ID de la obra: 1260

Jaekyung y Dan: ¡Hazme algo! (Jinx)

Slash
PG-13
En progreso
0
Tamaño:
planificada Midi, escritos 164 páginas, 57.286 palabras, 17 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

IV

Ajustes de texto
CAPÍTULO 4: ATRACCIÓN Y REPULSIÓN «Como las olas del mar, yo quisiera poder llegar a la playa para al fin descansar, pero en realidad, sé que estoy condenado a quedarme en la más oscura profundidad». Exhala, inhala, exhala, inhala... No puedo creer que esté al borde de una nueva crisis de pánico tan solo por tener que volver a verlo... ¿Cómo pudo Kim Dan ser capaz de estar conmigo todo este tiempo sin alterarse? ¿Cómo pudo soportar que lo tocara, que le hablara, incluso que lo mirara? ¿Por qué no explotó antes, por qué no me traicionó, por qué...? Comencé a presionar mis uñas contra las palmas de mis manos, aplicando la fuerza suficiente para lastimarme sin llegar a sangrar. Mis manos envueltas en sangre serían una imagen que me ayudaría a aliviar mi mente, pero aquí no había nada que pudiera golpear sin llamar la atención. Ya era difícil asegurarse de que los médicos no filtraran la información de que me encontraba allí, como para tener que lidiar además con los fanáticos y los medios que me perseguían a toda hora. Observé mis manos un momento. No solo me he estado lastimando las palmas: pequeños cortes en las manos, en las muñecas y en los brazos dejaban en claro que la ansiedad me ha estado controlando, y que no he hecho nada más que lastimarme con mis uñas para poder calmarme. ¿Por qué tenía que sentirme así? ¿Por qué no podía simplemente recibir lo que merecía y desaparecer de su vida? ¿Por qué debía cuidarlo si...? Suspiré, sintiendo la frustración que me apresaba y me obligaba a permanecer allí. Me clavé las uñas con más fuerza, dejando una marca rojiza en mi muñeca esta vez. Lo bueno de ser reconocido como boxeador es que, para nadie, es una sorpresa que tenga heridas en las piernas o en los brazos. Solo Namwook y Yosep, quienes me conocían desde que tenía quince años, serían capaces de distinguir el origen de esas heridas, ya que ellos conocían todo mi pasado y mis malas prácticas para autorregularme. Volví a lastimarme una vez más. Ya era hora de que lo enfrentara; no podía seguir retrasando un encuentro que sí o sí se iba a dar. De hecho, estaba por entrar a la habitación de Dan cuando su doctor me detuvo para poder hablar conmigo. Necesitaba que firmara algunos papeles que contenían ciertas cláusulas de confidencialidad. Yo ya había hecho lo mismo con el hospital, por lo que me sorprendió bastante que me estuviesen pidiendo algo parecido. Es más, esta era la primera vez que me pedían que mantuviera en secreto alguna clase de información. En este caso, entendía que se debía a la situación delicada de Kim Dan, ya que, de cierto modo, el doctor había violado unas cuantas leyes al decirme, además de su diagnóstico, las circunstancias que lo llevaron a encontrarse en ese estado. Aun así, no estaba seguro de firmarlo. —Sé que es mucho pedir que firme, pero lo necesitamos en caso de que el paciente intente... —Oh, entiendo —querían quitarse la responsabilidad. —Agradecemos su comprensión. —A todo esto, ¿es legal que me hayan contado sobre su situación con tantos detalles? —Sí. Puede parecer que no, pero cuando un paciente puede atentar contra su vida, nuestra obligación es informar a su familia. —Ya veo. Por cierto, ¿cómo pueden sus pacientes volver a confiar en ustedes si hacen eso? —Es algo que debemos trabajar con ellos. Es difícil recuperar su confianza cuando debemos romperla para protegerlos. —Sinceramente, no creo que delatarlos sea la mejor opción... Ellos necesitan saber que pueden confiar en alguien. —Comprenda, tenemos que priorizar su seguridad, incluso si debemos ignorar su derecho a la privacidad. —Eso lo entiendo. Pero usted dijo que debían informarle a su familia, y yo no lo soy. Ni siquiera soy su tutor legal... —Lo sé. —A eso me refiero. Técnicamente le contó a un desconocido información personal sobre su salud mental. ¿Cómo quiere que...? —El señor Kim también nos habló sobre usted en sus sesiones, así que no es un completo desconocido para él. ¿Dan les habló de mí? Mis nervios comenzaron a traicionarme otra vez. ¿Cómo podía el doctor estar conversando conmigo tan tranquilo si...? ¿Sabía todo lo que le había hecho, y aun así...? —¿Y qué tiene que ver eso con lo que le estaba preguntando? —me puse a la defensiva. —Usted me está cuestionando por qué le di toda esa información sensible del paciente, por lo tanto, quisiera poder responder como corresponde. —¿Y bien? —En tres días, usted ha sido la única persona que nos ha preguntado por él. Por lo mismo, pensamos que es la única red de apoyo con la que cuenta por el momento. —Bueno, él también tiene a su abuela, pero está enferma... Y los chicos del gimnasio le tienen aprecio. Incluso el maldito de... —Pero solo usted está aquí —insistió el doctor—. Comprenda que para nosotros también es difícil tomar este tipo de decisiones. No siempre acertamos. —¿Qué quiere decir con eso? —Un paciente con el historial del señor Kim puede llegar a ser una carga que no todos están dispuestos a llevar. Y usted, con el tiempo, podría... —¿Piensa que sería capaz de abandonarlo? —asintió—. Entonces, ¿para qué me contó todo si me cree capaz de dejarlo sin cuidado? —Señor Joo, comprenda: usted tiene una carrera, es famoso y reconocido. Tener que cuidar a alguien implica tiempo y dedicación. Es entendible si... —¡Yo voy a cuidarlo! —declaré, molesto—. Usted no me conoce como para poder suponer cosas de mí, tampoco de Kim Dan. —Bien. Me alegra saber que está decidido. Anotó un par de cosas en su libreta, como si estuviera tomando notas de mis reacciones. —Un momento, ¿me estaba poniendo a prueba? ¿O era un maldito juego mental? Le advierto que no tengo paciencia. —Kim Dan nos advirtió que usted era volátil e impulsivo. Tiene miedo de ser una carga, y también tiene algunas dudas sobre sus razones para estar aquí. —¿Y por eso está tanteando el terreno? ¿Para ver si soy capaz de cuidarlo? —Así es. Ahora es cuando más necesita ser paciente, calmado y amable con él... No sé mucho sobre su relación, pero el señor Kim nos repitió varias veces que no tiene muchos deseos de volver a verlo otra vez. Ah, ¿por qué todo tenía que ser tan difícil? Me senté un momento al sentirme débil y cansado. ¿Cómo podré cuidarlo si no me quiere ver? ¿Cómo podré protegerlo si fui yo quien más le hizo daño? —¿Se encuentra bien? —asentí—. ¡Está pálido! Lo ignoré. —¿Qué más dijo Kim Dan sobre mí? —No mucho, en realidad. Solo sabemos que usted es su antiguo empleador y que tuvieron una especie de conflicto que los llevó a romper su relación laboral. —¿Algo más? —También nos comentó que nunca fue sencillo trabajar con usted, pero que admiraba mucho todo su esfuerzo y dedicación para ser el campeón. Dijo que se sentía alguien importante por poder ayudarlo en su carrera. Recordé la tarjeta de felicitaciones. —¿Eso es todo? —No, hay algo más —mi corazón se paralizó—. Señaló que, si no tenía más opción, se iría con usted si eso significaba salir del hospital. —¿Y van a dejar que me lo lleve después de escuchar lo que dijo sobre mí? —No dijo nada malo sobre usted, señor Joo. Al menos, nada grave que nos haga replantearnos nuestra decisión. —¡Está claro que no quiere estar conmigo! —Escúcheme, nosotros no sabemos qué ocurrió realmente entre ustedes. Pero Kim Dan tiene una imagen algo confusa sobre usted; no es buena ni mala, solo hay algo en su cabeza o en su corazón que ni siquiera sabe cómo expresarlo. —¿Y lo envían conmigo para que pueda descifrarlo? ¿No están corriendo demasiado riesgo? Yo podría haber sido el causante de toda esta situación, ¿y aun así...? —Sí, es una posibilidad. Sabemos que es posible que usted esté involucrado... Pero ¿cómo podemos comprobarlo en tres días? ¿Cómo aclarar las ideas del señor Kim en tan poco tiempo? —Acaba de decir que no quiere volver a verme, que solo lo haría por obligación. Eso es bastante claro para mí. —En efecto. Pero también nos ha preguntado por usted. Le preocupa su lesión, dónde se ha estado quedando, si está siguiendo su rutina... Como usted bien sabe, solo tiene a su abuela, y de algún modo, a usted. No podemos alejarlo de alguien que puede ser su apoyo. —Pero yo... —Si piensa que podría hacerle más daño estar con usted que quedarse solo, tiene que decírnoslo. Así podríamos diseñar otro plan para... La posibilidad de perderlo otra vez me aterrorizó. Si lo perdía de vista de nuevo, si no era capaz de llegar a tiempo, si alguien más intentaba... —¡No, yo voy a cuidarlo! Pero si veo que no hay progreso estando conmigo, yo... voy a renunciar a él. —Comprendo —su expresión era extraña—. Entonces, señor Joo, está decidido. Se irá con usted hoy. —¿Qué pasaría si Kim Dan cambia de opinión? ¿Si decide que ya no quiere irse conmigo? —Idealmente, queremos que lo convenza de irse con usted. Sin embargo, si no es así, le daremos una tutoría provisoria para que pueda trasladarse sin dificultad. En lugar de sentirme aliviado por poder recuperar a Kim Dan, me sentía molesto e indignado. De algún modo, le había hecho saber al doctor que yo era parte del problema, y aun así él seguía pensando que era preferible que estuviera conmigo a que estuviera sin ninguna compañía. Si bien yo prefería ser quien se dedicase a cuidarlo, ya que sabía que esa era mi responsabilidad después de todo el mal que le hice, eso no quitaba el hecho de que tenía un miedo terrible a seguir arruinando las cosas para él. No entiendo cómo los médicos pueden ser tan irresponsables con alguien tan frágil y delicado como Dan. —Doctor, sigo sin entenderlo —señalé, ofuscado—. ¿Por qué quieren obligarlo a irse conmigo? —Además de que usted es la única persona disponible para encargarse de su cuidado, creemos que cambiar de entorno será beneficioso para él. —¿Piensa que alejarse de la playa en la que...? ¿Le servirá? —Así es. Además, usted señaló que le brindaría un tratamiento en Seúl, y, seamos sinceros, será mejor que cualquiera que podamos ofrecerle aquí. —Oh, entonces no es que crean que yo soy su única red de apoyo, y toda esa basura de que no sabe lo que siente por mí... Me están dando el cuidado de Kim Dan porque puedo ser su sostén económico, ¿o me equivoco? —Por supuesto que no. Realmente tuvimos una discusión entre todos los médicos tratantes y decidimos que podíamos confiarle su cuidado... —¿Y bajo qué criterio concluyeron esa estupidez? —lo interrumpí, indignado. —Bueno, además de la imagen confusa que tiene sobre usted, cuando habla sobre su trabajo, su estado anímico mejora bastante. Y considerando el acoso que sufrió, creemos que debió dolerle mucho tener que alejarse de su profesión... Recordé su currículum con cientos de trabajos de medio tiempo. Casi no tenía experiencias siendo fisioterapeuta de manera oficial, como en un hospital u otro centro de salud. Las pocas experiencias que tenía eran dando consultas de manera privada. Supongo que lo hacía para evitar que el acoso que sufrió fuera descubierto, sobre todo considerando que lo ponían a él como victimario cuando, en realidad, era la víctima. Ya no me importaba el juego mental que me estaba haciendo el doctor; creería todas sus mentiras de que a Dan parecía importarle todavía, porque no tenía más opción que hacerme cargo de las consecuencias de mis propias decisiones. —Entonces me lo están entregando porque quieren que vuelva a trabajar para mí, ¿verdad? —Si es posible, sí. En un cuadro como el suyo, es recomendable que siga haciendo lo que le apasiona. —¿Y no podría buscarle trabajo con alguien más? —Sería preferible que siga trabajando con usted, señor. Adecuarse a un nuevo entorno, en sus condiciones, es muy complicado. Sé que es mucha responsabilidad, pero, junto a un tratamiento adecuado... —¡Comprendo! —firmé todos los papeles para dejar de escucharlo—. Voy a cuidar de Dan. Mentiría si dijera que toda la situación no estaba siendo demasiado para mí. Ni siquiera he tenido tiempo suficiente para hacerme una idea de la mierda de persona que soy. Reconocer que era un abusador era algo muy difícil, ya que todavía estaba tratando de modificar mis recuerdos para verlos desde la perspectiva de Kim Dan. El asco seguía ahí, presente cada vez que un recuerdo venía a mi mente. Además, no era tan sencillo decir que iba a cuidar a alguien cuando es a quien más lastimé, y menos cuando él no tenía intenciones de volver a verme. Sin contar que el doctor tenía razón: cuidarlo implicaría más tiempo del que realmente disponía, tendría que contratar a una enfermera o pedir una extensión de mi retiro debido a la sanción... Me daba dolor de cabeza solo pensar en el siguiente paso, pero sabía que me merecía sufrir de alguna manera. —¿Se lo llevará a Seúl hoy mismo? —Sí, me gustaría tenerlo en casa y que lo vea mi médico personal. Él se encargará de lo demás. —El paciente señaló que su abuela se encuentra en un centro médico en este pueblo. ¿Pudo contactarse con ella? —Lo hice, aunque no pude contarle lo que pasó. Ella también está muy delicada de salud. —¿Le comentó que se llevará al señor Kim a Seúl? —Le dije que estaba enfermo y que me encargaría de cuidarlo. Ella estaba de acuerdo. —Oh, eso comprueba que teníamos razón —rodé los ojos—. De todas maneras, sería recomendable que la visiten antes de marcharse. —Entiendo. El doctor se marchó para hacer el papeleo correspondiente para darle el alta. Debía darme un informe detallado de varios especialistas, para que Lee tuviera una visión clara de cómo debería proceder cuando llegáramos a casa. Caminé hacia la habitación de Kim Dan, sintiéndome muy pesado e incómodo. Algo dentro de mí me decía que debía dar media vuelta e irme de allí. Yo no podía cuidarlo, no cuando lo había llevado hasta ese estado. Sin embargo, sabía que debía hacerme responsable de mis propios pecados. Al entrar, la habitación estaba más iluminada. También había flores de jardín en un jarrón, que le daban un poco más de vida. Kim Dan ya no estaba conectado al suero intravenoso, por lo que descansaba sin ninguna molestia. Su rostro dormido tenía más color y su cabello castaño caía descuidadamente sobre su frente. Todavía se veía muy delgado, pero su aspecto lucía menos enfermo. Se veía tan frágil, simple y, aun así, se me hacía perfecto. ¿Cuándo fue la primera vez que sentí algo como eso? Ah, es cierto, cuando lo conocí pensé que... Ese estúpido pensamiento nos trajo hasta aquí. ¿Cómo pude dejarme llevar por algo así? —¿Qué está haciendo aquí? —Vine a buscarte —se refregó los ojos—. Nos iremos hoy a Seúl. —¿En serio piensa seguir con eso? —No, ya no voy a hacerlo. —Entonces... —Es una orden de tu abuela, Dan. Hablé con ella y quiere que te lleve de vuelta. —¡Espere! ¿Mi abuela? —se desesperó—. ¿Qué le dijo? ¿Cómo está ella? —Ella está bien, no te preocupes. No le dije lo que pasó, solo que estás enfermo y que necesitas un tiempo para recuperarte. —¿Cómo pudo ser tan descuidado? ¿Y si le pasaba algo...? —Tu abuela es más fuerte de lo que crees. Y quiere que tú estés bien. —¿Cómo sé que no me está mintiendo? —Sería injusto de mi parte pedir que confíes en mí... —suspiré, frustrado—. Pero te llevaré con ella antes de partir. —¿Y si me niego? —Recibirás un tratamiento aquí —esa idea pareció gustarle—. Aunque eso no significa que te librarás de mí. —¿Cómo? ¿Se quedará conmigo? ¡Su vida está en Seúl! —Quizás. Sin embargo, le prometí a tu abuela que te cuidaría por ella. —¿Y? No tiene la obligación de cumplir con una petición como esa. Odiaba su nueva actitud confrontativa, pero debía mantenerme calmado. Ya lo había arruinado suficiente como para seguir empeorando su estado poniéndome violento. Debía encontrar una buena excusa. —Yo... yo también quiero usar este tiempo para cuidarme. Mi hombro... Te necesito para recuperarme. —Creí que solo me necesitaba para lidiar con su maldición. —Ya no —su expresión era indescifrable—. Nosotros no volveremos a tener sexo. Entonces, un rastro de decepción y tristeza se reflejaron en sus ojos. —¿Encontró a otro? —¿Qué? —Mientras estaba aquí, ¿buscó a otra persona? Su voz sonaba algo quebrada, como si el hecho de estar con otra persona fuera algo malo, como si lo hubiera traicionado. Cualquiera que lo viera podría llegar a imaginar que Dan sentía algo más, pero eso era imposible. ¿Quién podría amar a su propio demonio personal? —Eso no es asunto tuyo. —Bien. Entonces, ¿me necesita como fisioterapeuta? —Así es. Solo quiero que me des tratamiento. También que regreses al gimnasio. —Cierto, casi lo había olvidado —señaló, molesto—. ¿Yoongu fue quien le dijo cómo encontrarme? —Sí, pero fue un accidente. No lo hizo a propósito. —¿Por qué lo defiende? —Porque tuvo la osadía de enfrentarme e intentar detenerme. A él de verdad le importas, Dan. No estarás solo cuando vuelvas. —¿Lo golpeó? —asentí—. ¿Papita está bien? —Sí, no te preocupes. El entrenador me detuvo a tiempo. No alcancé a hacerle daño. —Ya veo. Un silencio cayó entre nosotros. Ninguno de los dos sabía qué más decir. Por suerte, el doctor vino a darle el alta para que pudiera cambiarse e irse conmigo. Le entregué una muda de ropa y lo esperé en su habitación mientras se alistaba en el baño. Al salir, su delicada figura captó mi atención. Siendo sincero, su cuerpo me atrajo desde un principio. Cuando lo vi entrar al gimnasio por primera vez, solo pude pensar en lo mucho que deseaba acostarme con él. Entonces tuvimos esa sesión de masaje. Vi mi oportunidad y la aproveché. Ah, ese estúpido pensamiento volvió a invadirme otra vez. ¿Cómo sería destrozar a alguien que se ve tan delicado? ¿Rogaría para que me detenga o pediría que continúe? ¿Quién podría haber imaginado que llegaríamos hasta este extremo? ¿Cómo fuiste capaz de hacerlo, Jaekyung? —¿Se encuentra bien? —Sí. Me molestó un poco el hombro. —¿Quiere que lo revise? —No es necesario. Cuando lleguemos a Seúl... Se acercó y tomó mi brazo, aplicando la fuerza necesaria para hacer que me agachara. Su mano rozando mi piel se sentía caliente, me quemaba. Lo aparté de inmediato. —¡Ya te dije que no! —Sabe que todavía puedo cambiar de idea, ¿verdad? —Puedo llevarte a la fuerza, así que no me preocupa. —Si quiere que vuelva a ser su fisioterapeuta, necesito que me deje hacer mi trabajo. —Después. No hay prisa. —¿Acaso le causó repulsión que lo tocara? —preguntó, avergonzado—. ¿Es por qué intenté...? —¡No, claro que no! —Entonces, ¿por qué no me deja tocarlo? —No lo sé —confesé—. Espera, ¿de verdad querías...? —Supongo. No encuentro otra explicación. Pequeñas lágrimas de impotencia comenzaron a descender por su rostro. Mi mano se movió de manera instantánea buscando sus mejillas; quería detener las lágrimas que caían antes de que estallara en llanto como la última vez. Pero al verlo retroceder, evitando cualquier tipo de contacto, comprendí por qué no quería que él me tocara de forma instintiva. Supongo que mi inconsciente ya había asimilado la idea de que yo era un monstruo, uno que tenía preferencia por destruir a Kim Dan, por lo que debía alejarme antes de cometer un error fatal otra vez. Ya había abusado de Dan lo suficiente como para seguir causándole dolor. Si bien él estuvo de acuerdo conmigo en entregarse por dinero, yo lo estuve forzando todo el tiempo para que estuviera conmigo. Después de todo, él era distinto a los tipos con los que había estado antes. Ellos querían estar conmigo; yo solo les pagaba por su silencio. Al final, hice lo que quise desde que lo vi por primera vez: destrozarlo. —Yo... tengo tanto miedo. Si vuelvo a hacerlo... si nadie me detiene... —¡No lo harás de nuevo! —¿Cómo puede estar tan seguro? —Porque te pagaré un tratamiento. También voy a contratar a alguien que cuide de ti en casa. Me acompañarás al gimnasio, irás conmigo a todas partes... Voy a cuidarte. —¿Por qué lo haría? —reprimió un sollozo—. ¿Acaso siente culpa? —¿Tengo derecho a sentirla? ¡Maldición! Esa pregunta estuvo de más. Si seguía teniendo ese tipo de desliz, Dan descubriría pronto que ya sabía toda la verdad. Debía volver a ser el imbécil de siempre. —¿Cómo? —Dime, ¿por qué debería sentirla? Ya te dije que no me arrepiento de nada. —Por... —titubeó—. No sé, por desconfiar de mí, quizás. —Ah, eso. Voy a contratarte de nuevo y a pagar un tratamiento como compensación. ¿Acaso no es suficiente para ti? —Solo quiero comprender por qué está haciendo todo esto... Si no se siente culpable, ¿por qué sigue aquí? —Lo hago por mí, ¿de acuerdo? Necesito a alguien de confianza para poder recuperarme de mi lesión. —Tardó demasiado en darse cuenta de que yo era una persona de confianza. —Tenía mis razones, ya lo sabes. —Y yo también tenía las mías, y ni me dejó explicarle. —Ya no es necesario que hablemos de ese tema. Debemos concentrarnos en que te recuperes. —¿A qué se debe su cambio tan repentino, señor Jaekyung? —insistió—. ¿Cuándo volverá a ser el mismo? —¿De verdad quieres que sea así de nuevo? —No... —bajó la mirada—. Solo quiero entenderlo. —No te preocupes por mí, solo piensa en ti. —Eso hago. Por eso quiero saber: ¿me lleva a Seúl por su hombro? ¿por mi salud mental? ¿o hay algo más? Se volvió a acercar, solo que esta vez su rostro quedó muy cerca del mío. Sus ojos brillaban por las lágrimas que había derramado antes. Si no fuese consciente de todo el daño que le había hecho, ya me habría abalanzado sobre él. Besarlo... solo quería besarlo. Estábamos tan cerca que podía hacerlo. Si me estaba probando, poco me importaba. Entonces, en la boca del estómago sentí un ardor que me provocó un asco terrible de nuevo. Cierto, yo era un ser despreciable que no debería tener esos deseos por alguien como Kim Dan. Ya no más. —No hay nada más. Solo quiero recuperar mi título de campeón, y tú eres bueno en lo que haces. —Entiendo. —Así que no te hagas ideas equivocadas. —Ya. Solo es algo de lástima y un poco de culpa, ¿no? ¿Al menos puedo creer en eso? —Haz lo que quieras. —Bien. ¿Vamos con mi abuela? Ella debe estar preocupada. —Luego nos iremos a Seúl de inmediato. Tus cosas ya están en mi auto. —De acuerdo. Subimos al auto en absoluto silencio. Ambos sabíamos que teníamos tantas cosas que decirnos, pero no fuimos capaces de darnos la oportunidad de hablar. Quizás, en un tiempo más, cuando se encuentre en un mejor estado en general, pueda intentar pedirle perdón. Pero no hoy. Intenté concentrarme en la carretera, mientras los suspiros de Dan, expresando algo de nostalgia, pena, incertidumbre y tristeza, invadían mi cabeza. A pesar de tenerlo tan cerca, sentía que Kim Dan no hacía nada más que alejarse de mí. Y me lo merecía.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)