ID de la obra: 1010

Megaman X9: Apocalipsis - Primer Acto

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Axl, X, Zero
Tamaño:
58 páginas, 18.511 palabras, 9 capítulos
Descripción:
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Capítulo 2

Ajustes de texto
Al llegar a la base Hunter, Axl recibe noticias de que X y Zero aún se encuentran fuera. —¿Qué quieres decir con que ninguno de los dos está aquí? —preguntó Axl, cruzando los brazos frente al espejo de la sala de interrogatorios, donde Dynamo se encontraba sentado y esposado. Pallete revisaba una tableta con información de los cazadores legendarios. —X sigue en Neo Arcadia con Alia. Está supervisando la revisión del sistema generador eléctrico de la ciudad. —¿Y Zero? —insistió Axl. —Fue enviado a investigar una anomalía cerca del cráter donde cayó la colonia Eurasia. Axl enmudeció. Ese lugar… no estaba en la lista de zonas prohibidas. —¿Por qué lo enviaron solo? Pallete suspiró hondo. —No fue una misión estándar. Los investigadores del campamento Zeta–9 solicitaron ayuda urgente. Las comunicaciones se rompieron tras emitir un último mensaje: "Identidades reploid detectadas. Clasificación: obsoletas. Estado: activas. Hostiles... conocidos." Axl frunció el ceño. —Eso no tiene sentido. ¿Estás diciendo que están siendo atacados por... reploids que ya están muertos? —O… olvidados. Recordemos que ese laboratorio no fue destruido, sino clausurado y sellado —respondió Pallete, con un atisbo de miedo en la voz. Axl exhaló con impaciencia y abrió el micrófono de la sala de interrogatorios. —Qué suerte tienes. Ninguno de los dos está aquí por el momento, así que estarás ahí un rato más. Dynamo levantó la vista y sonrió, como diciendo: “no tengo a dónde más ir.” —Pallete, comunícame con el comandante Signas. Voy a hacerle compañía a Zero —dijo Axl, con decisión. Pallete asintió mientras abría algunas ventanas en su tableta. —Sí, dame un momento para establecer la comunicación. La imagen del comandante Signas apareció en pantalla, pero su respuesta fue negativa. —Lo siento, muchacho. Debes vigilar a tu “huésped”. Esperemos que X termine pronto su recorrido y regrese lo antes posible. De momento, mantente en la zona de detención. Axl asintió con resignación. —Entendido. Pallete le sonrió con suavidad y le palmeó el hombro. —Lo intentaste. Estaré aquí haciéndote compañía. Mi turno también ya terminó. Axl se giró para verla y asintió. —Gracias. Espero que a Zero le vaya genial. Zona de N.O.D., poco después de la medianoche. Zero ajusta su Z-Saber, las Kaiser Knuckles (K-Knuckle) y los Boomerang Fans (B. Fans), preparándose para descender. La voz de Layer suena clara a través del comunicador: —¿Todo listo? Recuerda llevar un par de sub-tanques por si hay emergencia. Zero asiente con seriedad. —Todo listo. Por lo que me dijeron, la situación fue muy rara. Layer baja ligeramente la mirada, preocupada. —Sí... es inquietante. Las unidades antiguas comenzaron a moverse solas, pero... un reploide desconocido apareció. Salvó a los investigadores y descendió con las unidades obsoletas. Zero entrecierra los ojos. —¿Un reploide desconocido? —Así es —confirma Layer—. Según los testigos, no se alcanzaba a distinguir del todo, pero un sable rojo brillaba en su mano… se movía con cautela y una elegancia marcial. Zero no responde. Solo activa su localizador y comienza a caminar hacia el borde del abismo que lleva a los restos del antiguo laboratorio de Gate. El viento nocturno sopla con una quietud extraña. —Layer —dice finalmente—, una vez adentro la comunicación puede cortarse. Atenta al localizador y a mis señales vitales. —Con cuidado... Zero —responde Layer con voz suave, justo antes de que él se adentre de lleno en la oscuridad del laboratorio. Al aterrizar en suelo firme, Zero alzó la vista hacia el cielo estrellado, mientras la estática del comunicador zumbaba débilmente en sus oídos. Soltó un largo suspiro y bajó la mirada, percatándose de la escasa iluminación del laboratorio subterráneo. Vaciló por un momento. Consideró activar los B. Fans para iluminar su paso, pero luego dudó. Tal vez era mejor seguir envuelto en las sombras. —Tanto tiempo... y este lugar aún me da escalofríos —pensó, recordando la brutal presencia de High-Max. Comenzó a avanzar con cautela. Sostenía un K-Knuckle en una mano y con la otra rozaba la empuñadura del Z-Saber, listo para combinar un golpe contundente con un tajo certero. Al poco tiempo, alcanzó un corredor con una iluminación tenue: débiles líneas de luz púrpura y azul recorrían el suelo y las paredes, como un sistema circulatorio agonizante. —Parece que aún queda algo de energía residual —murmuró, manteniéndose alerta mientras escaneaba su entorno con la mirada. Continuó su camino, preparado para cualquier eventualidad. El silencio era denso, casi irrespirable… hasta que lo escuchó. A poca distancia, el eco de pasos metálicos, torpes, resonaba como un lamento mecánico en la oscuridad. Zero apretó el paso, moviéndose con sigilo. Se ocultó entre las sombras y esperó. Entonces lo vio: un reploide arrastrando sus extremidades, infectado con el Virus Pesadilla. Sus movimientos eran erráticos, casi dolorosos de ver. Sin dudar, Zero emergió y descargó un golpe con el K-Knuckle, reduciendo el cuerpo del reploide a chatarra. En un solo giro, desenvainó el Z-Saber y acabó con la forma visible del virus, dispersándolo en un destello violáceo. —Gate… ¿aún sigues jugando al científico loco? —murmuró con tono seco. Unos chasquidos extraños comenzaron a sonar por todo el laboratorio. Las luces, antes intermitentes, encendieron de forma tenue, revelando la escena con una claridad escalofriante. Cuerpos de reploides mutilados yacían en el suelo, sus piezas dispersas con precisión quirúrgica. No fue una masacre impulsiva… fue una disección meticulosa. Zero frunció el ceño. —Esto no es solo trabajo del virus… pero al menos les dio paz a estas pobres víctimas. El zumbido del Z-Saber cortaba el silencio del laboratorio. Con la nueva iluminación parpadeante, Zero alzó la vista. Reconocía esos pasillos, esos corredores... y ese hedor al pasado mal enterrado. Guardó el sable y el K-Knuckle, optando por la gran defensa de los B. Fans. El tenue fulgor de sus hojas giratorias iluminaba su andar. —Espero equivocarme… —dijo en voz baja, más a sí mismo que a nadie. Avanzó por el pasillo con ambos abanicos en alto. Su paso era lento pero firme, cada zancada medida, cada sombra analizada. Esperaba el ataque, un movimiento brusco, una trampa. Pero nada. El lugar estaba muerto. Como siempre debió estarlo. Y entonces, al cruzar el último umbral del corredor, lo vio. Aún allí, tendido, como si el tiempo nunca hubiera avanzado. —Isoc… —susurró Zero, con un dejo de respeto mezclado con rabia contenida. Apenas unos pasos más adelante, con su silueta colosal aún arrodillada, como si el tiempo se hubiera detenido... El cuerpo inerte de High-Max. El eco de una guerra pasada. El cementerio de una locura que se negó a morir. Una risa maniaca —solo audible en los rincones más oscuros de la memoria— retumbó en su mente. No en el aire. En el alma. “Grandioso, Zero… grandioso… mi creación...” La voz de Isoc, burlona y enfermiza, se arrastró desde el recuerdo como un virus que se niega a borrarse. Zero apretó los dientes al pasar junto al cadáver de Isoc, su figura todavía rígida en la muerte. El reploid avanzó sin detenerse, pero sus pasos eran más pesados. El pasado no se entierra en silencio. Y esta noche, parecía decidido a arrastrarse fuera de su tumba. El sonido de los pasos comenzó a duplicarse, Zero levantó la vista y observó aquel brillo rojizo, y al hombre que portaba aquel sable. —Buenas noches, capitán Zero. Dijo aquel hombre con una voz noble y llena de respeto. —...Coronel. —El nombre escapó de sus labios antes de poder detenerlo. El reploid levantó la vista con dificultad. Sus ojos brillaban apenas, como si su núcleo apenas mantuviera el alma encendida. —Zero... —dijo, su voz cargada de un dolor más profundo que cualquier herida. —Agradezco que seas tú. Silencio. Zero dio un paso, apenas. —¿Eres real? —No lo sé —respondió Coronel—. Lo que sea que me sostiene... no es vida. —Tienes que matarme... antes de que pierda el control. Zero dudo de levantar el sable contra aquél que alguna vez fue su rival, pero también un compañero en armas, guardo los B.fans y se acercó un poco más a él. —¿Quién hizo esto? —preguntó, sabiendo que tal vez no quería la respuesta. Coronel bajó la cabeza, sus hombros temblaban. No por miedo, sino por el esfuerzo de sostenerse a sí mismo. —No lo sé, cuando desperté había alguien más conmigo, un científico se le veía alterado como si el solo hecho de estar vivo le afectará, Gate… creo que era su nombre. Un zumbido inquietante resonó entre las paredes del laboratorio. Algo, en lo profundo, se removía. —No quiero luchar contigo —murmuró Zero, apretando los dientes. —Pero debes hacerlo —susurró Coronel, y dio un paso adelante. Su sable rojo se encendió, más tenue que antes, como el ocaso de una estrella. —Hazlo… mientras aún soy yo. Y en ese momento, Zero supo que la batalla no era por victoria… sino por liberar una alma prisionera. Zero empuño con decisión su sable, y esta vez se encendió de un tono purpura. —Por favor, Zero… un último duelo digno. Suplico Coronel levantando su sable torpemente. —Sera tan digno, como tu vida… compañero— Respondió Zero chocando suavemente su sable con el de Coronel. Coronel se lanza en un ataque desesperado, no lo hizo para ganar, no lo hizo para dañar a Zero, lo hizo… para librarse de aquella asquerosa vida. En un movimiento instintivo Zero perforó el pecho, el núcleo de Coronel, cuando reacciono a lo sucedido, el coronel en sus últimos segundos puso una mano en su hombro. —Gracias… Coronel cayó de rodillas lentamente, como si incluso en la muerte quisiera mantener la compostura de un oficial. La luz de su sable titiló… y se apagó. Su cuerpo aún sostenía la postura, rígido, como una estatua dedicada al sacrificio. Zero bajó la mirada, con el rostro oculto por la sombra de su casco. El eco del sable al apagarse fue lo único que se oyó por largos segundos. Activó el comunicador, aunque sabía que quizás no obtendría respuesta. —Layer... he encontrado al reploide desconocido. Ya está en paz. Una pausa. No para oír, sino para respirar. Para no quebrarse. —Continúo con la misión. Y caminó hacia la oscuridad, dejando atrás un monumento de metal… y honor. Se adentró más al laboratorio, a lo más profundo, donde aquellas baldosas doradas se tornaban oscuras, donde los cuerpos monstruosos y fallidos de Sigma aun colgaban de las paredes, y en el fondo del pasillo lo escucho, la voz de alguien cayendo en la locura, de alguien que vio el infierno. —Gate…— Dijo con la intranquilidad contagiada. Gate giro lentamente a verlo, su rostro de pánico se esfumó revelando esperanza. —Capitán… Zero—. El silencio dura unos segundos, Zero observa como la intranquilidad de Gate baja. —Aquel honorable guerrero… — Dijo antes de que Zero terminara la frase por él. —Descansa dignamente, como siempre debió ser—. Gate asiente. —Yo también debo descansar… pero antes… —dice, mientras saca unos cuantos discos de información. Su voz es suave, como si cada palabra le costara más que la anterior—. Revisen la información, se los suplico. Tú y el señor X… son los únicos que podrán detener esto. Hace una pausa, mirando más allá del presente, como si viera aquello que aún no ha llegado. —Yo, Coronel, Sigma… solo somos el inicio de algo terrible. Espero que los fantasmas del pasado ya no les aterren. Gate extendió los discos con manos temblorosas, sus ojos vacíos buscaban en los de Zero una última chispa de esperanza. Zero los tomó sin decir palabra. —No repitas mis errores, Zero… si ves a Alia… dile que lo siento. Por todo. —Su voz se quebró apenas. Un leve brillo púrpura recorrió su cuerpo: su sistema colapsaba. No había virus. No había ataque. Solo el peso de una conciencia que había ido demasiado lejos… por demasiado tiempo. Gate sonrió por última vez. —Quizás… aún haya salvación para ustedes… Y cayó, con la misma serenidad que solo tiene quien acepta su condena. Zero guardó los discos. No con prisa, sino con la solemnidad de quien recoge los restos de una tragedia para que nadie más los olvide. Encendió los B.Fans y procedió a regresar a la salida del laboratorio, en silencio. Las luces parpadearon a su paso. Una tras otra, apagándose dejando en la sombra algunos de aquellos fantasmas, de aquellos fantasmas del pasado, sin saber que uno de ellos lo observaba, silenciosamente. Las baldosas se volvían a tornar doradas, cuando detrás de él algo grande cayó, en la oscuridad un par de ojos rojos brillaban, las luces comenzaron a parpadear como si se burlaran de la situación de Zero. Zero se giró e instintivamente levantó los B.fans que repelieron una ráfaga de balas, entre los parpadeos lo pudo observar, una de esas abominaciones a las que Sigma llamaba “cuerpos” fallidos aquel cuerpo que lleva la cabeza de chacal. —Acaso, ¿será la conciencia de Sigma? Dijo antes de arrojar con fuerza uno de los B.fans el cual golpeo de lleno en el pecho de aquella abominación. Aquella arma apenas volvía cuando otra ráfaga de balas salía de la boca del chacal, Zero con amplia destreza desviaba las balas con el B.fan en su mano. La ráfaga duro más de lo pensado, Zero dejo de lado el B.fan que regresaba a su ubicación y opto por utilizar un K-Knuckle, cada paso que daba, la ráfaga se volvía más fuerte e intensa y de pronto terminó, Zero en ese momento aprovecho la oportunidad y corrió rápidamente, dio un salto y el golpe que le dio con el K-Knuckle emitió un destello de luz que destruyó la cabeza de aquel ser. El cuerpo del chacal se tambaleó, chispeando y soltando humo por la abertura donde antes hubo una cabeza. Cayó hacia atrás con un estruendo metálico, sacudiendo el suelo agrietado del laboratorio. Zero aterrizó con firmeza, jadeando apenas. El K-Knuckle aún brillaba levemente por la energía residual de la descarga. Y con aquel silencio, casi podía oír su propio núcleo vibrar. Las luces dejaron de parpadear y se apagaron por completo. Solo los sensores oculares de Zero le permitían ver un poco en esa oscuridad absoluta… pero ya no había nada allí. Nada más que cadáveres y ecos. —Eso… no era un virus —murmuró, con el ceño fruncido—. Era deliberado. Diseñado para cazar. Giró la cabeza apenas, mirando una última vez hacia el pasillo del que había salido. Los cuerpos colgados, los techos goteando aceite seco, los fragmentos de antiguos soldados... Y más allá, en la pared del fondo, un símbolo quemado a medias por el tiempo: la silueta del emblema de Sigma. Deformada. Como si alguien lo hubiera querido borrar… pero no del todo. —No estás muerto, ¿cierto? —susurró Zero—. Solo… acechando. Tomó el B.Fan que dejo pasar y caminó hacia la salida, ignorando por completo el hecho de que, en aquel lugar, dos cuerpos faltaban. Las luces de emergencia del elevador se activaron al detectar su señal vital. El ascensor tembló al iniciar su ascenso. Mientras subía, Zero cerró los ojos por un segundo. Sintió el peso de los discos de Gate aún en su compartimento. Sintió el eco de Coronel sobre su hombro. Sintió el olor metálico del chacal. Y por un segundo… …sintió que todo apenas comenzaba. —¿Zero?, ¿Zero? —se escuchó la voz de Layer en el comunicador. Zero soltó una fuerte exhalación. —Misión completa. Sabrás lo ocurrido con la grabación en mi unidad de almacenamiento. Layer respiró aliviada. —Enterada. Prepararé tu regreso. Hasta entonces… descansa. Zero asintió en silencio y se sentó dentro del elevador, tomando uno de los sub-tanks. El ruido del líquido energizante llenó la pequeña cabina, mientras el ascensor continuaba su ascenso, alejándose poco a poco de las sombras del pasado.
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