Noche de espera
22 de septiembre de 2025, 16:09
La noche alargó su abrazo sobre Kyo Kusanagi. Tanto, como para parecerle una eternidad. Las luces pálidas que recorrían los pasillos vacíos del hospital atenuaban el álgido ambiente que helaba hasta los huesos. Los ocasionales acompañantes que cruzaban la sala para bajar a la zona de comidas, fueron el único panorama que tuvo hasta entrada la madrugada. Los médicos no lograban sacar un diagnóstico certero para el padecimiento de Yuki. El análisis inicial no parecía concluir nada más allá de un coma espontáneo. Al parecer no había nada malo con su cuerpo, pero ella sencillamente no recuperaba la consciencia.
Como estaba prohibida la entrada a la zona de cuidados intensivos, Kyo deambulo impaciente por la sala de espera; lo único que podía hacer era especular sobre la información que le habían brindado las personas que ayudaron a Yuki en el malecón, y a pesar de repasar reiteradamente el testimonio que le dieron, tras horas de rondar los mismos pensamientos, no llegó a ninguna conclusión razonable. Finalmente, agotado y sin mayores cambios en los informes sobre el estado de Yuki buscó un lugar más cómodo para respirar algo de tranquilidad.
Kyo caminó sin rumbo por los largos pasillos bañados en tonos grises y enmarcados en formas cuadradas. Evadiendo ocasionalmente algún miembro del personal hospitalario, encontró un espacio adecuado para refrescar la mente. Un cielo oscuro y estrellado reinaba al costado este del hospital, sobre un amplio balcón en los pisos superiores. Un lugar solitario, silencioso y con una brisa fría que llenó sus pulmones tras una honda bocanada.
Al llegar al hospital había decidido comunicar la situación a sus padres ya que no se sentía capaz de informar de lo sucedido a la familia de Yuki y tenía la esperanza en que la diplomacia de su madre mellara preocupaciones en ellos. Ya pasadas varias horas se le hizo extraño que ningún familiar de Yuki hiciera presencia en el lugar, pero al comunicarse de nuevo con su familia, su madre le informo que su padre se estaba haciendo cargo de todo. Algo en su voz no estaba bien, poseía una urgencia extraña, pero lo descarto con facilidad por el estado de la chica. Igualmente, el hecho de pasar largas horas sin señal alguna de su padre u otra persona relacionada con ella le parecía casi sospechoso.
– Que estas planeando padre… – susurro Kyo cansado mientras alzaba la vista al cielo y disfrutaba de la helada brisa nocturna.
Una tímida luna en cuarto creciente se asomaba en la profundidad del espacio sin opacar notablemente las estrellas que la circundaban. Contemplar aquel espectro plateado siempre le generaba un estado de calma seguido por expectativa. En lo profundo de su mente, esa imagen siempre iba acompañada por la voz grave y cruel de aquella persona que siempre llegaba con aquel arco pálido a su espalda. “Recuérdame cada vez que veas la luna.” Cuantas lunas habían pasado ya desde aquellas palabras, cuantas peleas…pensó.
– Joven Kusanagi. – Una voz suave lo sorprendió, Kyo no se había percatado de la presencia de aquel hombre hasta pronunciadas sus palabras.
– El señor Saisyu lo espera abajo. – puntualizo con amabilidad. Kyo no reconoció quien era aquella persona, pero no le interesaba en el momento indagar su identidad. Su padre se encontraba en el hospital y al parecer no estaba acompañado de los familiares de Yuki.
Al llegar a la sala de espera Kyo divisó a Saisyu, este parecía debatir con dos médicos que no muy conformes, asentían con analítica lentitud. Tras el lider del clan se encontraban dos hombres con trajes tradicionales y el símbolo Kusanagi bordado en los costados de la túnica. No comprendía qué estaba sucediendo, pero que su padre tuviera algún conocimiento al respecto y no le hubiese comunicado nada, lo enojaba de sobremanera.
- ¡Eh! viejo, porque tardaste tanto… - su voz salió involuntariamente cargada de rabia. Saisyu miró de soslayo a su hijo e ignorando momentáneamente el llamado, finalizó su debate con los médicos y entregó un sobre sellado a uno de los doctores; el cual con expresión desconfiada asintió nuevamente y señaló condescendiente las puertas de la sala de cuidados intensivos. Los hombres que estaban tras su padre se movieron sincronizados y entraron al lugar.
– Tu sabes que está sucediendo. ¿cierto? – espetó con brusquedad Kyo, mirando el paso rápido de aquellos miembros del clan Kusanagi que se perdían tras las puertas que los separaban de la sala.
– Hay una situación delicada que debemos discutir Kyo. Pero no en este lugar. – la respuesta de Saisyu fue fría, pero tras sus palabras se ocultaba cierta desazón.
Cuando el joven se disponía a discutir, el sonido de una camilla que se acercaba lo silencio. Los dos hombres que acompañaban a su padre salieron presurosos por el pasillo, empujando consigo a una Yuki aun inconsciente con una máquina que monitoreaba sus signos vitales.
– Sacarla del hospital… ¿Estás loco? – reprocho Kyo a su padre. – Qué demonios pretendes poniéndola en riesgo. – espetó enojado.
– Esto es algo que no está al alcance de la medicina Kyo. Mejor cállate y síguenos. Te explicare lo que debas saber en el camino. – respondió cortante Saisyu. El tono autoritario de su padre lo molestó aún más, pero guardó silencio ya que lo único que deseaba en ese momento eran respuestas.
Yuki fue montada a un vehículo particular, una camioneta oscura con un espacio amplio en la parte trasera. La camilla se deslizó con facilidad por el metal y las puertas del vehículo se cerraron, dejando en su interior a la chica con dos completos desconocidos del clan.
Kyo fue dirigido por su padre a otro auto aparcado en la entrada principal del hospital. Un chofer anciano aguardaba su llegada en un Land Rover tan oscuro como la camioneta, era un carro de lujo muy impropio de su padre, lo cual extrañó aún más al joven. El chofer arranco el motor apenas ambos Kusanagi se instalaron en los asientos traseros.
– ¿A dónde llevan a Yuki y quienes son estas personas? – Preguntó impaciente Kyo, tras largos minutos de quietud. Toda esa situación que se parecía más a algún tipo de mafia Kusanagi se había pasado de extraña y estaba irritado por el silencio de su padre. Saisyu respiro profundo y miró directamente a Kyo.
– Han sucedido cosas extrañas en el último mes alrededor de las familias relacionadas a los tesoros de Orochi. – Saisyu desvió su mirada que indago algún punto imaginario en medio del camino. - Chizuru Kagura ha estado desaparecida desde la finalización del último de esos nefastos torneos de King of Fighters. – Tras esas palabras Saisyu guardó silencio, uno aún más sombrío. – Han desaparecido personas Kyo…personas relacionadas a la familia Kusanagi, incluso ha habido informes que se filtraron, de un miembro lejano de los Yagami. Desconocían su paradero hasta hace poco. Cuando unos transeúntes encontraron su cadáver flotando río abajo en una ciudad costera del norte, en las fotos su pecho estaba…- Saisyu hizo una pausa recuperando la tranquilidad en su expresión.
– Hemos llegado señor. – anunció el anciano al volante. Kyo sorprendido por las revelaciones de su padre no se percató del rumbo que llevaban, ni que estaban justo a la entrada de la casa familiar.
Saisyu bajo del auto y aguardo a que Kyo saliera. La cabeza del joven estaba hecha un caos, tenía demasiadas preguntas que hacerle a su padre. Preguntas sobre qué miembros de la familia estaban desaparecidos, sobre el estado de Yuki y su relación con todo eso, incluso sobre Iori y su conocimiento al respecto. Cuando bajó del carro y miro a su padre con múltiples dudas en su semblante, lo primero que salió de su boca fue un reproche altanero.
– ¿Por qué no me habías dicho nada...por qué me ocultaste todo esto? – el resentimiento que Kyo expresaba, exasperó a Saisyu, el cual interrumpió la lluvia de preguntas que su hijo estaba por hacerle.
– ¡No seas necio!, tú eres el poseedor del tesoro Kusanagi, te quiero lo más lejos posible de toda esta maldita situación. Aún no estamos seguros de que sucede, pero si es remotamente similar a lo que sospechamos, no te quiero inmiscuido en esto. Te quedarás en casa tranquilo y cuidarás de tu madre Kyo, yo no estaré presente durante un tiempo. – hizo una leve pausa en donde recuperó un poco el aplomo. - Yuki estará bien con los monjes. Solo…solo no se te ocurra meter tus narices rebeldes en todo este asunto o lo pagarás caro…todos lo harán. – puntualizó amenazante, contundente.
Haciendo uso de toda la autoridad con la que había criado a Kyo en su infancia, le exigió mantenerse a raya y confiar ciegamente en el clan. Kyo retuvo toda la frustración e incertidumbre, mientras observaba como su padre se alejaba en aquel auto desconocido.
– ¡Maldición! – grito Kyo enfadado y pateó un bote vacío de basura que estaba cerca. El recipiente voló con violencia hasta estrellarse contra uno de los muros que rodeaban la residencia Kusanagi. Caminó exasperado y se detuvo ante el dintel de la entrada. Miró con cautela el lugar, llevaba mucho tiempo sin vivir en la casa familiar, aparte de alguna ocasional visita a su madre. Hacía mucho no pisaba nada más allá del jardín.
Ahora su padre lo quería recluido para evitar que le sucediera algo o esa era la impresión que había dejado en Kyo. Qué quiso decir con esa revelación incompleta. ¿Había dado a entender que estaban siendo buscados todos los relacionados a Orochi? O era mera especulación de su parte y estaba tomando precauciones. Kyo suspiro irritado una vez más y no pudo evitar pensar en lo que había sucedido.
– Yuki…- susurro preocupado tras serenarse antes de ingresar a la residencia. Permitir que algo así le sucediera lo entristecía. Tras los sucesos del último torneo él había intentado romper su relación con ella en varias ocasiones. Aunque sus razones fueron frívolas y cortantes, aquella chica testaruda no confiaba en ellas. Ella sabía que Kyo buscaba evitar que algo le sucediera al estar relacionada con esa vida caótica en la que él estaba sumido. Incluso el tiempo en que estuvo cazando a Crimson un año atrás, le había dejado claro que era mejor que se olvidara de él. Pero ella aún seguía allí cuando él regresó. Con una enorme confianza en los sentimientos que los unían. Pero Kyo no lo sentía así. No tras todos los sucesos por los que había pasado. Ya nada era igual en muchos aspectos de su vida.
Si tan solo hubiese sido honesto consigo mismo y le hubiese dicho a Yuki que no había manera de que él prefiriera abandonar todo por ella. Que el jamás dejaría de combatir, porque esa era su vida y no deseaba otra diferente. Ni siquiera cuando estuvo al borde del agotamiento tras el último torneo había considerado seriamente el asunto.
Kyo sabía que nunca dejaría sus llamas, ni el fulgor de los enfrentamientos por nadie y se sentía profundamente culpable al permitir que la situación con Yuki se hubiese alargado de esa manera. Especialmente lo atormentaba el estado de Yuki y una gran frustración se acunaba en su vientre por desconocer que estaba sucediendo.
Ingresó lentamente a la casa, esta estaba siendo vigilada. Lo noto cuando tras el estallido del bote contra el muro un par de siluetas desconocidas se asomaron al final de la calle. Hombres asignados por su padre. ¿Para qué? ¿Acaso pensaba en recluirlo realmente? Gruñó con desdén dedicando una que otra mirada altanera a los hombres situados tras los muros de la propiedad mientras estos recorrían los jardines en su guardia.
La casa se encontraba sumida en la penumbra de la madrugada, en el silencio solo el eco de las cigarras llegaba a los pasillos. Se sentía ajeno tras tanto tiempo sin vivir allí, pero le sorprendió descubrir que su cuarto se encontraba igual, intacto al paso del tiempo. Sonrío levemente ante aquella ocurrencia maternal y se dejó caer de lleno sobre la cama mirando al techo.
Kyo no logro conciliar el sueño el resto de la noche, sus pensamientos giraban en torno a las palabras de su padre. Que Chizuru fuera declarada desaparecida, no necesariamente significaba que estuviera en peligro. Chizuru Kagura era una mujer poderosa y capaz de manejar cualquier situación, así que su ausencia podría deberse a otras causas. Aunque si por alguna razón Ash hubiese tenido un sucesor...Kyo descartó con facilidad la idea. Pensar en Ash le generaba una sensación de laguna, como si no pudiese recordar con claridad muchas cosas relacionadas lo sucedido con él.
Suspiró y pasó a pensar en las personas relacionadas a su sangre. La familia Kusanagi a diferencia de los Yagami era numerosa, existían tangenciales ramas del apellido que se extendían a miembros externos, los cuales en su gran mayoría ni siquiera mantenían las tradiciones Kusanagi. Aunque Kyo no era un hombre muy familiar y no conocía ni a la mitad de los miembros lejanos, le consternó el simple hecho de pensar que parte inocente de la familia, que no tenía relación alguna con la tradición guerrera, se viera perjudicada por los conflictos centenarios que perseguía su sangre. En eso comprendía la angustia de su padre. Estaba en sus manos la responsabilidad de velar por el bien de la familia y más si está ignoraba las problemáticas del clan. A diferencia de los Yagami, que hasta donde tenía entendido eran muy pocos. Dejando toda la generación y responsabilidad sobre los hombros de Iori.
Pensar en Iori directamente le causaba cierto desasosiego. Preguntarse en dónde estaba. Qué tanto sabía de los sucesos. Si le importaba aquel familiar lejano que flotó abandonado en el río. Por qué no había dado la cara nuevamente tras el último torneo. Qué demonios estaría haciendo todo este tiempo. ¿Acaso estaba en medio de alguna de sus presentaciones nocturnas? …esa última idea lo sorprendió con indignación, mientras una extraña añoranza se acunaba en su pecho. Kyo se giró con un gruñido leve evitando más pensamientos y finalmente concilio el sueño a la entrada del alba.
Sus sueños cruzaron turbios y caóticos, una imagen onírica de una Yuki que dormía para siempre en medio de un templo de agua, era evaporada por una gran bestia de fuego con la cabeza de su padre, que observaba iracundo como los Kusanagi eran tragados por la oscuridad.
Para luego en medio de esa oscuridad, como una antorcha solitaria, su casa familiar apareciera ardiendo en llamas anaranjadas. En medio de estas, siendo acunado por brazos de fuego que lo envolvían y reptaban a su alrededor, estaba Iori, con una paz antinatural en el rostro pálido, que observaba el cielo. Al percibir a Kyo las flamas que ardían los cimientos de su hogar se tornaron violeta y una sonrisa sagaz se dibujó en la expresión de Yagami. Sus fuegos chocaron contrastantes danzando en la oscuridad y una profunda calma inundó a Kyo. Aún existían aquellos encuentros inamovibles por el tiempo.