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Leona no podía seguir con eso. No solo había sido humillado en pleno patio central de la escuela frente a miles de estudiantes, no solo los que estaban en el jardín en el momento de la pelea, sino de aquellos que ya estaban escuchando de como un chico recién llegado le partió el orgullo en dos al tan respetado Líder de Savanaclaw. Para la cereza del pastel, el día de mañana debía ir a la Biblioteca con ese maldito cerebro de pájaro a limpiar de punta a punta los estantes y libros, como un jodido sirviente seguramente bajo la supervisión del mismo Profesor Trein para asegurarse de que ambos estaban colaborando. Un castigo demasiado estúpido. Se la iba a cobrar ese imbécil cerebro de pájaro, como si el mundo diera la respuesta a sus problemas, su oportunidad llegó en bandeja de plata. —Correo, Líder. Un chico de tercero llegó con los paquetes para cada uno de los estudiantes. Como era costumbre recibir cartas o regalos de sus familiares, cada semana llegaba el correo a la sala común de Savanaclaw, en ese caso el chico no vio lo malo de dárselo directamente al Líder que se encontraba ahí. Con un gruñido de afirmación y algo de irritación, Leona recibió las cosas para buscar entre ellas las cartas que su hermano Farena mandaba de vez en cuando para saber si se encontraba bien. O un dibujo de Cheka para alegrarle el día, algo así. Entre esas cartas una en particular llamó su atención, la curiosa forma de pájaro de origami cayó a sus pies al resbalarse entre las demás cartas, se agachó a recogerla ya ideando el plan en su mente. Esa carta debía de ser para ese pajarraco, podía jurarlo. Se detuvo un segundo. Era meterse con la privacidad del chico en un nivel diferente si abría él la carta. El resoplo burlesco salió de sus labios. —¿Desde cuándo me ha afectado eso? Dejó las demás carta y paquetes en el buzón común del lugar, se escabulló guardándose el pájaro de origami en su bolsillo al fingir despreocupación para no llamar la atención de los otros estudiantes mientras caminaba hacia su habitación. Entró sin mucha queja dando esa imagen de alguien sin tantos pendientes en manos, se sentó en la orilla de su cama antes de dejarse caer de espaldas sacando la carta sin tanta convicción de encontrar algo capaz de arruinar por fin esa máscara del chico. Manteniendo la calma desdobló la figura de origami, leyó por encima las letras antes de fruncir el ceño cuando sus ojos llegaron al final de la carta sencilla sin tantas cosas por explicar. Volvió a leerla de inicio a final ensanchando su sonrisa conforme más atención ponía a las palabras, se sentó de golpe con una sonrisa naciendo de lo profundo de su estómago. Justo esto necesitaba, era la maldita joya de la verdad en sus manos. —¿No que eras un santo, cerebro de pájaro? Espera a que los demás se enteren de esto. Habló con esa lentitud calculadora ya pensando en la reacción de los demás chicos cuando esa carta fuera demostrada como prueba irrefutable de la farsa tan grande a manos del aviario, iba a caer con tanta fuerza que Leona se reiría hasta el final de sus días cuando la cara desencajada de ese imbécil pájaro se le cayera de la vergüenza.✴︎—♛—✴︎
En su jubilo, los cinco chicos se despidieron entre ellos viendo como Reser y Cater entraban por el espejo que daba a Heartslabyul antes de que los otros tres entraran por el espejo para llegar a Savanaclaw, el ambiente nocturno les dio la bienvenida con los faroles encendidos marcando el camino entre la penumbra de la sabana. Ruggie iba de tan buen humor que le había dado una de sus donas glaseadas a Haul cuando pasaron por una panadería en el camino, Jack no la aceptó por su dieta estricta de entrenamiento. La plática de los chicos se fue silenciando al llegar a la entrada del Dormitorio encontrando a la mayoría de los estudiantes reunidos en la Sala Común, los escalofríos en la espina de Haul se intensificaron cuando vio a Leona sonriendo triunfal sobre la plataforma de piedra cerca de la cascada artificial. —¡Oye, Leona! ¿Para qué la reunión? — Ruggie alzó una ceja poniéndose frente a Haul por si acaso. —Nada fuera de lo normal, es un aviso sobre el Torneo de Magift ¿O ya se te olvidó que se acerca la fecha por estar jugando a los muñequitos con el muñequito de porcelana que tienes ahí? Leona miró con desdén a la hiena antes de comenzar a dar su anuncio sobre los elegidos para competir en el Torneo, como era costumbre en el Night Raven College se hacía el famoso Torneo de Magift en el Coliseo donde no solo se abrían las puertas a los familiares de los estudiantes y civiles de la Isla de los Sabios. También venían busca talentos que podían darles esas becas académicas deportivas para futuras estrellas del juego, llevarlos a las grandes ligas donde debutarían como jugadores profesionales. La frustración crecía más por la mala suerte del Dormitorio en esos dos años, desplazados por Diasomnia en más de una ocasión por culpa de ese desgraciado reptil alado fae. La lagartija de Malleus y su séquito. Haul se mantuvo callado mirando a los demás que vitoreaban con entusiasmo por ser elegidos como jugadores por el mismo Líder, incluso miró con una sonrisa a Jack cuando se ofreció como jugador voluntario recibiendo el visto bueno, verle la sonrisa al chico lobo alegró la noche de nueva cuenta a Ruggie y Haul. Al final del anuncio los murmullos de los demás se hicieron más fuertes, esperaron a ver a Leona bajar de ahí para irse a su habitación lo más seguro, pero no lo hizo. El escalofrío helado volvió a bajar por la espina dorsal a Haul cuando el león se aclaró la garganta. —Y hay otro anuncio que me gustaría darles, aprovechando que estamos todos aquí. Con esa misma pereza letal, Leona sacó de su bolsillo trasero una hoja algo arrugada por los dobleces, con una sonrisa llena de malicia la extendió enseñándosela a los demás. Los que estaban más cerca leyeron un poco a duras penas, pero Haul desde la distancia pudo reconocer la letra de su madre. Esa carta era de su propiedad y Leona la había abierto sin más. Ruggie llamó varias veces a Haul cuando lo vio avanzar entre la multitud de chicos con paso firme, lo siguió a paso rápido llegando a la mitad de la Sala Común donde los chicos a su alrededor les miraron confundidos antes de asustarse cuando los ojos del aviario se volvieron cristalinos. —Como los presentes aquí recuerdan, hace unas semanas me enfrentaron y dijeron que confiaban plenamente en cierto príncipe de plumas bonitas— Leona sacudió la carta antes de girarla para ver su contenido— Hoy llegó una carta un tanto peculiar de un contenido dudoso, dice lo siguiente. Haul negó varias veces agarrándose al brazo de Ruggie con fuerza casi enterrando sus uñas, los otros chicos a su alrededor lo sujetaron cuando una lágrima de impotencia rodó por la mejilla del aviario. —Blah blah “…Hijo, no te preocupes. Estoy hablando con el Rey para que no lo haga y así poder ayudarte a conservar esa imagen que has creado con esmero en la escuela, espero puedas mostrarles tu verdadero ser a ellos, sin contaminarla con las cosas que dicen los demás de ti aquí en el pueblo…” atentamente la Reina— como una buena picadura de serpiente, el veneno se inyectó en los presentes por esas palabras sacadas de contexto. Leona sonrió mostrando sus colmillos al levantar poco a poco la mirada esmeralda a los demás, centrándose en el rostro de Haul. El aviario sintió su corazón detenerse. —Les dije desde un inicio. Esa “cara bonita” no puede ser una santa, ahora que conocen la verdad del color de esas plumas rastreras ¿Seguirán confiando a ciegas en su bondad y gentileza desinteresada? Haul miró a los demás sin encontrar las palabras para defenderse del peso de esos ojos viéndolo, la garganta se le cerró de golpe y sus costillas se encogieron en su pecho. De repente se sintió en peligro. Esas miradas se desdibujaron para dejar ver los rostros de los aviarios en el Árbol Sagrado, mirándole con repulsión y rechazo solo por ser quien es, solo por los colores de su plumaje sin siquiera dignarse a pensar por sí mismos. El peso de su sangre le hizo temblar, su apellido se sintió tan tangible que escuchó las palabras del Rey Rakar en altavoces dentro de su cabeza.“Tú jamás serás un Akarrava, no importa lo que diga la sangre, para mí no eres más que una mancha en mi linaje”
Haul tropezó hacia atrás con una mano sobre su pecho, no podía respirar, el aire no llegaba a sus pulmones. Los escalofríos subieron desde sus pies hasta la nariz, fríos como una noche sin luna en medio del vacío de su existencia. Ahí no estaba su mamá para protegerlo, ni sus hermanos Amara o Toris, estaba solo. Solo. Haul se levantó de golpe empujando a su paso a otros estudiantes hasta llegar al pasillo donde se dividía para ir al campo de entrenamiento o las habitaciones compartidas de los demás, se tropezó y sin poder evitarlo al sentirse en soledad, se quitó el abrigo dejándolo en el camino junto a su chaleco. Apenas alcanzó a desabotonar su camisa cuando sus alas de plumas rosas con carmesí y puntas doradas se materializaron, alzó vuelo ascendiendo lo más rápido posible para alejarse de ahí. Necesitaba llegar a su habitación lo más pronto que pudiera, se estaba asfixiando. Ruggie se cubrió la cara cuando el aviario alzó vuelo sin darle tiempo de llamarle, lo miró volar de forma irregular antes de descender hacia donde estaba cercana su habitación. La hiena apretó la quijada del coraje girándose sobre sus talones, le importó poco la mirada desencajada de Leona por la falta de conflicto o de reclamo del aviario a su “prueba de falsedad”. —¡Leona Kingscholar, eres el imbécil más grande que he conocido en mi vida entera, esta vez caíste muy bajo con esta estupidez torciendo palabras! — le apuntó con el dedo índice en cólera— ¡Deja en paz al pobre chico ya, él no tiene la culpa de que seas un arrogante empedernido idiota! Lo único que nos dejaste claro a todos aquí es que eres el peor hijo de puta que existe. Con eso dicho y dictado, Ruggie jaló a Jack para ir los dos a paso veloz por los corredores en dirección a las habitaciones. Bajaron las escaleras de dos en dos hasta el primer piso derrapando al dar la vuelta para ir hasta la última habitación en la planta baja, casi chocan con la pared cuando llegaron a estar de frente con la puerta de madera. Ruggie forzó la perilla descubriendo el seguro puesto, la ansiedad se le subió a la cabeza por la idea de que Haul estuviera haciendo algo estúpido, jaló varias veces antes de tocar con fuerza debido a su miedo actual. —¡Haul, abre la puerta! ¡HAUL! Tocó varias veces más recibiendo nula respuesta, el corazón martilleó más fuerte en su cabeza. —¡HAUL! —Ruggie senior, hágase a un lado. Jack quitó con sutileza a la hiena antes de ponerse en posición de perfil, de un fuerte golpe la puerta cedió al recibir de lleno la patada cerca de la perilla rompiéndola en el proceso. Casi se cayó la misma puerta por las bisagras forzadas, pero a Ruggie le importó poco cuando vio la habitación a oscuras. Entró sin prender la luz buscando con su vista apenas ambientada a la sombra, los sollozos queditos le hicieron voltear a donde estaba esa silla hamaca. Echo una pequeña bola cubierta con sus dos alas, Haul se abrazaba en posición fetal sollozando sin hacer tanto escándalo dando gorgoteos de ave triste. Los dos se sintieron aliviados de ver sano y salvo al chico aviario, la ansiedad se volvió preocupación al ver como el aviario no se descubría para verlos. Ruggie avanzó a paso seguro llegando hasta él sin tocarlo, no quería asustarlo ni invadir su espacio si él no quería. —…Haul. —…Ahora van a odiarme… como ellos— Haul habló amortiguado por sus sollozos y las alas cubriéndolo— No quería eso… ya tengo suficiente con ser ignorado… por mi propio padre y el pueblo… pensé que aquí sería diferente… pero ya no. Chilló fuerte cerrando más sus alas alrededor de su cuerpo, incluso el soporte de la silla hamaca crujió por el peso. Ruggie inhaló profundo al girarse señalándole a Jack la silla del escritorio, así el chico lobo extendió a su alcance la silla de madera a la hiena consiguiendo un lugar donde sentarse para bajar el susto. —Haul, solo respóndeme algo ¿Esa es la carta que tu madre envió para responder tu carta anterior? El chico solo asintió sin dejarse de tapar con sus alas, su cabello rosa pálido se veía casi blanco en las sombras de la habitación. Jack se sentó en la orilla de la cama un poco lejos no por falta de interés, sino por la falta de otra silla donde sentarse cerca de Haul. La afirmación hizo hervir de rabia la sangre a Ruggie, aunque Leona fuera el Líder de Savanaclaw no tenía el derecho ni la obligación de hurgar en el correo ajeno. Eso era una violación a la privacidad muy grave, ni siquiera era alguien cercano de Haul como para hacerlo, y aun sí lo fuera no le daba permiso. —Mira, esa carta era tuya y de nadie más. Los chicos ya te conocen suficiente para no dejarse llevar por palabras sacadas de contexto y menos si fue Leona quien la leyó, él se vio peor al hacer algo así como si fuera un trofeo que presumir. No van a odiarte. —… no te creo. El susurro quebrado de esa hermosa voz tan alegre, llena de maravilla por la tecnología y los avances del mundo moderno convertida en un llanto angustiado por sentirse abandonado por una segunda vez, fue la gota que derramó el vaso. Ruggie se levantó de golpe con las manos echas puño a sus costados, respiró profundo en férrea decisión girándose hacia Jack. El chico de primer año dio un sobresalto cuando de repente la hiena le señaló con esa cara dura. —Quédate con él y cuídalo, debo ir a arreglar algo. —¿A dónde vas? Jack se movió para acercarse a la silla de madera, Haul incluso puso atención a la conversación alzando su cabeza un poco de entre sus alas. —A poner a un imbécil de mierda en su lugar y darle un golpe de realidad. Con esa misma tenacidad sin miedo a ser seguramente vuelto un pedazo de carroña después por su osadía, Ruggie salió de la habitación cerrándola como pudo debido a la perilla rota y las bisagras flojas. Ya seguro de eso asintió a sí mismo caminando a paso pesado por la madera, ese hijo de perra lo iba a oír fuerte y claro. Lo iba a hacer.