“Exacto. Él es hijo tuyo solamente, yo jamás lo reconoceré como mío hasta que sus días en el cielo se acaben. Si es que algún día logra ascender a ellos siquiera”
Su sentencia final. Desde ese momento Azahara supo que ese aviario al que los demás llamaban su Rey no era más allá de un alma podrida de poder en sus manos, insensible y controlador. Fue entonces cuando la brecha entre la reina y el rey se hizo más ancha, dividiéndose lo suficiente para tener cada uno su habitación por separado los años venideros. Azahara nombró a ese niño, fue su pedacito de cielo en sus brazos. Haul. Ahora él sería solo y exclusivamente su bebé, no del Rey ni de nadie más, sería un niño de mamá por completo con toda alegría. La alegría duró poco, cuando Haul cumplió sus cinco años el pueblo aviario se dedicó a una sola cosa desde entonces, recordarle a ese niño que era un error en el linaje Akarrava. No tuvo amigos, no tuvo momentos de infancia, la mayoría del tiempo se mantuvo recluido dentro de las paredes del Árbol Sagrado jugando con Amara o Toris. Sus dos hermanos mayores no eran ajenos a las palabras que el rey decía y sentía con respecto a Haul, por eso cuando Zakary mostraba su cara para hacer sentir menos a su propio hermano menor, para sorpresa de los demás, Toris era el primero en ponerse en medio con una mirada amenazante. Entre cada uno había una diferencia de edad considerable. Zakary era el mayor a su hermana por cuatro años, Amara era mayor a su segundo hermano por casi dos años, mientras Toris le llevaba una diferencia de edad con Haul de tres años. El apodo del pueblo a Haul no fue amable, ni compasivo, con la crueldad de los Aviarios y sus corazones cerrados a lo desconocido. Llamaron al cuarto hijo como “El que no debió nacer” olvidando el nombre que la misma Reina le dio a su cuarto bebé, para los demás Aviarios sería el Error del linaje. La herida de ese apodo fue el centro, de ahí las raíces se hicieron profundas con el paso de los años dejando no solo una salud delicada en Haul, también un equilibrio muy delgado. Para sorpresa de la misma Reina, el chico de alas rosas carmín de puntas doradas no se volvió agresivo hacia los demás, se volvió calculador. No hablaba de más ni le prestaba su atención a quienes no la merecían, sonreía con educación sin sentirlo en realidad cuando su padre le hablaba, ahí Azahara lo notó. Su bebé, su pequeño niño que nació a los ocho meses y medio, había heredado su astucia. La herencia de la Reina a Haul fue una mente de estratega. Su lado educado con sonrisas falsas para no darles qué comer a los buitres era solo la punta de un iceberg bien estructurado, recatado y de modales dignos de “príncipe” al estar frente a su padre, su hermano Zakary o el mismo pueblo. Su otro lado era el real. Un chico de corazón humilde dispuesto a ayudar a sus hermanos o madre si lo necesitaban, tan amable en su hablar que su voz pasaba de un tono cortante de palabras medidas a uno aterciopelado al oído, casi como el canto de un jilguero. Musical, dulce y hasta fiel a sí mismo. Era selectivo, sí, pero no por gusto. Sino para sobrevivir y cuidar su corazón. Eso le había salvado varias veces de sentirse herido por palabras hirientes de otros buscando alguna fisura en esa pared de piedra, solo encontraban respuestas ingeniosas frenando sus intentos. Así creció manteniendo esa táctica de vida, cuando cumplió los dieciocho celebró su cumpleaños por sí solo. Los cielos podían ser igual de indómitos, pero para un ave rapaz que desde pequeño sabía cómo respetar al viento eran su mundo. Su lugar de libertad. Una risa sonora llenó el silencio entre las nubes, con un aleteo potente ascendió entre un cumulo de ese esponjoso vapor blanco girando sobre su eje para poder mirar ese vasto y amplio azul cielo. Tan igual a sus ojos. Estiró una mano hacia este con un resoplo feliz, giró sobre sus alas dejándose caer en picada, retrajo las alas por completo cerrando sus ojos. Confiando en sus sentidos. No era la primera vez ni sería la última en dejarse guiar por el viento, concentró su audición en el aire silbante que se volvía agudo cuando más se acercaba a tierra, su sonrisa se ensanchó cuando abrió sus alas de golpe. El tirón le sacó una risa del corazón dejándose guiar por la ráfaga de aire debajo de sus plumas, inhaló tan profundo como le fue posible manteniendo esa curvatura en sus labios hasta entrar al cráter por encima del límite vigilado por los Guardias. Lanzó un graznido de presencia para no recibir alguna flecha por accidente, esperó el graznido de respuesta antes de descender surcando al nivel de la muralla. Saludo con la mano alzada de forma neutra, los Guardias no tomaban partido casi siempre, eran solo aviarios entregados a mantener a salvo a los demás. Su cabello rosa pálido se sacudió al esquivar con ágiles reflejos una pelota de hojas tejidas, un grupo de niños voló a su costado persiguiendo esa pelota con bullicios chillantes animados. Él solo les miró con cariño, alzó la vista preparando su mejor sonrisa diplomática cuando se sumergió en el cumulo de árboles serpenteando entre estos sin mirar mucho a los demás, aleteó para aterrizar cuando llegó al palco de entrada del Árbol Sagrado. —¿Fue bueno el vuelo? Haul miró a un lado encontrando a uno de los Escoltas, debía ser nuevo para hablarle con esa naturalidad sin burla detrás. El chico solo asintió sin sonreír mucho. —Sí, gracias. Con permiso. A paso rápido dejando resonar sus garras contra la madera entró a la planta baja del tronco, sus alas se sacudieron de emoción al ver primero el rostro apacible de su madre. Con un salto igual a un niño pequeño, Haul se abrazó a su madre replegando sus alas para sentir las alas azabaches rodearlo, la mano sobre su cabeza le hizo chirpiar de forma inconsciente. —Mis hermosas alas rosas ¿Hasta dónde te fuiste a volar? —Solo ascendí hasta las nubes, no me fui tan lejos de los limites. Azahara sonrió depositando un beso sobre su frente, le peinó su cabello rosado con sus dedos largos, esos rizos rebeldes se enroscaron en su índice antes de caer con un leve rebote. El brillo en los ojos de la reina se intensifico al recordar algo, se soltó de su niño tomándole sus manos acompañada de una sonrisa. —Te tengo un regalo por tu cumpleaños, mi precioso bebé. —Mamá, mi cumpleaños fue hace dos días ¿No se supone que ya me habías dado un regalo? —Fue así, pero este es aún más especial— la reina soltó las manos de su hijo para sacar de su bolsillo del chaleco de tela negra una tarjeta— Lo guardé desde hace muchos años, sabía que tu padre no querría ir por el tema de salir del territorio. Pero tú, mi niño hermoso— lo volvió a abrazar chirpeando de igual forma al frotar su mejilla contra la de su hijo— Tu si puedes. Haul se rió con los brazos extendidos al frente sin poder zafarse del abrazo maternal, aunque tampoco quería hacerlo, esperó a tener movilidad de nuevo para tomar la tarjeta en sus manos. Con cuidado le dio una vuelta leyendo las letras impresas de buena caligrafía, se veía importante. Una invitación. Haul alzó una ceja mirando a su madre, ella asintió varias veces haciendo que su largo cabello se sacudiera de arriba abajo, Azahara acunó con sus manos las mejillas de su niño limpiándole un poco de polvo por el vuelo. —Es una invitación a una escuela, una preparatoria prestigiosa de magia— la reina besó de nuevo la frente de Haul— Se llama Night Raven College, asisten diferentes tipos de razas y magos que posean alto nivel de magia para volverse excelentes magos en un futuro. —Mamá, suena muy… ilegal. Recuerda que no podemos salir del territorio sin importar si queremos ir a ver el mundo— Haul puso una mano en su cintura alzando la invitación con la otra— El Concejo y el Rey deben dar permiso, y dudo quieran dejarme A MÍ salir de aquí. —No, no. De hecho, por eso mismo tu sí podrás salir— Azahara se enderezó abriendo sus alas un poco por la emoción— Sé que sonará doloroso, pero por lo mismo de que no tienes tantas responsabilidades como príncipe puedes tener una oportunidad, y el rey no pensará mucho si es bueno o malo. —No sonó feo, es realista— Haul se cruzó de brazos viendo a su madre de forma cómplice— Si es posible y puedo ir… podré ver el mundo, y no sentirme tan… atrapado en mi propio "hogar". —¿Bien? ¿Intentamos? Haul miró al suelo viendo como sus garras dejaban líneas delgadas sobre la madera vieja del tronco, anhelaba sentirse libre de esa etiqueta y los insultos disfrazados de consejos. En un lugar donde nadie lo conocía, donde solo podía ser él por una sola vez en su vida, no lo desaprovecharía ni loco. —¡Vamos! El chipido al final de su afirmación le hizo reír a la reina, con un salto de emoción, madre e hijo fueron directo a los corredores donde el tronco se dividía en tres. Una parte daba a las habitaciones de cada uno de los miembros de la familia, el otro al comedor principal al aire libre y el tercero al salón del trono donde debía estar el rey atendiendo sus tareas con sus aliados de confianza. Si tenían suerte solo estaría el rey ahí y no Zakary pegado a su derecha como lapa, con sus ridículas excusas de “Estoy observando para aprender del mejor” como solía decir al ser cuestionado por su presencia. Azahara se detuvo a centímetros de la cortina de tela translucida, le hizo una seña a Haul de ponerse a un lado para no ser visto, así los dos resoplaron de diversión por los nervios de pedirle al rey algo inaudito. La reina esperó que su presencia fuera anunciada antes de entrar con paso elegante, su sonrisa cambió a una línea neutral mirando con atención a los presentes. Era solo cinco aviarios además del rey, ella hizo la señal para pedir estar a solas con el Rey Rakar. Hicieron una inclinación saliendo por el palco para volar a los árboles cercanos, no muy lejos por si la audiencia acababa rápido y debían regresar de inmediato. —¿Esto qué significa, reina? Azahara se detuvo a una distancia prudente, su mirar se volvió severo casi en orden cuando chocaron los iris ambarinos con los iris plateados. No sonrió. No le dio ese gusto al aviario. —Una audiencia entre tú y yo ¿Qué más podría ser? ¿O acaso ahora la privacidad entre rey y reina debe ser con otros escuchando? —Habla rápido. Tengo asuntos urgentes en mis manos, a diferencia tuya, mi tiempo es más valioso de lo que quisieras. —Lo sé muy bien. Iré al grano— Azahara se mordió la mejilla para no descontrolar su necesidad de lanzarle el tintero al rey— Sabes que la situación con nuestro hijo Haul… —TÚ hijo. —Mi error. MÍ hijo Haul. La situación con él es crítica en el sentido social, el pueblo no le trata con respeto por cuestiones internas a nosotros como Familia Imperial— la reina se puso la mano en su pecho mostrando esa imagen dulcemente peligrosa— Aunque te moleste la idea de tener que darle un trato merecido de príncipe, si el pueblo toma el control de como se le debe tratar a esta familia pronto dejarán de tenerte respeto también llamándote de forma informal o cuestionando tus decisiones. A largo plazo, puede que incluso empiecen a decirle cosas despectivas al heredero Zakary. —¿Qué vas a pedirme? —Siempre tan intuitivo, rey— Azahara sintió su estómago revolverse al decir ese cumplido— Mandar a Haul a una escuela de magos llamada Night Raven College para ayudarlo a tener mayor control mágico, así la imagen de la Familia Imperial se equilibrará en la balanza y el pueblo entenderá que, tal vez él no tenga la pigmentación natural de un Akarrava. Pero eso lo hace igual de talentoso a uno. —No es necesario. Ya había dicho el día de su nacimiento que ese niño no tendría una imagen pública más allá de ser el cuarto hijo, nada más. Es innecesario y poco práctico darle estudios. —Rakar— Azahara no se contuvo más, su tono bajó dos décimas mirando de forma calculadora al rey— Haul se la ha pasado su vida entera dentro de este árbol por culpa de… Ahem, por culpa de la mala educación que no se le ha brindado como príncipe. Si es así, entonces permítele volverse un buen mago para ayudar al pueblo en un futuro. —Dos cosas, reina— el Rey se puso de pie caminando con severidad hacia ella, Azahara no bajó la mirada— En primer lugar, abstente de alzarme la voz de esa forma, aun cuando estemos solo los dos. Recuerda tu lugar. Y número dos, si tanto insistes en eso entonces has lo que quieras con TÚ hijo, yo no financiaré su matrícula ni le mandaré dinero para que pueda sostenerse estando lejos. Rakar acercó su rostro al de Azahara, los dos se sostuvieron la mirada con expresiones mortíferas. Ella lista para saltar a la ofensiva en nombre de la libertad de su hijo, él con un ala desplegada para recordarle de forma física a la reina en donde estaba parada. —El fondo de riqueza que se usará será el tuyo. Quien mandará una respuesta a la escuela serás tú. —Bien, no me pesa gastar mi riqueza si es mi hijo. Azahara se dio la vuelta dejando por terminada la conversación, justo cuando estaba llegando a la salida de esa sala escuchó como Rakar se aclaró la garganta. Se detuvo a esperar las palabras del rey. —Solo un año. No más, no menos. Un ciclo escolar antes de regresar al Árbol Sagrado, es lo máximo que se merece. La reina respiró profundo para controlar la creciente rabia, sintió la bilis subir por su esófago antes de calmarla regresando a los niveles normales. Asintió sin verle, no necesitaba ver a ese aviario para notar la sonrisa ancha en sus labios por su sentencia, ni por esas palabras dichas con tanto desprecio. Azahara salió a paso rápido sin hacer sonar sus ornamentos en sus garras, una habilidad que desarrolló al año de estar casada con Rakar para evitar decirle por donde caminaba dentro del árbol. Ella giró buscando con la mirada a su niño, calló un grito al ver algo saltar desde las sombras enfrente suyo, se rió bajo abrazando a Haul antes de irse los dos entre saltos y trote lo más lejos posible. Se había conseguido, con una condición restrictiva en el sentido completo de la palabra, pero era una realidad ahora. Haul saldría del Árbol Sagrado.