ID de la obra: 1260

Jaekyung y Dan: ¡Hazme algo! (Jinx)

Slash
PG-13
En progreso
0
Tamaño:
planificada Midi, escritos 164 páginas, 57.286 palabras, 17 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

VIII

Ajustes de texto
CAPÍTULO 8: UN GOLPE DE REALIDAD «Yo siempre seré el golpe, la herida y la sangre en tu vida». Mis ojos se abrieron lentamente al sentir un rayo de luz iluminando mi rostro. El sol de la mañana se filtraba por la ventana, cubriendo mi habitación con una calidez inusual para esta época del año. El otoño recién iniciaba y el frío matutino ya era algo común en estos días. No obstante, esa sensación de calidez seguía estando presente. Sin embargo, esta no era causada ni por el sol ni por la calefacción. Esa calidez que me embriagaba provenía de aquel hombre que yacía dormido junto a mí. En efecto, esa cierta calidez que me invitaba a quedarme acostado provenía del interior y no del exterior. Dan siempre había sido alguien cálido, por lo que tenerlo a mi lado de esa forma me hacía sentir reconfortado. Nunca sería capaz de admitirlo en voz alta, pero, después de todo lo sucedido, en verdad estaba agradecido de poder compartir ese momento con él. Mi corazón comenzó a latir con fuerza al reconocer que estaba disfrutando de esa sensación. Para alguien como yo, a quien nunca le ha gustado compartir su cama con nadie, era inimaginable que llegaría el día en que despertar de esa manera se sintiera especial. Supongo que hemos pasado por tantas cosas, que un momento de calma no nos venía mal a ninguno de los dos. Ah, cómo son las vueltas de la vida. Antes, cuando alguien intentaba quedarse a dormir conmigo después del sexo, lo arrastraba hasta la puerta mientras les recordaba que ese no era el tipo de relación que yo buscaba. Ellos sabían que la aventura terminaba en cuanto quisieran obtener de mí otro tipo de intimidad, y, aun así, los ingenuos lo intentaban. De hecho, al único que le he permitido quedarse ha sido a Kim Dan, y por una muy simple razón: él nunca lo pidió. Ahora que lo pienso, yo siempre fui quien se inventó excusas para que se quedara. La primera vez que lo hice fue porque sobrepasé sus límites cuando estábamos teniendo relaciones sexuales, y terminó desmayándose. En esa ocasión, lo dejé durmiendo en mi cama y me fui a hacer otras cosas hasta que se despertara. Con el tiempo, ese pequeño acto se repitió más veces de lo que hubiera imaginado. Kim Dan siempre ha demostrado tener una pésima resistencia física para cualquier actividad que implique demasiado esfuerzo, por lo que era normal que estuviera realmente cansado después de tener relaciones conmigo. De repente, me volví más consciente de lo frágil y delgado que se encontraba. Kim Dan siempre ha lucido como alguien delicado, pero ahora se veía como una persona realmente enferma. Las súplicas que profirió en las noches que compartimos resonaron en mi mente, haciendo eco de aquellas palabras que fingía no escuchar. A pesar de ser tan débil, yo nunca me detuve ni lo hacía más lento o suave cuando él me lo pedía. Una de las tantas razones por las que no deberíamos estar compartiendo la cama otra vez. En fin, cada vez que Kim Dan ya no podía más, le permitía descansar en mi habitación hasta que se recuperara, al menos lo suficiente como para irse a su cama por su propia cuenta. Mientras tanto, yo me ponía a ver una película o me dedicaba a entrenar para matar el tiempo. Sin embargo, después de unos meses, sentí que ya no era necesario que me fuera. Simplemente, me daba media vuelta sin decirle nada y me dedicaba a dormir, dándole la espalda. Tengo que admitir que, a pesar de tener el sueño ligero, las veces que compartí la cama con Kim Dan pude dormir sin ningún problema hasta el otro día. Al principio, cada uno se mantenía en su lado de la cama, pero, a medida que nos íbamos acostumbrando a la presencia del otro, esas distancias se fueron acortando hasta desaparecer sin notarlo. Lo observé por un momento. En efecto, no esperaba que durmiéramos juntos en tan poco tiempo, mucho menos que lo hiciéramos tomados de la mano. No obstante, despertar con Kim Dan entre mis brazos no era una experiencia completamente nueva para mí. Pues, luego de que perdiera la vergüenza y la incomodidad de quedarse conmigo, Dan comenzó a dormirse profundamente sin medir sus acciones. No recuerdo bien mi reacción cuando me abrazó por primera vez, pero sí la confusión que me generó comprender que, a pesar de no tener deseos de corresponder su gesto, había algo en mí que me impedía alejarlo de mi lado. Y ahora, después de tantas cosas, yo también lo estaba abrazando de vuelta. Sí, Kim Dan tenía apoyada su cabeza sobre mi pecho y uno de sus brazos rodeaba mi cintura; sin embargo, era yo quien lo estaba sosteniendo más cerca de mí. Intenté olvidarme por un momento de lo que había sucedido entre nosotros, queriendo disfrutar un poco más de esa extraña sensación de calidez que burbujeaba entre mi estómago y mi pecho. Y lo hubiera hecho, si no fuese porque Kim Dan se aferró a mi cintura, recordándome que su mano estaba vendada por mi culpa. ¡Maldición! La sensación de estar al borde de un ataque de pánico reemplazó de inmediato la calidez que me reconfortaba. Me levanté sin pensarlo, despertando a Kim Dan de paso. Recuerdo vagamente su voz preguntando por mí antes de que me encerrara en el baño. Debió pasar al menos media hora para que pudiera calmarme y meterme en la ducha para despejar mi mente. Al salir, Dan ya no se encontraba en mi habitación, tampoco las botellas de soju que estaban tiradas por todas partes. Mi sentido de alerta se activó, por lo que me dispuse a buscarlo sin siquiera cambiarme. Lo había dejado mucho tiempo sin supervisión, y eso me ponía nervioso. No había muchos lugares donde buscar. La sala estaba vacía, y en la cocina solo estaban las botellas apiladas en la isla. Eran más de las que me imaginaba. También fui a su habitación. Todo estaba hecho un desastre debido a sus infructuosos intentos de salir de la habitación mientras estaba dormido. Luego, me acerqué a su baño en busca de alguna señal, pero tampoco se encontraba allí. ¿Y si salió? ¿Y si también tenía guardada la tarjeta de acceso? ¿Y si volvió a ese pueblecito pequeño? ¿Y si...? El sonido de vidrios quebrándose me trajo de vuelta a la realidad. Al parecer, no había cerrado la habitación donde tenía mi equipo de entrenamiento. Corrí hacia su encuentro de inmediato. —¿Qué estás haciendo aquí? —¡Usted me trajo! —Me refiero a qué haces en esta habitación. —Estoy limpiando —me mostró las cosas reunidas en un rincón—. ¿No es obvio? —¿Por qué? Evadió mi mirada por un momento, no sé si era por la vergüenza o por el miedo que me tenía. —¿No lo puedo hacer? —Puedes hacer lo que quieras, solo que... —Si está molesto por lo de anoche, lo siento. —¿Lo recuerdas? —Algunas cosas, aunque no estoy tan seguro. —Entonces, ¿por qué te disculpas? —Bueno, por las botellas en su habitación... Fui yo, ¿verdad? Ah, él pensaba que anoche estuvo bebiendo y que por eso despertó en mi habitación. —No, Dan, eran mías. —¡Pero usted no bebe! —Lo hago, al menos desde que te fuiste... Además, ¿no quedamos en que me llamarías Jaekyung? —¿De verdad? —asentí—. Como prefiera... ¿Está seguro de que no eran mías? —Sí, anoche estabas sobrio. No has salido desde que llegamos y yo boté todo el alcohol que tenía en la casa. No hay forma en que bebieras algo. —Lo pensé. Sin embargo, la idea de que uste... tú bebieras se me hace difícil incluso imaginarla. —Pero lo hago —agaché mi cabeza, avergonzado—. Y es un hábito al que te acostumbras demasiado rápido. —Lo sé. Sus ojos se enfocaron en los vidrios rotos repartidos por el suelo. Supongo que lo olvidó en cuanto sucedió. No me había dado cuenta, pero por la cantidad, era probable que se le hubiesen caído de las manos unas tres botellas de soju. No recordaba haber bebido en ese lugar. De repente, el suave sonido de unos sollozos reprimidos llegó hasta mis oídos. —¿Dan? —¿Por qué comenzaste a beber? —¿Estás bien? —Fue por mi culpa, ¿no es así? Usted perdió porque yo... y usted... —Dan, escucha... —Si yo no lo hubiera hecho... No, antes, debí decirle que... Quizás, si en ese entonces... —Oye, respira... —lo sujeté por los hombros—. ¡No sigas! —Pero señor, usted... Jaekyung, perdón, lo arruiné. Yo no quería lastimarlo. —Lo sé, está bien —intenté tranquilizarlo—. No fue tu culpa. —Usted no debería beber... Recuerde que es deportista de alto rendimiento... Su carrera, Señor, yo arruiné su carrera. Kim Dan siguió murmurando más cosas, pero yo ya no estaba prestando atención. Por más que quisiera calmarlo, lo único que iba a lograr era alterarlo más. Por lo mismo, solo me dediqué a escucharlo mientras comenzaba a hiperventilar por un sentimiento de culpa con el que no merecía cargar. —Nunca debí salir de allí... Ese día, usted y yo... Algo que nunca sucedió. Lo solté. Él seguía en su trance, pero ya estaba más controlado. —¿Puedes dejarme hablar? —asintió—. ¿Qué no sucedió? —Nunca me respondió. —¿Qué cosa? ¿A qué te refieres? Respondió algo nervioso. —En realidad, ya no vale la pena... Yo... Creo que ya me recuperé. Debería limpiar y... —¡Ahora me tienes que escuchar! —No me grites, por favor. —Dan, sé que no estás bien, pero... —No me digas nada, no quiero oírlo. —Tú no hiciste nada —me miró sorprendido—. Yo... fue porque... ya no podía dormir... la pelea... ellos hicieron trampa... entonces... de verdad... es mi culpa. —¿Jaekyung? Ahora era mi turno de hiperventilar. Lee tenía razón, yo no podía manejarlo. —¿Podemos hablar después? —Pero querías decirme algo, y ahora tú... —Kim Dan, ya sé lo que dije. Sin embargo, creo que aún no es tiempo para que conversemos. Cuando te hayas recuperado, podríamos hacerlo. ¿De acuerdo? —¡Por supuesto! —Entonces, yo me voy... Nos vemos después. —¡Espera! —tomó mi mano para detenerme—. ¡Tú! ¡Ya lo recuerdo! Estabas llorando anoche, ¿cierto? —Dan... —No me lo imaginé. Mientras me curabas, me pedías perdón y luego... pensé que llorabas porque te dolía el hombro. Me tragué mi orgullo. —Así fue. —¿Me pedías perdón por creer que era un traidor? ¿O...? —Por todo, en realidad... No importa si lo hice de manera consciente o inconsciente, la verdad es que te he lastimado desde que nos conocimos. Yo... te hice esto. —Pero yo estuve de acuerdo con todo lo que hiciste... No es tu culpa. —¿Acaso ya no recuerdas que no tenías más opción que aceptar? —Jaekyung... —Pero no te preocupes, te prometo que repararé el daño de algún modo. De repente, la mano que sujetaba mi muñeca se trasladó a mi mejilla. —¿Por qué tienes que ser así justo ahora? —¿Qué? —Me dan ganas de besarte. —¿Por qué querrías...? —Porque eso quería que hicieras cada vez que estaba a punto de llorar. Una lágrima cayó por mi mejilla, confirmando sus palabras. La mano que no estaba siendo sostenida por Kim Dan se mantenía cerrada en un puño, haciendo demasiada presión. No sentía que estuviera al borde de un ataque de pánico, pero sí me sentía vulnerable al tener que ser consolado por alguien como Dan. Luego de unos diez minutos, cuando ya me encontraba más calmado, ambos decidimos continuar con lo que hacíamos sin decir nada más. Así, él siguió ordenando el cuarto de entrenamiento, mientras yo hacía algunas llamadas para reorganizar mi agenda. Podía solucionar muchas cosas por teléfono, pero había asuntos que debía tratar en persona. Y para eso, necesitaba que alguien más cuidara de Kim Dan. Marqué su número incluso antes de pensarlo. —¿Señor? —¡Yoongu! —¿Qué sucede? ¿Necesita hablar con el entrenador? Él no está ahora en el gimnasio, pero podría... —No es eso —me tragué mi orgullo otra vez—. Necesito que me hagas un favor. —Bueno, eso depende. —¿De qué? —¿Encontró a mi hyung? —Sí. De hecho, te estoy llamando para que lo vengas a ver. —¿Está en su casa? —Así es. No se encuentra bien de salud, por lo que no he podido salir. Necesito que alguien lo cuide mientras no estoy. —¿Qué le sucede? ¿Está muy mal? —No puedo explicártelo por teléfono. —Usted... ¿le hizo algo? —Puedes venir y preguntarle. —Bien. Estaré allí en una hora. —De acuerdo. Le diré que vendrás a almorzar con él. Seguí acomodando mi agenda para poder cuidar de Kim Dan. Cuando terminé, le comenté sobre la visita de Yoongu, lo que le causó una gran felicidad. Ese niño siempre le sacaba una sonrisa, por lo que confiaba en que su presencia lo ayudaría a mejorar su estado de ánimo. Además, él había tenido la valentía de defenderlo y enfrentarse a mí. Por lo mismo, Yoongu era la única persona en la que podía confiar para que cuidara de Kim Dan en mi lugar. —¿Y si él me pregunta sobre lo que pasó? —Puedes decirle la verdad. —¿En serio? —Así es. Si tú confías en él, yo también. —¿Y si digo algo más? ¿Y si cometo algún error? —¿Tienes miedo de perder el control? —Sí —bajó la mirada—. Podría decir algo que te perjudique. —Si lo haces, no será con mala intención. Y eso me basta. —Pero Yoongu... —Es algo joven, pero tiene buen criterio. Confiemos en él. —Está bien —dijo, mientras continuaba cocinando—. ¿Tardará mucho? —No. Volveré antes de que anochezca. El sonido del timbre interrumpió nuestra conversación. Kim Dan corrió a abrir la puerta con una sonrisa en el rostro. En cuanto la abrió, Yoongu se abalanzó sobre él y lo envolvió en un tierno abrazo. El muchacho evitaba con todas sus fuerzas ponerse a llorar, pero se notaba que estaba realmente emocionado por volver a ver al fisioterapeuta. —Yoongu, antes de irme, quisiera hablar contigo sobre el gimnasio. —Dígame, señor, ¿qué quiere saber? —Dan, ve a ver la comida. No se vaya a quemar. —Cierto, enseguida vuelvo. —Bien, ahora que estamos solos, debo decirte algo: Kim Dan no está enfermo. Al menos, no físicamente. —¿Qué le sucede? —No lo sé. En dos días, un profesional lo evaluará, pero mientras tanto, hay que mantenerlo vigilado. —¿Por qué? —Preferiría que él te lo dijera, Yoongu. Sin embargo, te pido que no lo pierdas de vista. Podría llegar a hacerse daño si tiene una crisis. —¿Por eso sus manos...? —asentí—. Bien. Lo mantendré supervisado hasta que vuelva. —Te lo agradezco. Eres la única persona en la que puedo confiar para que lo cuide. Luego de compartir un rato más con ambos, me apresuré a terminar todos mis asuntos para no tardar demasiado. Primero, fui a la agencia que se encargaba de mi imagen para renunciar a los próximos proyectos en los que debía modelar para marcas deportivas. Si bien eso era algo que no podía permitirme, no tenía otra opción por su bien. De todos modos, las marcas ya no estaban tan interesadas en mí desde que perdí la última pelea. Por lo mismo, solo me pidieron pagar las multas por incumplimiento para liberarme del contrato. Después, me dirigí al gimnasio. Necesitaba coordinar con los entrenadores un plan para seguir entrenando sin descuidar a Kim Dan. —No puedo creer que él haya regresado después de lo mal que lo trataste —declaró Namwook. —Yo tampoco lo creo —secundó Joseph. —Pues bien, somos tres. —A pesar de que estás siendo igual de sarcástico que siempre, pareces agotado —señaló Namwook—. ¿Estás bien? ¿Pasó algo? —Así es, por eso vine. Ya les dije que volvió, pero no les mencioné la razón. —¿Le pasó algo a su abuela? —preguntaron al unísono. —No, ella está bien. Yo también. Se trata de Dan, él está enfermo. —¿Qué tiene? —quiso saber Joseph. —No lo sé. En dos días lo evaluarán distintos médicos. Sin embargo, puedo decirles que tiene problemas psicológicos serios. —¿Depresión? —aventuró Namwook—. ¿Estrés? —Probablemente lo primero. Y eso es lo que me tiene tan agotado. Él está tan mal que se hace daño cada vez que pierde el control. Si no lo hubiera encontrado a tiempo ese día, quizás... —¿Qué sucedió, Jaekyung? —Joseph puso su mano sobre mi hombro—. Tu mirada me hace pensar que pasó algo grave. —Prefiero que él se los diga. No quiero que empiece a desconfiar de mí por contarlo. —Pero ya nos dijiste que se estaba haciendo daño. Eso quiere decir que... ¡No me digas! ¿Intentó suicidarse? —¡No! Al menos, no lo hizo intencionalmente —los miré a ambos—. Namwook, Joseph, necesito su ayuda con él. —Cuenta con nosotros para lo que sea —afirmó Namwook—. Entiendo que no puedas decir nada más, pero quiero que sepas que cuidaremos de Kim Dan. —Así es —asintió Joseph—. Por cierto, no lo dejaste solo, ¿verdad? —Por supuesto que no. Llamé a Yoongu antes de venir, él lo está cuidando por mí. —Con razón pidió irse temprano. Ahora bien, ¿qué quieres que hagamos? —Como aún no sé qué tiene exactamente, no puedo descuidarlo para venir a entrenar aquí. Por eso, pienso retomar los entrenamientos en casa. Él aceptó volver a ser mi fisioterapeuta, así que seguiré su plan. —Me alegra que haya decidido volver a trabajar contigo —intervino Namwook—. ¿Pero estará bien? ¿No será demasiado para él? —El médico que lo atendió en urgencias dijo que le haría bien retomar una rutina. Tener un propósito y algo en lo que enfocarse lo ayudaría a salir adelante. —Si es así, estoy de acuerdo. Pero también creo que le haría bien ver a otras personas. —También lo pienso, Joseph. Por eso vine a pedirles permiso para que Yoongu venga a hacer sparring conmigo de vez en cuando. —¿Por qué Yoongu y no Daehyun? —quiso saber Namwook—. Siempre sueles entrenar con él, y es el único que está en tu mismo rango de peso. Deberías... —Lo sé. Sin embargo, lo hago por Kim Dan. Él le tiene un cariño especial a Yoongu. Sería mejor que compartiera con él y no con Daehyun. —Por nosotros no hay problema. Eso sí, tienes que hablar con él también, ¿está bien? —Lo haré, no te preocupes, Namwook. —Está bien —dijo Joseph—. Cualquier cosa, nos avisas. Recuerda: cuentan con nosotros. Antes de irme, pasé por la oficina de Kim Dan. Hacía mucho que no la utilizaba, pero ningún otro fisioterapeuta había estado el tiempo suficiente como para cambiar las cosas de lugar. Por eso, busqué la carpeta que dejó con toda mi información, la que debía usar otro fisioterapeuta para atenderme. Supuse que necesitaría sus apuntes para comenzar a trabajar conmigo sin problemas. Estar allí me recordó la primera vez que me dio un tratamiento. Si no fuera por ese pequeño desliz que cometió mientras me daba ese masaje, nunca se habría despertado en mí esa obsesión que me motivó a llamarlo. Ah, ¿a quién quiero engañar? Lo habría buscado incluso si me lo hubiera cruzado en la calle. No sé si puedo decir que estaba enamorado, ni siquiera si me gustaba Kim Dan, pero la verdad es que sentía una atracción fatal por ese cuerpo y ese rostro desde el inicio. Decidí no seguir profundizando en aquello. Después de todo, tendría que pasar un tiempo antes de que pudiera ser capaz siquiera de pensar en tener algo con Dan. En fin, guardé en un bolso todo lo que creí necesario. Si llegara a faltar algo, podía comprarlo. Volví a despedirme de los entrenadores, quienes le enviaron a Kim Dan unos pasteles de regalo. Regresé a casa manejando un tanto apresurado. Ya se me estaba haciendo habitual acumular multas de tránsito. Miré el atardecer proyectando los últimos rayos de sol entre los edificios. Al menos cumplí mi promesa de volver antes de que anocheciera. Si bien no tenía ánimos de compartir con Yoongu, lo invitaría a cenar para agradecerle por cuidar a Kim Dan y, de paso, ofrecerle la oportunidad de entrenar conmigo que tanto anhelaba. Estaba buscando las palabras adecuadas para convencerlo de que sería mejor entrenar en casa, cuando mi mente quedó completamente en blanco al abrir la puerta. Ni siquiera alcancé a asomarme, cuando un puñetazo en el rostro me derribó de inmediato. —¡Maldito bastardo! Yoongu había comenzado a golpearme, y no pude hacer nada para evitarlo.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)