ID de la obra: 1070

CONDENADOS - KNY

Gen
PG-13
Finalizada
1
Tamaño:
23 páginas, 10.011 palabras, 10 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Prohibido en cualquier forma
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 3

Ajustes de texto
—Podría decir que nos sobrepasamos, pero... —Sabito ajustó el brazo que rodeaba su cintura—, tú solo bebiste una cerveza. Y pensaba que era suficiente. El sabor amargo que tocó su lengua fue horrible, tanto que lo quiso devolver en el instante. ¿Quién podría beber algo así de amargo? Creyó que aquel tarro de cerveza no lo afectaría tanto, pero todo se fue al demonio cuando se puso de pie y las cosas a su alrededor junto a las personas comenzaron a dar vueltas. —Eres el rey de la fiesta, Giyuu —le palmeó la espalda—. Hay que repetirlo, pero la próxima vez hay que ir más lento... de lo normal. —Jamás había llegado tan tarde a los dormitorios —mencionó cuando Sabito lo ayudó a abrir la puerta principal del complejo de habitaciones—. ¿Te quedarás a dormir? —¿Sigues sin tener compañero de habitación? Asintió. —Me quedaré para vigilar que no te ahogues en tu propio vomito. Con un gesto de asco, Sabito terminó por subirlo en su espalda y acortar el tiempo subiendo las escaleras al tercer piso. La residencia solo era de cuatro pisos por lo que la administración de la universidad no vio necesario la instalación de elevadores, lo que era legítimo cuando se trataba de subir la escalera de manera normal, no cuando estaba en estado de ebriedad. Fue sorprendente que Sabito fuera capaz de cargarlo hasta su puerta, tomó las llaves de su bolsillo, solo él sabe cómo lo logró, y abrió. La oscuridad no fue la que le dio las bienvenidas, sino una voz dura y molesta acompañada de la tenue luz de su lámpara de noche. —¿Qué mierda haces llegando a esta hora, Giyuu? Sanemi vestido con su ropa estaba plantado en medio de su habitación. Tal vez estaba alucinando. La mayor parte de la noche se la pasó pensando en él, Sabito podría confirmarlo ante las pocas palabras que salían de su boca en el bar, el ochenta por ciento se trató de él. —¿Y quién eres tú para querer explicaciones? —Sabito no dudo en pasar a su lado, una vez lo dejara en el suelo. Cualquiera hubiera retrocedido ante la furia en su rostro, pero no su amigo de infancia. Además, ¿por qué la molestia repentina? —No estoy hablando contigo —se cruzó de brazos. —Sabito —tomando asiento de inmediato ante el continuo mareo—, ¿qué hace Sanemi aquí? —¡No hables de mí como si no estuviera presente, imbécil! —No lo sé —se quejó Sabito ayudándolo a sacarse los zapatos—. Pero algo está claro, no podré dormir aquí. La cama ya está ocupada. —Pero si yo no he tenido compañero de habitación por seis meses. —¡Pues yo seré tu compañero de habitación, maldito! —¿Por qué tiene que gritar tanto? —el gesto molesto que hizo sorprendió a Sanemi, quien de inmediato se quedó en silencio—. ¿Crees que somos sordos? ¿Quién se creía para llegar a su cuarto y gritarle a su mejor amigo? Podía aguantar muchas cosas de su parte; gritos, pequeños golpes, burlas hirientes y otras cosas, pero agredir verbalmente a su amigo no lo aguantaría. Aunque si lo pensaba bien, Sanemi en ningún momento lo agredió de una forma que tuviera que ser defendido, y también está el hecho de que Sabito se defendía mejor que él. No sabía qué tipo de rostro colocaba, pero ambos se le quedaron observando durante unos segundos hasta que su amigo tuvo que intervenir. —¿Estás bien? Avergonzado, los ignoró y se acostó en la cama sin esperar nada más. Todo se calmaría al siguiente día. —¿Por qué lo dejaste beber tanto? —recrimina Sanemi. —Fue una cerveza. —¿Me estás jodiendo? ¿Se emborrachó con un solo vaso? —Era más un jarrón que un vaso normal. —¿Y te haces llamar su amigo? —¿Quieres comenzar ahora? Abrió los ojos para espiar como Sabito se acercaba de manera amenazante a Sanemi, quien no se inmutó y sonrió. —¿Te duele que te digan la verdad? Tomó asiento para intervenir, pero la diversión en su amigo lo detuvo expectante. —Lo curioso de todo esto es verte aquí, en la habitación de mi mejor amigo, esperándolo como si fueras su puta novia controladora. Ay no. Se puso de pie antes de que todo se descontrolara. Tomó a Sabito por la mano y lo condujo hacia la puerta. —Ustedes tienen muchas cosas de las que hablar —dijo Sabito con la misma sonrisa que atendía en su local de comida. —Lo siento —le dio un apretón—. Te hablaré mañana. —Oye, bastardo —se detuvo unos segundos—. Me entero de que le hiciste algo y te romperé esas piernas que tanto amas—amenazó antes de marcharse. Tenía fundamentos válidos, ya que Sanemi adoraba golpear a sus oponentes con sus extremidades inferiores. El silencio pareció más incómodo que antes, la tensión fue mayor que la borrachera y lo odiaba. La ligereza que sintió antes era mejor que la vergüenza de ahora. —¿A qué has venido? En cuanto dio la cara pudo notar que Sanemi no estaba del mejor humor posible, si decía algo erróneo seguramente comenzaría el ataque verbal. —Muévete —escupió. Paso a su lado empujándolo del hombro quedando aún más confundido que antes. Sabito había dicho que necesitaban hablar y estaba de acuerdo, pero si él no quería cómo lo haría. Su personalidad agresiva jamás lo inquietó tampoco su extrema idea de competencia, todo parecía estar bien en Sanemi, pero ahora con aquella mirada que le entregó al llegar junto a Sabito fue distinta a las otras. No estaba acostumbrado a esa mirada tan intensa y llena de furia. Volvió a la cama con muchas preguntas en su mente y con el corazón un poco alegre de pensar que tal vez se trataban de algunos celos de su parte. Hizo un mohín. No debería volver a tomar alcohol. Lo hacía lento e ingenuo. ¿Sanemi celoso? Ni en un millón de años. Apagó la luz de la mesita de noche y justo cuando se iba a cubrir con la manta, la puerta fue abierta no como las veces anteriores, está vez fue suave y como si la persona en cuestión dudara en si debía o no entrar. Sanemi avanzó segundos después con una bolsa blanca en su mano derecha. De ella saco una botella pequeña de color verdoso. —Bebela —ordenó. —¿Por qué lo haría? —¿Quieres pelear, bastardo? Era demasiado temprano para hacerlo, debía dormir y, francamente, los párpados se caían por voluntad propia. —¿Tiene veneno? —preguntó al tomar la botella de vidrio. —Es para la resaca, idiota. Su voz salió baja, casi imperdible. —¿Te molesta ayudarme? No respondió. Al terminar de beber el contenido amargo y con sabor a kiwi, se lo pasó. —Gracias. Tampoco respondió. Dejó el resto en la basura y tomó asiento en la cama de enfrente. —Mañana hablaré con Gyomei para que me deje esta habitación. —¿Por qué harías eso? Volvió a mantenerse en silencio. Sanemi se recostó y se cubrió con su manta favorita que, según recordaba, debería estar en los pies de su cama y no ahí. Quería hacer un millón de preguntas, deseaba poder mantener otra conversación en donde no saliera a relucir el nombre de Tanjiro, o de otra persona. Quería saber más de él.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)