ID de la obra: 971

Regresión

Het
NC-17
En progreso
2
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planificada Maxi, escritos 15 páginas, 8.060 palabras, 3 capítulos
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Capítulo 1: Contrarreloj

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Londres, 2024. La oscuridad reinaba en aquella residencia la madrugada de diciembre. Dos adolescentes bajaban lo más rápido que podían aquellas escaleras, procurando tener cuidado a su paso para no tropezar con nada, haciendo que el eco de sus pisadas fuera lo único que se escuchara en la casa. —Tenemos que darnos prisa. —Le dijo James a su hermana, tomando una manta al tiempo que se la colocaba a su pequeña hermana de cinco años, quien era cargada por Lily. —¿A dónde vamos? —Preguntó la más pequeña al tiempo que se tallaba los ojos, soñolienta. —¿Crees que se den cuenta pronto? —Quiso saber insegura la chica, verificando por la ventana que nadie estuviera cerca, notando las calles vacías del lugar. —Papá está fuera de Londres en una misión y mamá hará doble turno esta noche en San Mungo. —Le explicó mientras tomaba las llaves de la camioneta de su madre, sabiendo con seguridad que su plan saldría a la perfección. Tomó una mochila que se encontraba cerca de la puerta y salieron los tres rumbo a la camioneta, colocando a Jean en una pequeña silla en el asiento trasero. —¿Cuánto tiempo nos tomará llegar? —James negó mientras encendía el auto. —No lo sé. —Reconoció. —Pero nos dará tiempo de perdernos del radar de Kreacher y papá un par de horas. —Agregó mientras salían de casa y tomaban camino al Valle de Godric. —Probablemente nos tome una hora y media si volamos. —Le explicó serio, concentrado en el camino. —¡Tengo sueño! —Se quejó la menor desde el asiento trasero, abrazando aquel peluche de hipogrifo que Harry le había dado a Lily de pequeña. —Puedes dormirte. —Decía su hermana mientras extraía de una mochila una pequeña manta y se la pasaba a la niña. Minutos después, Jean se dejó vencer por el sueño; la morena la miró preocupada. —¿Crees que estemos haciendo lo correcto? —Preguntó de repente, observando a su hermano manejar. —¿Tienes una mejor idea? —Le cuestionó serio, Lily negó cabizbaja. No, no estaba dispuesta a seguir lidiando con aquella situación, ¿Qué culpa tenían ellos en todo esto? Porque hasta ahora eran los únicos que estaban pagando los platos rotos. Desde hacía cinco años todo se había vuelto una situación difícil de manejar y un error venía tras otro sin dar tregua. Hogwarts dejó de ser su casa, convirtiéndose ahora en una tortura en donde constantemente eran las burlas de todos sus compañeros, y todo gracias a sus padres. Desde que su padre había abandonado a su madre por irse con aquella mujer, su familia fue cayendo en picada; su madre se sumió en una depresión tras la muerte de sus abuelos justo en la mitad de su embarazo de Jean, sumándole también el abandono de su padre; posteriormente al nacimiento de su hermana menor, creyó que las cosas mejorarían, pero sólo fue empeorando, pues su madre perdió el interés en ellos y en cualquier persona, refugiándose únicamente en el trabajo. Para su madre fue como prácticamente dejar de existir, pues se volvió fría y distante, como si algo dentro de ella hubiera muerto y no tuviera ninguna razón para amar de nuevo, ni siquiera por Jean. Luego estaba Harry, su padre por otro lado se había vuelto un sin vergüenza al cual no le importó presumir que estaba con aquella bruja, naciéndole una preocupación exagerada por cumplir todas las peticiones de la insufrible mujer, ¿Y dónde quedaban ellos? En el olvido, nuevamente. Tal parecía que en aquella vida ella y sus hermanos eran un estorbo para sus padres, pensó con dolor tragándose aquel nudo que se formó en su garganta. —¿A qué año estaríamos viajando? —El giratiempo que robé de la oficina de papá, según recuerdo lo que me explicó, cada giro representa un año. —Decía mientras manejaba. Con cuidado y sin soltar el volante, extrajo de su pantalón el giratiempo y se lo pasó a su hermana. —Si mis cálculos no me fallan, fue en el 2006 cuando papá y mamá estuvieron más tiempos separados. —Recordó, viendo a James asentir. —Y es justo ahí a dónde iremos, exactamente al 2005. —Aseguró. —Papá vivió en ese periodo en un departamento, en el centro de Londres. —Creí que vivió en Grimmauld Place. —Le comentó desconcertada. —Eso fue los primeros dos años después de salir de Hogwarts. Cuando tenía seis años lo vendió, recuerdo haberlo acompañado a firmar los papeles de la propiedad. —Dijo mientras le subía un poco más a la calefacción, estaba helando demasiado y no quería que Jean enfermara. —¿Entonces sabes dónde está? —Él asintió. —Lo único que me preocupa es que no traemos libras para dormir en un motel de ser necesario. —Murmuró preocupado. —De eso me encargué yo. —Dijo de inmediato la morena mientras buscaba algo en su mochila; James la miró con el ceño fruncido. —¿Es que hay algo que no te quepa en esa cosa? —Le cuestionó extrañado, viendo como sacaba unas cuantas libras y una pequeña bolsa con galeones. —¿Recuerdas el cuadro que se encuentra en la oficina de mamá? —¿En el que están nuestros abuelos? —Su hermana asintió. —Mamá tiene una caja fuerte detrás de ella, tuve suerte de que me dejara sola para atender unos asuntos la semana pasada. —Le explicó mientras volvía a guardar todo de nuevo en la mochila. —Sin embargo, fue más difícil conseguir las libras. —Recordó. —El dinero muggle de esa época es diferente, sería muy arriesgado que lleváramos el de ahora. —James asintió de acuerdo. —¿Y cómo lo conseguiste? —Quiso saber, confundido. —En una tienda de antigüedades, tuve que comprar la colección completa. —Decía en tono irritado al recordar el precio exagerado que tuvo que pagar por ellos. —¿Es suficiente? —Solo para llegar a Londres, lo siento. —Dijo apenada por no haber logrado más. —Ya pensaremos en algo estando allá. —Le aseguró de forma tranquilizadora, regalándole una sonrisa. Alrededor de las dos de la mañana, James descendió antes de llegar al Valle de Godric, disminuyendo la velocidad al entrar al pueblo. —La casa de nuestros abuelos no debe estar muy lejos. —Murmuró Lily al pasar cerca de un cementerio. Minutos después fue James quien la encontró. —¡Ahí está! —Señaló su hermano mientras se dirigían a la casa maltrecha de los padres de Harry. —Hay que darnos prisa. —Le ordenó al detener el auto, bajando enseguida de la camioneta y tomando a Jean en sus brazos mientras Lily tomaba las demás cosas. Entraron con cuidado, temiendo tocar algo más que el suelo por miedo a que la casa les cayera encima. —Jamie, este lugar me da miedo. —Dijo la pequeña desde los brazos de su hermano mayor, observando pese a la oscuridad el deplorable lugar. —Deberías cerrar los ojos unos minutos, así ya no tendrás tanto miedo. —Sugirió su hermano de forma cariñosa, viendo a su hermana asentir, cerrando los ojos al mismo tiempo que cerraba sus pequeños brazos alrededor del cuello de su hermano. —¿Listo? —Preguntó Lily con el giratiempo en sus manos, sintiendo sus dedos temblorosos. —Adelante. —Asintió con determinación, viendo enseguida como su hermana ajustaba la delgada cadena alrededor de los tres y luego comenzaba a girarla. James esperó ver cambios a su alrededor, pero sólo consiguió ver un par de animales que merodeaban por ahí, partes de la casa que perdían un poco el deterioro de los años, mientras que su hermana se concentraba en contar los giros correctamente. Un minuto después, Lily había terminado. —Los conté bien. —Dijo al guardar el giratiempo, segura de que no había fallado en un solo giro. Con cuidado, salieron de la casa de sus abuelos, siendo recibidos por un precioso día de invierno; sonrieron al notar que su camioneta ya no estaba y al ver pasar un par de autos unos años mas viejos. —Ya puedes abrir los ojos, Jean. —Le indicó James, viendo como su hermana miraba con asombro como la noche se había ido. —¿Cuál es el siguiente paso? —Quiso saber la morena. —Buscar a papá. —Terminó.

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Londres, 2005. Harry acababa de salir del ministerio, su turno había terminado. “¡Gracias a Merlín!”pensó, deseando llegar a su coche para poder estar en casa, pues lamentablemente así sería esta y la próxima semana, ya que debido a que la red flu estaba en mantenimiento sólo le permitían el acceso al personal para cuestiones de trabajo, así que se vio obligado a moverse al estilo muggle, pues aparecerse fuera de su departamento no era una opción. Lamentablemente apenas llegó a su auto, el grito de una mujer del otro lado de la calle lo desconcertó. —¡Harry! —Escuchó que le llamaban, éste frunció el ceño y giró encontrándose con Romilda, quien caminaba hacia él; el moreno rodó los ojos cansado. Desde que la chica entró a trabajar al ministerio comenzó a acosarlo; reconoció que al principio aceptó salir un par de veces con ella, sin embargo, llegó a la conclusión de que no le interesaba en lo absoluto, más bien la encontraba fastidiosa. —Romilda. —Se limitó a decir sin ganas, forzando una sonrisa. —Creí que no te alcanzaría. —Le dijo un poco agitada mientras sonreía. —Yo también. —Agregó cansado. —¿En qué puedo ayudarte? —Preguntó sin rodeos, había tenido un día pesado y lo único que quería era irse a casa ya. —Me preguntaba si… ¿tendrás planes para este fin de semana? —Quiso saber, no pudiendo evitar hacer una sonrisa coqueta. —Oh, verás… —Rascó su mejilla, incómodo. —Ya tengo una cita con alguien más. —Mintió, esperando que con esto Romilda ya se diera por vencida y lo dejara en paz, pues ya había perdido la cuenta de cuantas veces le había dicho lo mismo. La sonrisa de la chica se apagó apenas lo escuchó. —Entiendo… —Dijo seria y en tono amargo. —Será para otra ocasión, lo siento. —Fue lo último que dijo antes de entrar a su auto y perderse rápidamente por las calles, no queriendo darle otra oportunidad a la chica para hablar. Hacía aproximadamente media hora que habían llegado a Londres después de un viaje de casi dos horas en autobús. —Tengo hambre. —Dijo la más pequeña mientras caminaban por las calles de Londres, tomada de la mano de su hermano mayor. —Ya falta poco. —Le sonrió James, acariciando sus despeinados rizos castaños. —¿Cómo se supone que llegaremos al departamento de papá? —Preguntó la morena, evidentemente cansada también, observando su reloj de mano. Después de salir de la casa de sus abuelos, descubrieron que hubo una gran diferencia de horas, pues mientras ellos viajaron de noche, regresaron al pasado y notaron que eran apenas las dos de la tarde, lo que apenas les dio tiempo para llegar a Londres antes de que oscureciera. —Si mis cálculos no me fallan el departamento de papá está a una hora caminando. —Decía serio, viendo como sus hermanas hacían una expresión de fastidio. —¿Qué sucede? —Las miró sin entender. —Estamos cansadas James, caminamos una hora y media hasta la parada de autobuses más cercana al Valle de Godric para ahorrarnos unas libras y poder llegar hasta aquí. —Le recordó seria. James miró el rostro cansado de Jean y no pudo evitar soltar un suspiro. —Pediremos un taxi. —Aseguró. Tampoco quería arriesgar a sus hermanas, pensó al ver que comenzaba a oscurecer. —¿Y cómo? Ni siquiera nos alcanza para una barra de chocolate y hace frío. —Alegó Lily, temblando ligeramente por el poco aire que soplaba. —Tu déjamelo a mí. —Decía mientras le hacía señas a uno. El taxi se paró y James fue quien abrió la puerta de atrás para que ingresaran sus hermanas primero. —¿A dónde van? —Preguntó el taxista antes de arrancar. —Huddleston Road. —El hombre asintió y comenzó a manejar. —¿Traemos más libras? —Preguntó apenas en un susurro solo para que los tres escucharan; James negó con tranquilidad, observando por la ventanilla del auto a la ciudad bañada de una bella capa de nieve. —¡¿Y cómo diablos vamos a pagar?! —Inquirió a lo bajo, molesta. Detestaba que a veces James se tomara todo a la ligera. —Lo tengo todo bajo control. —Trató de tranquilizarla, sonriendo. Lily soltó un bufido de exasperación, a veces James podía ser tan irresponsable. Alrededor de media hora después, el mayor de los hermanos reconoció el lugar y no dudó en preguntar al taxista cuánto sería del viaje, estaban a solo unas cuadras de llegar. —Serán cuarenta y cinco libras, muchacho. —Le dijo antes de llegar. Lily observó asustada como James sacaba su varita de su chaqueta apenas el taxista se detuvo. —¡James, ni siquiera pienses en…! —Susurró escandalizada. —Confundus.—Pero el chico fue más rápido, el hombre rubio del taxi parpadeó y frunció el ceño, mirando a su alrededor, evidentemente confundido. —Muchas gracias por traernos, señor. —Dijo de inmediato el castaño, bajando enseguida después de sus dos hermanas, viendo como el hombre lo miraba sin entender nada, luego asintió y puso el auto en marcha tan pronto cerraron la puerta. —¡¿Te has vuelto loco?! —Soltó enojada apenas el taxista desapareció. —¡No estamos en nuestra época, James! —Le recordó molesta. —Te recuerdo que no estoy usando cualquier varita. —Le informó serio. —Nadie se dará cuenta, es la varita del abuelo James, misma que en esta época papá tiene guardada y sin ningún registro de magia en los últimos veinticinco años. —Espetó molesto porque lo creyera un idiota. —Aun así, no puedes arriesgarnos de esa manera. —Le recriminó; James rodó los ojos cansado y tomó en brazos a su hermana menor, caminando hacia el viejo departamento de su padre ignorando los reclamos de su hermana detrás de él. Después de unos minutos, Lily optó mejor por guardar silencio y seguir a su hermano, observando el lugar con desconcierto preguntándose, ¿Cómo demonios iban a dar con el departamento de su padre cuando la mayoría de los edificios ahí eran iguales? —Es aquí. —Escuchó de repente decir a James, parándose en el último edificio de aquella cuadra. —¿Estás seguro? —Preguntó dudosa. —Completamente, recuerdo que el vecino de papá tenía una puerta de color azul turquesa. —Decía señalando la del departamento de al lado. —¿Qué hacemos ahora? —Inquirió mientras se pasaba las manos por sus brazos, se estaba congelando. —Diría que llamarlo, pero parece que no hay nadie. —Contestó al ver que ninguna luz estaba prendida en la estancia, únicamente la de afuera. —Será mejor que esperemos unos minutos. —Sugirió Lily. —O podríamos abrir la puerta con un poco de ayuda. —Añadió al tiempo que abría ligeramente su chaqueta roja y le mostraba a su hermana la varita; Lily negó de inmediato. —Tengo frío. —Escucharon decir a la más pequeña nuevamente, ambos la miraron preocupados. Desde que salieron de casa la pequeña no se había quejado, ni siquiera cuando la tuvo que cambiar de ropa en la vieja casa de sus abuelos y cuando se dirigieron a la estación, pese a ser un tramo un poco largo, la niña continuó, solo casi al final Lily y James se turnaron un poco para cargarla y así hacer el viaje mas ligero para los tres. Posteriormente en la estación, al tomar el autobús, la niña volvió a dormir; sin embargo, esta vez no había otra solución más que ingresar a la casa, la temporada no se prestaba para tener a una niña de su edad fuera de casa a esas horas. —Bueno, quizás podríamos hacer un pequeño y último encantamiento. —Murmuró insegura. Su hermano mayor no esperó a que se arrepintiera y rápidamente abrió la pequeña puerta de la valla metálica que tenía la casa, luego se dirigió a la puerta principal en donde esta vez no dudó en usar su varita. Tan pronto entraron a la casa, los tres soltaron un suspiro de satisfacción al sentir la calefacción, sintiendo de nuevo las extremidades de su cuerpo. Jean, sin esperar autorización, exploró todo el departamento unos minutos para finalmente entretenerse en el mueble que se encontraba en el living, revisando algunas de las películas que se encontraban ahí mientras que James observaba las calles a través de una de las ventanas, vigilando que nadie sospechoso se acercara. —¿Sabes? Siempre creí que papá era limpio cuando era joven, pero ahora me doy cuenta de quien heredaste lo desordenado. —Declaró la morena, haciendo una mueca de asco al ver la gran cantidad de loza que tenía su padre sin lavar en el fregadero. —Claro que no. —Respondió sin darle importancia, sentándose esta vez en aquel sillón cerca de Jean. Luego de manejar unos minutos ya sólo estaba a unas cuantas calles de llegar a su departamento y Harry no sabía ya cuántos bostezos llevaba en el transcurso, estaba agotado. Lamentablemente se vio obligado a ignorarlo al ver las luces encendidas de su departamento, llevándolo a fruncir el ceño. —No recuerdo que tendría visitas. —Se dijo confundido apenas se estacionó. Desconcertado, bajó del auto y se acercó a la puerta principal, extrañándose al no escuchar ningún ruido, ¿Quién diablos era? Pensó al tiempo que sacaba su varita de su bolsillo derecho, abriendo la puerta con la otra mano. —¿Hola? —Llamó serio, mirando hacia todos lados, esperando encontrar a alguien. James y Lily, quien se encontraban en una de las habitaciones, reaccionaron de inmediato. —Volveremos enseguida, quédate aquí y no hagas ruido, ¿De acuerdo? —Le advirtió Lily en tono bajo a su hermana, quien asintió de forma distraída mientras intentaba abrir una caja de grageas nuevas que tenía su padre. Solo fue cuestión de segundos para escuchar unos pasos provenir de una de sus habitaciones, sin embargo, su desconcierto creció al toparse con un par de adolescentes que lo miraban sorprendidos. —¿Quiénes son ustedes? —Preguntó serio, tratando de reconocerlos, por alguna extraña razón le resultaban familiares, pero al mismo tiempo no. James y Lily se voltearon a ver inseguros, ¿Había sido buena idea ir? No pudieron evitar preguntarse al ver la expresión de su padre, llamándoles la atención aquella varita que portaba, pues jamás consideraron que Harry pudiera verlos como una amenaza, pensaron asustados. El hermano mayor de los Potter decidió dar el primer paso. —Mi nombre es James. —Se presentó aquel chico alto y castaño; Harry lo miró con desconfianza. —Y yo soy Lily. —Continuó la morena, sonriendo de forma nerviosa, no le estaba gustando como su padre los miraba. —Ambos somos Potter. —Le aclaró de inmediato James al ver el ceño de su padre aún más fruncido. —Somos tus hijos. —Terminó Lily.
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