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—No entiendo ¿Entonces el cerebro de pájaro estará en tercer grado? Leona frunció el ceño mirando al director, Crowley solo asintió con esa sonrisa enorme y sus manos juntas a la altura de su pecho como si acabara de decir la mejor noticia de la noche. —¡Se llama Haul Akarrava! Joven Kingscholar, debe de referirse a él por su nombre o apellido, recuerde que es un príncipe como usted. —Eso no quita el hecho de que tenga privilegios por encima de los demás. —Lo sé, lo sé. Pensaba ponerlo desde primer año, pero ¡Ah, es una desgracia que mis manos estén bajo amenaza! — Crowley puso sus manos sobre su escritorio con cara chillona— Recibí la orden de parte del Rey de lo Aviarios sobre solo dejar al joven Akarrava un ciclo escolar en nuestra hermosa Night Raven College ¡Solo un ciclo escolar! Y no podía contradecir al Rey, así que para evitar problemas. El director alzó sus manos casi manifestando un arcoíris sobre su cabeza al sonreír de forma boba, Leona suprimió sus ganas de querer ahorcarlo. —Decidí ponerlo en tercer año, con los de su edad claramente. Así si solo se quedará un año ¡No es necesario ponerlo desde primer año! ¿Verdad? — Crowley se limpió una lágrima invisible en su antifaz— Soy tan amable con el joven Akarrava. —¿Y el sistema de aprendizaje básico? Yo entré con diecisiete años en primer año, no recuerdo haber empezado desde segundo solo porque ahí estaban los de mi edad. —¡Ya le expliqué la situación, joven Kingscholar! Y con eso me sigue cuestionando— el director se cruzó de brazos por sobre el escritorio antes de señalar al Líder de Savanaclaw— Así son las cosas y se quedarán así, así que por favor sea amable con el joven aviario, es la primera vez que un aviario viene a esta escuela ¡Debemos dejar una buena impresión para futuras ocasiones! Leona refunfuñó en voz baja mirando a otro lado, sus orejas agachadas y la cola de león sacudiéndose de derecha a izquierda con rapidez era un claro signo de molestia. De igual forma, a Crowley le dio igual sonriendo de nuevo en jubilo espantando al príncipe león cual mosca en el pan. —Vaya ya, joven Kingscholar. Regrese a su Dormitorio y dele la bienvenida que se merece al joven aviario y ¡Ah, cierto! — el director abrió un cajón sacando una hoja de horarios de tercer año extendiéndosela a Leona— ¡Este es el itinerario del joven Akarrava! Déselo en sus manos personalmente, no debe faltar a sus clases mañana o podría ser una mala imagen de organización de la escuela. El león sonrió arrogante mirando el itinerario en sus manos, su mirada brilló de malicia al ver al director de nuevo dándose la vuelta sin despedirse, cerró las puertas detrás suyo con un plan en mente para cuando regresara al Dormitorio. Leona Kingscholar había sido el único príncipe en Savanaclaw por al menos cuatro años seguidos, eso iba a seguir así sino fuera por el ingreso de ese desgraciado pájaro. Aviarios, una raza que apenas y se les conocía cómo eran, y ahora ¿Venían a la escuela? Después de años de misterio de repente uno de ellos llegaba al Night Raven College como si fuera el dueño del lugar apropiándose del título de príncipe de SU Dormitorio. Ahí solo podía existir un príncipe, y ese sería Leona.
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Con la cabeza apoyada sobre sus brazos en la mesa, el aviario se durmió sin tantos problemas, estaba cansado después de arrastrar tantas bolsas y el bote de plástico enorme a la salida del Dormitorio. Repitió la acción unas seis veces antes de poder sentarse de nuevo, su forma humana era más débil a la forma aviaria. Sin alas, garras de rapaz ni plumas en su frente y nuca se veía como un chico normal, demasiado normal con apenas músculo para levantar una pesada bolsa. Necesitaba hacer algo para ganar una mejor condición física sin extralimitarse, no solo podía volar por el resto de su vida, ahora entendía la insistencia de su hermano Toris de hacer estiramientos en las mañanas de forma constante. Por su condición genética no podría hacer tanto ejercicio como tal, pero podía hacer sus estiramientos. Cabeceó a un lado cuando el peso del sueño estuvo por ganarle, alzó su cabeza de golpe asustando a Ruggie. La hiena se quedó a su lado mirándolo de pies a cabeza como a un bicho raro, al no encontrar ni una sola pluma en él frunció más el ceño. Haul volteó su cabeza con la cara medio somnolienta. —Si eres un aviario ¿Dónde están tus alas y esas cosas de pájaro? —¿Hmm?… Ah, eso— Haul se talló un ojo apoyando su mejilla en su mano— Las escondí, usé magia para adoptar una forma más normal. —¡Ah! ¡¿En serio?! Pensé que ibas a ser más imponente, en los pocos libros donde están descritos los de tu especie los ponen como monstruos de los cielos y no sé qué tanta basura. —Ni idea… yo me veo normal. Ruggie volvió a alzar una ceja formando una mueca de aburrimiento, ese chico no se alteraba por nada, era demasiado plano para hacerlo enojar o siquiera sacarle alguna expresión diferente. La hiena miró a un lado pensando en qué más decirle. —¿Si es cierto que eres un príncipe? Haul abrió los ojos por completo mirando a la mesa, frunció el ceño con las palabras atoradas en su garganta. No lo era, o al menos él no se sentía como uno, solo era un título del cual no había obtenido ni un solo beneficio o palabras de apoyo. No. No era un príncipe. —Solo de nombre… yo no me siento como uno. —¿Eso qué significa? —Oye, cerebro de pájaro. Tanto Haul como Ruggie se giraron sobre sus asientos mirando al Líder, el león se acercó con paso pesado haciendo sonar su fuerza por sobre el piso de madera. Se detuvo a un lado del aviario apoyando su mano sobre esa misma mesa, inclinando su cuerpo hacia él con una sonrisa felina mostrando sus colmillos. El aviario endureció su mirada al sentirse frente a un depredador natural. Un felino. Enderezó su espalda con movimientos inofensivos para no mostrarse como una amenaza hacia ese león, le sostuvo la mirada en ese silencio tan incómodo para Ruggie. La hiena se removió en su asiento frunciendo los labios al echar sus orejas hacia atrás. —Al parecer tienes beneficios desde allá arriba, pero aquí es MI territorio, YO te doy las ordenes y TÚ obedeces ¿Entendiste? La voz salió como un bufido casi un gruñido amenazante marcando esa línea de diferencia, Haul ya sabía cómo actuar con ese león. No sería amable, ni sumiso, su madre no le enseñó a dejarse mandar por otros que poseían poder para usarlo contra los débiles. —¿Qué? ¿Acaso te asusté solo con un simple gruñido? — Leona sonrió de lado a lado antes de sacar de su bolsillo la hoja echa bola y aplastada del itinerario de clases— Ah, cierto. TO.MA Haul apenas parpadeo al escuchar el golpe seco de la bola de papel arrugada frente a él, a pocos centímetros de donde tenía sus manos. Con un suspiro profundo calmando sus ansias de arrancarle esa maldita sonrisa al león, se levantó de su asiento tomando la bola con total dignidad sin desdoblarla, un parpadeo fue suficiente para redirigir su atención a Ruggie. La pobre hiena estaba casi encogida en su asiento, sus orejas tan pegadas a su cabeza que apenas se movieron al tener la mirada de ojos celestes sobre él. —Disculpa, señorito Ruggie ¿Podrías mostrarme la habitación donde estaré hospedado? Si no es molestia. —Estamos hablando tu y yo, no me ignores. Haul le miró de reojo a Leona con esa mirada mortífera heredada de su madre, el aviario tomó de la muñeca a la hiena jalándola con cuidado sin ser un movimiento brusco. Ya de pie, Haul se llevó a Ruggie por el corredor por donde los demás se habían ido minutos atrás, dejando a un herido orgullo de león detrás. —Así son las cosas, bien, veremos cuanto duras con esa ridícula tenacidad de ave. Leona se giró sobre sus talones para irse a su propia habitación, como buen príncipe arrogante su habitación estaba en otro lado para dejar clara esa división de estatus con los demás. Podría ser un buen líder antes cuando las cosas estaban en paz, ahora no dormiría como antes en las tardes, usaría ese tiempo para pensar en cómo hacerle la vida difícil a ese pájaro hasta verlo obediente en el lugar que le correspondía entre tantos depredadores. En los pasillos iluminados por los faroles, los pasos de Haul eran tan ligeros que apenas la madera chirriaba debajo de su peso, mientras los pasos de Ruggie eran rápidos sin intención. Ya lo suficiente lejos de la sala común donde dejaron a Leona en su pelea de territorio, la hiena respiró profundo regresando a su sonrisa natural, miró de soslayo al impasible aviario que le regresó la mirada neutra. —¿Cómo eso no te hizo querer escurrirte lejos del alcance de Leona? —He tratado con peores animales, él es solo uno rabioso. —¡Já! Que no te escuche o te querrá aventar desde el tercer piso de las habitaciones. —Da igual, de todos modos, volaría y aterrizaría a salvo— Haul miró al frente con un resoplo divertido— Eso lo cabrearía más, y me reiría. —¡Eh, que falta de temor a morir! Hasta pareces un chico de barrio en vez de uno de “alta cuna”, si sigues hablando así le caerás bien a los demás en un tiempo. —Hay peores destinos que la muerte. Haul habló con tanta seriedad al poner cara de sabio hablando sobre un proverbio de alguna cita filosófica, los dos se miraron de nuevo soltando una risita, no una tan real como esperaban, pero era algo. El aviario siguió a la hiena hasta la habitación más alejada del completo de cuartos, no compartiría su pieza con alguien más debido a la idea de que Haul era solo un “cara bonita”. —Bueno, bueno. Aquí es tu habitación, el uniforme de clases y de Dormitorio están en el baúl— Ruggie hizo manotazos al aire con un resoplo— Junto a los de laboratorio y educación física, tus otras cosas ya llegaron. —Gracias, pasa una linda noche, señorito Ruggie. —Solo dime Ruggie, si me llamas así me siento raro. Haul asintió antes de despedirse, cuando la puerta dio ese click corto finalizando la conversación, el aviario sonrió de oreja a oreja yendo por sus cosas de sus bolsas. A diferencia de como los demás chicos llevarían sus cosas importantes en maletas de colores llamativos o soberbios, los aviarios solo tejían y tejían bolsas de mimbre, a veces de hojas largas dependiendo que material hubiera a la mano. En caso de la Familia Imperial, se usaba algodón con hilos dorados entretejidos, del tamaño necesario para guardar ropa, accesorios y cosas personales. Con la emoción a flor de piel, Haul empezó a ordenar sus cosas en su habitación sin parar de hablar en susurros sobre como acomodar algunas cosas en particular. Cuando la decoración tomó forma y se vio más como casa, junto a la silla de hamaca beige colgada en la esquina, el aviario chirpió de felicidad. En la mesa de noche a su lado de la cama, cerca de la lámpara, colocó con extremo cuidado un retrato dibujado a carboncillo de su madre, su hermana Amara y su hermano Toris abrazando a su pequeño yo de cinco años. Conservaría ese dibujo por muchos años, cada uno de sus mundos estaba plasmado con detalle en ese pequeño porta retrato. Cerró los ojos al segundo de tocar la almohada.