ID de la obra: 1030

El Pacto

Slash
NC-21
En progreso
1
Tamaño:
planificada Mini, escritos 70 páginas, 33.316 palabras, 11 capítulos
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Susurros de Sangre

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Una luz plateada brillaba en lo alto pero su halo no parecía tocar nada. Una Inexistente belleza prestada que tomaba forma en el vacío, como un péndulo ondulando entre fases. La plateada esfera lo observaba. Podía sentir el frío, la humedad, la tierra, pero no su cuerpo. Una conciencia tibia que flotaba en el centro de ningún lugar. Las voces comenzaron su susurro. Inicialmente grave e imperceptible hasta tomar niveles aturdidores. Eran muchas y todas cargaban un profundo odio que alteraba aquella tibia quietud. - ¡Mátalos a todos! – gritaron algunas – ¡Es nuestra, tómala! – gritaron otras. – Ha robado nuestra gloria y arrebatado el legado. – susurraron algunas. – No mereces el poder que cargas... ¡cuántas veces has caído! – La última fue clara casi tangible. La ira creció ostentosa y rapaz enturbiando la conciencia. El deseo, la muerte, el dominio envolvió todo y le dio un cuerpo. Ahora lo sentía y temblaba confuso e iracundo. - Kyo - fue la primera palabra que brotó de su boca. - ¡Kyoooo! – la primera expresión de absurdo odio irracional. Iori se incorporó en medio del vacío y su cuerpo tomó proporciones colosales. Estiró una de sus manos que errática buscó alcanzar la esfera plateada que había detenido su movimiento pendular en el cuarto creciente. Su mano logró acunar el astro y este corto su piel. De la sangre vertida ardieron llamas tenues de un violeta pálido. El cual suavemente goteo y un instante después flameando violento en un intenso carmesí, cubrió todo su cuerpo. El fuego escarlata envolvió su ser y la poca conciencia adquirida parecía quemarse con las flamas. - La maldición de Orochi. – Pensó y con ese leve instante de lucidez su cuerpo se consumió hasta que redujo su forma a la fragilidad humana. Bajo la luz de la luna su cuerpo vulnerable y desnudo proyecto dos sombras que se extendían más oscuras que el vacío mismo. En el pecho de ambas danzaba un pequeño fuego. Una flama violeta que se tornaba escarlata y caótica lo dragaba a su izquierda. El otro, anaranjado, impetuoso y vibrante lo atraía hacia su derecha. Una tibia sensación de familiaridad rondaba la flama naranja y al extender su brazo hacia esta lo invadió una intensa calidez, la cual aumentaba su potencia sin llegar a herirlo. - ¡Mátalo! ¡tómalo! ¡ódialo! – Las voces en crescendo gritaron aturdiendo a Iori. Su mano se cerró con fuerza intentando extinguir la llama pero esta creció descontrolada. La frágil humanidad de Iori y la sombra a su derecha, ardieron juntas. --------------------------------------------------------------------------------- Iori Yagami despertó alterado. Su corazón desbocado acompasaba su respiración agitada. Su pecho desnudo estaba cubierto de sudor y las sábanas estaban ya húmedas. Se sentó aturdido en el borde la cama y posando las manos en el cabello, intentó recordar qué había soñado. En vano solo logró rememorar los susurros y algún par de palabras estridentes. Las voces habían regresado, las pesadillas y la inquietud de la noche volvían a abarcar su sueño. Aunque habían pasado un par de meses desde la recuperación de su fuego, aun no lograba acostumbrarse a los susurros de la maldición. Pero ahora había algo diferente. Antes no lograba razonar con claridad cuando era abordado por aquel murmullo caótico, sencillamente caía en un estado de ira incontenida. Pero después de perder la llama de los Yagami y recuperarla nuevamente, parecía ser capaz de cierto discernimiento que antes le había sido negado. - Kyo – sonó como un eco impredecible en su pensamiento y una oleada de deseo y rabia reptó hasta su pecho. – No – susurro Iori. No le permitiría a la semilla maldita de los Yagami envenenar su resolución. La próxima vez que viera a Kyo borraría esa sonrisa arrogante de su rostro y le negaría la victoria. Y eso lo haría con una voluntad que no estaría ligada a la sangre. Una que le permitiría distinguir entre su propio deseo de someter a Kyo y el odio ligado a los Yagami. Sabía que estaba haciendo Kyo, sabía bien cómo encontrarlo. No era que él se esforzara en ocultarse de Iori. Ya lo había observado un par de ocasiones. Tan cerca que se extrañó que Kyo no se percatara de su presencia. O tal vez no de sus intenciones. En ese par de ocasiones, finalizando el segundo mes, lo habría tenido tan cerca como para verlo arder antes siquiera de que reaccionara. Pero ese no era su propósito. Controlar esa pulsión desbocada que tenía hacia Kyo era su prioridad. No poder mantener bajo control esa sed de violencia cuando miraba a Kyo lo consideraba una clara debilidad ante la maldición. Y aunque había sido en extremo difícil poder discernir esos sentimientos provocados por la sangre. Había logrado controlar el impulso de quebrar su inocente semblante, ajeno al peligro que lo acechaba. Su nuevo nivel de consciencia sobre su propia naturaleza era un estado difícil de mantener, ya que aun no lograba diferenciar donde acababa uno y empezaba el otro. Iori se dispuso a ducharse, esa pesadilla que no lograba recordar llevaba persiguiéndolo más de una semana. En ocasiones podía recordar pedazos, pero siempre eran diferentes. Finalmente optó por desechar el interés en aquellos sueños extraños y respiro profundo bajo el agua helada. Llevaba ya unas semanas en la ciudad y había participado con dos bandas en presentaciones clandestinas. Ahora tenía una presentación pendiente con una de ellas esa misma noche. Había alquilado un apartamento pequeño y cómodo cerca al centro de la ciudad para facilitarse las reuniones y ensayos. Incluso había adoptado un pequeño gato que encontró en un callejón la semana anterior. El pequeño animal se había adaptado con facilidad al apartamento ya que este, contando con poca decoración y desprovisto de divisiones, era un enorme espacio casi sin límites para un inquieto minino. Aún no lo había nombrado y no pensaba hacerlo ya que sabía que no lo tendría durante mucho tiempo. Aunque ese hubiese sido el mismo pensamiento una semana atrás. Iori tomo algo de ropa ligera. Cuando hacía presentaciones le gustaba sentirse cómodo y dar una imagen despreocupada. Solía disgustarle que las personas le temieran sin motivo alguno, así que al momento de presentarse en un escenario quería que la gente se centrara en la música más que en su semblante amenazante. Eran momentos valiosos para él ya que la música lo transportaba a un plano donde no podía tocarlo Orochi, donde sentía un poder absoluto sobre su existencia. Pasó gran parte de la tarde puliendo algunas composiciones pendientes y practicando en la guitarra. Ya en la caída del día terminó por organizar parte del material instrumental, sellar el bajo en su enorme estuche, guardar cables y empacar la guitarra acústica. Hoy tendría de nuevo una canción de dos guitarras y una voz a cappella en su presentación, la cual había sido recibida con extremo agrado en ocasiones pasadas. Tenía una hora para llegar al encuentro de la banda y concretar los últimos pasos antes de la velada. Iori había tomado por costumbre colaborar con diferentes bandas que fueran de su agrado musical, todas y cada una manejaban siempre un bajo perfil indie con una cantidad media de seguidores. Cuando la banda empezaba a hacerse famosa y a atraer demasiada atención y fanáticos, Iori desertaba dejando tras de sí parte de sus ideas y creaciones. La aglomeración de gente, los fanáticos acosadores y los reconocimientos constantes seguidos de alabanzas y admiración nunca fueron de su agrado. No los tuvo de su padre y nunca pudo conocerlos de su madre. No los necesitaba de unos desconocidos. Camino hasta la salida del apartamento, recogiendo en el camino su chaqueta. Colgó ambos instrumentos sobre su espalda y se dispuso a abrir la puerta cuando un leve maullido agudo atrajo su atención. El pequeño gato rezagado tras el sillón de la sala maullaba suavemente hacia Iori. Parecía protestar su abandono. Iori se acercó despreocupado a la cocina y sacó la única caja de leche que había en el refrigerador. Tan vacío y limpio que daba la impresión de estar nuevo. Vertió sobre una pequeña tapa improvisada la leche y la acercó al animal. El pequeño gato bebió con delicadeza del recipiente. - Espero no encontrar ningún desastre a mi regreso o tendrás que aprender a sobrevivir solo a la intemperie. – La amenaza ya común entre ellos fue respondida con un lamido áspero y delicado en la mano. Iori sonrió algo fastidiado y tras rozar con suavidad las orejas del minino, abandonó el lugar a paso ligero.
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