2: Desajustes
13 de octubre de 2025, 23:10
Una mañana más. Despertando con dolor de cabeza que solo calma el sexo o esas pastillas que recetó un médico y odia tomar. Así que Biel se despereza aturdido aún por el sueño, sintiendo que el mundo se le cae encima.
Como cada mañana.
Su canción está siendo un éxito. Pero ni trillones de fans adormecerían el dolor. Porque el corazón es un tirano, uno de esos que desea lo que no puede tener. Biel es incapaz de amar, porque perdió el sentido en alguien que lo abandonó.
O tal vez no fue tan así. No puede culpar a Sako por buscar la salida fácil. Él mismo lo habría hecho de haber tenido el coraje, o de no haber estado jodidamente obsesionado.
Porque aún lo está.
Porque cada canción habla de un “nosotros” que ya no existe.
Pero eso nadie lo sabe. No los oyentes que disfrutan las canciones, no los críticos de música, no el equipo de la discográfica. Ni siquiera sus amigos, que saben una parte, pero no todo.
Bueno, Ares sabía más que el resto. Porque Ares era… especial. De algún modo. No de una manera romántica, pero lo suficiente cercano para sentirlo como un apoyo, como un hombro donde llorar, o donde ahogar las penas en alcohol, sexo y palabras balbuceadas entre llanto. Siempre de la mano de Ares, nunca siendo suficiente, pero estando ahí.
Porque solo sería suficiente si fuera Sako. Porque ese idiota se clavó en su piel, en su sangre, en sus labios y Biel no sabía cómo borrarlo.
Ignorando su dolor, Biel fue directo a la ducha. El agua fría a veces ayuda, o solo le destruye más, quién sabe.
Necesitaba pensar con claridad. Pero hacía tantos años que su mente se perdió en un recuerdo. Recuerdo que intentó enterrar, y que deseaba revivir, aunque no estuviera muerto.
El jabón cae con el agua llevándose la suciedad consigo y todo atisbo de esperanza como cada mañana.
…
Los chicos están en el ensayo. Ares suelta algunas notas libres con el saxofón, mientras que Mika afina su bajo, Koi juega con ritmos en la batería. Kaori parece impaciente porque llegue Biel.
Aunque los cuatro están acostumbrados a su tardanza, a que siempre llegue tarde. Y no le exigen que sea de otra manera porque… es una batalla perdida. Biel hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere.
No existen leyes para Biel. Para ese chico de cabello gris no existen restricciones. No siempre fue así, pero el pasado no importa.
El mundo quema en los dedos de Biel, casi como si pudiera notar el peso de sus acciones. Y cuando entra a la sala de ensayo lo hace con una mirada apagada, sin un brillo que naturalmente tenía. Pero el pasado no importa.
…
La guitarra de Biel suena melódica, tan profunda, como si con ella pudiera hablar, expresarse desde lo más profundo de su alma.
Ares toca el saxo mientras intenta no distraerse en la imagen casi celestial de Biel tocando, de Biel haciéndose dueño de la sala de ensayos y próximamente de un escenario. Ares debe contenerse para no besar a Biel en el mismo momento en que este llega a las notas más profundas con su voz. Porque Ares ama la voz de Biel. Ama todo de él.
Y sabe que es un útil, una herramienta para el peligris, y Ares está bien con eso, porque al menos así puede jugar a tenerlo, puede creer que es posible, aunque sea consciente de que no es viable. Es jugar con equilibrios en la cuerda floja esperando no caerte.
Mika da las últimas notas de bajo, la batería de Koi deja su eco en el espacio, Kaori da las últimas notas de teclado también. El murmullo de la guitarra se siente aún profundo.
— Eso estuvo genial. — le dice Mika a Biel.
El peligris sonríe levemente, mientras Kaori frunce el ceño. Ares observa la escena sabiendo que se avecina la discusión sin sentido de siempre.
— Estaría mejor si no llegara tarde siempre. — Se quejó Kaori de forma no directa en un murmullo.
— Y estaría mejor si te callaras. — Contraatacó Biel en voz alta, porque él no le teme a nada.
Kaori se sintió humillada, como siempre que tienen esta discusión. Pero se lo buscaba sola, siendo el palo que frena las ruedas, la chispa que enciende la llama de todas las guerras internas.
Kaori se mordió el labio inferior y pasó una mano por su cabello rubio teñido. — Da igual, sabes que hay unos horarios que respetar y últimamente eres un desastre. — Dijo Kaori, lo último llevada por la ira.
Biel se rio sin gracia. Una risa seca y amarga. — Siempre he sido un desastre. — Dijo con un dolor profundo en sus ojos, pero sin dejarlo notar en su voz.
Ares lo notó de inmediato y decidió intervenir.
— Basta los dos. Somos una banda, un equipo. — Dijo Ares. — Si a veces alguien está pasando por un mal momento, nos apoyamos, no atacamos. — Añadió mirando a Kaori severamente.
Biel no tardó en tomar sus pertenencias y salir por la puerta de la sala de la discográfica. Estaba cansado, exhausto de aguantar a una niña tonta.
Porque Biel adoraba a todos en su banda, pero Kaori se suponía que era un reemplazo, algo temporal, pero los meses pasaban y Hikari, la anterior teclista, no regresaba.
Biel estaba harto, porque fue un cambio estúpido de la discográfica y, aunque se quejó, no sirvió de nada, fue como hablar a una pared.
Y el problema no es llegar tarde o no. Él llegaría antes si se lo dijeran de buenas maneras. Él lo intentaría si le tuvieran en cuenta realmente. Biel estaba cansado de estas situaciones, pero no había más remedio que aguantar.
…
Ares alcanzó a Biel en la salida principal de la discográfica. Abrazó a Biel desde atrás por los hombros. Biel no necesitó girarse para saber quién era.
EL perfume de Ares olía a lavanda, era tan característico de él. A Biel le gustaba tener su contacto, besar su piel, tenerlo encima de él. Y tal vez estaba mal, tal vez solo lo estaba utilizando.
Aunque no era del todo así. A Biel le gustaba Ares, en algún punto, aunque nunca podría amarlo. Había cariño y respeto. Ambos sabían lo que había.
Ares sabía que en el corazón de Biel solo había hueco para Sako.
— ¿Una copa? — Propuso Ares.
Biel asintió. — Lo necesito. — Admitió cansado.
Ya estaba anocheciendo. A los ensayos sabías cuándo entrabas, pero no cuándo salías. Era agotador, no obstante, no cambiaría esta vida por nada.
Biel miró al cielo, una mirada fugaz al cielo que se oscurecía cada vez más y entonces se preguntó: ¿Cómo estará Sako?
Tragó saliva pesadamente sintiendo un nudo en el estómago. Ares hablaba distraídamente de cualquier cosa que Biel escuchaba parcialmente. La mente de ambos en mundos diferentes, pero a la vez en sintonía.
Porque Ares no forzaba, no juzgaba. En los ojos rojos de Ares solo había comprensión y una voluntad férrea para hacer feliz a Biel.
Y con eso era suficiente. Con eso Biel podía apoyarse en alguien, como un bastón.
Esa noche serían solo ellos dos, el alcohol y algo de sexo.
Biel, por un momento, se permitiría olvidar esos desajustes. La parte de la vida que le estresa. La parte de la vida más amarga. Esa parte que irrita los ojos y que duele como punzones clavados en la piel.
— ¿Si pudieras pedir un deseo sabiendo que se cumpliría cuál sería? — Preguntó Ares sentado en el taburete de la barra del bar.
Biel se sentó a su lado, meditando la respuesta. — Volver al pasado. — Murmuró.
Ares asintió. Era un deseo que él mismo pediría. A veces queremos cambiar cosas que hicimos mal o que no salieron como queríamos, o simplemente alejarnos a tiempo, tomar otras decisiones.
Ares pidió dos cervezas. Para empezar eso estaba bien, y Biel solo necesitaba compañía en ese momento, y adormecer las neuronas. Porque hay días en los que un desajuste desencadena todo.
Biel enfocó su mirada plateada a la luz del bar. Tantos colores mareaban, o quizá era que se tomó la cerveza de un trago. Bueno… daba igual.
Solo quería superarlo.