3. El bosque secreto
29 de septiembre de 2025, 2:00
Tras haber dejado a Sakura en el paso de cebra para que lo cruzara todas las veces que quisiera, Shaoran se dirigió a la valla de madera que separaba la ciudad del bosque cercano a la universidad. Sin pensarlo ni un segundo, la saltó para adentrarse en el bosque.
–¡Hey! –escuchó Shaoran justo cuando estaba en lo alto de la valla. Parecía que Sakura lo había seguido hasta allí. –Dice “prohibido el paso”.
–Lo sé. –dijo Shaoran mientras pasaba la pierna derecha por el otro lado.
–¿Entonces por qué entras? –preguntó Sakura.
–Por la fotografía. Es mi afición. –dijo Shaoran terminando de pasar la valla. Entonces Sakura, se puso a saltar la valla ella también.
–¿Qué haces? –preguntó Shaoran.
–Queda mucho tiempo hasta mi próxima clase. –explicó Sakura. De hecho las clases del día ya habían terminado y la próxima sería al día siguiente.
Juntos se adentraron hacia el bosque. Aunque estaba oscureciendo, todavía había luz. Parecía como la luz de un día nublado que le daba un halo de misterio al pequeño bosque. Los pocos rayos de sol que quedaban se colaban entre las hojas proporcionando unos reflejos espectaculares a las hojas. El bosque incluso tenía un riachuelo por el que discurría un agua pura y cristalina. Era un lugar muy relajante y tranquilo.
Sakura y Shaoran se adentraron a lo largo del bosque hasta llegar al riachuelo, donde Shaoran, armado con su cámara Canon, empezó a disparar. Después realizó fotos a algunos árboles, ramas y hojas.
Mientras tanto, Sakura miraba atentamente cómo Shaoran disfrutaba de esa pasión por la fotografía sin poder evitar sonreír. Lo cierto es que era un lugar precioso y muy fotogénico. Habían estado en silencio todo el tiempo, pero no hacía falta hablar. No era un silencio incómodo. Simplemente, Sakura acompañaba a Shaoran y ambos disfrutaban del bosque.
Entonces Sakura empezó a escuchar como un pajarito que habitaba en ese bosque silbaba. Empezó a mirar hacia las partes altas de los árboles hasta que lo encontró. No era una especie grande, pero sí tenía una cola larga en proporción a su tamaño.
–Oh, mira. Está allí. –dijo Sakura señalando un árbol. Shaoran se apresuró a enfocar con la cámara para poder sacarle la foto pero justo cuando iba a disparar, el pájaro alzó el vuelo. Sakura empezó a andar rápido en busca del pajarito, seguida de Shaoran.
–Ahí está. –dijo Shaoran, volviendo a enfocar con la cámara. Pero de nuevo, el pájaro se volvió a escapar. Era bastante escurridizo y ambos se pusieron a trotar.
–Por ahí. –dijo Sakura.
–¿Estás segura? –preguntó él.
–Sí. Lo he oído.
–¿Por dónde?
–Por allí, probablemente. –dijo Sakura, que no podía quitarse la sonrisa de la cara. Entonces ambos llegaron a un claro dentro del pequeño bosque con vistas a un lago. Parecía mentira que un lugar tan bello pudiera existir tan cerca de la ciudad, a pesar de que en Tokio habían parques espectaculares. La entrada al bosque parecía cumplir la función de espantar a la gente a las mil maravillas, ya que no era un lugar nada transitado gracias a una entrada más bien lúgubre, sobre un camino de tierra, y unas rocas que formaban un pequeño túnel, aunque lo que se escondía dentro era todo lo contrario. Aquel bosquecillo parecía un lugar virgen con el que Sakura y Shaoran se sentían cautivados. De hecho no podían dejar de sonreír por encontrarse en un lugar tan bello. Entonces volvieron a escuchar el silbido del pajarito, que se encontraba en la rama de un árbol. Era como si el ave los hubiera llevado hasta allí a propósito sólo para descubrirles ese lugar. –Qué mono.
Sakura y Shaoran se agacharon con sigilo y Shaoran volvió a enfocar al ave, que volvió a salir volando justo cuando tenía el obturador de la cámara preparado. No parecía que quisiera dejarse fotografiar. Ambos jóvenes suspiraron decepcionados.
No obstante, Sakura se empeñó en que el chico fotografiara a la escurridiza ave. Para ello, cogieron la bolsa de galletitas donut de Sakura y se subió sobre los hombros de Shaoran para colocar algunas en las ramitas del árbol.
–¿Comerán los pájaros algo como esto? –preguntó Shaoran, que no lo tenía tan claro.
–Claro que sí. Tienen el mejor sabor del mundo. –contestó Sakura de forma obvia mientras seguía introduciendo galletitas en las ramitas del árbol. –Ve más a la derecha.
–Vale. –dijo Shaoran mientras sostenía la bolsa y sujetaba la pierna de Sakura con la otra mano para que no se cayera de sus hombros.
–Shaoran, ¿alguna vez has besado a alguien? –preguntó Sakura con uno de sus típicos cambios de tema mientras seguía poniendo cebos a los pájaros.
–Sí. –dijo Shaoran, que no quería quedar como un patán.
–¿En serio? ¿Y cómo fue?
–¿Qué cómo fue?
–¿Fue algo dulce, como algo que se derrite? –preguntó Sakura.
–Bueno, supongo que algo así. –dijo Shaoran con duda.
–Nunca has besado a nadie, ¿verdad? –dijo Sakura mirando hacia abajo.
–¡Por supuesto que sí! ¡Muchas veces! –dijo él indignado.
–Muy bien, ya he terminado. –dijo Sakura limpiándose la mano con su camisola. Shaoran se agachó para que la chica pudiera bajar de sus hombros y le devolvió la bolsa de galletas. –¿Peso mucho?
–No. En realidad me sorprende que seas tan liviana. ¿De verdad sólo comes esas galletas? –preguntó el castaño.
–Consigo todos los nutrientes, si es lo que quieres saber. –dijo Sakura. –Lo que me falta es la hormona del crecimiento.
–¿La hormona del crecimiento?
–Tienes migajas de galleta en el pelo. –dijo Sakura sin aclararle nada mientras se acercó a él y le fue quitando las migajas del pelo. Cuando terminó, cogió una galleta de la bolsa y se la puso a Shaoran en la boca mientras reía. –¿A que están ricas?
–Sí, están deliciosas. –dijo Shaoran con la boca llena y animándose a coger otra de la bolsa. –Sólo una más. –Pero al ver la cara seria de Sakura, se animó a coger otra. –Está bien, otra más.
Ya de noche, cuando Shaoran llegó a su casa, se metió en el laboratorio de revelado que se montó en una de las habitaciones. Aunque lo más común era utilizar máquinas digitales, a Shaoran le gustaba realizar fotos con su cámara analógica. Es cierto que con las digitales podías ver la foto de forma inmediata, pero él disfrutaba todo el proceso, desde que enfocaba hasta que veía aparecer la imagen en el papel fotográfico dentro del líquido de revelado. También era una forma de ser más perfeccionista y cuidadoso a la hora de sacar las fotos.
Conforme iba revelando, iba colgando las fotos para que se secaran. Las había sacado en blanco y negro. Entre ellas, además de las fotos del bosque, también estaba la de Sakura de medio cuerpo con el brazo en alto e intentando cruzar el paso de cebra. La había sacado con efecto bokeh, de manera que la imagen de ella era nítida y el fondo, con un par de coches, se veía difuminado.
Al día siguiente, la lluvia caía con fuerza mientras Shaoran se encontraba en la cafetería de la universidad comiendo.
–Li. –dijo Tomoyo que se plantó con una bandeja frente a Shaoran. Cuando éste se dio cuenta de quién era, no pudo evitar levantarse de los nervios que le producía la presencia de esa chica. –¿Por qué no vienes con nosotros a esa mesa? Debe ser aburrido comer solo. Vamos a la misma clase. Ven si quieres.
–Gracias. –dijo Shaoran, sin esperar ese ofrecimiento. Siempre había tenido dificultades para relacionarse con los demás por sus complejos. No todos los días una chica como ella se acercaba a un chico como él y debía aprovechar esa oportunidad. Sin más, cogió su bandeja, su mochila y su paraguas y la siguió a la otra mesa.
–Aquí está. –dijo Tomoyo colocando su bandeja en la mesa, como si hubiera sido todo parte de un plan.
–Hola. –dijo Shaoran tímidamente ante la atenta mirada de los jóvenes.
–Hola. –saludaron todos.
–¿Por qué no te sientas? –dijo una de las chicas, que respondía al nombre de Rika Sasaki.
–Sí, siéntate. –dijo Chiharu Mihara, otra de las chicas.
–Vale. –dijo Shaoran. Cuando iba a sentarse, se tropezó con una de las patas de la silla. Por suerte sólo fue un tropiezo y no hubo que lamentar cuencos de arroz en la cabeza de nadie. Shaoran se sentó entre Tomoyo y Chiharu.
–¿Estás bien, tío? –preguntó Eriol Hiraguizawa, un chico moreno con gafas riéndose por la torpeza del castaño. –Es una sorpresa que puedas hablar.
–¿Cómo? –preguntó Shaoran, que no entendía qué quería decir el chico.
–¿Cuánto tiempo ha pasado desde que empezamos las clases? Nunca te he visto hablar con nadie. –explicó Eriol.
–Bueno, algunas personas son así. –dijo Chiharu a Eriol.
–¿Eres ese tipo de persona? –le preguntó Rika directamente.
–No. No es que no me guste hablar con la gente. –dijo él bajo la atenta mirada de Tomoyo.
–Entonces sí te gusta hablar. –comentó Yamazaki, un chico moreno y risueño.
–Es sólo que soy un poco tímido. –dijo Shaoran.
–Pues lo has sido durante bastante tiempo. –dijo Eriol.
–Venga, hagamos un brindis por nuestro nuevo amigo. –propuso Yamazaki. Cuando todos cogieron sus vasos, excepto Shaoran, brindaron. –¿Por qué no brindas? ¿Qué sentido tiene si no te unes?
Shaoran, con la boca llena, cogió su vaso y brindó con ellos y siguieron comiendo. Shaoran no pudo evitar en pensar que quizás la gente sí sea esper. Pensó que aunque no lo dijeran abiertamente, se pueden descifrar los verdaderos sentimientos. Al verlos interaccionar, pensó que a Yamazaki le gustaba Tomoyo. Y que a Eriol también le gustaba Tomoyo. También pensó que a Rika le gustaba Eriol.
Mientras el grupo reía y Shaoran seguía sumido en sus pensamientos, Sakura apareció por la cafetería alegremente balanceando su paraguas y con una vieja cámara de fotos Canon que se había comprado colgando del cuello para darle una sorpresa a Shaoran. Pero la sorpresa se la llevó ella, parándose en seco al divisar al castaño. Era muy extraño que no estuviera sólo en una mesa, como de costumbre. La sonrisa se le fue borrando de la cara. Entonces Shaoran, giró un poco la cabeza y vio a Sakura allí parada. Entonces fue a sentarse a una mesa sola, dándole la espalda al grupo, del que sólo Shaoran se dio cuenta de su presencia. Sakura se quitó la cámara del cuello posándola sobre la mesa. Al hilo de los esper, Shaoran pensó que Sakura también podía leer los pensamientos de la gente, y fue en esa situación cuando Sakura se dio cuenta de que él estaba enamorado de Tomoyo Daidouji desde que entraron en la universidad.
Continuará…