Capítulo 5
6 de octubre de 2025, 17:30
La sorpresiva aparición de Sanemi en la sala de clases lo dejó sin palabras. Sus claros ojos grises parecían inquietos y perdidos de alguna forma.
—Tener al campeón de la liga de karate en mi aula me enorgullece mucho, señor Shinazugawa —la voz del profesor Kibutsuji alteró en algo el trance de Sanemi porque forzó una sonrisa y dio un paso atrás.
—Lamento interrumpir —otro paso hacía atrás—. Esperaré a Tomioka afuera.
¿Tomioka? ¿Lamento interrumpir?
Algo estaba mal, muy mal. Aquel hombre no era Sanemi.
—No esperes. Me iré ahora contigo —interrumpió sus pensamientos, parecía relajado ante sus palabras—. Nos vemos la próxima semana, profesor.
—Felicidades por aprobar, señor Tomioka. Espero que el examen final lo termine de igual forma.
Lo dudaba, pero se sentía bien que alguien tuviera fé en él.
Abandonaron el salón hasta que salieron del edificio sur.
Sanemi se mantuvo callado por unos segundos demasiados largos aumentando su nerviosismo.
—¿No tienes clases ahora? —preguntó, observando su perfil tenso.
Negó.
—¿Hablaste con Gyomei para el cambio de habitación? —quiso saber. Sintió sus mejillas arder ante la pregunta impropia que hizo, pero desde que dijo que lo haría su mente no había quedado libre de otra cosa.
La sorpresa en él rompió todo rastro de alegría que creyó era cierta. Tal vez estuvo muy borracho y las palabras de Sanemi fueron modificadas por su mente para escuchar lo que deseaba escuchar.
Tal vez él ni siquiera estuvo en la habitación anoche, pensó con pánico.
—Lo olvidé —dijo después de un rato—. Lo haré en cuanto llegué.
—No lo hagas. Para ser sincero, no logro comprender por qué querrías ser mi compañero de cuarto.
—Giyuu...
—Me he acostumbrado a no estar acompañado, y que de pronto llegues tú para molestar, sería muy raro e incómodo.
—¡Dije que lo haré!
—No tienes que hacerlo.
—Pues mala suerte, ermitaño. Seré tu maldito compañero te guste o no —rugió dando por zanjado el tema.
Con las manos en los bolsillos, Sanemi camino más rápido dejándolo tres pasos atrás, pero no lo suficiente como para abandonarlo camino a los dormitorios.
—¿Por qué quieres ser mi compañero? No nos llevamos bien ni siquiera tenemos algo en común.
Sanemi resopló.
—¿Desde cuándo eres tan bocón? —se detuvo—. ¿Y por qué te quedaste después de clases con Kibutsuji?
Lo observó sobre el hombro, estudiando su reacción. Una de la que no estaba seguro.
¿Qué era lo que realmente quería saber?
—El próximo fin de semana se realizará un viaje al museo de ciencias de la ciudad—explicó—. El profesor me invitó personalmente a asistir.
—¿Aceptaste?
¿Eh? ¿Por qué hacía ese rostro?
—Es el museo de ciencias —continuó con obviedad, sin dejarse llevar por la leve inquietud que vio en sus ojos—. Estará aquí solo tres días y el profesor pudo conseguir cinco entradas.
—¿Quién más asistirá?
Ahora lo entendía.
Por eso lo fue a buscar al salón. Sanemi sabía muy bien sobre el viaje, lo que hacía ahora era verificar la información que debió llegar de otra persona.
—El profesor le dio una entrada extra a Rengoku —mencionó pasado a su lado y como esperó, lo siguió como un perrito—. Invitó a Tanjiro.
Debía dejar de hacerse ilusiones, Sanemi y él eran incompatibles. Por mucho que le gustara estar a su lado, la diversión que le daba con sus ocurrencias no sería suficiente para mantenerlo a su lado.
—También me entregó una entrada extra —dijo con una sonrisa—. ¿Quieres acompañarme?
Eran rivales de amor, solo eso.
Pero eso debía acabar ahora.
Al llegar a los dormitorios no esperó a Sanemi que entraba a la oficina de Gyomei para arreglar la transferencia de habitación.
Lo seguía encontrando innecesario, sería un tormento verlo de pareja junto a Tanjiro si lograba conquistarlo.
Tiró la mochila sobre la cama y se dejó caer.
Tendría que ser más fuerte cuando llegara el día del viaje.