ID de la obra: 1030

El Pacto

Slash
NC-21
En progreso
1
Tamaño:
planificada Mini, escritos 70 páginas, 33.316 palabras, 11 capítulos
Descripción:
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Tregua

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Iori emitió un gruñido gutural, el dolor agudo en el costado no le permitió levantarse durante unos segundos, estaba sangrando. Sin el riot susurrándole al oído y alterando su cuerpo, su tolerancia al dolor era más baja. Levanto la mirada en dirección al puente donde la cabeza de uno de los policías se ocultó con rapidez, gritando algo que no alcanzo a escuchar. Iori se deslizo con un movimiento delicado por el costado del carro, agradeciendo que el vehículo no tuviese alarma. El puente poseía una altura de casi 10 metros, habían tenido mucha maldita suerte de que aquel auto hubiese estado aparcado allí. Maldijo a Kyo por bajo y miro expectante ubicándolo. Su cuerpo se encontraba a unos metros, tendido sobre la acera, lindando el cruce con la angosta calle peatonal que se perdía entre altos muros sin ventanas. Yacía sobre su costado izquierdo, dándole la espalda. Iori se acercó rápido, un extraño vacío le descendió por la boca del estómago al observar aquella quietud absoluta. Al ver que este dio un leve respingo de consciencia intentando equilibrar la postura sin éxito, aquella fugaz sorpresa fue reemplazada por la habitual rabia. Kyo respiro con dificultad, su brazo derecho se negaba a ser usado, el mundo aun giraba a su alrededor y aunque era mucho menos vertiginoso, no lograba mantener el equilibrio para erguirse. Sintió unos pasos acercarse, percibió el aroma de madera y cenizas que cargaba Yagami consigo. Logro incorporar su cuerpo, aunque tambaleante. Iori ya estaba cerca suyo, su semblante se notaba irregular por el mareo que no lo abandonaba, este se mostraba enojado. Como para variar, pensó Kyo. Intento adaptar una postura más erguida, pero al instante perdió el equilibrio. Iori alcanzo al joven desorientado, tomándolo del brazo derecho para evitar su caída. Aquel gesto fue realizado con demasiada fuerza y generó en Kyo una punzada aguda de dolor que lo hizo doblarse, hasta recostar parcialmente su cabeza en el pecho de Iori. El olor a madera quemada que emanaba su cuerpo se mezcló con dejos de un aroma cítrico teñido de sangre. Kyo se alejó con brusquedad ante la repentina cercanía física y soltó dolorosamente su brazo del agarre de Yagami. Su vista había recuperado la unanimidad de la forma y retrocedió hasta que su espalda se ciñó al muro del callejón. Iori lo miro con su particular resentimiento a punto de decir algo, pero ante el revuelo de algunas personas al otro lado de la calle bajo el puente, calló y desvió su atención. Kyo agradeciendo el apoyo nada sedicioso que le brindaba el muro, irguió su postura finalmente, recostando su cabeza en los ladrillos. – ¿Ya vas a escucharme? - dijo Kyo con suave cinismo en su voz, el pelirrojo que tenía el rostro girado hacía el motel en ese momento, respondió con un leve bufido que se asemejaba a una risa monosílaba. Se acercó a Kyo casi agresivo, pero sin llegar a tocarlo. – Eres un imbécil absolutamente falto de sentido común. – espeto cortante Iori y tomó camino por el estrecho callejón. – Y lo dice el que se disponía a una gran demostración de tendencias suicidas allá arriba. – reprocho Kyo entre indignado y sorprendido. – Un brillante plan de tu parte saltar por la borda de un puente de 10 metros. – respondió Iori con frío resentimiento desde la esquina donde el callejón doblaba. – ¿Y en tu plan estaba incluido retirarte herido?...No pienso cargarte si te desmayas. - dijo nuevamente, luego de darle un vistazo rápido a Kyo de pies a cabeza. Claro que ese no había sido su plan, para empezar no había tenido ninguno, pensó Kyo. Al menos no cuando considero que la caída sería recibida por los autos aparcados a ese extremo de la calle, por lo menos eso si lo recordaba al momento de llegar a las puertas del motel. Los 10 metros, por otro lado, no era algo que había tomado en cuenta, ya que no pensaba en saltar de un puente al ingresar al edificio. Aun así evito provocar más de la cuenta al pelirrojo. Observo que Iori hablaba mucho más fluido y sin amenazas. Aunque tampoco se le debía pasar por alto, que escaparon gracias a su acción rápida...ignorando los posibles malos desenlaces. El hecho de que, a pesar de sus palabras filosas, Yagami lo estuviese esperando al final del callejón, ya era algo, pensó Kyo. Verlo en control total de la situación lo aliviaba en parte. Tenía muchas preguntas que hacerle, pero ese no era el momento. La policía no demoraría mucho rodeando el puente vial y no era lugar para detenerse a charlar. Aun así, las palabras de Yagami no pasaron airadas y con sutileza, el joven Kusanagi dio su respuesta. – En tu caso uno debe esperarse cualquier cosa ¿no? – respondió Kyo con cierta sagacidad, acercándose al cruce de callejones sin separarse mucho del muro que limitaba la calzada a su costado izquierdo. Iori sonrió con tenue malicia, sabía bien a que se refería Kyo con esas palabras. Era lo único a lo que se referían todos los que lo conocían como luchador…y ahora también, muchos aquellos que no sabían nada de él. Su expresión se endureció algo sombría, no pasando desapercibida. – De nada por salvarte el culo. - le dijo Kyo con altanería y una sonrisa resentida. Iori retomo su actitud de desprecio y prosiguió su camino sin esperar más al Kusanagi. – No necesito ninguna ayuda de tu parte. – respondió airado sin mirarlo, pero sin rechazar que Kyo lo siguiese. Kyo prefería ese semblante enojado a ese aire casi taciturno que mostró. De alguna manera sorprendente Yagami se había controlado al punto de superar el disturbio ante el riesgo que corría aquella familia. Le pareció por un instante vislumbrar temor en las pupilas de sus ojos, cuando titubeo. Yagami era muy consciente de lo que traía la naturaleza maldita en la sangre de su familia. Kyo miro como la espalda de su rival se alejaba firme, a un paso más seguro que el suyo. La mancha de sangre en la tela de su camisa tenía un tamaño considerablemente mayor y aun así el caminaba tan campante. Aun después de ser lastimado reiteradas veces. ¿Cuánto dolor había soportado Yagami en estos últimos días? ¿Estaba a los pies de un disturbio constante o solo había sido su impresión? ¿Estaba relacionado con todo o solo era un objetivo más de aquella especulación desconocida de su padre? Kyo cada vez acumulaba nuevas preguntas. Lo invadió una frustrada ansiedad que solo fue minada al aumentar la urgencia de alejarse del sitio. Múltiples sirenas resonaron en la bastedad de las calles desoladas de ese lado de la ciudad y tuvieron que moverse furtivos, ágiles, evitando transeúntes ocasionales. Dada su apariencia, que parecía salida directamente de la escena de un crimen. ------------------------------------------------------------------------------------ Ya se habían alejado suficiente, ambos estaban cansados y se detuvieron. Recostaron sus cuerpos en los muros bajos que rodeaban un pequeño parque, víctima de abandono infantil. Habían caminado en silencio desde el momento en que cruzaron el primer callejón. – Suficiente. Vamos a hablar ya. – dijo Kyo impaciente, se sentía fatigado y un sopor profundo se apoderaba paulatinamente de él. El dolor en el hombro era insoportable. La apariencia que daba Kyo tomó por sorpresa a Iori, en tan solo algunos minutos que les había tomado salir de la zona, el hilo de sangre ya seca que caía por su mejilla se veía contrastante con su tez. Estaba pálido, de respiración trabajosa, con un notable agotamiento. Apretaba con fuerza su brazo derecho. Daba la impresión de desplomarse en cualquier momento. Iori se acercó súbitamente a él. Sospechaba, con rabia contenida a causa de aquel acto estúpido que realizo Kyo en el puente, algo poco deseable que conocía muy bien a razón de lidiar con ello en los últimos días. – ¿Que eran esas cosas? ¿Sabes algo de lo que está sucediendo? – pregunto Kyo ansioso, la imagen del pelirrojo se estaba tornando borrosa. Al ver que Yagami se acercaba sin palabra alguna, lo embriago el enojo. Sentía una gran urgencia de respuestas. De alguna manera no era consciente de su propia debilidad y pensaba que perdería la oportunidad si no socavaba rápido sus dudas en Iori. – Quítate la chaqueta. - espeto Iori ignorando las indagaciones de Kyo. Este lo observo extrañado y el enojo creció. Yagami no le quería responder, que mierda importaba su chaqueta. Sentía que no estaba pensando con claridad, así que decidió ser más directo. - ¿Qué te generó el disturbio de sangre? – hablo cortante Kyo al tener a Yagami frente a él. Iori ahogo un gesto de rabia creciente. – Has lo que te digo. – espeto cortante y apretó de mala manera a Kyo por el brazo derecho. Kyo ahogó un gemido ante el fuerte espasmo de dolor, su cuerpo cedió al toque y sus piernas flaquearon cayendo de rodillas. Yagami lo sostuvo por la espalda soltando el brazo lastimado. Kyo oculto un gesto de dolor intenso tras su mano izquierda. Iori separo la chaqueta de cuero con delicadeza. Vio que, bajo la densa tela oscura, se ocultaba exitosamente una herida en el hombro con una desbordante cantidad de sangre. La camisa estaba empapaba desde la articulación derecha, extendiéndose hasta el pecho y el abdomen. Iori frunció el ceño irritado. La herida era de bala, posiblemente algo serio que requería atención rápida. Habían pasado largos minutos de movimientos bruscos en la huida, acompañado por un sangrado descontrolado, que bajo las tenues luces que matizaban la chaqueta oscura, se hizo imperceptible. – eh, ¿esta tan mal? – pregunto Kyo con una sonrisa débil mirando directamente a Yagami. – Si pones esa cara, debo preocuparme ¿no? – acoto mientras su consciencia bailaba tentadora al borde del abismo. Se sentía como embriagado. – Eres un maldito idiota suicida ¿Sabias? – respondió Iori enojado. Tener a Kyo en ese estado de debilidad, herido y que la causa fuese: el imbécil Kusanagi arriesgándose para “salvarlo”. Aquello lo molestaba, lo frustraba de sobremanera. – …cuanta ingratitud…estas bien…- susurro Kyo sin terminar la frase, cayendo en la inmutabilidad de la inconsciencia. Su tenue sonrisa desdibujada. Iori miro silencioso a su rival. ¿Qué le hacía pensar que él estaba bien? Suspiro molesto. Su propia herida había dejado de sangrar unas cuadras atrás. Su cuerpo ya acostumbrado a los constantes dolores intensos de la semana, no reparaba en molestias a causa de esta. El departamento donde se hospedaba antes no se encontraba demasiado lejos, pero pensar en cargar a Kyo, le molestaba. Limpio con una caricia leve la sangre fresca que ocasionalmente se resbalaba perezosa por la mejilla de Kyo. Con una sonrisa maliciosa lamió su dedo. A pesar de todo lo sucedido, había algo que disfrutaba. ----------------------------------------------------------------------------------------- Kyo entreabrió los ojos, un techo alto de vigas metálicas cruzadas con madera y algunos tragaluces, oscuros en ese momento, lo sobrecogían. Recupero la consciencia casi con profundos deseos de no hacerlo. El dolor como si fuese un viejo compañero, regreso. Estaba tumbado sobre un mullido sillón y su cabeza recostada al extremo izquierdo, se inclinó con dificultad. – Mal momento para despertar Kusanagi – habló Iori, que estaba inclinado parcialmente sobre el cuerpo herido. El torso de Kyo estaba desnudo y su hombro con un sangrado contenido estaba siendo inspeccionado por Yagami. – Hay que sacar la bala para poder suturar. – dijo con una leve satisfacción en el rostro. Kyo lo observo asustado. – Sostente fuerte, esto dolerá. – puntualizo Iori con seriedad, tomando unas largas pinzas, que al parecer ya estaban desinfectadas. Kyo no quiso ni mirar los utensilios que tenía Yagami sobre la mesa. El solo roce del hombro le generaba un dolor intenso. Miro a Iori con odio. Kyo ahogo un grito cuando las pinzas se abrieron paso por la herida, una corriente eléctrica lo recorrió con fuerza descomunal. Con su brazo libre cubrió su rostro ahogando varios gemidos fuertes mientras Iori hurgaba en la carne intentando alcanzar la bala. El dolor era insoportable, con la mano derecha apretó con fuerza lo que tenía cerca, la pierna de Yagami. Unos segundos después, su cuerpo convulso hacia el respaldo del sillón, sintió como las torturadoras pinzas metálicas abandonaban su interior y un tintineo metálico sonaba al chocar contra alguna porcelana. – Tientas mucho a la suerte, Kusanagi. Pero al parecer no te abandona. - La voz de Iori sonó ronca, algo burlona y cercana. Como algo tan pequeño podía doler tan endemoniadamente, pensó Kyo. El joven Kusanagi regulo su respiración, la cual estaba bastante agitada. Con su rostro aún bajo la protección de su brazo, soltó con suavidad la pierna de Iori, mientras este sin mediar palabra por ello, vertía agua sobre la herida. Kyo ya sentía el dolor enajenado, lejano, como si no perteneciera a él. Tenía el brazo adormecido, igual que la cabeza. Las punzadas de la sutura pasaron casi desapercibidas. Observo con lentitud a Iori. Por su rostro corrían escasas gotas de sudor que se deslizaban lentas. Jadeaba con levedad y se notaba exhausto. El mismo estaba herido. Kyo bastante entumecido por el shock, estiro sus dedos hasta rozar la camisa blanca de Iori. La mancha de sangre ya estaba seca. El roce fue suave e imperceptible, igual que su caída, nuevamente en el silencio oscuro del agotamiento. ------------------------------------------------------------------------------------------------- El descanso no completaba su ciclo, la consciencia insistente, regresaba reiteradamente, el dolor no cesaba. Kyo escuchó los ecos a su alrededor, no desea abrir los ojos. Respiró profundamente, ante lo cual su costado se contrajo bajo una presión insidiosa. Es una costilla o dos, pensó Kyo intentando hacer un chequeo mental de sus dolencias. El hombro, aunque bajo control era el protagonista indiscutible, pero podía sentir la presión fuerte en el costado y una leve punzada en la cabeza. Un golpe seco, metálico, lo sacó de su ensimismamiento. Con dificultad haciendo uso de su brazo izquierdo Kyo se incorporó. Ya no existían utensilios, ni rastro alguno de agua o sangre en el piso. Solo una solitaria cajetilla de cigarrillos sobre la mesita de centro. Observó los sonidos provenientes del baño y por la puerta entreabierta divisó a Yagami. Estaba terminando de vendar su abdomen. Kyo se miró a sí mismo, su torso revestido de vendas desde el hombro hasta la cintura. Palpo con suavidad la delgada gasa en su frente. Debería darle las gracias, pensó mientras intenta levantar tan solo un poco su hombro vendado. – No deberías moverlo. – espeto la voz de Iori. Este se acercaba despreocupado y con aire cansino. Recogió una camisa oscura de botones que estaba sobre el espaldar de la silla en la barra americana, y vistiéndola sin abrochar, tomó asiento en el sillón de la sala justo al frente de Kyo. Kyo sintió que darle las gracias era más difícil de lo que pensaba. Sin cruzar mirada con él, Yagami tomo la cajetilla de cigarrillos de la mesa que los separaba. Saco un encendedor del bolsillo izquierdo, ya acostumbrado a ello y se llevó el cilindro alquitranado a los labios. – Te escucho. – dijo Iori con absoluta serenidad tras encender la flama y dar una rápida bocanada. Aunque era lo que llevaba buscando todo el día y gran parte de la noche, las palabras de Iori tomaron a Kyo por sorpresa, desnudando la urgencia que había sentido de preguntarle tantas cosas. Ya no recordaba muchas de las cuestiones. Una sonrisa amarga cruzo fugaz su rostro, pero determinado, empezó por lo mas relevante. – Algo está sucediendo y es delicado, hay personas…de nuestras familias que han desaparecido, y necesito que me digas que sabes al respecto Yagami. – dijo Kyo mirando detenidamente al pelirrojo, queriendo no perder ningún detalle en su reacción, esperando algún atisbo que pudiese parecer una mentira. Iori solo entrecerró los ojos extrañado. – De que mierda me estás hablando… - respondido Iori con interés, regresando una mirada directa, tras dar otra calada al cigarrillo. El humo danzaba desorientado alrededor de su rostro. Sus palabras acordes se denotaban sinceras y esto consterno a Kyo. No puede ser que no sepa nada, es imposible, pensó. – Je, dime eso tú, Yagami. ¿Quién era ese sacerdote extraño del motel? Ese, ese al que se lo trago el maldito muro. – espeto Kyo dando rienda suelta a su impaciencia. Ante esas palabras, una evidente sorpresa embargo a Iori durante un instante, la ceniza de su cigarrillo cayó descuidada sobre el piso. Desvió la vista distraído hacía en ventanal. – ¿Tú también los viste…? – indago Iori consternado. No habían sido alucinaciones, en realidad si fue atacado por varios entes, en realidad ¿si fue perseguido? Pensó Iori confuso. – Claro que lo vi, no estoy ciego. Espera ¿Eran varios? – espeto Kyo algo perplejo por la pregunta de Yagami. No puede ser, ¿era posible que él no supiera nada?, no, no, negó Kyo para sí mismo. - ¿Quién demonios eran? – pregunto el joven Kusanagi con creciente ansiedad. – No lo sé… - respondió Iori tan bajo y ensimismado que Kyo por poco escuchó sus palabras. Yagami se levantó, caminando hasta el ventanal del apartamento que cubría casi toda la pared frontal. Se detuvo dando una última bocanada al cigarrillo, luego sus restos fueron consumidos por un destello violeta. Kyo estaba harto de las pausas largas, no podía aceptar que Yagami desconociera totalmente lo que sucedía. Todo lo que hizo, el combate, sus heridas, todo aquello para no conseguir ningún tipo de información. Era demasiado frustrante para que Kyo lo aceptara. – Vamos Yagami, sé que sabes algo. No hice todo este maldito viajé para que me salgas con que apenas te estas enterando. – Insistió Kyo enojado. – Hpm, no sabes cuánto siento no serte de ayuda. – respondió Iori con una sonrisa amplia, maliciosa. Su vista aún estaba perdida en algo más allá de la ventana. Kyo sintió un leve rubor subiendo por su cuello, exasperado ante la realidad. Suspiro suave evitando el dolor en el costado y contuvo palabras rebeldes que solo complicarían la conversación. Iori recordó el espectro compuesto de pesadillas y oscuridad, el grito de fondo…la mirada aterrada de sus compañeros…los rezos provenientes de los rincones oscuros del sueño, el disturbio reaccionando como una bestia enjaulada. Tan repentino, caótico y sin sentido. Apretó los puños. – Tal vez si tenga algo que aportar. Pero primero vas a decirme con claridad que es “eso” que está sucediendo. Y por qué viniste a buscarme creyendo que conocía algo al respecto. – rompió el silencio Yagami, retomando su posición en el sillón frente a Kyo. Su expresión endurecida, expectante. Kyo resumió parcialmente a Iori todo cuanto sabía, impersonalizando el padecimiento de Yuki y los movimientos que su familia estaba haciendo al respecto. No quería que Iori supiera lo directamente afectado que estaba por aquello, no le daría un poder que no tenía sobre él. Así que elimino nombres propios y le hablo de todas las especulaciones infundadas. Iori escucho absorto en total silencio, desviando ocasionalmente la mirada con aire cansino, pensando algo desconocido para Kyo. Fumando un cigarrillo más. Finalmente se levantó del asiento y observo a Kyo detenidamente. Observo su palidez, su mirada ojerosa, su absoluta resolución, esperando la respuesta de Iori. Su estado de extenuación superior al suyo. Que le importaba su estado, ya había pagado su parte curando las heridas producidas por aquella insensatez, pensó Iori. Pero podría necesitarlo más de lo que creía. Necesitaba tiempo para pensar con claridad, muchas ideas sin sentido corrían por su mente y tal vez mantener al Kusanagi cerca le ayudaría a esclarecer la situación. Por qué carajo siempre se queda callado, pensó Kyo enormemente irritado. El hombro le dolía como un demonio, estaba agotado. Pensar solo en salir de allí a buscar una farmacia donde le recetaran alguna cosa útil para sus heridas, buscar un motel donde pasar la noche, eso sin contar que no tenía idea de donde se encontraba, ni que tan lejos estaba su motocicleta. Una molestia creciente se empezaba a hacer incontrolable. – Necesito tiempo para pensar bien en todo esto. – puntualizo Yagami con perversidad casi leyendo la expresión honesta que Kyo no lograba contener. !No me jodas¡ grito Kyo mentalmente. No pensaba por nada del mundo irse de allí sin una maldita respuesta. No fuese que Yagami se perdiera de nuevo y mandara el asunto al traste. Tenso miro a Iori directamente, odiando cada milímetro de aquella sonrisa casi imperceptible que se dibujó en su rostro al darle la espalda. – Descansa por hoy Kusanagi, no intentes tentar tu maldita suerte conmigo. – espeto Iori y avanzo a la cocina, de los cajones bajos saco una caja metálica no muy grande. Camino despreocupado en dirección a la habitación y desde el dintel de la puerta hizo una señal a Kyo con la cabeza, diciéndole sin palabras que lo siguiera. Kyo lo observo con absoluta desconfianza, no lograba dilucidar que carajos pensaba Iori y estaba cansado de brincar entre la sorpresa y el enojo. El dolor no suponía un mejor panorama, desmejorando enormemente su carácter. Pero aun así se levantó y entro en la habitación. El lugar era bastante amplio, dividido solo por un delgado muro de madera y metal daba la impresión de una segunda sala de estar. Al fondo el mismo ventanal que cubría el espacio abierto de la sala, también se extendía hasta el extremo del cuarto, tiñendo el espacio con las tonalidades frías, nocturnas de la ciudad. Aquella mitad de la habitación al lado del ventanal, era una clase de estudio abierto con muebles de dibujo técnico y herramientas arquitectónicas relegadas a un costado, semi cubiertas por una sabana traslucida. Una de las mesas sin cubrir tenia algunas partituras garabateadas y un portátil cerrado conectado por medio de un dispositivo a varios amplificadores de diferentes calibres que rodeaban la mesa. A su alrededor pulcramente ubicadas estaban dos guitarras y un bajo. Aquel espacio con los instrumentos le generó una particular calma a Kyo. Recordando la imagen distante de un Iori que no conocía bien. Kyo observo que a este lado de la habitación, se encontraba una cama doble con una iluminación tenue de colores cálidos. Una pequeña biblioteca se situaba contra el muro opuesto al ventanal, con otro escritorio más pequeño empalmado a ella. La decoración era vanguardista, minimalista y Kyo tuvo la impresión clara de que aquel lugar no pertenecía exactamente a Yagami. Iori había arrastrado la silla de la biblioteca al lado de la cama, cerca de la mesita de noche. – Descansa acá por hoy, mañana hablaremos con más tiempo y calma. – dijo Iori y aunque su tono era cortante, sus palabras salieron condescendientes. Kyo lo observo desconfiado. No lograba hacerse una idea muy clara, ¿Iori quería que Kyo descansara en su cama? Una imagen descabellada de ellos durmiendo juntos cruzo fugaz por su cabeza y retrocedió un paso casi escandalizado ante esa demencial idea suya. La elimino automáticamente antes siquiera de razonarla. Iori miro de soslayo a Kyo a causa de la tardanza, porque mierda se quedaba ahí parado. Suficiente tenía con curar sus heridas, ahora prestar su cama, ¿acaso lo tendría que cargar y hacerlo dormir? Pensó irritado. – Que estas esperando maldición, tengo algunas cosas que hacer así que puedes usar la cama. Más te vale que estés mejor para mañana, así podremos analizar bien como proceder. – hablo Iori cortante, pero aun condescendiente. – ¿Proceder? ¿Qué estás pensando? ¿Qué es lo que sabes? – respondió Kyo irritado a su vez. – Mañana Kusanagi. – espeto cortante – Ahora. ¿Piensas meterte en la cama o estas esperando a que lo haga yo? – puntualizo Iori dándole la espalda nuevamente. – Podrías intentarlo y darme el gusto de hacer que lo lamentes. – respondió Kyo cortante. Iori bufo una risa ahogada y monosílaba en respuesta. Kyo cruzo al lado de Yagami y tomo asiento en la cama, estaba agotado, no quería soportar un minuto más el dolor. Dormir en una cama cómoda no le suponía ningún problema en lo absoluto, así fuese de Iori, así fuese del mismísimo rey del infierno, dejarse caer en los brazos del sueño tras varias noches de trasnocho, era una idea tentadora. Miro a Iori con cara de “¿No piensas irte?” pero este estaba hurgando en la caja metalizada abierta, esta contenía varias ampolletas, jeringas y algunos fármacos. Kyo desvió nuevamente su mirada a la herida vendada que Iori exponía bajo su camisa abierta y pensativo, guardo silencio un instante. Iori preparo una jeringa, extrajo un líquido traslucido. Luego hizo lo mismo con otra y la dejo a un lado de la caja. – No es un dolor que desaparezca con algunas pastillas, necesita algo mucho más potente. – dijo Iori, ante lo cual hizo una seña a Kyo para que se acostara. La imagen de Yagami con una luz débil reflejada en sus ojos rojos, en medio de un rostro oscurecido y una jeringa destilando densas gotas de quien sabe que fármaco, se le hizo siniestra. Pero estaba exhausto y por la promesa de apartar el irritable dolor que cargaba, vendería el alma. Tras titubear unos segundos, casi le pareció vislumbrar una sonrisa macabra en Iori…o había sido solo su impresión por lo vulnerable que se sentía. Se recostó finalmente despreocupado, resuelto a que hiciera lo que debía y lo dejara descansar. La cama era como un pedazo de cielo bajo su adolorido cuerpo. La aguja penetro en la piel a la altura del hombro, Kyo no se inmuto ante el pinchazo, tras la operación improvisada de la bala, nada podía llegar a mayor intensidad que aquello. A la final te acostumbras al dolor, pensó. Miro de soslayo a Iori. El sedante hizo efecto casi de manera automática y una somnolencia que arrancaba el malestar del cuerpo lo envolvió. Te acostumbras al dolor, eh Yagami, pensó nuevamente mientras sus ojos caían pesados, cerrados por el tan deseado descanso.
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