Un camino al Palacio
12 de octubre de 2025, 2:35
La limpieza de las tuberías de agua avanzaba, lenta pero constante. Sercrent, con su gracia aérea, utilizaba ráfagas de viento precisas para desintegrar rocas y sedimentos incrustados en los acueductos subterráneos de Talosheim. Sus movimientos eran fluidos, casi artísticos, a pesar de la suciedad y la crudeza del entorno.
"Limpiar tuberías," Sercrent musitó con desprecio, flotando sobre un montículo de escombros de una tubería rota. "Es tan... primitivo. Mis habilidades están siendo degradadas a la limpieza de un sistema de alcantarillado glorificado. ¿Es esta la visión de su 'rey'?"
Zadiris se acercó, su voz, aunque tranquila, contenía una frialdad penetrante. "La visión de Vandalieu-sama es la supervivencia de su pueblo, vampiro. Una visión que, a diferencia de la tuya, no se basa en la extinción de otros."
El rostro de Sercrent se endureció. No podía creer que estaba siendo insultado por un animal parlante, de una especie que en su mayoría ni siquiera se molestaban en ponerse ropa propiamente dicha.
"Se necesita disciplina para mantener el orden y la pureza. El mundo funciona porque hay jerarquías, creatura. Algo que tu mente simple no podría comprender."
Antes de que la tensión pudiera escalar, una nueva figura emergió de un pasillo lateral, el tintineo metálico de herramientas acompañando su paso. Era Tarea, una Ghoul de estatura imponente, con músculos bien definidos por el trabajo y una expresión perpetuamente concentrada. Sus manos, manchadas de hollín y grasa, eran las de una artesana. Ella era la herrera principal de la comunidad, capaz de transformar huesos de monstruos y metales rudimentarios en armas y herramientas funcionales.
Tarea llevaba un martillo de hueso recién forjado y una bolsa de cuero. Al ver a Sercrent, sus ojos, normalmente dedicados a la forja, se entrecerraron. Para ella el vampiro era un peligro evidente, pero si Vandaliu lo permitía era porque lo consideraba seguro. A ella tampoco le había hecho gracia dormir cerca de un depredador.
"Zadiris, Vandalieu-sama," Tarea saludó con un respetuoso cabeceo, su voz grave. Su mirada se detuvo en Sercrent con una desconfianza que no se molestó en ocultar. "He terminado de reparar las herramientas para los túneles inferiores. Los picos de hueso estaban mostrando fatiga estructural, y queda poco metal, pero la cuadrilla de exploración nos trajo buena madera."
Sercrent la observó con una ceja arqueada, una expresión de puro snobismo. "Herramientas de hueso y roca, muy pintoresco. ¿No tienen herramientas de metal apropiado? En mi mundo incluso los plebeyos utilizaban aleaciones."
Tarea, a diferencia de Zadiris, no respondió con palabras. Un destello de desafío brilló en sus ojos. Aventó a todas velocidad el martillo a la pared detrás de Sercrent, que lo
esquivó con un movimiento grácil. El martillo pegó en la pared y cayó al suelo de piedra con un ruido sordo y contundente, una tácita demostración de la resistencia y eficacia de su trabajo. Luego, simplemente lo recogió y ofreció las herramientas a Vandalieu y Zadiris, ignorando al vampiro.
Vandalieu, que había estado observando la dinámica con su calma habitual, intervino. "Las herramientas de Tarea son vitales para nosotros, Sercrent. Permiten a mis Ghouls trabajar donde las herramientas de metal se corroerían. Además, ella es capaz de reparar y adaptar cualquier material que encontremos. No hay mucho metal disponible."
Luego se dirigió a todos los demás, que habian observado la discusión sin involucrarse. " He estado inspeccionando las runas en las paredes de los túneles. Parecen ser parte de un sistema de drenaje de emergencia y de purificación de aire. Probablemente nos permitirá entrar al Palacio. Sin embargo, muchas están dañadas.". La mención del Palacio hizo que los ojos de muchos ghouls se alegraran. Vandalieu señaló un segmento de muro donde intrincados grabados de símbolos se desvanecían bajo capas de moho y corrosión. "Podriamos activarlas, pero están rotas. Sercrent, tus habilidades de precisión y tu conocimiento de la magia antigua podrían ayudar a repararlas o reescribirlas. Y Tarea, tus habilidades con el grabado y la manipulación de materiales serían fundamentales para restaurar los soportes físicos y los conductos rúnicos."
Sercrent frunció el ceño. La idea de restaurar runas tenía un atractivo intelectual para él, pero el prospecto de trabajar junto a la Ghoul herrera era casi insoportable. "Reparar garabatos de una civilización olvidada con esta... maestra de la piedra. Mi conocimiento es sobre la letra de los dioses, no sobre graffiti antiguo."
"Su reparación aceleraría el proceso de reconstrucción de Talosheim. Tu nobleza no te da derecho a la ineficacia. Tarea es experta en la manipulación de la materia. Tú, en las runas. La combinación de habilidades no te degrada, sino que te hace más eficiente." Respondió Vandalieu con una paciencia que solo él podía tener.
Zadiris observó a Sercrent, un brillo de satisfacción en sus ojos. El vampiro estaba siendo forzado a colaborar, y a aceptar la valía de otros, incluso si su orgullo lo hacía rechinar.
Tarea, con su habitual pragmatismo, simplemente se acercó a las runas. Pasó un dedo calloso sobre los grabados desdibujados, su rostro concentrado. "Necesitaríamos herramientas más finas para este tipo de trabajo, Vandalieu-sama. Ojalá tuviéramos bronce, pero me conformaré con lo que consigan de cobre. Y quizás, un material más adecuado que la roca local para rellenar los vacíos. Algo que pueda contener la energía rúnica."
Sercrent la interrumpió con un tono de fastidio. "Para un trabajo de esta magnitud, fragmentos de un núcleo de monstruo de alto nivel y probablemente sangre con mucho mana. Algo que dudo que estas criaturas puedan siquiera soñar con adquirir."
"Lo adquiriremos," dijo Vandalieu con calma. "Sercrent, tus conocimientos sobre estos materiales serán útiles. Tarea, tu habilidad para trabajarlos será invaluable. Y Zadiris, eres la única que ha explorado todo el sistema subterráneo. Mientras tanto avisaré a Vigaro que todos van a quitarse lo que traigan encima de joyería de bronce.
Así, bajo la fría mirada analítica de Vandalieu, el trío improbable se formó: Sercrent, el vampiro aristócrata renuente; Zadiris, la sabia chamán Ghoul que lo vigilaba sin descanso; y Tarea, la pragmática herrera Ghoul que, aunque cautelosa, estaba más interesada en la eficacia del trabajo que en los aires de superioridad del vampiro. La reconstrucción de Talosheim no solo era la forja de un nuevo hogar, sino también la forja de alianzas inusuales.
El sonido del agua corriendo comenzaba a llenar los acueductos restaurados, un tenue eco de la antigua gloria de Talosheim. Sercrent, a pesar de su orgullo magullado, había demostrado ser excepcionalmente efectivo en la limpieza. Su precisión con la magia del viento y el fuego había acelerado el proceso de manera significativa. Sin embargo, su disgusto era casi palpable.
"Verdaderamente fascinante," musitó Sercrent, levitando ligeramente para evitar el agua que corría por el suelo. Su voz era un lamento nasal. "Reducirme a desatascar el drenaje de una civilización olvidada. Qué ironía."
Zadiris, supervisando el trabajo de los Ghouls que seguían a Sercrent, no se inmutó. "Solo hay una maners de entrar al Palacio, y es por el sistema de agua. Los cimientos sólidos son la base de todo lo que se construye, vampiro. Todos vamos a necesitar el agua." La réplica de la chamán Ghoul era tan aguda como un fragmento de obsidiana.
Tarea, con el rostro concentrado, pulía las herramientas de hueso que Vandalieu había solicitado para la tarea, ignorando el intercambio. Su concentración la hacía inmune a las discusiones.
Vandalieu, con su mirada metódica, evaluaba el flujo del agua. El progreso era bueno. "El nivel del agua en las cisternas principales está subiendo," anunció. "Continuaremos el trabajo en las galerías superiores durante unas horas más."
Una sombra se cernió sobre ellos mientras la tenue luz de los cristales luminiscentes comenzaba a parpadear. El amanecer se acercaba, y con él, el momento en que el sol se asomaría sobre la superficie, un enemigo implacable para Sercrent. El vampiro se tensó, una rigidez antinatural recorriendo su cuerpo.
"El sol se acerca," Sercrent comentó con una voz que, por primera vez, carecía de su habitual desdén, aunque seguía siendo autoritaria. Había un matiz de exigencia. "Necesito un refugio adecuado. Mis aposentos."
Vandalieu lo miró, impasible. "No hay 'aposentos', todavía. Compartirás el refugio más seguro con los demás. Es un túnel superficial, pero es oscuro y fresco. Los Ghouls lo usan durante el día. Será suficiente."
El rostro de Sercrent se contorsionó en un rictus de puro horror y disgusto. "¿Un refugio con ghouls? ¿Y en un simple túnel? ¡Soy un Noble! Necesito las condiciones adecuadas."
"Tu recuperación es de mi interés, Sercrent. Tu comodidad, no," replicó Vandalieu con una frialdad que no admitía objeciones. "La supervivencia es la prioridad. Si no puedes soportar la compañía de los Ghoul, entonces tendrás que buscar refugio por tu cuenta."
Zadiris soltó una risa seca, un sonido áspero. "La nobleza a la luz del sol es ceniza, vampiro."
Sercrent fulminó a Zadiris con la mirada, pero la amenaza de Vandalieu, y la lógica brutal de su propia vulnerabilidad, lo silenciaron. Cerró los ojos, exhalando lentamente, como si estuviera conteniendo un grito de humillación. "Esto es... inaceptable," murmuró, pero se resignó.
Siempre podía largarse de Talosheim, pero si se quedaba en la cordillera Vandaliu lo encontraría y lo traería de regreso como un perro perdido, o quizás decidiría que el perro tenía rabia y ameritaba ejecución. Saliendo de la cordillera, los vampiros lo iban a encontrar.
Pero tampoco le hacía gracia dormir junto a los Ghouls. Eran lo más bajo de los no-muertos, apenas por encima de los zombies. Nunca dejaban de oler al agua estancada de las fosas donde transformaban a sus nuevos miembros. Eran caóticos, impúdicos, sin ambiciones y definitivamente lo más opuesto en carácter a los vampiros, por mucho que se alegara el parentesco de las dos especies.
El tenue resplandor del sol pronto comenzó a filtrarse incluso en las profundidades de las cloacas. Vandalieu guió a Sercrent y al resto del grupo hacia un túnel adaptado, un lugar que los Ghouls habían excavado y donde el calor y la luz del exterior no podían penetrar. Allí, varios Ghouls ya dormían, apelmazados en la oscuridad. El aire era húmedo y cálido.
Sercrent encontró un rincón apartado y se sentó contra la pared. Sus ojos rojos, ahora cansados, escrutaron la oscuridad con una mirada de repugnancia. La dignidad que había intentado mantener se desvanecía con cada minuto. Su piel se veía aún más pálida.
"Y bien," dijo Vandalieu, su voz rompiendo el silencio del improvisado refugio. "Es hora de la cena. Necesitas alimentarte."
Vigaro, que había llegado con Basdia de regreso de una incursión de caza, abrió un saco de pieles. El aroma a carne cruda fresca llenó el aire. "Conseguimos bastantes jabalíes y un par de monstruos rata grandes, Vandalieu-sama," anunció Vigaro.
Basdia ofreció un trozo de carne a Vandalieu, quien aceptó con un movimiento de cabeza. Luego, sus ojos se posaron en Sercrent.
"Sercrent," dijo Vandalieu. "Hoy vas a comer carne. Es lo que hay."
El vampiro observó el trozo de carne cruda que un Ghoul le ofreció. Su expresión de desprecio era digna de un rey. "¿Carne cruda? ¿Sin especias? ¿Sin cocinar? ¡Esto es barbarie! ¡Soy un vampiro, no una bestia salvaje!"
"Algunos no sabrían la diferencia. Algunos vampiros, quiero decir" murmuró Zadiris.
"Eres un depredador, Sercrent," respondió Vandalieu con su voz monótona. "Y sabes perfectamente que puedes comer lo mismo que los ghouls, aunque prefieras la sangre vas a comer lo que hay disponible. Te estás recuperando."
El conflicto interno de Sercrent era evidente. Su cuerpo, debilitado por la tortura, la pelea y la recuperación, clamaba por el sustento de la sangre, el maná que solo la carne cruda y la sangre fresca podían ofrecer a largo plazo. Su orgullo, sin embargo, se rebelaba ante la humillación de devorar una comida tan "indigna" ante los ojos de los Ghouls.
"Es... repulsivo," masculló Sercrent, pero sus ojos no se apartaron de la carne. Estaba hambriento. La discusión interna era feroz.
"Es supervivencia," replicó Vandalieu. "De mañana en adelante la cuadrilla de caza reservará sangre de las bestias en lugar de desangrarlas ahí. Y más adelante, podremos buscar una fuente de sangre más adecuada a tu... refinado paladar. Por ahora, esto es lo que hay. O nada, porque no pienso permitir que ataques a ninguna persona de las mías."
La promesa de una "fuente más adecuada" en el futuro fue un pequeño consuelo para el orgullo herido de Sercrent. No se hacía las ilusiones pero suspiró pensando en sangre de humano, o de elfo.
Con una exhalación de resignación que pareció agotar sus últimas reservas de dignidad, el vampiro tomó el trozo de carne. Como recuerdo de su vida humana, hubiera preferido comerla cocinada. Observó por un instante el músculo crudo con un asco evidente, antes de llevarlo a su boca con una furia contenida. Sus colmillos, diseñados para perforar, arrancaron la carne con una brutalidad que contradijo su compostura anterior. El sonido de su masticar era grotesco en el silencio de la cueva.
Zadiris, Basdia, Vigaro y Tarea observaron en silencio. No había burla, solo una fría observación de la caída de un depredador orgulloso. El desprecio de Sercrent no había disminuido, pero ahora se mezclaba con una vulnerabilidad forzada que lo hacía más real, más... desesperado.
Vandalieu, al verlo alimentarse, no sintió ni triunfo ni compasión. Solo una confirmación. La herramienta, por muy orgullosa que fuera, estaba comiendo de su mano. Y eso era todo lo que importaba por ahora.