"Antes del rugido... hubo un latido."
— R.T.
Hay encuentros que no cambian el destino: solo lo revelan. A veces me preguntan cuándo empezó todo. Algunos dicen que fue con una pelea. Otros, que fue con una traición. Pero la verdad es mucho más simple. Empezó con un silencio incómodo y una mirada que no supe leer del todo. Empezó con él. Yo era apenas un muchacho de veinte años, con el delantal torcido, sirviendo tragos en una ciudad que no perdona. Tenía demasiadas dudas... y la absurda ilusión de que aún podía elegir. No era parte de nada. O al menos eso creía. Pero cuando llevas cierta sangre en las venas —y un apellido como el mío—, las decisiones no siempre te pertenecen. Era el hermano menor de Tetsu Tachibana. El enigmático. El hombre que todos observaban con respeto y recelo. Caminaba por los bordes del poder con una sonrisa medida y los ojos fijos en algo que yo no alcanzaba a comprender. A su sombra, buscaba una salida que no existía. Y justo ahí fue cuando lo conocí. A él. Kazuma Kiryu. No lo buscaba. Tampoco lo necesitaba. Y sin embargo, desde ese momento, mi vida cambió. No fue inmediato. No fue épico. Fue humano. Lo que vino después no puede encerrarse en un gesto ni en una sola noche. Hubo decisiones difíciles, pérdidas que nos dejaron sin palabras, vínculos que no sabíamos cómo nombrar. Hubo fuego. Calles húmedas. Promesas que nadie se atrevía a decir en voz alta. Y en medio de todo eso, un terreno que parecía insignificante: un espacio minúsculo entre edificios, sin letrero ni dueño, al que en los documentos llamaban "el solar vacío". Suena elegante, ¿verdad? Pero los que conocíamos Kamurocho por dentro sabíamos lo que era. El Lote Vacío. El corazón sin dueño de esta ciudad podrida. Pero eso aún no ha pasado. Esta historia no empieza con un final. Empieza con un muchacho atrapado entre lo que es y lo que le exigen ser. Con un dragón aún dormido. Y con un tigre que no sabía que llevaba uno en el pecho. Si llegaste hasta aquí, quizás también estés buscando respuestas. Yo lo hice. Y esto fue lo que encontré.— Ryohei Tachibana
Kamurocho, escrito en invierno de 2005