ID de la obra: 1260

Jaekyung y Dan: ¡Hazme algo! (Jinx)

Slash
PG-13
En progreso
0
Tamaño:
planificada Midi, escritos 164 páginas, 57.286 palabras, 17 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

III

Ajustes de texto
CAPÍTULO 3: EL REFLEJO DE UN MONSTRUO «Tú, mi infierno personal. Tú, mi pecado original». Las manos me comenzaron a temblar sin siquiera notarlo, nunca había sentido tanto miedo en mi vida, ni siquiera en mis primeros enfrentamientos me sentí de esa manera. Yo siempre me había caracterizado por ser alguien con nervios de acero; si bien era sencillo hacerme explotar cuando me enfadaba, eso no quitaba el hecho de que era una persona muy enfocada y centrada cuando se necesitaba. Pero ahora, mis pensamientos no hacían nada más que divagar, poniéndome en distintos escenarios en los que podría haber llegado demasiado tarde... La imagen de Kim Dan hundiéndose en el mar sin que pudiera rescatarlo me terminó provocando un ataque de pánico. Intenté calmarme en vano, solo era capaz de escuchar su llanto. No sé cuánto tiempo pasó en realidad, pero mi mente logró tranquilizarse cuando vi a Kim Dan balancearse hacia adelante. Había llorado tanto que en cualquier momento su cuerpo iba a terminar colapsando. Al verlo en ese estado de vulnerabilidad, una parte de mí quería ser capaz de consolarlo, estrecharlo entre mis brazos en un fuerte abrazo... No obstante, también era muy consciente de que, si lo tocaba, correría el riesgo de reactivar mi ataque de pánico. En verdad era molesto no poder calmarlo; sin embargo, no sería bueno para nadie que yo también perdiera el control en ese instante. Por lo mismo, mi mente intentó concentrarse en algo... Las lágrimas de Kim Dan eran similares a las olas del mar, se sentían grandes y amenazantes. ¿Cuándo había comenzado a importarme? Intenté recordar si alguna vez su llanto me conmovió de esta manera, pero solo fui capaz de rememorar el centenar de veces que le vi llorar sin sentir esa absurda necesidad de consolarlo que ahora me invadía por completo. No, yo nunca quise calmarlo ni brindarle mi apoyo antes; muy al contrario, solo me dedicaba a burlarme de él por ser tan delicado y continuaba con lo que estuviera haciendo sin siquiera darle un descanso para que pudiera lidiar con sus problemas en privado. Lo admito, yo siempre fui muy desconsiderado con Kim Dan, pero nunca tanto como para no darme cuenta de que esta vez su llanto era muy distinto al de otras veces. En efecto, había algo en sus sollozos que me hacía sentir como si estuviera luchando por respirar, por continuar. Una parte de él seguía sumergida en el mar y estaba muriendo. Me esforcé en mirar sus ojos, los cuales apenas si eran capaces de abrirse por las lágrimas. Aun así, esos pequeños destellos cafés claros, enmarcados por cientos de líneas rojas, me permitieron comprender que Kim Dan estaba sumergido en un dolor demasiado profundo. De un momento a otro, sentí que el pánico volvió a apoderarse de mí, cuando en un segundo de lucidez, Dan concentró su mirada en mí y en cómo yo permanecía inmóvil frente a él. Sus ojos enrojecidos se veían muy similares a los que me atormentaban en mis pesadillas, aunque en la vida real eran muchísimo más aterradores... Lucían amenazantes, como si quisieran advertirme que un paso en falso y el mar nos atraparía a ambos. Pero eso ya no importaba, quería hacer algo por él, incluso si eso significaba hacerme daño. Por lo tanto, tomé mi fuerza de voluntad y la concentré en poder moverme sin entrar en pánico. Un paso y lo tendría entre mis brazos, un paso y podría limpiar sus lágrimas con mis labios... ¿Estás seguro de que tienes algún derecho a consolarlo? Esa voz que sonaba similar a la de Yoongu quería asegurarse de mandar a la mierda mi intención de ayudarlo. Lo sé, soy la persona menos indicada para preocuparme por Kim Dan, no cuando yo contribuí a que se viera así... Pero él estaba frente a mí, a un paso... Haría un montón de cosas innecesarias para que se recuperara, para que volviera... a mí. Perdí el control sobre mis pensamientos, pensaba en él, en mí, en lo nuestro, en mis miedos, en mi culpa... Sentí náuseas al enfrentarme a tanta confusión, apreté mis puños con frustración, haciéndome daño en las palmas por la fuerza aplicada. Eso me permitió enfocarme en Kim Dan una vez más, solo debía recomponerme y dar ese maldito paso. Entonces, antes de hacerlo, otra pregunta volvió a paralizarme: ¿De verdad quieres aliviar su sufrimiento? ¿O solo estás reaccionando al sentimiento de culpa que te invadió? Sus ojos volvieron a enfocarse en mí, esta vez con una súplica silenciosa... También estaba esperando que diera ese paso... Esperaba por mí. Y entonces, cuando por fin pude hacerlo, en lugar de dirigirme hacia él, fui directamente a la puerta para poder bloquearla. Fue algo instintivo, juro que no lo hice a propósito, pero en el rostro de Dan ya se podía ver reflejada la decepción. Le importa más que no se forme un escándalo que mi condición. Su llanto retumbó aún con más fuerza, como si no le importara romperse por completo. Más bien, su nula intención de calmarse me hacía creer que quizás ese era su anhelo. Si alguien nos viera, pensaría que en verdad le había hecho algo terrible, hasta yo comenzaba a pensar que era cierto... Consciente de que ya no lo podía forzar a hacer lo que yo quería, le di más tiempo para que pudiera tranquilizarse por sí mismo. Sin embargo, al no ver cambio alguno en él, decidí que había llegado la hora de intervenir. Mis intenciones de consolarlo estuvieron a punto de desvanecerse otra vez cuando caí en cuenta de que no sabía qué hacer ni qué decir. Nunca había consolado a alguien. Tampoco lo había necesitado. Así que no tenía ninguna experiencia previa en la cual basarme. ¿Por dónde debería comenzar? Kim Dan se balanceó de nuevo, alcanzando a sujetarse de la camilla justo a tiempo... Ah, eso era lo primero, debía asegurarme de que no colapsara por encontrarse en ese estado. Ya había pasado por muchas cosas como para que volviera a estar inconsciente por haber llorado tanto. Por lo mismo, me acerqué a Kim Dan sin decirle nada y lo tomé de ambos brazos. Ante su sorpresa, aproveché el impulso y ejercí un poco de fuerza sobre él para llevarlo a la camilla. Mi intención era acostarlo para que pudiera estar más cómodo, también para evitar una posible caída en caso de que se desmayara por el agotamiento. No obstante, Kim Dan se resistió. A pesar de encontrarse débil y famélico, intentó oponerse a mí con todas sus fuerzas. Entre tanto forcejeo, la intravenosa que tenía puesta se salió, provocando que una delgada línea de sangre cayera por su brazo. Eso le hizo recobrar un poco el sentido. —¡Mira lo que hiciste! —le mostré su brazo—. ¡Estás sangrando! —¿Por qué reaccionas así? No es como si me fuera a morir por eso. —¿Acaso no te importa lo que te pase? —Como si a usted sí le importara. —No entiendo por qué te comportas así. Sus ojos, todavía enrojecidos, me miraron con resentimiento. —¡Usted es el culpable! Suspiré frustrado. —¿Y ahora qué te hice? —¿De verdad no lo sabe? —No he hecho nada de lo que tenga que arrepentirme, así que no lo sé. —¡Me acusó de traidor! ¡Me gritó frente a todos! ¡Incluso intentó golpearme! —¿Y qué querías que hiciera? —pregunté molesto—. En ese momento estaba convencido de que eras el espía que teníamos en el gimnasio. —¿Se puede saber qué hice yo para que desconfiara de mí? —Antes de la pelea me enviaron fotografías tuyas con el representante de ese bastardo. —Eso no prueba nada. —También llevabas días comportándote extraño. Siempre salías y apenas me hablabas. Era lógico que pensara que me estabas traicionando. —¿Y cómo quería que me comportara después de lo que sucedió en su cumpleaños? Casi lo había olvidado; ese día fui realmente cruel con Dan. Él se había esforzado mucho para conseguir un ingreso extra para poder darme ese regalo, y aun así no fui capaz de aceptarlo. —Debes estar bromeando, ¿por algo tan estúpido me estabas evitando? —¿Y qué esperaba que hiciera? ¿Qué me arrojara feliz a sus brazos como si no me hubiera tratado como una mierda? —¿Desde cuándo eres tan sarcástico? —¿Acaso piensa que tengo alma de mártir? —continuó—. No soy tan idiota como para querer estar cerca de usted después de ese trato. Me reí. —¿Y qué esperabas de mí? ¡Yo no te lo pedí! —Solo debía agradecer y luego tirarlo si no lo quería, no era tan difícil. —No es mi obligación aceptar todo lo que me den, Kim Dan. —¿Y acaso actuar como un ser humano decente no está dentro de sus capacidades? —¿De verdad estás haciendo todo este escándalo por una tontería como esa? ¿Acaso querías...? No me atreví a terminar la pregunta. Por supuesto que no era por ese estúpido llavero que se encontraba en ese estado, tampoco por la discusión que tuvimos la última vez que nos vimos. Él no era tan insensato como para tener un arrebato de ese calibre por una estupidez como esa. Había algo más, lo sabía. Sin embargo, seguía sin entender por qué se encontraba tan a la defensiva. —No. Increíblemente, no es lo peor que me haya hecho. —¿Y qué se supone que...? —su brazo seguía sangrando—. Será mejor que llame a una enfermera para que te vea. —No lo haga, esto no es nada. —Tienen que detener el sangrado. No seas tan testarudo. —¿Y qué le importa? —escupió—. Me ha lastimado un montón de veces antes... y usted solo me ignoraba cuando necesitaba su ayuda. —Dan... —Haga lo mismo ahora. Sus palabras me golpeaban más fuerte de lo que esperaba. No estaba preparado para enfrentarme a este nuevo Kim Dan, quien parecía querer deshacerse de mí, quien ya no se veía como ese chico tímido y miedoso que no era capaz de sostenerme la mirada. De alguna manera, comprendí que no solo estaba delgado por perder peso, también lo estaba porque de algún modo estaba vacío. ¡Maldición! Él tenía razón, nunca me importó hasta hoy. Tuve que verlo en ese estado para que no fuera capaz de ignorarlo. Estuvimos viviendo juntos seis meses, y en ese tiempo nunca le pregunté por qué ha tenido que vivir de esa manera, por qué solía llorar cuando dormía, por qué se aferraba a mí cuando sentía que me iría... Tampoco me atreví a preguntarle qué pensaba de mí, de nuestro trato, de que lo estuviera usando. Un fugaz recuerdo invadió mi mente: las múltiples veces que llevé a Kim Dan hasta el límite con el único fin de satisfacerme. Siempre supe que no contaba con la resistencia para seguirme ni para soportarme, y aun así, eso nunca fue suficiente para detenerme. Tampoco para que pensara en su bienestar ni siquiera en su propio placer. Yo solo me complacía con ese cuerpo lascivo que tenía, poco me importaba cómo se sintiera él después. Ah, me había comportado como un imbécil con él... y no habría significado nada si lo hubiera dejado ir a tiempo, pero por alguna razón no fui capaz de alejarlo de mí, por eso me dolió pensar que alguien tan devoto a mí me había traicionado. Y no fue así, y sin darme cuenta Kim Dan sufrió más y más por mí. ¿Cómo podía pedirle ahora que confiara en mí? —¡Maldita sea! —me quejé—. ¿Qué quieres que haga? —¡Váyase! —¡Tenemos un maldito trato! —caí bajo. —¿Y eso qué? ¿Acaso quiere que tengamos sexo aquí y ahora? Tengo que admitirlo, incluso en malas condiciones, Kim Dan era demasiado tentador para mí. —No, no soy tan desconsiderado. Estás enfermo, no podemos hacerlo. —Eso no se lo cree ni usted. —Sigues cruzando el límite, Kim Dan —le advertí—. Pero ya se me está acabando la paciencia. —¿Y qué piensa hacer al respecto? —Para empezar, tengo que hacer que recuerdes con quién estás hablando, pedazo de... —¿Y cómo lo va a hacer? ¿Me va a insultar? ¿Me va a golpear? ¿O me forzará a tener relaciones con usted? —¿Eso es lo que piensas de mí? —solté sin pensarlo—. Me haces ver como si fuera una mala persona. —¿Acaso no lo es? —No lo soy. Eres tú quien se empeña en no reconocer su lugar y me obligas a recordártelo cada tanto. —¿Sabe qué más? Haga lo que quiera, ya no le tengo miedo. —¿Y a qué se debe esa valentía tan repentina? —A que usted ya me ha hecho todo lo malo que se le puede hacer a un ser humano, no creo que pueda obtener algo más de mí. —¿Qué estás intentando decir? —Nuestro trato terminó. No voy a dejar que se aproveche de mí otra vez. —¿Aprovecharme? —repetí—. ¡Tú estabas de acuerdo, maldita sea! ¡Yo no te obligué a nada! —¿De verdad cree que podía negarme? Técnicamente, usted me compró. —Exacto. Y como todavía eres mío, harás lo que yo te diga. —Ya no más, Señor Jaekyung. Si no quiere que todos sepan sobre su maldición, me dejará en paz. Fue casi instantáneo; el impulso de querer golpearlo me llevó a empuñar mi mano y apuntar a su rostro. Me detuve a pocos centímetros, él no estaba en condiciones para poder soportar el impacto. Aun así, ¿quién se creía él para amenazarme? Nadie iba a creerle jamás, me sería muy fácil poner las cosas en su contra, así que solo se trataba de una amenaza vacía. Ni siquiera valía la pena que me molestara por ello, pero, de todas formas, su inútil intento de deshacerse de mí me fastidió más de lo que me gustaría admitir. Entonces, antes de poder articular alguna respuesta, reparé en un pequeño detalle que demostraba que la situación era más compleja de lo que yo imaginaba. Kim Dan ni siquiera intentó protegerse. Él llevaba meses viendo peleas de MMA como para no haber aprendido una noción básica de técnicas de defensa. Y no hizo ni el más mínimo gesto para cubrirse. —¿Por qué no te protegiste? —grité indignado—. ¿Eres estúpido o qué? —No sería la primera vez que me golpean. —Por lo mismo, deberías adoptar una pose de defensa cada vez que suceda. Ya sabes cómo hacerlo, debes poner tus brazos... —¿Con qué objetivo? —me interrumpió—. Usted acaba de decir que puede hacer lo que quiera conmigo. Su nueva actitud desafiante me molestaba, pero su rostro sin expresiones me irritaba más. Al menos, al principio su mirada reflejaba los sentimientos contradictorios que le causaba. En cambio, ahora, sus ojos me miraban sin emoción, vacíos y sin vida. —Dan, ¿qué mierda está ocurriendo contigo? —Yo... solo estoy tan cansado... de todo. —¿Por eso has estado gastando tu dinero en alcohol en lugar de comida? —Ah, eso —se mordió los labios—. No puedo evitarlo. —¿Cómo que no? —Hace tiempo tuve problemas... Siempre los tengo, pero ese en particular fue horrible. Me arruinó la vida por completo. —¿Me contarás al respecto? —No —bufé por lo bajo—. Solo le diré que para superarlo comencé a beber. Supongo que volví a caer en eso. —¿Cuánto tiempo estuviste bebiendo? —No lo sé, casi dos años. Me esforcé mucho para dejarlo cuando mi abuela se enfermó. —Con los chicos del Team Black... —Solo bebí en esa ocasión, me dio miedo recordar cómo era en ese entonces. Además, esa vez con usted... yo me desconocí por completo. Cierto, ese día Kim Dan se mostró bastante receptivo durante el sexo. Seguía siendo algo tímido, pero eso era parte de su encanto. —¿Cuándo volviste a beber? —Cuando obtuve un trabajo aquí. Casi todo el dinero se va en el tratamiento de mi abuela, lo que queda en el alojamiento y el resto... —En alcohol y analgésicos —continué por él—. ¿Qué quieres conseguir con eso? —Nada. Solo quería que estos pensamientos se detuvieran, que estos sentimientos... —¿Sentimientos? —me ignoró—. Bien. Será mejor que lo dejemos hasta aquí por ahora. Te voy a llevar a Seúl conmigo. —¿Por qué sigue insistiendo? Ya le dije que no quiero volver con usted. —¿Y a mí qué me importa lo que tú quieras? No estás en condiciones de llevarme la contraria. Vendrás conmigo y tendrás un tratamiento. —Usted solo me quiere llevar para tener sexo. —¿Tanto te gusta que sólo puedes pensar en eso? —sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas—. Iré a hacer el papeleo para sacarte de aquí. —Después de todo lo que me hizo... ¿cómo pretende que crea que esta vez va a cuidar de mí? Ni siquiera fue capaz de mirarme mientras decía algo así. Lo comprendo, yo no estaba ni cerca de ser alguien que se preocupara legítimamente por los demás, pero tampoco había sido un desgraciado. Todo el tiempo le estuve brindando apoyo económico en todo lo que fuera necesario, pidiéndole solo una cosa a cambio. ¿Acaso nuestro trato no había sido un intercambio justo entre los dos? De hecho, era más beneficioso para él que para mí, y aun así... Ni siquiera valía la pena intentar defenderme, por lo que salí de la habitación sin responderle, dando un portazo que llamó la atención de todos los presentes... A pesar de estar molesto, me tragué mi orgullo y le pedí a una enfermera que fuera a curarle el brazo. Enseguida, busqué al doctor que lo atendió para que le diera el alta y así poder trasladarlo. Él no se libraría tan fácil de mí. Grande fue mi sorpresa cuando no me autorizó a llevármelo. Según él, era necesario hacerle una evaluación psicológica más detallada antes de hacer cualquier cambio, y eso tardaría al menos tres días. De esa manera, los psicólogos del hospital podrían determinar si Kim Dan no se expondría abiertamente al peligro una vez que estuviera sin supervisión externa. Debían asegurarse de que no corriera ningún peligro estando afuera. En verdad comprendía que en casos como el de Dan se pusieran bastantes trabas para darle el alta; sin embargo, seguía convencido de que él no habría sido capaz de hacer lo que el doctor creía que hizo. Por lo mismo, insistí mucho en que quería ayudarlo, en que le pagaría un tratamiento apropiado en Seúl, pero el doctor siguió sin cambiar de opinión. Dan se quedaría tres días más, y durante ese tiempo, yo tendría prohibido visitar el hospital. Si hubiera actuado como siempre, es decir, sin hacerle caso a nadie, me lo habría llevado a la fuerza sin importarme las consecuencias. Sin embargo, había algo que me impidió hacerlo. Después de todo, no habría estado al borde de un ataque de pánico ante la idea de que él se atreviera... si parte de mí no creyera que existía esa posibilidad. En fin, los días pasaron muy lentos para mi gusto. No tenía nada que hacer en ese pequeño pueblo, por lo que me aburrí muy rápido, tanto que pensé en ir a Seúl y volver cuando le dieran el alta. Pero como no fui capaz de irme, me dediqué a entrenar y a nadar, más cuando mis pensamientos se volvían algo molestos. Al menos, indicios de un nuevo ataque de pánico no se presentaron; habían pasado tantos años desde el último, que estuve a punto de olvidar lo horrible que se sentían. El hospital se encargó de informarme sobre el estado de Kim Dan unas cinco veces al día, tan solo para confirmarme que estaba bien y que se estaba recuperando. Como su tutor legal, exigí que se me enviara un reporte completo de su situación, incluso si él se negaba a compartir esa información conmigo. Tenía varias maneras de persuadirlos, pero opté por mostrarme realmente interesado en su bienestar; solo así me permitirían llevármelo sin tener que causar un escándalo. Llegado el día, ya tenía todas las cosas de Kim Dan en mi auto. Mi informante me había dado su dirección, por lo que fui a buscar las pocas cosas que tenía, para así poder irnos a Seúl de inmediato. También le hice una pequeña visita a su abuela, para contarle una versión bastante modificada de las razones por las que Dan terminó en un hospital. Su abuela era una de las pocas personas cuya presencia no me molestaba, por lo que hice todo lo posible para evitar que su condición empeorara por causarle una impresión muy fuerte al decirle la verdad. Solo mencioné vagamente que estaba enfermo por su mala alimentación y que debía llevarlo a Seúl para que pudiera recuperarse más rápido. Sabiendo que sería bueno para Dan que su abuela estuviera cerca, le propuse regresar con nosotros, ya que podía instalarla en un hospital más lindo y más profesional que ese hospicio. Sin embargo, ella se negó de inmediato, porque prefería que concentrara toda mi atención en cuidar a su nieto. Ella ya no quería seguir siendo una carga para su cachorro, quien había hecho todo lo posible para brindarle un tratamiento, renunciando a su propia vida en el proceso. —Señor Jaekyung, no lo esperábamos tan temprano. —Tengo un horario que mantener —señalé molesto—. Y bien, ¿me puedo llevar a Kim Dan? —Sí, pero primero quisiera hablar un poco con usted. Se trata sobre la condición del señor Kim. —Él ya me contó sobre su alcoholismo —se sorprendió—. ¿Hay algo más? —Sí, lamentablemente. No hemos tenido mucho tiempo, pero los estudios reflejan graves daños psicológicos. —¿Tiene algún tipo de enfermedad o trastorno? —Bueno, esto debería ser confidencial, pero en su expediente laboral está marcado como un acosador sexual. Por su personalidad, creí que podía ser un error, pero entonces... —Puede hablar más rápido, no tengo todo el día. —Busqué el nombre del otro médico involucrado. Era un doctor mayor y con buena posición dentro del hospital. Y él siempre suele estar involucrado en problemas de esa índole. Por lo tanto, creo que el que sufrió acoso sexual fue Kim Dan. Nuestros primeros encuentros sexuales vinieron a mi mente. Kim Dan no se mostraba muy dispuesto, pero tampoco lucía como si tuviera un problema al respecto. Sí, lloraba mucho, pero era porque yo estaba siendo demasiado rudo con él. A menos que... —Kim Dan tiene una vida sexual activa, ¿cómo podría tener problemas con el sexo? —Eso no significa nada en realidad. —¿Cómo que no? —Podría estar haciéndolo para poder lidiar con su trauma. También porque ama a su pareja o porque siente que ya no tiene más opción. —¿A qué se refiere con lo último? —Cuando una persona sufre acoso o abuso sexual, puede llegar a pensar que se merecía que algo así le sucediera. —Y entonces... —Terminan creyendo que eso es lo único que pueden llegar a ofrecerle a los demás. Sobre todo, si es algo reiterativo, como es el caso del señor Kim. —Espere, ¿hubo más? —pregunté con rabia—. ¿Quiénes intentaron aprovecharse de Kim Dan? ¿También fueron doctores? ¿Sabe sus nombres? —No tengo ni la menor idea de quiénes son. Solo suponemos que existieron más ocasiones en las que quisieron abusar de él. —¿Cómo pueden estar tan seguros? —Porque el señor Kim siente mucha repulsión hacia todo lo relacionado con el ámbito sexual. Cada vez que intentamos hablar del tema, se descompensó. Lo pensé por un momento, eso no podía ser posible. Un cuerpo tan lascivo y encantador no podía tener problemas con el sexo. Era tan placentero tenerlo bajo mi cuerpo, que me irritaba tan solo imaginar que otras personas pudieran complacerse con Kim Dan. Sí, era algo tímido al respecto, pero me hacía sentir tan bien, que era imposible que yo fuese el primero en poseer su cuerpo. —Pero él ha tenido muchas parejas sexuales —declaré frustrado—. ¿Cómo podría ser eso posible? —Bueno, quizás le mintió. Negué con la cabeza. —Imposible. Kim Dan no es un mentiroso. —Entonces, ¿alguna vez le habló de alguien? ¿mencionó alguna de sus parejas? ¿Sabe si se está viendo con alguien? —Él no me ha dicho nada, solo es una suposición. —Comprendo. No sé si el señor Kim tiene una relación ahora, pero él mismo nos confesó que solo ha tenido una pareja sexual. —¿Cómo? —Por eso le digo que su problema es grave. Él siente tanta repulsión al ámbito sexual, que reprimió sus deseos hasta este punto. —¿Qué quiere decir? —Sabe lo raro que es que un hombre logre mantenerse virgen hasta los 29 años, ¿no? Por primera vez en mi vida, sentí que alguien fue capaz de noquearme de un solo golpe. Mis piernas flaquearon al instante, por lo que no encontré nada mejor que salir de ahí a toda prisa. Había mucha información que procesar y mi mente era un completo caos. Me encerré en uno de los baños para poder calmarme, estaba teniendo un ataque de pánico otra vez. Y mi mente, en lugar de intentar calmarme, decidió que ese era un buen momento para recordar todo lo que le había hecho a Kim Dan desde el día en que nos conocimos. Debo admitir que terminé vomitando del asco que sentía al ver todas mis acciones desde su perspectiva. Él tenía razón, yo le había hecho todo lo malo que se le puede hacer a un ser humano. Nuestra primera noche juntos era lo que más se repetía en mi cabeza. Sus expresiones de timidez y de vergüenza no eran causadas por una fingida inocencia para despertar mi deseo. Él no sabía qué hacer en realidad, tampoco sabía cómo debía reaccionar. Sus lágrimas de dolor mientras yo me forzaba sobre él, su sorpresa ante cada caricia que le daba como si no estuviese acostumbrado. Era tan evidente y aun así no quise verlo. Y lo peor de todo es que no fue la única vez que lo obligué a estar conmigo. Sí, teníamos un trato, un maldito trato basado en una idea errónea que tenía de él. Pero ahora no podía ignorar la verdad: casi todas las veces que estuve con Kim Dan estuve abusando de él. ¿Cómo pude llegar a pensar que un chico tan inocente como él me rechazaba solo para prenderme? ¿Qué estaba jugando conmigo? Metí la cabeza bajo la llave para poder calmarme. El agua fría ayudó a autoregularme, era una técnica que me habían recomendado hace años. Si Dan se diera cuenta de que había tenido un ataque de pánico, no tendría cómo justificarlo. La otra vez no pudo notarlo porque estaba teniendo su propia crisis, pero ahora podría ver que algo sucedió. Y si ya me daba miedo verlo de nuevo, no quiero ni imaginar cómo me sentiría mientras le explicaba que su accidente en el mar me reveló mi propio lugar en el infierno. Sintiendo todavía un asco indescriptible, me arreglé el cabello y la ropa; al menos debía lucir algo presentable. Al fin y al cabo, por su propio bien, tendría que fingir que desconocía todas las cosas que me dijo su doctor. Retuve mi impulso de querer romper algo. Después de todo lo que le hice, me veía en la obligación de seguir siendo el mismo imbécil que se lo quería llevar a la fuerza a Seúl hace tres días. No podía cambiar de repente, lo sabía, no cuando habíamos estado discutiendo desde que nos volvimos a ver. Además, también debía darme un tiempo para procesar todo lo que había hecho. Volví a ver mi reflejo, sentí mucha repulsión... ¿Kim Dan sentirá lo mismo cada vez que me mira? ¿Por eso renunció en cuanto tuvo la oportunidad de escapar de mi vista? Ojalá no tuviera la respuesta en la punta de mi lengua. El mal sabor de boca demostraba lo asqueado que podíamos llegar a sentirnos ante las acciones de otra persona. Pero ya nada de eso importaba. Ahora debía enfocarme en Dan, en hacer todo lo posible para que él se recuperara física, emocional y psicológicamente. Después de todo, si yo lo había empujado al infierno, debía ser yo quien lo trajera de regreso. Y en el proceso, quizás obtenga lo que me merezco.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)