Capítulo 8
6 de octubre de 2025, 17:36
Mierda.
Jodida y tremenda mierda.
Enamorarse era cansador.
La entrada al local de comida rápida se burlaba de su cobardía cada que la puerta se abría y la gente salía bañados en risas y licor.
Comenzaba el frío y aún no se decidía a entrar, o más bien lo hizo, pero la seguridad disminuye al acercarse.
—Eres lamentable —dirigió la mirada hacia el callejón de al lado y ahí estaba, el estupido mejor amigo de Giyuu fumando un cigarrillo.
—¿Hace cuánto estás ahí?
—¿Importa? Ya vi lo patético que puedes ser —dejó salir el humo.
Reprimió un asqueroso insulto que apretó su pecho, todo sea por el bien de su meta futura. Debía arreglar las cosas antes de hablar con Giyuu y contarle la verdad, confesar aquellos sentimientos que de alguna forma lo atormentaban cada día más.
—¿Tienes tiempo para hablar?
—Lo tengo —Sabito tiró la colilla de cigarro y la aplastó—. Aunque no para ti.
El bastardo se estaba burlando, buscando la forma de alterarlo. Y por su sonrisa lo disfrutaba demasiado.
—Es sobre Giyuu.
—¿Le pasó algo? —su altanera actitud desapareció, incomodando de alguna forma su seguridad.
¿Qué tan bien conocía la relación de Giyuu y su mejor amigo?
Negó mientras se acercaba.
—Quiero arreglar unas cosas, eso es todo.
—¿Te decidiste al fin de decirle sobre tu acoso?
Sus ojos casi se desorbitaron ante las seguras palabras de Sabito, quien de inmediato sacó otro cigarrillo para ponérselo entre los labios.
—¿Cómo…?
—¿Me tomas como tonto? Eras tan obvio que temía que uno de estos días lo atacarías, maldito pervertido.
Pensó que había sido muy minucioso con sus miradas.
—No eras el único observándolo desde lejos, Shinazugawa. Le prometí a su hermana que lo cuidaría tanto como fuera posible.
¿Qué lo cuidaría? Sabito apenas estaba a la vista en la escuela.
—Jamás te vi a su lado.
—Soy un año mayor que él, idiota —dio una larga calada—. Además, mi idea nunca fue hacer de Giyuu alguien dependiente de mi, sólo intervenía cuando era necesario.
Una sonrisa divertida y llena de maldad llenó sus oídos.
—También tenía la sensación de que a alguien no le hubiera gustado que Giyuu me buscara únicamente a mí, ¿no crees?
—¡Y una mierda, bastardo!
—¿Lo ves? —mantuvo esa enferma sonrisa—. Siempre te tuve a la mira, esperando a que hicieras algo para perjudicar a Giyuu, pero nunca apareciste frente a él.
—¿Por qué nunca se lo dijiste?
—¿Y hacer tu trabajo más sencillo? Jamás, pequeño cobarde.
Vaya, se le devolvían las mismas palabras que le dijo a Rengoku.
Tal vez era el karma.
—Entonces —inició Sabito al no obtener respuesta—, ¿desde cuándo estás enamorado de mi Giyuu?
—¡Que no es tu Giyuu!
—¿Cómo lo sabes?
Apretó los puños tratando de controlar la creciente ira que viaja hasta su cabeza.
No se la estaba colocando fácil y era de esperarse, siempre se comportó como un bastardo alrededor de Giyuu y si estuviera en los pies de sabito se comportaría de la misma forma, incluso peor.
—Porque no te mira como lo hace con… —no dijo más. Detestando la realidad de su vida.
—¿Tanjiro? —Sabito suspiró—. A veces puedes ser muy inteligente, Shinazugawa, pero otra eres un verdadero tonto.
—¡Oye, imbécil, trató de hacer esto para ser digno de…! —su voz se quebró de la vergüenza.
No planeaba ser tan directo o tan revelador con las palabras, la idea era mostrarse confiable y genial ante el mejor amigo de la persona que amaba.
Volvió a apretar la manos en puños bajando la mirada al tiempo que sus mejillas no podían arderle más.
—En ese caso —Sabito habló bajo—, quieres mi permiso para cortejar a Giyuu, ¿es eso?
Maldita sea.
Era demasiado vergonzoso para verlo directamente
—Es lo que quiero —murmuró de forma cobarde—. Eres importante para él y quiero que nos apoyes si llego a tener éxito.
Armándose de valentía y olvidando la vergüenza, lo miró.
Las mejillas de Sabito estaban teñidas de un leve rosa acompañado de un ceño muy fruncido.
—Eres explosivo, Shinazugawa —dijo finalmente—. ¿Quién me asegura que no te desquitaras con Giyuu más adelante?
—¡No lo haré!
—Esa es tu personalidad —cortó de forma más directa—. Incluso conmigo presente le gritaste esa noche cuando volvió borracho. Lo siento, Shinuzaguwa, pero no los apoyaré. Si Giyu decide estar contigo lo aceptaré, no me pidas más.
¿Qué había esperado? ¿Flores y felicidades por aceptar un hecho demasiado obvio?
Sabitó se alejó apagando el cigarrillo entre sus dedos.
—¡No lo volveré a hacer! ¡Sabito, lo prometo! ¡Amo a Giyuu y no haré nada que lo dañe!
Él ni siquiera se giró, pero si se despidió levantando su mano.
Los susurros a su alrededor de personas que presenciaron su confesión, volvieron a encender sus mejillas.
—¡Y ustedes, bastardos, no tienen nada mejor que hacer!