ID de la obra: 971

Regresión

Het
NC-17
En progreso
2
Tamaño:
planificada Maxi, escritos 72 páginas, 41.644 palabras, 8 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
2 Me gusta 0 Comentarios 1 Para la colección Descargar

Capítulo 7: Desconfianza

Ajustes de texto
El tiempo transcurrió y el sonido del reloj comenzó a desquiciarlo, ¿Por qué el tiempo avanzaba tan lento? Se preguntó Harry irritado y sofocado. Tomó su móvil, observando que este marcaba las cinco y treinta de la mañana y, no dispuesto a quedarse un solo minuto más en ese lugar, se incorporó del sofá, saliendo de la habitación no sin antes haber cogido un poco de ropa, cambiándose en el otro baño para no despertar a su amiga. Una vez listo, decidió dirigirse a la cocina y prepararse un café, esperando absurdamente que este le despejara un poco la mente. Al llegar, buscó entre la alacena el bote de aluminio donde se encontraba el café, llenó el depósito de agua de la cafetera, vertió los granos molidos y esperó. Sentado junto a la barra, Harry apartó sus lentes y talló sus ojos con pesar, agotado por esa noche larga, intentando buscarle una tercera cara a esa moneda, desesperado por encontrar otra explicación que lo ayudara a comprender qué estaba pasando. —No puedo hacer esto solo. —Murmuró para sí mismo, comenzando a sentir jaqueca; sin embargo, el ruido en las escaleras lo alertó, viendo con sorpresa como una pequeña castaña ingresaba al lugar al tiempo que tallaba sus ojitos con uno de sus puños, mientras que en la otra mano sostenía su peluche de hipogrifo. —Papi… —Murmuró con cansancio la niña, acercándose a su padre. —Buenos días, Jean. —Saludó Harry, tomándola de los brazos para sentarla sobre la barra junto a él. —¿Qué haces despierta tan temprano cariño? —Quiso saber, depositando un tierno beso sobre su frente. —No puedo dormir. —Respondió, refugiándose esta vez en el pecho de su padre; Harry sonrió con ternura y la rodeó con sus brazos. —¿Tuviste una pesadilla? —La menor negó. —Hay un monstruo en nuestra habitación. —Confesó preocupada, Harry la apartó desconcertado. —Anoche, Lily me dejó sola… —Comenzó al ver la confusión de su padre, quien supuso de inmediato en dónde estaba su hija. —Y lo vi por la ventana. —Contaba temerosa. —Quise esconderme entre las cobijas, pero el ruido me decía que él seguía ahí, ¿Crees que se quiera comer mi cabeza? —Inquirió preocupada, ganándose una mirada tierna y divertida de parte de su progenitor. —Nadie se comerá tu cabeza cielo. —Le explicó paciente, sonriéndole. —Quizás fue el viento quien movió alguna rama del árbol lo que no te dejó dormir. —Sugirió, viendo como su hija fruncía el ceño al tiempo que se llevaba un dedo a su barbilla pensativa, considerando que podía ser una posibilidad. —La próxima vez que lo escuches, puedes venir a decirme y yo me encargaré. —Le aseguró, sonriendo al verla asentir más tranquila, depositando un suave beso sobre su mejilla. Tan pronto la cafetera marcó una cantidad de agua razonable, Harry tomó una taza y se sirvió, no sin antes prepararle un poco de chocolate caliente a Jean, quien platicaba animadamente con él mientras preparaba el desayuno para todos. —¿Cuál es tu color favorito? —Preguntó, viendo como su padre le daba vueltas a un panqué en la sartén. —Rojo. —¡El mío también! —Soltó sorprendida por las cosas en común que tenía con su padre; Harry sonrió mientras abría la nevera y sacaba una caja de cartón con huevos. —¿Por qué no me cuentas un poco más de ti? —Pidió, depositando el panqué listo sobre un plato. —¿Qué tal te llevas con tus hermanos? —Agregó, fingiendo estar concentrado en el desayuno, pero atento a la explicación y gestos de su hija. —Bien. —Respondió con simpleza sin soltar su peluche, apartando un poco de su enmarañado cabello de su rostro. —Cuando me visitan, Jamie me lee cuentos antes de dormir y Lily me prepara el desayuno. —Añadió al tiempo que columpiaba sus piecitos que colgaban sobre la barra. —¿Y qué hay de mamá? —Inquirió, echando los huevos en la sartén para después sazonar con un poco de sal y pimienta; Jean movió sus hombros en una clara señal de no interesarle. —Casi no la veo, pero hay días que llega temprano, aunque siempre viene acompañada de ese señor feo. —Expuso sin poder evitar hacer una mueca de disgusto, llamando de inmediato la atención de su padre. —¿Qué señor? —Quiso saber, simulando sonreír con curiosidad, aunque por dentro sintiera como sus entrañas se hacían nudo. —No me acuerdo de su nombre. —Contestó, esforzándose por recordar. —Pero es rubio, alto y sus ojos son verdes. —McLaggen. —Escupió enseguida con acidez, borrando su sonrisa. —¡Sí, él! —Afirmó para enseguida poner cara de desconcierto. —¿Lo conoces? —Por desgracia. —Respondió su padre, tomando otra sartén para el tocino y las salchichas. —¿A ti también te cae mal, papi? —Preguntó, viendo a su progenitor asentir al tiempo que hacia una mueca; la niña sonrió esta vez al ver su gesto, totalmente de acuerdo con él. —Es muy presumido y grosero, ¿Cierto? —Harry asintió. —Y es un idiota. —Agregó, viendo como Jean abría los ojos con sorpresa, llevándose una mano a la boca para ocultar su risa, ¡Su padre había dicho una mala palabra! —¿Esa es la razón entonces por la que evitas a tu madre? —Añadió al recordar el comportamiento de la pequeña con Hermione; Jean se cohibió un poco en su lugar. —Es que… —Murmuró con el rostro bajo mientras movía ligeramente el ala de su hipogrifo. —No quiero que se moleste conmigo. —Confesó bajito, levantando su mirada verde con timidez hacia su padre; Harry la miró con extrañeza, no pudiendo evitar sentir una opresión en el pecho, ¿Por qué Jean pensaba que molestaría a Hermione? Se preguntó preocupado. —Linda… —Dijo enseguida en tono suave, pasando sus manos por sus pequeños hombros. —Mamá no se molestaría contigo por algo así. —Le aclaró al ver la carita consternada de su pequeña. —Al contrario, está preocupada por ti. —Le explicó, viendo como ahora Jean ponía cara de asombro. —¿De verdad? —Cuestionó, frunciendo su ceño con seriedad de la misma manera que él lo hacía. —Por supuesto… —Asintió. —Esta emocionada de conocerte, pero tiene miedo de que la rechaces. —Harry esperó paciente a que su hija dijera algo, sin embargo, la niña seguía mirando su peluche con gesto dudoso. —Jean. —La llamó en un tono más serio. —Necesito que pongas de tu parte. —Pidió mirándola a los ojos. —¿Y si se enoja? —Insistió no muy convencida. —Te aseguro que eso no pasará, cariño. De ser como tu dices, yo te defenderé. —¿Lo prometes? —Lo prometo. —Afirmó y ella soltó un suspiro, resignada. —De acuerdo, papi. —Aceptó, relajándose al ver que él le sonreía con suavidad. —Bien, Jean… —Decía su padre tomándola para bajarla de la barra. —Es hora de tomar el desayuno. —Dijo señalando la mesa. La menor de los Potter optó esta vez por un poco de cereal con fruta y mientras su padre terminaba de prepararlo, vio acercarse a James recién levantado, el cual dejaba claro por su rostro que había pasado una mala noche. —Buenos días. —Saludó Harry serio, dirigiéndole una mirada rápida mientras le servía leche en un tazón a Jean. James no respondió, limitándose a mirarlo de forma hostil, dirigiéndose a la nevera; su padre se pasó una mano por su cabello con cansancio. —Aquí tienes nena. —Dijo entregándole su plato con cereal a Jean, dándole un pequeño beso en la cabeza. —El desayuno está listo, si gustas… —No hace falta. —Contestó enseguida su hijo sin dirigirle la mirada mientras tomaba el frasco de avena. —Bien, entonces… —Iba a decir, pero se detuvo al ver entrar ahora a Lily con aquel cabello negro revuelto que por desgracia le heredó. —Oh, buenos días… —¿Qué tienen de buenos? —Lanzó la adolescente malhumorada, buscando un plato para servirse un panqué. La pequeña Jean sintió la tensión en aquella mesa, por lo que prefirió mantenerse callada mientras terminaba de comer sus froot loops, temiendo que en cualquier momento sus hermanos se fueran contra ella, pues al parecer los dos adolescentes se habían levantado con el pie izquierdo. El auror suspiró resignado, no podía reprenderlos por su malhumor, después de lo que había escuchado anoche, apenas y podía verlos a la cara sin sentirse culpable, a pesar de no saber exactamente qué fue lo que hizo él en el futuro, pensó. Tan pronto tomó asiento junto a la barra escuchó unos pasos acercarse a la cocina, suponiendo de inmediato que se trataba de Hermione. —Buenos días. —Saludó la chica al entrar. —Serán para ti. —Escupió su hija con acidez mientras movía con pereza el pedazo de panqué en su tenedor; Harry y Hermione la regresaron a ver de inmediato ante su tono. —¿Disculpa? —Dijo su madre ofendida, luego de regalarle un beso en la mejilla a su hermana menor. —¿Dónde aprendiste esos modales? Porque estoy segura que Harry ni yo te los enseñamos. —Agregó con seriedad mientras se acercaba al moreno; la adolescente rodó los ojos fastidiada. —Lily. —Le advirtió su padre con mesura, indicándole con la mirada que se disculpara. —Lo siento, ¿Contenta? —Soltó irritada, regresando su mirada a su panqué, olvidando por un momento lo estricta que solía ser su madre en algunas ocasiones. —Buenos días. —Saludó Harry con suavidad, regalándole un corto beso en la mejilla para después dirigirse a la estufa y servir un poco de desayuno para ambos; James frunció el ceño al ver aquel gesto cariñoso de su padre, ¿Por qué se trataban así? Se cuestionó, no entendiendo la relación de amistad que ambos tenían, es decir, ¿Quién saluda así a un amigo por la mañana? Sólo una pareja hace eso. —Has madrugado hoy, ¿Dormiste bien? —Preguntó Hermione dirigiendo su mirada a la ventana del comedor, donde una preciosa lechuza yacía con un par de cartas en sus patas; su hijo sonrió con nostalgia al ver a la vieja lechuza de su padre, recordando por un breve momento aquellos días en que le daba bocadillos a escondidas de su progenitor. —El colchón es un poco incómodo, pero sí. —Mintió, no queriendo tocar el tema de anoche con los chicos presentes, ya hablaría con ella después en privado. —Hola, Hedwig. —Saludó Hermione una vez se acercó y abrió la ventana, el animal respondió con una suave mordida a su mano que la llevó a sonreír levemente por primera vez esa mañana. Tan pronto tomó los sobres, la lechuza emprendió vuelo buscando quizás algún roedor por ahí que cazar. Caminó de regreso a la cocina mientras observaba la primera carta, la cual iba dirigida hacia Harry. —¿Hay correo para mí? —Preguntó su amigo, acercándose con el plato de ambos, viendo como Hermione abría su carta, cosa que de nuevo llevó a que James los mirara de forma extraña, ¿Eso no era invasión a la privacidad? Se cuestionó al ver la confianza con que su madre abría el sobre. —Sí, al parecer te necesitan en el ministerio. —Le informó mientras leía; Harry chasqueó los dientes fastidiado. —¿Es urgente? —No lo mencionan por ningún lado. —Le aclaró, volviendo a doblar la carta para dejarla sobre la barra. —¿Qué hay para ti? —Preguntó curioso, sentándose junto a ella. —Nada importante. —Respondió, llevándose de inmediato un bocado a la boca. —¿Nada importante? —Cuestionó curioso sin poder evitar mirarla divertido. —¿Quién recibe una carta a las siete de la mañana y no es importante? —Agregó, tomando el sobre de su amiga, sintiendo al instante como la bilis hacia mella en su estómago al leer el remitente. —Cormac McLaggen. —Leyó sin poder evitar hacer una mueca de disgusto, borrando la sonrisa que hacía unos momentos tenía, consiguiendo de inmediato llamar la atención de sus hijos, ¿Qué quería ese idiota con Hermione? Se preguntó molesto, queriendo hacer cenizas la carta no sin antes leer su contenido. —¿No piensas abrirla? —Preguntó en un tono más serio, tratando de sonar indiferente al tiempo que removía sus huevos revueltos con demasiada brusquedad, mirándola de vez en cuando por el rabillo del ojo. —Lo haré después de tomar el desayuno. —Respondió, dejando el sobre de lado para enseguida tomar un vaso y servirse un poco de jugo. —¿Por qué estás tan segura? —Inquirió de repente, llamando la atención de la chica. —¿De qué? —De que no es importante. —Siempre dice lo mismo. —Le explicó con sencillez, tomando otro bocado, ignorando el ceño fruncido de Harry, ¿Y eso qué diablos significaba? —¿Siempre? —Escupió sin poder evitar sonar hostil; Hermione asintió con tranquilidad sin imaginarse que sus respuestas simples sólo conseguían molestar más y más a su amigo. —¿Todos los días te envía cartas? —Cuestionó serio, apretando su tenedor con fuerza al verla asentir despreocupada. —No tiene importancia. ¡¿Entonces por qué no la abría?! Pensó irritado, respirando hondo buscando inútilmente calmarse, no podía simplemente abrir la carta y leerla, invadiría la privacidad de su amiga y eso, casados o no, jamás sería correcto, aunque… ¿Por qué él sí tenía que decirle el contenido de su carta y ella no? Quiso saber, sintiéndose de pronto ofendido, mirando con odio el sobre junto a él, ¿Por qué aquel idiota le enviaba cartas a Hermione todos los días? Y lo más importante, ¿Cómo es que él se acababa de enterar de ese detalle hasta ahora? Se decía molesto, sintiendo que esa casa comenzaba a sofocarlo. —Por supuesto, sólo es Cormac. —Soltó con amargura Harry, mirando su comida con disgusto, sabiendo que todos sus esfuerzos culinarios se habían ido al diablo, pues luego de esa carta, si tenía suerte, su comida le sabría a cartón; gruñó irritado, deseando que en ese momento el imbécil de McLaggen fuera esa salchicha para enterrarle el tenedor, perforarlo hasta el cansancio y al final dárselo de comida a las ratas. Hermione lo miró confundida, viendo como el auror partía las salchichas de mala gana, ¿Había dicho algo malo? —¿Estás bien? —Se atrevió a preguntar, estudiándolo con su mirada, sin embargo, la tetera en la estufa indicó que el agua estaba lista, interrumpiéndola. —Perfectamente. —Respondió serio, incorporándose para dirigirse a la cocina; Hermione se giró observándolo cada vez más preocupada al ver la brusquedad con la que abría y cerraba las puertas de la encimera, buscando alguna taza para prepararse un té. Los tres Potter miraron extrañados a su padre, llamándoles la atención aquella actitud, sin embargo, Harry estaba tan concentrado en su propio enojo, maldiciendo internamente a Cormac, que ni siquiera se percató de las miradas de los presentes. —¿Seguro? —Insistió su amiga, dejando de lado su comida. —¡Ya te dije que sí! —Contestó en un gruñido, haciendo un ruido sordo al dejar la taza sobre la encimera con demasiada fuerza; James y Lily se dirigieron una mirada de desconcierto, ¿Qué estaba pasando? Primero se enteraban que, incluso en esa época, su madre se mandaba correspondencia con el señor McLaggen, luego estaba su padre con aquella cara de pocos amigos, pues su ceño fruncido y su dura mirada la conocían perfectamente, ambas indicaban serios problemas, la cuestión eran ¿Por qué? Su hermana negó en silencio, indicándole que ella tampoco tenía idea de lo que estaba pasando por la mente de su padre. —Pues no lo parece. —Soltó enseguida Hermione con el ceño fruncido al tiempo que se cruzaba de brazos, no gustándole aquel tono con el que se dirigía a ella. —Que observadora. —Murmuró mordaz mientras vertía un poco de agua en su taza; James, Lily e incluso la pequeña Jean pudieron sentir como poco a poco crecía la tensión en la habitación. Hermione lo miró enojada y respiró hondo, tratando de tranquilizarse y no reaccionar de forma impulsiva delante de sus hijos. —¿Qué pasa contigo? Te estás comportando como un cretino. —Soltó molesta en un susurro al acercarse a él. —Deberías preguntárselo a Cormac. —Escupió sin bajar la voz, abriendo un sobre de té. —Digo, ya que al parecer son tan buenos amigos. —Agregó, lanzándole una mirada fría mientras revolvía con una cuchara el azúcar en el agua. El par de adolescentes se miraron con asombro, no creyendo lo que acababan de escuchar, ¿Acaso iban a presenciar su primera pelea de pareja? Pensaron, no pudiendo evitar emocionarse al ver que las cosas comenzaban a salir como ellos querían y sin necesidad de haber movido un dedo esta vez. Hermione abrió la boca sorprendida y de inmediato se volvió hacia sus hijos, quienes rápidamente apartaron la mirada de ellos, regresando su vista a su plato, fingiendo comer con tranquilidad ajenos a la discusión que estaban teniendo. —¿Ha sido por eso? Esto debe ser una maldita broma, Harry. —Espetó entre dientes, mirándolo con molestia. James le dirigió su mirada con cuidado a aquel sobre que se encontraba en la barra, preguntándose si él podría hacer la mecha de aquella bomba más corta; con cuidado, se incorporó de su silla y en un movimiento rápido cogió el sobre; Lily abrió los ojos alarmada. —¿Qué estás haciendo? —Le preguntó en un susurro, preocupada de que sus padres lo descubrieran. —Tengo un plan. —Contestó con aquel brillo malicioso en sus ojos avellana. —¿Y tú plan consiste en que mamá y papá nos desollen vivos? —Soltó incrédula, no sabiendo que pretendía su hermano. —Sólo observa. —Pidió, abriendo el sobre con cuidado y lo más rápido que sus manos le permitieran. —Somos compañeros de trabajo y debemos estar en constante comunicación, ¡No debería estarte explicando esto! —Le recordó en voz baja, ofendida al leer en sus ojos verdes lo que insinuaba. —Tu turno comienza a las nueve, un poco inusual el horario en que te busca, ¿No te parece? —Dijo sarcástico, tratando de mantenerse sereno; Hermione casi pudo sentir como sus ojos verdes la quemaban con su fuego. —Escucha, Harry… —¿Qué rayos es esto? —Oyeron de repente a James. —¡¿Dos reservaciones para cenar?! —Soltó enojado el mayor de sus hijos al tiempo que se giraba hacia ellos, agitando aquel trozo de papel que se encontraba en sus manos; Harry, Hermione y Lily lo miraron sorprendidos mientras que Jean pasaban la mirada de uno al otro sin entender nada de lo que estaba pasando. —¿De qué diablos estás hablando? —Lanzó enseguida su padre, acercándose para arrebatarle la carta furioso y comprobarlo él mismo. —¿Clos Maggiore?, ¿Estos son sus asuntos de trabajo? —Ladró un indignado Harry, apretando la hoja con coraje; Hermione se acercó furiosa a ambos y les arrebató su carta. —¡¿Quién les ha dado el derecho de revisar mi correo?! —Profirió enfadada Hermione, cansada de aquella discusión estúpida. —¡Sabes bien cuales son las intenciones de Cormac! —Le recordó airado su amigo, señalando con odio aquella maldita carta; Lily sonrió internamente al ver que el plan de su hermano había funcionado, sin embargo, al notar el rostro enfurecido de James al igual que su padre, supo que no estaba fingiendo y entonces comenzó a preocuparse. —¿Desde cuándo sales con ese señor? —Reclamó James detrás de Harry. —Sí, ¿Desde cuándo? —Lo apoyó enseguida su padre con los brazos en jarra, esperando una buena explicación. Hermione observó aquellos dos hombres que, pese a que eran de generaciones diferentes, compartían aquellos gestos y duras miradas, era increíble lo parecido que podían llegar a ser cuando se molestaban, sin embargo, no estaba dispuesta a ceder a ninguno de ellos, pensó decidida. —No voy a discutir esto contigo. —Declaró con mesura su amiga, tratando de recobrar la compostura. —Y mucho menos delante de nuestros hijos. —Añadió, dirigiéndole una mirada severa a James y Lily. —Cuando se te pase esta rabieta infantil entonces podremos hablar, como dos personas civilizadas. —Enfatizó, volviendo hacia Harry. —Mientras tanto, estaré en mi habitación. —Informó, dando por terminada aquella discusión, saliendo de ahí. El auror apretó sus puños, furioso ¿Eso era todo?, ¿Lo iba a dejar con la palabra en la boca?, ¡Oh no, de ninguna manera! Pensó dispuesto a no dejar la conversación ahí. —¡Aún no hemos terminado, Hermione! —Exclamó, saliendo detrás de ella. —Ni siquiera lo pienses. —Le advirtió Lily al ver que su hermano también pensaba subir. —Este plan se te salió de las manos en el momento en que leíste la carta. —Le recordó, y James sólo pudo gruñir con frustración. Hermione se colocó las manos en su cintura al tiempo que cerraba los ojos y tomaba aire hondamente. —Aquí vamos de nuevo. —Se dijo cansada al escuchar las pisadas fuertes de Harry acercarse. —Tú y yo vamos a hablar ahora. —Sentenció Harry enojado tan pronto cerró la puerta con brusquedad. —¿Ya terminó tu rabieta? —Lanzó mordaz la chica, sin inmutarse ante su tono. —No te va el sarcasmo, cariño. —Espetó imitándola, haciendo un claro énfasis en la última palabra. —Y a ti el comportarte como un idiota irracional. —Le devolvió con acidez; Harry respiró hondo tratando de concentrarse en lo importante y no explotar frente a ella. —Quiero saber qué significa esa maldita carta. —Demandó entre dientes, señalando aquel sobre que, junto a lo que había escuchado de James y Lily, lo único que estaba provocando era hacerle perder la cabeza. —No es de tu incumbencia. —Expresó con mesura al tiempo que se cruzaba de brazos; él la miró boquiabierto. —¿Perdón? —Dijo no creyendo lo que acababa de escuchar. —¿Qué has…? —¡Lo que oíste! —Lo interrumpió alzando la voz. —Te estás poniendo paranoico, mi única relación con Cormac es de trabajo, siempre lo has sabido. —Dijo seria. —Y si fuera el caso contrario, ¿Por qué tendría que rendirte cuentas de mi vida personal? Tú y yo ni siquiera estamos en una relación. —Le recordó indignada; Harry abrió los ojos, ofendido. —¡Aún! —Recalcó con el rostro colorado. —¿Ya se te olvidó quienes están abajo? —Indicó, dándole a entender que ahí estaba la prueba más grande de que formarían una familia algún día. —¡Que tengamos hijos no te da derecho a comportarte como un manipulador! —Profirió, cansada de aquellos celos irracionales de su amigo que nacieron de quien sabe dónde. —¡¿Y cómo se supone que reaccione si la madre de mis hijos está saliendo con un imbécil?! —Refutó exasperado, sabiendo en el fondo que sus razones iban más allá de eso. —¿Qué? —Soltó incrédula, ¡No acababa de decirle eso! —¡Abre los ojos, Harry! —Exclamó desesperada. —¡Ignora tus estúpidos celos y escucha lo que te digo! —¿No lo entiendes? —Rebatió airado. —No me habría importado si fuera alguien más, ¿Pero Cormac? —Soltó con disgusto mientras caminaba alterado por el cuarto. —¡No estoy saliendo con él! —Enfatizó colérica, viendo como Harry la regresaba a ver enseguida. —¿Ah no? —Lanzó rabioso. —Entonces dime, ¿Qué significa esto? —Le cuestionó al tiempo que le arrebataba la carta y la abría frente a ella. “Querida Hermione: Espero no ser inoportuno por la hora, sólo paso a recordarte que tenemos una reservación para cenar esta noche en Clos Maggiore como cada domingo, ojalá no tengas ningún inconveniente, me siento emocionado porque veas la sorpresa que tengo para ti, linda ¡Estoy seguro de que te encantará y no podrás rechazarlo! Con amor, Cormac. PD: ¿Te mencioné lo hermosa que te mirabas con aquel vestido rojo la última ves?” Harry sintió como el calor subía a su cara y sus intestinos se hacían nudo al terminar de leer la carta; Hermione se llevó las manos al rostro con cansancio sabiendo lo que vendría después. —¿Con amor?, ¿Linda? —Repetía Harry mirando aquella hoja con repulsión. —¿Y qué demonios significa esa sorpresa? ¡Merlín, hasta parece que te va a pedir matrimonio! —Soltó con coraje, arrugando el papel con su puño, lanzándolo a algún rincón de la habitación. —Harry, escucha… —Trató de decir su amiga, buscando inútilmente calmarlo. Estaba de acuerdo en que la carta fácilmente se podía malinterpretar y que para nadie era un secreto que Cormac la cortejaba, pero eso no justificaba sus reclamos, pues a pesar de que no había un papel formal en donde dijera que Harry y ella eran marido y mujer, existían ciertos límites en una relación y de ninguna manera dejaría que él los cruzara. James caminaba furioso sobre la sala de estar como león enjaulado, ¿Desde cuándo? Se preguntó, ¿Desde cuándo su madre les vio la cara de estúpidos? Quiso saber, sintiendo que el dolor en su pecho iba creciendo más y más al recordar las cartas que mencionó su hermana. —Tienes que tranquilizarte, James… —Escuchó a Lily decirle, quien tenía rato observándolo desde el sofá. —¡Es que no puedo! —Exclamó. —¡Jamás esperé esto de mamá, yo…! —Y su voz se quebró. Jean, sentada en uno de los sillones individuales, observaba preocupada a sus hermanos, tratando de entender lo que estaba pasando, ¿Por qué de repente sus padres comenzaron a discutir? Quiso saber, abrazando con más fuerza aquel hipogrifo que se encontraba junto a ella. No le gustaban las peleas ni los gritos, pensó cohibida al ver a su hermano mayor lanzar insultos al aire. —¿Crees que no sé lo que sientes? —Le recordó Lily con dureza. —Compartimos el mismo dolor, aunque nuestra decepción sea diferente. —Agregó con tristeza, sabiendo que el pesar de su hermano en ese momento era más por la desilusión que sentía de su madre. —¿Sabes? Tal vez no me habría importado que ella quisiera rehacer su vida, pero… —Se pasó las manos por su cabello castaño con frustración, logrando despeinarlo del mismo modo que Harry. —Nos olvidó, James. —Completó con sencillez. —Nos hizo a un lado construyendo un muro impenetrable entre nosotros. —James bajó el rostro, afligido. —¿Cómo íbamos a imaginarnos que del otro lado ella llevaría otra vida? —Le cuestionó con sus ojos verdes marcados de rencor. —Estás malinterpretando las cosas… —¿De qué otra manera se puede interpretar eso? —Arrojó enojado. —¡Maldición, Hermione!, ¿Ya olvidaste las veces que te quejabas porque no te dejaba en paz?, ¿Cómo es que ahora sales con él? —Decía sin darle oportunidad a la chica de hablar; Hermione apretó sus puños, no iba a tolerar un reclamo más. —¡Deja de decir estupideces! —Profirió, casi lanzando fuego por sus ojos miel. —¡¿Qué diablos pasa contigo?, ¿Por qué te comportas como un idiota celoso?! —Chilló harta de sus tonterías. —¡Me preocupo por mi familia, eso pasa! —Bramó furioso. —¿Familia?, ¡No tenemos una familia! —Soltó sin pensar Hermione, arrepintiéndose al instante al ver la mirada del moreno. Aquello fue un golpe bajo para él, quien sólo pudo verla conmocionado, sintiendo una punzada en el pecho al oír sus palabras. —Por supuesto… —Murmuró con decepción. —Harry yo… no quise… —Tragó preocupada y su amigo negó, sintiendo como el nudo en su garganta crecía. —Tienes razón… no tenemos una familia. —Repitió con el tono más frío que pudo, marcando en sus ojos verdes la desilusión que sentía. —Harry, por favor… —Olvídalo. —Negó nuevamente sintiendo sus ojos escocerle. —No sé ni qué diablos hago aquí. —Expresó dolido, acercándose al armario para tomar la primera chamarra que encontró. —¿Qué haces? —Quiso saber asustada al verlo salir de la habitación. —¿No lo ves?, ¡Me largo! —Anunció mientras bajaba las escaleras, llamando la atención de sus hijos, quienes rápidamente salieron para ver qué estaba ocurriendo; Hermione lo miró sorprendida bajando detrás de él. —¡Se racional, Harry! Te aseguro que es una confusión… —Insistía su amiga. —¡No me interesa! —Gritó, decidido a salir de ahí, no quería escuchar sus excusas, no quería más información que lo atormentara como la noche anterior. En ese momento lo único que necesitaba era estar lejos para pensar con claridad antes de decir algo que después lamentaría. —Si no te tomas esto en serio, ¡Entonces yo tampoco lo haré! —Fue lo último que dijo antes de salir de la casa dando un portazo, dejando a todos en la estancia boquiabiertos. Hermione se quedó en shock a los pies de la escalera, viendo preocupada a través de las ventanas como Harry partía en su camioneta, ¿Qué estaba pasando con él? Se preguntó preocupada, tragándose el nudo en su garganta. Anoche estaban bien y ahora, de la nada, tenían una fuerte discusión que para ella no tenía ningún sentido, ¿Por qué se estaba comportando tan irracional e impulsivo? Quiso saber, no encontrando una respuesta con sentido. Jean, escondida detrás de las piernas de su hermano, miró asustada a los presentes, jamás había visto a su padre tan enojado y ni siquiera recordaba haber presenciado antes una discusión de ellos. Abrazó la pierna de James con nerviosismo, ¿A dónde iría su papá? Se preguntó angustiada, temiendo que se fuera nuevamente por largos días. —Bien hecho mamá. —Soltó Lily con frialdad, recargada en aquel marco de la cocina; Hermione inmediatamente dirigió la mirada hacia sus hijos, luego se concentró en James, quien la observaba de forma sombría con los brazos cruzados. Hermione sintió la indignación correr por su cuerpo. —¡No tenías ningún derecho! —Espetó su madre entre dientes de forma acusatoria, acercándose a él con paso decidido. —¿Por qué lo hiciste? —Le exigió enojada; James tragó con fuerza, apretando su mandíbula, tratando de no inmutarse ante el tono de su madre. —Si querías privacidad, entonces no debiste tener hijos en primer lugar. —Respondió el chico en tono seco; su madre lo miró incrédula. —Pero ¿Qué es lo que…? —¡Ay, por favor mamá! —Lanzó Lily exasperada, enfrentándose a su madre; asustada, la menor de los Potter se apartó de inmediato de sus hermanos, temiendo que hubiera represalias contra ella. —¡Reconoce que fue tu culpa! —Dijo despectiva. —Esto es entre tu hermano y yo, Lily. —Le advirtió Hermione con mesura, pero la adolescente negó en desacuerdo. —¡James no tuvo nada que ver en tus decisiones! —Le recordó molesta. —¡Fueron tus mentiras! —La acusó señalándola. —No voy a permitir que me hables así. —Manifestó Hermione, perdiendo la paciencia con su hija. —¿Por qué no nos haces un favor y te largas con el señor McLaggen? No querrás llegar tarde a su cita de hoy, ¿Cierto? —Escupió con desprecio, caminando después hacia las escaleras. —Por cierto… —Se detuvo antes de llegar al segundo piso. —No olvides llevar el vestido rojo que tanto le gustó. —Agregó mordaz, después desapareció. —La honestidad… —Habló James luego de unos segundos, dirigiendo su mirada hacia su madre. —Es una palabra que te queda muy grande mamá. —Dijo impasible con aquellos ojos avellana que la observaban con frialdad y desesperanza. —Y la lealtad… —Rio con amargura. —¿Sabes siquiera qué es eso? —Le preguntó y Hermione sólo pudo mirarlo estupefacta, intentando asimilar todo lo que le estaba diciendo. —Eso pensé. —Murmuró con decepción antes de dejarla sola en aquella estancia, sabiendo en el fondo que hoy había logrado sembrar la semilla de la desconfianza en la relación de sus padres. Hermione apretó sus labios tragando aquel nudo en su garganta, sintiendo unas enormes ganas de llorar al mismo tiempo que un fuerte y desconocido dolor la invadía hasta lo mas recóndito de su alma, haciéndole difícil incluso respirar, ¿Por qué?, ¿Por qué sus hijos la trataban así? Se preguntó dolida, intentando tragarse sus lágrimas. Se sentía una criminal en aquella casa en donde todos los miembros eran los jueces que la señalaban sin darle una oportunidad de apelar la sentencia que le fue impuesta. Injustos. Esa era la palabra correcta, pensó abatida con la barbilla temblorosa, barriendo con brusquedad de su mejilla una lágrima que logró escapar, sin percatarse como su pequeña hija miraba angustiada a través de la ventana, esperando que su padre volviera. —Papi… —Susurró.
2 Me gusta 0 Comentarios 1 Para la colección Descargar
Comentarios (0)