VII
13 de octubre de 2025, 19:01
CAPÍTULO 7: TOMA MI MANO
«¿De dónde proviene esta urgencia que siento en mi corazón? ¿Esta necesidad de querer sostener tu mano?».
El día se convirtió en noche sin que nos diéramos cuenta. No era una sorpresa para mí haber sucumbido ante el agotamiento sin siquiera notarlo. Después de todo, estaba cansado física, mental y emocionalmente desde que Lee se fue. Intenté recordar en vano cómo fue que terminé arrastrándome a mi habitación para luego derrumbarme, sin pensar en nada más que en descansar después de tanto tiempo. Estos días habían sido horribles para mí, por lo que sentía como si mi cuerpo hubiera estado expuesto a muchas peleas en las que me aplastaron sin piedad.
Recuerdo vagamente que quise levantarme para ir a ver a Dan, pero mis ojos no quisieron cooperar para nada. El miedo que sentí al no tenerlo cerca se desvaneció al recordar que había asegurado todas las puertas y cerrado con llave todos los cajones como un maniático antes de acostarme. Había seguido las sugerencias de Lee al pie de la letra, así que podía darme un momento para respirar por mí mismo. O eso creí, hasta que me levanté de golpe al escuchar un estruendo proveniente de la cocina.
—¡Maldición!
Dan estaba forcejeando con los cajones de la cocina en vano. Las llaves de todo estaban escondidas en mi cuarto.
—¿A qué se debe tanto escándalo?
—¿Por qué le puso llave a todo? ¿Cree que me voy a robar algo?
—¿Por quién me tomas? —pregunté indignado—. Solo seguía los consejos del doctor Lee.
Intentó de nuevo abrir los cajones a la fuerza. No estaba acostumbrado a ver a este nuevo Kim Dan que no tenía paciencia e incluso era capaz de recurrir a la violencia. La frustración lo llevó a patear una silla que se estrelló contra mi rodilla.
—¡Lo hiciste a propósito!
—¿Y qué? Usted pensó que yo era capaz de hacerle daño. Quería darle la razón.
—¿Por qué te comportas así?
—Lo mismo podría preguntarle a usted. ¿Por qué está haciendo todo esto?
—Ya te dije que es por mi lesión.
—Usted sabe bien que yo no soy un fisioterapeuta de renombre. Tengo poca experiencia y casi ninguna recomendación. Perfectamente podría buscarse a otro que sea mucho mejor que yo...
—¡Pero yo te quiero a ti!
Ah. Mala elección de palabras. Sus mejillas sonrojadas me hicieron comprender que lo que había dicho podía llegar a malinterpretarse.
—¿Me quiere?
—Sí... —su rostro se iluminó—. Te necesito para que me ayudes a volver a ser un campeón otra vez.
—Claro.
—Dan...
Volvió a poner esa expresión vacía con la que me miraba últimamente. Supongo que pasarán algunos días antes de que se acostumbre a trabajar conmigo de nuevo. Su mirada se enfocó en la ventana; las luces de Seúl se reflejaban en sus ojos brillantes. Se notaba que se estaba esforzando por no ponerse a llorar.
—¿Qué tienes?
—Tengo hambre.
—¿Por eso estabas intentando abrir los estantes?
—Sí. Sé que hay comida en el refrigerador, pero solo podría comer frutas. El doctor Lee me dijo que debía comenzar a comer cosas más contundentes.
—Comprendo. Deja que vaya por las llaves...
—Puedo ir a buscarlas por usted.
—No. Hasta que te atienda el amigo psiquiatra de Lee, todo debe permanecer cerrado, a menos que yo lo abra para ti.
—¿Para qué tomarse tantas molestias?
—¿Acaso olvidas que eres sonámbulo?
—¿Y cómo podría hacerlo? ¡Usted también me encerró en mi habitación! Me estrellé contra la puerta intentando salir de allí.
Para demostrar su punto, levantó la manga de su brazo, mostrando un moretón que estaba comenzando a formarse.
—¿Quisiste abrirla a la fuerza?
—Supongo. Desperté cuando sentí el impacto.
—¡Espera! ¿Cómo pudiste salir si estabas encerrado?
—¿Alguien limpió la habitación de invitados cuando me fui? —asentí—. Entonces lo hizo pésimo, porque no revisó los cajones. Ahí dejé las llaves del cuarto antes de irme.
—Bien. Tendrás que dármelas —retrocedió de manera instantánea—. ¡Dan!
—Está bien —me lanzó las llaves—. Igual podría encontrar otra forma de salir.
—Ahora iré a buscar las llaves para que podamos comer. Escoge lo que quieras del refrigerador; cuando vuelva, cocinaré para ti.
Mientras volvía a mi habitación, noté que todo estaba hecho un desastre. Había olvidado arreglar todo cuando me fui a acostar. Todavía quedaban algunas botellas vacías de soju repartidas por todo el lugar, había un cierto olor a humedad y algunos destrozos que no se podían ocultar. Si Dan llegase a entrar a mi habitación, se daría cuenta de que durante todo este tiempo que hemos estado separados, yo tampoco estuve muy bien que digamos.
Lamentablemente, tendría que esperar un par de días más para limpiar todo ese desastre, ya que debía asegurarme de que Dan no estuviera en la casa para deshacerme de todas esas cosas sin que él lo sepa. Tomé las llaves y regresé a la cocina. Desde que Kim Dan comenzó a vivir conmigo, él era quien se encargaba de hacer todas las comidas. Sin embargo, eso debía cambiar durante algún tiempo. Y es que el solo hecho de pensar en Dan manipulando un cuchillo me ponía algo tenso. No quería arriesgarme a que, en un descuido mío, intentara hacerse daño.
—Si le parece bien, podría cocinar yo. Recuerdo su dieta a la perfección.
—No es necesario, lo haré yo.
—Al menos deje que le ayude...
Lo quité del medio.
—Ve a la sala y mira televisión mientras esperas.
—¿Podría dejar de usar ese tono conmigo?
—¿Qué tono? Estás más sensible que de costumbre.
—Así es. Por eso le pido que sea más amable cuando se dirige a mí.
—¿Desde cuándo eres tan demandante?
—No lo sé.
—Cuando te hablaba así, tú solías hacer todo lo que te ordenaba de inmediato.
—Supongo que ya no hay necesidad de hacerlo.
—¿Por qué lo dices?
—¿Hay alguna razón por la que deba seguir permitiendo que haga conmigo lo que se le dé la gana?
Cierto, casi lo olvidaba. Por alguna estúpida razón, tenía la esperanza de que todo lo que me había dicho ese doctor en urgencias fuera una mentira. Una triste y cruel pesadilla que se acabaría perdiendo en mi inconsciente en cuanto me despertara. Pero yo no tenía tanta suerte. Ese chico que antes no tenía ni siquiera la valentía de desafiarme con la mirada estaba ahí, parado frente a mí, recordándome que, de algún modo u otro, yo ya había superado su límite. Y que, de ahora en adelante, él no dudaría en responder.
—Dan... Sé que no tienes un buen concepto de mí, y no voy a intentar cambiar eso.
—¿Y ahora de qué me está hablando?
—Pero por el momento, te pido que me hagas caso. No estás bien y quisiera que me ayudaras a cuidarte.
—¡Es que no lo entiendo!
—¿Lo que estoy diciendo? ¿O lo que estoy haciendo?
—Ambos. También usted y su repentino cambio. No tiene sentido que su lesión lo haga ser una persona completamente diferente.
—Tienes razón, pero tampoco sé cómo explicarlo.
—Entonces sí había algo más detrás de todo esto, ¿no es cierto? No es solo por la lesión.
—Así es —me rendí por completo—. Sin embargo, no hablaremos de eso hasta que te revisen los médicos.
—¿Por qué? ¿Tiene miedo de cómo vaya a reaccionar? ¿Teme que me quiera escapar otra vez?
—Sí. Sería un fastidio tener que buscarte de nuevo. Si no te encuentro a tiempo...
—Ya, yo tampoco quisiera volver a terminar en el mar...
—Entonces, dejemos esta conversación hasta aquí. Cuando estés mejor, te responderé todas las preguntas que quieras.
—¿Todas?
—¡Lo prometo!
—Bien. Iré a ver la televisión como sugirió.
—Te aviso cuando esté listo.
—Por cierto, ¿le dijo a Yoongu que estoy aquí? ¡Me gustaría verlo!
—Mañana —Dan sonrió—. Si quieres, lo puedo invitar a comer.
—¿Y si vamos al gimnasio?
—No. Lee dijo que sería mejor que te quedaras en casa estos tres días.
—Entiendo.
—En cuanto terminemos de cenar, te voy a comprar un celular. Así podrás hablar con Yoongu y llamar al hospicio de tu abuela cuando quieras.
—Gracias.
Sonrió. Una sonrisa genuina. Desde que nos reencontramos, la mayoría de sus expresiones habían sido negativas, pero ahora volvía a tener esa sonrisa que le brindaba una apariencia más joven. Ah, por un momento sentí el impulso de tomar su rostro y apretar sus mejillas. A veces debía esforzarme para poder controlarme cuando el fisioterapeuta se veía así de tierno.
Pero tenía que irme con cuidado, ya que el estado actual de Dan lo hacía ser muy inestable. En pocos minutos había pasado por varias emociones distintas, por lo que debía aprender a manejar con cuidado los detonantes. En fin, me concentré en la cocina mientras escuchaba a lo lejos la televisión sonar. Dan nunca fue muy aficionado a ver películas como yo, pero solía verlas conmigo cuando se lo pedía.
—¡Ya es hora de comer!
—¡Voy!
Al volver a la cocina, se sentó en su puesto habitual. Observó con cierto interés la comida.
—Espero que sea de tu gusto.
—Es lo que suelo preparar.
—Lo sé.
—¿Podemos hablar?
—¡Ya te dije que...!
—¡No, no es sobre eso! —se apresuró a decir—. Quiero saber qué ha pasado desde que me fui.
—Cierto, estuviste desconectado todo este tiempo... ¿Por dónde debería comenzar?
—¿Desde que me fui?
—Bueno, Namwook me avisó de tu renuncia cuando todavía estaba en el hospital. Recuerdo que estaba tan furioso que solo pensaba en llegar a casa y...
—Pero ya no estaba —señaló algo culpable—. ¿Cuánto estuviste en el hospital?
—Una semana más después de saber de tu renuncia.
—¿Tuviste que someterte a algún tipo de intervención? —negué con la cabeza—. ¿Qué me puedes decir sobre el diagnóstico de tu hombro?
—No mucho. En ese momento me dijeron un montón de cosas, pero solo entendí que no debería seguir luchando a nivel profesional.
—Pero aun así sigues entrenando, ¿o me equivoco?
—Me molesta con ciertos movimientos. Sin embargo, creo que con tu ayuda podría recuperar el rango de movimiento...
—¿Perdiste rango de movimiento? —preguntó preocupado—. ¿Cuánto? ¡Y dime la verdad!
—Un treinta por ciento.
—Eso es mucho, señor Jaekyung. ¿Y todavía sigues entrenando?
—Lo he empeorado, ¿verdad? —no quiso mirarme—. ¿Existe una manera de recuperarme?
—No lo sé. Todavía es posible recuperar la movilidad, si no es total, al menos parcialmente. Pero será difícil que puedas volver a estar en condiciones para competir a nivel profesional.
La cuchara que sostenía se cayó de mis manos por la impresión. De alguna forma, confiaba más en el criterio de Kim Dan que en la opinión de los médicos del hospital. Al fin y al cabo, él conocía mucho mejor mi cuerpo, más que todos esos cretinos que solo querían convencerme de abandonar mi pasión siendo tan joven. No obstante, él también pensaba que estaba condenado al retiro, y eso era algo difícil de asimilar. Su mirada esquiva intentaba esconder su expresión llena de compasión, incluso tristeza. ¿Por qué alguien como él sentía lástima por mí? Después de todo el daño que le hice, ¿cómo era capaz de empatizar con mi dolor?
—Lo siento, pero se me acabó el hambre.
—Señor...
—No te preocupes por la loza, mañana la lavaré yo.
—Señor...
—No quiero seguir hablando del tema.
—¡Jaekyung!
Nunca antes me había llamado sin un honorífico, incluso cuando teníamos relaciones él seguía siendo demasiado formal. Tampoco me había gritado de esa manera, al menos, no que yo pueda recordar. Sin embargo, de alguna forma, debo admitir que me gustaba que me perdiera ese respeto que se había autoimpuesto al trabajar conmigo. De hecho, sería mejor si pudiera hacer algo con su amabilidad. Era irritante que siguiera siendo amable conmigo cuando...
—¿Qué? —solté algo molesto.
—¡Solo es una suposición! Hay mucho que hacer antes de considerarlo un diagnóstico definitivo.
—Pero todos están de acuerdo en que me debo retirar. La suspensión es más bien una excusa de la asociación para que me decida a anunciar mi retiro, esa es la verdad.
—¿Desde cuándo le hace caso a lo que dicen los demás, señor?
—Jaekyung —me observó confundido—. Sigue llamándome por mi nombre.
—Está bien, Jaekyung, como prefieras. A lo que me refiero es que podemos encontrar alguna alternativa. Solo han pasado dos meses, todavía estamos a tiempo para hacer algo.
—¿Tú crees?
—Es mejor intentarlo que nunca saber qué podría haber sido.
Sin que pudiera predecir su próximo movimiento, extendió su mano por encima de la mesa y la puso sobre la mía. Su mano se sentía fría, pero la mía ardía ante ese sutil contacto. No sabía si debía quitarla o devolverle el gesto tomando la suya. De alguna manera, sentí que me estaba probando de nuevo, como lo hizo en el hospital, cuando se acercó lo suficiente como para querer besarlo.
Sin embargo, él no era ese tipo de persona. No era alguien que pudiera jugar con los demás, ni siquiera lo haría para vengarse de mí. Así que solo lo hacía para brindarme algún tipo de consuelo, pero lo que dijo seguía rondando en mi cabeza. Es mejor intentarlo que nunca saber qué podría haber sido. Mientras decidía cómo debía actuar, esa oración seguía repitiéndose sin cesar. ¿Y si se refería a algo más?
—Dan... —tomé su mano—. ¿Qué debemos intentar?
—Yo...
La sujeté con más fuerza. —Responde.
—Debemos intentar recuperarnos. Ambos debemos hacerlo.
—Ah, te referías a eso —dije con cierta decepción en mi voz.
—Por supuesto.
—¿Y qué pasará después de eso?
—Bueno, cuando estés recuperado de tu lesión, y yo sea capaz de mantener el control sobre mi mente... Nosotros podríamos...
¿Cómo podría describir esa sensación? Se sentía como una suerte de hormigueo que comenzaba en mi estómago y subía hasta mi pecho, provocando que mi corazón latiera a un ritmo descontrolado. Era como estar embriagado en el punto justo, lo suficiente como para sentirse algo eufórico, pero no tanto como para perder las inhibiciones. Sin duda, era una sensación agradable, aunque algo confusa. Creo que nunca sentí algo similar en mi vida.
Al fin y al cabo, habíamos hecho tantas cosas durante el sexo, que me sorprendía que ese pequeño gesto de parte de Dan se sintiera tan íntimo y especial. Nunca nadie me había tomado la mano de esa forma tan delicada, entrelazando sus dedos con los míos, repartiendo caricias sin apartar la mirada. Ahora sí que no sabía cómo reaccionar.
—¿Dan?
—¿Esto es real?
—¿Qué? —sus caricias se detuvieron—. ¿Estás bien?
—¿Por qué estás sosteniendo mi mano?
—Oye, tú fuiste quien tomó... —miré su rostro—. Dan, ¿por qué estás llorando?
Soltó mi mano de inmediato. Sentí el frío de la noche en todo mi cuerpo al ya no sentir su calor. Los ojos de Dan estaban cristalizados, y por sus mejillas caían lágrimas que se perdían en su cuello. Odiaba verlo llorar, verlo así de vulnerable provocaba algo en mí que... Me acerqué para tomar su mano de nuevo, pero al ver mis intenciones, retrocedió y se levantó para alejarse de mí.
—¿Qué te sucede, Dan? ¿Por qué ahora me rechazas?
—Este no eres tú —declaró, reprimiendo sus sollozos—. Me dejaste hacer esto porque estoy enfermo, porque estoy roto...
—No es así, tú...
—¡Me tienes lástima!
—Vamos, Dan, recién estabas bien. ¿Hice algo para que te alteraras?
—No, no es así. Yo... —buscó algo con la mirada—. ¡Maldición! ¿Cómo puedo saber qué es real?
—¿Quieres que llame a Lee? Él podría saber cómo calmarte, si sientes que tu mente no está...
A pesar de que sucedió más rápido de lo que cualquiera creería, yo fui capaz de ver cada uno de sus movimientos como si los viera en cámara lenta. No puedo describir la impotencia que sentí al no poder detenerlo. En su rostro se reflejaba la angustia de no poder comprender sus propios actos, también lo aterrador que podía llegar a ser no ser capaz de distinguir un sueño de la realidad.
Entonces sucedió. Kim Dan estaba junto al fregadero. Y en un acto desesperado por recuperar el control de su mente, decidió lanzar su vaso al lavaplatos, apresurándose a tomar los vidrios con ambas manos. Los cortes no fueron muy profundos, porque, al escucharlo quejarse del dolor que le provocó aquel acto, lo aparté de inmediato. Él seguía medio en trance, así que no tuve más opción que llevarlo a mi cuarto para curarle. Con tal de evitar otro accidente, nos encerré a ambos en mi cuarto, para así evitar que se escapara mientras buscaba el botiquín de primeros auxilios.
—¿Por qué hiciste una estupidez como esa?
—Duele...
—Claro que duele. Ojalá no te quede ningún vidrio incrustado.
—Entonces, lo que pasó es real...
—Por supuesto.
—Pero tú... no eres así.
—Tú tampoco. Nunca antes habías tomado la iniciativa. Al menos, no estando sobrio.
—Jaekyung... —detuvo mis manos temblorosas—. ¿Por qué insistes en reparar algo que ya no sirve?
—No digas eso...
—Yo ya sé que perdí el control sobre mi mente. Créeme, lo sabía incluso antes de terminar esa noche en el mar.
—¿Y por qué no buscaste ayuda si lo sabías?
—Mi abuela me necesitaba. Además, si algo me pasaba, a nadie le iba a importar.
—¡A mí! —me observó confundido—. ¡Tú me importas, carajo!
—Solo es culpa, Jaekyung. Eso que sientes no es real. Por lo mismo, quisiera poder liberarte de esa carga.
Un miedo sin precedentes me invadió. Él no está diciendo que se iba a matar, ¿o sí?
—¿Qué estás diciendo?
—Si decides internarme, no te juzgaré. Solo te pido que cuides a mi abuela.
Mi cerebro dejó de funcionar. Desde que nos reencontramos, Dan había desarrollado esa extraña habilidad de dejarme completamente en blanco. Lee tenía razón, esto era mucho para mí, pero aun así... yo... No podía renunciar a Dan. Seguí curando sus heridas, ignorando su mirada que demandaba algún tipo de respuesta. Me sentía tan extraño, vacío, perdido.
—Jaekyung... —posó su mano recién curada sobre mi mejilla—. ¿Por qué estás llorando?
—¡Perdón!
—¿Jaekyung?
—¡Perdón! —las lágrimas caían sin cesar—. ¡Perdóname, Dan! ¡Yo te hice esto! ¡Yo...!
—¿Por qué sería tu culpa?
La seguridad con la que hizo esa pregunta terminó por romper mi coraza. No sé cuánto tiempo estuve llorando. Nunca fui capaz de mostrarme así de patético frente a otra persona. Solo sé que me aferré a sus piernas como un niño y que enterré mi rostro entre sus rodillas para que no me viera. Ahí, arrodillado frente a él, me dediqué a suplicar en silencio, por un perdón que no merecía en absoluto.
Después de un tiempo, cuando las lágrimas se apaciguaron por fin, decidí levantar mi rostro para mirar a Dan. Él lucía tan tranquilo, como si se hubiera quedado dormido con los ojos abiertos. Sin embargo, al notar mi mirada sobre él, utilizó ambas manos para limpiar los rastros que quedaron sobre mi piel.
—Tu hombro debe dolerte demasiado para que llores así.
—¿Qué? —pregunté confundido—. Yo no estaba...
—Creo que debemos comenzar con el tratamiento cuanto antes. Debería pedirle a Namwook que...
—¡Ya basta! —retrocedió asustado—. ¡Kim Dan, reacciona! ¿Cómo demonios puedes estar tan perdido?
—Jaekyung, me estás lastimando...
—Así es, yo siempre te lastimo. Yo te hice esto, yo te... —no fui capaz de pronunciar esa palabra—. Todo sería más sencillo si pudieras odiarme, ¿no crees? Si tan solo pudieras hacerlo...
—¿Qué cosa?
—La próxima vez que quieras hacerte daño —sujeté su mano sin vendaje—. ¡Házmelo a mí!
—¿Y por qué haría algo así?
—Porque yo también necesito saber si realmente estás aquí, Dan. Y si no quieres lastimarme, al menos, toma mi mano otra vez...
Kim Dan ni siquiera intentó responder. Simplemente, cerró los ojos y extendió su mano para que terminara de curarla. Tampoco insistí en obtener algún tipo de respuesta. Al fin y al cabo, no había forma de saber cuánto de la conversación había entendido en realidad... Cuando los vendajes estuvieron listos, le quité el seguro a la puerta para que Dan pudiera marcharse a su habitación. Sin embargo, él no se movió de su sitio cuando la abrí.
Bueno, sí lo hizo. Pero en lugar de dirigirse hacia la puerta, se movió para acostarse en el lado de la cama que siempre utilizaba. Supuse que una parte de él tenía miedo de dormirse e intentar atacarse otra vez, por lo que prefería pasar la noche conmigo a pesar de ser un peligro. Con miedo a incomodarlo, me acosté lo más lejos posible, pero eso no duraría demasiado. No sé si ambos estábamos realmente dormidos cuando lo hicimos, pero nuestras manos se entrelazaron, temblorosas, durante la noche, transmitiéndonos un simple y único mensaje: ¡Estoy aquí!