̶ │ ̶
Mientras tanto en una residencia alejada de Londres, una pequeña permanecía sentada junto a la ventana con la mirada clavada en aquel vidrio, esperando que la camioneta que se había ido hace poco más de una hora regresara, sin embargo, el reloj avanzaba y sólo unos cuantos vecinos se dejaron ver. —Él regresará, ¿Cierto? —Preguntó Jean con su ceño fruncido a aquel gato peludo que se encontraba junto a ella, el cual contestó con un simple maullido casi como afirmación, logrando que esta soltara un suspiro de resignación. Observó a su alrededor y notó la estancia vacía, ¿A dónde se habían ido todos? Se preguntó extrañada al no ver a sus hermanos y su madre por ningún lado. Crookshanks maulló de nuevo y salió del living. —¿A dónde vas? —Soltó saliendo enseguida detrás del animal, encontrándolo parado a los pies de la escalera. El minino al ver que se acercaba corrió hacia las habitaciones de arriba, sabiendo que la menor de los Potter lo seguiría. —¡Oye, espérame! —Le reclamó al tiempo que subía también ella las escaleras, encontrándolo nuevamente en medio de aquel pasillo. —¿Quieres jugar de nuevo a las escondidas? —Le preguntó la menor al llegar junto a él, sin embargo, los leves sollozos de la habitación continua lograron capturar su atención; Jean frunció el ceño y se acercó despacio al cuarto de sus padres tratando de hacer el menor ruido posible. La puerta estaba entreabierta, por lo que pudo visualizar a su madre sentada de espaldas en la cama, aparentemente llorando. Un gesto de duda apareció en su rostro y volteó hacia aquel gato canela que se encontraba junto a ella sentado. —Creo que está llorando. —Le murmuró, regresando la vista hacia Hermione. Para Jean no era la primera vez que la veía llorar refugiada en alguna habitación, pero sabía por su madre que no debía irrumpir o podría molestarse. Esos momentos eran privados y de ella, es por esa razón que nunca preguntaba por qué lo hacía, aunque según sus hermanos ella lloraba por sus abuelitos. —Será mejor que nos vayamos de aquí. —Sugirió dispuesta a regresar abajo, pero el maullido de Crookshanks la detuvo; Jean cerró los ojos al tiempo que un suspiro escapaba de sus labios y volvió su mirada hacia el gato quien parecía observarla molesto. —No es una buena idea… —Insistió la niña y de nuevo el animal maulló; Jean miró insegura nuevamente a su madre, ¿Debería entrar y preguntar si estaba bien? No pudo evitar cuestionarse dudosa, y casi al instante la conversación que tuvo con su padre esa mañana vino hacia ella. “Está emocionada de conocerte, pero tiene miedo de que la rechaces”. ¿Conocerla? Sí, sabía que la conocía muy poco, pero ¿Por qué tendría miedo su madre de que la rechace? El maullido de Crookshanks nuevamente logró sacarla de sus pensamientos. —Le prometí a papá que lo intentaría… —Recordó seria, regresándolo a ver. —James y Lily dicen que las promesas son importantes. —Se dijo al tiempo que tomaba aire hondamente y abría decidida la puerta, caminando hacia su madre. Hermione, por otro lado, intentaba lidiar con el cúmulo de sentimientos que la invadían, ¿Cómo es que de repente se encontraba en esta situación? Se preguntó, no pudiendo evitar que otro par de lágrimas bajaran de su rostro al mismo tiempo que sentía una punzada dolorosa en su pecho. Se había equivocado con Harry, entendía que fue un error ocultarle lo que estaba pasando con Cormac, pero ¡No quería que él se preocupara! Confió en que ella podría manejarlo y así había sido, sólo que jamás esperó los acontecimientos de estos últimos días que pondrían todo su mundo de cabeza. Su relación con Cormac era estricta y meramente profesional, pero no negaba que algunas veces iba a cenar con él y otros miembros del equipo para discutir un nuevo proyecto que tenían tiempo planeando y que, por desgracia no estaba completamente en sus manos, jamás imaginó que aquellas reuniones se verían mal interpretadas por Harry y sus hijos. Ahora se encontraba en un punto vulnerable, donde todos la veían como culpable cuando simplemente era una víctima, ¡Y lo peor de todo es que no entendía lo que estaba pasando! La acusaban de guardar secretos, pero ¿Cuántas de las personas que vivián ahora en esa casa no tenían algo que esconder? Su mentira sólo fue usada como un pretexto para ninguno dar la cara. Podrían señalarla todo lo que quisieran, pero ella no era una tonta, de alguna u otra manera los conocía, ¿De verdad creyeron James y Lily que no notaría sus gestos de evasión? Ella conocía perfectamente a Harry, y sus hijos indiscutiblemente tenían comportamientos de ellos, por lo tanto, los conocía, sabía que los conocía. Algo dentro de ella le decía que era cuestión de tiempo para saber lo que estaba pasando, pues sus hijos eran como un libro que ya se sabía de memoria, el cual a causa de los maltratos había perdido algunas páginas que le quitaban sentido a los párrafos. Para Hermione la frialdad de James no era extraña, ella lo había visto antes en Harry, mientras que la rabia y la indignación en los ojos verdes de Lily eran parte que había heredado de su personalidad. Y Harry y ella no sacaban a flote ese lado a menos de que algo serio estuviera pasando, ¿Qué era lo que escondían detrás de todo ese coraje?, ¿Qué les estaban ocultando? Pensó agobiada y frustrada al tiempo que limpiaba con brusquedad una lágrima, tragando fuerte e intentando reprimir un nuevo sollozo. Y tan sumida había estado en sus pensamientos que no escuchó el rechinar de la puerta, sólo hasta que Jean habló. —¿Puedo pasar? —Preguntó con timidez la pequeña en un tono bajo, consiguiendo sobresaltar a su madre. —¿Qu-é? —Dijo Hermione limpiando rápidamente sus lágrimas. —Por supuesto. —Agregó sonriendo al tiempo que se incorporaba, tratando de poner su mejor semblante frente a su hija. Jean, por otro lado, frunció levemente su ceño con preocupación al notar los ojos y las mejillas rojas de su madre. —¿No te vas a enojar? —Quiso saber temerosa, manteniendo la distancia; el desconcierto se reflejó en la sonrisa de Hermione. —¡No, yo...! —Intentó decir con las cejas alzadas por la impresión. —¿Por qué iba a enojarme? —Inquirió preocupada, borrando su sonrisa, sin embargo, su respuesta hizo que Jean no quisiera hacer algún movimiento, permaneciendo aún de pie detrás de la puerta con Crookshanks a su lado. Hermione la miró preocupada, ¿Por qué Jean pensaba que se iba a molestar? Quiso saber, suponiendo que quisa fue por la pelea que presencio con sus hermanos esa mañana. —No me molestaré, lo prometo. —Dijo esta vez con suavidad, regalándole una mirada cálida a la menor de los Potter; dudosa, la miró unos segundos considerando si sería buena idea o no ingresar, hasta que finalmente aceptó. Entró con cuidado a la habitación, como si temiera romper algo en el proceso, observando el lugar como una excusa para evitar la mirada de su madre. Desde luego que su comportamiento no pasó desapercibido por Hermione, quien vio como la pequeña movía de forma ansiosa sus deditos entrelazados, así que en un intento por relajar el ambiente y hacerla sentir cómoda, decidió improvisar. —Dime, ¿Te gustan los cuentos? —Preguntó su madre, colocándose de cuclillas junto a ella; Jean asintió levemente, mirándola de reojo; Hermione sonrió y se incorporó dirigiéndose a un pequeño estante que se encontraba cerca en donde había colocado un par de sus libros, entre ellos aquel que sus padres le habían obsequiado de niña. Jean miró curiosa como su madre escogía uno de los libros, tomando uno de pasta gruesa en color café con algunos dibujos animados que reconoció de inmediato. —¡Los libros de Jamie! —Soltó con sorpresa, sonriendo al ver de cuales se trataban; Hermione al principio se sorprendió, pero después relajó su mirada, no extrañándole que ella le hubiera leído aquellos cuentos a James y Lily de pequeños, alegrándose porque de algún modo Jean también los conociera, pues eso significaba que podían tener un pequeño lazo, pensó segura al tiempo que se acercaba a la menor de regreso. —Parece que ya los has leído. —Comentó mientras se sentaba de nuevo en la cama; Jean la miró avergonzada y asintió. —No sé leer. —Reconoció bajito. —Pero Jamie me lee algunos antes de dormir. —Le explicó viendo como su madre sonreía con calidez. —¿De verdad? Por qué no vienes y me enseñas cuál es tu favorito. —Dijo esta vez palpando la cama en una invitación a sentarse junto a ella, lo cual funcionó pues la niña no dudó en acercarse mostrándose más cómoda. —Tengo muchos. —Respondió mientras se subía a la cama y doblaba sus pies. —Uno es “La liebre y la tortuga”. —Añadió, viendo como Hermione abría el libro. —Es este. —Señaló con su pequeño dedo índice el título del cuento, el cual mostraba un par de dibujos animados de unos animalitos. —El mío era “Hansel y Gretel” aunque también me gustaban otros. —Decía su madre, acomodándole un mechón de cabello detrás de la oreja. —A Jamie también le gustaba mucho ese. —Recordó mostrando una leve sonrisa en sus labios que hicieron que una sensación de alivio invadiera a Hermione, era como si bastara simplemente con verla sonreír para que lo malo se esfumara, pensó viéndola con cariño. —¿Tus hermanos te leen con frecuencia? —Preguntó con curiosidad, viéndola negar enseguida. —Sólo en vacaciones y algunas veces los fines de semana. —Dijo al tiempo que pasaba su mano derecha por el lomo de Crookshanks, quien ya se encontraba arriba de la cama junto a la pequeña. —Otras veces la tía Ginny me los lee… —La sonrisa de su madre se vio obligada nuevamente a borrarse, ¿Ginny sí formaba parte del futuro de su hija, pero ella no? Se preguntó pasando saliva con dificultad, no debería ser la pelirroja quien le leyera cuentos por la noche sino ella, pensó sintiéndose de pronto dolida y celosa. Durante los siguientes segundos el silencio golpeó la habitación y Jean pudo notar de nuevo aquella tristeza reflejada en los ojos de su madre, ¿Era por los abuelos? —¿Estabas llorando? —Soltó sin más, tomando por sorpresa a su madre, dejando la timidez de lado. —Yo… bueno, yo… —Trató de decir, buscando una explicación rápida que la ayudara a salir de eso. —Me… me cayó algo en el ojo. —Mintió, no pudiendo evitar fruncir su frente y sonreír con nerviosismo esta vez. Su madre observó como nuevamente Jean fruncía el ceño, aunque esta vez de una forma más seria y sarcástica, no pudiendo evitar sorprenderse al ver el gran parecido que tenían sus gestos con los de Harry. —No te creo. —Dijo sencillamente, dirigiéndole ahora aquella mirada de fastidio que solía poner ella cuando Harry y Ron no entendían algo. —No, yo… ¿A dónde vas? —Preguntó nerviosa al verla bajar de la cama y dirigirse a la puerta, preocupada de haber dicho algo que asustara a la niña. —A prepararte un chocolate, ven. —La animó haciéndole una seña con la mano para que la siguiera; Hermione tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no largarse a llorar en ese momento mientras la seguía escaleras abajo.̶ │ ̶
Mientras tanto en algún bar de la ciudad, un hombre solitario pedía su segundo trago de whisky. —Ve despacio amigo. —Sugirió el tabernero divertido al verlo beberse todo de un solo trago, sin embargo, Harry decidió ignorarlo, regresándole a los segundos la copa vacía e indicándole con un movimiento de cabeza que sirviera otro. —¿Sabes? Es fácil reconocer aquí quienes tienen problemas. —Le comentó mientras vertía más whisky. —Y déjame adivinar… —Continuó el auror en tono amargo. —Lloran sus penas contigo y terminan tan ebrios que ni siquiera pueden ponerse de pie, ¿Cierto? —Afirmó Harry antes de llevarse la copa a sus labios; el barman asintió al tiempo que sacaba la botella de nuevo y servía más whisky. —Así es, ignoran que los problemas no desaparecerán, seguirán ahí al día siguiente sólo que esta vez con una terrible resaca. —Decía con seriedad, observando cómo Harry detenía su trago antes de llegar a sus labios. —Tómatelo con calma. —Añadió entregándole un pequeño plato con bocadillos antes de irse a atender a otro cliente. Harry observó en silencio el líquido marrón de su copa, meciéndola levemente; cerró los ojos y un suspiro escapó de sus labios, se sentía derrotado, ¿Qué debía hacer? Se preguntó dolido, no pudiendo evitar recordar lo que pasó esa mañana. Aquella sensación de vacío se volvió a instalar en su pecho y los ojos comenzaron a escocerle. —¿En qué me equivoqué? —Murmuró para sí mismo, considerando beberse o no aquella copa y así borrar el dolor que lo estaba carcomiendo por dentro, ¿Qué diablos había llevado a Hermione a considerar aquel imbécil? Quiso saber, mirando con odio a algún punto del bar, deseando que fuera Cormac para volver a clavarle el puño en su estúpido rostro, sintiendo la ira aún recorrerlo. De todos los hombres que había en Londres, ¿Por qué tuvo que ser él? Él que era el sujeto más engreído y prepotente que había conocido, además de un enfermo que solo le gustaba molestarla por placer, buscando la primera oportunidad para insinuársele y encima hablar de ella a sus espaldas como si le perteneciera. Tomó la copa y bebió el whisky de un solo trago, sintiendo como el líquido le quemaba la garganta, pero la pregunta que más lo había estado acechando taladró de nuevo en su cabeza, ¿Desde cuándo? Se cuestionó con la barbilla temblorosa y finalmente la primera lágrima cayó, pero el auror la borró de inmediato con brusquedad y negó, ¡Nada tenía sentido! Gruñó llevándose las manos a su cabeza, pasando sus dedos por su cabello negro con frustración. “Dudo que exista alguien peor que él”. Recordó las palabras de James y el dolor creció, un dolor desconocido, pero mucho más fuerte que cualquiera que antes hubiera tenido, un crucio no tenía comparación con lo que estaba sintiendo en ese momento. —¿Qué hice mal?, ¿Qué hicimos mal? —Volvió a preguntarse recordando esta vez a su amiga. Jamás, desde que tenía memoria algo había salido mal con ella, ¿Por qué esto sí?, ¿Cómo algo tan perfecto podía terminar mal? Insistió abatido al pensar en sus hijos, sabiendo que cualquiera que lo viera en ese momento sentiría pena por él. “Mamá está saliendo con alguien más”. Las palabras de Lily tronaron en sus oídos, llevándolo a cerrar los ojos de nuevo con pesar. Pudo haber aceptado que su matrimonio se acabara, incluso que ella decidiera salir con alguien más, aún si esto lo quemara por dentro, de verdad que podía aceptarlo y entenderlo, lo que nunca iba a aceptar es que ambos se hayan alejado de sus hijos y mucho menos que Hermione perdiera el sentido común, pues si había alguien decidida a arreglar todo ese desastre era ella. Él había hecho muchas cosas estúpidas en su vida, pero ella no, ¿Cómo es que siempre siendo tan sabia y precavida logró poner sus ojos en Cormac? Algunas personas en ocasiones podían terminar con personas mucho peor que sus parejas anteriores, pero no Hermione. Ella no era así, si quisiera rehacer su vida lo haría con alguien mucho mejor que él y Cormac desde luego que no figuraba en aquel panorama, incluso Krum era un mejor partido. Negó una vez más no dispuesto a aceptar aquella ridícula realidad, algo más había pasado en el futuro, estaba seguro… Algo durante esos años de matrimonio se distorsionó y lo cambió todo, alguien había sembrado el odio entre ellos que terminó por destruirlos y de paso arrastró a sus hijos. —Tú y yo no somos así… no funcionamos de esa manera. —Se dijo a sí mismo con la mandíbula apretada, recordando de pronto que había pasado por alto algo muy importante, ¿Dónde habían estado sus amigos cuando pasó todo eso? De ninguna manera Ron iba a dejarlos solos y menos que hicieran una estupidez como esa, y ni hablar de los Weasley, quienes consideraban la familia algo sagrado. Verlos a ellos alejarse de James, Lily y Jean lo considerarían un insulto, ¡Algo de lo más bajo! Desde luego que iban a intervenir sea como sea, además ¿Qué pasaba con los padres de Hermione?, ¿Dónde estaban los abuelos de sus hijos? Más de una vez había escuchado a Hermione decir lo emocionados que se ponían sus padres al recibir a sus sobrinos pequeños en casa, las insinuaciones que le hacían a ella para que pronto les diera un nieto. Podría jurar que los señores Granger serían los primeros en intervenir en aquel desastre y que de ninguna manera iban a permitir que sus nietos se expusieran a aquella mierda de futuro que tenían. Lo sabía, ese coraje y valentía de Hermione no había venido de otro lugar más que de sus padres. Había demasiadas personas importantes en su vida, ¿Cómo es que ninguno pudo notar lo que estaba pasando?, ¿Acaso nadie sospechó de toda esa mierda? Casi podía imaginarse a Ron romperle la cara al verlo comportarse como un imbécil con su familia; a Ginny insultándolo hasta al cansancio por haber sido un idiota; a Neville intentando hacerlo entrar en razón, buscando una solución que no los perjudicara a todos; Luna, con su peculiar manera de ser también buscaría ayudarlos, incluso se atrevía a decir que sería de las primeras personas en sospechar que algo no andaba bien con ellos, ¡Todos iban a intervenir! A su manera, pero sabía que intentarían ayudarlos. Harry respiró agitado, sintiendo como la adrenalina lo golpeaba con fuerza, definitivamente aquí había algo que no tenía sentido, pensó sintiendo esta vez su corazón latir con fuerza mientras poco a poco las piezas de aquel rompecabezas se iban armando. James y Lily estaban ocultando más de un secreto, se dijo decidido a salir de ahí, buscando arreglar las cosas con Hermione de inmediato, sin embargo, justo cuando se disponía a sacar un par de libras de su cartera una mujer lo interceptó. —¡Harry! —Exclamó con sorpresa. —¿Romilda? —Soltó extrañado al verla en un bar muggle. —¿Qué haces aquí? —Preguntó confundido por la coincidencia, pero su pregunta fue omitida por la chica al ver las heridas en su rostro. —¡Pero, ¿Qué te ha pasado?! —Soltó preocupada llevando sus manos a los hombros del chico. —Nada grave, descuida. —Respondió evasivo, queriendo salir de ahí cuanto antes, no tenía ánimos de darle explicaciones a nadie, mucho menos a Romilda. —¿Estás seguro? Puedo acompañarte a San Mungo y... —Intentó ofrecerse, pero calló al ver al auror negar. —No hace falta, estoy bien. —Insistió, alejándose un poco mientras volvía a guardar su billetera en el bolsillo trasero de su pantalón. —Déjame ayudarte, tengo un par de pociones en casa que sé que te caerían bien. —Harry sonrió con vacilación y negó nuevamente, esta situación comenzaba a incomodarlo. —No hace falta, Hermione se ha encargado de dejarme algunas en casa. —Dijo ignorando como la sonrisa de Romilda desaparecía al escuchar el nombre de la chica. —Por supuesto. —Murmuró en tono amargo. —Además, veo que tienes compañía. —Indicó, señalando a una rubia que se encontraba a un par de mesas alejadas de ahí, la cual le hizo una seña como muestra de saludo. —Oh, sí. —Asintió. —Vine a pasar un buen rato con una amiga. —Le explicó, volviendo su rostro hacia él. —Jamás pensé que te encontraría aquí. —Añadió sin poder ocultar la alegría en sus ojos negros; Harry asintió intentando sonreírle con amabilidad, pero en su lugar sólo una mueca se formó en sus labios. —Sólo quería un trago. —Le explicó sin entrar en detalles. —Como sea, no te interrumpo más... —Dijo despidiéndose rápidamente, no queriendo perder más el tiempo. —¡Harry, espera! —Lo detuvo tomándolo del brazo, no dispuesta a dejarlo ir todavía. —Yo... me preguntaba si... —Intentó decir con vacilación. —¿Tienes planes para navidad? —Preguntó nerviosa, viendo como Harry fruncía el ceño con desconcierto. —En realidad... —Trató de decir, mirando a ambos lados en busca de algo que lo salvara. —Hermione y yo... Quiero decir, es muy amable de tu parte. —Respondió incómodo al ver la desilusión en su rostro. —Pero hemos quedado de ir con los Weasley. —Optó por decir, sabiendo que sería la mentira más creíble. —Descuida, entiendo. —Asintió regalándole una sonrisa forzada, ¿Había algo que Harry pudiera hacer sin que Hermione se viera involucrada? Se preguntó irritada de que de alguna manera u otra la chica estropeara sus planes con el elegido. —En fin, pasa una feliz navidad. —Le deseó, esperando que esto fuera suficiente para que Romilda dejara la conversación. La mujer sonrió y sin que Harry se lo esperara le regaló un abrazo, seguido de un beso sorpresivo en la mejilla que sobresaltó al auror. —Feliz navidad, Harry. —Fue lo último que dijo antes de regresar con su amiga; el joven la miró extrañado por aquel gesto, sintiendo un escalofrío desagradable recorrerlo, pero tan pronto la vio alejarse decidió salir de ahí antes de que se le ocurriera alguna otra excusa para salir con él. Y por un breve momento respiró aliviado, sabiendo que aquel lugar que buscaba Romilda con tanta insistencia sólo sería ocupado por Hermione. —Tengo que arreglar las cosas con ella. —Se dijo decidido al subir al auto.̶ │ ̶
Al llegar a la cocina, Jean de inmediato tomó una de las sillas de la barra y la arrastró hasta la alacena. —Papá me preparó uno con malvaviscos esta mañana. —Decía la pequeña al tiempo que se trepaba en la silla para poder alcanzar el bote de chocolate. —No deberías subirte así, puedes lastimarte. —Dijo su madre preocupada, asegurándose de que su hija no se cayera. —Déjame ayudarte. —Se ofreció enseguida al ver que intentaría saltar de la silla con el bote en las manos, bajándola con cuidado. —Hago esto todo el tiempo. —Le explicó Jean con tranquilidad, poniéndose de puntillas para dejar el bote sobre la barra, la cual era un poco más alta que la encimera. —Veo que te gusta bastante. —Comentó, acercándose a la nevera para sacar la leche. —No tanto como el chocolate de menta que hace Lily. —Contestó subiéndose nuevamente a la silla, pero esta vez para tomar asiento junto a la barra. —¿Chocolate de menta? —Repitió frunciendo el ceño, viendo como la menor asentía. —Es blanco y es muy rico. —Dijo mientras le quitaba la tapa al bote; Hermione sonrió confusa, ¿Esa no era la receta de su madre? Se preguntó extrañada, pues había perdido la cuenta de las veces que le suplicó que se la pasara, viéndose incluso apoyada por sus tías y abuela, alegando que era una receta familiar muy especial. Bueno, tal parece que su madre se iba a doblegar con sus nietos, pensó al tiempo que negaba y sonreía. Le llevó un par de minutos preparar el chocolate caliente antes de poderlo servir en una taza para ella, mientras que Jean optó por un poco de fruta de temporada y, aprovechando que la niña estaba de buen humor decidió que era una buena oportunidad para conocer más a su hija, no pudiendo evitar sonreír con entusiasmo al escucharla hablar tan animada. —¡Esa navidad yo quería un perrito! —Decía mientras se comía un plátano y observaba a su madre llevarse la taza a los labios. —Era pequeñito y blanco con dos manchas café. —Logró decir con la mejilla derecha llena de fruta. —¿Y qué pasó? —Preguntó con gran interés Hermione, apoyando ligeramente sus codos en la barra. —Jaime no me dejó. —Respondió molesta con su ceño fruncido. —Dijo que aún era muy pequeña para cuidarlo, ¡Pero no es cierto! —Refutó esta vez con los brazos cruzados. —Ya he cuidado a Dino dos veces. —¿Quién es Dino? —El hurón de la tía Ginny. —Le explicó. —Una vez se fracturó una patita y tuvo que estar unos días fuera de Hogwarts. —Añadió, llevándose otro pedazo de fruta a la boca. —¿Y tú lo cuidaste? —Jean asintió. —Apuesto a que lo hiciste muy bien. —Sonrió, viéndola asentir enérgica. —Scorpius dijo que hice un buen trabajo. —Manifestó orgullosa, logrando ensanchar la sonrisa de su madre. —Aunque sospecho que sólo lo dijo para quedar bien con Lily. —Declaró dudosa. —¡Pero sí lo cuidé bien! —Insistió. —¿Con Lily?, ¿Por qué? —Quiso saber más intrigada Hermione. —No puedo decírtelo. —Negó. —Es un secreto. —Soy buena guardando secretos. —Jean la miró dudosa, considerando si podía contarle o no. —Vamos cariño, puedes confiar en mí. —La animó su madre. —Debes prometer que no dirás nada. —Le advirtió primero, viendo como su madre asentía. —Lo prometo. —Aseguró con total firmeza, colocando su mano izquierda sobre su pecho cual soldado jurando lealtad a su nación; una vez convencida, Jean se subió sobre la barra, acercándose al oído de su madre. —Está enamorado de ella. —Susurró, regresando de inmediato a su lugar, viendo como los ojos de Hermione se abrían con sorpresa. —¿Estás segura? —Preguntó, no pudiendo evitar sonreír, viéndola con cariño. —¡Sí, yo lo escuché! —Respondió segura. —Fue en las vacaciones de pascua… —Dijo antes de darle un trago a su vaso con agua. —Hugo y Scorpius estaban discutiendo en la madriguera. —Continuó, recordando perfectamente aquel día. —Hugo estaba molesto porque Lily no le prestaba atención, decía que ella estaba más interesada en su conversación con Scorpius. —Seguía diciendo Jean, aunque esta vez en tono molesto; Hermione asintió atenta a la conversación, no pudiendo evitar relacionar a ese tal Hugo con Ron. —Luego dijo que tal vez Lily no valía la pena y entonces, ¡Pom!, ¡Scorpius lo golpeó en la cara! —Soltó lanzando un golpe al aire con su puño pequeño, simulando que era aquel adolescente rubio. —¡Fue genial! —Exclamó sonriendo. —¡Jean! —Lanzó escandalizada su madre. —Pero es que él fue muy grosero. —Recordó, no pudiendo evitar hacer una mueca de disgusto. —Y honestamente, Hugo no me cae bien. —Añadió, volviendo a cruzarse de brazos. —Al final Scorpius le dijo que él también estaba enamorado de Lily. —Terminó con una sonrisa traviesa, como si tuviera un nuevo motivo para molestar a su hermana. —¡Vaya…! —Soltó Hermione con impresión, no sabiendo que decir, pues le sorprendía saber el conflicto amoroso en el que su hija mayor se había visto envuelta, ¿Dos pretendientes? Se repitió sin poder salir de su asombro, ¿Y encima golpes? No imaginaba la cara que pondría Harry al enterarse. Negó de inmediato, le había prometido a su hija que no diría nada, además de que estaba segura que no era una buena idea contárselo a su amigo, él seguro se pondría a lanzar insultos a esos chicos que todavía no nacían, pensó segura. —Refréscame un poco la memoria… —Pidió dudosa. —¿Hugo y Scorpius son…? —Jean frunció el ceño, esperando que terminara, pero después de un tiempo soltó un bufido, asumiendo que su madre los había olvidado. —Los hijos de tío Ron y tía Luna. —Le aclaró y de nueva cuenta Hermione abrió la boca sorprendida. —Ellos… ¿Ron y Luna… se casaron? —Soltó con dificultad aún sin poder salir de su asombro, y esta vez aquellos ojos esmeraldas la miraron como si le hubiera salido un tercer ojo, ¿Por qué hacía preguntas tan obvias? Quiso saber la menor, arrugando la nariz. —Sí. —¿Entonces ambos son hermanos? —¡No! —Profirió la niña irritada, llevándose una mano a su rostro, ¿Es que acaso era la única que tenía buena memoria en esa casa? Pensó irritada rodando los ojos. —Hugo es hijo del tío Ron y la tía Luna. —Le aclaró, exasperada. —Scorpius es hijo del tío Draco y la tía Ginny. —Indicó justo en el momento en que Hermione le daba otro sorbo a su chocolate, sin embargo, tan pronto mencionó al Slytherin Hermione comenzó a atragantarse, logrando una vez mas que Jean la mirara extrañada. —¡Qué! —Lanzó estupefacta sin poder creer lo que acababa de escuchar, ¿Ginny y Malfoy juntos?, ¡Oh por Dios!, ¡Harry lo va a matar! Pensó segura de que su amigo iría tras Malfoy tan pronto se enterara que su hijo cortejaría a Lily. —¿Por qué te sorprendes?, ¿Acaso no lo recuerdas? —Inquirió con su ceño fruncido, observando como su madre se limpiaba un poco la comisura de sus labios, tratando de salir de su asombro. —No, verás… a veces mamá tiene mala memoria, cariño. —Se excusó, regalándole una sonrisa, sabiendo que probablemente Jean no tenía del todo claro qué estaba pasando con sus tiempos. La niña asintió, dirigiendo ahora su mirada verde a la taza vacía donde hacia unos momentos su madre tenía chocolate. —¿Ya te sientes mejor? —Quiso saber, mirando como su madre sonreía y asentía. —¿Puedo preguntarte algo? —Pidió en un tono mas suave, casi con timidez. —Por supuesto. —Asintió mientras llevaba la taza al fregadero. —¿Por qué James y Lily se molestaron contigo? —Hermione tragó con dificultad, terminando de enjuagar la loza. —Por un malentendido. —Optó por decir, Jean no tenía la madurez aún para comprender esos temas. —¿Fue por una mentira que dijiste? —Inquirió, observándola tranquila; Hermione suspiró y asintió al tiempo que secaba sus manos con un pequeño trapo. —Eso es malo. —Añadió seria. —Lo sé. —Aceptó apenada, sintiendo de nuevo la culpa oprimirla. —¿Entonces por qué lo hiciste? —Insistió la niña mirándola de forma dura con aquellos ojos verdes que la hicieron recordar a Harry, era como verlo a él en ese momento. —Eres muy pequeña para comprenderlo, cariño. —Murmuró, pasando esta vez una mano por su pequeño y suave rostro; Jean arqueó una ceja con disgusto, ¡Claro que podía comprenderlo! Pensó molesta porque la creyeran una tonta sólo por ser pequeña. —La abuela Molly dice que nuestras acciones traen consecuencias. —Soltó de repente, viendo ahora como su madre fruncía el ceño ante el título tan importante que llevaba la señora Weasley, ¿Por qué le decía abuela? —Tú has mentido, por eso Jamie y Lily se enojaron contigo. —Le recordó, sin embargo, Hermione estaba concentrada en otra cosa. —¿Desde cuándo llamas así a la señora Weasley? —Quiso saber, cambiando su expresión a una más seria. —Yo siempre le digo así. —Respondió la pequeña, desconcertada por la pregunta de su madre. —Cariño, ella no es tu abuela. —Le aclaró con suavidad, deseando saber quién había metido esa idea en la cabeza de la niña; Jean hizo una mueca y luego rodó los ojos. —Ya lo sé. —Reconoció. —Pero la tía Ginny me pidió que la llamara así y a la abuelita Molly no pareció molestarle. —Le explicó, llevando a que nuevamente las interrogativas aparecieran en la cabeza de Hermione. —Parecen muy cercanas. —No pudo evitar decir con tristeza; Jean sonrió y asintió. —Sí, ellas van a visitarme a casa muy seguido. —Decía mientras terminaba con el último pedazo de su plátano. —Y a veces la tía Ginny me recoge de la escuela. —Hermione sonrió, aunque en el fondo aquella sonrisa jamás llegó a sus ojos y en su lugar, sólo apareció la decepción y el coraje, ¿Por qué ella no era tan cercana a su hija y Ginny sí? Se preguntó dolida y al mismo tiempo celosa, ¿Quién se creía Ginny para venir a tomar su lugar?, ¿Quién le había dado ese derecho? Pensó sintiendo de pronto otras enormes ganas de llorar, pero las palabras de Harry resonaron en su cabeza. “Tal parece que ni tú ni yo formamos parte del futuro de nuestros hijos”. Y todo tuvo sentido, ¿Es que acaso esperaba que la niña hablara de ella con cariño?, ¿Cómo? Si ni siquiera pasaba tiempo con ella, pensó dolida, deseando saber qué la había vuelto tan estúpida en el futuro como para apartar a sus hijos. —¿Estás bien? —Preguntó al ver como el brillo en los ojos de su madre era sustituido por una sombra de tristeza; Hermione pasó saliva y asintió. —Lily dice que llorar es bueno… —Le comentó de repente, sabiendo que ella intentaba ocultarlo; Hermione inspiró hondo y barrió rápidamente una lágrima que escapó para después regalarle una sonrisa a su hija. —Tu hermana tiene razón. —Reconoció con tristeza, acomodándole un pequeño mechón castaño tras la oreja. —¿Entonces por qué dices mentiras? —Quiso saber, y por primera vez en ese día Hermione admiró la astucia de su hija a pesar de su corta edad. —Porque… —Soltó un suspiro. —A las personas a veces les cuesta trabajo reconocer que se equivocaron. —Explicó su madre, regalándole un tierno beso a su frente. —Así que optan por decir mentiras. —Los adultos son complicados. —Dijo la niña haciendo una mueca. —Tan fácil que es pedir perdón y tomarse un chocolate. —Agregó al tiempo que soltaba un bufido y apoyaba su rostro en su puño con una cara de fastidio; la joven madre soltó una suave risa. —¿Por eso sugeriste que tomara uno? —Jean asintió sonriendo. —Le diré a Lily que nos prepare el de menta antes de que regrese a Hogwarts. —Mencionó mientras jugaba con una servilleta. —¿Ya lo has probado? —Hermione asintió. —Tu abuela solía preparármelo seguido cuando era pequeña. —Le contó, viendo como su hija abría los ojos con sorpresa. —¿La abuela Jean? —Preguntó con entusiasmo sin poder ocultar su sonrisa; Hermione asintió. —¿Cómo era ella? —Quiso saber con anhelo mientras apoyaba su cabeza en sus puñitos; su madre frunció el ceño divertida. —No comprendo… —Dijo confundida. —¿No conoces a tu abuela? —Jean negó, logrando que el desconcierto creciera en su madre al mismo tiempo que un miedo la asechaba, ¿Cómo…?, ¿Por qué no conocía a su madre? Se preguntó en silencio, sintiendo la primera señal de alarma, sin embargo, no podía permitir que la pequeña notara su asombro. —¿Qué… qué me dices de tu abuelo Hugh? —Preguntó con nerviosismo, aunque en el fondo estaba aterrada, rogando porque al menos su padre si mantuviera contacto con la niña y sus hermanos. La menor guardó silencio sin dejar de observarla, no sabiendo hacia donde iba su madre, ¿Por qué le preguntaba por sus abuelitos si ellos ya estaban muertos? Se cuestionó confundida, era obvio que no los conocía, pues ellos habían muerto antes de que ella naciera, pensó. —Jean… —Insistió su madre con una leve sonrisa, la cual desapareció lentamente al ver la confusión en el rostro de su pequeña, la niña hablaba en serio cuando decía que no los conocía; Hermione tragó asustada sintiendo un mal presentimiento, ¿Por qué Jean no conocía a sus abuelos?, ¿Qué había pasado con sus padres? Quiso saber alarmada, deseando que no fuera lo que ella estaba pensando. —Bueno… —Respondió dudosa al ver el rostro pálido de su madre. —Jamie y Lily casi no me hablan de ellos. —Reconoció cohibida, siendo su respuesta una razón más para que el corazón de su madre latiera con más fuerza, temerosa. —¿Por qué… no? —Logró preguntar de forma ahogada, sintiendo sus manos temblorosas y un frío recorrerla. —No lo sé, la abuela Molly dice que es difícil para ellos. —Recordó cabizbaja, frunciendo su ceño con preocupación. Un mareo la golpeó con fuerza, obligándola a aferrarse a la encimera al sentir sus piernas flaquear; sin embargo, no hubo oportunidad de hacer la siguiente pregunta, pues de inmediato se escucharon unos pasos acercarse, viendo a los segundos como James y Lily ingresaban a la cocina. —Vaya, sigues aquí. —Dijo con fingida sorpresa la adolescente. —Creí que ya estarías lista para estas horas. —Añadió mordaz, observando el reloj de su muñeca, pero no obtuvo una respuesta de su madre. Hermione, conmocionada, permanecía aún parada intentando procesar lo que Jean le acababa de decir; Lily aguardó unos segundos esperando su reprimenda, pero esta nunca llegó. —¿Al menos podrías fingir que estamos aquí? —Lanzó irritada al sentirse ignorada, logrando hacer que esta vez su madre la regresara a ver. —Yo… —Dijo con la garganta apretada, sintiendo los ojos escocerle. —Estaré en mi habitación. —Fue lo último que dijo antes de salir rápidamente de ahí; James y Lily se voltearon a ver desconcertados. —Como sea. —Rodó los ojos Lily, restándole importancia al tiempo que se dirigía a la puerta de la cocina que conectaba con el jardín trasero. —¿Adónde van? —Preguntó Jean, bajando de inmediato de la silla. —A respirar aire fresco fuera de esta cueva. —Respondió James mientras se colocaba su chaqueta roja. —¿Quieres venir? —¡Sí! —soltó con entusiasmo la menor. —Ve por tu sweater y tu gorro. —Le ordenó su hermana, viéndola salir corriendo enseguida hacia su habitación. Mientras Jean regresaba, James amablemente abrió la puerta y, una vez afuera, un viento helado los recibió junto a unos apenas visibles rayos de sol que no lograban aminorar ni un poco el frío; ambos adolescentes no pudieron evitar hacer una mueca al ver el lugar. El patio trasero tenía la forma de medio círculo, el cual estaba compuesto por unas baldosas de piedra mientras que en la orilla un pequeño muro de viejos ladrillos rodeaba el suelo, algunos de ellos estaban tan desgastados que estaban a punto de caerse; el jardín, por otro lado, era grande y largo y, pese a que estaba cubierto por una capa de nieve podía notarse que se encontraba abandonado y en mal estado. Lily supuso que en verano probablemente aquel hermoso pasto donde solían jugar ella y James de pequeños estaría cubierto por una maleza entre otras hierbas malas. Ambos chicos se detuvieron en medio de aquel suelo, observando con tranquilidad el lugar, sintiendo como aquel viento frío despertaba la nostalgia por los viejos recuerdos; Lily soltó un suspiró que escapó con una capa de vapor de sus labios, luego caminó hacia aquel muro que se encontraba junto al piso, donde sabía que deberían estar unos escalones que le permitirían llegar con facilidad al jardín. Los brincó con cuidado, siendo acompañada por James, después barrieron con sus manos la poca nieve que se encontraba sobre los ladrillos y tomaron asiento juntos, siendo el silencio su tercer acompañante en aquel lugar. —¿Desde cuándo? —Escuchó preguntar de repente a su hermano, quien observaba con seriedad hacia el frente, manteniendo las manos en los bolsillos de su chaqueta; Lily inspiró hondo pasando sus manos por sus hombros en busca de algo de calor, sabiendo a qué se refería James. —¿Exactamente? No lo sé. —Reconoció seria. —Pero… —Añadió dudosa, sintiendo como James la regresaba a ver. —¿Qué? —Lily tragó nerviosa. —¿No te parece extraño que… los insultos de Ambrose y Lawrence hayan comenzado… justo cuando mamá se alejó más de nosotros? —Preguntó insegura. —No lo sé, tal vez ellos… —Arrugó su frente con preocupación y luego bajó el rostro. —¿Los estás justificando por cómo nos han tratado? —Inquirió James, frunciendo su ceño, ofendido al recordar al par de hermanos. —¡No! —Negó de inmediato. —Sólo creo que quizás ellos lo supieron antes que nosotros, después de todo ambos perdieron a su madre un año antes. Probablemente por eso terminaron odiándonos, ¿No crees? —Le cuestionó. —Lo peor es que de alguna manera los entiendo. —Admitió dolida, observando como su hermano soltaba un bufido de exasperación mientras negaba. —¿Entonces asumes que mamá vino a tomar el lugar de su madre? —Lanzó molesto mientras se incorporaba, viendo como Lily asentía con pesar. Negó quitándose aquel gorro café con brusquedad, pasándose una mano por sus cabellos castaños con frustración, sabiendo en el fondo que su hermana tenía razón, pero odiando saber que su madre los alejó para tomar el lugar de alguien más; James apretó su mandíbula, intentando tragarse aquel nudo en su garganta al tiempo que ignoraba el picor en sus ojos. —James... —Dijo con suavidad su hermana al ver que él intentaba reprimir su dolor. —¡Vaya mierda de mentira que nos hicieron creer! —Escupió indignado, golpeando el muro con brusquedad, haciendo que un par de ladrillos se partieran y cayeran. —Lo sé. —Murmuró cabizbaja su hermana con decepción; James volvió a tomar asiento junto a ella. Guardaron silencio unos minutos y en un intento de ignorar su dolor, observaron como Jean corría entre la nieve con Crookshanks detrás de ella, haciéndolos sonreír por primera vez en ese día. —¿Recuerdas… cuando papá nos construyó la casa del árbol? —Preguntó Lily, observando aquel roble que se encontraba a unos metros de ellos y el cual era más pequeño en esa época; James soltó una risa nasal y asintió. —Estábamos tan emocionados por jugar a los bomberos dentro de ella que el abuelo nos instaló un tubo de descenso para hacerlo ver más real. —Recordó, haciendo sonreír más a su hermana. —Y te lo tomaste tan en serio que decidiste prenderle fuego a las cortinas que la abuela Jean nos obsequió para la casa. —Dijo mientras soltaban una suave risa al tiempo que negaban. —Creí que con un poco de agua bastaría, ¿Cómo iba a saber que el fuego la consumiría rápido? —Intentó hacerle ver, justificándose por aquella travesura de niños. —Afortunadamente la abuela se dio cuenta y le avisó a papá. —Añadió, recordando como en menos de un minuto su padre los alejó del fuego y apagó las llamas. —Y lo peor vino cuando mamá llegó y vio el desastre que hicimos. —Rio, viendo como su hermano mayor sonreía avergonzado. —¿En serio nunca te diste cuenta que Crookshanks estaba arriba? —Preguntó incrédula aún sin poderlo creer pese al pasar de los años. —¡No y tú eres testigo! —Exclamó regresándola a ver. —Ese gato es muy escurridizo, nunca vi en que momento salió de la casa. —Recordó. —¡Oh, pobre Crookshanks! —Soltó con cariño. —Mamá tuvo que retirar parte del pelo de su cola debido a las quemaduras. —Y de paso nos castigó. —Agregó, recordando como su madre no sólo le canceló sus salidas al parque, sino que también les quitó los videojuegos y el internet, además de que les asignó varios deberes en la casa. —Si que nos llevamos un susto. —Reconoció Lily. —Aunque no tanto como cuando el perro de los Jones se salió de la valla y nos persiguió por casi cuatro cuadras. —¡No me lo recuerdes! —Chilló sonriendo, llevándose una mano al rostro. —Estuvo a nada de mordernos, ¡Papá se puso furioso cuando se enteró! —James soltó una carcajada. —Por fortuna el abuelo estaba ahí y nos ayudó, aunque él se llevó la peor parte. —Dijo con pena tras recordar la herida que le hizo el can. —Y papá estaba tan enojado que estuvo a punto de organizar una junta en el vecindario para reunir votos y echar al perro de aquí. —Decía James sin poder dejar de reír. —Por suerte mamá intervino. —Agregó aliviada. —Era eso o que papá terminara golpeando al vecino por su descuido. —Contó, recordando que más de una vez el perro había escapado de su casa; ambos adolescentes se echaron a reír. —El abuelo Hugh adoraba contar esa historia… —Comentó con nostalgia Lily al tiempo que su sonrisa se iba apagando y un nuevo brillo de tristeza aparecía en sus ojos verdes; James tragó con fuerza al sentir el peso en su garganta. —Decía… —Sonrió con vacilación. —Él decía que… —Tragó nuevamente. —Su cicatriz era una forma extraña de llevarnos con él, porque siempre… —Lily lo miró afligida. —Al mirarla sonreía. —Terminó, sintiendo el picor en sus ojos. —Los extraño tanto. —Murmuró con la barbilla temblorosa al tiempo que una lágrima escapaba y bajaba por su pálida mejilla; su hermano no dudó en rodear sus hombros con un brazo, regalándole un tierno beso en su cabello. —Yo también… —Reconoció, tratando de tragarse sus lágrimas y aquel nudo que pesaba en su garganta. —Yo también. —Susurró para sí mismo inhalando hondamente, sabiendo que el peso de la pérdida de sus abuelos siempre los acecharía, preguntándose ¿Cómo habrían sido las cosas si ellos no hubieran muerto? Exhaló con pesadez, el hubiera no existe, pensó dolido apretando con suavidad a Lily contra sí; no obstante, el abrazo sólo duró hasta que una gran bola de nieve cayó sobre ellos. —¡Oye! —Profirió su hermana molesta. —¿Se quedarán ahí o vendrán a jugar? —Los retó Jean con una nueva bola de nieve en las manos; James y Lily se voltearon a ver. —Yo la sostengo y tú se las arrojas. —Le propuso su hermano con un brillo travieso en sus ojos avellana; Lily dejó salir una suave risa. —Trato. —Aceptó sonriendo, viendo al chico incorporarse para ir decidido por Jean, quien tan pronto leyó sus intenciones se echó a correr por todo el jardín. Alrededor de las cuatro y media una familiar camioneta regresó a aquella residencial. Harry parqueó el auto cerca de la puerta y admiró la morada con preocupación, no sabiendo a qué se enfrentaría luego de su larga ausencia; bajó con cuidado no pudiendo evitar soltar un gruñido de dolor por la herida del costado, la poción que le había dado Ron para aminorar las molestias mientras era atendido estaba perdiendo efecto, pensó tratando de recobrar el aire. Despacio, caminó hacia la puerta principal, notando las luces encendidas de la estancia baja en donde de inmediato la sonrisa de una pequeña castaña relució a través de aquella ventana. —¡Papi regresó! —Anunció la niña en un grito, apartándose de inmediato de la ventana para salir a su encuentro con una sonrisa. Tan pronto la pequeña abrió la puerta no dudó en echarse a correr a los brazos de su padre quien, ignorando todas las magulladuras de su rostro y el dolor, la tomó en brazos gustoso. Y eso fue todo, aquel coraje, inseguridad y miedo que había sentido esa tarde desapareció al sentir a su hija rodear su cuello; cerró los ojos mientras la abrazaba con fuerza, dejándose embriagar por su amor y calidez, sintiéndose renovado por el simple hecho de tenerla, pues por primera vez en el día su alma volvía a encontrar su paz, pensó casi pudiendo escuchar los latidos de su corazón emocionado. —Papi, ¿Por qué te…? —Estuvo a punto de preguntar, sin embargo, sus palabras fueron olvidadas al ver con asombro las heridas en su rostro. —¡¿Qué te pasó?! —Soltó sorprendida y preocupada al mismo tiempo, viendo como su padre sonreía de medio lado, regalándole un corto beso a su frente. —Papá tuvo un accidente. —Se limitó a decir mientras caminaba hacia la puerta con ella en brazos, desgraciadamente al subir los cortos escalones de la entrada lograron que el dolor regresara, no pudiendo evitar soltar un quejido al llegar a la puerta; Jean lo miró asustada y de inmediato bajo de sus brazos. —¡Rápido, entra! —Solicitó la niña con urgencia mientras cerraba la puerta, guiándolo enseguida con cuidado a la sala de estar para que tomara asiento. —Quédate aquí. —Ordenó mientras intentaba acomodar los cojines de modo que su padre se sintiera cómodo. —¿A dónde…? —Intentó decir confundido con una media sonrisa al verla salir corriendo de ahí. Fue cuestión de minutos para escucharla de nuevo bajar a prisa las escaleras. —¿Qué pasa, Jean? —Escuchó la voz de James detrás de ella. —¿Cuál es la urgencia? —Insistió irritado el adolescente. —¿Por qué tanto alboroto? —Quiso saber ahora Lily, quien iba saliendo de su habitación al escuchar los gritos de Jean. —¡Papi está herido, apresúrate! —Seguía diciendo la niña mientras lo arrastraba a la sala jalándolo de la mano, ignorando la pregunta de su hermana. Lily desde luego alcanzó a escuchar y no dudó en bajar con ellos a prisa para ver qué estaba pasando en realidad. —Cariño, no hace falta que… —Trató de decir Harry con aspecto cansado apoyando ligeramente una mano sobre su costado; Lily, tan pronto vio el aspecto de su padre no pudo evitar mirarlo con sorpresa. —¿Qué… qué te pasó? —Preguntó la adolescente, intentando no sonar preocupada, aunque su rostro la delataba por completo; James, por otro lado, observaba de brazos cruzados apoyando su espalda en la chimenea mostrando un rostro serio. Era bastante claro que el aspecto de su padre no le causaba preocupación y mucho menos lástima, por lo que sólo se limitó a mirarlo en silencio. —Un enfrentamiento, nada grave. —Contestó cansado mientras se quitaba con cuidado su chamarra, no pudiendo evitar hacer una mueca de dolor. —No te preocupes papi, Jamie podrá curarte, ¿Verdad? —Habló de nuevo Jean, dirigiendo su mirada verde a aquel chico que veía apacible aquella situación; James frunció el ceño con seriedad y miró con dureza a su padre. —No. —Escupió con acidez, ignorando la mirada de desilusión de su hermana menor. —No debiste haber regresado así, ¿Por qué no fuiste a San Mungo? —Dijo Lily con aquel gesto de preocupación que había heredado de su madre; Harry sonrió ligeramente al reconocerlo. —Digamos que… no tengo acceso a las instalaciones. —Optó por decir, removiéndose con cuidado del sofá. —¿Por qué no? —Inquirió James arqueando su ceja; su padre dejó salir un hondo suspiro. —Cielo, ¿Podrías traerme un poco de agua? —Pidió el auror a la niña, quien de inmediato asintió y salió corriendo a la cocina; Harry se incorporó con cuidado, regresando su mirada a sus hijos mayores. —Golpeé a McLaggen. —Declaró con mesura; James y Lily se mostraron sorprendidos, dirigiéndose ambos una mirada de desconcierto. —¿Porqué lo hiciste? —Quiso saber el chico. —Por que es un idiota. —Contestó solvente, no mostrándose arrepentido. Quería que ellos supieran que Cormac no era para nada de su agrado, que estaba de su lado, deseaba en verdad que sus hijos pudieran confiar en él y Hermione. —Aquí está papi. —Dijo Jean al regresar; Harry sonrió cariñoso aceptando el líquido, bebiéndolo todo enseguida. —Gracias, cariño. —Dijo dejando el vaso sobre la mesita de centro. —¿Dónde está Hermione? —Preguntó con seriedad al no verla por ningún lado. —En su habitación. —Respondió Lily. —No se supone que aún deba de estar aquí. —Comentó en tono hostil al recordar la cita que tenía programada. —Descuida, no tengo intenciones de salir esta noche. —Escucharon de pronto a Hermione desde el pie de las escaleras; Harry no dudó en girarse apenas escuchó su voz y lo que vio lo dejó helado. Su mirada miel había dejado de brillar, mostrando ahora una sombra de tristeza que al auror le apretó el corazón, ¿Había estado llorando? Se preguntó al notar el rojo en sus ojos; tragó nervioso al verla acercarse no pudiendo evitar mostrarse preocupado por su aspecto, lamentándose ahora el haberse ido así de casa. —Yo… —Intentó decir con dificultad. —Las pociones están en la habitación. —Le informó seria antes de dar media vuelta, regresando a las escaleras. Aquella indiferencia sin duda no pasó desapercibida por Harry, pues esta vez no hubo el acostumbrado recibimiento por parte de Hermione donde ella se mostraba preocupada al tiempo que lo rodeaba con sus brazos, sólo para segundos después soltar una reprimenda por su descuido. Esta vez, no hubo nada de su calidez, sólo un frío que le caló hasta los huesos acompañado de un doloroso silencio; bajó el rostro afligido y cerró los ojos con lamento, no era así como debían de ser las cosas, pensó con pesar, sintiendo una enorme necesidad de arreglar las cosas con ella cuanto antes, ignorando como detrás de él los dos adolescentes se dirigían una mirada de júbilo, sabiendo que por fin su plan estaba rindiendo frutos. Sin decir nada más, el joven se dirigió a las escaleras dispuesto a seguirla, analizando mientras subía cómo iba arreglar su estupidez con ella. Llegó a la habitación y la miró sobre la cama abriendo un pequeño cofre de madera que contenían un par de pociones; el auror se pasó una mano por su cuello con incomodidad al sentir el ambiente tenso en la alcoba, no sabiendo como empezar. —Toma un baño primero. —Dijo después de un prolongado silencio sin molestarse en dirigirle la mirada; Harry la vio preocupado. —Hermione, yo… —Titubeó inseguro mientras se acercaba a ella, siendo interrumpido de inmediato por Jean, quien entró enseguida a la habitación buscando a su padre con Crookshanks detrás de ella. —¡Cuidado, vas a lastimar a papi! —Soltó la niña, reprimiendo al minino al ver que casi tropezaba con Harry; Hermione sonrió ligeramente. —Escucha, sé que no debí… —Buscó decir nuevamente, pero calló al ver como su amiga negaba. —Ahora no, Harry, por favor. —Murmuró, mostrando su mirada evasiva de aquellos pozos esmeralda que la observaban con arrepentimiento. —Pero necesito… —No es el momento. —Añadió, haciendo un claro énfasis en Jean; Harry observó a su hija y asintió afligido, sabiendo que no era un tema que deberían tratar con la niña presente. —De acuerdo. —Se limitó a aceptar antes de acercarse a la cómoda para tomar un par de prendas y dirigirse al baño. Después de un par de minutos Harry salió de la ducha vistiendo un cómodo pants gris y una playera blanca. —¿Y este para qué es? —Escuchó a su pequeña preguntar mientras señalaba una botella con un líquido marrón. —Ese es díctamo. —Respondió su madre al tiempo que acomodaba un par de gasas. —¿Y arde mucho? —Hermione sonrió ligeramente. —Sólo un poco. —Reconoció, viendo como la niña hacia un gesto de dolor. —¿Crees que a papi le duela? —Insistió inquieta, logrando hacer sonreír a su padre esta vez. —Descuida, estaré bien cielo. —Dijo de pronto Harry, acercándose para besar su cabeza con cariño. Irónicamente pensó que Hermione lo ayudaría a curarse, pero a la menor oportunidad la chica salió de la habitación, excusándose de que debía ir a preparar la cena. El auror esperó paciente a que ella volviera, sin embargo, las horas pasaron y no lo hizo; resignado, soltó un suspiro sonriendo ligeramente a su pequeña quien miraba curiosa el líquido de las botellas a través de la luz de la habitación. Durante los siguientes minutos Harry, con la ayuda de la niña se aplicó un poco de díctamo sobre las heridas del rostro, sonriendo de vez en cuando ante los gestos de dolor que hacía su hija. —¿Te duele mucho? —Lo miró preocupada al ver su gesto de dolor, dando pequeños toques con la gasa sobre el puente de la nariz de su padre. —No es nada. —Le sonrió cariñoso. —Mejor cuéntame, ¿Cómo estuvo tu día? —La verdad… —Lo miró dudosa. —Fue raro. —Harry arqueó una ceja. —¿Por qué lo dices? —Mamá me hizo preguntas muy extrañas. —Recordó, sonriendo al ver como la herida de su padre desaparecía y en su lugar sólo una pequeña mancha roja quedaba, sabiendo que James estaría orgullosa de ella al ver que aprendió bien. —Después Jamie y Lily me lanzaron bolas de nieve. —Agregó, rodando los ojos mientras negaba. —No pareces muy feliz. —Comentó Harry, guardando todo de nuevo en el cofre. —¡Es que hicieron trampa, papi! —Lanzó indignada. —Eran dos contra uno, ¡Y así no se juega! —Su padre la miró apenado pero divertido al mismo tiempo. —Me colgaron de los pies. —Gruñó enojada. —¡Y luego Lily me metió nieve debajo de la ropa! —Exclamó ofendida, recordando como después de aquel juego tuvo que tomar un baño; Harry soltó un suspiro, definitivamente sus hijos serían castigados por jugar tan brusco con Jean. —Hablaré con ellos, ¿De acuerdo? —Dijo tomándola para sentarla sobre sus piernas. Posteriormente, Harry optó por descansar un momento en la cama y Jean aprovechó para solicitarle que le leyera algunos cuentos del libro que su madre le había mostrado esa mañana, desde luego que él no se iba a negar. Acurrucada en el pecho de su padre, la menor de los Potter escuchaba atenta la lectura mientras su progenitor leía haciendo énfasis en los diálogos con gran entusiasmo para ella. Fue entonces que alrededor de las doce, su pequeña finalmente cayó rendida en sus brazos y así, con cuidado, dejó el libro sobre la mesita de noche; se incorporó tratando de hacer el menor ruido posible para que la menor no despertara, acomodando las mantas para mantenerla cálida, dejando la lámpara prendida consiguiendo que una luz tenue iluminara la habitación. Una vez dejó perfectamente a su hija, Harry salió del cuarto, notando enseguida el gran silencio que reinaba en la casa, además de la oscuridad, suponiendo de inmediato que James y Lily estarían dormidos. Al acercarse a al barandal logró percibir la luz de la cocina, imaginándose quién sería la única persona que estaría ahí; inspiró hondo y decidido, bajó despacio, escuchando únicamente el rechinar de la madera por sus pisadas. Al llegar, vio a Hermione de espaldas, agradeciendo por un momento la oportunidad de estar solos. —¿Podemos hablar? —Preguntó en tono suave al acercarse a la barra, viéndola de espaldas frente al fregadero en donde terminaba de secar los platos de la cena; Hermione se limitó a asentir en silencio. —Yo... l-lo qué pasó esta mañana... —Titubeó nervioso, sabiendo que le prestaba atención. —No era mi intención que... —Trató de decir, no sabiendo de qué manera continuar. —Tenías razón. —Murmuró cabizbajo. —Yo...no tenía ningún derecho. —Reconoció, pasando una mano por su cabello. —Es solo que... —Guardó silencio y tragó con pesar al recordar las palabras de Lily. —Tuve miedo. —Aceptó avergonzado, esperando paciente a que ella dijera algo, sintiendo que la angustia comenzaba a carcomerlo al no recibir una respuesta o una mirada clara de su amiga que lograra decirle lo que estaba pensando. La joven cerró los ojos y tomó aire en un intento de tragarse las lágrimas y el nudo en su garganta. —Hermione, por favor... —Suplicó en un susurro ahogado, sintiéndose desesperado a cada segundo que pasaba, pues su indiferencia lo estaba matando. —Desconfiaste de mí. —Habló con dolor, girándose despacio; Harry sintió un vacío en el estómago al ver su rostro nuevamente. Su mirada decaída, sus ojos hinchados y el rojo de sus mejillas lograron hacerlo sentir aún mas culpable y miserable, verla llorar era una cosa, pero saber que era responsable de sus lágrimas era algo que no podía soportar, pensó abatido. —Y cometí un error. —Aceptó enseguida con la garganta apretada, viendo como su amiga se apoyaba de brazos cruzados en la encimera, mordiendo su labio inferior y levantando su rostro, buscando que las lágrimas no salieran. —Hoy recibí una carta de San Mungo... —Anunció, viendo como él inmediatamente apartaba su mirada esmeralda de ella. —Fui notificada del altercado que tuviste con Cormac. —Añadió, observando como Harry se pasaba una mano por su rostro, cansado. —¿Por qué lo hiciste? —El silencio de nuevo golpeó la habitación. —¿Me dirás que me equivoqué? —Soltó serio, regresándola a ver. Para Hermione, la pelea entre Harry y Cormac era lo que menos le preocupada, su trabajo había pasado a segundo plano en el momento en que sus hijos llegaron del futuro, dejando al descubierto lo rota y desgastada que estaba su relación con ellos. —Me gustaría pensar que fue por una buena razón y no tus... —Inspiró hondo, dudando si decirlo o no. —Celos. —Terminó con incomodidad, no queriendo imaginarse que aquella disputa fue por culpa de la carta de esa mañana. —Yo no lo busqué a propósito. —Comenzó por aclararle, ya estaba cansado de los malos entendidos. —No lo pedí como mi sanador, es más, ni siquiera sabía que estaría ahí. —Reconoció. —Tenía cosas más importantes en que pensar. —Declaró, viendo como ahora era su amiga quien bajaba la mirada, sabiendo perfectamente a que se refería. —Pero empezó a escupir su veneno. —Gruñó, apretando sus puños al recordar la manera en que se refirió a Hermione. —¿Sólo por eso? —Cuestionó con suavidad, suponiendo en el fondo que había algo más; Harry guardó silencio y apretó su mandíbula, sosteniéndole la mirada; Hermione leyó la inseguridad en sus ojos verdes. —¿Tú... de verdad estás... saliendo con él? —Quiso saber, utilizando el tono más suave que le fue posible, pues el solo lanzar la pregunta hacía que su garganta ardiera; cansada, dejó salir un suspiro y asintió. —Pero no de forma romántica. —Le aclaró enseguida al ver el dolor y decepción en él. —Fue por cuestiones de trabajo. —¿De trabajo? —Lanzó serio sin alzar la voz. —¿En un restaurante todos los domingos? —Entiendo que pueda malinterpretarse. —Aceptó su amiga, no buscando hacer aquello más grande. —Pero de verdad… Yo nunca te mentiría. —Dijo con sinceridad y Harry lo vio en sus ojos, no necesitando más, conforme con esa simple, pero poderosa aclaración que sabía haría descansar su mente. —Lo que en verdad pasó… —No necesitas darme explicaciones. Confió en ti. —Enfatizó con firmeza, prometiéndose nunca más dudar de ella. Trabajo o no, Hermione nunca saldría con Cormac por gusto, mucho menos por un motivo romántico. —Lamento haberme ido así. —Murmuró de repente, acercándose despacio a ella. —Yo también lo siento. —Aceptó, mirándolo con arrepentimiento. —Jamás debí haberte tratado así y mucho menos... —Guardó silencio y tragó con pesar al recordar las palabras que le dijo y que terminaron hiriendo a su amigo. —No importa. —Negó con una mueca de sonrisa, restándole importancia, sin embargo, Hermione no permitió que esta vez le quitara parte de la culpa. —Claro que importa. —Refutó al recordar su dolor. —Te lastimé. —Murmuró con pesar, permitiéndose llevar una mano al rostro de su amigo, acariciándolo con suavidad; Harry tragó con pesar y cerró los ojos cansado, embriagado por su toque y su calor que lograban borrar con facilidad el frío en su corazón. Hermione supo con ese simple gesto que aún le dolía recordar las palabras que le dijo esa mañana y entendió que ella no era la única que había pasado un mal día. —No quiero que volvamos a pelear. —Susurró, abriendo sus ojos despacio para encontrase con esa mirada miel que extrañó tanto ese día; Hermione asintió ligeramente para después refugiarse en su pecho en donde enseguida fue rodeada por los brazos del auror. Inmediatamente un calor los rodeó, logrando hacerlos respirar aliviados, ¡Dios sabía cuánto necesitaban esto! Pensaron sin intenciones de quererse separar, pues era increíble como un gesto tan simple entre ellos podría reconfortarlos de una manera inexplicable. Harry se apartó un poco de ella y la observó con detenimiento, acomodando en el transcurso un ligero mechón castaño con una de sus manos; Hermione notó que escondía algo en su mirada y él supo que podía leerlo. —Me asusta perderte. —Confesó preocupado. —Antes de ser mi esposa y la madre de mis hijos, eres mi amiga... mi mejor amiga. —Enfatizó serio. —Si pierdo eso... —Guardó silencio y la miró abatido. —Siento que lo pierdo todo. —Susurró, sabiendo que su amistad era la base sólida que logró que todo eso se formara; Hermione lo miró conmovida. —Harry... —Desconozco que pasará con nosotros en el futuro, pero estoy dispuesto a luchar por esto. —Aseguró al tiempo que tomaba una de sus manos y entrelazaba sus dedos con ella, llevándola a su pecho para regalarle un beso en el dorso. Y Hermione no pudo estar más de acuerdo, amando su determinación y sus ganas por salvar a su familia; lo abrazó agradeciendo por primera vez que la vida lo uniera a un hombre como él, pues estaba segura que Harry se lanzaría al precipicio por ella o sus hijos sin pensarlo dos veces. La familia siempre fue un concepto valioso para él, pues injustamente las circunstancias le impidieron desarrollarse en un ambiente acogedor y lleno de amor como en el que creció ella, sabía en el fondo que Harry lo anhelaba y lo más importante, lo valoraba. Porque incluso sin saber cómo era eso, él estaba ahí ahora, dispuesto a aprender paciencia, amor y respeto. Dispuesto a entender y escuchar, a dar soluciones y corregir sus errores. Y eso simplemente lo volvía un hombre maravilloso, pensó abrazándolo con más fuerza. Después de unos minutos, el auror decidió preparar un té para ambos, sin embargo, el joven pudo notar que había algo más que escondían los ojos de su amiga, pues pese a que habían hablado veía una sombra de tristeza en sus ojos que desconocía. Hermione, por otro lado, no podía sacarse aún las palabras de su hija, sintiendo el miedo recorrerla y un peso golpear su pecho al pensar en lo que pudo haberles ocurrido a sus padres. —¿Vas a decirme qué sucede? —Se animó a preguntar al verla mirar su taza con tristeza sin darle un sorbo aún, limitándose únicamente a hacerla girar con sus dedos; Hermione inspiró hondo y lo volteó a ver, sonriendo ligeramente. —Estoy bien. —Susurró, no pudiendo evitar que le temblara la voz; Harry tomó su mano más cercana. Deseaba en verdad contarle todo, necesitaba desesperada que alguien la trajera de vuelta, que la ayudara a ver con claridad lo que en verdad estaba pasando y no podía pensar en nadie mejor que él. —Yo sé que no. —Respondió suave, pues difícilmente lograría engañarlo; Hermione tragó con dificultad aquella pesadez en su garganta que la estaba ahogando, impidiéndole hablar con claridad. —Hoy Jean se acercó a mí... —Le comentó en voz baja con una ligera sonrisa en sus labios que no alcanzó a llegar a sus ojos. —Eso es una muy buena noticia. —Admitió en un murmullo, apretando con suavidad su mano; Hermione asintió sintiendo sus ojos escocerle. —Le gusta que le lean cuentos. —Añadió con una suave risa, pero una lágrima escapó. —Y sin duda lo ha sacado de ti. —Reconoció suave, sonriendo de medio lado, sintiendo como su amiga apretaba ligeramente su mano, como si con ese simple gesto buscara el apoyo para lo que diría a continuación. —Le encanta el chocolate de menta de mamá. —Sonrió y nuevas lágrimas bajaron. —Sin embargo… —Murmuró con labios temblorosos bajando el rostro; Harry la miró preocupado al ver su frente arrugarse con angustia. —Jamás la conoció. —Musitó con dolor. Y no pudo contenerse más. Desconsolada, lo rodeó con sus brazos hundiendo su rostro en su pecho al tiempo que un sollozo escapaba de sus labios, dejándose vencer en sus brazos ante el terror por el que había sido acechada gran parte del día y es que, ¿Cómo se supone que debería tomarlo? Se cuestionó al recordar las palabras de su pequeña con dolor. —¡Ellos murieron, Harry! —Dijo con la voz desgarrada. —Oh, cariño... —Soltó angustiado, no dudando en brindarle refugio en sus brazos, sintiendo el miedo y el dolor expandirse en su pecho al verla así. Hermione no sabía cuánto tiempo más iba a lograr soportarlo, ¿Con quién más podría desahogarse si no era con él? Harry no sólo era su mejor amigo y más fiel confidente, él era su familia. Lo era incluso antes de saber que formarían una vida juntos y lo sería siempre, pensó, agradeciendo internamente que el auror estuviera para ella, pues sabía que estaba a punto de desmoronarse y él sería el único que la sostendría y no la dejaría caer. Harry la tomó del rostro con delicadeza, viendo sus ojos inundados de lágrimas, entendiendo que aquella tristeza ya la había visto antes, justo cuando emprendieron la búsqueda de los horrocrux. —Escúchame… —Pidió en un susurro sin soltarla para que lo mirara a los ojos, buscando la fuerza en sus pozos miel que en ese momento estaban nublados por el dolor. —Tus padres están vivos ahora. —Dijo con la garganta apretada, viéndola llorar desconsolada contra él. —Necesito que te aferres a eso, Hermione. —Pidió, buscando tranquilizarla. —¿Recuerdas nuestro tercer año? —Insistió con suavidad sin dejar de mirarla a los ojos, sabiendo que con aquella simple referencia le haría recordar todo lo que implicaba jugar con el tiempo y todo lo que podían salvar. —Por favor, dime que lo recuerdas… —Suplicó en un susurro, pasando sus pulgares por sus mejillas, barriendo con suavidad la humedad de ellas; Hermione asintió levemente, intentando tragarse su llanto. —Pero tengo miedo. —Reconoció con la barbilla temblorosa, pasando saliva con dificultad, sintiendo enseguida los labios tibios de Harry besar su frente con ternura. —Ellos estarán bien. —Dijo suave volviendo a concentrar su mirada en ella, regalándole leves caricias a sus mejillas con sus dedos. —Prométemelo. —Pidió con urgencia tomando sus muñecas con fuerza, manteniendo su rostro muy cerca del suyo. Y justo ahí, el tiempo se detuvo para Harry sintiéndose poderosamente atraído por su ternura y fragilidad. Rozó ligeramente la punta de su nariz contra ella y bajó su mirada a aquellos labios rojos, sintiendo como el aire cálido de su boca golpeaba su rostro, hipnotizándolo completamente. Sus largas pestañas, su respingada nariz, sus lindas pecas, su piel tersa y suave, la dulce miel de su mirada… Una fuerte emoción lo golpeó, deteniendo los latidos de su corazón. —Lo prometo. —Susurró y entonces, un deseo y una necesidad repentina creció dentro de él. Luego la besó. Dulce, delicado y despacio… casi temiendo asustarla, pero al mismo tiempo deseando obtener más de ella. Amando la textura de sus labios tibios, los cuales se abrieron con timidez para él, ¿Por qué de todas las formas posibles las circunstancias decidieron ponerla como su amiga primero? Se preguntó en medio de aquel beso y la respuesta vino enseguida apenas la escuchó suspirar, entendiendo entonces una de las razones de por qué el destino la eligió a ella como su acompañante de vida. Porque de no ser así, él no lograría apreciar lo perfecto y único que era ese momento, lo valioso que era ella. Porque jamás se permitiría perder algo que se construyó por muchos años a base de amor, confianza y lealtad; suspiró al sentirla llevar lentamente sus manos a su cuello al tiempo que el rodeaba su cintura. Y Harry se juró que nunca, nadie, jamás probaría el dulce elixir de la boca de Hermione. Sólo él. Se aferraría a ella con fuerza en esta o en cualquier otra vida, porque la amaba. Y amar no es sinónimo de abandonar, pensó. Sin imaginarse que aquella pequeña testigo resultado de su amor, los observaba desde las sombras con una sonrisa que reflejaba la ilusión y la esperanza. Y esa noche por primera vez, el muro de almohadas desapareció.