y negro. En la primera página había una foto de todos los niños, en otra salía Koro sonriente con el fonendoscopio en sus oídos; en la siguiente página, otra de Biyo con la melena al viento; en la siguiente, Agu estaba sentado en la cama con un guante de béisbol en una mano y la bola en la otra como si fuera a lanzarla; en otra estaba Pata cantando; otra con sólo las niñas sonriendo, fotos de Tento y otras a contraluz en la que salían las niñas en pie, una de ellas con el gotero. En la última foto, salía Agu con su cámara de fotos y la mejor de sus sonrisas. Entonces Sora vio que tenía una dedicatoria escrita a mano para Agu.Para Agu, que siempre piensa en su familia. Nunca olvides tus sueños.
Del señor Fotógrafo.
Sora vio que había una dedicatoria personalizada en cada álbum, y que la última foto era del niño al que iba dedicado el álbum. Sora fue abriendo la última página de cada álbum para leer las dedicatorias. En el siguiente que abrió, aparecía una sonriente Biyo.A Biyo, la pequeña bailarina. Espero que tu corazón siga bailando.
Del señor Fotógrafo.
El siguiente fue el de Tento, que mostraba orgulloso sus pegatinas.Para Tento, el rey de los acertijos. Crece y conviértete en un hombre honrado.
Del señor Fotógrafo.
El siguiente álbum era para Koro.Koro, nunca pierdas la amabilidad de tu corazón.
Del señor Fotógrafo.
Otro álbum era el de Pata, que salía sonriendo con un libro abierto.Para Pata, el amante de la canción. Espero que algún día puedas usar tu voz para darle fuerzas a la persona que ames.
Del señor Fotógrafo.
El siguiente álbum era el de Meiko, que salía muy sonriente en la foto.Para Meiko, siempre pensando en los amigos. Conserva ese corazón compasivo.
Del señor Fotógrafo.
Mientras dormían, Sora fue dejando los álbumes junto a la almohada de cada niño. Para entregar el último, se fue a la Unidad de Cuidados Intensivos, también dejándolo a su lado. En él aparecía Gabu con su permanente sonrisa y con su gorro azul que cubría su cabeza sin pelo.Para Gabu, siempre con tanta luz. Me has animado con tu sonrisa y tu energía. Gracias desde lo más profundo de mi corazón.
Del señor Fotógrafo.
Una vez que Sora terminó el turno y dejó los álbumes junto a los durmientes niños, Sora se fue directa a la torre de Tokio y subió con el ascensor al mismo mirador en el que estuvo con Yamato. Cuando llegó, había una pareja viendo la vista nocturna de la ciudad, aunque enseguida se marcharon. Una vez allí, Sora sacó de su bolso su propio álbum. Yamato le había sacado su propia copia. Al igual que con el resto, la última foto era de la persona a la que iba dedicado el álbum. Allí aparecía ella atendiendo a uno de los niños con la mejor de sus sonrisas.Para Sora:
Amo tu sonrisa. Gracias a tu sonrisa, fui capaz de seguir adelante.
Sora empezó a llorar recordando momentos, como por ejemplo, aquel en el que intentaban volar juntos una cometa; o como cuando fueron a por los hermanos de Agu a la guardería y llamaron su atención con marionetas de mano de una cerdita y una rana; también se acordó del día en el quele presentó a su padre; o el momento en el que le sacó la foto en el lugar donde estaba ahora mismo, la torre de Tokio.Me alegro de haberte conocido.
Yamato Ishida.
Sora cerró el álbum y lo pegó a su pecho, cerca de su corazón mientras las lágrimas seguían cayendo de sus ojos. Durante un rato, Sora se quedó llorando en la soledad del mirador de la torre de Tokio.00000000
Al día siguiente, el equipo médico que atendió a Gabu fue a despedirlo a las puertas del hospital con el resto de los niños. Mientras los padres agradecían a médicos y enfermeras, los niños dejaron a Gabu sus regalos. –No te olvides de nosotros. –decían los niños mientras Gabu, con su gorro azul, sonreía. Entonces Gabu miró a Meiko sonriendo, mientras ella le devolvía la sonrisa. –Vamos, Gabu. –dijo su padre. El niño se montó junto a su madre en el coche familiar, que tenía la ventanilla abierta. –Adiós. –dijo Gabu. –¡Adiós! –dijeron todos, niños y adultos, mientras el coche se ponía en marcha. –Seguirá viviendo en nuestros corazones. –dijo Jou a Sora. –Sí. Tras la despedida, los niños se fueron a la sala y los demás siguieron trabajando. En un momento dado, se produjo una emergencia. Sora corría junto a Hikari mientras desplazaba el carro con instrumental médico. –Ve a la sala. –ordenó Sora a Hikari –Me haré cargo de la urgencia. –De acuerdo. –contestó la enfermera cogiendo la carpeta del carro y yendo en sentido contrario. Entonces, de repente, Sora se encogió de dolor, perdiendo el control del carro, que se estrelló contra unas macetas. Al escuchar el ruido, Hikari se dio la vuelta y vio a Sora de rodillas y con una mano en el vientre. Hikari soltó todo lo que llevaba en la mano y fue corriendo hacia ella. Jou, que también había escuchado el ruido ensordecedor del carro estrellándose, salió de su despacho para ver qué había pasado. Cuando vio a Sora en el suelo corrió hacia ella. Una vez que llegaron refuerzos, la pusieron en la camilla. Hikari y Miyako tiraban de ella hacia las urgencias del hospital. Jou iba detrás. El personal de emergencias comenzó a atender a su compañera. Jou permaneció allí esperando un diagnóstico. –¿Le aplicamos más analgésicos? –dijo una enfermera a la doctora que atendía a Sora mientras ésta miraba el resultado de unas pruebas que le acababan de realizar. –Vamos a esperar. Doctor Kido. –dijo la doctora acercándose a él. –Está embarazada. Jou abrió los ojos de la sorpresa.00000000
Yamato estaba en Nagasaki, sentado junto al patio de su casa. En su mano sostenía los dos angelitos. El ala azul del ángel que le correspondía a él, seguía rota, como su corazón. Continuará...