ID de la obra: 1030

El Pacto

Slash
NC-21
En progreso
1
Tamaño:
planificada Mini, escritos 70 páginas, 33.316 palabras, 11 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Con un poco de suerte

Ajustes de texto
Kyo Kusanagi había arribado a la ciudad al finalizar la madrugada. Ya tenía claro en donde procedería su búsqueda. La noche anterior a pesar del choque de opiniones sobre Yagami el ambiente ameno regresó al bar y gracias a ello, sumándole algunas copas de más por parte de Benimaru, retomaron el tema con facilidad sin enfocarse en la parte conflictiva. Sacarle información a su amigo de esa manera no lo enorgullecía, pero el tiempo apremiaba. Kyo sabía bien que si deseaba abandonar la ciudad antes de que se percataran de su ausencia y tomaran alguna medida para regresarlo, debía hacerlo rápido. El viaje transcurrió largo y extenuante. Recorriendo bajo el halo gélido de la noche, el largo camino que serpenteaba entre montañas adustas, embrazadas por el eje nocturno del bosque. Kyo tuvo suerte de que la calzada era amplia y pocos vehículos se cruzaron en su camino, como también de que en carretera nadie revisara estados de alcoholemia. Justo al despuntar el alba, ya una vista amplia de la ciudad se plantaba frente a él. Una pequeña metrópolis de mucho movimiento urbano, atestada de lugares de entretenimiento. El primer motel que se cruzó al ingresar a la ciudad le pareció tan bueno como cualquier otro. No importaba en ese momento, cuando el cuerpo protestaba reiteradamente a causa de la cantidad de horas de viaje sin descanso alguno. Kyo pago con su tarjeta. Distraído, deseando que la transacción pasara rápido. Tomo las llaves de la humilde recepción y camino por un pasillo abierto cerca al parqueadero buscando la habitación. Observo que apenas entrado el amanecer, ya había tráfico en las calles cercanas y aunque lo considero una molestia, desecho la posibilidad de descansar mal. El cuarto no era muy grande, pero una cama amplia de apariencia cómoda centrada bajo la lámpara de techo lo llamo casi con una sensualidad intrínseca. Evadió por un momento la idea atrayente de solo dejarse caer en los brazos del sueño, pero se resistió y entro al cuarto de baño. Finalmente tras sentirse más limpio, se acercó a la ventana. El día ya estaba despuntando intensidad de luz así que cerro las persianas, generándole un poco de penumbra al lugar. Se dejó caer aun en toalla sobre la cama doble, que para su agrado estaba tan cómoda como aparentaba. Sentía que todo estaba bajo control, por fin podría dar con algunas pistas sobre aquellos sucesos que acosaban a las personas que conocía. Mirando con somnolencia las partículas de polvo que se filtraban rebeldes a través de la persiana en la leve oscuridad, dos imágenes vagas cruzaron por su mente: En una, el recuerdo de Yagami bajo influencia del disturbio de sangre, tan salvaje y peligroso, apresando con desesperación la manifestación de Orochi en la tierra. En la otra, el sonido lejano de una melodía, una sonrisa casi imperceptible, llena de calma. Kyo sonrió involuntariamente ante el contraste de aquellas imágenes y deseo tener suerte al momento de encararlo. En lo profundo de su ser tenía la certeza de que no iba a ser algo fácil. Su sonrisa desapareció mientras el sopor lo envolvía en un sueño profundo. En medio del letargo paralizante un sonido lejano martillaba en ecos la fragilidad del sueño. Arrancado abruptamente de la somnolencia inacabada, Kyo sin abrir los ojos tanteo con torpeza la cama hasta dar con su chaqueta. El tono del celular gritaba enloquecido y una amargura propia solo de un trasnocho abductor respondió aquel llamado. - ¿Ah? ¿Quién es? – su voz sonó ronca, cargada de rencor infantil. – Dime que no piensas ir a aquella ciudad. – respondió la voz al otro lado de la línea sin escatimar en saludos. – Ah, Benimaru…hola supongo. – respondió Kyo de mala gana abriendo los ojos dolorosamente. Considerando que tal vez debió instarlo a beber al punto de no recordar que habían hablado. – No sé de qué estás hablando. – Puntualizo hosco con la esperanza de que el rubio no insistiera. – No sé qué carajos está sucediendo, pero que quieras buscar a Yagami en el estado en el que él se encuentra me preocupa, así tenga alguna relación con lo que sucedió con tu novia. Mira Kyo, no soy tu padre para meterme en lo que haces, pero soy tu amigo. – Benimaru hizo una pausa corta. Kyo guardo silencio mientras se incorporaba. La toalla se había deslizado a un costado de la cama. – Tengo amigos en esa ciudad Kyo. Si pretendes viajar a ella y si necesitas ayuda, infórmame. – Puntualizo con seriedad Benimaru. – Entiendo…si de casualidad preguntan por mí. - espeto Kyo, pero no alcanzo a terminar la oración cuando el rubio le interrumpió. – Lo sé, diré que te perdiste entre la prostitución local algunos días. Nada fuera de lugar. – bromeo con ironía. - Estaré bien. – dijo el joven finalizando la llamada. Kyo espabilo amodorrado. Su propia desnudez se matizó en el espacio que separaba la cama de la ventana. No había descansado bien, pero eso sería suficiente por hoy, entre más pronto encontrara a Yagami mayores serían sus posibilidades de develar alguna de tantas cuestiones que giraban en torno a sus familias. Pensar que Iori podría esclarecer algunas dudas le daba cierta tranquilidad, pero aún así una constante incertidumbre nublaba sus expectativas. Dispuso poco tiempo para organizarse. Entrego las llaves en recepción y aprovecho para indagar un poco sobre la ciudad con la mujer que atendía. Esta se mostró muy perceptiva ante las preguntas de Kyo y de manera amable casi coqueta le indico como llegar a la zona de bares, aunque le dejo muy claro que aún era temprano. Faltaban varias horas para que esa parte de la ciudad abriera sus puertas al turismo nocturno. Kyo se dirigió al lugar, eran las dos de la tarde y el sol brillaba impoluto. A pesar de estar en otoño el calor gobernaba indemne. Las palabras de la mujer resonaron con el vacío que ocupaban las calles del sector a la luz del día. Podía ver el Illusion Bar sellado, incluso una línea amarilla del cuerpo de policía estaba rota, rezagada a los pies de la entrada frontal. Las personas circulaban unas cuadras más allá cerca a la calle principal, se podía escuchar el murmullo rebotando contra las paredes desoladas. El sol fastidiaba sus ojos así que decidió recorrer la zona por los callejones más cerrados, las estructuras altas proyectaban sombras más cómodas para la vista. Muchos callejones largos e interconectados se distribuían tras los bares y restaurantes, para generar múltiples desembocaduras a diferentes calles menos concurridas. Sabía que era muy poco probable descubrir algo entre aquellos pasadizos que se tornaban un tanto laberínticos. Eran demasiadas posibilidades de ruta así que tras una hora de recorrido concluyo que no necesitaba mirar más. Estaba hambriento y la tarde cruzaba con extrema lentitud. Tendría muchas más oportunidades de conseguir pistas durante la noche ya que muchas de las personas que habían asistido al Illusion durante aquel incidente se reintegrarían a aquellas calles al finalizar el día. Justo una semana después todavía seria tema de conversación. Kyo comió algo sencillo en un café cercano a la plaza central. La explanada poseía grandes zonas verdes que se distribuía a manera geométrica rodeando la cerámica multicolor del centro. Generando un ambiente ameno con la enorme calzada que, en su versatilidad de diseño, acunaba en diferentes espacios una gran variedad de círculos sociales. No muy lejos de la plaza central se levantaban como palacios algunos casinos muy concurridos e incluso a horas de la tarde ya se encontraban una notable cantidad de personas bajo estado de alicoramiento. Sumando eso a la distribución de locales que ofrecían diversos platos que se acomodaban en pocos metros a cualquier apetito. Era una ciudad donde una pequeña mecha encendería todo un alboroto. Un rumor sería suficiente, sabía bien que Yagami no era alguien fácil de olvidar. Horas despues la oscuridad tomaba posesión del cielo despejado, la cantidad de luces esparcidas en incontables avisos, locales y casinos generaba que la noche solo fuese un telón oscuro en contraste con la ciudad llena de esplendoroso bullicio lumínico. Kyo rondaba la zona de bares, tanto dentro de los locales como por fuera la gente circulaba en un numero desbordante. La prostitución acompañada de vivarachos expendios de droga rondaba en su máxima expresión, tan comunes ya entre los turistas de turno, que daba igual ver a alguien fumando un cigarrillo o consumiendo algún pase químico. Tras un par de horas deambulando entre cotilleos casuales e historias extravagantes, Kyo encontró lo que buscaba. Una chica de cabello cobrizo largo con una profunda mirada de tonos miel, bastante hermosa, dueña de una gran ligereza moral y absoluta coquetería entre sus acompañantes. Hacia unos minutos la había escuchado hablar con una de sus amigas al cruzar a un par de cuadras de la plaza. Al principio no presto mucha atención a sus palabras hasta la mención escandalosa del bautizado: guapo monstruo de fuego violeta. Si ese no era Yagami, encontrarlo le sería más difícil de lo que pensaba. Kyo la siguió durante largos minutos a una distancia moderada, caminando con aire casual para no atraer la atención de sus compañeros. Se desplazaron hasta una segunda plaza centralizada en medio de dos enormes casinos. Allí tomaron asiento en unas bancas al aire libre y mientras los hombres traían bebidas para las jóvenes, la linda chica de ojos miel adapto una actitud dramática ante sus amigas narrando acongojada su encuentro con el guapo monstruo de fuego violeta. Para sorpresa de Kyo no lo mencionaba por el incidente en el bar. En su historia apenas se lo había cruzado un par de horas antes, finalizando la tarde cerca a los moteles de la zona sur. Haciendo hincapié en ir acompañada de uno de sus amigos de turno, ante lo cual las chicas rieron como tontas. – Al principio no lo reconocí, ¡pero él se chocó con Arthur! Parecía algo enfermo, estaba muy pálido. Nos ignoró distraído. – la joven hizo una leve pausa donde Kyo mirándola de soslayo vio como esta ponía una mano en el pronunciado escote de su vestido. - Cuando Arthur enojado le reclamó ¡fue terrible! La mirada asesina que recibió. No imaginan el susto que sentí al reconocer esos extraños ojos rojos…lo único que logré hacer fue jalar a Arthur lo más lejos posible de ese hombre. Le salve la vida. – suspiro la chica con autosuficiencia. – Tenía la intención de llamar a la policía, pero ya no estaba cuando lo mire a distancia. Pero aún así… ¡estaba tan lindo! – puntualizo con picardía a lo cual sus amigas rieron afirmando que la chica era terrible. Kyo se movió con presura sin pensar cómo abordar de manera apropiada. Entro sin invitación entre las mujeres y tomo por el brazo a la joven de ojos miel que se disponía a sentarse de nuevo. – ¿Dónde específicamente lo viste? – pregunto Kyo con ansia. La chica sorprendida por el apuesto joven que aparecía de la nada no escucho la pregunta de Kyo. Sonrió con coquetería mientras lo miraba de arriba abajo sin apartar su brazo. – ¿Te conozco querido? – pregunto con una sonrisa pícara. – No y no es necesario que lo hagas, dime donde viste a ese hombre ¿En qué calle? – puntualizo Kyo con más brusquedad de la que planeaba. Tan solo hacía unas horas aquella mujer se había topado con Yagami, si se daba prisa y si solo le sonriera un poco más la suerte. Apretó inconscientemente su mano ante ese pensamiento. La chica lo miro un poco más alarmada ante aquel rudo gesto. – En la calle Vespertina del sur…me estas lastimando... – respondió la mujer con un tono cauto, a la defensiva. Su mano libre señalaba titubeante una dirección tras de sí. La picardía ya no estaba en sus claros ojos. Kyo se sobresaltó, soltando el brazo de la chica y se disculpó avergonzado ante tal falta de delicadeza por su parte. – Gracias. – dijo sin mirar a ninguna a la cara. Las jóvenes expectantes observaron al joven alejarse. Los murmullos de las chicas se perdieron tras de sí mientras abandonaba la segunda plaza. El joven Kusanagi se desvió hacía el punto donde su moto aguardaba parqueada. Antes de emprender camino en dirección hacía una calle desconocida, pregunto a uno de los transeúntes de paso indicaciones para llegar al lugar. Según calculaba no parecía estar muy lejos si evadía el tráfico con su motocicleta. La suerte aun lo acompañaba. Una inquieta emoción arrebujaba en su pecho, porque sabía bien que su encuentro con Yagami podría ser cualquier cosa menos sencillo. Cruzo a gran velocidad la avenida evadiendo con éxito el embotellamiento de la principal. Al entrar en la calle Vespertina redujo su diligencia e hizo un barrido superficial de las aceras. Tras no tener éxito, dejo la moto cerca de una calle peatonal. Kyo camino con presura entre las ocasionales parejas que cruzaban sonrientes. El sector difería mucho de la parte central de la ciudad. A pesar de tener varios moteles distribuidos en el área, contenía una atmósfera más clandestina y lindaba con zonas residenciales de menor estrato. – Donde demonios estas Yagami. – gruño Kyo por bajo, la ansiedad le hacía perder la paciencia. Nunca parecía difícil para Iori encontrarlo sin importar su paradero. Quien diría que ahora se invertían los papeles. Aún no lograba divisar a Yagami pero ya se sentía fastidiado con él. Una explosión ahogada estallo en alguna calle cercana, el eco reboto por los callejones peatonales. Las pocas personas que se hallaban en el cruce se alertaron. Cuando Kyo cruzó la esquina, buscando que había provocado el estruendo; lo único que logro divisar alarmado fue un edificio de 15 niveles que se erguía muy cerca de un puente vial dos cuadras más abajo. Proveniente de la ventana del quinto piso, unas insurrectas llamas violeta morían ahogadas en el exterior mientras cristales expedidos por el impacto llovían sobre la acera vacía. Suerte, se había dicho a sí mismo. Ahora dudaba que fuese así. ---------------------------------------------------------------------------------- 7 días, 6 noches. Las voces no daban tregua alguna. Aquel constante siseo no desaparecía desde aquella noche. Susurros inteligibles acompañados de la sensación de ser observado todo el tiempo. La sangre de Orochi respondía a su manera ante aquella presencia ajena a ambos, mellando profundamente en su voluntad. A veces Iori sentía estar al borde de la locura, pero una fría lucidez lo regresaba al presente. Su herida sanaba bien, pero con lentitud. Estar bajo reiterada influencia del disturbio generaba estragos en su cuerpo y no le permitía recuperarse a cabalidad, lo que debió tomar solo unos días, ya llevaba una semana. Al regresar a su departamento sabía que era cuestión de tiempo que el dueño del inmueble, un conocido miembro de otra banda con la que colaboro tiempo atrás, se enterara de lo sucedido en el bar. Este le facilito el alquiler del lugar sin mediar papeleo alguno. Manejar un bajo perfil siempre era una prioridad para Iori y justo ahora era lo que menos poseía. Maldijo la sangre de Orochi con desprecio antes de observar su torso desnudo frente al espejo del baño. Su herida se notaba estable, tuvo suerte de que la bala cruzara limpia sin comprometer ningún órgano. Se dispuso a vendarla. El día anterior había decidido finalizar su recuperación en otro lugar. Cuando los sueños se intensificaron y el leve murmullo lo abordaba en ocasiones como una clara conversación indefinible, sentía aquella presencia respirando en su espalda y el disturbio amenazando como un animal al acecho. No podía permanecer en el departamento sin arriesgar a generar daños a la propiedad o lastimar a alguien. Su nuevo alojamiento estaba situado en una zona poco concurrida, un motel barato mal ubicado al sur de la ciudad. Había alquilado las 4 habitaciones del quinto piso para tomar precauciones y aunque el extrañado recepcionista quiso indagar, el dinero acallo sus inquietudes. Era su segunda noche en aquel apartamento. Un lugar pequeño, pero bien distribuido con baño amplio y dos ventanales con la peor vista que hubiese conocido. Aunque esa mala ubicación del motel le daba el carácter anónimo que necesitaba. Iori prendió un cigarrillo y dio una bocanada honda, dejando que el humo entrara suave por su garganta, dándole una sensación de relax. Al observar la calle vacía y el puente poco transitado recordó haberse topado con una pareja de regreso al motel. El miedo proyectado en los claros ojos miel de aquella mujer tras chocar con su acompañante. La ira contenida al visualizar la cabeza de aquel hombre enojado contra el asfalto. Ciertamente no era seguro para nadie estar cerca de él. Apretó la mano con fuerza. El cigarrillo se retorció entre sus dedos ahogándose dentro de la piel. Luego cayo apagado al piso dejándo una leve irritación. Iori la observo un instante inmutable. Esperaba poder superar con prontitud la crisis del disturbo y abandonar aquella ciudad que no tenía ya nada que ofrecerle. El siseo retorno como la voz clara de un amante a su oído. Un suave cosquilleo bajo por su columna, un dolor lacerante pero distante ya, se encajó en el pecho. El disturbio se revolcaba inquieto. Iori sintió como su peso aumento abruptamente, como si la gravedad tirara de él con una fuerza desgarradora. El siseo se transformó en voces y las voces a su vez en coros que repetían una oración constante en alguna lengua que no comprendía. La sangre de Orochi rebullía con violencia y Iori sintió como su consciencia se nublaba con facilidad. Las luces menguaron su brillo y desde los oscuros rincones se proyectaron cuatro siluetas paridas por la oscuridad. Todas tenían la misma forma holgada de telas largas, una posición cruzada en sus manos y recitaban las mismas palabras. Iori sintió como si su alma fuera dragada por la gravedad misma y cuando estaba seguro de que toda fuerza en su cuerpo renunciaría, el disturbio de sangre lo cubrió. Una llamarada violeta se extendió desde su núcleo, extenuando el oxígeno circundante. Combustiono descontrolada en un radio de varios metros. La onda se extendió estallando todos los cristales cercanos, transformando en cenizas insipientes todos los muebles del cuarto. Las paredes se mancharon derruidas y vastas grietas atravesaron los muros. Todo ardió inclemente menos los intrusos que, aunque no se vieron afectados por las llamas, cayeron arrodillados cubriéndose de la explosión. Las voces que inmovilizaron a Iori ya no eran pronunciadas y mientras los intrusos se incorporaban del piso, Yagami presa consciente de una ira inclemente, arremetió contra ellos. Tomo al primer intruso mucho antes de que este reaccionara. Sus dedos pasaron con agradable satisfacción a través de la piel hasta atenazarle a pocos centímetros del piso. Lo catapulto con descomunal fuerza hacia la derecha derribando el segundo intruso, ambos cayeron al suelo oscuro y las sombras los devoraron como si hubiesen saltado al vacío. Iori titubeo un instante ante la visión confusa de ellos siendo engullidos por las sombras. En ese momento sintió de nuevo como la gravedad se tornaba insostenible y las voces retomaron el rezo, pero Iori antes de ceder al peso lanzo un fogonazo que cruzo abriéndose paso por el suelo, rompiendo todas las baldosas restantes en su trayecto. El impacto dio de lleno a uno de ellos incendiando sus ropajes. Sintiéndose más ligero salto sobre el ente restante, derribando con su peso el cuerpo del intruso. Sus manos atacaron reiteradamente desgarrando tela, piel y carne, pero mientras él lograba por lapsos chispeantes vislumbrar su forma humana, sangrante. La negrura del suelo engullo la figura frente a sus ojos, no pudiendo sentir nada más allá del frío suelo bajo sus manos. Iori quedo estupefacto arrodillado sobre el rincón de la habitación. Dirigió su mirada con lentitud buscando sus otros enemigos, pero allí no había nada más que destrozos ocultos por la lobreguez. Se levantó retrocediendo hasta el muro que separaba las ventanas. ¿Finalmente había caído en los brazos de la locura? ¿Luchado contra un acecho invisible producido por el delirio? Por varios minutos observo la oscura estancia con la iluminación exterior dilucidando su propia soledad. Cuando su corazón asimilaba dolido su estado de demencia, el disturbio aplacado solo susurraba de fondo en su cabeza. - ¡Mátalos, mátalos, mátalos! - – Cállense- gruño Iori agotado. Percibió un movimiento por el rabillo del ojo y en la puerta de salida, ennegrecida, estaba un intruso más. Sus ropajes y telas claras contrastaban con la penumbra. Iori miro dubitativo. ¿Estaba alucinando nuevamente? - ¡Asesinalo, asesinalo, asesinalo! - El grito creció aturdidor en su cabeza. -------------------------------------------------------------------- Kyo corrió hasta llegar a la entrada del hotel y sin mediar palabra cruzo el lobby donde varias personas descendían por las escaleras asustadas por la explosión. El recepcionista se encontraba dando explicaciones a emergencias y no se percató del cruce rápido del joven. Los ascensores estaban en los pisos superiores así que Kyo tomo con presura el acceso a las escaleras. A medida que se acercaba al quinto piso un sentimiento creciente de angustia anido dentro de él. Maldijo para sí mismo ya que recordaba bien aquel sentimiento momentos antes de encontrar a Yuki inconsciente en brazos de desconocidos. Kyo entro al corredor, las lámparas de los costados estaban todas inservibles y rotas. La única luz que iluminaba el espacio estrecho entre muros provenía del ventanal del fondo. Al acercarse más, observo que este a pesar las grietas y los pedazos faltantes, estaba completo. Por ende, no fue aquella la ventana que estalló. Se giró mirando las puertas de madera caoba a medio corredor. En una de esas dos habitaciones se encontraba Yagami. – ¡CALLATE! – Grito una voz ronca, ahogada por los muros, tras lo cual la puerta del lado izquierdo se rompió en pedazos deflagrando visos morados. Una figura de túnicas largas de color claro se proyectó en cámara lenta hasta el muro. En su trayecto quedo una estela de espectros múltiples de su propia imagen. Una mano se apoyó en el borde de la puerta destruida acercándose la figura de la túnica. Yagami camino con dificultad en fuera de la habitación. Aquel ser al frente suyo, tenía un brazo extendido en su dirección. – Muere de una maldita vez. – gruño Yagami ronco, por el esfuerzo que le tomaba moverse bajo aquel peso. Pero en respuesta la persona cubierta por la túnica de pies a cabeza se sumergió en la oscuridad del muro y desapareció. Kyo miro desconcertado la escena. Aquella cosa había desaparecido sin más, como si nunca hubiese existido en ese espacio. Vio como Yagami daba un golpe seco al muro encorvándose contra este. Maldiciendo cansado. Kyo estaba inmóvil sin asimilar del todo lo sucedido, la angustia en su pecho había desaparecido con aquel ser y no estaba seguro de cómo proceder. – Yagami… - Su voz sonó queda pero clara en el silencio del pasillo. Iori giro la cabeza hacia la voz familiar. Kyo estaba parado a contra luz cerca a la ventana, no podía ver con claridad su rostro, pero una variedad caótica de sensaciones lo invadió. ¿Acaso estaba alucinando con él también? Kyo dudo un instante que decir, Yagami lo observo como un bestia en medio de la penumbra con un peligroso brillo rojo en los ojos. – Debemos hablar. – dijo Kyo resuelto a abordarlo y se acercó. Iori sintió una fuerte pulsión de saltar encima suyo, pero la controlo. Aquel Kyo no era producto de ninguna alucinación, estaba allí realmente y su mera presencia alteraba todos sus sentidos, acrecentando la influencia de la sangre. – ¿Qué haces aquí? Por qué demonios has venido. – espeto Iori con ira contenida. -Tómalo, mátalo, ¡¡acaba con él!!- los gruñidos de la bestia martillaban su cabeza. – Que esta sucediendo Yagami. - hablo Kyo impaciente al acercarse, pero justo en ese instante Iori ya había arremetido contra él. Su movimiento no fue muy rápido, pero estaba cargado de una potencia peligrosa. Kyo logro esquivar el golpe que surco entre ellos cortando el aire. Bloqueo con facilidad el siguiente dirigido a su cuello, pero la fuerza abrupta del golpe, lo hizo encogerse y enojado asesto un puño bajo que choco contra el abdomen de Yagami. Iori apretó los dientes ante el dolor, encorvándose para luego alejar un metro a Kyo, con otro ataque bloqueado. – Maldito – gruño bajo Iori. Un latigazo punzante subió por su abdomen haciéndose difuso e indoloro entre las fauces del riot. Kyo observo sorprendido la mancha oscura en la camisa blanca de Yagami. Estaba herido y se notaba pálido preso de un gran agotamiento. Cuando Iori se acercó a él a gran velocidad, Kyo titubeo sin atacar, no quería herir de gravedad a Yagami, esa no era su intención al llegar allí. Intento evadir el ataque, pero Iori ya lo había apresado del pecho, retorciendo el cuero de la chaqueta, impulsándolo al fondo. La espalda de Kyo rompió las bases de madera del ventanal, levantado su cuerpo sobre el piso al filo del vacío. Con sus manos se sostenía con fuerza de los brazos de Iori, aferrándose con sus piernas al borde de la gran ventana. A pesar de estar herido, Yagami mantenía una fiereza intacta, sosteniendolo con facilidad. – Detente ¡Yagami! No soy yo tu enemigo en este momento. – reclamo enojado manteniendo el equilibrio para no caer. – Eres al que menos deseo ver en este maldito instante Kyo ¡Desaparece! – Grito Iori mientras sus manos desbordaban flamas ascendentes que amenazaban con cubrir el cuerpo del joven al borde del abismo. Kyo desplegó sus propias llamas Kusanagi que se mezclaron en un abrazo ardiente con las de Iori. El choque repentino de las dos flamas genero una explosión potente que lanzo a Kyo por los aires. Viendo como el edifico se alejaba a gran velocidad, presa del vacío vertiginoso de la caída, Kyo maldijo en su interior por no ser más cuidadoso. El asfalto duro recibió el cuerpo del joven Kusanagi que rodó un par de metros hasta la mitad de la calle, envuelto en flamas que se dispersaron. Kyo perdió el aliento por el golpe, pero no tenía mayores daños ya que el choque de energías lo había despedido hasta el puente vial al frente del edificio. Sus flamas lo habían protegido del abrazo ensordecedor de Orochi. Un auto había alcanzado a frenar en seco ante la repentina caída del joven sobre la calle. Un hombre mayor se bajó del vehículo avanzo un par de pasos preocupado, pero sin atreverse a acercarse mucho. – ¿Se encuentra bien joven? Pregunto a Kyo, pero en ese instante su vista se alzó estupefacta. Una figura había saltado desde el edificio hasta el puente, cayendo pesada y medio agachada al acecho. Yagami miro fijamente a los ojos del joven Kusanagi. Su mirada estaba teñida de un rojo enloquecido. – ¡Aléjese de aquí viejo! – grito Kyo adaptando una posición defensiva de combate. – Maldito seas Yagami, contigo nunca nada es razonable. – espeto enojado. Iori camino lento, medio desorientado, acercandose hacia el joven. El hombre mayor retrocedió un par de pasos asustado, choco contra su propio auto llamando la atención del amenazante hombre que cayó del cielo. – Ni se te ocurra. – gruño Kyo flanqueando para cubrir el acceso hacia el hombre. - ¡Papá! – Una voz infante sonó desde el carro angustiada. Kyo vio de soslayo a una mujer que miraba atemorizada, abrazando a la niña desde el asiento trasero del auto. Al encarar a Yagami observo sorprendido como Iori regresando al leve fulgor rojo en su mirada, con una angustia sutil en su expresión, retrocedió varios pasos alejándose de aquella familia. Se resistió al disturbio…pensó Kyo. Una sirena lejana proveniente de lo profundo de la calle al finalizar el puente se acercaba ahogando su sonido. – Mierda Yagami, debemos salir de aquí. Contrólate de una vez, vas a tener que escucharme luego. – espeto enojado acercándose más a Iori. Las palabras de Kyo chocaron desagradables en Iori. Su sola existencia cerca de él sacudía cada partícula de su ser. Exigiéndole imperioso lo que había tomado un gran esfuerzo todos estos días y que Kyo rompía con extrema facilidad, control. El pelirrojo tomo a Kyo por el costado con violencia apresándolo contra el muro que se levantaba corto por el lateral opuesto del puente, ciñendo con fuerza sus cuerpos para inmovilizarlo. Kyo no se resistió, permitió que Iori lo atenazara, enfrentándolo resuelto. – Por que tenías que buscarme…venir justo en este instante. - Las palabras de Iori salieron más para sí mismo que para Kyo, su expresión cansada ensombrecía sus ojos. – No es por gusto personal, créeme. – Respondió altanero el joven. – Debemos alejarnos y hablar con claridad Yagami. – puntualizo resuelto. Iori lo observo con fría seriedad. El fulgor rojo casi desaparecido en su mirada. Jalo a Kyo con fuerza y lo alejo de si dándole la espalda. Su posición encorvada frente al muro. Sus manos apretando con fuerza el concreto que separaba la calzada del abismo. Se sentía agotado por los efectos del disturbio que había logrado controlar. – No me interesa hablar contigo Kusanagi. Lárgate o lo lamentaras. – espeto sin mirar a Kyo. El cual, exasperado apretó los puños ante la constante negativa del pelirrojo. Considero con rabia creciente, que tal vez la única manera de hacer que Yagami lo escuchara era enfrentarlo debidamente sin importar sus heridas. – ¡Quietos, levanten las manos! – grito un oficial de policía ya entrado en años, que junto con su compañero apuntaban con sus armas a ambos. Kyo no se percató de su acercamiento, tras el silencio de la sirena supuso que se encontraban en el motel. Uno de los policías, el más joven, acerco con su mano libre el radio teléfono en su hombro. – Patrulla 13 reportándose, tenemos al sospechoso, es el mismo del incidente en el bar de la zona T. Procederemos a su captura. – informo desviando su arma de Kyo, apuntando a Iori. Iori se tensó ante aquellas palabras. Si, era él, pero no tenía la menor intensión de permitir que lo encerraran. Se movió con fría cautela analizando el espacio que lo separaba y la posible reacción de los policías. Kyo observo como el policía más viejo mantenía la posición, mientras el otro flanqueaba lentamente en su dirección. También percibió las intenciones de Yagami y las considero suicidas. Ambos policías apuntaban en su dirección, no había manera de que por lo menos uno de los dos no diera en el blanco. No podía permitir que Iori actuara. El policía más joven arribó, aún dubitativo por la presencia de Kyo. Desvió por un instante su atención de él analizando un poco el entorno. Kyo aprovecho aquel ínfimo instante y en un estallido repentino de flamas anaranjadas que ascendieron violentas y cruzaron veloces frente a los policías, corrió hacía Yagami. La llamarada naranja hizo que el agente más cercano retrocediera asustado tropezando consigo mismo, pero el otro hombre, que estaba en un ángulo directo a Iori, detono el arma. A causa de la sorpresiva flama creciente, falló el disparo que cruzo rozando al pelirrojo. Iori tomo disposición de ataque con la intención de neutralizar al agresor, pero en ese instante Kyo ya lo había tackleado justo a la altura de la cintura. El dolor que le producía la herida por los movimientos bruscos que había realizado en esos últimos minutos se intensifico agudo, haciéndole perder el equilibrio y cediendo ante la presión del derribo. Ambos cuerpos giraron por la borda del puente, dos detonaciones más se repitieron en el lapso antes de que se perdieran de vista tras el concreto. El suelo se levantó vertiginoso a su encuentro, pero en medio de aquella caída un auto que yacía parqueado junto con otro par, amortiguo parcialmente el impacto. El metal se retorció indemne ante el peso de sus cuerpos. Iori cayó de lleno sobre el vehículo, pero Kyo rodó sobre este a causa de la inercia del giro, frenando dos metros mas allá sobre la fría acera. Kyo miro aturdido al cielo enmarcado por los muros grises que se alzaban dividiéndose en variadas formas borrosas. Una presión en extremo dolorosa cruzo por su costado derecho, imposibilitandole respirar a profundidad y una punzada lacerante le impidió mover su brazo derecho. Sentía que la cabeza le iba a estallar y los sentidos embotados no percibían con claridad casi nada. Con su mano izquierda apretó con delicadeza su sien y en medio de sus dedos que parecían multiplicarse, observo como un fluido rojo se deslizo por su palma. Descanso su cabeza en el asfalto cuarteado, deseando que el mundo dejara de girar. Evito mover su cuerpo. – Suerte eh…- sonrió con dolorosa sutileza.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)