ID de la obra: 1065

Last Friends

Mezcla
PG-13
En progreso
2
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planificada Mini, escritos 118 páginas, 59.302 palabras, 9 capítulos
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2. Un secreto de vida o muerte

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Cuando Sora y Mimí despertaron, Yoko ya estaba vestida y preparando unas tostadas. Las chicas se sentaron en la mesa de la cocina todavía con cara de sueño. –Toma miso para la resaca. –recomendó Yoko a Mimí, que se pasó un poco bebiendo la noche anterior. –¡Ah! Delicioso. –dijo Mimí de manera basta después de tomarse el miso de un solo trago. Seguía vistiendo con la túnica hindú. –Otra taza. –Vale. –dijo Yoko levantándose para servirle más. –¿Por qué no está Taichi aquí? –preguntó Mimí dándose cuenta de que faltaba alguien mientras Sora seguía untando una tostada. –¿Ha vuelto a casa? –Sí. Sobre las cinco. Dijo que tenía trabajo. –explicó Yoko volviendo con la taza rellena de sopa de miso. –Es un chico muy tranquilo. –dijo Mimí. –Me refiero a que es muy buena compañía, pero no saca su lado salvaje. Hay veces en la que no sabes qué es lo que siente de verdad. –Creo que lo entiendo. –dijo Yoko untando una tostada. –¿Verdad? –dijo Mimí. Entonces, la castaña centró su mirada en Sora, poniéndole la mano frente a ella. –¿Estás bien? –Oh, sí. –se apresuró a contestar Sora. –Está muy rico. –Sora, ¿tú también tienes que ir a trabajar? –preguntó Yoko. –¿Qué vas a hacer? –¡Oh, no, tengo que irme! –dijo tras mirarse el reloj de pulsera. Tras desayunar y vestirse con la ropa del día anterior, que milagrosamente se había secado, Yoko acompañó a Sora llevando la bicicleta andando hasta la estación más próxima. –Bueno, pues me voy. –Vale. –Nos vemos. –Adiós. La pelirroja se encaminó hacia la entrada de la estación, cuando Yoko recordó el beso robado que le dio a su amiga. –¡Sora! –la llamó. La pelirroja se giró –¿Estás bien? –¿Qué quieres decir? –Sólo que, tu trabajo parece duro. –dijo Yoko, que no sabía cómo abordar el tema. –Estoy bien. –le dijo sonriendo. –Gracias. Reflexiones de Yoko: Anoche, aunque vi tus lágrimas, me pregunto por qué no fui capaz de preguntarte por ellas. Después de casi cuatro años, parecías tan feliz, aunque tan sola a la vez. No sabía el por qué. Y, no sé, si hubiese podido hacer algo de saberlo. Sora, si lo hubiese sabido…

***

–Buenos días. –dijo Sora a algunos compañeros al llegar a la zona de empleados del salón de belleza. –Buenos días. –saludaron los compañeros que salían. Allí, dejó su chaqueta y se colgó en bandolera su kit de peluquera. Después revisó su teléfono móvil y vio que tenía hasta seis llamadas perdidas de Yamato. –¿Qué estás haciendo? Date prisa y ven. –ordenó Maki asustándola al aparecer tan repentinamente. –Sí. –dejó el teléfono pero cuando se disponía a salir, Maki la paró. –Estás despeinada y tu camisa está arrugada. ¿Aparecerás delante de los clientes con esas pintas? –preguntó Maki sonriendo como si disfrutara de ello. –Lo siento. –Es obvio que has dormido en casa de algún tío. –dijo Maki saliendo de allí y sacando sus propias conclusiones. No sabía cuánto se equivocaba. El día había transcurrido relativamente tranquilo. Ya sólo les quedaba la clienta a la que Maki le ponía los rulos mientras que Sora iba pasándoselos. Entonces, Maki, pisó con su tacón los pies de Sora. –Eres lenta. Corre y tráeme 15ml. –Sí. –dijo Sora. Cuando fue a la mesita que había junto al ventanal, no pudo evitar mirar y ver que Yamato estaba allí abajo con uno de sus trajes y con las manos en los bolsillos. Pero esta vez no sonreía, como solía hacer cada vez que iba a buscarla antes de vivir juntos. –¡¿Qué estás haciendo?!¡Deja de estar tan empanada y corre! –le riñó Maki. –¡Voy! Cuando salió del trabajo unos minutos después, Yamato seguía allí en la misma posición. Era evidente que no podía seguir evitándolo, así que se acercaron. –Volvamos a casa. –dijo Yamato. –¿No estás enfadado? –preguntó Sora, especialmente por no haber pasado la noche en casa. Yamato simplemente le tendió la mano. Sora lo miró y decidió cogerla. Entonces, Yamato la atrajo hacia sí y le dio un abrazo. Pero esta vez no era un abrazo como el último que le dio, sino un abrazo reconfortante y lleno de ternura. Sora también lo abrazó pensando que estaba todo solucionado. Cuando llegaron al apartamento, vio que la lámpara naranja estaba como nueva en el lugar que le correspondía. –Esto…, ¿cómo? –preguntó Sora acercándose a la lámpara. –Compré otra igual. –respondió Yamato. –Sé cuánto te gustaba. Espero que no te vayas nunca. –dijo Yamato acercándose a Sora. –Espero que no te vayas sin decir ni una palabra. –Lo siento. –se disculpó Sora un poco emocionada. Yamato le sonrió haciéndole ver que todo estaba bien.

***

Yoko estaba rodando con su moto en uno de sus entrenamientos. Después de dar la vuelta de calentamiento y pasar por la línea de salida, su entrenador puso en marcha el cronómetro para medir el tiempo que tardaba en dar una vuelta. Al acabar la vuelta, Gennai detuvo el cronómetro. –¡Sí!¡Bien! –Yoko obtuvo una marca de un minuto y cuarenta y ocho segundos. Cuando Yoko llegó a la zona de equipos, Gennai la buscó. –¡Eres genial! –¿Qué? –preguntó Yoko, que no había escuchado al estar quitándose las gafas y el casco. –¡A este paso ganarás la próxima carrera! –le dijo el entrenador mostrándole el cronómetro. –¡Mira! Yoko no pudo evitar sonreír cuando Gennai le enseñó su nueva marca. Después de un entreno tan bueno, Yoko se fue a trabajar al taller de la tienda de bicicletas y motos. Mientras reparaba una moto, un compañero le avisó que tenía visita. –¡Papá! –saludó Yoko. Su padre era moreno, no demasiado alto y se le empezaban a notar los signos de la edad. –Parece que estás trabajando duro. –dijo el padre de Yoko en cuanto la vio. Cuando salió de trabajar, se fue con su padre al pub donde trabajaba Taichi. –Taichi. –dijo Yoko al entrar en el local. –Hey, hola. –dijo éste mientras secaba unas copas. –Este es mi padre. –le presentó Yoko. –Ah, hola. –saludó Taichi. –Hola. –saludó el padre de Yoko. –Puede hacerte cualquier cosa, así que pide lo que quieras. –dijo Yoko mientras se sentaba en un taburete de la barra. –¿Qué va a ser? –preguntó Taichi. –Creo que tomaré shochu. –dijo el padre pidiendo un licor parecido al vodka. –¿Y tú, Yoko? –Una cerveza. –Vale. –¿Qué tal el trabajo? –preguntó el padre de Yoko. –¿Te refieres al motocross? Me va realmente bien. He hecho una marca de un minuto y cuarenta y ocho segundos y tengo posibilidades de ganar la próxima carrera. –¿En serio? Está muy bien para una chica. –comentó el padre. –No tiene nada que ver con ser una chica. –dijo Yoko molesta. –Mi sueño es hacer un récord que sorprenda hasta los chicos y convertirme en campeona de todo Japón. –En ese caso, ¿no sería mejor que dejaras tu trabajo y te concentraras en entrenar? –No hace falta, está bien. –dijo Yoko. –Cerveza y shochu. –intervino Taichi para servirles las copas. –Y esto cortesía de la casa. –dijo Taichi poniéndoles un plato de aceitunas. –Gracias. –Estaré por allí. Si me necesitáis, llamadme. –dijo Taichi. –Vale. –dijo Yoko. –¿Estáis saliendo? –preguntó el padre de Yoko. –¿Taichi y yo? –preguntó Yoko. Lo que le dijo le hizo gracia. –¡Claro que no!¡¿Qué estás diciendo? –Pero, estás en la edad. –dijo su padre. –¿No es extraño teniendo un amigo así? –No es así. Taichi es diferente. –explicó Yoko. –Comprendo. Aunque un novio como él es algo…bueno, da sensación de debilidad. –¿Qué?¿Te sientes aliviado? –preguntó Yoko riéndose. –¿Qué estás diciendo? Cuando el padre de Yoko se acabó la copa se marchó. Yoko se quedó terminando su cerveza. Ya no quedaba nadie más en el bar. –Es un buen padre, ¿no? –dijo Taichi mientras secaba vasos. –Sí. También es mi mejor amigo. –dijo Yoko. –Siempre me entiende y me apoya. Cuando mi padre era más joven solía jugar al fútbol. Por eso es así, con mucho nervio. –Algo que yo no tengo. –puntualizó Taichi. –Soy débil. –¡Oh!¿Lo has oído?¡Lo siento! –se disculpó riéndose. –La única cosa que no quiero es hacer algo que le entristezca.

***

Mientras tanto, Sora estaba en casa preparando la cena. –Hoy me estoy esforzando mucho con la cena. –le dijo Sora a Yamato, que estaba en el sofá mirando una revista. –También he comprado muchos condimentos. Entonces, Yamato dejó la revista y fue hacia la cocina. –¡Te ayudo! –se ofreció el rubio animadamente. Antes de que Sora pudiera detenerlo, se puso a cortar verduras con un cuchillo. –Está bien, no te preocupes. Ve y siéntate –dijo cogiendo las manos de Yamato para que no hiciera nada. Pero al hacerlo, Yamato se cortó. –Oh, lo siento. –Estoy bien. No es nada. –dijo Yamato restándole importancia. –¿Dónde están las tiritas? –preguntó Sora. –En la primera estantería del dormitorio. –dijo él. –Voy. –dijo Sora. Sora se fue a la habitación y cuando encontró el botiquín, lo sacó de la estantería, pero al sacarlo, vio que cayó algo que se le hizo muy familiar. Era su álbum del instituto. ¿Cómo llegó allí? Quizás lo trajo con la mudanza y ni se acordaba. Lo abrió y vio un montón de fotos, pero fue directa a las fotos individuales, donde vio su fotografía, y cuando miró a la de su amiga Yoko, ésta tenía su nombre tachado. –Ha empezado a hervir, así que he bajado el fuego. –dijo Yamato desde la cocina. –Sí, muy bien. –dijo Sora fingiendo que seguía buscando las tiritas y volvió a dejar el álbum donde estaba. Sora volvió con el botiquín y se sentó junto a Yamato para curarle la herida. Mientras sacaba la tirita, se decidió a preguntarle. –Oye, sobre el álbum del instituto, ¿fuiste tú el que lo trajo? –Sí. –respondió Yamato con el dedo índice extendido mientras Sora le colocaba la tirita. –¿Viste a mi madre? –No. No estaba en casa. –dijo él. Sora lo miró extrañada por la respuesta. Eso quería decir que había entrado en una casa sin permiso. –Pasé por allí cuando trabajaba por la zona. Trabajar para el distrito tiene sus ventajas. Dije que estaba revisando cómo vivían los residentes, así que el vigilante me abrió la puerta. –De verdad tenías ganas de verlo. –dijo Sora disimulando. –Si es tuyo, quiero verlo. –dijo él. Entonces se levantó para terminar de preparar la cena, dejando a una Sora bastante extrañada por lo que le dijo.

***

Mimí llegó de uno de sus vuelos. Cuando pasó una zona donde había una cafetería vio a Koushiro Izumi, un empleado de la aerolínea encargado de la planificación de los menús de los vuelos. El chico no era demasiado alto y tenía el cabello rojizo. –¡Hola Koushiro! –saludó Mimí. –Hola. –saludó él. Pero Mimí se frenó al recordar algo. Así que, se dirigió hacia él. –Koushiro, ¿no estabas aquí esta mañana? –preguntó Mimí al chico, que parecía bastante alicaído. –Sí. –¿Hay alguna razón por la que no quieras volver a casa? –le preguntó ella consciente de la hora. –Has dado en el clavo, ¿eh? –Sí, es una cualidad que tengo. –Bien, entonces, te lo contaré. Mi esposa está en casa con un hombre. –explicó Koushiro. –¿Qué? –Llamé a casa esta mañana y casualmente, ese hombre cogió el teléfono. –dijo Koushiro. –Y cuando pregunté por mi mujer, él me contestó que estaba en la ducha. –Pero, ¿es tu apartamento? –preguntó Mimí. –Sí. –Entonces deberías volver y echarlos fuera. –dijo Mimí. –¡Ni hablar! Si las cosas se ponen feas no sabría qué hacer. –se negó él. –Bueno, pues entonces ve a un hotel hoy y mañana vuelve a casa. –le propuso ella. –Es un buen plan. Adiós. –¡Espera un momento! –la detuvo al ver que echaba andar.

***

Yoko estaba en su habitación sentada en su escritorio consultado una web de los departamentos de ginecología y urología de un hospital universitario. Cuando iba a buscar información más específica, escuchó a la escandalosa de su compañera de casa llamarla, así que cerró la tapa del ordenador portátil rápidamente como si estuviera haciendo algo malo. –¡Yoko, Yoko!¡Ven y ayúdame!¡Esto pesa demasiado para dos personas!¡Rápido! Cuando Yoko salió de su cuarto no entendía a qué venía tanto alboroto. Cuando vio a Mimí apareciendo de espaldas. –¡Ahh, que se cae! –volvió a gritar Mimí. Yoko fue corriendo hacia ella y sostuvo la televisión que llevaba Mimí y un completo desconocido. –Encantado de conocerte. –dijo Koushiro mientras seguían llevando la tele. –¿Qué es esto?¿Qué está pasando? –preguntó Yoko. –Es uno de mis jefes, Koushiro Izumi. –contestó Mimí como si llevar a tu jefe a casa fuera lo más normal del mundo. –A partir de hoy se queda a dormir. –Aprovecharé vuestra hospitalidad por poco tiempo. –dijo Koushiro. Por fin consiguieron dejar la televisión en un lugar seguro. –Tenemos habitaciones de sobra, así que está bien, ¿verdad? –dijo Mimí. –Por supuesto pagará su parte de alquiler. Mimí, agotada, se dejó caer en el sillón, pero el descanso no le duró mucho porque Yoko la cogió de la muñeca y la arrastró cerca de la cocina. –Ni hablar. Es un chico. ¿No será demasiado problema? –preguntó Yoko con voz baja para que Koushiro no le oyera. –No te preocupes. Koushiro no le haría daño ni a una mosca. –dijo Mimí en voz alta sin preocuparse en que el pelirrojo la estuviera escuchando. –Además es un pobre chico considerando su situación actual. –¿Qué situación? –Su mujer ha llevado a un hombre a su apartamento y no es capaz de echarlos fuera. –explicó Mimí riéndose. Con lo que le dijo, las dos chicas lo miraron como si fuera un calzonazos. –Pensé que estaría feo presentarme así de repente con las manos vacías, así que he comprado esta tele. –explicó Koushiro. –Es de cuarenta pulgadas. ¿No es preciosa? –dijo Mimí alegremente. –Nunca hubiéramos sido capaces de comprar algo así desde que no conseguimos pluses. –En realidad la cogí de mi apartamento. –dijo Izumi. –De tu apartamento…¿De dónde están tu mujer y ese hombre? –preguntó Yoko cogiendo un cojín y sentándose en el sillón. –Sí. Hemos ido a echar un vistazo y no había nadie. –dijo él. –Así que, en ese poco tiempo, Mimí y yo hemos cogido la tele y nos la hemos traído aquí. –¿No te gustaría esperar a tu mujer y gritarle? –preguntó Yoko, a la que la situación de Koushiro le parecía patética y surrealista. –No es ese tipo de persona. –dijo Mimí. –Uno se siente bien cuando roba esto. –dijo Koushiro. –Te has robado a ti mismo. –comentó Yoko. –También hemos alquilado unas películas. –dijo Mimí. –Después de instalarlo todo podemos llamar a Taichi y ver algo todos juntos en esta pantalla plana. ¿Qué podemos ver? A Yoko la situación le seguía pareciendo ridícula, pero no parecía un mal plan, así que, así se hizo. Llamaron a Taichi y se pusieron a ver una película americana una vez que instalaron la televisión. Todos permanecían atentos a la película. Veían la película en inglés con subtítulos en japonés. En la pantalla salía una piscina tomada desde un plano cenital. –“Un futuro era una cosa que brillaba”. –narraba el personaje masculino. Entonces, una mujer salía buceando cruzando la piscina desde la derecha de la pantalla. –“El presente estuvo muy pero que muy bien. No intentaba arruinar la vida de Candy. Intentaba mejorar la mía” La mujer llegó al bordillo de la piscina, donde lo esperaba acostado un hombre rubio bastante atractivo cuyo cabello mojado evidenciaba que ya se había bañado en la piscina. Allí se miraron cómplices. –“Queríamos compartir absolutamente todo”. –“Queríamos compartir absolutamente todo” –imitó Mimí al narrador con voz grave mientras sujetaba una palomita de maíz. –A mí también me gustaría que me dijeran algo así. –Dudo que exista un hombre así en Japón. –comentó Koushiro mientras sostenía una taza. Estaba sentado en el suelo, usando de respaldo el sofá en el que estaba Mimí. –Si fuera un extranjero, quizá sí. –añadió Yoko antes de darle un sorbo a su taza. Ella también estaba sentada en el suelo, usando de respaldo el otro sofá, donde estaba Taichi, que sonrió ante la ocurrencia. –Me encantaría conocer a un extranjero. –dijo Mimí con tono melodramático. –Aún no he tenido ese tipo de experiencia, pero debe de estar bien. –¡Cállate, por favor! –le rió Koushiro susurrando fuerte. –¿Por qué? –se quejó Mimí. –Me gusta esta parte. –argumentó él. –Shhh. –“Lo ha llamado “La tarde del placer extravagante” por Candy Wise” –decía el personaje femenino, refiriéndose a un cuadro. Ambos personajes ya no estaban en la piscina, sino dentro de una casa. Los dos personajes comenzaron a besarse. –“Es precioso. Lo adoro”. –dijo el personaje masculino refiriéndose al cuadro, estando a pocos centímetros de los labios de la chica. Entonces comenzaron a besarse apasionadamente mientras se desnudaban mutuamente. La película comenzó a subir de tono. Taichi comenzó a incomodarse con lo que estaba viendo. El castaño empezó a apretar las manos y a ponerse nervioso. Así que, decidió salir al jardín que había en la parte trasera de la casa. Nadie excepto Yoko se dio cuenta de que el chico salió de allí. Unos minutos después, Taichi escuchó la puerta, sobresaltándose y poniéndose en pie rápidamente. Suspiró al ver que sólo era Yoko. –¿No te gustan este tipo de películas? –preguntó Yoko cerrando la puerta tras de sí. –¿Qué? –preguntó Taichi todavía nervioso. –Las historias de amor son aburridas, ¿verdad? –preguntó Yoko sentándose en una de las sillas del jardín. –Eso de mirar las historias de amor de la gente es una pérdida de tiempo. –Oh…sí, es cierto. –dijo Taichi disimulando y sentándose él también. –¿Cómo está tu ánimo para la siguiente carrera? –preguntó el castaño para desviar el tema. –¿Cómo es que sabes eso? Oh, lo oíste el otro día. –dijo Yoko asumiendo que se lo escuchó decir cuando fue al bar con su padre. –Creo que lo que haces es bastante asombroso. –opinó Taichi. –¿Por qué decidiste coger ese camino? –Yo también me lo pregunto pero…me gusta montar desde siempre. Además, cuando decidí hacer saltos con la moto vi que cuando estoy en el aire un segundo, tengo la sensación de que el mundo se para. En ese segundo, los sonidos desaparecen, los espectadores, los rivales, la carrera, yo misma…todo desaparece. Más que una persona, me convierto en un objeto flotante en el aire. Me hace sentir bien. –Creo que te entiendo. –dijo Taichi sonriendo. –¡Claro que no!¿Cómo puedes comprenderlo con tu súper poca velocidad? –preguntó Yoko con guasa, recordándole que fue incapaz de alcanzarla con la bicicleta. –Me refiero a que te entiendo en mi cabeza. –se defendió Taichi sonriendo. –No hay manera de que lo entiendas. –dijo Yoko negando con la cabeza mientras sonreía. –Iré a verte en la carrera. –dijo Taichi. –No vengas. –dijo Yoko. –No quiero tener una tensión extra. –Pero tu padre estará allí, ¿verdad? –preguntó Taichi. –Mi familia irá igualmente aunque yo no quiera. –dijo Yoko asumiendo que eso no tenía remedio. –Aunque les diga que no, vendrán con una pancarta, estoy segura. –¿No hay nadie que quieras que te vea? –preguntó Taichi. –Sora. –dijo Yoko tras una larga pausa. –¿Sora? –Me gustaría que viniera a verme. Es mi mejor amiga desde el instituto. Nos separamos durante cuatro años. Me gustaría que viera cuánto he trabajado durante todo este tiempo. Taichi tan sólo asintió con la cabeza con comprensión.

***

Sora estaba muy contenta porque todo había vuelto a la normalidad con Yamato, volviendo a ser el novio atento y cariñoso de siempre. Después de varias horas trabajando, encontró un pequeño hueco, por lo que entró en la zona de trabajadores, se descolgó su kit de trabajo y miró su teléfono móvil, viendo que tenía varias llamadas perdidas de Yamato, así que la llamó ella. –Hola, ¿me has llamado? –preguntó Sora. –¿Cuándo vuelves a casa? –preguntó Yamato, que estaba escurriendo la pasta que cenarían esa noche. –Creo que saldré dentro de poco. Calculo que sobre las ocho. –dijo Sora. –Te espero en casa. –dijo Yamato. –Bien. Hasta luego. –se despidió Sora antes de colgar. Entonces apareció su jefa. –Takenouchi, lo siento pero ¿puedes quedarte un poco más? –preguntó su jefa amablemente. –Acaba de llegar una clienta que quiere teñirse el pelo. –¡¿Ahora?! –preguntó Sora, que pensaba que no eran horas para teñirse el pelo. –Es una clienta habitual. No podemos negarnos. –argumentó su jefa. –Por favor. –pidió su jefa, que incluso juntó las manos rogándole. –Está bien. –dijo Sora sonriéndole resignada. No dejaba de ser una simple asistente y estaba hablando con su jefa. Si quería progresar en su trabajo debía de realizar algún sacrificio. Además, su jefa se lo pidió amablemente y parecía bastante contenta con ella por el trabajo que estaba desempeñando. No podía fastidiarlo todo por querer irse a casa. Un rato después y después de teñirle el pelo a la clienta inoportuna, Sora cogió un autobús que le llevara a la zona donde vivía. Tras bajar, fue corriendo mientras se miraba el reloj. Por fin llegó a casa y se descalzó. –Lo siento. A última hora ha entrado una clienta para teñirse el pelo y no pudimos negarnos. –se excusó Sora mientras entraba en casa. Yamato estaba sentado a la mesa, esperando mientras la cena se había quedado fría. Sin decir nada, se levantó y le pegó una bofetada. Sora se llevó la mano a la cara, mientras giraba la cabeza para mirar a los ojos a Yamato. –¿Por qué no has vuelto a casa cuando dijiste? –preguntó serio y voz grave. –¿Sabes lo preocupado que estaba? Entonces empezó a sonar el teléfono de Sora. Todavía no le había dado tiempo ni a dejar el bolso, por lo que metió la mano en él y lo sacó, viendo en la pantalla que era Yoko. Temiendo que Yamato se enfadara, le colgó. –¿Por qué no contestas? –preguntó él. –Porque…–empezó a decir Sora, pero antes de que le dijera la razón, Yamato la interrumpió cogiéndole el teléfono y marcando en la última llamada recibida. –No le cuelgues. Respóndele delante de mí. Toma. –dijo devolviéndole el móvil. –Ahh, por fin doy contigo. –dijo Yoko mientras se iba a hablar a la cocina. En el salón había demasiado escándalo con Koushiro, Mimí y Taichi. Taichi preparaba algo de comer en los típicos fogones portátiles que los japoneses utilizan para cocinar en las mesas bajas. –¿Podemos hablar? –Sí. –respondió Sora. –Taichi ha venido y está haciendo una buena cena para todos. –dijo Yoko. –¿Quieres venirte un rato? Además, me gustaría darte una cosa. –Lo siento. –se disculpó Sora con voz temblorosa. –Yo, no puedo. –Entiendo. Es muy tarde, ¿verdad? –dijo Yoko. –Yoko…¿Podrías no llamarme…tan a menudo? –pidió Sora mirando a Yamato. –Ya te llamaré yo. Ah, me he olvidado de apagar el móvil y todavía estoy en el trabajo. Lo siento. –Entiendo. –dijo Yoko. Tras colgar, Yamato, que no le había dejado de mirar fijamente durante toda la conversación con Yoko, volvió a sentarse. Mientras tanto, Yoko, todavía con el móvil en la mano, presentía que había algo que no estaba bien con Sora. Al principio le había contestado temblorosa y después parecía nerviosa. Entonces Taichi entró a la cocina para coger un condimento. –¿Qué pasa? –preguntó Taichi al ver la cara triste de Yoko. –Nada. –le dijo sonriendo y volviendo con los demás. Después de cenar, Yoko volvió a su cuarto, donde cogió un sobre que ella misma había dejado allí con el nombre de su mejor amiga. Lo abrió para mirar la entrada a la carrera de motocross que seguramente su amiga no utilizaría. Estaba triste, le hacía mucha ilusión que Sora fuera a verla correr. Reflexiones de Yoko: Sora. Me gustaría saber por qué me siento tan sola. Este sentimiento…no lo quiero. Esta pena, este dolor en mi corazón. Me gustaría que el viento soplara y se llevara estos sentimientos muy lejos. Al día siguiente, Yoko empezó a hacer peores tiempos en los entrenos.

***

Otro día más, Sora estaba en la peluquería lavando unas cosas en la zona de los trabajadores. –¡Qué guapo! –escuchó decir Sora. –Es genial, ¿verdad? –respondió otra voz, a la que reconoció como Maki. –¡Lo es! –exclamó la otra. Sora se agachó para mirar con curiosidad que era aquello tan genial. Resultó que aquello tan genial eran sus compañeras cotorreando porque un chico castaño, que resultó ser Taichi apareció por la peluquería. –Guardaré su mochila. –se ofreció una de las empleadas mientras lo dirigía al final de la peluquería, justo a los asientos que daban al ventanal. –Jefa, ¿podría ocuparme yo de ese cliente? –preguntó Maki la empleada que hacía la vida imposible a Sora. –Claro, adelante. Es bueno que tengas iniciativa si no estás haciendo nada. –accedió su jefa. La empleada se dirigió hacia donde estaba Taichi ya sentado delante de un espejo. –Disculpe, ¿qué quiere hacerse? –preguntó ella. –Lo siento. –dijo Taichi. –Me gustaría que Sora me cortara un poco el pelo. Aquello la dejó paralizada. Y también a Sora, que se puso a guardar un secador por allí cerca y lo escuchó todo. En cuanto dejó el secador, se dirigió hacia Taichi. –Hola. –saludó Sora. Maki hizo una pequeña inclinación para despedirse, no sin antes intentar clavarle su tacón a Sora, pero ésta vez, la pelirroja fue más rápida y le apartó el pie, fallando así en su intento por fastidiarla. Maki se retiró no sin antes echarle una mirada de odio. Sin pretenderlo, Sora le había ganado dos batallas en menos de dos minutos: la primera, ganarle el cliente y la segunda, fallar en su pisotón. –¿Cómo sabías en qué salón trabajo? –Yoko me dio la tarjeta de este sitio y me dijo que viniera de vez en cuando. –explicó Taichi. –Bien. ¿Qué quieres que te haga? –preguntó Sora. –Dejo mi alborotado pelo en tus manos. –dijo Taichi. –Bien. –Oh, se me olvidó mencionarlo el otro día pero soy peluquero y maquillador de modelos. –dijo Taichi girándose hacia ella antes de que Sora empezara a trabajar en su pelo revuelto. –¿De verdad? –Bueno, todavía soy un principiante, por eso no sé hacer muchas cosas. –admitió Taichi. –¿Entonces, estás seguro de que me encargue yo de tu pelo? –preguntó Sora. –¡Por supuesto! Yo tan sólo me quedaré aquí quieto y me relajaré. –Vale. –dijo Sora sonriendo. La pelirroja cogió la tijera y un peine de su kit y empezó cortando las puntas. –¿Sabes que Yoko corre este sábado en el campeonato de Kanto? –preguntó Taichi. –Me ha dicho que le encantaría que fueras a verla correr. –¿En serio? –preguntó Sora. –Entiendo que estás muy ocupada, pero me gustaría saber si vas a ir. –dijo Taichi. Pero Sora sabía que eso no le haría gracia a Yamato, por lo que la sonrisa le fue desapareciendo de la cara. –Para Yoko pareces ser una persona muy especial. Cuando Sora terminó de cortarle el pelo, Taichi se dirigió a la zona de recepción a pagar. –Aquí tiene su cambio. –dijo la empleada que lo había guiado hacia el asiento cuando llegó. –Taichi. –dijo Sora acercándose y ofreciéndole un amuleto de la buena suerte de color naranja. –Por favor, dáselo a Yoko. Seguramente no pueda ir a la carrera. Taichi asintió con la cabeza. –De todas formas, quédate con la entrada, por si acaso. –le dijo el castaño dándole el sobre con la entrada. Cuando Sora se giró, vio por el ventanal que Yamato esperaba allí con las manos en los bolsillos del pantalón. Taichi que vio la cara que puso Sora, miró él también hacia el ventanal, viendo a un chico rubio saludando y sonriendo a Sora. Sora miró de reojo a Taichi y nerviosa, también lo saludó. –¿Es tu novio? –preguntó Taichi. –Sí. –dijo Sora. –¿Te está esperando para iros juntos a casa? –preguntó el castaño. Sora sólo asintió con la cabeza. –Ya veo. Es muy cariñoso, ¿no? –Sora volvió a asentir con la cabeza mientras sonreía, aunque era una sonrisa nerviosa. Una vez que se despidieron Taichi bajó de la peluquería y fue hacia su bicicleta. Mientras abría el candado miró al novio de Sora. El rubio lo miraba fijamente, pero cuando Taichi lo miró, Yamato esquivó la mirada. Estaba bastante serio. Cuando el castaño se fue con la bicicleta, Yamato volvió a mirarlo. Un par de minutos después de marcharse Taichi, Sora bajó hacia donde estaba su novio. –Yamato. –dijo Sora al bajar del salón. –No sé a qué hora acabaré de trabajar cada día. No hace falta que me esperes. –Está bien. No me importa esperar aquí fuera mientras te miro. –dijo Yamato mirando al ventanal. Yamato la cogió de la mano y caminaron dando un paseo a casa. –¿También tienes clientes masculinos? –Sólo a veces. –contestó Sora. –Aunque son muy pocos. –El chico de hoy era un conocido, ¿verdad? –preguntó Yamato. –¿De dónde sacas eso? –preguntó Sora viendo que su novio era muy avispado. –Mientras hablabais me ha dado la impresión de que os conocíais. –aventuró él. –Es un amigo de Yoko. –explicó Sora. –Lo conocí el otro día. Así que, tampoco es que lo conozca mucho. –Cuando lleguemos a casa, ¿me cortarías el pelo a mí también? –preguntó Yamato. –Claro. Una vez en casa, Sora preparó el instrumental mientras Yamato, sentado en una silla esperaba a que su novia le cortara el pelo frente a un pequeño espejo que habían puesto en la mesa en la que solían comer. La pelirroja comenzó peinándolo un poco. Cuando acabó de peinarlo, se quedó mirando la tijera. Desde que le pidió que le cortara el pelo al salir del trabajo, presintió que algo no iba bien. Sólo esperaba equivocarse. –¿Por qué estás temblando? –preguntó Yamato, que la veía a través del reflejo del espejo. –Es que… cuando pienso que tengo que hacer muy bien un trabajo, me pongo nerviosa. –dijo Sora con una sonrisa nerviosa. Entonces, sin ella esperarlo, Yamato alargó su brazo hacia atrás y la agarró de la muñeca y a continuación, hacia su mano, haciendo que abriera la tijera llevándola hacia la oreja de Yamato. –¡Espera! –dijo ella asustada. Pero él tenía más fuerza que ella y no conseguía detenerlo. –¡Para! ¿Qué estás haciendo?¡Detente! –Cada vez se acercaba más a la oreja mientras el gesto de Yamato seguía impasible. Si seguía así acabaría haciéndole daño. –¡No le cortaré el pelo a ningún chico! ¡Ya lo he entendido, Yamato! Tras haber dicho aquello, Yamato la soltó, y a su vez, Sora soltó la tijera, que cayó encima de unos papeles de periódico que habían puesto previamente para que el cabello cortado cayera allí. Yamato se levantó, tirando al suelo la toalla que tenía alrededor de sus hombros, mientras Sora se quedó allí de pie, temblando asustada.

***

Al día siguiente, Yoko esperaba a Taichi mirando el estanque del parque hasta que llegó con su bicicleta. –Siento haberte hecho esperar. –dijo el castaño mientras bajaba de la bicicleta. –Le di la entrada. –Gracias. –le agradeció Yoko. –Sora me dio esto para ti. –dijo Taichi pasándole el amuleto de la suerte. –Me dijo que lo más probable es que no pueda ir a la carrera, pero que este amuleto te animará. –¿En serio? –dijo Yoko algo decepcionada. Agradecía el amuleto y hasta le hacía ilusión, pero más que un amuleto lo que más deseaba era que su mejor amiga fuera a verla correr. –Entiendo. Gracias. –Ah, también he conocido al novio de Sora. –dijo Taichi mientras los dos cogían sus bicicletas y caminaban dando un paseo por el parque. –¿Y cómo es? –Pues… parece muy agradable. Pero… –dijo Taichi, que se le vino a la cabeza el haberlo pillado in fraganti mirándolo con cara de pocos amigos. –¿Pero? –Nada. La verdad es que parecía muy agradable. –dijo Taichi, que supuso que nadie podría estar sonriendo las veinticuatro horas del día. Quizás tan sólo fueran imaginaciones suyas. –¿De verdad? –Sí. –se reafirmó Taichi. –Me alegro. Con la edad que tiene Sora ya ha tenido suficientes problemas. Su padre era un alcohólico, les dejó muchas deudas y además era muy violento. Sus padres se separaron y parecía que todo iba bien, pero su madre, aunque es buena está un poco perdida y es un desastre. Pero si dices que su novio es buena persona, me quedo más tranquila. –explicó Yoko. Tras dar un par de pasos en silenció, Yoko cambió de tema. –Por cierto, Taichi. Dijiste que querías mudarte con nosotras, ¿qué ha pasado con eso? –Oh, eso. Pues…he estado pensando en ello. –Sabes que puedes venirte. –lo animó Yoko. –Para serte sincera, creo que tener chicos en casa es un problema, pero desde que Mimí se trajo a Koushiro todo ha cambiado. Además, cuando estás por allí neutralizas las malas vibraciones. –¡¿Pero qué dices?!¿Vas a usarme de desodorante o algo así? –preguntó Taichi, medio riendo, contagiando también a Yoko. Reflexiones de Taichi: Me estás diciendo que vivamos juntos. Sólo con eso, soy feliz. Más tarde, Taichi se encontraba sólo en el bar después del cierre. Así que se dedicó a recoger y limpiar. No soy un Esper que tenga percepciones extrasensoriales ni nada por el estilo, así que no puedo predecir el momento exacto en el que pasarán muchas cosas al mismo tiempo. Tras limpiar la barra, se giró y, allí, entre diferentes licores se fijó que estaba la taza morada cuya asa se rompió el día que chocaron la primera vez que vio a Yoko. Sonrió y le dio un toque con el dedo.

***

El día de la carrera llegó. Los stands de los diferentes equipos estaban instalados y algunos corredores realizaban alguna vuelta de calentamiento mientras que otros dejaban a punto sus motos y repasaban la estrategia. Los organizadores también trabajaban preparando el podio puliendo algunos detalles. Mientras tanto, el público comenzaba a llegar a las gradas. Yoko, sosteniendo la moto para que no cayera, y ya vestida con su equipación azul y blanca, era bajada del camión del equipo con la pasarela trasera del camión. Llevaba el número 27. Una vez abajo, arrastró la moto hacia su stand. –Buena suerte. –le deseó Gennai dándole una palmada en el hombro. –Gracias. –dijo Yoko.

***

Por su parte, Sora terminó de preparar el desayuno y llevó dos platos a la mesa. Cuando se fijó en el calendario que había en la pared, recordó que era el día de la carrera de su amiga. Cogió el sobre con la entrada y la miró.

***

Yoko le dio los últimos retoques a la moto. Ajustó bien las ruedas y revisó la presión de los neumáticos. Mientras comprobaba que la rueda trasera giraba adecuadamente, Gennai se acercó. –Yoko, es la hora. –¡Sí! –Yoko, un poco triste, se puso el peto amarillo con su número, se puso el casco en el codo y arrastró la moto hacia la línea de salida.

***

Sora y Yamato desayunaban en completo silencio. Últimamente prácticamente no hablaban. –Gracias por el desayuno. –dijo Yamato tras terminar su comida. Recogió sus platos y cubiertos y se dirigió hacia la cocina. Sora parecía querer decirle algo, pero no sabía cómo reaccionaría él. –Yamato. –dijo al fin. –¿Qué? No estaba segura de si se enfadaría si supiera que estaba pensando en ir a ver la carrera de su amiga, pero finalmente, le echó valor y se lo pidió.

***

Los participantes iban llegando a la línea de salida. Yoko encajó la moto y miró hacia las gradas. Allí vio a sus padres, a su hermano pequeño con una pancarta y a sus amigos Taichi, Mimí y Koushiro animando alegremente con algún banderín. Aunque se alegraba de su presencia, faltaba la persona que más ilusión le hacía que estuviera. Lo único que la animaba era el amuleto, que colgó en el manillar de su moto. Lo cogió y lo apretó cerrando los ojos. –Parece que está nerviosa. –comentó Taichi desde la grada. –Claro que lo está. –le replicó Mimí. –¿Dónde está Sora?¿Se lo dijiste? –Sí. Fui a hablar con ella, pero no estaba segura de poder venir. –le contó Taichi. Entonces, Mimí la vio llegar. –¡Ah!¡Mira, allí está! –dijo Mimí señalándola con el dedo. –¡Sora, aquí! –¡Sora! –gritó Taichi. Yoko, que escuchó el nombre de Sora, volvió a mirar hacia la grada y vio a sus amigos indicándole a Sora dónde estaban. Una vez que se situó, Sora miró a Yoko, que sonreía de verla allí por fin. –¡Suerte! –gritó Sora. Yoko tan sólo le hizo un gesto con la cabeza haciéndole ver que había entendido el mensaje. –¡Preparados para empezar! –dijeron desde la organización. Yoko se puso el casco y las gafas protectoras, se montó en la moto y la arrancó dándole gas. Reflexiones de Yoko: Ha venido. Cuando acabó la cuenta atrás y se bajaron las vallas, un montón de motos salieron intentando ocupar una buena posición dejando por donde pasaban una gran estela de polvo. La salida tuvo lugar sin incidentes. Tras dar la primera vuelta, casi todas las motos permanecían bastante cerca, aunque cada vez las motos se iban distanciando según la rapidez que llevaran. El público animaba emocionado de ver la rapidez de los corredores y los saltos que daban. Yoko iba ganando posiciones. Su entrenador sacó una pizarra indicándole los tiempos que estaba haciendo y vio que iba en tercera posición, que pronto pasó a ser segunda. Hoy no puedo perder. ¡Ni hablar! Yoko, que consiguió distanciarse un poco del tercero, empezó a pugnar por la primera plaza. La competencia estaba muy reñida y en un salto consiguió ponerse en primera posición al haber saltado más que su rival. Este hito emocionó a su familia y amigos que lo celebraban animadamente. No obstante, el rival le seguía muy de cerca y después de casi haber dado toda la vuelta y en la última curva, el rival consiguió posicionarse por dentro de la curva, haciendo que Yoko perdiera el control de su moto y cayera. El público gritó asustado al ver la caída y enseguida los comisarios salieron mostrando banderas amarillas para alertar al resto de corredores. Sora y los demás se bajaron de la grada y comenzaron a correr para poder acercarse a su amiga. Las asistencias sanitarias acudieron con una camilla. Lo último que vio Yoko fue a Sora gritar su nombre.

***

Lo primero que vio cuando empezó a abrir los ojos fue un techo blanco. Al notar que alguien le sostenía la mano, giró la cabeza y vio que era Sora. –Yoko. –dijo Sora al notar que ésta estaba despertando. Taichi también se acercó. Yoko se percató de que tenía el brazo izquierdo vendado. –Estás despierta. –dijo Taichi. Sora y Taichi se miraron y sonrieron aliviados. –Yoko, eres genial. –dijo Sora sin soltarle la mano. –No soy genial. –dijo ésta casi sin salirle la voz. –He perdido. ¿Qué le pasa a mi pierna? –Has tenido una conmoción cerebral, te has torcido el tobillo y tienes algunas contusiones, pero nada serio. –dijo Taichi para tranquilizarla. –Mimí y Koushiro se han tenido que ir a trabajar y tu padre se está ocupando del papeleo del hospital. –Entiendo. He preocupado a todo el mundo. –dijo Yoko. –Estamos muy contentos de que no haya sido nada grave. –dijo Taichi. Yoko giró la cabeza hacia su derecha y vio que el amuleto de la buena suerte estaba ahí. –Eso ha sido gracias al amuleto de la buena suerte que me dio Sora. Gracias. –dijo Yoko sonriéndole a Sora. –No hay de qué. –dijo Sora restándole importancia. –Bueno, tengo que irme. –Siento que hayas tenido que estar aquí tanto rato con lo ocupada que estás. –dijo Yoko a Sora mientras ésta cogía su bolso y su chaqueta. Pero Sora negó con la cabeza haciéndole saber que estaba encantada. Entonces, se escuchó que alguien tocaba en la puerta. –Será tu padre. –aventuró Taichi. –¡Adelante! Pero para sorpresa de todos, no era el padre de Yoko. A la habitación entró Yamato. Al final el rubio accedió a dejarla ir. Él no se lo había tomado a mal. De hecho le dio permiso siempre que volviera en cuanto la carrera terminara. Seguro que había aparecido allí porque estaba tardando en volver y en el circuito se habría enterado del accidente. Yoko se dio cuenta de que nada más verlo aparecer, Sora empezó a respirar nerviosa. –Buenas tardes. –dijo Yamato dándoles una pequeña sonrisa y un gesto con la cabeza. –Buenas tardes. –saludó Taichi. Taichi empezó a caminar hacia él. –El otro día yo… Pero Yamato pasó de largo y fue directa hacia Sora, que estaba junto a la cama de Yoko. –¿No vas a presentarme a Yoko? –preguntó Yamato. Entonces Yoko se incorporó en la cama. –Yoko. –empezó Sora. –Este es Yamato Ishida. Es mi novio. Estamos viviendo juntos. –Encantada de conocerte. –dijo Yoko. –Sora habla mucho de ti. –A mí también me habla mucho de ti. –dijo él sonriendo amablemente. –Siento lo de hoy. –se disculpó Yoko. –Y que me conozcas en estas condiciones. –No importa. ¿Cómo están tus heridas? –preguntó Yamato sin dejar de sonreír. –Bien. No es nada serio. –dijo Yoko. –Es un alivio, entonces. –dijo él mientras Sora no dejaba de mirarlo. –Ya me han contado en el circuito cómo fue la caída. Tras charlar unos minutos más, Yamato y Sora salieron. Mientras que el padre de Yoko y su hermano pequeño entraron, llevándole a Yoko algo de comer, que con el accidente, no había podido comer nada desde el desayuno. –Papá, es demasiado. –dijo Yoko mientras Taichi le servía un poco de té. –Está bien, nos lo comeremos entre todos. –dijo su padre riendo. –Oh, voy al baño. –dijo Yoko destapándose y poniéndose de pie. –¿Estás bien?¿Quieres que te lleve? –preguntó Taichi. –Sí por favor. –accedió Yoko. Entonces Taichi ofreció su espalda poniéndola a su altura, pero lo que sintió fue un manotazo. –Idiota, ¿crees iba dejar que me llevaras? –¡Oye, que se ha ofrecido amablemente! –le riñó su padre mientras Yoko se reía por la broma y cogía unas muletas. –¿Seguro que estás bien? –preguntó Taichi. –Sí, puedo ir yo sola. –dijo empezando a caminar con las muletas. –Dejadme algo de melón. –Vale. –dijo su padre. Yoko iba caminando por el pasillo con las muletas, cuando escuchó la voz de Yamato. –¿Por qué no has mantenido tu promesa? –Lo siento. –se disculpó Sora. Yoko miró a su izquierda, donde había una sala de espera. –Que lo sientas no me dice nada. –dijo Yamato, que en ningún momento alzaba la voz. –Lo siento. –volvió a disculparse Sora. –Sólo ibas a venir a ver la carrera y después ibas a volver a casa inmediatamente. Si la carrera acababa a las dos tendrías que haber estado en casa a las tres. –le reprendió Yamato. –Me lo habías prometido. –Lo siento, pero… –entonces se escuchó una bofetada. Al escucharlo, Yoko se dirigió hacia allí con premura. –¿Por qué no has cumplido tu promesa? –dijo Yamato más enfadado. Cuando Yoko apareció por la esquina, vio a Yamato sujetando a Sora por los hombros y la cara aterrada de su amiga. Entonces, Yamato empujó a Sora hasta tirarla al suelo, cayendo una silla en el proceso. Cuando Yamato cogió la silla y estaba a punto de tirársela a Sora, Yoko se olvidó de las muletas y de su tobillo lesionado y se dirigió hacia Sora, tirándose al suelo y colocándose protegiendo a su amiga. –¡PARA! –gritó Yoko. –¡No toques a mi Sora! –¿Tu…Sora? –preguntó Yamato con mirada triste. –Yoko. –dijo Sora. Entonces, Yoko miró amenazadoramente a Yamato, que le sostuvo la mirada. Continuara…
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