ID de la obra: 978

OneShot's KakuHidan

Mezcla
NC-17
En progreso
2
Fandom:
Tamaño:
planificada Midi, escritos 47 páginas, 17.475 palabras, 3 capítulos
Descripción:
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(AU Angel's Of Death/KakuHidan Version) Tregua entre pisos

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⚠️AVISO⚠️ (Palabras vulgares, insinuaciones y un poco de tristeza/traumas)

Contexto: Otro OneShot, esta vez dentro del universo de Angels of Death, un anime/juego RPG que me encanta. En esta versión, Hidan es Zack y Kakuzu es el científico, con varios cambios para que la historia que tengo en mente encaje. En conclusión: la historia me la invento XD

(También hay ciertas diferencias de pisos que se contará en un futuro)

Y quedaos con que Natsuki es la hermana de Hidan.

Dependiendo de cuál de mis historias se trate, esta chica vuelve a aparecer: rubia si no es su hermana biológica y albina si sí lo es.

(Igual que otro hermano que tiene Hidan en varias de mis historias… pero eso ya se verá más adelante uwu).

 

También convertí este OneShot a formato PDF por si alguien quiere leerlo desde allí:

Tregua entre pisos PDF

 

 

***

En un laboratorio abandonado se encontraba Kakuzu experimentando con una de las víctimas del juego de matanza. Tarareaba en voz baja mientras limpiaba la sangre que aún brotaba del cuerpo caliente del cadáver, cuando de repente escuchó un leve toque en la puerta. Suspiró con frustración, preguntándose quién lo interrumpía en medio de su “trabajo”. La persona del otro lado no parecía insistente; incluso pensó en ignorarla y seguir trabajando, pero descartó la idea. Abrió la puerta con una mueca molesta en el rostro, pero al ver quién estaba detrás, una sonrisa alegre se le escapó —Ooohhhh venditas~ —alzó la voz y se acerca descaradamente al rostro del menor haciendo que se sonroje pero siendo tapado por las vendas de su cara —¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así? —se quejó alejándose del científico haciendo que de un leve puchero juguetón —Oh vamos sí sé que amas el apodo —aseguró el mayor dándole unas palmaditas en la espalda.   Como respuesta a eso, el ojivioleta rueda los ojos un poco molesto con la actitud del más alto —En fin solo vine a decirte que la estúpida del piso 5 ha hablado con los demás de algo, parece que quiere decirnos a todos alguna cosa —avisó mirando a un lado tratando de no mantener el contacto visual con el otro —Entiendo y… viniste para pedirme que me encargue de esa estúpida supongo —habló con una sonrisa tranquila, alzando una ceja al ver como el menor desvía la mirada.   Niega con la cabeza —Yo no dije eso, me da igual lo que haga esa perra, pero si nos ha convocado a todos será por algo “importante” y si ese no es el caso, entonces quizás si te pida ayuda para deshacerme de ella —comentó encogiéndose de hombros, su mirada seguía perdida por el laboratorio sin mirar al castaño.   Al notar que el menor seguía tratando de esquivar su mirada, aprovecho que estaba distraído para acercarse lo suficiente para sobresaltarlo —¿Sabes que es de mala educación no mirar a la gente a los ojos mientras le hablas? —dijo sonriendo acorralándolo hasta que la espalda del albino choca contra la pared —¿Q-que estás haciendo? —tartamudeó ligeramente aun sin mantener el contacto visual ignorando la pregunta anterior.   Oyendo la voz temblorosa del ojivioleta solo hace que se ría ligeramente — ¿Mmm no es obvio? —cuestionó agarrándole el mentón impidiéndole que los ojos del menor se vayan a cualquier parte —Si bueno, ya entendí, ¿puedes dejarme ir? —preguntó con un pequeño toque de fastidio en su voz poniendo una mano en el pecho del científico tratando de que no se acerque del todo —¿Dejarte ir? No puedo hacer eso —susurró agarrando la mano y apartándolo de su pecho, los ojos del menor se mueven rápidamente entre los ojos y labios del castaño.   Se muerde los labios ligeramente ahora sin poder apartar su mirada del moreno —Hidan… —susurró, acercándose aún más prácticamente a milímetros de los labios del contrario —Tengo qu —no pudo decir nada más, siendo interrumpido por los labios del ojiverde, al mínimo contacto el menor cierra los ojos y rodea los brazos alrededor del cuello contrario profundizando el beso.   Las manos del castaño bajaron desde la espalda hasta las nalgas del menor, agarrándolos con firmeza mientras ambos labios seguían en contacto, sin darse cuenta ya estaba bajándole los pantalones exponiendo la piel con vendajes del ojivioleta —Mmm~ —un pequeño gemido ahogado se escapa en medio del beso mientras el castaño apretuja las nalgas del menor metiendo sus dedos entre las vendas.   Los jadeos del vendado eran interrumpidos por la lengua intrusa del moreno entrelazándola con la contraria, notando como el menor no oponía ninguna resistencia, decide romper los vendajes dejando expuesto su trasero ante las manos traviesas del científico dándose el lujo de rozar sus dedos en la entrada —¡Mmm! —exclamó abriendo los ojos con sorpresa al notar los dedos del castaño peligrosamente cerca de su entrada apartándole rápidamente.   Hidan mira al suelo y agarra sus pantalones rápidamente poniéndoselos —¿Qué manía tienes por romperme los vendajes? —cuestionó de forma pasiva agresiva —Es que me impiden tocar tu piel —le respondió con una sonrisa disfrutando verlo nervioso.   Suspira de forma melancólica y enojada a la vez al oír las palabras del moreno —Kakuzu no quieres tocar mi piel ya te lo digo yo —murmuró poniendo en condiciones sus pantalones —Te recuerdo la quedada de la perra del piso 5 para que no se te olvide —habló esta vez en voz alta de nuevo apartando la mirada del otro dirigiéndose a la puerta —Lo sé tú trasero no hace que me olvide de cosas, pero sí que consigue mi atención —bromeó dándole una leve nalgada sobresaltando al menor haciendo que salga rápidamente del laboratorio.   Una sonrisa tonta se le escapa por todo lo ocurrido anteriormente, pero se le va rápidamente al recordar algo —Ostras no me ha dicho cuándo o donde debemos reunirnos con la loca esa —dijo en voz alta abriendo la puerta a ver si podía preguntarle, pero era ya demasiado tarde y volvió para adentro tapándose la nariz dándose cuenta de que el cadáver seguía haciendo que todo el laboratorio oliera a muerto, sin más distracciones decide deshacerse de la fuente del mal olor.   Por el otro lado estaba el vendado quejándose en voz alta siendo escuchado por su amiga rubia un poco nerviosa viendo como al que considera como su hermano mayor decía incoherencias a ojos de la menor pensando que podría estar volviéndose más loco de lo que ya está —Hidan por si necesitas otra opinión me gustaría decir que no deberías castigarte de esa forma, yo veo que Kakuzu te quiere como eres, creo que le importara muy poco como te veas físicamente o si ni siquiera sabes escribir, tú no tienes la culpa de no haber ido nunca a una escuela —opinó intentando animar al más alto.   Sus palabras suavizaron la mirada del ojivioleta, y una pequeña sonrisa agradecida creció en su rostro.   Natsuki decidió ir a buscar un poco de café para él. Al quedarse solo, Hidan se dirigió al baño. Cerró la puerta con llave y se miró en el espejo con inseguridad. Una mueca de asco se le escapó. Pero al recordar las palabras de Natsuki, los pensamientos negativos comenzaron a disiparse. Su mente estaba llena de cosas sobre lo que escondían debajo de esos vendajes, estaba mentalizándose antes de quitárselas y ver su cuerpo de nuevo, siempre le ha aterrado mirarse a un espejo después del “accidente” sin darse cuenta unas lágrimas ya estaban amenazando con salir de sus ojos, logrando caer manchando un poco las vendas en sus mejillas.   Las lágrimas caían mientras se quitaba los vendajes empezando por sus brazos y manos, solo se podían ver sus manos por la camisa manga larga que traía puesto, en el fondo no quería ver lo que sus vendajes escondían, pero ya había empezado y no iba a parar, para seguir primero se quitó la camisa y los pantalones, los vendajes que antes le rompió el científico dejaban expuesto un poco de su trasero, sus manos bajaron hacia su abdomen desenrollándolas hacia arriba quedando solo por quitar los vendajes por debajo de su cintura.   Sin pensárselo más de dos segundos, terminó de quitarse los vendajes. Su piel quemada le resultaba desagradable a la vista. Se limpió las mejillas, pero era inútil: las lágrimas seguían cayendo sin parar.   —Joder, deja de llorar —se reprochó en voz alta. Su tono dejaba entrever una mezcla de tristeza y rabia. Odiaba sentirse así. En su mente solo estaba la imagen de sí mismo reflejada en un espejo roto.   —J-joder... —un quejido ahogado se le escapó mientras se tapaba el rostro. Todo su cuerpo temblaba; podía notar cómo le dolía la garganta y las palabras simplemente no salían.   Se abrazó a sí mismo y se sentó en el suelo, llorando desconsoladamente.   Natsuki, al volver con el café y no encontrarlo, frunció el ceño con preocupación. Dejó la taza sobre una mesa y fue a buscarlo, esperando que no hubiera hecho una locura.   Pasamos de nuevo al laboratorio. A diferencia de Hidan, el científico tarareaba felizmente, pensando en la próxima vez que vería a su loco favorito. Mientras terminaba de limpiar, se escuchó que tocaban la puerta de nuevo y su sonrisa se agrandó, creyendo que su "Venditas", como él lo llama, había vuelto.   Antes de ir a abrir, se quitó la bata manchada de sangre y la dejó sobre una de las muchas mesas.   —Hola de nuevo, mi querido Venditas~ —saludó de forma coqueta al abrir la puerta. Pero su expresión cambió al ver a su asistente.   —¿"Venditas"? —cuestionó la pelirroja, de brazos cruzados y el ceño fruncido.   La asistente se adentró en el laboratorio y reafirmó su pregunta:   —¿Quién es ese “Venditas” al que mencionaste? —   Al oír su voz, él parpadeó ligeramente confundido, pero le respondió al instante:   —Oh, bueno, es el chico del piso 1… ya sabes, el que está cubierto de vendas por todo el cuerpo —explicó con tono tranquilo mientras se volvía a poner la bata.   —Ah, claro, ¿quién más sino? Y… ese “tonito” que usaste al pensar que era él —opinó, dejando en claro su desagrado al alzar una ceja.   —¿Tonito? Oh, hablas de mi tono de voz… ya sabes que me encanta bromear con todo eso, y es gracioso ver cómo se enfada —contestó con una sonrisa, volviendo a pensar en su albino.   Esa sonrisa hizo que su asistente se mordiera el labio con rabia. Sabía perfectamente lo que significaba: era obvio que el moreno se moría por los huesos de la persona a la que llamaba “Venditas”. Esa sonrisa tonta era la de un hombre enamorado. Ardía en celos al ver cómo el hombre que ella quería no se daba cuenta de lo que tenía justo en frente.   —¿Y qué hacía él aquí? Tenía entendido que las personas de su piso no tenían permitido salir o simplemente no salían —interrogó con una sonrisa falsa, acercándose a él.   Kakuzu se sentó con cansancio, moviendo el cuello de forma algo incómoda.   —Bueno, vino a decirme que la perra del quinto piso nos ha convocado para una reunión… no sé de qué —explicó mientras se estiraba, justo cuando su asistente se acercó por detrás, acariciándole los hombros. Él cerró los ojos, intentando relajar sus músculos.   —Entiendo… entonces, ¿cuándo o dónde tienes que ir, jefe? —susurró en su oído con un leve tono seductor, bajando lentamente las manos hacia su pecho.   —Se fue tan rápido que no le dio tiempo a decírmelo —contestó también en un susurro, perdido en sus pensamientos, sin notar las intenciones de la pelirroja.     De repente se levantó, sobresaltando a su compañera por el insistente toque en la puerta.   —¿Quién será ahora? —preguntó con extrañeza mientras se dirigía a abrir, sin notar la mirada frustrada de la pelirroja que lo seguía en silencio.   Abrió la puerta siendo empujado por la hermana del vendado.   —¿Natsuki? ¿Qué haces aquí y… sin Hidan? —preguntó algo preocupado, intentando calmar a la menor.   —B-bueno, yo estaba... pues, yendo a por un café para Hidan, y cuando volví, ya no estaba. Lo busqué por todo el primer piso hasta que me di cuenta de que el baño estaba cerrado —intentó explicar con voz temblorosa y la mirada fija en el suelo.   El científico asintió, esperando que continuara.   —Creo que Hidan se ha encerrado en el baño… y no me preocuparía si no fuera porque antes estaba triste. Tengo miedo de que vaya a hacer algo… ya sabes, algo malo —prosiguió, esta vez con un poco más de calma. Al escuchar la situación, sin dejar que la otra continuara hablando, él se movió rápidamente, rebuscando entre unas cajas y tomando varios vendajes.   —Entiendo. Llévame al baño —ordenó con firmeza, llevando consigo todo tipo de suministros para tratar heridas, tanto leves como graves.   Mientras tanto, el asesino del primer piso seguía encerrado en el baño, hecho un ovillo. Lo único que se oía eran sus sollozos, hasta que fueron abruptamente interrumpidos por unos golpes firmes, aunque con un leve temblor.   —¡Hidan! —gritó una voz familiar, precisamente la de la persona que no podía sacar de su mente… ni de su corazón, el cual comenzó a latir con fuerza.   —¿Qué...? —susurró al fin, levantándose con dificultad y apoyando su espalda contra la puerta.   Al ser un susurro muy bajo no es escuchado por el otro lado.   —¿Hidan? —volvió a llamar esta vez intentando abrir la puerta por él mismo, pero era inútil, estaba cerrado por el otro lado.   —Si ya te he oído y estoy desnudo no te voy a abrir —replicó limpiándose las lágrimas volviendo a su tono agresivo de siempre.   —¿Oh si? Pues entonces ya tengo otra razón por la que quiero que abras esa puerta —sonrió cambiando su tono de voz a uno más coqueto.   —¡Deja de decir tonterías, idiota! —rechistó sonrojado golpeando la puerta haciendo que el otro se ría.   —Está bien si no quieres que te vea desnudo, pero igualmente te dejaré aquí las suficientes vendas para todo tu cuerpo —dijo dejando las cajas en frente de la puerta.   Sin decir nada más, el castaño le hace un gesto a la rubia dejando en paz al encerrado en el baño, después de unos segundos sin oír ruidos abre ligeramente la puerta y su mirada se fija en las cajas rápidamente adentrándolas sin que nadie lo viera, al abrirlas se encuentra con las vendas que dijo el científico aunque también había distintos desinfectantes y herramientas de sutura, ignorando lo demás mientras se mira al espejo lentamente se pone las vendas, en su mirada se notaba el cansancio, pero eso no le impedía no dejarse algo sin vendar.   Por otro lado, estaban las dos personas más importantes para el vendado hablando no muy cerca de donde se había encerrado —Parece que al final no era nada, nuestro venditas sigue como siempre —opinó riendo un poco al recordar la misma actitud pasivo agresiva del albino —Si eso espero que no fuera nada y bueno al final ha sido útil que te fuera a buscar por lo de las vendas, porque si no él se quedaría encerrado hasta que le trajera unas nuevas —sonrió un poco aliviada aunque en el fondo seguía un poco preocupada.   La mirada del castaño se perdía en el pasillo, mientras en su mente solo persistía la imagen del vendado sin sus vendas. Imaginaba múltiples escenas en las que le mostraba su piel, y la mayoría de ellas terminaban de forma íntima.   —¿Sabes lo que Hidan esconde debajo de sus vendas? —preguntó en voz baja, mirando a la rubia.   —Es algo complicado de explicar, Kakuzu. Eso te lo tiene que contar él... está trabajando en ello, ¿sabes? —respondió con un pequeño suspiro, cansado y melancólico, consciente de lo difícil que sería para su hermano mostrarse tal cual es.   Él asintió, comprendiendo al instante la seriedad del asunto. Se mordió el labio, preocupado y frustrado, al darse cuenta de que no podía hacer nada para que el albino se sintiera mejor.   —Supongo que es cuestión de darle su tiempo —murmuró, pensativo, mientras ambos se sentaban a esperar a que Hidan saliera del baño.   Unos minutos después, el albino se acercó a ellos con las cajas bastante desordenadas entre sus brazos. Al alzarlas, el ojiverde parpadeó incrédulo.   —No sabía que tus manos eran como un terremoto. ¿Cómo crees que las moverías en otras circunstancias? —bromeó, moviendo las cejas de forma sugerente irritándolo y confundiendo a la rubia.   —¡Puto depravado mental! ¿Tengo un bajón y te pones a decir idioteces? —replicó, tapándole los oídos a la menor, esperando cualquier otra frase inapropiada del científico, que solo se dedicó a reír.   Después de ese pequeño acontecimiento, se dirigieron todos a una casa abandonada del primer piso. Durante el camino, intentaron preguntarle al vendado, pero él evadió cualquier cosa relacionada con lo ocurrido en el baño.   Ya en la casa abandonada, la rubia se fijó en la taza que había dejado antes sobre la mesa.   —Oh, te hice un café antes, pero ya no está caliente —murmuró con la cabeza un poco baja.   Mientras agarraba la taza, el albino rodó los ojos.   —Ve a ponerle hielo y ya está —ordenó de mala gana.   Ante esa opción, la rubia asintió con una pequeña sonrisa y los dejó solos.   —Qué lindo amor de hermanos... que no se note que no soportas verla triste —se burló el castaño con una gran sonrisa, irritando al ojivioleta nuevamente.   —Cállate, maldito científico. ¿Por qué mierdas sigues aquí? —exigió, apartando la mano del otro que estaba a punto de acariciarle la cabeza.   —Me tenías preocupado, venditas. Y bueno, también se te olvidó decirme cuándo tenemos que reunirnos con la del quinto piso —respondió alzando las manos en señal de paz.   Ante la mención de esa mujer, el rostro del más bajo se torció incómodo.   —¡Normal que no te lo dijera si salí huyendo de tus actos pervertidos! —vociferó enojado, con un pequeño sonrojo en las mejillas que pareció satisfacer la vista del científico.   —Venga ya, sabes muy bien que nunca haría algo que no quisieras. Y a ver... no te quejaste del beso, al contrario, lo seguiste —intentó razonar con cierto tono pícaro, lo cual irritaba aún más al menor.   —Como sea, tenemos que ir en unas horas. Igualmente te habría ido a buscar yo si no veía que venías hacia mi piso —dijo, ignorando lo que había dicho el castaño anteriormente.   Este alzó una ceja, curioso.   —¿Querías que fuera tu acompañante? Que es una reunión, no una cita —preguntó, manteniendo el mismo tono coqueto.   —¡Cállate y prepárate mentalmente para lo que nos tenga que decir esa perra! —ordenó, intentando ignorar el intento de flirteo, haciendo que el otro negara con la cabeza mientras dejaba escapar un suspiro al ver a su amado.   Natsuki volvió con el café con hielo para su hermano, quien lo recibió con gusto, enterneciendo al científico y haciendo un poco feliz a la menor. Pasaron un buen rato entreteniéndose, intentando seguir sacándole información sobre lo sucedido en el baño, sin mucho éxito, mientras esperaban a que llegara la hora de la reunión.   Ya se dirigían hacia el quinto piso. El científico trataba de calmar el enojo del vendado por tener que verle la cara a esa mujer, mientras la rubia, pensativa, los seguía un poco más lento, con la mirada perdida. Esto fue notado por el castaño, que se maldecía mentalmente: si Hidan notaba que ella estaba incómoda o cualquier cosa parecida, no querría ir.   Con rapidez, su mente pensó en algo.   —Después de esa reunión, que probablemente será bastante corta, ¿qué os parece si os ayudo a limpiar esa casa abandonada? —se ofreció, llamando la atención de ambos.   Se notó un pequeño brillo en los ojos de los otros. La rubia asintió mirando a su hermano, y el otro aceptó sin mirar al castaño, quien sonrió con satisfacción al haber conseguido aligerar el ambiente.   A partir de ahí, la conversación se centró con el tema de la futura reforma.   Su conversación fue interrumpida por la irritante voz de una mujer:   —Sinceramente, no te esperaba, mi querido pecador… y menos a la pequeña zorra de tu hermana, después de atreverse a dispararme —habló con una pequeña sonrisa torcida al ver a la rubia.   Fue respondida rápidamente con una mala mirada de ambos hermanos.   —A la próxima, el disparo será directamente a la cabeza —murmuró la rubia con la mirada inexpresiva, lo que llenó de orgullo al vendado.   Por su parte, el científico sonreía falsamente, mientras en su cabeza se formaban un montón de escenas grotescas torturando a la mujer. Sin querer hablar más con ella, el albino pasó de largo, acompañado de ambos, siendo perseguidos por la habitante del quinto piso, que debía dar el discurso.   Con toda la atención de los habitantes de los otros pisos, comenzó a hablar:   —Bienvenidos, mis queridos pecadores… y otras personas que, lamentablemente, se hospedan en ciertos pisos —miró de reojo a la pequeña rubia, que le devolvió la misma mirada inexpresiva de antes —Os he convocado para una pequeña charla. Ya que la mayoría de aquí son unos hermosos pecadores que tanto amo, he pensado en una pequeña tregua entre cada piso —explicó, señalando con su látigo una pizarra con un dibujo mal hecho de todos los habitantes principales de cada piso, rodeados de corazones.   Se oyó una voz infantil quejarse:   —¡No pienso hacer una tregua con el idiota que me robó a mi querida Tsuki! —gritó desde encima de una mesa, intentando llamar la atención de todos.   El albino, irritado, le gritó de vuelta:   —¡Cállate, mocoso de mierda! ¡Natsuki no te da bola, entiende! —   Ambos intentaron razonar a gritos, hasta que, harta de la pelea, la dueña del quinto piso les golpeó a ambos con su látigo.   —¡El niño simp que se calle! Si una chica no te hace caso, menos lo hará siendo un puto acosador. Ahora, como decía… la tregua consistirá en que ninguno intentará matar a otro y podremos viajar entre todos los pisos de ahora en adelante. Y tengo unos buenos métodos para que aceptéis de inmediato —terminó su explicación acariciando el látigo, dejando claro a qué se refería con “métodos”.   Se tomaron todos un buen tiempo para decidir qué hacer con esa tregua. Finalmente, acordaron que, si se rompía, se haría otra reunión para decidir las consecuencias. Queriendo irse ya, todos aceptaron: algunos no tan seguros como otros, y otros simplemente por querer marcharse lo antes posible.   La anfitriona se despidió de todos sus queridos pecadores con una gran sonrisa, mientras el trío se alejaba a paso rápido, sin despedirse de ella. Con la tregua entre pisos declarada, se dirigieron a lo importante: limpiar y redecorar la casa abandonada.
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