ID de la obra: 110

Crímenes de Caramelo

Slash
NC-17
En progreso
3
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autor
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Emparejamientos y personajes:
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planificada Maxi, escritos 99 páginas, 9 capítulos
Descripción:
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Capítulo 3

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A Kenny le encantaba viajar por trabajo, incluso si eso significaba estar lejos de casa durante meses. Así que, cuando le asignaron un caso en Londres, aceptó sin dudarlo. Pasó los primeros seis meses en un frenesí de productividad y felicidad, disfrutando de nuevas experiencias y conociendo gente nueva. Al principio, echaba de menos los tops cortos y el sol reflejándose en la piel brillante de las personas a su alrededor, pero pronto aprendió a maravillarse con las piernas atractivas que parecían más largas de lo normal gracias a las botas altas, o con la elegancia de los abrigos largos. Sin embargo, su vida tranquila y placentera se vio abruptamente interrumpida en su séptimo mes, y ahora se encontraba en un estado constante de infelicidad donde todo a su alrededor ocurría y él simplemente se dejaba llevar. Si era hora de comer, comía; si alguien contaba un chiste, reía; y si su teléfono sonaba, contestaba. Por fuera, todo parecía igual, pero por dentro estaba roto, igual que hacía doce años. La única diferencia era que la última vez se recuperó porque creía que la razón estaba de su lado. Ahora solo sentía culpa y estaba a miles de kilómetros de las personas que lo habían apoyado entonces. Pasaba las tardes sentado solo en la pequeña sala del apartamento que alquilaba, mirando al vacío y fumando, a pesar de que las reglas del edificio lo prohibían. Generalmente no se permitía pensar en nada importante, pero disfrutaba de esos momentos porque, al menos, no tenía que fingir que todo estaba bien cuando en realidad estaba muy lejos de estarlo. Aquella tarde en particular, ignoró el hecho de que la luz natural que entraba por la ventana se había atenuado y no hizo ningún esfuerzo por encender la bombilla. Así que, cuando la pantalla de su teléfono se iluminó para notificarle un mensaje, toda la habitación se llenó de una luz blanca.       <[Hola]       <[¿Está todo bien?] Era Kyle, quien había llamado y enviado mensajes con variaciones de la misma pregunta todos los días durante el último mes. Kyle era un amigo atento, pero la principal razón por la que seguía presionando a Kenny para que respondiera algo más que un “Estoy bien, no te preocupes”, era porque se sentía culpable. Por supuesto, Kenny culpaba a Kyle por su estado actual, incluso culpaba a Stan, pero al final se culpaba a sí mismo, porque nadie le había apuntado con un arma para obligarlo a actuar como lo hizo. Él tomó la decisión de no creerle a Leo y darle la espalda, impulsado por la decepción, la traición y, principalmente, los celos. Un mes atrás, Kenny estaba bien. Ese sábado encendió su computadora, se puso los auriculares y, tarareando una canción, entró en la misma sala de videollamada en la que se conectaba una vez por semana para jugar su juego cooperativo favorito con Kyle y Stan. Pensó que todo sería como siempre hasta que notó que Kyle tenía una expresión de tristeza tan evidente que, sin hablar entre ellos, tanto Kenny como Stan decidieron que atender el problema de Kyle era más importante que comenzar el juego. Stan preguntó de inmediato si Kyle seguía recibiendo amenazas anónimas a pesar de que el caso WHG ya había terminado. Mientras tanto, Kenny presentía que la expresión de su amigo tenía poco que ver con las amenazas y mucho que ver con que, en ese caso, Kyle se había visto obligado a trabajar con Eric; pero no lo mencionó porque simplemente no hablaban de eso. Kyle apenas logró esbozar una sonrisa imperceptible y negó con la cabeza. —El Sr. G tiene problemas más importantes ahora. La junta directiva votó para reemplazarlo y congelaron sus activos. Por eso ya no pudo sobornar testigos y ganamos el caso. —¿Cómo lograste eso? —Desde sus trincheras, Stan y Kenny intentaron ayudar a Kyle con la tarea de denunciar las amenazas a la policía y contactar a la junta, pero su único éxito fue conseguir escoltas para Kyle. Los labios de Kyle temblaron, y antes de que sus ojos y labios volvieran a torcerse hacia abajo, hubo un destello de felicidad en sus facciones. —Eric me ayudó con eso. No me preguntes cómo, porque no tengo idea de qué hizo. —¿Eric? —Stan casi escupió el nombre cuando se recuperó del impacto de oír a su amigo decir nuevamente el nombre de su exnovio, con el mismo cariño que había mostrado años atrás—. Kyle, por favor, no me digas que... —Todo fue una mentira de Heidi —interrumpió Kyle—. Eric dijo la verdad. Ella lo inventó todo. Kenny y Stan no esperaban esa noticia, y por eso ninguno supo qué decir durante los primeros cinco segundos. Ambos comenzaron a procesar todo lo que implicaban las palabras de Kyle. Pero Stan no sintió ni una fracción de lo que sintió Kenny, porque, si Heidi había mentido, sus mentiras habían tenido muchas más implicaciones para él que para Stan. —¿Cómo lo sabes? —preguntó Stan. —Después de que perdió el caso, ella dijo que no importaba porque ya me había ganado a mí y a Eric años atrás —Kyle exhaló y al hacerlo soltó un sonido que casi era un eco de su dolor mientras se pasaba una mano por su cabello rojo. —Dijo que había mentido y que no importaba que ahora estuviéramos en buenos términos, que el hecho de que yo le hubiera creído a ella en lugar de a Eric hace años y todo lo que pasó después nunca cambiaría. —¿Qué dijo Cartman? —“Te lo dije.” —Kyle se tiró ligeramente del cabello, y era evidente que habría preferido que Eric le gritara o le lanzara un puñetazo—. Intenté hablar con él, pero la prensa estaba afuera, y ahora me está ignorando. —Ky... —Stan se balanceó involuntariamente. —Todo esto es culpa mía. Si hubiera escuchado un poco más. No tenía que creerle a Heidi; solo estaba enojado con Eric, y tenía más sentido que él fuera la persona horrible que siempre creí que era, en lugar de que otra persona inventara un plan increíble y retorcido solo para arruinarnos la vida. —Pero... vimos cómo Cartman trataba a Heidi. La trataba muy mal, no lo imaginamos, eso no fue mentira. Era obvio que le íbamos a creerle a ella. Nadie le habría creído a él —intentó racionalizar Stan. —Alguien sí le creyó —dijo por fin Kenny, recuperando la capacidad de hablar, porque en ese momento, cuando todos acusaron a Eric sin dudarlo, Leo fue el único que se puso de su lado; y en cuanto lo hizo, todos se volvieron en su contra. Incluido Kenny. —Kenny... —dijo uno de sus amigos. No supo cuál, porque experimentó una emoción tan fuerte que simplemente huyó de ella. Cerró la videollamada sin despedirse, se quitó los auriculares, y cuando los dejó caer sobre su escritorio, hicieron un sonido leve de fibra de carbono contra vidrio. La pantalla de su teléfono, y con ella toda la habitación, se iluminó de nuevo.       <[¿Compraste el boleto de avión?]       <[Butters va a ir a la fiesta.] Kenny dejó de respirar. Nunca se había considerado un cobarde, pero cada vez que deseaba no haber sabido nunca la verdad y seguir siendo esa persona despreocupada que frecuentaba bares los viernes por la noche, se daba cuenta de que sí lo era. Un cobarde porque no quería ir a la fiesta de compromiso ahora que era consciente de su error y de la necesidad de pedir perdón. Un cobarde porque no quería verse reflejado en los ojos de Leo y oírlo decir que nunca lo perdonaría.                   [Ya lo compré]>                   [Te lo dije]>                   [Deja de preocuparte]> Eso era mentira. Como las que escribía diciendo que estaba bien cada vez que alguno de sus amigos se enteraba de la verdad y sentía la necesidad de escribirle para comprobar cómo estaba. Era irónicamente gracioso que Eric hubiera perdonado a Kyle en, ¿qué?, ¿una semana? Y ahora se iban a casar. Mientras que Kenny aún no lograba ordenar todos sus pensamientos ni formar una disculpa para Leo que no fuera un simple “Lo siento”. Era difícil porque Kenny no recibiría de Leo un trato similar al que Eric le dio a Kyle. No solo porque, de algún modo, Leo era mucho más complicado que Eric; sino porque Eric amaba a Kyle. Siempre lo había amado, y por eso lo perdonó. Mientras que Leo no amaba a Kenny. Nunca lo había amado y, ahora más que nunca, era evidente que nunca lo haría. Cerró la app de mensajería y deslizó los dedos por la pantalla hasta encontrar el ícono de su red social favorita. Era su favorita, no porque publicara mucho en ella ni recibiera cientos de interacciones, sino porque era la única en la que Leo tenía un perfil activo. De hecho, cuando pulsaba la lupa para buscar usuarios, la primera opción que aparecía era él. Kenny miraba el perfil de Leo y sus fotos una vez al mes cuando estaba sobrio, más de una vez por hora cuando estaba borracho. El perfil de su ex-amigo era público y tenía un aspecto profesional. Leo no publicaba fotos de su día a día, todas sus fotos eran de él en algún evento relacionado con su trabajo o con sus clientes. Kenny extrañaba ver a Leo haciendo cosas sin importancia, pero eso no significaba que no apreciara todas esas fotos en las que lucía mucho más maduro, con trajes a la medida y rebosando confianza. Era difícil verlo en esas fotos y compararlo con aquel veinteañero que se abrazó a sí mismo mientras ríos de lágrimas le corrían por la cara después de que Kenny le dijera que era mejor que se fuera. Cerró los ojos. Kenny y Stan caminaban por el pasillo hacia la habitación del dormitorio que Kenny compartía con Kyle. Su amigo pelirrojo les había dicho que estaría descansando allí porque su día finalmente había terminado. Desde su ruptura con Eric, Kyle había estado evitando las áreas comunes y a todos en general. Solo asistía a clases porque su presencia era necesaria. Kenny imaginaban que sería otra tarde tranquila hasta que, al abrir la puerta de la habitación, encontró también a Butters allí. Kyle tenía los labios apretados y el ceño fruncido, una señal clara de que se estaba conteniendo para no insultar a Butters. Mientras tanto, Butters jugueteaba con las manos, evidentemente nervioso. —Ah, hola... —por un momento, la expresión de Butters se relajó, como si imaginara que su aparición podría ser una buena noticia para él, pero todas sus esperanzas murieron cuando Stan habló. —¿Qué demonios haces aquí? Butters dio un paso atrás, las palabras de Stan se sintieron como un ataque físico. —Necesito... tienen que ayudarme a hacer que Kyle entre en razón —dijo débilmente. Kyle gruñó, ofendido, y eso fue como una instrucción para que Stan agarrara a Butters del cuello de la camisa y lo arrastrara fuera de la habitación. Kenny sintió el impulso de intervenir porque Leo era tan delgado y parecía tan pequeño y frágil que casi parecía un crimen que Stan lo tratara así, pero no hizo nada. —¡Fuera de aquí! —gritó Stan mientras empujaba a Butters fuera de la habitación. Butters casi cae al suelo del pasillo. —Stan, espera. Realmente necesito su ayuda. —Butters recuperó el equilibrio pero no logró volver a entrar al cuarto nuevamente porque Stan lo empujó de nuevo, esta vez con tanta fuerza que lo estampó contra la pared más cercana. —¡No digas estupideces como que necesitas nuestra ayuda! —dijo Stan, y los ojos de Butters se agrandaron. Stan aún no lo había amenazado directamente, pero era evidente que haría algo peor que empujarlo si Butters seguía hablando. Kenny se acercó a Stan para calmarlo. No tenía que defender a Butters, pero sí podía evitar que la situación empeorara. Le colocó una mano en el hombro a Stan, instándolo a volver a la habitación, evitando mirar a Leo en todo momento. Estaban atrayendo la atención de todos en el dormitorio, y algunos ya habían salido al pasillo para ver qué pasaba. —¡Kenny! —Butters se atrevió a decir su nombre. Desde que Kenny le hizo elegir entre seguir apoyando a Eric o quedarse a su lado, y Butters eligió a Eric, no había vuelto a pronunciar su nombre. Ya no tenía sentido que Leo intentara ganarse su simpatía ni la de nadie, incluso si rechazaba a Eric y juraba no volver a hablarle, porque ahora todos sabían que Butters planeó dañar a Kyle junto con Cartman. Que, de hecho, todo había sido idea de Butters. —Ken, por favor. Tienes que ayudarme. —Kenny sintió un nudo en la garganta y tragó. —Ni se te ocurra —dijo Stan, al ver la confusión en Kenny—. No vuelvas a hablar con mis amigos. Butters soltó un gruñido de irritación, desesperación y dolor. —Esto se está saliendo de control. Eric no hizo nada. Kyle. Tú lo sabes. No entiendo por qué le creíste a Heidi, pero te das cuenta de que no tiene sentido, ¿verdad? Eric nunca te haría daño. —Butters intentó hacer llegar sus palabras más allá del muro que era Stan. —¡Lárgate! —¡Me quitaron la candidatura al programa especial! —Butters casi gritó, haciendo que los pocos curiosos que aún no habían salido de sus habitaciones lo hicieran. —Nos van a expulsar. Kyle llegó hasta la puerta y empujó a Stan y Kenny a un lado para hablar con Butters. —¿Te van a expulsar? —Había miedo en la voz de Kyle, el mismo miedo que Kenny sintió, porque aunque ya no podía estar al lado de Leo, nunca pensó que dejaría de verlo. Al menos, no tan pronto. —Sí —Butters mostró un destello de esperanza nuevamente—. El jefe del departamento me lo dijo. Necesitamos que digas que todo es mentira. Que el rumor no tiene fundamento. —Pero no lo es —dijo Kyle, retrocediendo y llevándose consigo las esperanzas de Butters. —No estás seguro de que fue Eric —intentó recuperar la simpatía de Kyle—. Por favor, Kyle, no quiero que me expulsen. —No... eso no está en mis manos. —La expresión de Kyle era contradictoria, sus ojos brillaban con empatía hacia Butters, pero en lugar de querer ayudarlo, quería que se fuera. —Por favor —repitió Butters y, al darse cuenta de que no lograría que Kyle cediera, se dejó caer al suelo—. No hicimos nada malo, y lo sabes. Kenny sintió ganas de llorar junto con Butters. El programa era importante para todos, pero no sabía cuántos de ellos llegarían al punto de desesperación de arrodillarse y suplicar como Butters ante la posibilidad de ser expulsado. —Sí lo hicieron —dijo Kyle de repente con una voz tan fría que Kenny nunca antes lo había escuchado hablar así—. Ustedes se buscaron esto. Lo que sea que hicieron y lo que querían lograr. No puedes decir que no merecen lo que les está pasando. Butters sollozó, y entonces Kenny no pudo soportarlo más; se arrodilló a su lado para ayudarlo a levantarse. —Ken —la forma en que Butters dijo su nombre le partió el alma. Sus ojos hinchados y llenos de lágrimas lo miraban como si fuera su salvación. Kenny quería abrazarlo y besarlo, pero Kyle tenía razón; Leo se había buscado esto, y ahora enfrentaba las consecuencias de sus actos. —Leo —susurró—. Es mejor que te vayas. Al oír esto, el rostro de Butters se desmoronó por completo, su labio comenzó a temblar violentamente y luego lloró aún más fuerte. Pero su lamento, aunque desgarrador, duró solo unos segundos porque se levantó y, antes de que alguien pudiera detenerlo, agarró a Kyle por la camisa. —Eres mil veces peor que Heidi. Eres un imbécil, ojalá te hubieras muerto en el accidente... Parecía que Butters tenía una larga lista de insultos coloridos y los peores deseos para Kyle, pero no logró decir nada más porque Stan lo separó de Kyle con una mano y con la otra le dio un puñetazo en el estómago. Ese recuerdo pesaba más sobre Kenny que cualquier otro, porque él, como todos los demás, volvió a su habitación y dejó a Leo en el pasillo. Después de eso, cada vez que salía de su dormitorio, se imaginaba ver a Leo allí. Pensaba en qué habría pasado si no lo hubiera abandonado. Tal vez habría podido abrazarlo una última vez, porque después de aquel día, Kenny solo volvió a ver a Butters unas pocas veces desde lejos, y unas semanas más tarde, Butters y Eric se fueron del campus. Le dolía tanto saber que no volvería a ver a Leo, y menos aún sentir el calor de sus manos sobre su cuerpo, que se repetía una y otra vez que Leo era un caso perdido, alguien que fingía muy bien ser una buena persona, pero no lo era. Que sus partes oscuras eran demasiado profundas, y era mejor mantenerse alejado si no quería ahogarse en ellas. Ahora que sabía la verdad, lo lamentaba tanto y quería retroceder en el tiempo para ahogarse en Leo al menos una vez más. Morir de esa forma para no tener que cargar con la culpa ahora. Había deseado tanto tener a Leo. Lo deseaba con tanta fuerza. Aún lo deseaba con tanta fuerza. Luchó por tenerlo. Aunque fuera solo una parte superficial, y cuando por fin lo tuvo, las migajas de su amor, que eran todo para Kenny, lo alejó. Por una mentira. Por nada. Todavía recordaba cómo Leo lo miró, como si lo hubiera traicionado, y Kenny, en verdad, lo había hecho. Kenny empezó a llorar y siguió deslizando en el perfil de Butters hasta llegar a sus fotos más antiguas. Normalmente nunca iba tan lejos, pero ahora quería torturarse. El perfil de Leo tenía un vacío de cuatro años donde deberían estar todas las fotos que había publicado de ellos juntos durante la universidad. Pero no había nada porque Leo había borrado todo rastro de su relación. Las fiestas, los eventos en grupo en el pasillo, el viaje de verano que hicieron juntos donde compartieron una tienda de campaña. Todos esos recuerdos que Kenny tenía de él al lado de Leo ya no estaban. Declarando que, para Butters, esos momentos nunca habían ocurrido. La única foto que Leo había conservado en su perfil de los años de universidad era, por supuesto, la que más le dolía a Kenny, y de la que estaba seguro Leo había dejado ahí como una especie de “jodete” solo para él. La foto en sí era bastante inocente. En ella estaban Leo y Eric, en el parque de diversiones, en un viaje de fin de semana que hicieron juntos. Ambos se habían apretado en una esquina de la imagen para que la montaña rusa del fondo se viera completa, y hacían señales de paz a la cámara. Esa foto siempre incomodó a Kenny porque ese mismo fin de semana él había invitado a Leo a salir, y la respuesta de Leo fue que no podía ir con él porque tenía asuntos urgentes que atender. Kenny siempre quiso preguntar por qué mintió, pero nunca lo hizo porque entonces tendrían que hablar de por qué Leo publicó la foto en lugar de ser consistente y seguir mintiendo. Era obvio que ninguno de los dos quería hablar de eso. Después de todos estos años y sabiendo lo que ahora sabía, le quedaba perfectamente claro por qué Leo prefería pasar tiempo con Eric. Por qué Leo prefería a Eric todo el tiempo. Salió del perfil de Butters y abrió la aplicación de la agencia de viajes. No podía seguir posponiéndolo; tenía que ir a la fiesta de compromiso, pedirle perdón a Leo y ser rechazado. Era lo mínimo que le debía.
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