Capítulo 7
18 de mayo de 2025, 16:56
Butters estaba sentado en su mesa, lanzando miradas ocasionales a sus antiguos compañeros de universidad, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en sus hombros y sin tener forma de liberarla. Mientras tanto, Bradley intentaba distraerlo. Primero ajustándole la corbata y luego pidiéndole que compartiera una historia graciosa que planeaba incluir en su brindis durante la recepción de la boda. Como padrino de Eric, se esperaba que Butters diera un discurso en ese momento.
Stotch tenía algunas historias sobre la pareja. Si tenía que elegir una que a la mayoría le pareciera divertida, podría ser aquella vez en que vio un calcetín colgado del pomo de la puerta de su habitación compartida con Eric y, a pesar de la señal, entró de todos modos.
Poco familiarizado con las costumbres universitarias, simplemente metió la llave en el cerrojo, la giró y entró, tan tranquilo como cualquier otra noche después de un largo día de clases. Sin embargo, a diferencia de un día cualquiera, tuvo una vista en primera fila, durante tres segundos, de Kyle y Eric teniendo sexo en la cama de Eric, ambos completamente desnudos.
—¡Perdón! —gritó Butters, cerrando la puerta de golpe tan rápido que, para cuando Kyle y Eric gritaron enfadados “¿¡Qué demonios te pasa!?”, él ya estaba en el pasillo, mirando la puerta como si fuera radiactiva.
Al principio pensó que sus amigos se detendrían al saber que él estaba afuera, esperando para entrar y prepararse para dormir. Pero cuando oyó el inconfundible crujido de la cama de Eric en un ritmo constante, se dio cuenta de que no tenían intención de parar.
La vergüenza invadió a Butters, y consideró seriamente sentarse en el suelo de cerámica color crema del pasillo y dormir allí mismo. Pero, aunque el edificio tenía calefacción, dormir sobre ese suelo frío e incómodo no sería bueno para su salud.
—Eh, chicos… —Butters tocó suavemente la puerta, su golpe un pianissimo que pasó desapercibido, así que no tuvo más remedio que respirar hondo y golpear más fuerte para llamar la atención de Eric y Kyle.
—¿¡Qué demonios quieres, Butters!? —la irritada voz de Eric se oyó fuerte y clara, a pesar de la puerta cerrada.
—Es solo que… es tarde y, bueno… eh… ¿me gustaría entrar a dormir, si no es molestia?
Butters no recibió una respuesta inmediata de Eric ni de Kyle. En cambio, escuchó algunos movimientos, murmullos, y pronto Eric abrió la puerta. Su amigo solo llevaba puestos unos boxers, el cabello desordenado, y tenía una marca roja en el cuello que probablemente le duraría toda la semana.
—Butters, ¿por qué estás molestando?
—Porque quiero dormir, y ¿esta también es mi habitación? —Era extraño que lo dijera como una pregunta; era un hecho que esa también era su habitación, pero por un momento se preguntó si, de algún modo, estaba incorrecto.
Eric miró al techo durante unos segundos antes de suspirar y mirarlo de nuevo.
—¿Podrías dormir en otro lugar esta noche?
—¿Dónde?
—No sé, con Tweek.
Butters negó con la cabeza de inmediato.
—A Craig no le agrado; ni siquiera me deja entrar a la habitación.
—Entonces molesta a Clyde y Scott.
—No estoy seguro de que quieran compartir su cuarto, y… —Butters se detuvo cuando la voz de Kyle lo interrumpió.
—No hace falta, será mejor que yo me vaya —Kyle ya se había puesto la ropa interior y la camiseta, y recogía sus pantalones del suelo.
—¡No! —la voz de Eric fue tan fuerte que debió de haberse oído en las habitaciones contiguas—. No te vas —le ordenó, casi suplicándole a Kyle—. Butters, ve a dormir al cuarto de Kyle. ¿Te parece bien? —La pregunta iba claramente dirigida a Kyle, quien se encogió de hombros como si no le importara intercambiar habitaciones con Butters por una noche.
—Perfecto, entonces todo está arreglado. Adiós —dijo Eric, y sin dejar que Butters dijera una palabra, le cerró la puerta en la cara.
Butters se quedó boquiabierto, con una mezcla de indignación e incredulidad. Estuvo a punto de golpear la puerta otra vez, pero se detuvo. No creía que tuviera que ceder su propia cama, pero pensó que, solo por esta vez, podría hacerle un favor a Eric y dejarlo pasar la noche con su novio.
Suspiró.
El problema ahora era que el compañero de cuarto de Kyle era Kenny, y Kenny y Butters apenas habían interactuado desde que se besaron y se tocaron en la fiesta de Stan. A principios de esa semana, Kenny había intentado entablar una conversación con él, y Butters le respondió con su tono amable habitual, pero la charla fue breve y estuvo llena de silencios incómodos.
Butters podía decirle a Eric que no podía dormir en la misma habitación que Kenny, pero si lo hacía, tendría que explicar por qué, y estaba seguro de que no podría hablar de eso sin romper a llorar. Además, dudaba que Eric mostrara alguna simpatía.
Desde que Eric se enteró del amor que Butters sentía por Kenny, le advirtió que sería un desastre, diciendo que Kenny no merecía ni una fracción de las alabanzas que Butters le dedicaba. Kenny no valía la pena, y solo le rompería el corazón.
Butters no estaba listo para escuchar un “te lo dije” de parte de Eric.
El rubio se quedó en el pasillo un buen rato, y no fue hasta que volvió a escuchar el crujido de la cama de Eric que decidió dirigirse al cuarto de Kyle, en el edificio contiguo.
Las manos comenzaron a sudarle, y sentía que no podía respirar mientras se acercaba a la habitación que compartían Kyle y Kenny. Una vez frente a la puerta, cerró los ojos con fuerza, respiró lentamente y levantó la mano para golpearla.
En el fondo, esperaba que Kenny no abriera. Quizá tendría suerte y encontraría abierta alguna sala común, donde podría dormir en uno de esos sofás de cuero sintético que la administración de la universidad adoraba mostrar en su sitio web y redes sociales porque se veían bien, aunque, en realidad, chirriaban y se calentaban tanto que resultaban incómodos.
Entonces se abrió la puerta, y Butters se encontró cara a cara con un Kenny visiblemente sorprendido.
—Eh… hola —dijo Butters, echándole un vistazo tímido a Kenny de arriba abajo. Su amigo llevaba puesta una camiseta blanca desgastada y unos pantalones cortos a cuadros negros y naranjas. —Kyle y Eric están en mi habitación… haciendo cosas de novios, y voy a dormir aquí esta noche. ¿Está bien? —añadió esa última parte al notar que Kenny no se apartaba de inmediato para dejarlo pasar.
—Sí, sí, no hay problema. Pasa —Kenny se hizo a un lado —¿Kyle sabe que estás aquí, o viniste directo?
Butters se dejó caer sin gracia en la cama de Kyle y frunció el ceño.
—Los vi sin querer haciendolo y me mandaron para acá.
—Ah —Kenny alzó una ceja, luego empezó a reírse suavemente—. ¿Estaban haciendo el misionero?
—¡Argh! No, no lo sé; no quiero acordarme de eso—Butters se tapó los oídos con las manos, sabiendo que Kenny haría todos los comentarios inapropiados que pudiera.
—Se me hace que son aburridos en la cama. ¿Lo son?
—Hay no sé, ¡no quiero recirdar nada!—Eso era cierto; no es que le incomodara el tema, pero, aunque solo llevaba unos años siendo amigo de Eric, lo consideraba un amigo de toda la vida, casi como un hermano, así que no quería pensarlo en ese contexto.
—¿Planeas dormir con esa ropa puesta o quieres que te preste algo? —Kenny decidió dejar el tema de Eric y Kyle por la paz.
Butters sintió un cosquilleo en el abdomen, recordando de repente que había besado a Kenny. Que había gemido entre sus labios.
—Me ayudaría si me prestas algo. ¿Está bien si me ducho? Realmente lo necesito.
—No hay problema. Te buscaré algo y te lo llevo al baño en un rato.
Butters fue directo al baño, se duchó, y mientras se ponía la ropa que Kenny le había prestado amablemente, no dejaba de repetirse que, al despertarse esa mañana, jamás imaginó que terminaría allí.
Todavía le costaba asimilar que Kenny no quisiera nada con él, y tenerlo tan cerca ahora le dolía. Pero era tan tonto que, si tuviera la oportunidad de volver atrás, lo haría todo de nuevo sin dudarlo.
Esa idea se volvió aún más sólida cuando salió del baño y vio a Kenny sentado en su escritorio, leyendo un par de libros y mordiendo el extremo de su bolígrafo cuando no estaba tomando notas en su libreta o en su portátil.
—¿En qué estás trabajando? —preguntó Butters, situándose a su lado.
—Ensayo sobre gobernanza comparada —respondió Kenny después de unos segundos de silencio, justo antes de que Butters repitiera la pregunta, pensando que no lo había oído. —No sé por qué elegí este tema. Es casi tan aburrido como derecho contractual.
Butters sonrió con indulgencia. A diferencia de la mayoría de sus compañeros, a quienes les entusiasmaban las materias que implicaban estar frente a un juez y un jurado, él se sentía atraído por temas que involucraban números y procesos. El derecho corporativo, fiscal, comercial y bursátil lo fascinaban.
Se inclinó un poco sobre el escritorio para leer las notas que Kenny ya había escrito en la pantalla. Aunque no había mucho que debatir en el tema, eso no significaba que Kenny debiera abordarlo de forma tan general. Butters conocía al profesor Lorry, encargado de Derecho Administrativo, y sabía que le pondría una nota baja a Kenny si entregaba un ensayo tan incompleto.
—Creo que deberías ampliar estos temas —dijo Butters, señalando el esquema que Kenny había garabateado en su cuaderno. —Además de los libros de la clase y el APA, necesitarás ejemplos de agencias administrativas para casos prácticos. Si eliges la SSA, te dará puntos extra, porque, por alguna razón, el profesor Lorry da créditos adicionales a quien investiga ese tema.
Mientras hablaba, Butters se había ido acercando más y más a Kenny sin darse cuenta. No fue hasta que terminó de hablar y apartó la vista de la pantalla para mirar a Kenny que notó que estaban a escasos centímetros.
Se quedó paralizado, con el corazón latiendo como un conejo atrapado. Al principio, su mirada se cruzó con la de Kenny, hipnotizado por esos ojos azul eléctrico que habían invadido sus sueños más de una vez, pero no pudo evitar que sus ojos descendieran hacia los labios de Kenny. Y, como había ocurrido en la azotea de Stan, ambos acortaron la distancia entre ellos y comenzaron a besarse.
Butters notó una especie de desesperación en Kenny que no se comparaba con la suya. A diferencia de Kenny, que le había rogado que olvidara todo, Butters no había dejado de pensar en volver a besarlo, ansiando otra vez el calor de su abrazo.
Estaban en una posición incómoda, con Kenny torciendo la cabeza lo más que podía y Butters inclinado sobre él. Pero, sin querer separarse, siguieron besándose hasta que Kenny se levantó finalmente de la silla, obligándolos a romper el contacto.
Butters entró en pánico, creyendo que Kenny lo apartaría ahora que ya no estaban perdidos en el momento; y antes de que Kenny pudiera golpearlo metafóricamente con otro rechazo, Butters intentó dar un paso atrás. Pero Kenny le sujetó el rostro con ambas manos y lo besó de nuevo.
Leopold gimió y se derritió en el beso, rodeando el cuello de Kenny con los brazos para mantenerlo cerca, suplicándole en silencio que no lo soltara nunca. Cualquier temor de que Kenny lo rechazara desapareció cuando lo dejó guiarlo hasta la cama, donde ambos cayeron, con Kenny encima de él. Luego McCormick deslizó las manos bajo la camiseta de Butters, acariciandole la piel de su abdomen y su pecho.
Finalmente se separaron unos centímetros, mirándose a los ojos, ambos esperando que el otro diera una buena razón para no continuar con lo que estaban a punto de hacer. Pero ninguno dijo nada.
Kenny descendió hasta las caderas de Butters y enganchó con sus dedos ansiosos el elástico del boxer del otro.
Butters, a su vez, alzó tímidamente las caderas en un gesto sumiso para permitir que Kenny le quitara la ropa, separando las piernas mientras Kenny dejaba un rastro de besos por sus muslos. Cada beso le provocaba escalofríos, y gimió más fuerte cuando los labios de Kenny rodearon su erección.
La succión, acompañada por la lengua de Kenny acariciándolo, hizo que Butters perdiera lo poco de compostura que le quedaba. Gimió aún más alto, arqueó la espalda para hundirse más en la boca de Kenny y enredó los dedos en su cabello, dándole un leve tirón.
La intensidad del orgasmo lo golpeó tan fuerte que los ojos se le llenaron de lágrimas, pero estas no le impidieron ver a Kenny tragar su orgasmo. Si hubiera podido, Butters habría vuelto a correrse solo con ese espectáculo.
Entonces Kenny le levantó las piernas, dejando a Butters aún más expuesto. Butters no se resistió, aunque entró en pánico por un instante, ya que no estaba preparado para sexo con penetración. Sin embargo, Kenny no buscaba penetrarlo, sino juntar sus muslos y deslizar su erección descuidada entre ellos, embistiendo con movimientos rápidos y rítmicos hasta correrse también con un gemido corto y áspero.
Kenny se desplomó a su lado y lo abrazó, y Butters correspondió al abrazo, sintiéndose mareado, feliz y agotado por lo que acababan de hacer.
—Vamos a bañarnos —dijo Kenny tras unos diez minutos de silencio, incorporándose con lentitud. Su voz era cautelosa y suave, como si le costara hablar.
Esos diez minutos habían sacado a Butters de su aturdimiento, devolviéndole la claridad, recordándole lo que había pasado la última vez que se dejó llevar así.
Las palabras de Kenny en aquel entonces habían sido “No quiero que nuestra relación cambie por un error que cometí”. Se preguntó, ¿qué diría ahora? ¿Sugeriría que volvieran a olvidar lo que acababa de pasar? ¿Que solo fue otro error? Butters se sentía como un error en ese momento.
O tal vez… tal vez esta vez Kenny no lo llamaría un error. Tal vez esta vez admitiría que estaba enamorado de él, que el verdadero error había sido decir que debían ser solo amigos. Que lo amaba.
—¿Leo…? —Kenny le tocó el hombro con la punta de los dedos para llamar su atención. Butters finalmente asintió con la cabeza, incapaz de hablar.
Stotch entró al baño sintiéndose desconectado, y con esa misma sensación ausente, abrió las llaves de la regadera y se enjuagó los restos de semen.
Cuando Kenny se le unió, Butters imaginó, deseó, que Kenny lo tocara para demostrarle que sentía algo por él. Que se enjabonaran y enjuagaran juntos, como amantes de verdad. Pero Kenny mantuvo la distancia, haciendo que Butters sintiera frío y escalofríos incluso bajo el chorro de agua caliente.
En ese momento, Butters estuvo seguro de que seguía siendo solo un error. Así que, sabiendo que había empezado a llorar, metió la cabeza bajo el agua para que las gotas de agua dulce se mezclaran con sus lágrimas saladas, dándose una excusa para frotarse la cara con fuerza después con la toalla.
Y eso fue exactamente lo que hizo. Cuando salió del baño, se secó el rostro con aspereza y casi corrió de vuelta al dormitorio para buscar su ropa, con la intención de regresar a su habitación y echar a Kyle y a Eric también, si se oponía a dejar ir a Kyle.
—Leo, ¿qué haces? —Kenny salió tras él, todavía chorreando agua porque se apresuró a seguirlo en cuanto lo vio en modo de huida.
—Voy a mi cuarto —respondió Butters, rogando que la voz no le temblara. Ya se había puesto los boxers y la camiseta; solo le faltaba el pantalón.
—¿Por qué? No tienes que irte.
—Y tampoco puedo quedarme aquí —Butters finalmente se atrevió a mirar a Kenny a la cara. Su amigo tenía las cejas alzadas y la boca entreabierta, una mezcla de incredulidad y tristeza. Butters no entendía por qué Kenny se veía tan miserable si él lo estaba librando de tener que decir, una vez más, que todo había sido un error.
Cuando el silencio entre ellos se prolongó, Butters alcanzó su pantalón, pero Kenny le sujetó el brazo antes de que pudiera ponérselo.
—Espera, sé que lo que pasó puede parecer mucho, pero te juro que no estoy esperando nada de ti —la voz de Kenny era tranquila, y ahora no había rastro de la tristeza que Butters creyó haber visto antes.
—¿Qué-qué quieres decir con que no estás esperando nada de mí? —Butters volvió a confundirse, pero intuía que lo que Kenny estaba a punto de decir no sería bueno para su pobre corazón.
—Quiero decir —Kenny hizo una pausa breve— que lo que pasó ahora fue solo sexo. No tiene por qué significar nada más que eso.
Butters lo quería tanto que escuchar eso le dolió en el alma y hasta físicamente. Sin duda, el amor iba a matarlo. Que lo llamaran error era mil veces mejor que llamarlo solo sexo.
—¿Solo eso? —murmuró.
—Sí —la voz de Kenny tenía un matiz de esperanza otra vez. Feliz de que Butters comprendiera que él no quería nada con él, a pesar de haber estado juntos ya dos veces.
Butters tragó saliva con fuerza, sintiendo que todo su cuerpo temblaba, sin saber si Kenny podía notar lo cerca que estaba de desmoronarse.
—Entonces, ¿qué se supone que haga? ¿Otra vez debemos fingir que no pasó nada?
Esperar la respuesta de McCormick fue una tortura, pero aguantó tres largos segundos hasta que Kenny se acercó y le tomó las manos con cautela.
—Sé que la vez pasada dije que fue un error, pero ahora… estar juntos. Esto no es algo que odies, ¿verdad?
Butters asintió.
—Entonces… quizás podrías quedarte. Podríamos hacer esto, como amigos que se ayudan de vez en cuando.
Stotch lo miró con incredulidad. —¿Estás diciendo que deberíamos ser amigos con derechos?
—Te prometo que no tengo intenciones ocultas, y no estoy esperando nada de ti —aclaró Kenny. Sus palabras fueron como una bala directa al corazón de Butters.
Se dio la vuelta para ocultar las lágrimas que llenaban sus ojos y el temblor de su labio inferior. —Cuando dices que no estás esperando nada de mí, ¿te refieres a… que no quieres una relación? —preguntó, con una voz más serena de lo que creía posible.
—Sí, a eso me refiero —respondió Kenny tras un par de segundos.
—¿Y estás bien con eso? ¿Eso es lo que quieres?
—Sí—solo si eso es lo que tú también quieres. Te juro que no volveré a hacerlo si tú no quieres que pase otra vez.
Butters quería mirar a Kenny a los ojos, ver que no había ningún interés en él más allá de lo físico. Su cerebro gritaba que debía decirle a Kenny que no quería eso, que lo amaba, y aceptar algo así lo mataría. Pero, ¿no sería patético? Kenny se lo había dicho de mil maneras. No quería tenerlo como novio.
Butters quería tener a Kenny, y si eso significaba tener solo esto, solo sexo en lugar de nada, prefería solo sexo.
—Está bien. Me parece bien. Solo esto. No tiene que significar nada más que ser amigos, ayudándonos.
Butters negó con la cabeza y respiró hondo bajo la mirada preocupada de Bradley. Desde que su amigo le había preguntado qué historia contaría en su brindis, Butters había caído en un largo silencio que duró unos cinco minutos.
—¿Te sientes mal? ¿Prefieres ir a tu habitación? —preguntó Bradley.
En un alarde de extravagancia, Eric había ofrecido pagar habitaciones de hotel para sus invitados más importantes. En el caso específico de Butters, Eric también había mencionado que quería que se quedara al día siguiente para comenzar a planear algunos asuntos relacionados con la boda.
Butters estaba a punto de asentir y aceptar que tal vez sería mejor marcharse, cuando escuchó la voz de Karen.
—¡Butters! —Karen casi se lanzó sobre él, envolviéndolo en un fuerte abrazo—. Hace tanto que no nos veíamos.
—Karen, ah, hola. ¿Cómo has estado?
—Bien, bien. Me casé —levantó la mano para mostrar un anillo de bodas discreto pero elegante en el dedo anular—. Con Ike. Tuvimos una ceremonia pequeña en Canadá hace dos años. Me habría encantado invitarte, pero todos me decían que habías desaparecido, y solo pude contactarte por redes sociales. Pero nunca viste mi mensaje; creo que se fue a spam.
—Oh, lo siento, no lo sabía. Me habría encantado ir.
Butters sabía que, incluso si lo hubiera sabido, no habría asistido, y que, de haberlo hecho, probablemente lo habrían echado. Era extraño que nadie le hubiera contado a Karen lo que pasó, pero no le sorprendía.
Las familias de Kyle y Heidi tenían dinero y conexiones, por eso la universidad había estado tan dispuesta a borrarlo a él y a Eric de la lista de estudiantes. Una vez fuera del panorama, el asunto simplemente se dejó de lado. Cuanta menos gente supiera, mejor.
—¿Y tú? ¿Cómo has estado?
Karen tuvo la amabilidad de presentarse a Bradley e intentó incluirlo en la conversación, mirándolo de vez en cuando. Pero era evidente que estaba encantada de hablar de nuevo con Butters, y su atención se centraba sobre todo en él.
—¿Ya saludaste a Kenny? —preguntó Karen, con una sonrisa curiosa que se ensanchó cuando Butters negó con la cabeza—. Entonces ven, vamos.
Karen puso una mano sobre el hombro de Butters, intentando guiarlo suavemente, pero él dudó.
—Eh, no creo que sea un buen momento.
—¿Por qué no? —Karen miró hacia la mesa donde su hermano y sus amigos estaban sentados. Kenny estaba enfrascado en una conversación, pero ella estaba segura de que detendría lo que fuera para hablar con Butters—. Le encantaría verte. Desde que te cambiaste de escuela, te ha echado mucho de menos.
Butters sintió un nudo en el estómago y el corazón se le encogió. Dudaba que Kenny lo hubiera echado de menos. Después de todo, su antiguo amante no había hecho ningún intento por dejar su mesa y acercarse a él.
—Eh, sí… —Butters miró alrededor con nerviosismo—. No me siento muy bien. Creo que iré a dormir a mi habitación.
Karen hizo un puchero, pero finalmente asintió.
—Lo entiendo. Entonces nos vemos mañana. Descansa.
Butters se despidió de ella y luego le dijo a Bradley que fuera al coche para traer el equipaje y pedir la llave de la habitación en recepción.
—Voy a despedirme de Eric.
Se acercó a Eric, interrumpiendo brevemente su conversación con algunos colegas mayores del bufete donde trabajaba Kyle. Eric era una especie de celebridad en el campo, al igual que Kyle, así que no era sorprendente que los compañeros de Kyle quisieran hablar con él.
Mientras se despedían, Eric le recordó que debían encontrarse temprano a la mañana siguiente para ir a la cita con el florista. Eric había decidido encargarse de todo para el evento, lo cual no era extraño, pero significaba que Butters no estaría simplemente a su lado para las fotos: estaría activamente involucrado en la organización de la boda.
Si Eric no se estuviera casando con Kyle, Butters podría haber sentido cierta tentación por ayudar a su amigo a planear el día perfecto. Pero, tal como estaban las cosas, no sentía ningún entusiasmo. Mañana, cuando por fin estuvieran solos, Butters planeaba intentar convencer a Eric de que no se casara.
Después de despedirse, Butters caminó hacia la recepción para reunirse con Bradley, tan concentrado en el suelo alfombrado que no notó a alguien parado en su camino hasta que le bloqueó el paso. Era Craig.
Lo habían vuelto a emboscar en el pasillo. Uno pensaría que ya habría aprendido, pero había asumido que, después del incidente anterior y la indiferencia de Kenny, nadie volvería a acercarse a él.
Si Craig lo hubiera mirado con la misma expresión desinteresada de siempre, Butters no habría reaccionado en absoluto. Quizá se hubiera preguntado, por milésima vez, qué era lo que a Craig le molestaba tanto de él. Pero ahora, Craig lo miraba con un dejo de desprecio, haciéndolo sentir insignificante.
La presencia y la indiferencia de Kenny ya lo habían vaciado por completo, y haber dejado escapar su enojo antes solo le había traído un alivio momentáneo; ahora, solo sentía tristeza. Se dio cuenta de que expresar su amargura no le había traído paz. Todos los demás parecían haber superado el pasado, mientras que él seguía atormentado por él.
Clyde y Scott, riéndose en una mesa lejana, parecían totalmente despreocupados. ¿Y Tweek? Tal vez se había visto afectado por la confrontación, pero lo superaría; tenía a Craig, que ahora estaba frente a Butters, probablemente listo para enfrentarlo por haber insultado a su pareja. ¿Pero Butters? Él no tenía a nadie. Solo su soledad y su amargura.
—¿Qué quieres? —Butters intentó sonar desafiante, pero solo sonó tan cansado como se sentía.
—Nadie más te confronta, porque se sienten culpables o les das lástima —bufó Craig—. Pero quiero dejar algo claro: aunque todos te traten como una flor frágil a punto de romperse, yo no lo haré. Ya te perdoné una vez, por Tweek, pero no habrá una segunda. Si vuelves a hablarle así, me aseguraré de que lo lamentes. ¿Entendido?
Butters deseó poder sentir enojo o incluso miedo; cualquiera de los dos sería mejor que darse cuenta de lo solo que estaba. Por supuesto que Craig defendería a Tweek—lo amaba. Las personas a su alrededor tenían a alguien que se preocupaba por ellos. Eso era lo normal: tener a alguien que se preocupara.
El que no era normal era él, porque no tenía a nadie.
—Tweek fue quien me habló; tú eres quien está aquí. Déjame en paz y no volverá a pasar nada —Butters empezó a alejarse, rozando a Craig sin mirarlo.
—Sabes, siempre me molestaste, pero esta actitud de víctima es repugnante —dijo Craig con veneno, haciendo que Butters se detuviera y frunciera el ceño.
Por primera vez, Butters se sintió realmente ofendido. Eso no era una "actuación": realmente era una víctima. No había hecho nada malo, y aun así todos le dieron la espalda, lo juzgaron y lo abandonaron en el peor momento de su vida, por algo que ni siquiera era cierto.
—En la universidad, te la pasabas llorando y diciendo que no te tratábamos bien —Craig puso los ojos en blanco, como si recordar ese tiempo fuera una molestia—. Pero estabas tan metido en tu propia historia que nunca te detuviste a pensar por qué nadie estaba de tu lado. ¿De verdad crees que, si hubieras sido tan bueno e inocente como piensas, todos habrían creído los rumores tan fácilmente?
Butters sintió que el aire se le cortaba. Sí, con el tiempo se había preguntado si, de alguna forma, merecía todo lo que le pasó. Debía haber hecho algo mal. Tenía que haber algo mal en él para que nadie le diera la oportunidad de hablar.
—Cartman entendió de inmediato por qué todos apoyamos a Kyle —continuó Craig—. No creo que nadie te lo haya dicho, pero la verdad es que todos sabíamos que no eras una buena persona. Tal vez eras inocente en todo lo de las drogas, pero no eras inocente de todas las otras cosas horribles que hiciste. Así que no vayas por ahí actuando como si todos te debieran una disculpa, porque no eres tan importante como crees.
Butters se quedó paralizado por un segundo ante las palabras de Craig.
—Vete al infierno, Craig. No estoy buscando nada de ninguno de ustedes —Butters reanudó su camino. Era irónico, porque Butters nunca se había considerado importante.
Al llegar a la recepción, respiró hondo. Fingiendo que todo estaba bien. Sin embargo, Bradley notó que no era así.
—Butters —se le acercó Bradley, con una tarjeta de habitación evidentemente suya. El equipaje estaba apilado cerca de la recepción—. Estamos en el segundo piso, pero hay un problema… ¿estás bien? —La expresión de Bradley cambió a preocupación, especialmente cuando Butters solo asintió e intentó ocultar su rostro.
—¿Qué habitación? —preguntó Butters, esforzándose por mantener la voz firme.
—La 207.
Subieron en silencio por el ascensor al segundo piso. Bradley se mordía el labio, conteniéndose para no preguntar qué había pasado.
—Sobre nuestra habitación… —dijo—. Cartman no sabía que vendría contigo, así que reservó una habitación a tu nombre con solo una cama —abrieron la puerta y vieron la cama doble en el centro—. Pregunté si había otras disponibles, pero está todo lleno.
Butters asintió distraído. Debería haberse preocupado, ya que, aunque él y Bradley fueran amigos, él era su jefe, y compartir una cama podía parecer poco profesional. Pero no sentía nada.
—Dormiré en el suelo; está bien.
—No, de ninguna manera —protestó Bradley mientras entraban en la habitación. Butters arrastraba su maleta como si pesara tanto como su alma.
—Está bien. No importa —respondió Butters, abriendo su maleta para buscar su pijama. No importaba porque no quería ser una molestia. Como Craig había dicho, como sus padres siempre habían dicho, no era lo suficientemente importante como para incomodar a alguien como Bradley.
Otra vez, las lágrimas llenaron los ojos de Butters, y se las limpió bruscamente. Aun así, seguían cayendo, ahogándolo. Cuando comenzaron a deslizarse por sus mejillas, intentó correr al baño para esconderse, pero no pudo, porque Bradley lo tomó del brazo con suavidad.
—Butters —dijo Bradley en voz baja, como si temiera asustarlo—. ¿Qué pasó? ¿Te encontraste con alguien que te molestó? ¿Esas personas te dijeron algo?
¿Qué pasó? Que Butters era patético por no haber superado el pasado.
¿Se encontró con alguien? No, porque Kenny ni siquiera se había acercado a él.
¿Qué le hicieron? Le recordaron que seguía sin valer nada.
Las lágrimas comenzaron a caer sin freno, y trató de encogerse y ocultarse de Bradley, pero cuando intentó apartarse, no pudo. Bradley lo rodeó con los brazos, permitiéndole esconder el rostro en su hombro y llorar todo lo que necesitara.
—Pase lo que pase, vas a estar bien —susurró Bradley, abrazándolo con fuerza—. Estoy aquí para ti.
Butters lloró durante varios minutos, en silencio, con algún sollozo ocasional, aferrado a Bradley como si fuera la única persona que tenía… porque lo era.
Cuando por fin se calmó, Bradley lo ayudó a secarse las lágrimas y, con una sonrisa, dijo:
—Voy a cambiarme, y vamos a compartir la cama, porque yo no voy a dormir en el suelo, y tú tampoco.
En respuesta, Butters le devolvió la sonrisa y asintió.