ID de la obra: 110

Crímenes de Caramelo

Slash
NC-17
En progreso
3
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autor
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Emparejamientos y personajes:
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planificada Maxi, escritos 99 páginas, 9 capítulos
Descripción:
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Capítulo 5

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Una vez fuera del salón y lejos de las miradas asfixiantes de todos, Butters se apoyó en la pared más cercana y respiró hondo. Se encontraba en uno de los pasillos adyacentes al salón de fiestas, así que aún podía oír música y conversaciones. Sin embargo, el largo pasillo en el que se encontraba estaba vacío. Antes, Butters había cruzado desde la entrada principal del hotel hasta el salón de fiestas, tan inmerso en su propio torbellino emocional que no se había tomado el tiempo de apreciar la belleza del edificio. Ahora, mientras se aseguraba de que Karen no hubiera visto hacia dónde huyó, también se permitió apreciar que el hotel era claramente un edificio antiguo, probablemente el más viejo, grande y elegante del pueblo. Eric no tenía ningún lazo con ese lugar, así que probablemente había sido elección de Kyle; y Broflovsky tenía buen gusto para esas cosas. Butters pudo notar que el edificio había sido remodelado recientemente para incluir tecnología de punta, aunque el contraste entre la alfombra gruesa y antigua bajo sus zapatos, los apliques dorados de hierro y los grandes espejos modernos con marcos de madera empotrados en la pared apenas se notaba. Este era el sueño hecho realidad de Eric, y era una verdadera lástima que Butters estuviera deseando poder acabar con él lo antes posible. Suspiró y sacó el móvil, buscando el contacto de Bradley para avisarle que se iban. Pero apenas pudo escribir una palabra cuando, de pronto, sintió unos brazos fuertes abrazándolo. Gracias a la alfombra, no había podido oír los pasos que se acercaban hasta que fue demasiado tarde. —¡Butters! ¡Hace tanto que no nos veíamos! Butters sintió que todo su cuerpo se tensaba y aguantó tres palmadas suaves en la espalda antes de decidirse a apartar con delicadeza a la persona que lo abrazaba. —Sí, mucho tiempo —dijo. Era Clyde. De todos sus excompañeros de la universidad, Clyde era el único que Butters toleraba que lo tocara, y la razón era que Clyde había sido el único que se atrevió a tenderle una mano, aunque fuera con duda, cuando todos los demás lo abandonaron. Ocurrió después de que Stan lo golpeara. Estaba de rodillas, apenas podía respirar y estaba al borde de un ataque de pánico porque sabía que lo iban a expulsar, cuando oyó la voz de Clyde. —Eh, eh, cálmate. Todo va a estar bien. Butters se sobresaltó al sentir una de las manos de Clyde apoyarse suavemente en su espalda y la otra en su hombro. —Respira. Cuando vio los ojos marrones de Clyde fijos en él, llenos de preocupación, se preguntó si aquello era real, si alguien se había apiadado de él o si estaba alucinando. Si era así, no entendía por qué su cerebro habría elegido a Clyde. Durante el minuto siguiente, Clyde repitió la palabra "Respira" hasta que Butters logró controlarse y, una vez que lo consiguió, Clyde lo animó a ponerse de pie. —Vamos, te llevo a tu habitación. Mientras caminaban, Butters sintió con toda intensidad el dolor del golpe de Stan. No quería asumir que le había roto una costilla, pero el dolor era lo bastante agudo como para sospechar que probablemente sí. Como la habitación que compartía con Eric estaba en el edificio contiguo, Clyde tuvo que ayudarlo a caminar y, durante ese tiempo, se disculpó por no haber intervenido antes. —Te creo —susurró, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie lo oyera—. Sé que Heidi está loca y Kyle es un idiota por creerle. Está tan loca que ni siquiera creo que haya hecho esto porque todavía le importe Cartman; lo hizo para causar drama, porque está aburrida. Butters miró a Clyde, con ganas de llorar de nuevo, esta vez con un destello de felicidad, porque jamás esperó oír esas palabras. Las agradecía, aunque vinieran de Clyde, alguien conocido por todos por creer en teorías conspirativas cada vez más absurdas. Al llegar a su destino, Clyde le dedicó una sonrisa leve, casi con lástima. —Por favor, no te acerques más a nuestro edificio. No volveré a ayudarte. Es mejor que dejes de intentar hacer que los demás cambien de opinión. No fue hasta ese momento que Butters se dio cuenta de que Clyde había esperado a que todos regresaran a sus habitaciones para acercarse a él. Cuando por fin llegaron a la habitación de Butters y abrieron la puerta, vieron a Eric acostado en su cama, mirando al techo y sin mostrar interés alguno en ellos. Antes de atreverse a ver a Kyle, Butters intentó convencer a Eric de ir con él para hablar juntos con Kyle. Pero Eric le dijo que no le importaba nada, que los expulsaran o no. Que ya nada tenía sentido para él. —Oye, Cartman. ¿Puedes ayudar a Butters? Creo que tal vez necesita ir al hospital —dijo Clyde, y esas palabras por fin llamaron la atención de Eric. Lo único bueno que resultó de que Butters efectivamente tuviera una costilla rota fue que, después de ir al hospital, Eric por fin salió de su espiral de autocompasión y logró armar un argumento lo suficientemente fuerte como para que la administración universitaria no los expulsara, sino que les permitiera hacer una transferencia. En su último día en la universidad, Clyde se despidió de ellos saludando con la mano desde una ventana del tercer piso del edificio de dormitorios. Eso fue después de pasar días ignorando tanto a Eric como a Butters y fingiendo que no quería tener nada que ver con ellos, tal como el resto de sus compañeros. —¿Qué has hecho últimamente? —preguntó Clyde, trayendo de vuelta a Butters al presente y fingiendo entablar una charla trivial para evitar reconocer las circunstancias de su último encuentro. Sin sentirse preparado para hablar del pasado, Butters decidió seguirle la corriente. Puso su sonrisa de reunión de negocios y respondió que ahora era socio en una firma que había fundado con un amigo, Dougie O'Connell. Tenían clientes de alto perfil a quienes ayudaba, entre otras cosas, a evadir impuestos. Lo dijo en tono de broma, pero la verdad era que sí había ayudado a más de una persona a torcer las reglas a su favor. Así fue como logró tener éxito, usó su conocimiento para manipular el sistema, muy diferente a sus esperanzas originales de estudiar derecho para ayudar a todos a conseguir justicia. Por su parte, Clyde le contó que había terminado especializándose en derechos civiles y que su último caso consistía en combatir un programa de vigilancia planeado por el gobierno. Pero a Butters no le interesaba mucho la conversación y solo esperaba el momento adecuado para despedirse, cuando un nuevo personaje se unió a ellos con una carraspera incómoda. El recién llegado era Scott. Al reconocerlo, Butters frunció los labios y desvió la mirada para que sus acompañantes no lo vieran medio poner los ojos en blanco. Entendía lo que estaba ocurriendo. Sus antiguos amigos pensaban acercársele uno por uno, esperando la mejor reacción posible. Hacer que Clyde fuera el primero en acercarse había sido la apuesta más segura; Scott también era una opción segura porque, aunque también había dejado de hablarles tanto a él como a Eric, Scott tuvo el valor de despedirse en persona frente a todos cuando se fueron del campus. —¿Es cierto que se van? —preguntó Scott, entrando a la habitación de Eric y Butters. —No, simplemente nos gusta tener la ropa en maletas —respondió Eric con sarcasmo, mientras Butters cerraba su maleta y mantenía la mirada fija en el cierre. No podía mirar a Scott sin sentirse traicionado. No entendía por qué, después de semanas en las que Scott lo evitó e ignoró, ahora fingía interesarse. —¿Por qué? —¿Te caíste de pequeño y te diste en la cabeza? —a esas alturas Eric ya estaba harto de todo y listo para atacar a cualquiera que le hablara. —Pero... —Scott juntó las manos y las apretó entre sí—. ¿Los rumores eran ciertos? —¡No! —explotó Butters, cansado de negar cualquier culpa. —Entonces, ¿por qué tienen que irse? Si no son culpables. —Scott —Eric tiró su maleta al suelo, haciendo un estruendo que probablemente se oyó tres habitaciones más allá—. El sistema no es, y nunca será, perfecto. Los miles de inocentes que están en la cárcel nunca serán liberados. Así que no asumas que somos culpables solo porque estamos siendo castigados y, más importante aún, no hagas preguntas estúpidas. En la víspera de la fiesta de compromiso, Butters solo había imaginado decirle a ciertas personas que se fueran a la mierda. No había planeado qué decirle a Scott, Clyde ni a ninguno de los otros que habían decidido dejar de hablarle sin molestarse en preguntar su versión de la historia. Aun así, estaba molesto, y como no era muy bueno ocultándolo, Scott respiró hondo antes de atreverse a hablar. —Te ves genial. Me alegra que hayas decidido venir y que tengamos esta oportunidad de hablar. —No vine aquí para hablar contigo —respondió Butters bruscamente—. Con ninguno de ustedes. Es la fiesta de compromiso de Eric; vine a apoyarlo a él, aunque su prometido y los invitados de su prometido dejan mucho que desear. Las caras de Scott y Clyde se descompusieron. No esperaban que Butters dejara caer la máscara de cordialidad tan pronto. Claro que aún recordaban al joven que Butters solía ser, alguien que toleraba la frustración para no herir a los demás. Los dos convenientemente olvidaron que ellos mismos mataron la oportunidad de ver esa versión suya muchos años atrás. —Entiendo —dijo Scott tras un momento—. Tiene sentido, quiero decir… por todo lo que pasó, pero por eso mismo quiero hablar contigo. Kyle nos dijo la verdad y… —Y como lo dice Kyle, ahora sí es perfectamente creíble. Antes no —gruñó Butters, silenciando de inmediato a Scott. —Bueno, eh… —Clyde levantó discretamente la mano—. Solo quiero decir que yo siempre creí que tú y Cartman eran inocentes. —Pero no nos ayudaste —señaló Butters. —¿Y terminar expulsado también? —Clyde cruzó los brazos—. Tú eres súper inteligente, y Cartman es como un genio del debate o algo así. Ustedes dos salieron bien; si hubiera sido yo, no lo habría logrado. Heidi me habría destruido. Cínicamente, Butters entendía a Clyde, pero aún había una parte de él que se preguntaba qué habría pasado si alguien más hubiera se hubiera puesto de su lado. ¿Habría animado eso a más personas a ver su perspectiva? —Sé que no es una excusa —dijo Clyde—, pero es una explicación de por qué fuimos tan malos amigos. De todos modos, quiero disculparme por todo. —Lo siento —dijo Scott, encontrando su voz y el valor para intervenir—. Se suponía que te conocía, pero dejé que los rumores me influenciaran y para cuando me di cuenta de que estaba siendo injusto contigo, ya te estabas yendo. Butters los miró a ambos. Todo ese tiempo se había sentido frío y vacío por dentro, le costaba confiar en cualquiera que se le acercara. Aparte de Bradley y Dougie, si alguien luchaba por entrar a su círculo cercano, Butters respondía como se esperaba de cualquier persona funcional, pero mantenía sus defensas en alto, asumiendo una cercanía temporal y superficial que eventualmente moriría. Al ver a Clyde y Scott, Butters supo que no podía dejar que nadie rompiera sus barreras de nuevo. No quería volver a experimentar esa sensación de despertar un día y descubrir que todas las personas que consideraba amigas lo habían abandonado. Inhaló lentamente. —Lo entiendo. Al oír esto, Clyde y Scott sonrieron tímidamente, con un destello de esperanza en los ojos, y Clyde se atrevió a poner una mano en el hombro de Butters otra vez. Ambos parecían creer que Butters estaba dispuesto a seguir escuchándolos, así que Butters tuvo que tomar la mano de Clyde y apartarla. —Ahora, aunque entiendo sus razones, no quiero seguir hablando con ustedes —afirmó. Clyde y Scott se desinflaron por completo, pero ambos asintieron. —Oh, claro —dijo Clyde, ya que Scott no podía hablar. Butters se dio la vuelta, buscando alejarse y calmarse lo suficiente como para escribirle a Bradley y encontrarse con él. El encuentro con Clyde y Scott no había sido tan intenso como esperaba, pero no necesitaba repetirlo con el resto de las personas allí. Kenny no estaba presente. No importaba lo que Stan, Kyle o los demás quisieran decir. Sin embargo, no había dado cinco pasos cuando alguien más salió del salón, directamente al pasillo y se colocó frente a él. El recién llegado era Tweek, que dio un salto apenas lo vio, su rostro se puso blanco. —¡Jesús, estás aquí! —dijo, casi gritando. Butters sintió su corazón latir con fuerza otra vez. Tweek era una de las traiciones que más le habían dolido, porque se suponía que Tweek era un amigo más cercano que el resto. Así que desvió la mirada e intentó ignorarlo mientras pasaba de largo. Pero Tweek lo detuvo tomándolo por la manga. Aunque lo soltó de inmediato cuando Butters se detuvo en seco y miró con sorpresa el lugar donde lo había tocado. —Butters… —dijo suavemente, y Butters dio un paso atrás para evitar que Tweek intentara tocarlo otra vez. —Me llamo Leopold Stotch. Solo mis amigos me llaman Butters, y tú no eres uno de ellos. Se hizo el silencio. Los ojos de Tweek se abrieron en shock y sufrió un espasmo. Antes, Butters jamás se habría atrevido a decir algo que elevara los niveles de estrés de Tweek, pero antes eran amigos; ahora no lo eran. Butters sabía que Craig, quien nunca ocultó su desprecio por él, había tenido mucho que ver con que Tweek lo abandonara; pero Tweek no era un niño, podía tomar sus propias decisiones, y su decisión fue dejar a Butters para que se las arreglara solo. —Leo… —empezó Tweek, pero rápidamente se corrigió, terminando —Leopold, porque él y todos sabían que ese apodo estaba reservado exclusivamente para Kenny—. Hombre, ¿puedes darme un minuto? La ansiedad de Tweek le rogaba claramente que huyera, pero cierto brillo en sus ojos indicaba que estaba decidido a hablar con Butters, aunque significara salir por completo de su zona de confort. Esa mirada hizo que Butters detuviera su huida. Sin embargo, no fue suficiente para ablandarlo. —¿Tú me diste un minuto cuando te lo pedí? Tweek volvió a sufrir un espasmo. Ambos sabían que cuando Butters le pidió a Tweek que lo escuchara, Tweek había dicho que no quería involucrarse más, que por favor no le hablara. Y cuando Butters intentó insistir, Craig le dijo que se fuera a la mierda si no quería una nariz rota. —No —continuó Butters cuando Tweek no respondió—. Y aun así, ¿tú crees —miró a Scott y Clyde—, creen que es buena idea venir aquí a pedirme un minuto? Si de verdad te importara, habrías esperado a que yo me acercara a ti, pero no te importa. Ninguno de ustedes me respetó jamás y no tengo idea de dónde sacan el valor ahora para venir a hablarme. Se sintió bien decirlo. Al menos, poder desahogarse un poco; y como Tweek seguía en silencio, decidió continuar, tenía tanto por decir. —¿Tienes idea de lo que pasé? Necesitaba la ayuda de mi amigo. Pero tú dijiste que hablar conmigo o siquiera estar cerca de mí te estresaba mucho. ¡A ti! ¡Tú estabas estresado! ¡Tú no podías con la situación! ¿Y yo qué? ¡A mí fue a quien trataron como basura, a mí fue a quien expulsaron, a mí me tocó ir a casa y decirle a mi papá que…! Se interrumpió porque sintió que la voz se le quebraría y no podía soportar mostrarse tan vulnerable. —¡Lo siento! —gritó Tweek de pronto—. Todo pasó tan rápido. Los rumores eran horribles y… —Y yo no merecía el beneficio de la duda. Ni siquiera por los años de amistad que se supone que teníamos. —No supe cómo manejarlo, Butters. Me equivoqué —dijo Tweek derrotado. En ese momento apareció Craig por la misma puerta por donde había salido Tweek. Curiosamente, pero no sorprendentemente, cuando Craig miró a Butters, no tenía esa expresión de culpa que los otros tres mostraban. Probablemente porque nunca fueron amigos, Craig nunca traicionó a Butters, y le era indiferente si Butters y Eric eran inocentes o no. —¿Tweek, estás bien? —A diferencia de Butters, Craig no ignoró los síntomas de estrés de Tweek y puso un brazo alrededor de su espalda para ofrecerle apoyo. Mientras lo hacía, le lanzó a Butters una mirada fulminante que decía que no tendría problema en golpearlo si seguía alterando a su pareja. Butters puso los ojos en blanco porque él ni siquiera había ido a buscar a Tweek, fue Tweek quien decidió molestarlo. —Bueno, al menos sabes que te equivocaste. Felicidades —dijo, y decidió darse la vuelta y continuar su camino hacia la salida del hotel. —Espera —Tweek se separó de Craig—. Tienes razón, te abandoné. Fui un muy mal amigo y lo siento. No tienes que perdonarme. Ni ahora ni nunca si no quieres. Solo quiero que sepas que te extrañé mucho y que, si algún día quieres hablar conmigo, quiero escucharte. Butters agradeció estar de espaldas a todos porque los ojos se le llenaron de lágrimas que luchaban por salir. Apretó los párpados para contenerlas. Y estaba a punto de seguir caminando, pero la rabia lo venció y decidió enfrentar a Tweek otra vez. —¿Quieres escucharme? Entonces escúchame ahora. ¿Por qué querría volver a involucrarme contigo? Es obvio que sigues siendo un histérico pusilánime que todavía necesita a Craig para poder funcionar en la vida. ¿De qué me sirve eso a mí? Eres un imbécil. Incluso si el aire no se le hubiera atorado en la garganta a Tweek, no habría respondido a los insultos. Estaba seguro de que Butters solo hablaba por rabia y no porque creyera esas palabras. Butters siempre había sido un amigo amable y considerado. Tweek se olvidó de quién era Butters realmente cuando empezaron los rumores y dejó que sus malos pensamientos ganaran, impidiéndole apoyar a su amigo. Aun así, no creía que su amigo pensara eso de él de verdad. —¡Estoy mejor sin ti en mi vida! ¡Así que vete a la mierda! —continuó Butters hasta que Craig intervino. —¡Basta! —Craig se colocó entre la mirada furiosa de Butters y Tweek. —¿O qué? —Butters sabía perfectamente que Craig lo haría pedazos si comenzaban algún tipo de pelea. Aun así, no pensaba con claridad y creyó que si lograba darle un puñetazo, aunque fuera uno, se sentiría satisfecho. Cuando ninguno dio el primer paso, Clyde se interpuso entre ellos. —Creo que todos deberíamos calmarnos —dijo. Al mismo tiempo, Tweek tomó a Craig del hombro para ayudarlo a relajarse. —¿Qué está pasando aquí? —Los cinco escucharon la voz de Kyle al entrar al pasillo por la misma puerta por donde habían llegado Tweek y Craig, seguido por Stan y un camarero. El ceño fruncido del pelirrojo se transformó de inmediato en sorpresa al ver a Butters. Butters se pasó la mano derecha por el cabello, despeinándoselo mientras resoplaba. “Perfecto”, pensó, justo lo que necesitaba. —Nada —se atrevió a decir Clyde—. Solo estábamos hablando. —Eh… ok —respondió Kyle sin quitarle los ojos de encima a Butters—. ¿Pueden volver a la fiesta? Al ver que la situación estaba bajo control, el camarero se marchó. Scott, Clyde y Craig aceptaron las palabras de Kyle y volvieron hacia el salón. Tweek hizo un gesto indicando que aún quería hablar con Butters, pero un toque suave de Craig lo detuvo. Butters quería que lo dejaran solo y verlos alejarse cumplió ese deseo. Sin embargo, experimentó un desagradable déjà vu y sintió la angustia asentarse en su pecho cuando Tweek desapareció. Otra vez se sentía abandonado. —Butters —dijo Kyle, intentando llamar su atención al ver que no se movía hacia el salón—. Están a punto de comenzar los discursos. Eric te lo dijo, ¿no? Que quiere que estés presente para el suyo. Ven. —Que Eric te haya perdonado no significa que puedas hablarme con tanta confianza —respondió Butters. Kyle parpadeó y respiró lentamente antes de contestar. —Entiendo que estés molesto. Pero podemos resolver esto después. El personal del hotel vino a buscarme porque no quieren ningún incidente aquí. No pienses en esto como mi fiesta, sino como la de Eric. Él realmente quería esto, y no quiero que se arruine. —Eres su prometido, su fiesta ya está arruinada —replicó Butters. Kyle miró brevemente al suelo. —Solo vuelve al salón —dijo, dándose la vuelta y caminando de regreso con Stan detrás de él. Todo ese tiempo, Marsh había presenciado el intercambio sin decir una palabra. Era curioso para Butters verlo así, en silencio. Después de todo, Stan había sido el más vocal al momento de insultarlo y apartarlo. Había estado decidido a mantenerlo alejado de Kyle y Kenny a toda costa. Butters volvió a quedarse solo en medio del pasillo. Por un momento, pensó en regresar por Eric, pero el hecho de que Kyle se lo hubiera pedido le daban ganas de irse de inmediato. Así que finalmente tuvo oportunidad de escribir un mensaje rápido a Bradley.                   [Estoy en la entrada]> El vestíbulo del hotel estaba vacío excepto por el recepcionista. Antes, el lugar había estado lleno de gente, pero ahora ya era lo suficientemente tarde como para que los huéspedes estuvieran en sus habitaciones y los invitados en el salón de fiestas. Como otras áreas del hotel, la recepción estaba finamente decorada, pero Butters decidió ignorar el espacio. No quería quedarse dentro y darle a alguien más la oportunidad de acercarse. Salió al amplio pórtico y miró las escaleras de mármol que conducían a la puerta, pero solo por un momento. Porque un taxi se detuvo frente al hotel y una figura visiblemente apresurada bajó de él. A Butters se le cerró la garganta porque, aunque la persona que bajó del taxi estaba de espaldas, la reconoció. Podía reconocer a Kenny desde cualquier distancia. El espacio o el tiempo no importaban. Se quedó en el rellano de la puerta, mirando cómo Kenny sonreía al taxista mientras pagaba y aparentemente le agradecía por haberse apresurado para llegar lo más pronto posible. Para Butters, la sonrisa de Kenny siempre había sido como una caricia que le entraba por los ojos y le dejaba cosquilleos en todo el cuerpo. Esa misma sonrisa permaneció en el rostro de Kenny, congelada, en cuanto alzó la mirada y descubrió a Butters mirandolo. Era un cliché, pero todo a su alrededor desapareció. Ambos se tomaron cada segundo precioso para mirarse, desde la punta del cabello hasta la punta de los zapatos. Para terminar mirándose directamente a los ojos. Butters estaba seguro de haber leído su nombre en los labios de Kenny. «Leo», susurró tan suavemente que Butters no lo escuchó, pero le habría encantado hacerlo. Siempre le gustaba ver cómo esas líneas ligeramente carnosas se separaban y formaban su nombre, pero más que nada, amaba escuchar a Kenny llamarlo. Ese intercambio de miradas, que para Butters pudo durar una eternidad por todas las emociones que sentía, duró solo un breve momento antes de ser interrumpido por Bradley. —Butters —lo llamó su amigo mientras se acercaba—. ¿Qué haces aquí? Cartman te está buscando. A Butters le costó apartar la mirada de Kenny, y cuando miró a Bradley, sus ojos estaban ligeramente desenfocados. Todavía tenía grabada en la mente la imagen de su antiguo amante. Bradley giró inmediatamente el rostro hacia Kenny y le dirigió una mirada curiosa y escéptica. —Vamos —dijo, tomando a Butters del brazo sin dejar de mirar a Kenny—. Vamos a nuestra mesa. Cuando Butters no respondió, Bradley apretó su agarre con ambas manos y le susurró —¿Estás bien? Eso finalmente sacó a Butters de su trance. —Eh, sí. Vamos —respondió. Butters intentó no hacerlo, pero no pudo evitarlo. Antes de darse la vuelta y regresar al salón, miró a Kenny por el rabillo del ojo. Lo odiaba y lo amaba tanto.
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