Capítulo 4
19 de septiembre de 2025, 21:51
Axl se encontraba en la antesala de la sala de interrogatorio. Se veía aburrido y cansado, jugando con sus armas para matar el tiempo, cuando la puerta detrás de él se abrió.
X y Zero entraron con paso firme, pero con una expresión de consternación.
—Una disculpa, Axl. No me permitieron regresar hasta después del amanecer —dijo X, con tono de culpa.
Zero no dijo nada. Solo apoyó una mano firme sobre su hombro.
Axl entendía. Sabía por qué Zero no se presentó en la noche. Sabía sobre los discos. No necesitaban palabras.
—No se preocupen —respondió Axl, negando con la cabeza y forzando una sonrisa—. Estoy bien… solo un poco cansado.
Zero miró a su alrededor, retomando el control de la situación.
—Bien. Solo falta la señorita Pallette para ayudarnos con la transcripción y la grabación del interrogatorio.
X y Axl asintieron al unísono.
La puerta volvió a abrirse. Era Pallette, relajada, con energía renovada. En su mano llevaba un Sub-Tank brillante.
—Oh, buenos días, capitanes —saludó con alegría—. Axl quiso quedarse a vigilar al detenido. Le dije que no era necesario, pero… bueno, ya lo conocen.
Sonrió mientras colocaba el Sub-Tank sobre la mesa, junto a él.
Axl lo tomó y le dedicó una sonrisa cansada.
—Gracias...
Mientras Axl bebía, Zero observó la sala de interrogatorios con gesto serio.
—Supongo que ya podemos empezar.
X asintió. Ambos cruzaron la puerta.
Del otro lado, Dynamo los esperaba. Estaba esposado a la mesa, recostado con una sonrisa indolente. Jugaba con el respaldo de la silla como si no estuviera detenido.
—¡Señor X! ¡Señor Zero! Amigos… ¿cuánto tiempo?
—No somos amigos —dijo Zero con frialdad.
X se llevó la mano al rostro, soltando un suspiro de fastidio.
Pallette se ubicó en el panel de control y activó la grabación.
—Grabando. Interrogatorio iniciado. Hora: 09:47. Sujetos presentes: Comandante X, Capitán Zero, Navegadora Pallette. Interrogado: sujeto Dynamo. Estado legal: detenido.
X se colocó frente a la mesa, cruzando los brazos.
—Desapareciste del radar por mucho tiempo. Nadie sabe cuánto exactamente. ¿Dónde estuviste?
Dynamo sonrió con media boca.
—Eso depende. ¿Hablamos de tiempo cronológico, emocional o… espiritual?
Zero lo fulminó con la mirada. Dynamo alzó las manos, divertido.
—Estuve lejos. Observando. Escuchando. Y, en ocasiones, interviniendo… discretamente.
X frunció el ceño.
—¿Interviniendo cómo?
—Oh, vamos, comandante. ¿Nunca se les hizo raro que, durante ciertos desastres, algunas cosas no escalaran como debían?
Respondió con su sonrisa socarrona.
Pallette lo miró.
—¿Qué estás insinuando?
Dynamo se inclinó ligeramente hacia adelante, su sonrisa afilada.
—Cuando Red liberó a sus Mavericks… en varios sectores periféricos los reportes de mecaniloides disminuyeron súbitamente. Durante la rebelión de Lumine… sus cazadores no daban abasto, pero ciertos sectores estratégicos se mantuvieron estables.
¿Creen que eso fue suerte?
X y Zero se miraron, tensos.
—Fui yo —dijo Dynamo, sin dramatismo—. Desde las sombras. Saboteaba rutas, activaba trampas olvidadas, desviaba señales. No lo hice por ustedes. Lo hice… porque no quería ver este mundo arder del todo.
Pallette tecleó rápidamente.
—Tenemos algunos registros. Casos aislados… como el colapso de mecaniloides en el sector C-11. El escuadrón nunca llegó. El problema se resolvió solo.
Dynamo sonrió satisfecho.
—Esa fue una de mis mejores jugadas.
X lo observó con cautela.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué entregarte?
Dynamo se encogió de hombros.
—Quizás me cansé de ser un fantasma. O tal vez… me di cuenta de que las ruinas no conversan. Ustedes sí.
Su mirada se posó sobre X.
Y algo cambió en su expresión.
—Ya hablaste con él, ¿cierto?
X no respondió. Dynamo lo miraba con atención, como si escaneara su alma.
—Se te nota. Esa mirada… más seria. Más madura. Como si te hubiese dejado algo suyo.
Zero frunció el ceño.
—¿De quién hablas?
Dynamo sonríe con cierto respeto.
—Lo encontré en una zona colapsada cerca de Ciudad Doppler. Pensé que era una anomalía del sistema. Pero no…Era él.
Un silencio pesado se hizo presente en la sala de interrogatorios, incluso Axl escuchaba junto a Pallette.
—No como lo recuerdan. No era el demonio. Estaba entero. Tranquilo. Me pidió ayuda. Y eso hice.
X cerró los ojos, en silencio.
—Solo tengo una duda, comandante —dijo Dynamo, sin ironía—. Tú que lo viste como era antes de romperse… ¿Cómo era él?
X tardó en responder. Finalmente, levantó la mirada.
—Era… imponente. No por su poder. Por lo que inspiraba. Creías en él.
—¿Y qué pasó? —preguntó Dynamo.
—Se rompió. Y no supo cómo volver.
Respondió con nostalgia.
Dynamo asintió, casi con tristeza.
Pallette apagó la grabadora.
Zero consternado, Sigma había vuelto, pero no para causar problemas, sino para dejar un mensaje.
X con la mirada baja, giro y camino a la puerta.
Y entonces, Dynamo se rió.
—¿Terminado? No, no, no… we’re not done yet.
X y Zero lo miraron, tensos.
Pallette rápidamente enciende la grabadora y llama a alguien a través de su tableta.
—Aún hay mucho que decir… Mucho que escarbar…Much to pray.
El guiño que siguió hizo que Zero se pusiera rígido.
Esa frase, le recordó a Metal Shark Prayer.
Dynamo no añadió explicación. Se recostó con soltura, disfrutando del silencio denso que había dejado atrás.
Y entonces, dejó caer otra pieza del rompecabezas.
—Aunque eso... tal vez lo sepan en unas horas —dijo, casi cantando.
X y Zero lo miraron, desconcertados.
—¿Qué quieres decir? —preguntó X con tono bajo.
—Digamos que... Gate vivió lo suficiente para entregarte una advertencia —respondió Dynamo, mirando directo a Zero—. Aunque solo sea la mitad del rompecabezas.
Ambos Cazadores intercambiaron una mirada cargada de tensión.
Dynamo sonrió como un actor que sabe que está en la escena final.
—Laguz —susurró.
Y entonces soltó una carcajada.
Una risa seca, vacía, que rebotó en las paredes de la sala como si llevara siglos esperando salir.
Luego, como si apenas recordara algo importante, se irguió un poco más en la silla.
—Ah, cierto. Casi lo olvido.
X y Zero permanecieron en silencio, pero sus ojos estaban fijos en él.
—Hace unas semanas… mis benefactoras me enviaron a revisar un sitio —dijo con un dejo de solemnidad impostada—. Un lugar antiguo, de esos que el tiempo debería haber olvidado. Sin nombre en los mapas. Ni coordenadas oficiales.
Pallette volvió a teclear rápidamente.
—¿Dónde?
Dynamo la ignoró.
—¿Y adivinen qué encontré?
Hizo una pausa teatral.
—Nada. Absolutamente nada.
Zero frunció el ceño.
—¿Y eso es malo?
Dynamo soltó una carcajada seca.
—No has entendido nada, Zero.
Se inclinó hacia la mesa, más serio que en toda la conversación.
—No había ruinas. No había energía residual. No había registros en las paredes, ni señales de batalla.
Ni siquiera reploids muertos.
X lo miró con gravedad.
—¿Una instalación abandonada?
—No. Peor —replicó Dynamo, bajando la voz—. Era como si nunca hubiera existido.
Como si alguien… o algo… hubiera borrado cada rastro.
Pallette tragó saliva.
—¿Tienes coordenadas?
—No. Ni las pedí. Ni las conservo —respondió Dynamo con fingido desinterés—. Lo único que sé es que ese lugar tenía historia. Y ahora... no tiene memoria.
Cerró los ojos por un momento, como si escuchara algo que los demás no podían oír.
—Eso es lo que me asusta. Cuando hay sangre, hay historia. Cuando hay ruinas, hay verdad.
Pero cuando no hay nada… eso es cuando sabes que el horror fue más grande de lo que puedes registrar.
Otro silencio tenso.
—Y créanme… mis benefactoras no se asustan fácilmente.
Dynamo se recostó de nuevo en la silla, cruzando las piernas con arrogancia relajada.
—Pero bueno… ya que están aquí, les propongo algo.
X y Zero lo miraron en silencio. Pallette seguía registrando cada palabra.
—¿Por qué no van a hablar con mis benefactoras?
Dynamo sonrió.
—Toda la información está con ellas. Y si tienen suerte, tal vez encuentren respuestas que ni Gate encontró.
X frunció el ceño.
—¿Por qué no simplemente contarnos tú?
Dynamo con un tono lleno de ponzoña.
—Porque eso que buscan… ya debería estar con ustedes.
—Salvo que, claro… alguien saboteara sus bases de datos, pirateara entradas, borrara archivos…
Hizo una pausa, con un brillo juguetón en los ojos.
—…todo desde la fachada de un asistente amarillo, regordete, servicial… y convenientemente olvidado.
La tensión en el aire se volvió palpable.
Dynamo se incorporó ligeramente.
—Mis benefactoras están fuera del radar.
Pero yo sé llegar a ellas.
Su tono cambió. Ya no era burla. Era certeza.
—Lo que no pueden hacer…
es seguir ignorando lo que se avecina.
Silencio absoluto.
X y Zero intercambiaron una mirada cargada de pensamientos no dichos.
Dynamo, satisfecho, cerró los ojos como quien acaba de dejar caer una profecía.
X y Zero se quedaron en silencio unos segundos, procesando todo.
Dynamo no abrió los ojos. Solo esperaba.
Entonces, la tableta de Pallette vibró suavemente. En su pantalla, apareció el rostro de Signas. Su voz, grave y firme, rompió el silencio.
—He estado escuchando —dijo sin preámbulos.
Pallette, rápida como siempre, aprovechó para enviar la grabación y la transcripción completa del interrogatorio con un solo gesto. Su dedo apenas tembló.
—Ya llegó, comandante —confirmó ella, bajando la mirada con profesionalismo.
Signas asintió desde la pantalla.
—Tal vez… debamos confiar en él —dijo, con visible incomodidad—. Si van tú y Zero, Dynamo no tiene ninguna posibilidad de salirse con la suya, y menos en su estado actual.
X cruzó los brazos, pensativo.
—¿Y Axl?
—Puede cubrir las emergencias mientras ustedes viajan —respondió Signas sin dudar—.
Además, Layer detectó ciertas fluctuaciones inestables en sectores periféricos. Picos de energía que podrían provocar que algunos mecaniloides enloquezcan.
—Una distracción, tal vez… —murmuró Pallette.
—O un efecto secundario —añadió Zero.
Signas miró a ambos, con la seriedad que lo caracterizaba.
—No tenemos todas las piezas… pero si hay una posibilidad de obtener respuestas, debemos tomarla. Y si las benefactoras de Dynamo se vuelve aliadas, tendremos más posibilidad de contener esta contingencia.
X asintió, lentamente.
—Lo discutiremos. Pero si vamos… tú, Signas, deberás coordinar a Axl y mantener el núcleo de Arcadia bajo vigilancia total.
—Entendido —respondió el comandante.
La llamada se cortó.
X y Zero intercambiaron una última mirada tras la desconexión de Signas.
La Decisión estaba tomada.
Ambos se volvieron hacia Dynamo.
Él permanecía tranquilo, reclinado con la expresión de quien ha sobrevivido a la tormenta… y ahora observa cómo los rayos caen sobre otros.
Y entonces, sonrió apenas, como si no pudiera resistirse al dramatismo de la escena.
—Jaque… —susurró.
La palabra quedó suspendida en el aire como una nota final.
Y en la consola de Pallette, la grabadora seguía encendida, como si también supiera que el juego acababa de cambiar.
X y Zero terminaron el interrogatorio. Pallette desactivó la grabación, guardando los datos con rapidez.
Axl, que había escuchado todo en silencio desde la antesala, se mostraba emocionado, pero visiblemente cansado.
Se acercó a la puerta de la sala. Al salir, Zero le palmeó el hombro con gesto fraternal.
—Axl, deberías ir a descansar. En cualquier momento puede ocurrir una emergencia, y te necesitamos al cien por ciento.
Axl asintió con gratitud.
—Sí, supongo que será lo mejor. ¿Ustedes estarán bien con él?
X asintió con tranquilidad.
—No creo que quiera matarnos. Hay sinceridad en sus palabras… aunque duelan.
Pallette se acercó y tomó a Axl de la mano con suavidad.
—Vamos. Prepararé tu cápsula. Algunas patrullas se encargarán de los mecaniloides dispersos por hoy.
Axl suspiró con cansancio, pero sin resistencia.
—Está bien. Nos veremos después, muchachos.
Pallette se lo llevó con cuidado, lanzando una última mirada preocupada a X.
Zero, sin dejar de observar a Dynamo, dio una orden al guardia más cercano.
—Quítale las esposas. Devuélvanle sus armas. No representa peligro… por ahora.
Dynamo salió de la sala sonriendo con esa mezcla de suficiencia y arrogancia que tanto lo caracterizaba.
Sabía que había ganado algo. Nadie sabía exactamente qué… pero lo había logrado.
—Bien… —dijo con ligereza—. Ahora a preparar un vuelo. Nos dejará más cerca que usar su linda terminal de transportación.
Zero lo miró de reojo, incómodo.
—¿Cómo…? Olvídalo.
X soltó un suspiro, cruzando los brazos.
—Siempre estuviste cerca…