ID de la obra: 110

Crímenes de Caramelo

Slash
NC-17
En progreso
6
autor
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Maxi, escritos 109 páginas, 10 capítulos
Descripción:
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Capítulo 8

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Cuando llegó la mañana, a Butters le tomó un momento darse cuenta de que, durante la noche, había buscado el calor de Bradley y había terminado con un brazo y una pierna encima de él. Al darse cuenta, intentó levantar el brazo y la pierna con lentitud, pero su intento cuidadoso se volvió brusco cuando su primer movimiento tiró del edredón que los cubría a ambos, despertando a Bradley. —Oh, lo siento —dijo Butters, con las mejillas ligeramente sonrojadas—. No quería despertarte. Aunque Bradley aún tenía una expresión soñadora, era evidente que estaba completamente consciente de que Butters había pasado parte de la noche aferrado a él. —Está bien —respondió, también ruborizado. —E-espero no haberte molestado en la noche —dijo Butters, sentándose con la mirada fija en el edredón que aún los cubría. Se sentía avergonzado, no solo por la posición en la que había despertado, sino también por recordar la escena que había hecho frente a Bradley la noche anterior. Desde que se enteró de la próxima boda de Eric, Butters había empezado a tener episodios embarazosos e incontrolables de llanto. Nunca tuvo la intención de que alguien lo viera así. Ya no era un adolescente; le parecía ridículo dejar que sus emociones lo desbordaran. —Para nada. Dormí bastante bien —dijo Bradley, sentándose y mirando a Butters con preocupación reflejada en el rostro—. ¿Y tú? ¿Te sientes mejor ahora? —Sí —respondió Butters—. Perdón también por lo de anoche... no pude controlarme. Bradley soltó un pequeño suspiro y puso una mano tranquilizadora sobre el hombro de Butters. —Te dije que estoy aquí para apoyarte. No tienes que preocuparte por controlarte conmigo. —Gracias —consiguió esbozar una leve sonrisa, pero mantuvo la mirada baja, incapaz de mirarlo a los ojos. Estaba sinceramente agradecido, pero aún demasiado avergonzado—. ¿Vas a ducharte? Puedes ir tú primero si quieres —dijo, ansioso por cambiar de tema. Mientras Butters se ocupaba de hacer su maleta, Bradley fue a ducharse. Cuando salió, Butters le sugirió que no hacía falta que lo esperara. Sería mejor que bajara a desayunar primero y él lo alcanzaría después. Bradley estuvo de acuerdo, comprendiendo que, aunque Butters parecía estar más tranquilo, necesitaba algo de tiempo para procesar sus pensamientos y emociones. Supuso que ese rato a solas le ayudaría a aceptar por completo que podía apoyarse en él. Una vez solo, Butters entró a la ducha. Mientras el agua caliente caía sobre su cuerpo, intentó asumir la idea de que le había hecho bien dormir junto a Bradley, y que eso no era algo malo. La verdad era que ya había compartido cama con otras personas después de Kenny. A veces lo movía la simple ansia de tener sexo, y otras por necesidad, como cuando él y Eric estaban tan pobres que tenían que compartir un colchón en su minúsculo apartamento. Pero ninguna de esas ocasiones le había traído la misma paz que sentía ahora. Nunca se había sentido realmente bien. Si se acostaba con alguna de sus aventuras pasajeras, no podía dormir. Y estar cerca de Eric, aunque reconfortante, lo obligaba a sonreír, actuar y decir que todo iba a estar bien... porque solo uno de los dos podía permitirse caer en la desesperación, y ese lujo solía ser para Eric. Butters sabía que, si él también se derrumbaba y dejaba ver el agujero negro en su pecho que devoraba todas sus emociones y lo dejaba vacío, las cosas empeorarían para ambos. Más de una vez había pensado que sería más fácil rendirse por completo y marchitarse. Tal vez esa era la solución más sencilla. Pero ahora, finalmente sentía que tal vez no estaba solo—no solo en el sentido literal, sino en un nivel más profundo. Ya no se sentía aislado. En menos de una semana, Bradley había pasado de ser solo un amigo a hacerlo creer que quizá era posible reconstruir el puente que lo conectaba con el resto del mundo—ese que él mismo había destruido hacía muchos años. Se secó y, mientras se peinaba y se miraba en el espejo, sonrió. No estaba especialmente feliz, pero al menos tenía la voluntad de fingirlo, y eso ya era un gran paso. Antes de cerrar la puerta de su habitación, Butters respiró hondo. Se preparaba para otro día. Un día estresante que comenzó de inmediato porque, justo cuando salió al pasillo y se dirigía al ascensor, se encontró cara a cara con Kenny. McCormick acababa de doblar la esquina, primero mirando los números de las puertas a su izquierda, luego a su derecha, hasta que su mirada se posó directamente en Butters. Una vez más, Butters sintió que no podía respirar y que las manos le temblaban. Por su parte, Kenny se quedó congelado un momento, conteniendo el aliento. Sin embargo, a diferencia de Butters, recuperó el control unos segundos después y, armado de valor, comenzó a caminar hacia él. Stotch observaba a Kenny acercarse, y mientras sus manos temblaban, su corazón también se aceleró. Cuando Kenny estuvo a solo unos pasos, el cerebro de Butters pareció finalmente descongelarse. Pero en lugar de recordar todas las cosas que había querido decirle al tenerlo delante, su mente se fijó en otra cosa por completo. Su cabeza le gritaba que dejara de parecer una hoja seca a punto de quebrarse por la presión. Necesitaba aparentar calma, ser alguien de quien Kenny no se avergonzaría de contar que alguna vez compartieron cama. Decidido, Butters intentó calmar el ritmo de su corazón respirando despacio. Apretó su mano izquierda con la derecha, esperando así detener el temblor. El tiempo y la distancia entre ellos parecían eternos, pero no lo eran. Finalmente, Kenny se paró frente a Butters, y lo único que este pudo hacer fue mirarlo a los ojos. Sus articulaciones se bloquearon. —Leo... hola. —Hola —fue la única palabra que Butters logró decir. Kenny abrió y cerró la boca un par de veces sin decir nada. Cuando por fin pudo emitir sonido, lo que dijo no tuvo ningún sentido para Butters. —Soy un pirata —dijo Kenny. —¿Qué? —preguntó Butters, completamente desconcertado. Kenny apretó los labios, claramente reprochándose lo que acababa de decir. Lo intentó de nuevo. —Estoy trabajando en un caso con un pirata. Él... Kenny volvió a detenerse, dejando claro que eso no era lo que quería decir. Butters no estaba menos confundido que antes. —Me mudé temporalmente a Londres para trabajar en un caso internacional de derechos humanos —intentó de nuevo, esta vez pareciendo finalmente decir lo que quería—. Cuando me enteré de lo de Eric y Kyle, quise llamarte... pero pensé que sería mejor hablar en persona. Intenté llegar antes para verte antes de que empezara la fiesta, pero mi vuelo se retrasó y luego lo cancelaron. Pensé que tal vez era una señal... de que no querías volver a hablar conmigo nunca más. Pero aún así tenía que venir a verte. Así que tomé otro vuelo con dos escalas, por fin llegué, y tú estás aquí. Quería hablar contigo ayer, pero me dijeron que debía esperar, y... estoy tan feliz de poder hablar contigo ahora. Butters jamás había oído a Kenny decir tantas palabras seguidas. Intentaba entender qué quería lograr contándole todos sus problemas de viaje, pero su mente se fijó en que Kenny sí había querido hablar con él ayer. Le parecía tan extraño que su corazón se llenara de felicidad mientras su cerebro lo reprendía por ser tan ingenuo. —Está bien... ¿quién te dijo que esperaras? Kenny lo miraba como si Butters pudiera desaparecer si apartaba los ojos de él. Y, sinceramente, Butters sentía ganas de correr, así que quizá, si Kenny parpadeaba, él realmente desaparecería. —Eric... los demás —empezó Kenny, con voz firme al principio, pero que fue apagándose poco a poco—. Dijeron que tú querrías ser quien se acercara, que no debíamos hacerlo nosotros…—. Entonces se dio cuenta de que había actuado por impulso. Fuera lo que fuera que intentaba hacer, parecía plenamente consciente de que probablemente no debió hacerlo. —Mierda, qué estoy... —murmuró—. Lo siento, me voy. Las palabras de Kenny fueron una amenaza para el pobre corazón de Butters, una vacía, porque Kenny en realidad no se movió. Por supuesto, Butters no gritó el “No te vayas” que le burbujeaba en la garganta. En su lugar, consiguió decir —ya estás aquí. Hablemos. Butters echó un vistazo al pasillo vacío, plenamente consciente de que necesitaban moverse a un lugar más privado. Aun así, dudó. No era que le asustara estar con Kenny en un espacio cerrado, sino que temía la idea de exponer todos sus sentimientos vergonzosos. —De camino aquí, vi un sitio donde podemos hablar —dijo Kenny, extendiendo la mano como solía hacerlo años atrás—, pidiéndole a Butters que lo siguiera sin pedirlo directamente. La mano de Butters ardía por tomar la de Kenny, pero se contuvo.—¿En dónde? —Antes, nunca habría cuestionado a Kenny; lo habría seguido hasta el infierno sin preguntar por qué. —En el balcón, junto a las escaleras —respondió Kenny, retirando la mano y clavando la vista en el suelo. La distancia hasta el balcón no era mucha, pero mientras caminaban casi lado a lado, Kenny ligeramente rezagado, Butters tuvo tiempo de reflexionar sobre lo que creía que había sido el momento exacto en el que todo comenzó a desmoronarse entre ellos . —Leo, creo que sería mejor que no te metieras —dijo Kenny, intentando convencer a Butters de que parara su camino hacia el hospital donde estaban tratando a Kyle. —Lo siento, Ken, pero no tengo opción. Puede que Kyle se haya golpeado la cabeza, pero no tenía derecho a tratar así a Eric… acusarlo de que él lo drogó y causó el accidente. Kyle está claramente bajo los efectos de “algo”, pero no es culpa de Eric. Butters se mostraba terco, alimentado por la ira y la frustración. Eric había estado llorando sin parar desde que Kyle lo acusó e incluso le prohibió visitarlo en el hospital, a menos que quisiera arriesgarse a terminar en la cárcel. Kenny suspiró, viendo que ya estaban a solo una cuadra del hospital. Extendió la mano y agarró a Butters del hombro para detenerlo. —No te metas. Te lo suplico, deja que ellos lo resuelvan. —¿Quieres que no haga nada? —Sí. Ellos lo arreglarán. —No puedo —dijo Butters, frunciendo el ceño—. Heidi le está diciendo a todo el mundo que Eric fue el motivo del accidente de Kyle, y si Kyle sigue con su berrinche, todos van a creer esa mentira. —Pero no es una mentira —dijo finalmente Kenny. Había intentado evitar esa conversación, para preservar la imagen que Butters tenía de Eric, pero no iba a dejar que Butters confrontara a Kyle. Butters lo miró, desconcertado. —¡Claro que es una mentira! ¿Por qué dices eso? —Porque es la única explicación. Kyle no consume drogas. La única forma en que esas sustancias podrían estar en su sistema a ese nivel es que alguien se las hubiera dado con regularidad sin que él lo supiera. Y el único que maneja la comida de Kyle además de él mismo es Eric. Ya sabes lo obsesivo que es Kyle con lo que come. Butters negó con la cabeza, vehemente. —Entonces Kyle se droga por sí solo. Es un drogadicto, y ahora que lo descubrieron, está culpando a Eric. No quiere que nadie sepa que es como cualquier otro niño rico inútil. Kenny frunció el ceño; su tono fue cortante al hablar. —Butters, no vuelvas a decir eso. Butters guardó silencio, sintiendo que tal vez se había pasado, aunque solo por un instante. —No te gusta escuchar que tu amigo podría no ser una buena persona —dijo en voz baja—. A mí tampoco me gusta que digan que mi amigo no es bueno tampoco. Él sabía que Eric no le haría daño a Kyle; no tenía motivos para ello. Kyle, en cambio, sí tenía muchos motivos para dañar a Eric. ¿Por qué Kenny se negaba a ver eso? —¡Pero Eric nunca ha sido una buena persona! —exclamó Kenny, pasándose una mano por el pelo, frustrado—. Escucha, entiendo que no le creas a Heidi, y sé que nunca te ha caído bien Kyle, pero tienes que despertar y empezar a ver a Eric tal y como es. También fue mi amigo, y me importaba, pero ya no puedo seguir ignorando las cosas malas que hace. Tiene que haber un límite. No puedes seguir perdonándolo todo solo porque estás enamorado de él. Butters se quedó boquiabierto. —¿Enamorado de Eric? ¡No estoy enamorado de Eric! Escuchar esas palabras hizo que la cabeza y el pecho de Butters dolieran. Pero más allá de eso, le dolía que Kenny asumiera que él tenía sentimientos por Eric, como si todo lo que había entre ellos significara nada. Le hacía recordar que, para Kenny, lo que tenían no era una relación basada en sentimientos, sino una manera de satisfacer una necesidad básica. Le dolía pensar que Kenny creyera que Butters podía tener sentimientos por otra persona… tal vez porque Kenny sí tenía sentimientos por otra persona. Tal vez estaba proyectando. Butters tragó saliva y preguntó —¿Estás enamorado de Kyle? Kenny apretó los dientes, cerrando los puños mientras su rabia igualaba la de Butters. No respondió a la pregunta. En cambio, negó con la cabeza y miró hacia la derecha. —Leo, ¿puedes confiar en mí en esto? Kenny claramente se sentía incómodo. —Ken, yo… yo puedo confiar en ti. Pero también confío en Eric, y si él dijo que es inocente, no puedes esperar que yo… —Eric violó a Kyle —lo interrumpió Kenny, su voz pesada, como si nunca hubiera querido pronunciar esas palabras en voz alta. —¿Qué? Butters estaba tan en shock que fue un milagro que pudiera siquiera hablar. Los ojos de Kenny brillaron antes de comenzar a hablar. —Kyle recordó que, a veces, cuando estaba somnoliento, Eric… se iba a la cama con él… Se detuvo. No quería seguir hablando. Butters lo miró, horrorizado. —Pero… pero Eric y Kyle, ya hab hecho un montón de cosas juntos. No necesitaría drogarlo. La idea era incomprensible para Butters. Su mente se aceleró, intentando reconciliar la acusación. Se había preguntado mil veces por qué alguien querría drogar a Kyle, y aun así, sus pensamientos nunca se habían adentrado en algo tan oscuro como la violación. Su mente ingenua no podía concebir una explicación así. —No lo sé, Leo, porque es un maldito psicópata o… no sé por qué. Pero nunca voy a creer que Kyle mentiría sobre algo así. La ira de Kenny era palpable, y Butters retrocedió ligeramente, sobresaltado. Se dio cuenta de que aquella conversación había alcanzado otro nivel por completo. Aun así, no podía imaginar a Eric, el chico que una vez había pedaleado ocho kilómetros hasta su ciudad natal para salvarlo de dar un discurso en el funeral de su abuela abusiva, haciendo algo así. Eric fue quien lo convenció de enfrentarse a su padre, diciéndole que, si su padre lo echaba de casa, él le daría un lugar donde quedarse. —Pero, Ken… —No, Leo. El tono de Kenny era firme y enojado, porque Butters seguía intentando defender a Cartman incluso después de saberlo todo. Butters empezaba a molestarlo. —Tienes que preguntarte a ti mismo—de verdad preguntarte, por qué estás actuando así. Y luego decidir si vas a seguir apoyando a Eric. Pero si lo haces, Leo… se acabó. No volveremos a hablar. No puedo aceptar que sigas siendo su amigo. ¿Lo entiendes? —Lo… lo entiendo —la voz de Butters se quebró. Parecía que Kenny quería presionarlo para obtener una respuesta en ese momento, pero al se fue par darle tiempo para pensar. Butters regresó a su dormitorio, dando pasos lentos y pesados. Cuando finalmente se paró frente a Eric, vio que su amigo ya no lloraba. En su lugar, Eric lo miró con ojos vacíos, huecos. Butters sentía que se ahogaba, pero necesitaba respuestas, así que repitió lo que Kenny le había dicho y le preguntó directamente a Eric si alguna vez había tocado a Kyle sin su consentimiento. La forma en que Eric lloró y se desmoronó ante la pregunta rompió a Butters. Eric estaba completamente devastado, rogándole que le creyera. —Soy horrible, el peor… tal vez esto es lo que merezco —admitió Eric—. Pero me conoces, Butters. Tienes que creerme. Nunca drogaría a Kyle para aprovecharme de él. Kyle lo acusaba de algo atroz y Eric no tenía forma de convencerlo de lo contrario. Eric explicó que a veces, cuando Kyle parecía particularmente adormilado, él jugaba con su pelo, lo besaba, o dejaba que sus dedos rozaran la piel bajo el borde de su camiseta. Pero insistía en que eso era todo. Siempre había asumido que Kyle solo estaba cansado, cansado normal, no incapaz de dar su consentimiento. —No soy del tipo que toca a alguien que no es capaz de apreciar lo cariñoso y maravilloso que soy —dijo Eric, en un intento extraño y amargo de humor—. ¿Cuál es el punto? Eric admitió que creía que Kyle había sido drogado, pero juraba que no había sido él. Pensaba que la droga estaba en el café que solía comprarle, pero insistía en que había sido una trampa, obra de Heidi. Aseguraba que era una venganza por cómo la había tratado. —Pero me crees, ¿verdad? —preguntó Eric, con la voz rota. Tal vez fue demasiado ingenuo o estaba demasiado hundido en la negación, pero le dijo a Eric que le creía. Eligió creer que todo era culpa de Heidi, un plan para castigar a Eric por ser cruel con ella y para hacer a Kyle pagar el hecho de decidió salir con su ex abusivo cuando se suponía que Kyle era el amigo de la infancia de Heidi. Decidido a probar la inocencia de Eric, Butters confrontó a Heidi con su teoría. Estaba convencido de que ella era la culpable, especialmente porque su nuevo novio era el barista de la cafetería que manejaba el café de Kyle. La conexión parecía demasiado perfecta para ignorarla. Pero Heidi simplemente lo miró con los ojos entrecerrados y aburridos, y lo negó todo. Su actitud calmada y la manera desdeñosa con la que lo observaba, como si fuera un insecto indigno de compartir el mismo espacio, hicieron que Butters dudara por primera vez. Un pensamiento escalofriante cruzó su mente. ¿Y si Eric era culpable y él había estado ayudando a un violador? Esa noche, Butters no pudo dormir. A la mañana siguiente, huyó del dormitorio, incapaz de enfrentarse a Eric. Estaba atrapado por la incertidumbre, dividido entre dos posibilidades igualmente dolorosas. ¿Debería quedarse al lado de Eric, arriesgándose a ser cómplice de alguien que tal vez había hecho algo atroz? O ¿Alejarse de Eric, arriesgándose a convertirse en esa persona horrible que abandona a un amigo en su peor momento por lo que quizá era un malentendido alimentado por las mentiras de Heidi? Pero ese mismo día, la decisión fue tomada sin que él pudiera decir algo. Mientras Butters jugaba angustiado con sus pulgares en la parte trasera del edificio principal del dormitorio, notó que la gente lo señalaba. Los susurros crecieron hasta que descubrió que Heidi había afirmado que él defendía a Eric tan vehementemente porque también era responsable del accidente de Kyle, supuestamente motivado por las calificaciones. Nunca se mencionaron las acusaciones de agresión sexual. Estaba claro que Kyle solo se había confiado en Kenny y Stan, y no lo habían compartido con nadie más. Los rumores se centraron en retratar a Butters como obsesionado con ser el mejor de la clase y alegando que Eric lo había ayudado. Las teorías sobre el motivo iban desde la envidia porque Heidi y Kyle eran miembros de familias adineradas, hasta la pura psicopatía por parte de ambos. Cuando Butters se encontró atrapado en esas ridículas mentiras, se convenció aún más de que Eric nunca había drogado a Kyle. Para él, era obvio que Heidi estaba detrás de todo y que toda la situación era un malentendido, uno que podría resolverse si Kyle se detuviera a pensar todo lo que se decía y de verdad analizara todos los escenarios. Pero su insistencia y feroz defensa de Eric fueron recibidas con un rechazo igualmente intenso de Kenny y de todos los demás. El conflicto escaló hasta llegar a un punto en que nadie podía ceder. Se habían elegido bandos, y Butters se había alineado con el lado perdedor. El balcón, como resultó ser, no estaba solo al lado de la escalera, sino casi detrás de ella, lo que lo convertía en un lugar privado pero no completamente oculto. Había dos sillas con cojines y una mesa pequeña, el área estaba diseñada para que los invitados disfrutaran de la vista del jardín interior del hotel en un día soleado. Hoy hacía sol, aunque el clima aún estaba un poco frío. Kenny y Butters se miraron el uno al otro con gestos incómodos, luego casi al unísono, se sentaron, frente a frente. —¿Cómo estás? —preguntó Kenny, colocando sus manos sobre sus rodillas. —Bien, supongo... o, ya sabes, mejor que la última vez que nos vimos. —La última vez, Butters había estado de rodillas, luchando por respirar. —Yo... Leo, ojalá hubiera actuado de otra manera —dijo Kenny, con voz suave. En otro momento, Butters le habría acariciado la mejilla y el cabello, a la vez que le pedía que no luciera tan triste. Pero no ahora. —Yo también —respondió Butters sin dudar. —No sé qué decir ni qué hacer. Lamento lo que pasó. De verdad lamento lo que te hice. La garganta de Butters se cerró, no por el "lo siento", sino por las palabras "lo que te hice". Había tantas cosas que Kenny le había hecho. Tantas cosas que Butters sentía que su alma se incendiaba de frustración y rabia. —¿Qué me hiciste? —preguntó Butters, luego aclaró—. ¿De qué es de lo que te disculpas? Recordó las disculpas de Tweek, Clyde y Scott. Ellos habían dicho que lamentaban haberle dado la espalda. Pero Kenny no debería disculparse solo por eso. En ese momento, sí, Butters se sintió herido porque Kenny no confió en su juicio, pero Kenny tenía razones mucho más significativas para abandonarlo, a diferencia de los otros tres. Con el tiempo, Butters pudo entender por qué Kenny le había dado un ultimátum. Que se quedara con él o que siguiera defendiendo a Eric. Sin embargo, el verdadero dolor no provenía de que Kenny simplemente lo dejara atrás. Si Butters pensaba en ello, lo que más le dolía no era que Kenny no lo hubiera escuchad, era que Kenny lo había utilizado hasta que dejó de ser conveniente. Butters había estado tan estúpidamente enamorado, y cualquiera podía verlo. Kenny también lo vio, se aprovechó y luego lo descartó. Lo que Butters realmente esperaba era que Kenny se disculpara por usarlo. En su lugar, lo escuchó decir —Siento no haberte escuchado sobre Heidi. Fue ridículo pensar que ella planeó todo, pero era aún más ridículo pensar que pudieras ser tan mala persona. Quería estar ahí para Kyle tanto que olvidé estar allí para ti también. Y luego no hice nada cuando todos te trataron mal... Eras tan bueno que, incluso si Eric hubiera sido culpable, nunca habrías estado a su lado por malicia, sino porque siempre ves lo bueno en todos. La voz de Kenny era suave mientras se inclinaba hacia Butters en un intento vano de acercarse a él, de tocarlo, de sentir su calor corporal. Los ojos de Butters brillaron, esto no era lo que había estado esperando. Después de todos estos años, Kenny aún no podía sentir remordimiento por lo que le había hecho. Además, Butters ya no era esa persona. Ni siquiera recordaba la última vez que vio lo bueno en alguien o actuó amablemente sin esperar algo a cambio de aquellos a quienes les sonreía. Respiró profundamente, al borde de gritar lo mucho que Kenny lo había herido, lo mucho que aún lo seguía hiriendo, pero se tragó las palabras por orgullo. Un orgullo que le faltaba cuando era más joven y ahora se negaba a ceder. —¿Sabes qué, Ken? ¡Jódete! —escupió Butters, apretando los puños mientras se levantaba y salía disparado del balcón, dirigiéndose hacia las escaleras, listo para salir corriendo. —Leo, espera... —llamó Kenny tras él, levantándose rápidamente y persiguiéndolo hasta que logró atraparlo del brazo izquierdo. —¿Qué?! —Butters se detuvo dos escalones por encima de Kenny, mirándolo fijamente. —No puedes irte así. Aún necesitamos hablar... —¿Sobre qué? Ya dijiste lo que querías decir, lo escuché, y ahora te puedes ir a la mierda por ser tan... —Butters hizo una pausa, temblando de rabia—. Después de todos estos años, sigues siendo un idiota. Y antes, solía excusarte, pensando que tal vez eras solo lento o que era de alguna manera mi culpa porque no era suficiente. Pero ahora me estás demostrando que simplemente nunca te importé, y no importa lo que hiciera, nunca me verías como alguien importante. Kenny se quedó boquiabierto, apretando su agarre en el brazo de Butters, decidido a no dejarlo ir. —¡Me importabas! ¡Lo sabes! Pero, como tú, tuve que tomar una decisión, y no elegí bien, lo sé. Pero eso no significa que no me importaras. Aún me importas. Lo siento, no solo porque cometí un error, sino porque después de todos estos años, aún pienso en ti. Nunca dejé de amarte. No sabes cuánto lamento el tiempo que perdimos. El cerebro de Butters se bloqueó. Esta era la primera vez que Kenny le decía que lo amaba—que aún lo amaba. ¿Pero cómo podría ser cierto? Nadie trata a alguien a quien ama de la manera en que Kenny lo trató. Nadie dice las cosas que Kenny le había dicho. Y, sin embargo, mirando los brillantes ojos de Kenny, Butters vio sinceridad, tristeza y anhelo reflejados en ellos. Por un momento, se preguntó si tal vez, solo tal vez, Kenny sí lo amaba. Tal vez lo que había comenzado como una relación casual de amigos con derechos se había transformado eventualmente en amor para Kenny, y nunca tuvo la oportunidad de decirlo. Tal vez Kenny había tenido tanto miedo de admitirlo como Butters. Luego todo lo de Kyle y Eric sucedió, y perdieron su oportunidad. Qué hermosa idea. Qué hermoso sueño. Pero, obviamente, era una mentira. —¿Por qué dices eso? —dijo Butters, su voz temblando. Luego hizo un movimiento brusco para quitarse a Kenny de encima, empujándolo accidentalmente. Kenny perdió el equilibrio, tropezó y, bajo la mirada horrorizada de Butters, cayó por las escaleras.
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