Capítulo 6
14 de mayo de 2025, 1:03
Kenny no apartó los ojos de Leo hasta que este desapareció. El encuentro lo había dejado tan alterado que por un momento olvidó que tenía prisa por llegar a la fiesta. Pero su teléfono vibrando en el bolsillo, con una llamada de Stan, se lo recordó.
Sus pasos apresurados resonaban con fuerza mientras bajaba la escalera de piedra y cruzaba el vestíbulo vacío, tan ruidosos como los latidos de su corazón por el reciente encuentro.
Cuando por fin entró en el salón de fiestas, localizó rápidamente a sus amigos y su lugar asignado. Pero antes de sentarse, escaneó la sala en busca de Butters. Una vez que lo encontró, volvió a fijar su mirada en él. Leo hablaba con un chico rubio sentado a su lado, el mismo que lo había apartado de él antes.
Kenny había temido tanto estar en el mismo espacio que Butters que, cuando cancelaron su vuelo y le ofrecieron uno con conexión, pensó que tal vez era una señal de que no debía asistir a la fiesta de compromiso. Si el destino intentaba impedir que se reencontrara con Leo, quizá debía escucharlo.
Pero ahora, al ver a Leo en persona y de cerca, vestido con un traje gris Oxford y camisa blanca, Kenny se alegraba de no haberse echado atrás.
De pronto, las conversaciones entre los invitados se apagaron. Liane, en medio de la pista de baile, llamaba la atención de todos con un micrófono en mano. Estaba por comenzar su discurso.
Kenny se apresuró hacia su asiento, deteniéndose solo un instante en una mesa que le quedaba de paso para saludar a su hermana con un suave apretón en el hombro. Ella le respondió con un abrazo breve pero fuerte.
Cuando llegó a su mesa, saludó con la mano a sus amigos y se sentó junto a Stan. Todos lo recibieron con sonrisas entusiastas, felices de verlo en persona. El único que apenas lo reconoció fue Tweek, el rubio parecía sumido en sus pensamientos.
—¡Hola a todos! —La voz de Liane resonó por los altavoces. Su amplia sonrisa resultaba familiar a todos, ya que su hijo la había heredado. —Espero que lo estén pasando genial. Gracias por estar aquí, y estoy muy feliz de que puedan acompañar hoy a Eric y Kyle.
Durante los siguientes minutos, Liane expresó lo feliz que estaba de ver a su hijo tan contento con su compromiso y agradeció a Kyle por ser la fuente de esa alegría. Luego, enfatizó lo emocionada que estaba por estar a solo semanas de tener a Kyle como yerno.
El brillo en los ojos de Liane al hablar de Kyle hizo que Kenny y todos en su mesa asumieran que no sabía nada de lo que había ocurrido entre Kyle y Eric en la universidad. A diferencia del padre de Kyle, quien estaba al tanto de la situación, pero guardaba silencio a petición de su hijo.
Liane estaba completamente encantada con Kyle y no se molestaba en ocultarlo. Lo abrazaba y lo besaba en la mejilla. De hecho, la segunda mitad de su discurso estuvo dedicada a alabarlo, como si Kyle fuera la “última Coca-Cola del desierto”. Con cada palabra de Liane, las mejillas de Kyle se sonrojaban más y parecía encogerse sobre sí mismo, un gesto que Kenny reconocía como la forma en que Kyle mostraba que no creía merecer esos elogios.
Alguien más que claramente no pensaba que Kyle mereciera la admiración de Liane era Leo. Desde su asiento, Kenny notó que desde que Liane empezó a hablar, Leo había estado prestando atención, pero su rostro mostraba un ceño fruncido y señales evidentes de desagrado ante cada elogio que Liane dirigía a Kyle.
Leo ni siquiera se molestaba en ocultar su desprecio, lo cual preocupó a Kenny. Ver la desaprobación en los ojos de Leo aplastaba la ya débil esperanza que Kenny tenía de que Leo pudiera perdonarlos... perdonarlo.
—Ay, dios mío, mamá, para, o la gente va a pensar que el que se casa con Kyle eres tú, no yo —bromeó Eric al arrebatarle el micrófono. —Señoras y señores, mi madre. Por si no lo notaron, está muy feliz de que me case con Kyle.
Las risas se propagaron por la sala y Eric volvió a agradecer a todos los presentes antes de añadir que había una persona en particular a la que quería agradecer por haber asistido. —Leopold Stotch—. Su padrino, si aceptaba serlo. Era evidente que los invitados de Eric conocían a Leo, ya que más de la mitad de la sala se giró a mirarlo incluso antes de que Eric lo señalara.
Sintiendo el peso de todas las miradas sobre él, Butters sonrió tímidamente y dijo —Sí, claro, seré tu padrino, Eric.
El rubor en sus mejillas le recordó a Kenny todas las veces que se atrevió a abrazar a Leo en público, solo para que este se encogiera entre sus brazos, avergonzado de que los demás descubrieran que eran amigos con derecho y los juzgaran.
No es que a nadie fuera del círculo cercano de Kenny le importara realmente. Lo juzgaban, sí, pero solo porque sabían que Kenny se estaba haciendo daño al seguir cerca de Leo, plenamente consciente de que su amor no era correspondido, y porque a Leo no le importaba herirlo.
—Sin Butters, nunca habría fundado mi empresa ni habría reconectado con Kyle —dijo Eric mientras se dirigía a la mesa de Butters y abría los brazos, señalándole que se levantara para corresponder el abrazo. Leo se mostró sorprendido, pero se levantó de inmediato para abrazar a Eric. Se fundieron en un abrazo apretado, susurrándose cosas que el micrófono no alcanzó a captar.
Para Kenny, el abrazo duró un par de segundos más de lo que podría considerarse normal entre amigos, si es que existía tal cosa como un límite de tiempo. Y mientras Eric y Leo se abrazaban, volvió a sentir aquella emoción que lo consumía cuando era joven cada vez que los veía interactuar. Celos. Esos mismos celos de saber que no era la persona más importante para Leo. Ahora mezclados con la tristeza de saber que jamás lo sería.
Siempre había sido así. Eric y Leo comenzaban con un toque fraternal pequeño, tan sutil e inocente que cualquiera que sospechara algo más entre ellos se sentiría culpable por pensarlo.
Luego Eric hacía algo que insinuaba una conexión más profunda, y Butters le devolvía la sonrisa como un tonto enamorado. Esta vez, el gesto poco fraternal ocurrió al separarse. Eric le sostuvo el rostro a Butters, acariciando suavemente su piel con los pulgares antes de soltarlo.
Kenny frunció el ceño, pero sabía que, sin importar a quién le dijera que esas interacciones eran raras, todos decían que estaba loco, que Eric no tenía interés por Butters. Bueno, todos menos Kyle, Kyle también lo notaba, aunque él no culpaba a Eric. Incluso ahora, la sonrisa de Kyle era demasiado forzada, demasiado falsa.
Kenny apartó la vista mientras los asistentes aplaudían. Luego Kyle tomó el micrófono y agradeció a sus muchos amigos, especialmente a Stan, que había aceptado ser su padrino. Durante la planificación, le habían dicho a Kenny que no le pedirían ser padrino porque, como trabajaba en el extranjero, iba a ser muy difícil que asumiera las responsabilidades, pero que se considerara un “padrino honorario”.
Stan hizo un gesto para agradecer a Kyle, pero no se acercó a él. A diferencia de Cartman, que había buscado a Leo, Kyle no buscaba cercanía con Stan. De hecho, mientras hablaba, caminó hacia Cartman, le tomó el brazo y sutilmente inició un abrazo entre él y Eric, en una forma silenciosa de mantener separados a Eric y Leo. Kenny suspiró. Después de todos estos años, su situación seguía igual.
Se sintió como aquella noche en la que Leo tocó la puerta del dormitorio de Kenny con una bolsa de palomitas en la mano y, con una de esas sonrisas tímidas y adorables, le preguntó si quería ver una película con él. Naturalmente, Kenny aceptó.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Kenny, haciéndose a un lado en la cama para que Butters se acurrucara con él. Que Butters estuviera ahí solo podía significar que Eric y Kyle habían reclamado la habitación de Cartman y Leo como propia, dejándolo sin otro lugar al que ir.
Kenny siempre pensó que Eric y Kyle eran innecesariamente crueles con Butters, pero no se iba a quejar, porque eso significaba que podía tener a Leo en sus brazos, especialmente si se quedaba a pasar la noche.
—Death Race —respondió Butters con seguridad, sabiendo que era el tipo de película que a Kenny le gustaba. Y no se equivocaba—Kenny adoraba las películas de acción, explosiones, hombres y mujeres heroicos y sudorosos, y autos deportivos.
Al principio, Kenny solo se concentraba en disfrutar de la compañía de su amigo, pero cuando los créditos comenzaron a rodar y él trazaba círculos distraídamente en el cuello de Butters, este se inclinó y lo besó. No fue el beso tímido con el que Leo solía iniciar las cosas siempre. Este estaba lleno de deseo, con un toque de desesperación que sorprendió y emocionó a Kenny.
Cuando se separaron, ambos tenían claro que querían más. Sin dudarlo, Kenny empezó a desvestirse. Primero la camisa, luego los pantalones y al final la ropa interior.
Estaba a punto de ayudar a Leo a desvestirse, como solía hacer, besando y acariciando cada centímetro de piel que descubría, pero Leo ya se había quitado la ropa y se lanzó sobre él. Kenny cayó sobre la cama, hundiéndose en el colchón mientras Butters se montaba sobre él.
Kenny sonrió, sin cuestionar el repentino entusiasmo de Leo. Aunque no era habitual que Leo lo montara con tanta intensidad, tampoco era la primera vez. Además, aunque Kenny esperaba una noche tranquila y sin sexo, no iba a quejarse.
Kenny adoraba sujetar la cintura de Leo con ambas manos, clavando los dedos en su piel suave y escuchándolo luchar por no gemir con fuerza, una mezcla de placer, esfuerzo físico y dolor. Sentía la presión de las pantorrillas de Leo contra sus costados.
Siempre era un deleite ver a Leo mover las caderas hacia adelante y hacia atrás, sentir la presión sobre su erección y ver los ojos de Butters cerrados con fuerza, la boca entreabierta de placer.
La noche no terminó con su primer clímax, pero cuando finalmente se detuvieron, era tan tarde y estaban tan agotados que simplemente se quedaron ahí, besándose.
Kenny atesoraba esos momentos porque lo hacían sentir que él y Leo eran una pareja normal. Aunque no se permitía entregarse del todo a esa idea, y solía cortar esos momentos antes de que se volvieran demasiado íntimos. No de forma brusca, no quería que Leo se sintiera usado, pero ponía un poco de distancia para demostrar que disfrutaba el momento sin parecer pegajoso ni incomodar a Leo.
Kenny estaba seguro de que la primera vez que Butters lo rechazó, se sintió extremadamente incómodo y por eso fue tan inmaduro. No quería correr el riesgo de volver a ponerlos en esa situación, forzando a Leo a tomar la decisión de alejarse.
Había trabajado tanto para convencer a Leo de que acostarse juntos no era algo de lo que preocuparse. Solo eran amigos ayudándose mutuamente, y nada entre ellos tenía que cambiar. Estaban bien.
Pero esta vez, cuando Kenny estaba a punto de apartarse, Leo hundió el rostro en su cuello y respiró hondo.
—Buenas noches, Ken —susurró Leo, sin intención de soltarlo. Kenny, temeroso de romper el frágil equilibrio que habían creado, se permitió abrazar con fuerza a Butters y quedarse dormido, soñando que algún día podrían estar juntos, que esos momentos de intimidad se volvieran la norma. Pero esos sueños se rompieron a la mañana siguiente.
Cuando Kenny despertó, Butters estaba de espaldas a él, sentado al borde de la cama. Leo ya estaba en ropa interior, mirando fijamente la pared opuesta.
—Buenos días —dijo Kenny con voz ronca, sobresaltando a Leo, quien casi dio un salto y se giró rápidamente hacia él.
—Hola —respondió Leo, con una expresión extraña, mezcla de preocupación, tristeza y quizá hasta fastidio.
Kenny quiso preguntar qué pasaba, pero no se atrevió. En su lugar, se incorporó, se acercó a Leo y preguntó —¿Quieres ducharte? Voy a buscarte una toalla limpia.
Kenny sabía que probablemente a Leo le incomodaba el hecho de que hubieran dormido abrazados; siempre se mostraba frío después de que se entregaban a rituales más propios de amantes que de amigos con derechos.
Por un momento, Kenny pensó en decirle a Leo que abrazarse toda la noche no había sido idea suya sino de Butters. Sin embargo, sacudió la cabeza, no había razón para pelear con él ahora.
Cuando Leo asintió, Kenny se levantó de la cama y cruzó desnudo la habitación hasta el armario para buscar su toalla extra. Recordaba haberla metido al fondo la última vez que lavó la ropa.
—¿Quieres desayunar conmigo? —preguntó mientras seguía buscando—. Podemos ir a la cafetería. Escuché que hoy sirven hash browns —añadió, recordando cuánto le gustaban a Butters esas tortitas doradas y crujientes hechas de papa rallada.
Justo cuando Kenny le entregaba la toalla a Butters, su teléfono, que descansaba en la mesita junto a la cama, vibró con un mensaje entrante.
<[Estoy por llegar]
<[en una hora aprox]
—Mierda, olvidé por completo que Karen viene de visita —dijo al leer la notificación—. Estará aquí en una hora, y prometí recogerla en la estación. Lo siento, Leo. No podemos desayunar juntos.
Butters pareció decepcionado, aunque intentó ocultarlo. —Está bien, no te preocupes. Puedes ducharte primero y yo regresaré a mi habitación. A estas alturas, seguro que Eric y Kyle ya se fueron.
—De verdad lo siento. Honestamente olvidé que Karen venía hoy. Y no creas que no quiero que vengas conmigo... es solo que primero la llevaré a ver a unos amigos, y no quiero que tú pases mucho tiempo sin comer.
—Está bien —repitió Butters. Intentando aliviar la culpa de Kenny, añadió —Eric dijo que pensaba ir a ese nuevo restaurante al sur del campus, el de hamburguesas y sándwiches. Es temprano, pero ya abrieron. Probamos el especial sábado de la semana pasada, pero aún hay algunas cosas que no hemos pedido. Quizás pase un rato con él.
Más allá de aliviarlo, las palabras de Butters causaron el efecto contrario en Kenny, quién frunció el ceño. —¿No se supone que Cartman tiene una optativa de ciencias políticas los sábados por la mañana?
Kenny recordaba claramente que Kyle lo había mencionado, por eso solían pasar más tiempo juntos esos días. Además, ese fin de semana, Stan y Kyle visitaban a los padres de Kyle precisamente por eso. Kenny no iría porque tenía que recoger a Karen.
Los ojos de Butters se abrieron de par en par, y se cubrió la boca con la mano. Era evidente que había dicho algo que no debía, y no había forma de retractarse.
—¡No se lo digas a Kyle! —suplicó.
—¿No decirle qué? —Kenny sintió la familiar oleada de celos, pero esta vez también estaba enojado. —¿Que Cartman le mintió? ¿Y que tú te ves con él cuando se supone que está en clase? Kyle es mi amigo. No puedo ocultárselo.
—Ay, por favor —Butters jugueteaba nerviosamente con sus nudillos. —Kenny, es solo que a Eric le está costando adaptarse a la relación. Kyle siempre está encima de él y ni siquiera lo deja comer lo que le gusta. Le sugerí a Eric que le pidiera un poco de espacio, que se tomara al menos una hora para él. Solo eso.
—Le dijiste que le mintiera a Kyle —dijo Kenny, frunciendo más el ceño.
—No, claro que no. Pero ya sabes cómo es Eric... no sabe expresarse bien. Cuando le pidió espacio a Heidi, ella no lo tomó bien. Así que con Kyle está intentando otro enfoque.
—Leo, ¿por qué siempre pones excusas para justificarlo?
Kenny volvió en sí cuando todos a su alrededor comenzaron a aplaudir, señal de que los discursos habían terminado. Al final, Butters nunca le dijo por qué siempre encubría a Eric, más allá de decir que eran amigos y que eso es lo que hacen los amigos. Pero Leo le había asegurado que nunca encubriría a Eric si se tratara de algo malo. Eric solo tenía miedo de comunicarse con Kyle, pero ya estaban trabajando en eso.
Kenny recordó que no tuvo que cargar con el peso de ocultarle cosas a Kyle por mucho tiempo, porque Kyle descubrió las mentiras de Cartman la semana siguiente. Esa fue una de sus primeras peleas y el inicio de lo que eventualmente sería el final de su relación.
—Dios mío, había olvidado lo gracioso que es —dijo Bebe a Wendy, que estaba sentada a su lado, riendo por el último chiste de Cartman antes de terminar su discurso. Wendy respondió con una sonrisa forzada y una leve inclinación de cabeza—. ¿Recuerdan cuando solíamos ir al bar con él todas juntas? —Esta vez, Bebe también se dirigió a Red y Nicole.
—¿Cuando ustedes salían con Cartman? —preguntó Tolkien, intrigado, ya que nunca había oído hablar de eso.
—En los primeros años de universidad —respondió Nicole con incomodidad—, cuando salía con... Heidi. Todas salíamos, y él siempre se ofrecía para ser el conductor designado.
—Solía decir que las damas merecen “divertirse” sin preocupaciones —dijo Bebe haciendo comillas en el aire al pronunciar “divertirse”.
—Nunca compraba ni una sola bebida, pero tomaba las que nos mandaban de otras mesas, para “asegurarse de que no estuvieran alteradas”, o eso decía. Pero en realidad, solo era tacaño —explicó Wendy.
—Y luego Butters tenía que ir a recogerlos a todos porque ninguno podía conducir —intervino Tweek, recordando cómo Butters se quedaba dormido en clase a causa del sueño porque en la noche tuvo que rescatar a Cartman y a las chicas.
—Sí, siempre venía a ayudarnos —dijo Wendy, con los labios apretados.
Kenny no tuvo dificultad en imaginar a Butters corriendo a cada llamado sin dudar. Él siempre se preocupaba por todos sus amigos y nunca los dejaría tirados.
—Nunca entendí por qué no lo llevaban con ustedes —preguntó Tweek, dando voz a algo que al parecer siempre lo había molestado, pero nunca había tenido la oportunidad de decir.
—Cartman quería ser el único chico rodeado de chicas guapas —explicó Red. —No iba a dejar que Butters ni nadie más le robara protagonismo.
—Ah, claro. ¿Recuerdan aquella vez con ese alemán alto que estaba súper interesado en Nicole? —empezó a reír Bebe, mirando alrededor de la mesa ante las caras confundidas de los chicos. —Había un tipo que siempre aparecía en el bar cuando íbamos, probablemente amigo del camarero, y cuando intentó invitar a Nicole a bailar, ella le dijo que no podía dejar a sus amigas. Todas teníamos que ir a la pista de baile, o ninguna lo haría. Entonces él consiguió un acompañante para cada una, ¡incluido Cartman! El tipo que consiguió para él estaba muy interesado y no le creyó cuando dijo que salía con Heidi.
—Y luego le propuso un trío —añadió Nicole, riendo.
La historia en sí no era tan graciosa, pero las chicas se reían a carcajadas, probablemente recordando los hechos y las reacciones de todos con más claridad, lo cual lo hacía divertido en retrospectiva.
Cuando las risas se apagaron, Wendy susurró —Realmente lo arruinamos, ¿no? Con él, y con Butters. Ella no era muy cercana a Butters, pero sí lo había sido con Cartman, tenían una especie de rivalidad amistosa que había florecido en una verdadera amistad.
Después se hizo el silencio y Stan puso una mano reconfortante en la espalda de la chica, acariciándola suavemente.
—Stan —habló Tolkien—, no puedo creer que estés tan tranquilo con esto. Kenny, ¿no les preocupa lo que podría pasar con Kyle?
—Kyle sabe lo que hace —dijo Stan con una mueca. Kenny sabía que Stan había intentado impedir que Kyle le propusiera matrimonio a Cartman, pero Kyle había desestimado todas sus preocupaciones. Le dijo que no era ingenuo, sabía los problemas potenciales que podían surgir al casarse con alguien con quien tenía un pasado tan tumultuoso, pero no le importaba. Estaba harto de perder el tiempo con los “qué tal si”.
—Apuesto a que lo va a dejar plantado en el altar —dijo Craig. Cuando todos se volvieron hacia él con una mezcla de sorpresa, y algo de enfado por parte de Stan, añadió —¿Qué? Es lo más probable. Cartman solo está paseando a Kyle para mostrarle a todos lo que realmente pasó, y cuando termine, todo esto se acabará. —Todos entendieron que se refería a la boda. —¿Si no, para qué invitaron a tanta gente?
—Bueno —se atrevió a intervenir Nicole, —Cartman siempre estuvo muy enamorado de Kyle. No es tan increíble que quiera perdonarlo.
—Hace doce años —señaló Tolkien.
—Porque, claro, Cartman es conocido por no ser rencoroso—añadió Bebe con sarcasmo.
Siguió un breve silencio. Todos sabían que el tiempo cambia a las personas, pero ninguno estaba seguro de cuánto podía cambiar alguien como Eric Cartman.
—Yo creo que sí se van a casar —dijo Clyde con optimismo, captando la atención de todos. —Pero apuesto a que Eric va a matar a Kyle durante la luna de miel.
—Si fuera a matar a Kyle, lo haría meses después de la boda. Hacerlo en la luna de miel sería demasiado sospechoso —dijo de pronto la voz de Eric.
Hasta ese momento, todos estaban tan absortos en la conversación que no se habían dado cuenta de que Eric y Kyle se estaban acercando a la mesa hasta que ya estaban allí.
Al ver las caras de sorpresa de todos, Cartman se echó a reír mientras apoyaba las manos en el respaldo de la silla de Kenny.
—Eric, qué fiesta tan bonita. Se nota tu toque —dijo Red con una sonrisa, tratando de romper el momento incómodo.
—Gracias. Me alegra que hayas venido. —Para sorpresa de todos, Eric respondió a Red con una sonrisa que comenzó siendo sincera, pero pronto se volvió pícara. —También me alegra que todos hayan podido venir; es bueno saber que cuando se reúnen, siguen siendo un montón de imbéciles.
—No puedes culparme por tener esa teoría —dijo Clyde con un encogimiento de hombros, ignorando la mirada furiosa de Kyle.
Kenny sabía que, aparte de él, la mayoría de los viejos amigos cercanos de Cartman ya habían tenido la oportunidad de disculparse. Según Kyle, Cartman los había perdonado, diciendo que lo que hubieran hecho no debía de ser tan importante porque solo recordaba que dejaron de hablarle, lo cual fue una bendición porque no se había dado cuenta de lo pacífica que podía ser la vida sin ellos hablando sin parar. En todo caso, le hicieron un favor.
—Cielos —Eric abrazó el brazo de Kyle y apoyó la cabeza en su hombro. —Si de verdad quieren saber cuál será mi “venganza” —dijo con tono aburrido, —nos casaremos en la iglesia de mi ciudad natal, y para eso, Kyle va a ser bautizado y se va a convertir al catolicismo. Nada de judaísmo; nuestra familia solo profesará amor por Jesús.
Todos reaccionaron con distintos grados de sorpresa, pero el más sorprendido fue Kyle, que al parecer no tenía idea de que Eric le iba a pedir eso.
Cartman comenzó a reír y le dio un beso en la mejilla a Kyle.
—¡Y siguen siendo tan fáciles de engañar! Claro que no le voy a pedir nada loco a Kyle... pero sería genial que dejaran de hablar del pasado, porque si lo espantan, les juro que van a conocer el verdadero sufrimiento. —La voz de Cartman tembló levemente al pensar que Kyle podría arrepentirse de casarse con él. Kyle lo notó y respondió rodeándolo con un brazo, acercándolo a su cuerpo.
—Solo están bromeando. Pero no volverán a mencionarlo, ¿verdad? —Kyle habló en un tono serio, pero también amenazante. Por alguna razón, una amenaza de Kyle se sentía más peligrosa, y todos asintieron.
—Claro que no, no queremos arruinarles la noche. Lo siento —se disculpó Clyde, aunque sabía que sus amigos compartían sus preocupaciones.
—Sí, lo que digas. Por cierto, Kenny, ¿lo has visto? ¿A Butters? —Eric se inclinó hacia el mencionado, ignorando el suave tirón de Kyle, que intentaba evitar que dijera lo que fuera que quería decirle a Kenny.
—Sí —respondió Kenny con rigidez. Estaba seguro de que a Cartman no le importaba la respuesta; solo quería asegurarse de que Kenny estaba prestando atención.
Kenny no sabía si Kyle le había contado a Cartman cómo había reaccionado al enterarse de que él y Butters eran inocentes, pero no importaba. Todos en esa mesa, incluido Cartman, sabían cuán profundamente Kenny había estado enamorado de Butters. Y conociendo a Kenny, incluso si ya no tenía esos sentimientos, que aún tenía, seguiría sintiéndose increíblemente culpable por cómo habían terminado las cosas.
—Se ve bien, ¿no? ¿Alguna vez pensaste en él? —Cartman no tenía problema en hacer preguntas tan directas frente a todos, aunque no esperaba una respuesta. — Seguro que sí —añadió con una sonrisa maliciosa. —Pero tal vez no quieras molestarlo todavía. Pregúntales a Clyde, Scott y Tweek; Butters no está de humor para hablar con ninguno de ustedes ahora mismo. Mañana, después del desayuno, tal vez tengas una oportunidad. Todo depende de si Bradley quiere separarse de él o si Butters quiere alejarse de él —Cartman señaló al rubio que estaba sentado junto a Butters, quien en ese momento le acomodaba el cuello y la corbata que se le habían desordenado tras el abrazo de Eric.
Kenny frunció el ceño ante las palabras de Cartman, sintiendo un nudo en la garganta. Había seguido a Butters en redes sociales, pero como sus publicaciones eran tan impersonales, nunca se le ocurrió que Butters pudiera tener novio.
No debería haberle sorprendido, no había razón para que Butters siguiera soltero, pero aun así le dejó un sabor amargo en la boca.
—Eric —reprendió Kyle a su prometido, apartándolo de Kenny. Eric mostraba una amplia sonrisa, claramente satisfecho de haber logrado herir a Kenny. No solo porque Butters nunca lo perdonaría, sino también porque, aunque lo hiciera, no había posibilidad de que terminaran juntos, especialmente si Butters ya tenía a alguien en su vida.
No tenía intención de pedir una segunda oportunidad, pero, en el fondo, la había esperado. Ahora sabía que nunca la tendría. La sonrisa en el rostro de Eric gritaba “Te lo dije”, recordándole a Kenny la última vez que él y Cartman habían hablado, en la universidad.
Kenny, Stan y Kyle por fin habían terminado el día y se dirigían a un nuevo camión de tacos que varios compañeros les habían recomendado. Al principio, Kyle se había negado a acompañarlos, diciendo que prefería volver a su habitación para ponerse al día con todo lo que se había perdido durante su recuperación en el hospital.
Pero Stan y Kenny no aceptaron un no por respuesta. Su última clase había sido una tediosa lección sobre contratos, y los tres necesitaban aire fresco. Después de deleitarse con unos deliciosos tacos, probablemente invitarían al resto del grupo para una noche de juegos.
Caminaban por un pequeño parque a solo una cuadra del campus cuando escucharon pasos apresurados detrás de ellos. Kenny estaba a punto de voltear la cabeza para ver quién se acercaba cuando sintió un empujón que casi lo hizo caer de bruces al suelo.
—¿¡Cartman, qué demonios te pasa!? —fue Stan quien reaccionó primero, empujando a Eric hacia atrás. El recién llegado retrocedió un par de pasos, pero no perdió el equilibrio, claramente esperando represalias tras atacar a Kenny.
—¡Cierra la boca, Marsh! —Cartman, cargando una mochila, probablemente llena de libros de tapa dura, no dudó en levantarla como si fuera un arma y golpear a Stan directamente en la cara.
El golpe fue tan fuerte que derribó a Stan, dejándolo aturdido y con la nariz sangrando.
Kenny no tenía idea de por qué Cartman los atacaba. Dadas las circunstancias, no era una buena idea. Aunque no pudo cuestionarlo porque Cartman parecía decidido a golpearlo a él también con la mochila.
Kenny esquivó y empezó a forcejear con Cartman, tratando de que soltara el arma improvisada mientras se intercambiaban golpes.
—¡Cartman, basta! —gritó Kyle, dividido entre intervenir o quedarse atrás. Por un lado, no estaba preparado para acercarse a Eric después de su última discusión; por otro, seguía recuperándose y no podía arriesgarse a empeorar su estado.
La voz de Kyle, o tal vez el hecho de que lo hubiera llamado “Cartman” en lugar de por su nombre de pila, como lo había hecho semanas atrás, provocó que Cartman retrocediera un paso, cesando su lucha con Kenny y mirando por fin a Kyle.
Kenny se limpió la sangre del labio partido y fue a ayudar a Stan a levantarse, quien aún veía estrellitas por el golpe y luchaba por mantenerse en pie.
—¿Te importaría explicar por qué estás aquí? —exigió Kyle, clavando los ojos en Cartman con más firmeza de la que Kenny pensaba que podía reunir tan pronto. Kyle era conocido por su fuerte carácter, pero después de lo ocurrido con Cartman, se había retraído, incapaz de hablar de él sin casi venirse abajo.
Cartman dio otro paso atrás, como si quisiera huir, pero en lugar de eso gritó —¿Sabes lo que hicieron estos idiotas? ¡Stan golpeó a Butters y tuve que llevarlo a urgencias!
Kenny, Kyle y Stan parpadearon sorprendidos. Todos recordaban que Stan había golpeado a Butters, pero ninguno había pensado que fuera tan fuerte como para enviarlo al hospital.
—¿Está bien? —preguntó Kenny de inmediato, temiendo que la furia de Cartman significara que Butters estaba gravemente herido.
—Tiene una costilla rota —escupió Cartman con veneno. —Pero no finjas que te importa. Butters no quiso contarme lo que pasó, pero sé que estabas con Stan cuando ocurrió, y no te molestaste en ayudarlo.
Kenny no sabía qué responder. Era cierto que no había ayudado a Butters, pero no había imaginado que estuviera tan mal. Si lo hubiera sabido, habría intervenido, lo habría sacado de ahí antes de que las cosas se salieran de control.
—No sé por qué Butters aún se preocupa por ti. Yo me rendí con él, lo dejé estar contigo porque pensé que te importaba. Pero claramente me equivoqué—Cartman se atrevió a mirar de Kenny a Kyle, pero solo por un instante, antes de volver la vista hacia Stan.
—Juro que me aseguraré de que todos sepan que no mentimos, y cuando eso pase —Cartman volvió a mirar a Kenny, —no dejaré que Butters te perdone. No importa cuánto lo intentes, ustedes dos nunca volverán a estar juntos. Lo juro.
La amenaza dejó a Kenny con un nudo en el estómago. Por primera vez, consideró creer en la versión de Cartman y Butters. Que todo había sido culpa de Heidi y que Kyle estaba rellenando los huecos con recuerdos falsos. Pero a medida que pasaron los días, desechó la idea. Porque nunca apareció una prueba de la inocencia de Butters y Cartman.
Kenny no tenía idea de qué pretendía Cartman al sugerir que él y Leo hablaran mañana, pero no tenía muchas esperanzas. Tal vez Cartman había perdonado a Kyle, pero Kenny dudaba que ese supuesto desayuno llegara a ocurrir.
Fuera cierto o no, respetaría la fiesta de Cartman y Kyle, y si no podía hablar con Butters esa noche, lo intentaría más tarde en su oficina.