ID de la obra: 1010

Megaman X9: Apocalipsis - Primer Acto

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Axl, X, Zero
Tamaño:
58 páginas, 18.511 palabras, 9 capítulos
Descripción:
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Capítulo 7

Ajustes de texto
Mientras X y Zero se dirigían a la remota región polar, Axl había aprovechado la calma momentánea para descansar. La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por los indicadores tenues de las consolas en reposo. Su respiración era tranquila, regular, como si el peso de la guerra aún no lo hubiese alcanzado por completo. Una voz suave, pero cargada de urgencia, interrumpió su sueño. —Axl… Axl, despierta —susurró Pallette, abriendo la capsula con calma. Axl abrió los ojos con cierta pesadez. Estaba descansado, pero el tono en la voz de Pallette lo obligó a incorporarse de inmediato. —¿Qué ocurre? Pallette titubeó un segundo. Luego habló, su voz aún baja, pero firme. —No sabemos exactamente qué es… pero algo está pasando en una planta recicladora, en la zona tropical. Enviamos un escuadrón de Hunters para evacuar, pero perdimos contacto con ellos. Las comunicaciones están bloqueadas, y los enlaces de datos no responden. Axl frunció el ceño. —¿Interferencia? —No lo parece. Es… algo más denso. Layer está intentando analizar los datos remanentes, pero la información de los enemigos está distorsionada, como si alguien estuviera manipulando la señal o una distorsión fuerte. El ambiente de la sala cambió. Lo que había sido un simple llamado despertador, ahora era una puerta abierta al abismo. Axl se puso de pie. Sus ojos, aún somnolientos, comenzaron a afilarse con la misma determinación que había heredado de sus compañeros mayores. —Dame los detalles, Pallette. Me alisto en cinco minutos. Pallette asintió con rapidez. —Vamos. Prepararemos el punto de teletransporte más cercano. Hay unos cuantos Hunters vigilando la zona. La comunicación con el punto de avanzada sigue estable… por ahora. Ambos caminaron con prisa hacia el centro de operaciones. El pasillo se sentía más largo de lo usual, como si el silencio supiera algo que ellos aún no. Dentro, el teletransportador ya estaba encendido, vibrando con energía contenida. Layer seguía revisando datos frente a una consola; su rostro, por lo general sereno, estaba tenso. —Parece ser una Ride Armor —informó sin apartar la vista de la pantalla—. Pero nunca había visto una así. Su silueta no corresponde a ningún modelo registrado. La señal está distorsionada. No tenemos más datos por ahora. Tecleó rápidamente. —Te prepararé las armas de mayor poder ofensivo, Axl. Axl se acercó a observar la imagen proyectada. Borrosa. Descompuesta. Pero… había algo allí. Una presencia. Una forma que le provocaba un escalofrío que no podía racionalizar. Algo en esa sombra lo aterraba. Pallette notó su reacción. Dio un paso adelante, buscando suavizar la tensión. —Recuerda, esto es una misión de evacuación. Solo eso. Ve con cuidado, Axl. Axl asintió, aunque su voz salió un poco más firme de lo que sentía. —Entiendo. Pero si tengo que usar la fuerza… lo haré. Pallette le dedicó una sonrisa dulce, casi maternal, aunque su mirada no lograba ocultar la preocupación. —Claro… estaremos aquí, monitoreando. Trataremos de restablecer las comunicaciones para darte cobertura total desde aquí. Con delicadeza, le extendió un Sub-Tank. Axl lo tomó sin dudar. —Suerte… Axl —dijo Pallette, conteniendo las palabras que realmente quería decir. Las que no estaban autorizadas por los protocolos de misión. Axl no respondió con palabras. Solo asintió, se colocó en posición dentro del círculo del teletransportador… y desapareció en un destello de luz azul. Axl llega al punto de avanzada, bebe el contenido “sub-tank” y camina a la puerta, afuera un par de hunters vigilaban el punto mientras otros miraban con binoculares a la distancia. —Teniente Axl —saludó uno de los Hunters con voz marcial apenas el Reploid llegó al punto de avanzada. —¿Tenemos vista del enemigo? —preguntó Axl, con una inquietud que no lograba esconder. El oficial, apostado junto a un visor, bajó lentamente los binoculares. —Nada, señor. Ya evacuamos al menos al 50% de la población… pero perdimos comunicación con el resto de los escuadrones. Axl asintió con gravedad. Tocó su auricular, activando el canal con la base. —Layer, prepárame el Ray Gun. Si hay enemigos o mecaniloides blindados por aquí… los derretiré con la cadencia. —Está bien, Axl. Ve con cuidado —respondió Layer. Al otro lado de la línea, se oía el tecleo constante, acelerado. En su brazo, el cañón de Axl se transformó con fluidez en una versión más compacta y brillante: la Raygun estaba lista. —teniente —intervino otro Hunter, consultando una terminal portátil—, hemos detectado un par de estructuras más adelante. Parecen antenas de interferencia… pero no estamos completamente seguros. Axl asintió sin apartar la vista del sendero selvático. —Intentaré ubicar al resto de los Hunters y ayudar con la evacuación. Tengo… un mal presentimiento. —Entendido, señor. Buena suerte. Axl comenzó a correr por el sendero. El follaje húmedo y el calor de la zona tropical contrastaban con la calma gélida de su interior. A cada paso, podía ver las huellas de una huida caótica: cajas volcadas, pertenencias abandonadas, marcas de arrastre. Mecaniloides pequeños salieron de entre los árboles, pero fueron neutralizados en segundos por la Raygun, sin perder el ritmo. —¡Ayuda! —gritó una voz a lo lejos. Axl se impulsó sin pensarlo, siguiendo el origen del llamado. Mientras avanzaba, fue dejando pequeñas luces guía en el camino, marcando la ruta segura para los civiles. Al llegar, encontró una jaula electrificada semioculta entre arbustos. Sin dudarlo, desenfundó su segunda arma y disparó dos veces con precisión quirúrgica. El campo eléctrico cayó de inmediato. Dentro de la jaula, había humanos, Reploids… y algunos Hunters del escuadrón que había perdido contacto. —teniente Axl… tenga cuidado —dijo uno de los Hunters liberados, con el rostro pálido—. Hay más atrapados… más adelante. Esa cosa es… es horrible. Axl le puso una mano en el hombro, firme, sereno. —Vayan por el camino de luces que dejé atrás. Los llevará al punto de avanzada. Prioricen la supervivencia de los humanos. El grupo asintió, y comenzó a movilizarse con rapidez. —Axl… Axl… es Pallette —se oyó entrecortado en su comunicador. —Aquí Axl. La interferencia ya comenzó —respondió, observando a los evacuados alejarse entre los árboles. —Lo sabemos… tal vez sean las ant… prioriza… caución… —la voz se perdió en una mezcla de estática y silencio. Axl suspiró. Había estado en situaciones peores, pero no por eso se sentía más seguro. —Entendido. Intentaré cortar las antenas —murmuró. Avanzó unos pasos más. A lo lejos, entre la espesura, comenzó a vislumbrar la silueta de una nave industrial, parcialmente oculta por los árboles. El follaje empezaba a menguar. El camino lo conducía, inevitablemente, hacia la planta recicladora. Axl dejó una última luz guía detrás de sí… y siguió adelante. Fue entonces cuando escuchó algo. Un silbido. Luego otro, más agudo, más cercano. Sus sensores captaron una nueva jaula electrificada a un costado del camino. Apenas se acercó para apuntar al mecanismo, algo le cayó encima. Unos mecaniloides, con forma de perros de seguridad, saltaron desde la maleza. Uno de ellos lo mordió con fuerza en el antebrazo. Los otros lo rodearon, gruñendo con zumbidos metálicos. Axl contuvo el grito. Con un giro de muñeca, apuntó con la Raygun y disparó directo a la cabeza del primero. El impacto, aunque de baja cadencia, derritió el blindaje del cráneo hasta hacerlo colapsar en chispas. Los otros se lanzaron sin dudar. Axl rodó hacia el frente, esquivando a uno. Al segundo lo interceptó con una patada giratoria, arrojándolo contra la jaula electrificada. El contacto hizo que su cuerpo chisporroteara violentamente, fundiendo sus circuitos con un chirrido agónico. Axl se incorporó de un salto, jadeando. El tercer cánido fue recibido con un disparo certero a quemarropa, que lo desactivó al instante. La zona volvió al silencio. Se acercó al panel de la jaula y disparó dos veces. Las compuertas cayeron. Dentro, algunos Hunters estaban atrapados, junto con civiles. Uno de ellos se acercó, aun respirando con dificultad. —teniente… hay unos cables de energía aquí cerca. Yo y uno de mis compañeros iremos a cortarlos. Podrían estar alimentando una de las antenas que interfieren las comunicaciones. Axl asintió. —Háganlo. Los demás, evacúen esta área ahora. Vayan armados, mantengan los ojos abiertos. Esos mecaniloides no serán lo peor que encontraremos aquí. Los Hunters se organizaron rápidamente. Otro, antes de marcharse, se volvió hacia él. —teniente… en la nave hay al menos tres jaulas más. Pero hay algo más. Esa cosa… ha estado tranquila. Como si estuviera esperando a alguien. O algo. Axl guardó silencio. Solo asintió, y continuó su marcha hacia la nave industrial. El entorno se volvía más abierto, más metálico. Las raíces se entrelazaban con el acero oxidado. El aire estaba cargado de una electricidad latente… como la pausa antes de una descarga. Entonces, el comunicador volvió a activarse. —Axl… —la voz de Pallette— la comunicación se restableció. Aunque con algo de latencia. Axl suspiró con alivio, aunque su tono no perdió gravedad. —Encontré a un par de escuadrones. Están guiando a los evacuados al punto de avanzada. Creo que un par de Hunters lograron cortar la alimentación de una de las antenas. El zumbido del canal permaneció unos segundos en silencio. Lo suficiente para que Axl volviera a mirar al frente… y supiera que, más allá de las sombras de la planta, algo lo estaba esperando. —Estupendo… —la voz de Pallette sonaba entrecortada, pero determinada—. Layer está haciendo una modificación al lanzagranadas. Algo le preocupa. Espero que la comunicación siga estable. Cúbrete un poco, te enviaré unas imágenes que nos llegaron. Son borrosas… pero podrían servirte. Axl se detuvo y se cubrió tras un árbol grueso. De su muñeca emergió una pantalla holográfica. Las imágenes aparecieron: difusas, distorsionadas, pero aun así inquietantes. Mostraban una silueta metálica enorme. Al menos seis apéndices… e incluso alas. —¿Cuánto mide? —preguntó, con un tono más bajo. Como si no quisiera escuchar la respuesta. Hubo un momento de silencio. —Aproximadamente ocho metros de altura —respondió Pallette finalmente—. Layer identificó un par de cañones en los apéndices superiores. Los inferiores… siguen sin ser reconocidos. Axl soltó un suspiro largo. —Voy a necesitar ese lanzagranadas. Más silencio. Luego, Pallette volvió a hablar: —Entendido, Axl. Te avisaré en cuanto esté listo. Él sonrió, con confianza, como si ese simple acto pudiera protegerlo de lo que venía. Guardó la pantalla y echó a correr. Quedaban unos cien metros para llegar a la nave industrial cuando una fuerte explosión sacudió el aire, proveniente del área donde se hallaba una de las antenas. Axl aprovechó el caos y aceleró el paso. Desde la distancia, divisó tres jaulas electrificadas frente a la nave. Con una puntería endemoniada, disparó tres veces. Cada proyectil impactó justo en el punto de control, y las jaulas se desactivaron una a una. —¡Vamos, vamos! ¡Corran por el camino! —ordenó con voz firme—. Hunters, formación de barrera, armas arriba. Hay mecaniloides de guardia. Mientras los liberados comenzaban a moverse, Axl alzó la vista en dirección a la antena. No era una coincidencia. Esa explosión era un aviso. Una señal. —Axl —volvió Pallette—. La comunicación se restableció parcialmente. Aún quedan dos antenas cubriendo la zona. Con un gesto de mano, Axl indicó a los evacuados que siguieran corriendo. —Debieron ser los otros Hunters… espero que estén bien. Escuché una explosión hace unos segundos. —teniente —dijo uno de los Hunters—. Somos todos. Es hora de retirarnos. Los evacuados ya llevan algo de camino recorrido. Axl asintió. —Misión cumplida. Nos retiramos. Pero en cuanto giró para confirmar con Pallette, se dio cuenta de que la línea estaba muerta. No estática, no interferencia. Silencio absoluto. Algo no estaba bien. Miró al par de Hunters que lo acompañaban. Comenzaron a avanzar lentamente por el camino… cuando algo cayó frente a ellos. Dos cuerpos. Hunters. Masacrados. Axl los reconoció de inmediato. Eran los mismos que habían ido a cortar las antenas para ayudarlo. Y entonces… tembló el suelo. Pasos. Fuertes. Mecánicos. El suelo retumbaba con cada avance, como si la selva misma contuviera el aliento. Una ráfaga de disparos surgió desde la oscuridad, sin previo aviso. El Hunter a la derecha de Axl fue alcanzado de lleno. Explotó al instante en una nube de fuego y metal. Axl y el otro lograron cubrirse entre la escasa vegetación, apenas. —¡Ese maldito hijo de perra! —exclamó el sobreviviente, jadeando. Axl apretó la mandíbula. Levantó la Raygun. Esperó el momento exacto… y salió un segundo, disparando con rapidez. Uno de los proyectiles rozó el blindaje enemigo. Un chispazo. Apenas un rasguño. Y entonces lo escuchó. —Vas a necesitar algo más que eso para detener a Erzebeth —la voz era seca, burlona. Familiar. Como un eco maldito del pasado. Axl sintió que se le helaba el cuerpo. —Vile… —murmuró, con una mezcla de furia y miedo. El Hunter que acompañaba a Axl se incorporó detrás de los arbustos humeantes. Con manos firmes, sacó un lanzamisiles portátil y, aprovechando la distracción momentánea de Vile, apuntó directamente a la cabina de aquella monstruosa Ride Armor. El impacto fue directo. La explosión sacudió el aire y llenó la zona de fuego y humo. Axl aprovechó el momento: le hizo una seña al Hunter para que huyera mientras el enemigo aún tambaleaba. —¡Retírate! ¡Ahora! El Hunter asintió, obediente, pero antes de irse, lanzó el lanzamisiles vacío hacia Axl, que lo atrapó en el aire como un gesto ensayado. Luego, alzó su Raygun y disparó hacia la niebla, atrayendo la atención de Vile mientras retrocedía hacia la planta recicladora. —¡Por aquí, cucaracha! —gritó con tono burlón. Vile rugió al escucharlo, la máquina vibró y se sacudió el humo con un movimiento brutal, como una bestia cegada que olfatea a su presa. Axl corría entre contenedores metálicos, tanques industriales y grúas oxidadas. El terreno era complejo, lleno de obstáculos, pero nada en ese lugar parecía suficiente para detener a ese monstruo. Solo servía para retrasarlo… o para usarlo. El piso tembló nuevamente. Erzebeth avanzaba. Pesada, imparable. Axl sintió la vibración con cada paso. Contó tres segundos en su mente. Luego se giró en seco, apuntó y disparó el segundo misil. El proyectil impactó de lleno en el costado de la Ride Armor, provocando una explosión lateral que hizo que la máquina se detuviera en seco. Fue entonces cuando la vio con claridad por primera vez. Ocho metros de altura. Seis apéndices. Los superiores, cañones giratorios de grueso calibre. Los inferiores, espadas de energía de casi dos metros, ardientes, vibrantes. Y en la espalda… alas metálicas, capaces de levantar ese infierno mecánico del suelo. —Muere… —exclamó Vile entre risas distorsionadas, y activó los cañones superiores. Axl rodó hacia un lado, dejando atrás el lanzamisiles vacío. Los disparos pasaron rozando, explotando cerca de los contenedores. Fragmentos salieron disparados como cuchillas. Se internó entre los corredores de acero y maquinaria, perdiéndose entre las sombras. —Axl… lanzagranadas… en camino… —la voz entrecortada de Pallette llegó como un milagro por el comunicador. Su Raygun comenzó a transformarse, piezas deslizándose con precisión mecánica hasta formar un lanzagranadas pesado. —Las granadas ahora… mayor distancia… explosión por contacto… —se alcanzó a escuchar, antes de que la comunicación volviera a cortarse del todo. Un par de contenedores volaron por los aires. Erzebeth avanzaba, sin freno. La criatura de guerra ya había recuperado el equilibrio, y se movía como si la selva y el acero fueran su propio ecosistema. Axl se giró, respirando con dificultad. Sabía que no saldría intacto. Pero si podía detenerlo, aunque fuera un momento, quizás otros sobrevivirían. Axl giró la mirada hacia la nave industrial. En silencio, se dirigió a ella. —Me encanta este juego… el gato y el ratón —se escuchó la voz de Vile, acompañada por el sonido de metal siendo destrozado. Una de las cuchillas de Erzebeth había partido otro contenedor. Vile no sabía que Axl ya había cambiado de posición. Desde la sombra, Axl apuntó con el lanzagranadas hacia uno de los propulsores en la espalda de la máquina. El disparo fue sordo, pero el silbido de la granada cruzó el aire, y la explosión hizo tambalear a la criatura mecánica, que dio varios pasos antes de caer de rodillas. —Rata asquerosa… ¡Te voy a despedazar! Ni X ni Zero sabrán por dónde empezar a reconstruirte —bramó Vile, furioso, haciendo que la máquina se incorporara con un rugido metálico. Axl no esperó respuesta. Entró a la nave industrial. Los disparos y cortes resonaban todavía desde la zona de contenedores. Se resguardó tras un pilar metálico, escaneando el campo: grúas, pasarelas elevadas, columnas estructurales… demasiadas rutas, pero pocas salidas. Observó la columna detrás de él. Una escalera marinera se perdía hacia lo alto. Respiró hondo y comenzó a trepar. El piso volvió a retumbar. Se detuvo. —No te escondas… —la voz de Vile se arrastró por el metal—. Solo vas a prolongar tu sufrimiento. Los pasos se detuvieron. Una ráfaga de disparos barrió la planta inferior, arrancando chispas de cada esquina. Cuando el fuego cesó, Axl reanudó el ascenso. Al llegar a la parte alta, se ocultó entre las grúas y pasarelas. Observó la nave desde lo alto, el dedo en el gatillo. Las grúas comenzaron a moverse lentamente, sus motores antiguos chillando entre el silencio. Axl se desvió con ellas. Cambió de posición. Desde ahí, lo vio. Vile. Cerca de la entrada. Observando con cautela, como una bestia en acecho. El suelo volvió a temblar. Erzebeth entró en la nave. —¿Dónde estás? —la voz seca y mutilada de Vile resonó por las paredes. Axl esperó. Cuando Vile se giró, dándole la espalda, salió de su escondite y disparó con precisión quirúrgica a la articulación del cañón. La explosión fue espectacular. Uno de los cañones superiores se desintegró en una nube de fuego y metralla. La bestia rugió y se tambaleó… pero la gloria solo duró unos segundos. Una ráfaga de represalia fue inmediata. La pasarela donde Axl estaba se destruyó en mil pedazos. Una bala le rozó el torso, destrozando su armadura parcial. Cayó con un golpe seco sobre los restos metálicos. El dolor lo paralizó. Pero sabía que no podía quedarse quieto. —Sabandija —escupió Vile, acercándose, una de las enormes cuchillas alzada. Axl apenas podía moverse y esperó. Dos granadas salieron disparadas desde su lanzador. Una impactó en la cuchilla, la otra en el torso de la Ride Armor. El metal crujió, la cuchilla cayó al suelo hecha pedazos. Erzebeth retrocedió dos pasos. Pero entonces, Vile saltó desde la cabina con una agilidad imposible. Corrió directo hacia Axl, con furia pura en el rostro. Axl giró para disparar, pero no fue suficiente. Vile le conectó una patada doble en el aire. Una lo desarmó. La otra, abrió una herida profunda en su costado. Cayó al suelo y ya no podía rodar para esquivar. —Vaya, vaya… has mejorado, muchacho —dijo Vile con un tono casi divertido—. Eso fue valiente… pero tu muerte es inevitable. Axl, tambaleante, intentó lanzar una patada. Vile la bloqueó con la mano y le descargó electricidad directa. El sistema antigravedad de Axl colapsó. Vile rio, desquiciado. Lo levantó y lo arrojó con fuerza contra un contenedor, luego se acercó lentamente. —Al menos moriré siendo un héroe… —jadeó Axl, apenas consciente—. No como tú… un cobarde inútil… que se esconde detrás de una máquina. Vile se detuvo… y rió aún más fuerte. —Yo soy la guerra. Soy la destrucción. Soy la muerte. Sacó un control de su cinturón y lo activó. De la espalda de Erzebeth se abrieron compartimentos ocultos. Misiles balísticos se desplegaron, listos para el despegue. —Y tú, muchacho… serás testigo de mi poder. Los misiles fueron lanzados. Rumbo a la ciudad. —¡No…! —Axl trató de incorporarse. Vile lo pateó de nuevo contra el contenedor y lo molió a golpes. Una… Dos… Tres veces. Axl perdió el conocimiento. Su cuerpo quedó inmóvil, arrastrado por su propio peso. Vile lo miró. —Basura —murmuró. Se dio media vuelta, subió a la Ride Armor y se marchó. Para Axl, todo fue vacío, sin peso, sin tiempo. Y entonces, calor. Como si una fuerza invisible lo arrastrara, rodó por el suelo. Sintió su sistema reiniciarse en un hilo de energía residual. Una voz, andrógina, casi angelical, pero burlona. —Vaya derrota… incluso yo siento pena por ti. Una pausa larga y sádica se hizo presente. —Defectuoso. Axl abrió los ojos de golpe, como si emergiera de una pesadilla sin forma. Su visión aún era borrosa, pero entre las luces del techo y los sonidos suaves de un monitor, distinguió dos figuras, una familiar y otra nueva para él: Pallette, con los ojos húmedos y el rostro preocupado, y la doctora Irina, cuyo semblante frío ocultaba mal un leve suspiro de alivio. Irina dejó a un lado los instrumentos de reparación sobre una mesita metálica. —Iré a avisarles a los demás… —dijo en voz baja—. Es un milagro que haya despertado ahora. Se retiró con pasos controlados, dejándolos solos. Axl giró ligeramente la cabeza. —Pallette… —intentó decir, pero su voz era apenas un eco. Ella se inclinó rápidamente y le puso un dedo en los labios con ternura. —Shh… no hables —susurró—. Será mejor que descanses un poco más. Estamos trabajando en tus reparaciones… desde hace dos días. Los ojos de Axl se abrieron aún más. El tiempo había desaparecido para él. Todo se sentía lejano… distorsionado. Pallette acarició suavemente su frente. —X y Zero llegaron a la base. No estaban solos… llegaron con aliados. Grandes aliados. —Pero… —bajó la mirada, el tono de su voz se volvió más tenso—. Cuando perdimos contacto contigo, enviamos a Zero. Él fue quien te encontró. Estabas… inconsciente. Grave. Axl asintió lentamente. Pero en sus ojos había algo más: una súplica silenciosa. Una pregunta que aún no se atrevía a formular. Pallette desvió la mirada y dio un paso hacia atrás. —Nadie sobrevivió, Axl… La habitación se volvió más fría. —Uno de los misiles destruyó la ciudad más cercana. El otro… nuestro puesto de avanzada. No hubo evacuación, no hubo advertencia, solo fuego. —No sabemos a dónde fue Vile. Simplemente… desapareció del mapa. Axl cerró los ojos. Y esta vez no por agotamiento. Sino por desesperación. Y por terror.
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