ID de la obra: 1260

Jaekyung y Dan: ¡Hazme algo! (Jinx)

Slash
PG-13
En progreso
0
Tamaño:
planificada Midi, escritos 164 páginas, 57.286 palabras, 17 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

VI

Ajustes de texto
CAPÍTULO 6: PUNTO DE INFLEXIÓN «Porque incluso en la tormenta de sus ojos, me gustaría estar perdido.» Ya no siento nada por él. Ya no siento nada por él. Ya no siento nada por él. Esas palabras se repetían una y otra vez en mi mente. Kim Dan lo había dicho con tanto sentimiento que no podía distinguir cuál de ellos predominaba en su tono de voz, y más importante aún, cuál sentía más profundamente en su corazón: decepción, resignación, melancolía, nostalgia, resentimiento... Si me hubiese dicho esas palabras de frente, ¿qué expresión tendría en el rostro? Ni siquiera hacía falta imaginarlo. Su cara debía de estar algo apagada, sus ojos destellando en lágrimas y teñidos de un sutil rojo por intentar reprimir los sollozos, sus mejillas sonrojadas por la vergüenza de decir algo tan íntimo frente a su abuela... Ah, estaba demasiado acostumbrado a verlo de esa manera. En todo caso, ¿cómo pudo ser capaz de decirle algo así a su abuela? De cierto modo, se sentía como si esa frase estuviera rompiendo cualquier tipo de relación que hubiésemos tenido. Y, al mismo tiempo, estuviera afirmando que antes de la competencia sí había algún lazo entre nosotros, pero que fui yo quien se encargó de romperlo. Aun así, ¿por qué era tan sencillo para Dan afirmar que ya no era nadie en su vida? Sí, arruiné un montón de cosas entre los dos, pero no todo fue tan malo, ¿o sí? ¡Ay, debería golpearme por pensar tanta estupidez! Tendría que estar molesto porque no dijo que me odiaba o que sentía cierto resentimiento por todo lo que le hice, no porque ya no sintiera nada por mí. ¿De verdad ya no significaba nada para él? ¿Ni siquiera era digno de su odio o su resentimiento? ¡Maldición! ¿Qué soy para Kim Dan, en realidad? No había forma de que pudiera ser nada para él, pero eso no quería decir que fuera alguien importante en su vida. Más bien, yo era una suerte de maldición. Por lo tanto, no debía tener un buen concepto de mí. Yo tampoco lo tenía desde que comprendí la verdad y la gravedad de todo lo que le hice a Kim Dan. Sin embargo, eso no impedía que me preguntara qué pensaba Dan de mí antes de que todo se arruinara por completo después de la pelea. ¿Cómo me veía? ¿Qué esperaba de mí? ¿Yo era una suerte de salvador que lo rescató de los prestamistas? ¿Un paciente que le brindó la oportunidad de recuperar su profesión? ¿Un amigo con quien compartía sus días? ¿O quizás...? La verdad me golpeó de frente esta vez. Era más que evidente que solo podría haberme considerado como un agresor sexual, un monstruo, alguien que se aprovechó de su lamentable situación. Antes o después de la pelea, no habría sido más que eso. En efecto, yo solo era un enfermo que se sintió con el derecho de adueñarse de su cuerpo por deberle dinero. Sí, él no podría haber visto más que eso. Incluso si me llegó a admirar en algún momento, su ídolo no era más que un bastardo que utilizaba a las personas para obtener lo que quería... Al final, hice bien en escaparme de allí y encerrarme en mi auto en el estacionamiento. Ya no quería seguir pensando en... Ya no siento nada por él. Si hubiera escuchado otra cosa, lo más probable es que me atormentaría durante días. Ya no siento nada por él... Puse la música a todo volumen, intentando silenciar mis propios pensamientos. Las horas pasaron sin que me diera cuenta. Un golpe en la ventana me despertó justo cuando estaba por quedarme dormido. —¡Señor Joo! Bajé la ventana. Él lucía algo tímido, como si estuviera allí en contra de su voluntad. —¿Ya nos podemos ir? —Sí. Hablé con mi abuela y... me voy a dar una oportunidad. —¿Disculpa? —Quiero decir... nunca me he elegido a mí mismo, nunca me he considerado una prioridad, pero eso debe cambiar a partir de ahora. —¿Cómo te convenció? —Un deseo —suspiró—. Me pidió que le cumpliera un deseo antes de morir. —Supongo que te pidió que estuvieras bien. —Algo así. —Bien, sube al auto. Ya te tardaste lo suficiente como para conducir de noche. —¡Lo siento! De inmediato, rodeó el auto y se sentó en el asiento del copiloto. —Más te vale no ser una molestia. El viaje a Seúl es largo. Conducir fue una completa tortura. En primer lugar, la ruta más directa a la ciudad era por la costanera. Por lo tanto, el lugar donde nos reencontramos después de tanto tiempo se presentó frente a nosotros demasiado pronto, cargando el ambiente con una terrible tensión. Y es que, por una parte, estaba Kim Dan, queriendo preguntarme sobre lo que pasó esa noche sin poder hacerlo; y por otra parte, estaba yo, sin dejar de ver la silueta de una persona en el mar mientras avanzábamos. Todo esto estaba siendo demasiado agotador para los dos. Y, en segundo lugar, como sabíamos que nos esperaba una larga conversación al llegar a casa, no podíamos evitar que la ansiedad se apoderara de nosotros, haciéndonos sentir superados por nuestros miedos y expectativas. Si bien ya estaba resignado a la idea de tener que escucharlo decir qué clase de persona fui con él, seguía temiendo que decidiera abandonarme otra vez, pero esta vez de forma definitiva. Sin embargo, también tenía la estúpida expectativa de que, debido a su amabilidad, me daría la oportunidad de resarcir todo el daño que le había hecho. Y eso me llevaba a preguntarme de nuevo: ¿por qué estaba haciendo todo este esfuerzo? ¿Mis acciones se debían a la culpa que sentía? ¿Eran una manera de demostrar mi arrepentimiento? ¿O Kim Dan me importaba más de lo que yo creía? No había forma de responder esa última pregunta. ¡Ya no siento nada por él! Esas palabras me seguían atormentando una y otra vez. ¿Algún día podría volver a significar algo para él? ¿Por qué demonios quería que sintiera algo por mí? ¿Por qué lo necesitaba tanto...? —Debe ser eso... —¿Qué dijo? —Nada —apreté las manos en el volante—. Ya estamos por llegar. —Ah, es cierto. Ya reconocí el vecindario. —Por cierto, ¿por qué irse tan lejos? Si querían ver el mar, hay playas mucho más cerca. —Bueno, mi abuela creció en ese lugar, por eso no podía ser otro. Ella quería regresar allí antes de... —Ella estará bien. Es más fuerte de lo que crees. —Lo sé. Soy yo quien depende de ella, no al revés. —Aún me sorprende que hayas decidido venir conmigo. —Todavía no estoy seguro de que haya sido una buena idea. —Tal vez yo no lo sea. Pero que vengas a atenderte con un experto, sí lo es. Un atisbo de sonrisa se asomó en su rostro. —Eso sonó demasiado amable para ser usted. —Eso sonó demasiado grosero para ser tú. Llegamos justo en ese momento al edificio. Estacionamos el auto en completo silencio, dándonos un tiempo para asimilar lo que pasaría a continuación. Si yo estaba nervioso, no puedo ni imaginar cómo se sentía Dan, quien jugaba con sus manos detrás de su espalda mientras subíamos por el ascensor. Al entrar, su expresión se volvió algo sombría. En su rostro se evidenciaba que mi departamento estaba ligado a sus malos recuerdos. No había manera de hacer esto bien, maldición, solo podía confiar en que no lo arruinaría de inmediato. —Vamos a hablar a la sala. —De acuerdo. Como era de esperarse, se sentó frente a mí, manteniendo la distancia. —Bien, ahora que estamos aquí, debemos aclarar ciertas cosas. —Comprendo. —En primer lugar, nosotros seguiremos teniendo... —¡No pienso acostarme con usted! —...sesiones de fisioterapia. Mientras Dan se sonrojaba como un tomate, mi rostro perdía cualquier rastro de color. —Yo... lo siento. —Entiendo. —De verdad, yo... —Kim Dan, no sigas. —Pero usted... —Ya sé que no tienes buen concepto de mí —suspiré—. Y lo merezco. Su expresión reflejaba confusión. Supongo que nunca esperó escucharme decir eso. —Bueno, yo creo que... —Como te decía, seguiremos con nuestras sesiones de fisioterapia. Estoy suspendido por tres meses, así que aprovecharé ese tiempo para tratar mi hombro. —Bien. —También volverás a ir al gimnasio. No me gusta la idea de que estés solo en casa. —No me voy a escapar, señor, si eso es lo que teme. —Prefiero ser precavido —señalé, preocupado—. Además, si te duermes y vuelves a hacer algo... —¿Como ir a la piscina dormido? —asentí—. ¿Tiene miedo de que intente matarme mientras no está? —Lo dices como si no hubiera sido nada. —¿Acaso quiere que me ponga a llorar? ¡Ni siquiera lo recuerdo! —¡Pudiste haber muerto, maldita sea! —¿Y? —le restó importancia—. ¿Sabe cuántas veces estuve a punto de hacerlo? Ya sea por el hambre, mi complexión débil, el exceso de trabajo, los prestamistas o... la posibilidad de morir siempre ha estado presente en mi vida. —Eso no significa que sea algo normal. —No, pero así han sido las cosas para mí. —Además de seguir trabajando, también irás a terapia —puso mala cara—. Y no aceptaré negativas de tu parte. —Lo dice como si alguna vez hubiera respetado mi opinión. —Como sea, tendrás que asistir al psicólogo, un nutricionista, a cualquier especialista que necesites. —¿Eso también se lo pidió mi abuela? —asentí—. ¿Se sumarán los gastos médicos a la deuda? —No, eso corre por mi cuenta. —Bien —se veía el conflicto en su rostro—. ¿Cómo voy a pagar la deuda ahora que no tendremos sexo? —No es necesario que pienses en eso. Voy a pagar todos tus gastos, y tu salario lo seguirás recibiendo de manera íntegra cada mes. —¿A qué se debe todo este cambio? ¿De verdad le da tanto miedo pensar que me voy a matar? —Dan... —¿Hace todo esto porque se siente culpable? ¿Por qué demonios cree que soy su responsabilidad? —¡No lo sé! —medio grité—. Yo... en verdad, te necesito. —Por su maldición, ¿no? El doctor tenía razón: Dan creía que solo podía ofrecerle sexo al resto. Y yo contribuí mucho en eso. —No... yo... no volveremos a tener sexo, lo prometo. Solo déjame cuidarte... sin razón alguna. —Sabe que todo este comportamiento es extraño, ¿verdad? ¿Desde cuándo comencé a importarle? ¡Maldición! ¿Cómo poder responderle sin hacerle entender que ya conocía toda la verdad? Debía seguir siendo un imbécil con él, pero si no cambiaba un poco, Dan no volvería a confiar en mí. ¿Por qué tenía que ser tan complicado? No tenía más opción que jugar un poco con las verdades a medias. —Yo también me sentí decepcionado, ¿sabes? Cuando creí que eras el espía... sentí que todo lo que había pasado entre nosotros... tu preocupación, cuando comenzaste a hacer cosas innecesarias por mí, era una mentira. —Espere, ¿cómo que yo también? ¿Acaso estuvo escuchando mi conversación con mi abuela? —¡No fue a propósito! —me defendí—. ¡Lo juro! —Creo que será mejor que hablemos mañana. No tengo paciencia ni energía para seguir con esto. Antes de que se marchara, lo tomé del brazo, impidiendo que se dirigiera a su habitación. —Mi médico personal vendrá a verte. Le envié un mensaje en cuanto llegamos. —¿Y no puede esperar a mañana? —Quiero que te vea lo más pronto posible. En el hospital me dijeron que tenía que mantenerte con supervisión médica. —Bien. Cuando llegue, envíelo a mi habitación. En cuanto a nosotros dos, será mejor continuar la conversación después. —Kim Dan... —¡Buenas noches, señor Joo! Soltar su brazo fue más difícil de lo que podría imaginar. Se marchó a su habitación sin siquiera mirar hacia atrás. Está bien, me repetía, no vayas con él. No había lugar más seguro para Dan que mi departamento. Me quedé esperando a mi médico en la sala. No podía con la ansiedad de saber cómo debía proceder desde ahora con Kim Dan. Volver a la rutina podía ser algo bueno para él, pero tampoco quería forzarlo a trabajar cuando no se encontraba en condiciones. Además, todavía existía la posibilidad de que tuvieran que internarlo por un tiempo o que la rehabilitación tuviera que realizarla en otro lugar. Si eso sucedía, sería muy difícil que él siguiera trabajando conmigo. Eran las cinco de la mañana cuando el doctor Lee hizo su gran aparición. —Oye, bastardo, ¿cuánto más pensabas tardarte? —Perdón, estaba con alguien. —¿Y qué? ¿Acaso lo olvidaste? —tragó fuerte—. Cuando yo llamo, tú vienes. O tu secreto es revelado. —Lo recuerdo. Ahora dime, ¿cómo está? —Se fue a su habitación. —¿Qué le hiciste esta vez? —Nada. Está más sensible que de costumbre. —Ten más paciencia con Dan. Sé que es imposible para ti, pero él no está bien, por lo que me cuentas. —¡Ve a verlo! —señalé la dirección—. Luego dime qué tenemos que hacer. —Bien. ¿Quién diría que el gran Joo Jaekyung podía preocuparse por alguien más? —Sin comentarios —le advertí, mostrándole mi puño—. O voy a estamparlo contra tu cara. —Con razón Kim Dan se fue de este lugar. Sin pensarlo, le lancé un vaso que estaba en la mesa del centro. A pesar de fallar a propósito, me ayudó a calmarme un poco. Como era de esperarse, el doctor salió corriendo de la habitación. Mientras atendía a Dan, recogí los pedazos rotos, cortándome en el proceso. Las heridas nunca habían sido un problema para mí, estaba acostumbrado debido a las peleas. Sin embargo, era inevitable pensar que existían heridas que jamás sanarán. Un ejemplo de ello era Kim Dan. Había sufrido demasiado en su vida y, aun así, seguía dedicándose con gran esfuerzo y devoción a cuidar de su abuela. Seguía intentando con todas sus fuerzas ser el profesional que era, solo para encontrarse con un paciente como yo, quien no solo lo lastimaba física y emocionalmente, sino que además le recordaba todo lo que sufrió en el pasado. Lee estuvo más de una hora con él. Ya había amanecido cuando volvió para hablar conmigo. —Es más grave de lo que imaginaba. —¿Qué tiene? —No soy psicólogo. Solo estudié un poco de esa área en la universidad. —Entonces, ¿para qué viniste? —Le hice un chequeo completo. Le tomé muestras y también le apliqué un test para verificar su riesgo de salud mental. —En urgencias me dijeron que su riesgo era alto. —En efecto. No sé cómo te permitieron sacarlo de ahí. Fue negligente de su parte. —Prometí que le daría un buen tratamiento al llegar a Seúl. —Además de negligentes, ingenuos. —¿Puedes hacer algo por él? —Ya te lo dije, no soy psicólogo. Sin embargo, creo que podría tener depresión mayor con ansiedad severa, además de trastorno de estrés postraumático. —Eso suena grave. —Lo es. Por lo mismo, ya lo derivé con un amigo mío. Él es psiquiatra, por lo tanto, podría darle un tratamiento más apropiado. —¿Cuándo podrá verlo? —En tres días. Se encuentra en una conferencia. Al llegar a Seúl, atenderá a Kim Dan de inmediato. —¿Qué haré mientras tanto? —No perderlo de vista, para empezar. Si hay alcohol o analgésicos en casa, bótalos. Cuando duerma, cierra con llave el cuarto de la piscina, la terraza... cualquier lugar peligroso. En efecto, estaba comenzando a pagar todo lo que había hecho. Tendría que vigilarlo por tres días completos. No hay manera en que pueda dormir y mantenerlo a salvo al mismo tiempo. Solo espero que el cansancio no me haga hacer una estupidez. Está bien, me autoconvencí, es mejor que esté aquí. —Sobre su alimentación... ya viste que está peor que antes. ¿Puedo darle de comer lo mismo que yo o necesita otra dieta? —Deberías esperar a que procese las muestras si quieres una dieta más específica. No obstante, recomiendo una dieta balanceada, pero con mayor índice calórico del que estás acostumbrado. Necesita subir de peso. —De acuerdo —debería pedirle consejos a Namwook para eso—. ¿Cuándo volverás a verlo? —Después de que mi amigo lo vea. Pienso llevarlo a mi consulta; ahí también podrá ser atendido por un nutricionista, un neurólogo y un especialista del sueño. —Bien. Agéndalo y envíame los detalles luego. —Entonces, ya me voy —dudó por un momento—. Jaekyung, ¿estás seguro de que puedes con esto? Sé que tienes algo con él, pero... —¡No es tu asunto! —Sí lo es. Su estado es muy delicado. Si lo apoyas ahora, debes hacerlo hasta el final. —¿Crees que no puedo hacerlo? —No es eso. Lo digo porque él también muestra signos de dependencia emocional. Si lo lastimas, podrías empeorar su situación. —Entiendo. —Solo piénsalo —asentí—. No estás obligado a hacerte cargo de Dan. Podemos cuidarlo por ti. —Lo tendré en cuenta. —Además, no es como si estuvieras enamorado de él o algo así, ¿o sí? Sus palabras dejaron mi mente en blanco. No sabía cómo responder a una pregunta tan sencilla. ¿Qué siento por Kim Dan? ¿Por qué estoy haciendo esto, en realidad? Ni siquiera tuve tiempo de formular una respuesta antes de que Lee abandonara mi departamento a toda prisa. Ah, él sabía que había hecho una pregunta ridícula, ¿no es así? Es imposible que yo esté enamorado de Dan. Asumo que siento cierta atracción física por él y que he hecho muchas cosas que con otros jamás me imaginé, pero eso no significa que me haya enamorado de él. En efecto, solo estaba preocupado por Dan debido a la culpa. Y quizás por haberme habituado a su presencia en el día a día. Sí, no había nada más que eso. Pero entonces, ¿cómo podía explicar los golpes de mi corazón cuando cruzábamos la mirada, cuando me dirigía la palabra? ¿Por qué me importaba tanto que, por mí, ya no sintiera nada?
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)