12. Estrella (El diablo)
7 de octubre de 2025, 22:11
Para Jiang Cheng, el amor siempre había sido algo inútil, banal, innecesario. Sin embargo, se había enamorado de Lan Xichen sin quererlo, perdiendo la cordura al hacer algo que había jurado no hacer. Cuando Wei Wuxian se enamoró del menor de los Lan y escuchó que, después de tantos años sin saber de su paradero o siquiera si estaba vivo, se habían casado en secreto, fue como una traición a su relación. Se había jurado no enamorarse de nadie desde ese momento, temiendo perder el foco y el impulso que le había llevado hasta allí. Pero tal vez, como había dicho su Shijie antes de morir, tal vez el amor era lo que necesitaba para encontrar su propósito.
Entonces, si el amor era tan maravilloso como decían, ¿por qué se sentía tan destrozado después de estar con el amor de su vida? ¿Por qué había pensado que tenía una oportunidad si su contrario no había olvidado a ese hombre? No podía dejar de dar vueltas en su apartamento inútilmente durante su día libre, teniendo demasiado tiempo para pensar y sumirse en la oscuridad de sus propias reflexiones. Incluso su sobrino podía notarlo por la forma en que fruncía el ceño, un gesto profundo lleno de enojo reprimido.
—Mmh… Jiang-dàshū— llamó el joven mientras tomaba de su taza y tenía el teléfono en su mano, cuando logró la atención de su contrario suspiró profundamente— Mmh, ¿Algo te molesta?
—No. Nada lo hace— respondió con un tono ciertamente enojado. El mayor sacó la fruta de la nevera, tomando un cuchillo y partiendo con violencia la misma— ¿Por qué tendría que molestarme algo?
“Algo le molesta” pensó el joven con una sonrisa levemente incómoda. Tragó pesado mientras dejaba la taza a un lado y se sentaba mejor en la silla— Bueno, pareces… enojado.
—¡No estoy enojado! —dijo el mayor con un tono alto, cortando un pedazo de mango con rapidez, el menor creyó por un momento que se había cortado un dedo debido a la rapidez del movimiento haciendo que soltara un jadeo— Nada me molesta, ¿de dónde sacaste esas ideas? Estoy. Perfectamente. —indicó, concentrado masacrando al pobre mango que no tenía nada que ver con su estado emocional actual, pensó Jing Lin.
El ambiente era bastante tenso en ese que llamaba su hogar, se podía cortar la tensión con un cuchillo, y él que esperaba que su descanso fuera… tranquilo. El menor suspiró, mirando su café y luego su teléfono notando que Lan SiZhui le escribía “¿Cómo está todo allá?” le preguntaba haciendo que el joven Jing Lin soltara un leve gruñido.
—Si no te gusta la comida puedes irte entonces— indicó su tío de repente haciendo que Jing Lin le mirara con sorpresa, notando como estaba cruzado de brazos con el cuchillo ubicado con el revés sobre su brazo para que no lo cortara, pero parecía demasiado amenazante como para no tomarlo en serio.
El joven negó rápidamente, moviendo sus manos de forma negativa —No, no, está perfecto así— indicó el joven con una sonrisa nerviosa. Jiang Cheng, aunque poco convencido, miró a su sobrino con seriedad y volvió a picar la fruta, escuchando como el menor suspiraba de alivio.
Jiang Cheng aún tenía mucho que pensar, que estuviera su sobrino ahí no lo hacía fácil, por él no podía mostrar debilidad, por él era que estaba molesto haciendo el desayuno y no tendido en el sofá. Y Jing Lin lo sabía, o al menos entendía que su tío estuviera así, no sabía el porqué, pero entendía de alguna forma que ese comportamiento no estaba dentro del enojo normal que siempre cargaba su tío— Mmh… tío, podría irme si-
—No te vas a ir sin desayunar— dijo el mayor con rapidez haciendo que el joven suspirara de nuevo, quedándose callado hasta que le sirvió el desayuno el cual miró con una suave sonrisa, su tío le preparaba el desayuno como a un niño desde que tenía memoria; huevos revueltos, salchichas cortadas en forma de pulpos y fruta picada con pedazos de dulce a los lados y chocolate. Era un desayuno bastante abundante, normalmente lo hacía cuando pensaba en su madre o estaba molesto, tal vez ese día era una combinación de ambos.
—Gracias, Jiang-dàshū— susurró notando como el adulto asentía simplemente, tomando de su taza de café— Jiang-dàshū, ¿no va a desayunar?
—No tengo hambre ahora— comentó el mayor lavando los utensilios que había usado para el desayuno, sentándose en la barra para terminar su café, sintiendo sus caderas doler en cuanto lo hizo.
El silencio se apoderó de la cocina mientras ambos desayunaban. El teléfono de Jiang Cheng sonaba insistentemente, pero tras mirarlo solo fruncía el ceño y lo dejaba a un lado, girando la pantalla contra la mesa, terminando su segunda taza de café. El teléfono volvió a sonar haciendo que Jiang Cheng contestara finalmente, pero parecía que no quería hacerlo.
—¿Qué? —dijo bruscamente. Se quedó en silencio unos momentos, parecía que le estaban hablando al otro lado— No me llames si no es para una emergencia— y colgó.
Definitivamente estaba enojado, pero ¿con quién? El día anterior había bebido con sus tíos, y según había escuchado la noche había sido agradable, ¿fue después? ¿Wei Wuxian dijo algo que lo molestó? Con sus antecedentes no sería extraño, pero en ese momento debían estar mejor, ¿no?
— Jiang-dàshū, tengo que irme— comentó el joven tomando su maleta y bajando de la silla, dispuesto a salir.
—Está bien— dijo el mayor con un tono de desanimo poco común en él. Jing Ling se quedó en silencio, observando a su tío quien miraba ahora su teléfono con el ceño fruncido. Sus miradas se encontraron de nuevo— ¿Tengo algo en la cara? —el comentario hizo que Jing Ling sintiera un escalofrío por lo frío que sonó aquello.
—Na-Nada, solo tenía algo en la mente— indicó con rapidez, tratando de zafarse a su tío de encima antes de colocar su maleta al hombro y salir con rapidez de la casa. En su camino, mientras trataba de comunicarse con Lan SiZhui por medio de mensajes chocó con alguien. Su mirada enojada fue de inmediato a aquel sujeto notando que era el propio Lan Xichen quien parecía más preocupado que cualquiera. Extraño, siempre mantenía su temple— Lan Xichen, disculpe.
—Ah… no, joven Jing Ling, mis disculpas, no veía por donde caminaba— comentó el mayor, pero no lo miraba a él, miraba tras él, como si esperara que alguien lo siguiera.
—Está… bien— comentó el joven, acomodando su maleta mientras observaba al mayor— Jiang-dàshū no está de humor hoy si desea visitarlo— comentó antes de responder un mensaje de su amigo para concretar el lugar de reunión. Suspiró profundamente antes de ver como el mayor parecía tener una expresión cansada, pero eran cosas de adultos, prefería no meterse o preguntar— Disculpe, mayor Lan— se despidió recibiendo una despedida corta, fría y tranquila de parte del mayor la cual dejó pasar.
Lan Xichen, por otro lado, solo se quedó mirando la residencia del joven, en silencio, sin saber porque exactamente estaba ahí. ¿Qué debía decir? Ni siquiera recordaba adecuadamente la noche anterior, parecía más un sueño que algo que realmente pasó, aún no sabía que había pasado siquiera como para tener que disculparse por algo, entonces, ¿era correcto disculparse de verdad?
Quiso tocar a la puerta, estaba a punto de hacerlo, pero su teléfono vibró en su bolsillo haciendo que retrocediera para contestarlo, escuchando la voz de su hermano, pidiéndole que le llevara algunas medicinas para su esposo que al parecer se encontraba mal en ese momento.
—Está bien— dijo con su tono suave habitual, mirando la puerta de Jiang Cheng, pero no encontrando el valor para enfrentar lo que él supuso era solo un mal momento entre ambos.
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Decir que las cosas mejoraron con los días sería mentir, porque la relación antes llena de confianza entre Lan Xichen y Jiang Cheng comenzaba a fracturarse, a sentirse como si fueran completos extraños. Y no solo lo sentían ellos, sino sus compañeros y las misiones en las que iban.
Jiang Cheng estaba demasiado distraído con lo que había pasado entre ellos como para concentrarse en las misiones que les eran asignadas, y por ello había dejado pasar evidencias, o pistas que podrían haberles ayudado a atrapar a los criminales más rápido, su temple era cada vez peor, respondiendo con mayor agresividad incluso a sus superiores. Wei Wuxian sabía que su hermano era impulsivo, muchos dirían que incluso era agresiva su forma de hablar y expresarse y él no negaba ello, sabía el temperamento de Jiang Cheng, pero esto era extraño, incluso para él.
Wei Wuxian suspiró profundamente, acercándose al malhumorado de su hermano rodando en la silla hasta el escritorio de este, haciendo que el mayor le mirara con el ceño fruncido antes de volver su vista al computador. —¿Qué quieres? —preguntó mientras tecleaba— Estoy ocupado.
—Jiang Cheng, si no te conociera diría que te mordió tu perro— comentó el joven mientras apoyaba su codo en el escritorio ajeno y su cabeza en la palma de la mano.
—No me conoces lo suficiente— indicó con enojo haciendo que el joven Wei suspirase. Tomó uno de los lapiceros del escritorio para jugar con este y llamar su atención de nuevo, lo giró entre sus dedos, observando con preocupación a su hermano. Sabía que algo más profundo estaba afectando a Jiang Cheng, pero como siempre, el mayor se negaba a abrirse y hablar sobre lo que realmente le molestaba.
—Jiang Cheng —comenzó Wei Wuxian con un tono más serio, dejando de lado su usual tono burlón—. Algo te está comiendo por dentro, y no me refiero solo al estrés del trabajo. Esto no es solo una mala racha, lo sabes.
Jiang Cheng apretó la mandíbula, tratando de ignorar las palabras de su hermano, pero el constante zumbido de preocupación en su voz hacía difícil concentrarse en la pantalla del computador. Finalmente, dejó escapar un suspiro frustrado, sus dedos tamborileando nerviosamente sobre el teclado.
—No es de tu incumbencia, Wei Wuxian —respondió con un tono que intentaba ser cortante, pero que dejaba entrever el agotamiento y la tensión que lo consumían. Sabía que su hermano no se iba a dar por vencido fácilmente, aun así, no estaba dispuesto a abrir esa puerta.
Wei Wuxian lo observó en silencio por un momento, viendo la lucha interna en el rostro de Jiang Cheng. Luego, con un movimiento rápido, atrapó el lapicero en su mano y lo dejó caer suavemente sobre el escritorio, acercándose un poco más.
—No tienes que cargar con todo solo, ¿sabes? —dijo en voz baja, casi como un susurro—. No es un signo de debilidad pedir ayuda. Si algo pasó… si alguien te hirió, o si cometiste un error, no significa que tienes que manejarlo tú solo.
Jiang Cheng sintió un nudo formarse en su garganta. Las palabras de Wei Wuxian lo atravesaron como una flecha. Claro, él había cometido un error, y no cualquier error, sino uno que lo había dejado más vulnerable que nunca. Y lo peor era que había ocurrido con Lan Xichen, alguien a quien había llegado a admirar y, en algún momento, amar en secreto.
—No es tan simple, Wei Wuxian —murmuró, sintiendo cómo las defensas que había erigido comenzaban a desmoronarse ante la insistencia de su hermano—. Hay cosas… hay cosas que no se pueden arreglar con solo hablar de ellas.
Wei Wuxian inclinó la cabeza, sin apartar la mirada del rostro cansado de Jiang Cheng. Había algo en la voz de su hermano que lo preocupaba más que cualquier otra cosa. Esa mezcla de dolor, arrepentimiento y algo más que no podía identificar.
—Pero intentarlo no hace daño —respondió con firmeza—. No tienes que decirme todo ahora, pero si sigues guardándotelo, solo va a empeorar. Lan Xichen está preocupado por ti también, lo sé. Quizás hablar con él podría ayudar…
El nombre de Lan Xichen en los labios de Wei Wuxian hizo que Jiang Cheng sintiera una punzada en el pecho, un recordatorio de lo que había pasado y de lo que estaba tratando desesperadamente de olvidar. Frunció el ceño inconscientemente ante la mención del nombre, apretando sus manos en puños y dejando de lado el informe que estaba haciendo unos momentos.
—Lan Xichen… —repitió en voz baja, su mente volviendo a esos momentos incómodos y dolorosos, a las miradas evitadas y los silencios pesados. A esa noche—. No creo que eso sea una opción.
Wei Wuxian se acercó aún más, su expresión suave pero llena de determinación.
—Si no hablas con él, entonces todo lo que pasó seguirá carcomiéndote por dentro —dijo con voz suave—. Y, Jiang Cheng, te lo digo como tu hermano: no quiero verte destruirte a ti mismo por algo que quizás puede arreglarse.
Jiang Cheng se quedó en silencio, mirando la pantalla del computador, pero sin realmente verla. Sabía que Wei Wuxian tenía razón, pero la idea de enfrentar a Lan Xichen lo aterraba. Y, sin embargo, la alternativa, seguir dejándose consumir por la culpa y la vergüenza, parecía aún peor. ¿Qué debía hacer realmente? No quería enfrentar la realidad inminente.
Finalmente, Jiang Cheng dejó escapar un suspiro largo y cansado, dejando que sus manos cayeran de las teclas y se posaran sobre sus rodillas.
—Tal vez… tal vez tienes razón —admitió con voz ronca, apenas audible—. Pero no estoy listo. No todavía.
Wei Wuxian, aunque sorprendido por la aceptación pacífica de su contrario, asintió, comprendiendo la lucha interna de su hermano.
—Está bien —dijo con suavidad—. Cuando estés listo, estaré aquí para apoyarte, Jiang Cheng. Y Lan Xichen también lo estará. No estás solo en esto.
Jiang Cheng asintió lentamente, sin levantar la vista de la pantalla. Sabía que tendría que enfrentarse a sus miedos eventualmente, pero por ahora, tener esos pensamientos encerrados en una caja como lo había hecho durante años era mucho mejor que enfrentar la tormenta que bullía en su interior.
El silencio que siguió no era incómodo, sino uno lleno de comprensión. Una tregua temporal en la batalla interna de Jiang Cheng, con la promesa de que, cuando llegara el momento, no tendría que enfrentarlo solo. O eso esperaba.