La velada
22 de septiembre de 2025, 16:02
La voz líder se elevó a una nota aguda que decayó moribunda al son acústico de las guitarras. La mayoría de las personas estaban en un silencio de absoluta contemplación. La canción más exitosa de la banda había acallado a los presentes.
En el instante en que el silencio acompañaba cómplice los ápices de la canción, la guitarra de Iori se detuvo abruptamente generando discordancia el ritmo. Todas las miradas presentes se centraron sobre él. Iori estaba encorvado y su cuerpo tembló espasmódico. Una delgada línea de sangre brotó suave de entre sus labios.
– ¿No lo habrás envenenado con alguna bebida... King? – La voz de Benimaru sonó confusa, al fallar en su intento de bromear.
– No digas estupideces. Esto no me gusta nada. – espeto King observando desconcertada a Yagami.
Iori se levantó con dificultad del asiento. La guitarra cayó inevitable a un costado del escenario. Sus ojos eran totalmente blancos y su cuerpo convulsionó con levedad. La sangre de su boca aumentó su densidad y se derramó oscura por la pálida piel, justo antes de perder el equilibrio.
Benimaru vio caer el cuerpo de Yagami en cámara lenta. En el instante que parecía perder todo aplomo por la borda del escenario, un movimiento rápido detuvo el descenso justo al filo del silencio. El cuerpo de Yagami se tensó repentinamente y su respiración se hizo brusca. Unos leves gruñidos escapaban de su rostro oculto y su mano se apretaba con violencia el pecho.
– No...no es posible. – susurro turbado Benimaru. El vocalista que estaba próximo a Yagami se acercó a él con notable preocupación y posando una de sus manos sobre su hombro le preguntó si estaba bien. Como acto reflejo el hombre dio un respingo de dolor y alejó rápidamente su mano del contacto con Iori. Está humeo por un instante y el chico asustado retrocedió dos pasos observando estupefacto la quemadura en su piel.
– No. – hablo Benimaru para sí mismo. – ¡Salgan de aquí ahora! – gritó alertando a los observadores confusos y sorprendidos que no sabían si aquello era parte del espectáculo o una alarmante situación.
– ¡Aléjense! – El grito de King sonó contundente y muchas personas se dispusieron a abandonar las mesas no muy convencidas de lo sucedido. Benimaru sabía bien qué era eso. Lo había vivido en carne propia algunos torneos atrás cuando Iori había perdido la cordura. Conocía lo suficiente el proceso demencial que envolvía a Yagami bajo ese estado y sabia las cosas terribles que debía esperar de él.
Los miembros de la banda aún sobre el escenario observaban a Iori. No se atrevían a acercarse, pero tampoco a abandonarlo. Solo unos segundos después de que los gritos de Benimaru y King alertaran a la confundida turba. El disturbio de sangre en Yagami comenzó su demostración de poder. Alrededor de los pies de Iori el suelo entapetado de material sintético inició una descomposición que contrajo su forma. Derritiéndose sobre las bases metálicas del escenario, dejando expuesta parte de la estructura bajo él. Pronto, como acto seguido, una de las mesas más cercanas a Iori combustiono. La madera ardió con levedad aumentando lentamente la intensidad de las flamas que tenían un extraño matiz violeta-carmesí. Algunas lámparas colgantes cercanas a Iori estallaron generando parpadeos fuertes de electricidad.
La histeria envolvió a la multitud. La sorpresa acompañada luego por el miedo estalló entre los presentes y la gente corrió despavorida hacia las salidas más cercanas. Cruzando de manera caótica por el pasillo de solo personal autorizado por el que horas antes había ingresado Iori. Abarrotandose con desesperación en el arco más amplio de la entrada principal.
Los miembros de la banda se habían alejado con prontitud del escenario en dirección a la salida del personal. Las miradas que le ofrecieron a Iori estaban cargadas de espanto.
Benimaru acortó la distancia entre Yagami y él, poniéndose en frente de las personas que abandonaban con presura el bar. Sabía que enfrentar a Yagami en ese estado era una locura, pero no podía permitir que este hiriera civiles inocentes.
Iori continuaba encorvado en el borde de la tarima, su cuerpo temblaba con violencia contenida mientras entre gruñidos pronunciaba algo imposible de entender. Sus movimientos eran cortantes y abruptamente interrumpidos. Sus ojos presa de un brillo antinatural estaban fijos en un punto que parecía no indicar lugar alguno. Benimaru se mantenía a raya pensando cómo neutralizar esa peligrosa situación mientras King gritaba indicaciones para que salieran la mayor cantidad de personas rápido.
Iori bajo efectos del disturbio rompió por un instante ese vacío que separaba su vista de quien estaba al frente y centró su atención en Benimaru, como cuando un depredador avista su presa. Aun así, el esperado ataque de Yagami hacia el rubio no se reveló y Benimaru logró percibir por un instante en la mirada del pelirrojo un atisbo de humanidad.
– Se está resistiendo... - pensó el rubio dejando volar sus expectativas. Siendo al instante frustradas por el personal de vigilancia, quienes en un intento por controlar la situación atacaron a Iori con armas no letales.
Los proyectiles perforaron el hombro y el costado de Yagami, y un instante después se produjo la descarga eléctrica. El efecto fue mínimo y el cuerpo del joven no tuvo reacción alguna al paralizante. Pero el riot si reacciono y el ínfimo instante de humanidad que había cursado el rostro de Iori desapareció tras una mueca de furia descontrolada y un violento giro hacia los atacantes.
Benimaru reaccionó al instante y atacó a Yagami por su costado izquierdo justo cuando este se disponía hacia el personal de seguridad. Una patada fuerte fue bloqueada por el brazo de Yagami ante lo cual el rubio arremetió con un puño directo, generando una fuerte descarga eléctrica en el pecho de Iori. La onda expansiva de la descarga estalló las luces del escenario generando una lluvia de chispas que cayó sobre ellos. Aunque el golpe eléctrico de Benimaru dio de lleno en el blanco este no se inmuto por el daño causado y a una velocidad alarmante llegó la respuesta de parte de Yagami.
Su brazo derecho surco amenazante cortando el espacio entre ellos ante lo cual el rubio giro esquivando por poco el ataque. Unos hilos de sangre se desdibujaron en su abdomen a través de la tela rota de la camisa.
Nikaido retrocedió un paso en posición defensiva, pero la velocidad asesina con que Iori se acercó corto de un golpe la distancia entre ambos. El rubio logró bloquear parcialmente la patada que Yagami le asestó en el pecho, pero la fuerza descomunal de este lo hizo volar contra la barra. El impacto resquebrajó gran parte de la madera y Benimaru perdió el equilibrio contra los bordes que cedieron al golpe. Como acto reflejo las llamas violetas que se tornaban rojizas accedieron a las manos de Iori y justo cuando estaba a punto de incinerar al rubio una fuerte patada en el costado izquierdo lo hizo retroceder hasta derribar una de las mesas del bar.
King arremetió con fuerza, lanzando un contundente golpe tras otro. Siendo todos sus ataques bloqueados torpemente por Yagami. Una de sus patadas fue desviada con brusquedad haciéndola perder el equilibro y en el momento en que la mano flamante de Iori se disponía a estrellarla contra el piso, una pausa abrupta dejo los dedos de Yagami a cortos centímetros del rostro de King. Un atisbo de humanidad parecía luchar férreamente contra el disturbio, pero esta no lo percibió y evadiendo con gracilidad la mano de Iori, asestó un fuerte golpe en la base del cuello. El impacto hizo que el cuerpo de Iori cediera un instante arrodillándose parcialmente y cuando King se disponía a dar una fuerte patada para rematar el ataque, este fue bloqueado por Yagami. Sus manos apresaron con desmesurada fuerza la pierna de King y quedando atrapada bajo una llave rápida sintió como su pierna se tensaba a límites inalcanzables.
- ¡No! – grito Benimaru quien se estaba reinstaurado de entre la barra destrozada y la madera astillada enredada en sus prendas. Un leve crujido se proyectó desde la pierna de King y un grito fuerte se extendió por todos los rincones del bar. El cuerpo de King fue despedido con violencia por los aires y chocó implacable contra la estantería de bebidas detrás de la barra, destrozando todo en esta.
Benimaru se precipitó iracundo hacia Yagami mientras su cabello y sus manos chispeaban electricidad. Sus ataques chocaron estallando en chispas y flamas violeta que se extendieron hasta el techo. La colisión fue superada por las llamas de Yagami y Benimaru fue regresado a la barra con una potencia desgarradora. El impacto en su espalda lo dejó aturdido.
El rubio tenía la vista nublada y un fuerte dolor ascendía desde la base de su cintura hasta sus pulmones. Vio a Yagami allí parado respirando con extrema dificultad, con la expresión perdida en un punto vacío y una cantidad alarmante de sangre goteando de su boca. Al siguiente segundo todo era de un matiz oscuro y cuando volvió a enfocar a Yagami unos fuertes estallidos resonaron en el hall destrozado del bar. El impacto dio directamente sobre el costado derecho de Iori.
El personal de seguridad había decidido cambiar de táctica y ahora usaban armas letales. El primer disparo había sido de aviso, pero el segundo disparo había impactado en el torso de Yagami.
– Levante las... - el grito del guarda fue ahogado por una repentina llamarada violeta que se alzó hasta lamer el techo, envolviendo los dos hombres de seguridad entre sus fauces. Los hombres gritaron y corrieron del fuego que combustiono sus prendas y los envolvió en un abrazo ardiente.
– Detente...Yagami. - la voz de Benimaru broto áspera y ahogada mientras se incorporaba una vez más de la barra. La sombra de Iori se proyectó amenazante sobre el cuerpo del rubio. Titilando intermitente bajo las luces destrozadas y chispeantes del hall.
Las manos de Yagami se acercaron a Nikaido, pero se detuvieron a pocos centímetros de su cuello, temblando. El cuerpo de Iori estaba parcialmente inclinado sobre Benimaru. Densas gotas de sangre caían impávidas desde su mentón hasta chocar con la tela desgarrada de la camisa de Nikaido.
- Corre. – La palabra avanzó arrastrada y ronca hasta ser pronunciada. La expresión que tenía Iori en su mirada estaba cargada de un absoluto dolor. Tras la sorpresa, Benimaru tomando aplomo de sus fuerzas, aprovechó el lapso de aturdimiento por el que estaba pasando la monstruosa manifestación de Orochi. Giró ágil entre los retazos de madera y la cercanía de Yagami, hasta posicionarse detrás de la barra y recogió el cuerpo semi-inconsciente de King.
Iori ya trastabillaba turbado hacia la salida por la que había ingresado al Illusion Bar. Dejando rastros de sangre en las paredes que tocaba para no perder el equilibrio mientras se alejaba de aquel desastre.
– Aléjense. - susurro ahogado por el dolor y la sangre. Totalmente desorientado avanzó con paso torpe hacia la salida. Ya nadie estaba cerca. Las exclamaciones las escucho lejanas como ecos imaginados acompañados del repetitivo sonido distante de una sirena. Iori camino largos callejones oscuros y abandonados. Sin rumbo, solo quería alejarse del lugar que había visto nacer al monstruo. A ese ente dormido entre los compases del tiempo.
Él sabía que había hecho, luego de que la sombra se desvaneciera lo entendió con profundo pesar en el alma. Había causado un terrible daño a personas inocentes. Había herido con crueldad a aquellos que minutos antes sonreían complacidos bajo los efectos de la música. Su espacio onírico de paz se transmutó en un baño de sangre y odio. Provocado por algo desconocido e impredecible. Algo que no tenía importancia alguna en el instante en el que recordaba las miradas de terror plasmadas en los rostros de todos.
Iori se inclinó agotado, respiro profundo el aire húmedo del callejón. La sensación de ahogamiento ya rezagada casi había desaparecido. Su cuerpo se deslizó dolorosamente por el muro hasta quedar sentado sobre el pavimento frío. Una cantidad copiosa de sangre cubría su abdomen bajo y parte del pantalón. El dolor lacerante del costado era muy fuerte, pero era superado con creces por la sensación del disturbio en su cuerpo. La insoportable sensación de quemarse por dentro, la presión insondable en el pecho. El miedo que rasguñaba las entrañas de la inconsciencia. Un dolor que no podía tolerar insomne. Un dolor, que en ese momento de inexorable culpa. Merecía.