***
Capítulo 3: Monja Exorcista Idamaría sintió como una lágrima recorrió su mejilla. El rayo de luz desaparecía, llevándose a los ángeles y a un demonio único, un ser que no tenía nada que ver con las enseñanzas aprendidas en su religión. Tiempo atrás, ya se había dado cuenta que sus creencias respecto a los demonios se derrumbaban conforme avanzaba el viaje con Kucabara y Bichula. Incluso desde antes, cuando el Shinigami Sugal salvó a la pequeña Júpiter de la bomba. —¿Por qué lo hiciste Kucabara?, ¿Por qué te sacrificaste?— pensó, mientras sus ojos dejaban escapar más lágrimas. —Eres un idiota, eres de lo peor, mira que confesarme tu amor cuando estás a punto de irte… y ni siquiera sé si volveré a verte.— Con la manga de su atuendo trató de secar un poco la humedad de sus ojos. Pero era difícil, ya que no podía negar el dolor que sentía en su pecho. El corazón le reprochaba su conducta para con el demonio, siempre grosera y fría. A pesar de las veces que la ayudó, que la calmó cuando perdía el control, que la abrazó cuando tenía miedo, siempre con una sonrisa, ella le regresaba un puñetazo en la cara. —Lo lamento Kucabara… si tan sólo te hubiera dicho lo que siento— sollozó. Pero, el hubiera no existe y ahora menos con el Mundo de los Demonios colapsando. Sintió la tierra moverse bajo sus pies, alzó la mirada y vio a todos en alerta, tenían que alejarse de ese lugar. Pensó que el saltar podría ser peligroso, pero ya no tuvo tiempo de razonar, ya que el Shinigami utilizó sus habilidades para crear una escalera que los llevaría a una torre próxima. No había tiempo que perder, tras la orden de Sugal, corrió junto con los demás, mientras observaba como el horizonte se ponía más oscuro. Todo se desmoronaba y se consumía. —¡¿Qué haremos?, ¿Será posible abrir un portal hacia el Mundo de los Humanos?… no lo creo, todos estamos exhaustos por la pelea contra Elimona! — pensó preocupada, mientras ayudaba a Samus con lo que quedaba de Jodie. De repente, un brillo dorado la sacó de sus pensamientos. El haz de luz los envolvía a todos y a todo lo que su vista alcazaba a ver. Posteriormente, desapareció, dando paso a las columnas formadas por Materia Oscura que se elevaban rumbo al cielo. Kelia explicó la situación y en ese momento, a Idamaría le quedó en claro que sólo los humanos odian lo que no conocen. En cambio, Dios, demostró que no repudiaba a los demonios. Comprendió que los ángeles no son como lo dicta la iglesia. Por el contrario, si aquellos seres divinos hubieran tenido la oportunidad, habrían acabado con ellos y con todos los demonios antes de la destrucción final. La monja sintió molestia al recordar la ambición de Elimona, el ángel caído al que no le importó manipular a todos en su beneficio. Caso aparte, era Kelia, la madre de Kucabara y Legato, ella también era un ángel caído que salvó a Idamaría de la muerte al facilitarle encontrar la pócima Apocalips en la tienda de Elimona. No sabía nada de ella, pero le inspiraba confianza. La última columna oscura desapareció y las nubes comenzaron a moverse. Unos instantes después, el sol saludaba al Mundo de los Demonios y a sus habitantes. Idamaría sonrió, aunque con un poco de tristeza.***
Continuará…