ID de la obra: 1076

Inkwell Wonderland

Gen
G
En progreso
2
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planificada Midi, escritos 14 páginas, 5.749 palabras, 4 capítulos
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Capítulo 2: Tras los pasos del destino

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El jardín trasero de la casa del chef Saltbaker estaba perfectamente decorado para la ocasión. Linternas elegantes colgadas alrededor, las mesas vestían de bellos manteles color crema y bordados dorados junto con unos bellos centros de mesa que eran unas velas blancas con un pequeño arreglo floral de rosas blancas y amarillas, y en los alrededores del jardín habían diversos arbustos llenos de rosas blancas. Todas las mesas eran ocupadas por los múltiples habitantes de Inkwell, quienes portaban sus mejores trajes y vestidos, incluso los seres más altos portaban sus mejores galas como el dragón Grim Matchstick, la sirena Cala María y el gran ave Wally Warbles junto con su pequeño retoño. Muchos de los invitados estaban degustando de los postres y el té y adulaban la gran sazón del chef. Por otro lado, algunos de los invitados estaban ansiosos por ver a su hija realizar su rutina.       — Señor Saltbaker, he escuchado que su hija se ofreció a hacer un tap para nosotros. Es una niña muy considerada. — Comentó Goppy Le Grande.       — Espero que ella haya cambiado — Refunfuño la señorita Hilda muy enojada — ¡Aún recuerdo cuando Chalice y sus amigos pintaron las paredes de mi observatorio!       — Eso fue hace 3 años — Dijo Elder Kettle con una sonrisa — Ahora ella es muy diferente, se ha vuelto muy educada.       — Aunque debo admitir que fue divertido — Dijo de forma burlona Ribby, la pequeña rana verde, pero sus risas fueron calladas por un golpe en la cabeza de su hermano mayor Croaks. En una de las mesas, se encontraban los gemelos Cuphead y Mugman con miradas aburridas y con sus cabezas recostadas sobre sus brazos en la mesa.       — ¿A qué hora llegará la prima Chalice? — Preguntó la taza azulina hacia su gemelo.       — No tengo idea, espero que no haga una locura. Ya sabes como se pone cuando piensa antes de actuar — Dijo el rojizo antes de levantarse e ir a una de las mesas llena de postres. Mientras todo eso ocurría, la pequeña Chalice junto con Dina estaban escondidas detrás de la puerta del patio trasero. Con solo ver la cantidad de gente y de escuchar a lo lejos lo que pensaban de ella, su pánico aumentó y se alejó de allí, la cabrita simplemente le siguió el paso.       — No pienso bailar… ¡NO LO HARÉ! — Ese fue su último pensamiento antes de salir por la puerta delantera de la casa y adentrarse en el bosque. Ambas corrieron por un buen rato hasta llegar a un lago de agua cristalina. Cerca del borde había un gran manzano acompañado de una manta de picnic en el césped, llena de almohadas y unos peluches, era el lugar seguro de Chalice. Apenas la pequeña se encontraba cerca de la manta, se lanzó a esta y terminó boca-abajo escondiendo su rostro en uno de los cojines. Su mascota se sentó a su lado y lamía la mano del cáliz para tratar de consolarla. La menor alzó su mirada hacía Dina y se sentó en la manta, observándola       — Me quedaré aquí hasta que la fiesta haya acabado. . . — Sentenció con una mirada triste, abrazó sus piernas y soltó un suspiro — Esa es una de las cosas que me molesta Dina La cabra simplemente rodó sus ojos y soltó un balido cansado, ya sabía que Chalice iba a empezar a quejarse.       — Hay otras cosas que me molestan, ¡como los libros sin dibujos! ¡¿Cómo se supone que un libro me entretenga si no tiene dibujos?! También que los adultos no me tomen enserio y sus reglas tontas, ¡aún me tratan como si fuera un bebé! ¡Y que los días sean igual! La niña se recostó en la manta y acarició el lomo de su mascota.       — Ojalá pudiera crear mi propio mundo, en él todos los libros tendrían muchos dibujos y no habrían de esas ridículas reglas ¡Uno podría hacer lo que quisiera! — Soltó muy feliz para luego regresar a una mirada triste — Lastima que esas cosas solo suceden en los cuentos. Sentenció la menor y se quedó observando el cielo. Todo era silencio hasta que escuchó unos pasos en el bosque, llamando su atención. Se incorporó en la manta y a su lado pasó King Dice, pero en él había un par de cosas muy peculiares, sorprendiendo a la pequeña. El rey dado portaba un elegante traje lila, unos finos guantes blancos, zapatos negros y un pequeño sombrero de copa lila que lo hacía ver muy elegante. Pero, en su sombrero había unas enormes orejas de conejo blanco y prendido de su saco colgaba un gran reloj de bolsillo dorado. Chalice parpadeó dos veces y restregó sus ojos, creía haber alucinado.       — ¿Se-Señor King Dice? — Preguntó la pequeña muy nerviosa. — ¿Qué está haciendo aquí? Hace rato lo ví conversando en la fiesta con el señor Porkrind. Además…. usted odia el bosque… — Dijo la menor, ella pensaba que Dice la estaba buscando para llevarla a la fiesta. Sin embargo, el dado apenas le prestó atención porque extendió su reloj del saco y su expresión de relajada cambió a una de puro terror       — ¡SANTOS NAIPES, YA SE ME HIZO TARDE! — Gritó el adulto y empezó a correr hacia lo más profundo del bosque Chalice y Dina se quedaron perplejas por la acción del dado. La mente de la niña se llenó de dudas sobre lo ocurrido pero había dos preguntas que flotaban con mucha intensidad: “¿Debería seguirlo?” y “¿Mejor vuelvo a la fiesta?”. De pronto, en su mente se le proyectó un escenario. En él, ella se encontraba siguiendo a King Dice en el bosque hasta llegar a una cueva que al descender por las grandes y anchas escaleras, terminó en una oficina elegante y oscura, por la ventana veía ríos de lava y se escuchan lamentos de dolor. Se encontraba de pie frente a un trono que le daba la espalda hasta que el asiento se volteo acompañado de una ráfaga de fuego y de la nada ella estaba frente con el jefe del dado, el mismísimo Diablo. Ella se asustó mucho a ver a la criatura de pelaje negro sentada en su trono.       — Me enteré por ahí que tienes un terror de presentarte y bailar — Dijo Devil con una sonrisa siniestra para así chasquear los dedos. Su pequeño asistente, al escuchar el sonido, se apresuró a sacar un contrato y una pluma y dárselo a su jefe       — Si no quieres tener que pasar por eso nunca más lindura, firma esto. A cambio, tu alma será mía.       — Deberías hacerlo pequeña — Dijo King Dice, agarrando su hombro — Presiento que si no lo haces y te presentas…vayas a equivocarte y todos se burlen de ti… — Comentó acompañado de una pequeña risa Los ojos ámbar de la pequeña empezaron a brillar, no tener que realizar una presentación en su vida era un sueño hecho realidad. No lo pensó dos veces, agarró la pluma y bañó la punta con un poco de tinta. La pequeña estaba a punto de firmar el contrato, cuando un fuerte balido la despertó. Se trataba de Dina que se veía muy preocupada por la distracción de su dueña. La pequeña se disculpó con su mascota.       — Tienes razón Dina, creo que seguir al señor King Dice no es buena idea. Debería regresar ... .pero ....¿Qué pasa si…? Apenas pudo completar su oración porque su mente le volvió a jugar una mala pasada. Ahora ella se encontraba en la fiesta caminando hacia el escenario, acompañada de aplausos. Su tutora puso a funcionar el tocadiscos y empezó a sonar una canción lenta de tap y la pequeña empezó a bailar. Su rutina era impecable pero cometió un error, haciendo que caiga sobre una de las mesas cerca al escenario, haciendo caer el adorno y el pastel de mesa al suelo. Cagney, quien estaba sentado en esa mesa, por la impresión soltó su taza de té por los aires y aterrizó sobre la cabeza de Beppi. Este enojado se acercó a reclamar al clavel, pero se resbaló con el pastel que yacía en el suelo. Esto provocó que el payaso choque con el señor Cartwright, el esposo de Sally, haciéndolo caer junto a un plato de galletas que tenía en sus manos. Los hijos Cartwright gritaron por las galletas, haciendo un berrinche y tirando todas las decoraciones. Los adultos trataron de alcanzarlos, el caos aumentó cuando los secuaces de la Baronessa Von Bon Bon se aliaron con los pequeños, tirando todo. Dina salió volaron por los aires, cayendo sobre el glaseado del pastel, mientras que los hermanos tazas se escondieron bajo una mesa junto con Ribby y Croaks Chalice se bajó de la mesa y se asustó al ver cómo todo se volvió un desastre en tan solo 5 minutos por haberse equivocado. Algunos adultos empezaron a mirarla mal y a susurrar frente a ella. Pero lo que más le dolió fue ver a su padre que frente a ella muy enojado y decir firmemente:       — Chalice, estoy muy decepcionado de ti Por fortuna de la pequeña, esa fantasía se vió interrumpida por Dina quien está vez golpeó el brazo de su dueña con fuerza. Sin embargo, el animal no midió su fuerza y tropezó en el suelo quedando boca arriba como una croqueta. Chalice se sobresaltó, acarició su brazo adolorido y miró molesta a Dina. Pero el cuadrúpedo no se quedó atrás, también le dió una mirada enojada y un balido cansado, haciendo que la pequeña, al instante, baje la vista con tristeza.       — Perdóname amiga, es que estoy muy nerviosa y no sé qué hacer — Confesó mientras miraba al animal. El cuadrúpedo soltó un balido tierno junto con una sonrisa que daba a entender que la comprendía pero su rostro cambió a seriedad junto con otro balido del mismo tono. Era hora que Chalice elija qué hacer. El cáliz se quedó en blanco unos segundos y luego suspiró, ya había tomado una decisión.       — ¿Sabes qué Dina? Prefiero mil veces que me quiten el alma que humillarme en el baile. — Expresó Chalice para ponerse de pié y empezar a correr hacia donde estaba Dice. Dina simplemente suspiró irritada, se incorporó y se sentó en la manta para comer pasto mientras veía como la pequeña Chalice se alejaba en lo más profundo del bosque. Es hora de que sus fantasías se vuelvan realidad.
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