ID de la obra: 1065

Last Friends

Mezcla
PG-13
En progreso
2
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planificada Mini, escritos 118 páginas, 59.302 palabras, 9 capítulos
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4. Un vínculo hecho pedazos

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Una vez que el grupo consiguió tranquilizar un poco a Sora, se pusieron a curarla y dado que Taichi se dedicaba a peinar y maquillar modelos, le aplicó algo de maquillaje para poder ocultar todo lo que pudiera el moratón del ojo. Mientras Taichi se ocupaba de Sora en la cocina, los demás permanecían en silencio, con caras de velatorio. Al ver el estado en el que había llegado Sora, a todos se les quitaron las ganas de diversión que tenían antes de que ella llegara. –Creo que así se disimula un poco. –dijo Taichi, aunque de momento debía llevar una tirita en una de las heridas. –Gracias. –dijo Sora con la voz quebrada. Una vez que Taichi acabó, Yoko se levantó de donde estaba y se sentó junto a Sora en la cocina. –Sora, ¿me dirás la verdad? –le preguntó Yoko como si su amiga estuviera a punto de romperse. Pero Sora no contestó. –¿Cuántas veces ha pasado esto? –Nunca había sido de esta manera. –dijo Sora después de tomar aire. Prácticamente estaba reconociendo que los maltratos se daban de vez en cuando. –Deberías romper con él. –le aconsejó Yoko. –Me dijiste que era una persona dulce, que te ama, que te cuida y que se preocupa por ti, pero no es así. Eso no es amor. Utilizar la violencia para conseguir que la gente haga lo que uno quiere, no es amor. Esas palabras hicieron que Sora casi se quebrara por segunda vez esa noche. Taichi, que seguía allí en pie después de haberse lavado las manos, le extendió un pañuelo, intuyendo que la pelirroja se pondría a llorar. Sora lo cogió y se lo llevó a los ojos, expulsando las lágrimas que todavía quedaban por salir. –Estoy pensando que los maltratadores suelen tener un carácter persistente. –dijo Mimí entrando en la cocina. –¿No se volverá un acosador y perseguirá a Sora? –Creo que tiene razón. –intervino Koushiro. –Por ahora es peligroso tener a ese tío cerca de Sora. –dijo Yoko. –Tienes razón. Es mejor mantenerla alejada y mantener las distancias. –se sumó Taichi. –¿Qué posibilidades hay de que te siga hasta aquí? –preguntó Mimí. –Deberías cambiar el lugar de trabajo. –dijo Yoko sin dejar contestar la pregunta de Mimí. –Y tampoco deberías contestarle al teléfono. –Vale. –accedió Sora un poco agobiada. –Pero en cuanto a la peluquería… –Taichi. –dijo Yoko a Taichi viendo por donde iba su amiga. –¿Tienes contactos? –Preguntaré por ahí. –dijo Taichi. –Cuando entendamos que no está en el apartamento iremos a recoger algunas de tus cosas. –propuso Yoko.

***

–¡¿Un acosador?! –preguntó el padre de Yoko por teléfono, haciendo que su madre girara la cabeza al escucharlo. –¡¿Estás siendo acosada?! –No, yo no. –aclaró Yoko, que estaba en el taller trabajando. Había decidido llamar a sus padres para advertirles. –Es una amiga. La estoy escondiendo de un chico. Así que, si algún tío te llama y te pregunta mi dirección, no se la des. –Entendido. –dijo su padre. Su madre se había colocado junto a él y acercó la oreja para ver qué podía escuchar. –Quizá te diga que es del departamento de bienestar, o algo así, pero no te lo creas. –advirtió Yoko. –De acuerdo. ¿Seguro que no es a ti? –preguntó para cerciorarse. –Eres muy insistente. Ya te he dicho que no. –sentenció Yoko.

***

En la casa compartida, Sora y Taichi estaban en la cocina. Mientras Sora desayunaba, Taichi se estaba encargando de hacer más café. –Deberíamos conseguirte una taza a ti también. –dijo Taichi. –¿Te parece bien utilizar la de Yoko por hoy? –Sí, gracias. –dijo Sora. –Aquí tienes. –dijo Taichi llevándole la taza a Sora, sentándose junto a ella con su propia taza. –Taichi, ¿qué hay del trabajo? –preguntó Sora preocupada. –Bueno, mañana te vienes conmigo. –dijo Taichi dándole un sorbo a su café. –Gracias. –dijo Sora. Entonces sonó el timbre. Al escucharlo, Sora no pudo evitar sobresaltarse al temerse que fuera Yamato. Taichi dejó su taza y fue hacia la puerta. Entonces picaron en la puerta con urgencia. –¡Lo siento!¡¿Me puedes abrir la puerta?!¡Soy yo! –dijo Koushiro. –Oh, Izumi. –dijo Taichi abriendo la puerta. –Te dije que me llamaras Koushiro. –¿Qué ha pasado? –preguntó Taichi. –He olvidado la cartera y las llaves. –explicó Koushiro. A pesar del alivio que sintió Sora al escuchar que sólo era Koushiro, no pudo evitar quedarse con el temor en el cuerpo. ¿Sería así cada vez que alguien llamara a la puerta? –¿Dónde las habré dejado? –¡Están aquí! –dijo Taichi, que encontró la cartera y las llaves en el sofá. –Toma. –Gracias. Eres tan atento. –dijo Koushiro. Tras coger sus pertenencias, se dirigió a Sora y le puso una cara graciosa que parecía la de un ratón. –Nos vemos, Sora. –Que tengas un buen día. –le despidió Koushiro. Koushiro logró sacarle una pequeña sonrisa a Sora al ponerle esa cara.

***

–Takenouchi se ha tomado el día libre. –le explicó Maki a Yamato. –Ya veo. –dijo él. –Nos pone en un aprieto al pedir el día libre tan de repente. –aprovechó Maki para hablar mal de ella. –Entonces, cuando vuelva a trabajar, ¿podría ponerse en contacto conmigo? –preguntó Yamato entregándole una tarjeta con su número de teléfono. –Sí, lo haré. –accedió Maki tomando la tarjeta que le dio el rubio. –Bien, quedamos así. –dijo él antes de marcharse. –Adiós. ¿Cómo podía ser que a una mosquita muerta como Sora lo buscara un chico como ese? Maki tiró la tarjeta a la papelera. Jamás facilitaría un encuentro entre esos dos. Lo que Maki ni siquiera intuía, es que en realidad le estaba haciendo un gran favor a su enemiga.

***

Después de trabajar en el taller, Yoko se fue a entrenar. La moto por fin estaba arreglada después del accidente que tuvo y físicamente estaba recuperada. Ya tenía ganas de subirse a la moto. Y eso se reflejó en los tiempos que estaba haciendo. –¡Bien! –dijo el entrenador al parar el cronómetro y ver que volvía a hacer un minuto y cuarenta y ocho segundos. Yoko fue hacia su entrenador con la moto después de dar la vuelta. –¡Ha estado realmente bien!¡Has vuelto! Ese es el resultado de entrenar duro. Tu promedio se ha estabilizado. –Sí. –se limitó a decir Yoko mientras se quitaba las gafas protectoras, el casco y los guantes. –¿Vamos a celebrarlo? Yo invito. –sugirió Gennai. –Hoy no es un buen día. –dijo Yoko. –Hay alguien que me espera en casa. –¿Un chico? –aventuró Gennai sacando sus propias conclusiones. –Supongo que es normal siendo tan popular. Lo entiendo. Bueno, la próxima vez será. –¡Gennai! –lo siguió Yoko cuando su entrenador se alejaba. –¿Sí? –¿Podrías dejar de decir “chico” o “chica” tan a menudo? –le pidió Yoko. –¿Qué? –preguntó Gennai sin comprender. –Soy piloto de carreras. Por favor, no me mires como una mujer, sino como piloto. –¡Eso es imposible! –dijo Gennai, que le causó gracia la petición. –Es como decir que las peras son manzanas. Te veré como una mujer. ¡Eres una excelente señorita piloto!

***

–Yoko. –dijo Taichi. –¿Si? –contestó Yoko abriendo el frigorífico. –Ya corto yo los fideos shirataki. –dijo Taichi ofreciéndose. –Vale. Mimí, ¿te importa que usemos tu tofu? –preguntó Yoko delante del frigorífico. –¿Qué? –preguntó Mimí entrando a la cocina. –Eso son 120 yenes. –Oh, venga, no tenemos suficiente. –dijo Yoko con el tofu en la mano. –Pongamos los pasteles de arroz que he comprado. –sugirió Koushiro mientras sacaba productos de una bolsa. –¿Qué? ¿Es normal poner pasteles de arroz en el sukiyaki? –preguntó Mimí como si eso fuera un delito. –Los pasteles de arroz son obligatorios en el sukiyaki, ¿verdad? –preguntó Koushiro. Sora, que estaba en el salón preparando la mesa baja y la cocina portátil sonrió por la discusión tan trivial que tenían aquellos cuatro. –¿Lo son? –¡Sí, hay que añadirlos! –defendió Koushiro. El móvil de Sora comenzó a vibrar. –Debes referirte a los fideos udon. –dijo Taichi. –No, son pasteles de arroz. –siguió defendiendo Koushiro mientras a Sora se le borró la sonrisa. –Está limitado a la cultura de Kasukabe. –No sé si deberías ponerlos. –dijo Yoko con duda. –Os estoy diciendo que con los pasteles está delicioso. –siguió defendiendo Koushiro. Sora se levantó a por su móvil y se salió al porche del jardín. Cuando llegó había dejado de sonar. Comprobó que tenía unas seis llamadas perdidas de Yamato. Entonces comenzó a escuchar los mensajes que tenía en el buzón de voz. –¿Sora? Espero que vuelvas. Vamos a comer juntos. Te prometo que no te pegaré nunca más. –se escuchó la voz de Yamato. Yoko llegó por detrás y le arrebató el teléfono. –No escuches sus mensajes. –le dijo Yoko. –“Vuelve, por favor”, “no volveré a usar la violencia”. ¿Me equivoco? –No, pero… –No debes creerle. Si vuelves, se repetirá todo otra vez. –dijo Yoko. –Sólo te haría más daño. Venga, vamos a comer. Tenemos sukiyaki para todos. Una vez preparados los ingredientes, el sukiyaki se cocinaba en el fogón portátil en el centro de la mesa baja, como era costumbre en Japón. –¿Aún no está listo? –preguntó Mimí, que estaba hambrienta, mientras fue a meter los palillos para empezar a comer. –¡No, para, para! –gritó Koushiro. –Todavía no puedes coger nada. La sopa aún necesita más tiempo. –¡Ya es suficiente! –dijo Mimí. –¡Buen provecho! –dijo Taichi sin hacer caso de Koushiro y empezando todos a coger la comida. –Me pregunto cómo sabrán los pasteles de arroz. –Sora, estás lenta. –dijo Yoko cogiendo su cuenco para servirle sukiyaki. –Te pondré un poco de ternera. Luego tofu y cebolla galesa. –Gracias. –dijo Sora, que no le dio tiempo a reaccionar a las atenciones de su amiga. –¿Hay algo que no te guste? –preguntó Yoko. –No. –contestó ella. –La actitud de Yoko con Sora es como la de un chico atento con su chica, ¿verdad? –soltó Mimí mientras a Yoko le cambió la cara. –Hace todo lo que puede por proteger a su chica. –¿Tú crees? –preguntó Taichi. –Es verdad. –opinó Koushiro. –No es cierto, soy amable con todo el mundo. –se defendió Yoko reaccionando a ese momento incómodo. –¡¿Qué?! Eso no es cierto. Tu actitud conmigo es totalmente diferente. –se quejó Mimí. –¿Eso crees? –A veces tu instinto para proteger a Sora simplemente te sale. –dijo Mimí. –Sí, es cierto. –se sumó Koushiro. –En serio, ¿qué hombre podría golpear a una chica tan adorable? –Un hombre con aspecto normal. –dijo Yoko. –Su interior es lo peor. No hay duda de que es un pervertido. –dijo Koushiro. Esas palabras parecían incomodar a Sora. No le gustaba que hablaran mal de Yamato. –No hables así de Yamato. –intervino Sora. Los demás guardaron silencio. Lo único que se escuchaba era el sukiyaki cocinándose. –Veréis, Yamato no me pega porque quiera hacerlo. Creo que cuando lo hace, a él también le duele. Aunque quizás no lo entendáis. –Eres demasiado inocente, Sora. –dijo Koushiro. –No sé cómo pese a todo lo que te ha hecho piensas así. –Bueno, por ahora, sólo vamos a cenar y pasarlo bien. –dijo Taichi para romper esa atmósfera de tristeza que se había creado. –Tienes razón. –se sumó Yoko. –Cuando terminemos de cenar vamos a jugar a las cartas, al babanuki. –¡¿Qué?!¡¿Otra vez?! –se quejó Kushiro, ya que era incapaz de ganar a ese juego. Sora sonrió al ver ese ambiente de nuevo. –Toma Sora. –dijo Taichi sirviéndole un poco de bebida.

***

Tal y como le prometió, Taichi se llevó a Sora a su trabajo. En ese momento preparaban las cosas que necesitarían para preparar a las modelos. –Buenos días. –dijo una modelo entrando. Sin ni siquiera mirarles a la cara comenzó a mirarse en el espejo. Llevaba una camiseta blanca y una minifalda vaquera. –Hoy he traído a una asistente. –informó Taichi. –Me llamo Sora Takenouchi. –dijo Sora presentándose. –Me alegra trabajar contigo. –¿Es tu novia? –preguntó la modelo apoyándose en la mesa y cruzando los brazos. –No. –negó Taichi. –Así que tienes novia. –dijo la modelo, que no se creyó ni una palabra del estilista. –He flirteado muchas veces contigo pero nunca has caído. Comenzaba a pensar que te gustaban los chicos. Todo el mundo dice que eres gay. –¿Gay? –repitió Sora en voz baja, pero lo suficientemente alto para que Taichi lo escuchara. –No le hagas caso. –dijo Taichi una vez que la modelo se fue a saludar al fotógrafo. Una vez que prepararon a la modelo, la sesión de fotos comenzó. –¡Así, muy bien! –decía el fotógrafo mientras la modelo iba poniendo poses. Mientras una modelo era fotografiada, Taichi preparaba a otra modelo. –¡Sora!¿Puedes pasarme la laca? –preguntó Taichi. –En seguida. –dijo Sora rápidamente. –¡Taichi! –llamó el fotógrafo mientras éste echaba laca a la modelo que preparaba en ese momento. –¿Puedes soltarle el pelo a Ama-chan? –¡Voy! –dijo éste. Le pasó la laca a Sora mientras el castaño le soltaba el moño a la modelo que estaban fotografiando. –¿Qué te parece? –preguntó Taichi. –Está bien. Se ve con más color que antes. –alabó el fotógrafo. Sora no le quitaba ojo a Taichi. Lo estaba conociendo en su faceta laboral y vio que era un chico muy diligente y responsable.

***

–¿Qué te parecen estas? –preguntó Koushiro a Mimí mientras cogía un par de tazas que hacían pareja y se las mostraba a Mimí. –¿Qué?¿Realmente quieres comprar una pareja de tazas? –preguntó Mimí. –Entonces, ¿qué tal éstas? –preguntó el chico dejándolas y cogiendo otro par. –¿Realmente tenemos ese tipo de relación? –preguntó Mimí. Con esa pregunta le hizo saber que no quería esas tazas. Se giró y comenzó a andar, seguida de Koushiro. Entonces, el chico vio algo que lo dejó paralizado. Al ver que no se movía, Mimí fue hacia él. –¿Qué pasa? –Esa es mi mujer. –respondió Koushiro. Su mujer iba del brazo de un chico y vieron que entraron en una joyería del centro comercial. Koushiro comenzó a ir hacia la joyería con decisión. Parecía que por fin se enfrentaría a su mujer, pero cuando llegó a la puerta de la joyería se giró para que la pareja no le reconociera, apoyándose en un mostrador de la parte de la joyería de enfrente. Había un espejo encima donde las clientes se miraban las joyas al probárselas, por lo que Koushiro podía vigilarlos. –¡Es este!¡Hacía tiempo que lo quería! –dijo la mujer de Koushiro con ilusión mientras sostenía un colgante. –¿Lo compramos, entonces? –preguntó el amante. –¡No lo compres! –susurró el pelirrojo. Entonces, una empleada se acercó a ellos al ver que estaban en un mostrador. –¿Desean algo? –Sólo estábamos mirando. –disimuló Mimí. Entonces Koushiro vio como le pasaban la tarjeta a la empleada. Entonces se giró. –Esa tarjeta es mía. –dijo Koushiro. Una vez que presenciaron esa escena, se fueron a una cafetería. –¿Te parece bien que utilice tu tarjeta como le plazca? –preguntó Mimí. –Deberías quitarle ese privilegio. –Lo sé. –se limitó a decir Koushiro. –Deberías hablar con ella. –insistió Mimí. –Aunque precisamente, estás en nuestra casa porque no te atreves a hacerlo. –Parecía realmente feliz con él, ¿verdad? –dijo Koushiro con tristeza. –Si eso le hacía tan feliz, debería habérselo comprado. –Toma, cógelo. –dijo Mimí pasándole un pañuelo. Después de haber visto a su mujer Koushiro se puso muy triste y cabizbajo. Fue como un recuerdo de su verdadera situación. Al estar viviendo en la casa compartida estaba más distraído, pero el volver a verla con su amante fue una bofetada de realidad. –Gracias. –dijo Koushiro tomando el pañuelo y secándose las lágrimas que amenazaban con salir. –Qué idiota eres. Aún la quieres. –dijo Mimí suavemente. Después, le acarició la cabeza como si fuera un perro y puso su mano sobre la de Koushiro para consolarlo.

***

Una embarrada Yoko fue con la moto hacia donde estaba su entrenador con una pizarra después de haber dado algunas vueltas con la moto. –¿Cómo he estado? –preguntó Yoko todavía subida en la moto. –Intenta acelerar antes en las curvas. –corrigió Gennai. –Bien, lo haré. –dijo Yoko. Entonces, miró a su izquierda y vio a Yamato en las inmediaciones del circuito. Allí estaba, con su traje y su maletín. Seguramente habría salido del trabajo y se dirigió hacia ella para ver si podía dar con Sora. –¿Qué pasa? –le preguntó Gennai al ver a Yoko mirando tan fijamente hacia la izquierda. –Nada. –dijo Yoko. Cuando Gennai se dio la vuelta, Yoko volvió a mirar a Yamato. El rubio, serio, también le sostenía la mirada. Una vez que se metió en el vestuario, Yoko decidió llamar a Taichi. –¿Diga? –preguntó Taichi, que se encontraba en el bar. Esa tarde le tocaba trabajar. –Soy Yoko. –¿Qué pasa? –preguntó Taichi al notar el tono preocupado de la piloto. –¿Está Sora contigo? –preguntó Yoko. –Sí, me está ayudando. –dijo Taichi mirando cómo Sora se ocupaba de limpiar un poco en la sala. –Su novio está aquí. –le informó Yoko. –¿Qué? –Seguro que está planeando seguirme a casa. –dijo Yoko explicando sus suposiciones. –Intentaré despistarlo de alguna manera. –Bien. –No la dejes sola esta noche. –le pidió Yoko. –Voy a hacer tiempo y volveré a casa. Y… no se lo digas a ella. Creo que todo esto la pondría nerviosa. –De acuerdo. –dijo Taichi. Una vez que terminó de hablar con Taichi, guardó el teléfono en la taquilla, cogió su casco para guardarlo, cuando vio una sombra por la ventana. Como era una ventana translúcida, dejaba pasar la luz pero la imagen era borrosa. Yoko pensó que era Yamato, así que salió del vestuario. Al ver que sólo era Gennai se tranquilizó. –¿Aún estás aquí? –le preguntó Gennai. –Has desaparecido tan de repente que pensaba que te habías ido. –Gennai, ¿te apetece ir a tomar algo esta noche? –preguntó Yoko. –Claro, suena bien. –dijo Gennai. –¿Sabes? Me están acosando. –le mintió Yoko, que intentaría usar a su entrenador para evitar que Yamato la siguiera. –¿A ti? –preguntó Gennai riéndose. –Imposible, ¿verdad? –dijo Yoko también riéndose. Yamato, que estaba en una esquina y escuchó todo, supo que no sería tan fácil llegar hasta Sora.

***

Una vez duchados y cambiados, Yoko y su entrenador se marcharon a tomar algo por ahí. –Así que hay hombres que perseguirían a una persona como tú. –dijo Gennai. –Aunque no seas nada sexy. –Deja de decir esas cosas, por favor. –le pidió Yoko. –Está bien. Lo haré. –accedió Gennai. –Entonces, ¿de qué puedo hablar contigo? –De cómo puedo alcanzar la media de velocidad de los chicos y conseguir ser la campeona de Japón. –respondió Yoko. –No es algo que pase de la noche a la mañana. –le dijo Gennai. –Eso ya lo sé. –Pero no es imposible. –añadió Gennai. Su entrenador consiguió captar su mirada. –Es lo que pienso. No puedes solucionar el problema de tu cuerpo. Yo también tuve un cuerpo ligero que me dio problemas en el pasado. –¿En serio?¿Tú? –preguntó Yoko. –Sí. No importaba cuánto comía. No podía hacer músculo. Tomaba proteínas y huevos crudos cada día. –¿En serio? Cuéntame más. –le pidió Yoko sonriendo. –¿Qué?¿Quieres conocer mis batallitas? –preguntó Gennai, que pensaba que no le interesarían. –Sí. Después de haber tomado algo en ese bar y contarse algunas batallas de su carrera como piloto de motocross, se marcharon. Ya había anochecido y con unas cuantas copas de más, Gennai siguió contándole anécdotas de su etapa como corredor. –Verás, es el tipo de sensación que sientes cuando giras una curva. –explicó él emocionado. –Mantienes tu centro firmemente dentro de ti y empiezas la tracción. –Oh, entiendo. Pero eso es la parte difícil. –dijo Yoko. –Sí, lo es. Pero hay momentos en los que lo consigues y te alegras un montón. –dijo Gennai. –Ese momento es emocionante. Incluso sólo con verlo puedes entenderlo. No olvides la sensación que has tenido en tu séptima vuelta de hoy. Fue la mejor vuelta. –Sí. Trabajaré en ello. –dijo Yoko. –Eres buena corredora, Yoko. –le dijo su entrenador poniéndole una mano en el hombro. –Siento no tener otras virtudes, pero apostaré mi vida a la moto. –le dijo Yoko. –Idiota, no apuestes tu vida por nada. –le dijo Gennai. –La seguridad es lo primero. Cuando llegaron al final del callejón, Yoko se tropezó y Gennai evitó que cayera al suelo. –¿Estás bien? –preguntó él. –Sí. –respondió ella sonriendo. Entonces, Gennai la abrazó. –Para de bromear, por favor. Pero Gennai no hizo caso y la besó en los labios ante su sorpresa. Tras varios segundos, Yoko consiguió reaccionar y lo empujó, haciéndolo caer, tirando una bicicleta que había allí aparcada en el proceso. –¡Te he dicho que pares! –le gritó Yoko. Tras gritarle, se fue corriendo. En el primer parque que encontró, se dirigió hasta una fuente para lavarse la boca todavía sobresaltada. Después de tranquilizarse un poco, se dirigió hacia el bar donde trabajaba Taichi. –¡Hola! –dijo Taichi sin mirar a la puerta al escucharla. –Yoko. ¿Has podido despistarle? –Sí, todo está bien. –dijo ella sentándose a la barra. –¿Y la clientela? –Se acaba de ir un grupo. –dijo Taichi explicando por qué estaba el local vacío. Taichi se dirigió hacia la zona del ventanal y apagó el cartel luminoso que decía que estaba abierto. –¿Y Sora? –Mimí y Koushiro han venido a recogerla y se la han llevado hace un rato. –explicó Taichi. –Entiendo. –dijo Yoko quitándose la mochila para dejarla en el asiento de al lado. –¿Qué pasa? –preguntó Taichi sirviéndole un vaso de agua e intuyendo que ocurría algo. Yoko se llevó el vaso a los labios, pero antes de llegar a ellos empezó a temblarle la mano, bajándolo finalmente. Al verlo, Taichi se salió de la barra y se sentó junto a ella. –Dime qué ha pasado. –Un hombre me ha acosado. –confesó Yoko, poniendo en alerta a Taichi. –No ha sido el novio de Sora. Es alguien que conozco. Y no es que me disguste, pero… cuando me ha tocado, me he estremecido. No soy nada buena cuando me pasan esas cosas a mí. Más que la otra persona, es lo que me hagan lo que me hace estremecer. No lo entiendes, ¿verdad? –Pues… –¡Estoy desesperada! –dijo Yoko derrumbándose y empezando a llorar. –No puedo creer que me supere algo tan insignificante. Aunque… aunque quiero volverme fuerte. Tengo que ser fuerte… por Sora. Soy una inútil. Taichi acercó su asiento hacia Yoko. –Voy a poner mi brazo sobre tus hombros. –le avisó Taichi. Cuando Yoko asintió con la cabeza, el castaño lo hizo. –¿Me tienes miedo? –Yoko negó con la cabeza. –Taichi, tú…tú no das miedo. –dijo Yoko más calmada. –Cuando lo haces tú…está bien. –Aquí puedes llorar. Llorar ayuda. –y así, con el brazo sobre sus hombros, Yoko descargó sus lágrimas. Después de haber descargado su frustración, Taichi y Yoko volvieron a casa. –Ya estamos en casa. –dijo Yoko algo más animada. –Hola, qué tarde llegáis. –dijo Mimí. –Es muy aburrido jugar al babunuki con sólo tres personas, así que hoy toca jugar al Jenga. –¡Genial! Me encanta el Jenga. –dijo Taichi. –Koushiro siempre pierde. –dijo Sora haciendo reír a los demás. Parecía que el chico era incapaz de ganar en ningún juego. Al escuchar eso, Koushiro, que estaba formando la torre cayeron todas las piezas, recibiendo una colleja por parte de Yoko. –Idiota. –le dijo Yoko. –Vamos a tomarnos la revancha al Uno. –Buena idea. –dijo Mimí, que no le apetecía tener que esperar a formar otra torre. –Entonces voy a hacer café. –dijo Taichi. –A mí hazme un té negro. –le pidió Mimí. –Vale. –No quiero perder. –dijo Koushiro mientras recogía el Jenga. –Pues yo soy buena jugando al Uno, así que seguro que pierdes. –avisó Yoko. Mientras tanto, Taichi entró en la cocina. Reflexiones de Taichi: Ese día descubrí tu debilidad. Algo que nadie más sabía. Y si tú ibas a proteger a Sora, yo sería quien te protegería a ti. –Sora, ¿qué tal te ha ido hoy? –preguntó Yoko mientras repartía las cartas. –Oh, bien. He estado aprendiendo mucho sobre cómo trabaja Taichi. –respondió ella. –Entonces he pensado que el mundo es muy grande. –¿Qué el mundo es grande? –preguntó Koushiro, que no entendía la relación entre el trabajo de Taichi y el tamaño del mundo. –No sólo la peluquería, el maquillaje sino también todo el equipo. Coordinar todo eso crea una atmósfera especial. Es algo mágico. Creo que es algo maravilloso. –Bueno, el mundo es muy grande y hay muchos chicos por ahí fuera. –dijo Yoko. –Y no todos son violentos. –Puede que tu novio te haya limitado y te haya mantenido confinada en su mundo, por eso eras incapaz de ver más allá. –dijo Koushiro ya con las cartas en abanico. –Puede ser. –dijo la aludida. Yoko sonrió. Parecía que Sora comenzaba a cambiar su actitud hacia Yamato al aceptar la posibilidad de la que hablaba Koushiro. –El café está listo. –dijo Taichi entrando con una bandeja. –Este para Koushiro. –dijo Taichi poniendo un tazón verde igual que las tazas de Yoko y Taichi. Después cogió otro tazón naranja –Y este para Mimí. –Taichi, ¿has comprado esta pareja de tazones para nosotros? –preguntó Mimí. –Eres muy efectivo. –¿Y qué esperabas? Es Taichi. –dijo Yoko. –Y esta para Sora. –dijo Taichi. Sora cogió la taza y vio que era como todas las demás, pero la zona de color era rosa. –Gracias. –dijo Sora con ilusión. Al final, todos los habitantes de esa casa tenían las tazas de la misma familia. Sólo las diferenciaba el color. A su vez, Mimí y Koushiro tenían tazones en lugar de tazas, formando así una pareja. Sora se sintió como si se hubiera graduado. Al recibir esa taza, era como si la consideraran un miembro más de esa casa. –Me hace muy feliz. –¿Hacemos un brindis? –propuso Yoko. –Claro. –dijo Taichi. –¡Kanpai! –gritaron todos brindando.

***

A la mañana siguiente, Sora fue la primera en levantarse. Después de vestirse entró al baño y frente al espejo, se quitó la tirita. Allí en el párpado seguía teniendo la herida que le produjo la agresión de Yamato.

***

Aquel día Yoko tenía entrenamiento por la mañana. Después de vestirse con la equipación y coger la moto fue hacia donde estaba su entrenador. –¡Buenos días! –saludó Yoko a su entrenador cuando estaba a varios metros. –Haz el ejercicio número ocho. –se limitó a decir Gennai. Debía de estar enfadado después de haberlo empujado anoche. –Gennai. –dijo Yoko dirigiéndose a él. –Míreme, por favor. Vamos a hacer como si ayer no hubiera ocurrido nada. –Tienes razón. Lo siento. –dijo él. –Me emocioné demasiado. Llevaba unas copas de más. –Le respeto mucho como motorista y entrenador y siento una gran amistad por usted. Si es posible, me gustaría que siguiera siendo así. –dijo Yoko. –De acuerdo. –dijo Gennai. Aquello reconfortó a Yoko.

***

La noche de juegos que pasaron fue muy divertida. Como siempre, Koushiro perdió, independientemente del juego. El buen humor les duró durante el día siguiente, a pesar de que todos tenían que ir a trabajar. Aquel día realizarían la sesión fotográfica en exteriores. Taichi realizaba su trabajo en función de las instrucciones que le daba el fotógrafo. Mimí atendía a los pasajeros en todas sus peticiones y Koushiro presentó una propuesta de menú para vuelos internacionales en clase turista para que los pasajeros se sintieran como si viajaran en clase bussiness. La única que se quedó en casa fue Sora. Veía la tele mientras tomaba un té en su taza. Pero la programación de aquel día no hacía otra cosa que aburrirla. Tras mirar su teléfono móvil durante unos largos segundos, lo cogió y vio que tenía una llamada perdida de la casa de su madre. Entonces la llamó. –¿Sora? –preguntó su madre al oír su voz. –Menos mal que por fin me llamas. –¿Qué pasa? –preguntó Sora. –Nada en especial. –dijo Toshiko. –Desde que te fuiste a vivir con tu novio no has vuelto a visitarme. Quería saber cómo te iba. –Estoy bien. –se limitó a decir Sora. –¿Y tú? –Yo también estoy bien. –dijo su madre. –Mi relación con Ken también va bien. –Bien, me alegro. –dijo Sora, aunque ese hombre no le transmitía buenas vibraciones. –Oye, voy un poco apurada de dinero. –le dijo Toshiko. –Ya he hecho la transferencia con el dinero del alquiler de este mes. –le dijo Sora. –Sí, lo sé, pero Ken come mucho. La comida y todo lo demás ha subido mucho de precio. –dijo Toshiko. Sora pensó que con todo lo demás se refería al tabaco y la bebida. –Está bien. Luego haré otra transferencia. –prefería pagar a enfrentarse con su madre. –Ven a visitarnos de vez en cuando. –dijo Toshiko. –El otro día Ken y yo fuimos a las aguas termales de Ikaho juntos. Te compré un regalito, así que pásate por aquí un día para recogerlo.

***

Al día siguiente, Toshiko esperaba en casa. Había quedado con su hija en que se pasaría al día siguiente a por el regalo. Comenzó a fumarse un cigarro cuando escuchó el timbre de la puerta. –Por fin ha llegado. –Apagó el cigarro en el cenicero y se levantó a abrir. Pero al abrir la puerta, vio que no era su hija, sino una chica de pelo corto castaño con una apariencia bastante masculina al vestir. –He venido de parte de Sora. –dijo Yoko. –Soy Yoko. Vivimos en el mismo barrio durante la primaria y la secundaria, ¿se acuerda? –Pues ahora que lo dices… –comenzó a decir Toshiko, pero no llegó a terminar la frase. Se la veía algo nerviosa. –Tome, esto es de parte de Sora. –Yoko le entregó un sobre lleno de dinero. Toshiko se giró y vio el contenido del sobre. –Gracias. Dale las gracias de mi parte. –Si tiene algo para Sora, puedo dárselo. –dijo Yoko. Sora le había comentado que su madre quería entregarle un regalo. –¿Algo? –preguntó Toshiko con duda. –Sí, algo de los baños termales de Ikaho. –le aclaró Yoko. –¡Oh, sí, es cierto! –dijo su madre entrando en casa. Cogió una caja y se la dio. –Gracias, ya nos veremos. –se despidió Yoko. –Espera, ¿dónde está? –preguntó Toshiko. –Me dijo que estaba viviendo con su novio pero, ¿no se habrán peleado y se habrá ido del apartamento? Mi hija se parece a mí y no es indispensable. –Le diré a Sora que la llame. –se limitó a decir Yoko. No tenía ganas de discutir. Yoko metió la caja en su mochila y comenzó a bajar la escalera. –¡Yo soy su familia! –le dijo Toshiko desde arriba, viendo como Yoko cogía su bicicleta para marcharse. –¡Eh, espera! Pero fue inútil, Yoko se marchó rápidamente. Toshiko volvió a entrar en casa. –Lo siento, no he podido sonsacarle nada. –le dijo Toshiko a Yamato, que estaba dentro. –Toma el dinero. –Pero Yamato le hizo un gesto para que se lo quedara. –Muchas gracias. Esto me ayudará mucho. Yamato salió de la casa. La estrategia de utilizar a su madre para atraer a Sora no le funcionó. Estaba claro que estaba rodeada de gente inteligente. Debería recurrir a otros métodos. Por suerte trabajaba en la oficina del distrito y no sería complicado buscar en la base de datos para comprobar dónde vivía Yoko.

***

–¿Y bien?¿Has visto a la madre de Sora? –preguntó Mimí mientras la aludida se daba un baño. Le contó a sus amigos la conversación que tuvo con su madre y percibió algo que no era normal. Su madre le dijo que le había traído un regalo de las aguas termales, cuando su madre jamás le había regalado nada. Fue entonces cuando decidieron que sería Yoko la que se pasaría por la casa de Toshiko. –Sí. –¿Y cómo es? –No puedo decirle esto a Sora, pero no me gusta su madre. –contestó Yoko. Entonces se oía un forcejeo en la puerta. –Será Taichi. Yo abro. –dijo Mimí levantándose. Yoko intuyó algo. –¡Mimí, espera! –dijo Yoko levantándose para intentar detenerla. Pero fue demasiado tarde. Allí en la puerta se encontró con un serio Yamato. –Sora está aquí, ¿verdad? –preguntó él. –No está aquí. –contestó Yoko sosteniéndole la mirada mientras Koushiro permanecía detrás de Yoko. –La tienes aquí. –insistió él. –Déjame verla, por favor. –Ya te he dicho que no está aquí. –volvió a repetir Yoko. Yamato sacó su teléfono móvil y marcó el número de Sora. En ese momento, un teléfono móvil empezó a sonar en el salón. –¿Lo ves? –dijo Yamato colgando. –Sé que está aquí. –Aunque estuviera aquí, no te dejaría verla. –dijo Yoko acercándose a él. –Sé todo lo que le has hecho, así que no haría nada tan estúpido como eso aunque me muriera. –¡Sora! –la llamó Yamato intentando entrar en la casa, pero Yoko lo detuvo. –¡Vete, por favor! Si intentas entrar por la fuerza llamaré a la policía. Mimí. –Yoko dijo su nombre para que se preparara para llamar a la policía si el rubio insistía. –Teniendo en cuenta dónde trabajas, tendrías problemas si llamo a la policía. Así que, márchate. Yoko cerró la puerta. Yamato salió de la propiedad y empezó a llover. Mientras tanto, Koushiro cerró las cortinas para evitar que el rubio los viera. –Me gustaría saber si se ha ido. –dijo Mimí pensativa. Yoko seguía mirando fuera para comprobar si se había ido. Entonces escucharon que Sora había terminado de darse el baño. Debían evitar que los viera nerviosos y también de que se enterara de quién había ido a buscarla. –¡Sora!¿Como estaba el baño?¿Estaba bien el agua caliente? El baño con hierbas aromáticas crea una fragancia buenísima, ¿a que si? –Sí. –dijo Sora. –¿A que tienes sed?¿Quieres beber algo fresquito? –preguntó Koushiro nervioso. –Gracias. –dijo Sora abrumada por tantas atenciones. –¿Qué pasa? –Nada. Aprovecha la amabilidad de Koushiro–le dijo Yoko en su estrategia de despiste. Mientras tanto, Taichi llegaba a casa con la bicicleta. De repente se había puesto a llover, así que llegaría empapado a casa. Cuando llegó, aparcó la bicicleta y se puso a buscar su llave. Por suerte allí ya no se mojaba. Pero lo que vio lo dejó boquiabierto. Allí fuera, sentado junto a unos setos, estaba Yamato Ishida empapándose. Yoko salió al pasillo al escuchar a Taichi entrar. –Hola. –saludó Yoko. –¿Dónde está Sora? –preguntó Taichi mientras se descalzaba en la entrada. –Está en su habitación. Creo que se ha dormido. –dijo Yoko. –Su novio está ahí fuera, frente a la casa. –dijo Taichi. –¿Todavía está ahí? –preguntó Yoko. Le sorprendía hasta donde estaba dispuesto a llegar. –¿Qué?¿Ha venido? –Creo que me ha seguido o de alguna forma ha conseguido nuestra dirección. –explicó Yoko. –No he tenido el suficiente cuidado. Tal y como está ahora la cosa y hasta que se vaya, no deberíamos dejar salir a Sora, ¿no crees? –Cambiaré el turno en el bar y pasaré aquí la noche. –dijo Taichi. –¿Estás seguro? –Bueno, ¿estás preocupada por Sora o no? –preguntó Taichi. El castaño se levantó, se quitó la cazadora mientras iba a mirar por la ventana. –Sigue ahí. –¿Qué? –Todavía está aquí. Ajena a todo lo que había ocurrido, Sora estaba acostada en la habitación, aunque le costaba conciliar el sueño por la forma en que llovía. Yoko, desde su habitación, permanecía sentada en la cama, por si acaso ocurría algo y Taichi, después de haberse cambiado, permanecía en el salón haciendo guardia. Entonces, Taichi escuchó las tazas de la cocina. Se levantó y fue hacia allí. –Sora. –No puedo dormir. –explicó la pelirroja. –¿Quieres un té de hierbas? –preguntó el castaño. –¿Hay? –Sí. Lavanda y camomila. Calman los nervios. –dijo Taichi acercándose para prepararlo. –Gracias. –Sora se sentó mientras Taichi le servía el té. Él también se sirvió, puesto que todos estaban con los nervios a flor de piel. –Taichi, ¿cómo es tu familia? –Mi familia es normal. –dijo Taichi. –Mi padre trabaja en una oficina y mi madre es ama de casa. Tengo una hermana mayor. –Vaya, lo tenías muy callado. –dijo Sora mientras Taichi se acercaba con las tazas. –¿Te llevas bien con ella? –La verdad es que no. –confesó él apoyándose en la encimera para tomarse el té. –En mi caso, mi madre y mi padre no están juntos. Se separaron cuando estaba en secundaria. Por eso mi madre siempre estaba trabajando y yo estaba sola en casa. A Yamato, como a mí, lo crió su madre. Ella también encontró otra pareja y Yamato se fue de casa cuando estaba en secundaria. Después de eso, fue pasando de casa en casa de parientes, buscando cariño. Lo siento. Sé que no te interesa para nada la vida de mi novio. –Adelante. –dijo Taichi sentándose frente a ella y animándola a continuar. –Cuando lo conocí pensé en cuánto nos parecíamos. Los dos nos acompañábamos de la soledad. Y aquí, cuando todos me tratáis tan bien, hace que me sienta mal por él, porque ahora está completamente solo. –Eso ya no tiene nada que ver. Además, si hablas de soledad, todo el mundo se siente solo. –dijo Taichi. –Entonces, me gustaría saber si no serán situaciones distintas. –se replanteó Sora. –Con Yoko, por ejemplo, toda su familia fue a animarla en la carrera. Era un sentimiento cálido y maravilloso. Y sin embargo, yo estaba un poco celosa. –El cómo de sola se sienta una persona no es algo que puedas entender sólo con mirar de cerca. –dijo Taichi. –Ocurre lo mismo en el caso de Yoko. Reflexiones de Sora: Yamato. Aquella noche, mientras escuchaba el sonido de la lluvia contra la ventana, no podía dejar de pensar en ti. Yoko, perdóname. No me había dado cuenta de lo mucho que sufrías. Desde su habitación, Yoko se levantó y se asomó por la ventana. Yamato ya no estaba allí. A la mañana siguiente, Yoko entró al salón y se encontró a Taichi profundamente dormido en el sofá. La motorista le acomodó la manta para que no se enfriara. –Buenos días, Yoko. –saludó Sora. –Buenos días. –Me pregunto si habrá dejado de llover. –dijo Sora yendo hacia la ventana. Yoko la siguió, con temor de que el rubio hubiera vuelto. –Parece que no ha parado. –Voy a ir a tirar la basura. –dijo Yoko, más tranquila al ver que el rubio, efectivamente se fue durante la noche. –Hoy toca tirar la basura combustible. –Espera, Yoko. Ya iré yo. Todavía vas en pijama. –se ofreció Sora. Además, el día anterior lo pasó entero en casa y le apetecía salir, aunque lloviera. –Gracias. –le dijo Yoko. Sora cogió las bolsas y su paraguas y se fue hacia el lugar donde se dejaba la basura. Tras tirarla y dar unos pasos, vio algo que la dejó paralizada. Yamato estaba sentado con la espalda sobre una piedra que daba a la entrada a un parque. Estaba completamente empapado. –¡Yamato! La pelirroja se dirigió a él y se agachó, cubriéndolo con el paraguas. –Yamato, ¿has estado esperándome aquí toda la noche? –preguntó Sora. Yamato se puso de pie y la miró. –Sora. Yo… siempre estaré esperándote. Por doloroso que sea. Sora soltó el paraguas y se abrazó a él. –Yamato.

***

Mientras tanto, Yoko esperaba en la puerta de la casa esperando a que volviera Sora. ¿Por qué tardaba tanto en tirar la basura? Reflexiones de Yoko. Sora. Las personas se hieren las unas a las otras. No pueden vivir sin sufrir. Cuando traté de explicártelo y apartarte de Yamato, la única que salió herida… fui yo. Continuará…
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